TEMA 1: RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ESPAÑA

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TEMA 1: INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE ESPAÑA: SUS
RAÍCES HISTÓRICAS (Temas 1 a 5 del libro de texto)
PARTE I: EL MEDIO NATURAL Y LOS PUEBLOS IBÉRICOS
1.1 Los Rasgos del Medio Natural
La península ibérica, solar histórico de España y Portugal, es un auténtico cruce en
muchos sentidos. Por un lado se sitúa entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, masas
de agua muy diferentes en extensión, condiciones y clima. Por otro lado, estos dos países se
encuentran entre la Europa a la que pertenecen y el continente africano.
El clima varía entre el oceánico, el mediterráneo litoral y el mediterráneo
continentalizado más frío en invierno y más caluroso en verano. El relieve es accidentado a
causa del Pirineo, a las múltiples barreras de sus sierras, cordilleras interiores y rebordes de la
altiplanicie, e influye sobre la falta de una red fluvial bien articulada y que facilite la
comunicación por canales navegables. Falta, asimismo, una red coherente de vías naturales y
un claro centro geográfico desde donde establecer una capitalidad.
La posición geopolítica de la península es excéntrica con respecto a Europa, con un
estrecho paso entre el Atlántico y Mediterráneo (estrecho de Gibraltar) y dificultades en la
salida de las dos subaltiplanicies interiores, excepto en el caso de las rutas centrales hacia
Portugal.
En España, a diferencia de Portugal, se ha producido una contraposición histórica
entre dos voluntades: la tendencia a la unificación y la tendencia a la dispersión. También hay
que hacer notar, que frente a la España interior castellana se perfila una magnífica periferia
marítima (Pierre Vilar), vuelta de espalda hacia las altiplanicies del centro, tanto atlántica
como mediterránea y abierta a las influencias civilizadoras.
1.2 Raíces históricas de España en la Prehistoria y la Edad Antigua
La diferencia entre ambas edades de la historia es la inexistencia de documentos
históricos en la Prehistoria, aunque si de documentos materiales sobre herramientas y formas
de vida, creencias espirituales, así como fósiles humanos y animales. Hay abundantes restos
del Paleolítico (Edad antigua de la piedra) a Madrid (terrazas del río Manzanares), Cantabria
(Altamira), Burgos (Atapuerca) y diferentes puntos de Andalucía.
El nombre de España deriva etimológicamente del romano Hispania, y este, a su vez,
de un nombre más antiguo fenicio que conceptuaba en España como “tierra de conejos”. En
dicha etimología estaría comprendido Portugal, el país que comparte con nosotros la península
Ibérica. Otros nombres para España, y también Portugal, es el de “ al Andalus”, que se refiere
a toda la península dominada por los musulmanes árabes y bereberes, y “Safarad”,
denominación que recibe por parte de los judíos españoles.
En esta Hispania nos encontramos con pueblos como los iberos, pueblo africano de
tipo bereber (cordillera del Atlas y regiones próximas), infiltrados hasta los Pirineos a lo largo
del levante español. También hay pueblos de lengua no latina y no del grupo indoeuropeo,
como los vascos, los Tartesios, aniquilados por Cartago en el – VI y que dominaban parte de la
depresión del Guadalquivir; los celtas, que se mezclaron con los iberos en la altiplanicie
interior y con origen en Germanía y este de Francia. Su mayor densidad se sitúa en Galicia.
La entrada de fenicios y griegos es otro de los sustratos de la España actual en la
Edad Antigua. Los griegos focenses fundan Massalia (Marsella) en el – 600, que será la futura
metrópoli de las colonias griegas peninsulares. Por otro lado, los cartagineses fundan Ebussus
(Ibiza) en – 660 y “Quart Hadashat” (Cartagena) poco después. su principal interés es la
posición estratégica de la península y los minerales preciosos.
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Los romanos también intervinieron en la península, en conflicto con Cartago. Y la
dominarán en tres etapas: Levante y Andalucía, gran meseta interior y zona norte y noroeste.
Algunas de las resistencias interiores fueran implacables, como Numancia para los romanos y
Sagunt para los cartagineses, antes del sometimiento total a Roma y la derrota de Cartago.
Roma realizó una ingente tarea en obras de ingeniería, derecho, ciudades en las llanuras,
acueductos, puertos, calzadas y edificios públicos civiles y religiosos.
