Gastón Soublette, a propósito de su libro “Rostro de Hombre”.

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ENTREVISTA A GASTÓN SOUBLETTE:
"Rostro de hombre" se llama el nuevo libro del profesor de filosofía y estética Gastón
Soublette. Un libro que concibió en sus tiempos de agnosticismo y que hoy ve la luz.
Soublette hace dialogar los Evangelios canónicos con la sabiduría oriental y con Carl Jung
Daniel Swinburn
Éste no es un libro de teología. Su autor, Gastón Soublette, aunque se basa en trabajos teológicos
ortodoxos, persigue más bien un propósito apostólico, para acercar esta compleja ciencia al lector
común, agregando también sus comentarios personales. Jorge Costadota S.J., sacerdote y profesor
de teología que introduce el libro, destaca la capacidad de Soublette de establecer paralelos entre los
evangelios con otras sabidurías tradicionales. Paralelos que fueron hechos responsablemente. No
hay aquíun ejercicio ecléctico. Según dice Soublette, "el Yoga y la meditación son terapias. Nadie se
salva por la meditación sino por la entrega a Dios de acuerdo al Evangelio, que es revelación divina".
El libro contiene una introducción al Jesús de Nazareth y 127 comentarios sobre diversos pasajes de
la vida de Cristo.
-¿Usted siempre ha sido cristiano, Gastón?
"La educación religiosa que yo recibí en el colegio no fue buena y a los 23 años caí en un ateísmo
absoluto, pero no indiferente sino vigilante. Y viviendo en París me ocurrió algo extraño; una
compañera de música, al oír decirme tantas estupideces, me presentó a su director espiritual, que era
un canónigo de la