Los romanos desarrollarán por primera vez a gran escala el regadío, y convertirán
Andalucía en el granero de Roma y darán seguridad a ciudades, aldeas y rutas marítimas y
terrestres. No obstante, entrarán en decadencia desde el III, a causa de la presión de
germánicos y eslavos y al freno a su expansión a Europa (líneas del Rin y del Danubio
esencialmente) y Asia (Mesopotamia). Para España fueron una civilización fecunda y duradera
(Pierre Vilar).
PARTE II: RAÍCES HISTÓRICAS DE ESPAÑA EN LA EDAD MEDIA
2.1 Los Visigodos
El dominio visigodo a España y Portugal se originó en la invasión de un conjunto de
tribus germánicas de Centroeuropa. En conjunto, los invasores y colonizadores germánicos
representaban unas 300.000 personas (visigodos y suevos sobre todo) frente a seis millones de
hispanorromanos. Los invasores habían entrado ya romanizados desde la Galia, y se dotarán
en principio de una monarquía electiva, en la que la alta nobleza elegía el rey sin que hubiere
herencia directa de sangre. La capitalidad se estableció en Toledo.
La unidad de Hispania fue difícil con los visigodos, al existir fuerte resistencia en los
pueblos de la cordillera Cantábrica, que ya habían resistido a los romanos, y los Pirineos. El
conflicto religioso se planteó entre el arrianismo, considerado herejía por Roma, y el
cristianismo hispanorromano, resuelto después de la conversión al catolicismo del rey
visigodo Recaredo.
No obstante, se produjo el hundimiento a principios del siglo VIII, con la invasión
del caudillo musulmán Tarik, que dirigía la avanzada de la expansión islámica desde el actual
reino de Marruecos. El rey visigodo Rodrigo fue derrotado a causa de las luchas internas
contra las tribus rebeldes cantábricas y a la división interna de la nobleza visigoda, relacionada
una parte en secreto con los invasores musulmanes.
Junto a los romanos, y los pueblos prerromanos peninsulares, los visigodos
constituyen una reconocida raíz histórica de España. Ellos dieran lugar, en el mismo siglo
VIII, a la justificación de la conquista de la Hispania musulmana bajo el título de
“Reconquista”, que pronto cedió paso a otro religioso la de “Cruzada”, de reminiscencias
históricas contemporáneas en la Guerra Civil Española y referidas al bando franquista.
2.2 Invasión y Dominio del islam
Después de la invasión del 711, los musulmanes completaron el dominio de la
península en seis años. No obstante, la llamada “Reconquista” llevará hasta 800 años en el sur
y este de la península.
El Islam se había expandido por África del norte y buena parte de Asia a partir de las
predicaciones de Mahoma desde el 610. Este personaje histórico intentó la síntesis del
judaísmo y el cristianismo, a partir de la base de las tradiciones y el impulso guerrero de los
beduinos de la península arábiga. Después de dominar la península, su progreso en la Galia se
truncó con la derrota de Poitiers a manos de Carlos Martel y los francos, en 732.
La sociedad islámica se configura esencialmente como una agrupación de hombres
libres a partir de una comunidad de los creyentes en un solo dios verdadero. Los dirigentes son
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árabes, pero el número más grande es el de los bereberes del Atlas convertidos al islam.
Aparte de ellos, están los cristianos y los judíos, y un pequeño porcentaje de esclavos.
Después de la crisis del califato de Córdoba, que se había independizado de la capital
islámica de Damasco, se fortalecen los reinos cristianos del norte, que habían resistido desde
el VIII en pequeños núcleos cantábricos, galaicoleoneses y pirenaicos.
En estos núcleos no hay frontera hasta mediados del VIII, y la famosa batalla de
Covadonga (en 722) no pasó de ser una escaramuza cristiana victoriosa en Asturias. El avance
cristiano posterior tuvo como referencias principales los grandes ríos (Ebro, Duero, Tajo), y
las montañas de Sierra Morena y Sierra Nevada.
Los contraataques bereberes desde el norte de África (almorávides y almohades)
fueran frenados por los reinos cristianos, que acabarán uniéndose decisivamente en la gran
batalla de Las Navas de Tolosa (1212), ya bajo el espíritu de la supuesta “Cruzada” y no de la
“Reconquista”. Cabría entonces hablar mejor de las diferentes “Reconquistas”: portuguesa,
castellano-leonesa, Navarra, de condados aragoneses y de condados catalanes bajo influencia
franca. No obstante, el condado de Barcelona (el más importante de los catalanes) se
independiza de la monarquía franca entre 1018 – 1035, con Berenguer Ramón I.
La conquista castellana es la última a concluir, con la toma de Granada en 1492. La
unión de las coronas de Castilla y de Aragón dejará fuera por poco tiempo a Navarra, pero de
forma prácticamente permanente a Portugal, la primera independencia de la cual puede
fecharse en la batalla de Guimaraes en 1.128, por la que se separa de Galicia con su primer rey
portugués, Alfonso Henríquez.
La influencia islámica se continuará manifestando en la España posterior, a partir
del lenguaje y otros factores, afirmándose el Islam como candil de pueblos y religiones, como
puente máximo entre oriente y occidente, reforzando y mejorando la obra civilizadora de
Roma, renovando la agricultura y el regadío (agrios, azúcar, arroz, algodón) y difundiendo la
cultura en general, el urbanismo y la técnica.
2.3 Consecuencias para España de la Conquista de al-Ándalus
Estas consecuencias son de gran importancia en el modelado de la estructura social y
mental de la España posterior, a causa de la lentitud de la conquista de los reinos cristianos y a
las necesidades militares, de repoblación y colonización, así como al reto de asimilación de las
minorías judía y musulmana principalmente.
La ascensión de la nobleza cristiana fue asegurada por los reyes, dando inmensos
dominios territoriales, pueblos y ciudades enteros y bienes muebles muy considerables. La
pequeña nobleza constituyó los pequeños ejércitos de infanzones y caballeros que seguían el
rey y a los grandes señores. Gran parte de ellos eran los hijos menores de grandes familias,
abocados a la carrera militar y al clero, y que lucharán en Flandes y a Italia, aparte de las
diferentes expediciones militares en la América descubierta.
El clero representó el armazón ideológico de toda la sociedad, siendo proselitista y
militar, y apoyando tanto el combate, como la evangelización y la repoblación. Las
comunidades labradoras y urbanas, con sus fueros y estatutos, representan otra las raíces de la
España contemporánea.
La conquista cristiana de al-Andalus (supuesta “Reconquista”) dejó en el suelo
hispano importantes raíces para el futuro. Una de ellas es la debilidad de la burguesía de los
negocios en Castilla, frente a la constitución de verdaderos núcleos burgueses en la periferia
cantábrica o mediterránea, semejantes a los de las repúblicas mercantiles italianas.
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Otra las consecuencias está en la persistencia de las costumbres económicas
comunales de la vida rural, en bosques, ejidos (afueras de los pueblos), montañas, etc. Estas
costumbres son la base del colectivismo agrario español contemporáneo hasta bien entrado el
XIX. Otras consecuencias visibles están en las tradiciones municipales, las Cortes y la idea ya
citada de Cruzada.
Las tradiciones municipales se dan en Burgos (barrios de gente de negocios),
ciudades y villas. Se dotan de asambleas más o menos representativas, y formarán las
Hermandades de Castilla, las uniones de los puertos cántabros y vascos, y la agrupación de
núcleos burgueses en torno a Barcelona. Estas tradiciones de vida local influirán sobre las
ideas de cantonalismo y de federación posteriores en la España contemporánea.
Las Cortes, por su parte, representan el elemento popular de la nación ante la realeza
y sus consejeros naturales de la nobleza y el clero. Nacen en León a finales del XII y
funcionan desde medios del XIII en todos los reinos de España. Se encargan de sancionar las
sucesiones reales, recibir el juramento del rey sobre los fueros y de votar subsidios al monarca.
La participación en este sentido de la sociedad medieval en el gobierno configurará
en gran manera la psicología política de la España contemporánea.
Viene también de esa larga “Reconquista” la existencia de una nueva dualidad, entre
la proyección interior y particularista de la monarquía hispánica y los ideales universales y
supranacionales.
PARTE III: EL LEGADO HISTÓRICO DE LA EDAD MODERNA
3.1 Factores de Unificación en la España del XV
En la Corona de Aragón hay un fuerte contraste entre el pobre reino interior de las
tierras aragonesas con el de las ricas regiones marítimas de Cataluña, Valencia y Mallorca.
Los reyes serán pronto catalanes, y el archivo de la Corona de Aragón se situará en Barcelona.
Esta ciudad contará con su catedral, la iglesia de Santa María del Mar, el “Consejo de
los Cien”, el Consulado del Mar, el Palacio de la Diputación Permanente y “las Cortes”. Será
todo ello la raíz de los futuros renacimientos regionalistas del XIX.
Pero no obstante, con la crisis del XV, se pierden compañías mercantiles, hay crisis
financiera, revueltas agrarias con formas políticas y lucha armada y paralización del
crecimiento de las ciudades. Desaparecen ricas comunidades judías, se incrementa la piratería
y se produce una seria crisis política sucesoria por la muerte sin descendencia de Martín el
Humano en 1410, lo cual da lugar al compromiso de Caspe en 1412, después del cual hereda
la corona un príncipe castellano, Fernando I de Antequera, de la familia de los Trastamara de
Castilla. En Caspe (1412), los principales candidatos al trono habían sido el príncipe castellano
y el catalán Jaume d’Urgell, biznieto de Alfonso IV. En contra de este candidato estaba la gran
fortaleza de Castilla frente a la debilidad de Cataluña causada por el hundimiento de la
economía del principado y señaladamente de Barcelona.
Los apoyos de Fernando estaban en su gran poderío económico, político y militar
como príncipe castellano. El Papa Luna, también le apoyaba, al estar vinculado a Castilla por
importantes intereses materiales. A Fernando I le sucedió su hijo Alfonso V, conquistador de
Nápoles para la Corona de Aragón, y a éste le sucedió Juan II, que tuvo que enfrentarse
militarmente a las clases privilegiadas catalanas en la guerra civil catalana de 1462 a 1472. La
victoria de Juan II permitió posteriormete el acceso al trono de su hijo Fernando II de Aragón,
el futuro Rey Católico, que casará con Isabel I de Castilla.
En la Corona de Castilla, la demografía es no obstante favorable, y la Mesta,
(asociación de los más importantes ganaderos) tiene importantes privilegios de los reyes en
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perjuicio de la agricultura; florecen el comercio interno y las ferias internacionales, y crecen
en importancia los consulados de Burgos y Bilbao a partir de las exportaciones castellanas.
Isabel de Castilla representa el orden monárquico frente a las luchas nobiliarias, la
moralidad pública, el poder creciente del Estado y la proyección colonial de la monarquía
después de la propuesta de Colón y la abertura de la ruta castellana hacia las Indias a través de
una vía revolucionaria, la del Atlántico oeste. Aparte de la expansión interior, la reina Isabel
representa también el refuerzo de la cohesión interior, incorporando Navarra a la monarquía y
desatándola de la influencia francesa.
Gracias al reinado de Isabel y Fernando el Católico, España se sitúa como primera
gran potencia mundial en el tiempo seguida de Portugal, pero les reinos mantienen su
personalidad. Castilla conserva sus instituciones, mientras la “federación” de Aragón conserva
sus fueros, cortes, aduanas, tributos, moneda y medidas.
La unificación religiosa sirve tanto en la proyección exterior como la cohesión
interior. Su apoyo popular estaba en la envidia de las clases bajas de arraigada estirpe
cristiana, por la influencia de los judíos en las altas esferas y su vida acomodada y por el
servicio a los nobles de los moriscos como artesanos y labradores principalmente. A las
violencias de los tumultos populares contra ellos del XIV sucede la creación de la Inquisición
en 1478 (con la persecución de falsos conversos y herejes) y la expulsión de judíos en masa en
1492.
En cuanto a la minoría morisca, se realizarán violentas campañas de conversión
forzosa y presión social y policial sobre ellos, hasta su expulsión total entre 1609 y 1611.
La idea básica de la unificación religiosa estaba en la identificación de la ortodoxia
católica y la solidez española. Se pretendía la creación de una unanimidad moral con la
eliminación de las minorías y de los herejes (heterodoxos católicos).
Todo eso tuvo como efectos positivos un siglo triunfal, con excepciones, para
España, la conquista de un Nuevo mundo, la evangelización y la Contrarreforma católica, así
como su proyección a Europa.
El negativo estuvo en la destrucción de la actividad financiera judía, la supresión de
la importante actividad agraria de los moriscos en Levante y Andalucía, el triunfo del cristiano
viejo y de la “limpieza” de sangre, el menosprecio consiguiente del espíritu de lucro y de
producción y la pésima preparación para la era capitalista y la evolución de toda la Europa
occidental en ese sentido.
Triunfa al mismo tiempo el rentismo improductivo de la aristocracia y la Iglesia
católica, con inmovilización de tierras (“propiedades amortizadas”) y el freno a la producción
y circulación de riquezas. Se impone también la idea de un poder universal y cristiano a
España frente a las realidades exteriores de las políticas puramente nacionales en los Estados
del XVI.
Acompañan a este negro panorama español la ruina de la Hacienda pública en varias
quiebras, además de una psicología colectiva retrógrada para la época, hecha de una mezcla de
catolicismo exacerbado, formas económicas medievales y elementos raciales (Pierre Vilar).
3.2 Fundación del Estado Moderno en los siglos XV y XVI
Las primeras líneas maestras de la configuración de un solo Estado para los
diferentes reinos se da a finales del XV y principios del XVI con los Reyes Católicos. El papa
de Roma, en 1493, otorga el título de católicos a los reyes de España para compensarlos del de
cristianísimos concedido a los reyes franceses.
La unión de ambos coronas, castellana y aragonesa, se había producido en 1479,
reuniendo entre ambos ocho millones de habitantes, pero separando instituciones y
administración. No obstante, se sometió a su poder las órdenes religiosas militares,
recortándose los privilegios políticos y administrativos de la nobleza sin tocar su poder
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económico. La Santa Hermandad se convirtió en una policía de Estado a partir de su actuación
en las ciudades.
Para continuar fortaleciendo su poder, recortarán también los privilegios
municipales, convocarán raramente las Cortes y establecerán corregimientos de nombramiento
directo real en las principales ciudades, además de organizar la primera burocracia estatal
moderna a su servicio.
La expansión es peninsular en cuanto al reino nazarí de Granada y a la incorporación
del reino de Navarra, eliminando en este caso la influencia de Francia. Pero también es
atlántica en la empresa de Colón en 1492, además de poderse completar la conquista de las
islas Canarias para Castilla en 1496.
Con Carlos I, nieto de Fernando e Isabel, e hijo de Juana la Loca, continúa el proceso
de fortalecimiento del Estado y se acelera la expansión exterior a América, defendiendo la
herencia territorial europea y siendo aspirante con éxito al cargo de emperador alemán, pero
sin poder nunca imponer una autoridad central en ese imperio frente a la de los príncipes
alemanes en sus Estados. El objetivo esencial del emperador nacido en Gante era la
restauración de un imperio cristiano y mundial (quimera de origen medieval) en la que la
figura del emperador hispano sería la de “un rey de reyes”.
Frente a esta idea se levantarán Francia, Inglaterra y el Papado en Roma, los
príncipes alemanes y el imperio otomano en expansión. El fracaso empieza a manifestarse en
las enormes dificultades de la Hacienda, el desgaste de los ejércitos en Europa y en la
necesidad división del imperio a la muerte de Carlos I de España y V de Alemania, cediendo
este la corona imperial a Europa a su hermano Fernando, a quuien había mandado expulsar de
España en 1518.
En estos siglos XV y XVI, el Renacimiento entra en España, pero con fuertes frenos
y limitaciones, debidos a la Contrarreforma católica y al papel tan activo de la Inquisición con
respecto a las desviaciones de la ortodoxia católica, representadas por el erasmismo, el
protestantismo y el iluminismo. El humanismo español no se atreverá a romper la tradición
medieval de la fe católica, a pesar de una imprenta en expansión, de la fundación de
universidades y del fortalecimiento de la autoridad real.
El hijo del emperador, Felipe II, hereda las deudas de la corona y la división del
imperio, presenciando además la derrota delante de Inglaterra de la “Gran Armada”, que se
había organizado con grandes dificultades para la invasión de Gran Bretaña. El reinado de
Felipe II se caracterizará por el absolutismo y el exceso y lentitud de la burocracia, en la que el
mismo rey examinaba los expedientes principales.
Y todo eso mientras se producían dos quiebras del Estado, la ruina del eje Medina del
Campo- Amberes, la caída del comercio de la lana y el hundimiento en los intercambios de los
puertos del cantábrico. Mientras tanto, el capitalismo y el protestantismo triunfaban al mismo
tiempo en Europa, y Castilla se veía aplastada por los impuestos. Amsterdam reemplazaba
mientras tanto a Sevilla y Lisboa como almacén mundial.
En 1561 la villa de Madrid, era elevada por Felipe II a capital de la monarquía
hispánica, mientras se intentaba resolver el problema de minorías como la de los moriscos
granadinos, a los que entre 1568 a 1571 derrota Juan de Austria. En 1590 quiebran las
pañerías y sederías de la corona de Castilla.
3.3 EL Esfuerzo Colonial y Económico de España en la Edad Moderna
En cincuenta años, desde 1492, se recorren en 80 grados de latitud todas las costas
del Nuevo Mundo americano. Se atraviesan todas las cordilleras, tres altas altiplanicies,
cuatro grandes cuencas (entre ellas la del Amazonas) y se explora la mayor parte del Pacífico.
En 1580 España tiene factorías en África e India, así como posesiones en el
archipiélago de la Sonda en el Pacífico, las islas Molucas (especias), Célebes y Filipinas.
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Desde este archipiélago se comercia con China y Japón, y se proyectan nuevas intervenciones
a Camboya y Tailandia (antiguo reino de Siam).
Las bases de las navegaciones españolas en el Pacífico se deciden desde Panamá y
Acapulco en Méjico, en ruta hacia el Pacífico oeste. Estas bases técnicas y teóricas parten de
la ciencia judía y árabe, de la cartografía mallorquina, de la marinería vasca, los armadores de
Sevilla y de la “Casa de Contratación” de Sevilla, con sus cosmógrafos, cartógrafos y
capitanes.
Las bases sociales de la expansión americana (ya no “Reconquista”) estaban en el
trabajo forzado de los indígenas, prohibida la esclavitud por el absolutismo de los reyes, que
buscaban vasallos y no mercancía humana, dependiente de otras voluntades alejadas de su
poder peninsular y europeo.
Este esfuerzo colonial, no solo es de España, sino de Portugal,países que inician la
globalización actual, a partir de las rutas española y portuguesa de circunnavegación mundial.
Este proceso del XV y XVI se convierte en el agente decisivo de la transformación económica
de que surge el mundo actual (“raíces”), al pasarse del capitalismo mercantil del XVI y XVII
(en este siglo a pesar de la crisis) al capitalismo industrial de los siglos XVIII y XIX.
Se crea entonces a partir del XVI el primer mercado mundial, además de las mayores
transformaciones del sistema vegetal y animal del mundo. Grandes aportaciones de semilleros
y parejas de animales de España y Portugal serán el origen de todos los campos de trigo y
todas las ganados de América. Los conquistadores demostrarán un especial atención con los
planteles y las semillas de los frutos, la construcción de diques en ríos, molinos e ingenios de
azúcar en las Antillas y el bajo México. El horizonte agrícola de España y Europa se
transformó, y se incrementó la producción artesanal, la metalurgia vasca y las construcciones
navales, sobre todo con Carlos I.
3.4 Apogeo Cultural y Decadencia General de España en el XVII
El siglo significa el auge de la cultura española y del “Siglo de Oro”. Las pérdidas
políticas y económicas se concretan en la guerra de los 30 años, de 1618 a 1648, que da lugar a
la libertad de las Provincias Unidas (actual Holanda) y a la caída de poder de España en
Europa.
El XVII representa también una grave pérdida demográfica, sobre todo por la calidad
y la juventud de la emigración a ultramar, pero también por las pestes de 1599 a 1600, las
expulsiones ya citadas de los moriscos, (que en el reino de Valencia representaban un tercio de
la población y en conjunto más de medio millón de personas), por la escasez de mano de obra
orientada a la emigración, por el reclutamiento del ejército y la dedicación a servicios no
productivos (por ejemplo, en la burocracia o el clero).
Hace crisis entonces el imperialismo español de carácter feudal, con su idea de
obtener como beneficio tierras, tesoros y servicios de hombres. Los impulsores de los
descubrimientos americanos serán los genoveses, flamencos y judíos y los aragoneses del
séquito de Fernando el Católico, mientras los realizadores del descubrimiento serán los
gentileshombres o porquerizos extremeños, los ganaderos de la Mesta o los administradores de
Sevilla.
Los aristócratas y la Iglesia (dirigida por los aristócratas en las altas esferas) se
garantizan sus privilegios con la sanción de los reyes (también de la alta nobleza en general)
incluyendo un patrimonio familiar vinculado a perpetuidad a la misma familia, mientras la
Iglesia de la Contrarreforma católica se beneficia de las propiedades de “manos muertas”, es
decir, de bienes legados a la Iglesia por las últimas voluntades de católicos ricos, acomodados
o pequeños propietarios por motivos de piedad o para tranquilizar sus conciencias.
En este contexto se produce la crisis final de esta España imperial y grandiosa, pero
con los pies hundidos en el feudalismo de otras épocas, contrapuesto a las realidades del
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mundo del XVI y XVII. Dicha crisis imperial significa la inmovilización de propiedades de la
aristocracia y la Iglesia, que quedan fuera del mercado y representan el mayor obstáculo hacia
el capitalismo que va surgiendo en esos siglos.
Este tipo de sociedad arcaica se ve perjudicada por la inflación que producen los
metales preciosos venidos de América, que destruyen los gérmenes de la naciente burguesía y
agravan la crisis de la banca sevillana.
PARTE IV: EL LEGADO HISTÓRICO DE LA ESPAÑA DEL XVIII
4.1 El Resurgir de la Demografía y de la Economía
En el siglo XVIII, la población española pasa de 6 a 11 millones de personas (Pierre
Vilar). En Cataluña y Reino de Valencia se aprecia una prosperidad rural auténtica, con un
gran aumento del volumen de intercambios en los puertos de Valencia y Barcelona. En este
contexto, el algodón, primera fibra industrial, reemplaza a la tradicional de la lana, pasándose
en esta época del modesto comercio mediterráneo de cabotaje al más amplio y mundial de
América y las islas Filipinas.
En Castilla se inicia el ataque de los intereses agrícolas a los privilegios tradicionales
de origen medieval de la ganadería de La Mesta, se incrementa en gran manera la roturación
de tierras, las colonizaciones peninsulares con nuevos pobladores, la creación de aldeas nuevas
y la reanudación de grandes obras públicas.
El libre comercio con América, renunciando Castilla a su dominio exclusivo,
implicará la pérdida de privilegios de Cádiz, que no obstante no pierde su prosperidad. Se
siguen de cerca entre vascos y catalanes las innovaciones técnicas producidas en la revolución
industrial a Inglaterra a mediados XVIII, y España empieza a adquirir los perfiles actuales en
cuanto a ideas sociales y económicas, símbolos, banderas e himnos.
4.2 Resurgimiento Político y Económico de España en el XVIII y sus Límites
Las bases de este resurgimiento están en el mejor aprovechamiento de América, la
recuperación de Menorca y Florida, la centralización y la unidad interior y la supresión de los
tradicionales organismos autónomos y fueros de los derrotados en la guerra de Sucesión de
1700 a 1714, que significa la entrada de una nueva dinastía borbónica a España y el intento
fallido en el tiempo de un nuevo modelo de Estado centralizado.
La técnica, la manufactura y el espíritu enciclopedista se difunden, pero con los
importantes frenos de la Inquisición (que procesará ministros del rey) y de las clases bajas y
populares, imbuidas de todos los estereotipos ya desgastados y falsos de la Edad Media.
Este resurgimiento económico se demuestra en el gran número de nuevos fabricantes
y comerciantes y en el apoyo de la legislación al progreso económico, manifestado en la
supresión de aduanas interiores, la supresión de tributos sobre la producción e importación de
máquinas, la prohibición a los gremios de las pruebas de “limpieza de sangre” y la
reactivación de la agricultura, a partir del cercado de bienes comunales, la venta de tierras
reales y la desamortización de propiedades y tierras de la Iglesia.
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Los límites y frenos de todo el arcaismo medieval y señorial, y de la Iglesia católica,
a las transformaciones del XVIII explican el hundimiento de España a principios del siglo
XIX. Debemos contar en este sentido la persistencia de la jurisdicción señorial de la
aristocracia y la religión, los privilegios de la nobleza y el clero, la continuación de la
Inquisición (muy popular aún entre el pueblo ignorante), la corrupción política generalizada y
el incremento de las desigualdades en la propiedad de la tierra, acompañada por un limitado
desarrollo de la industria.
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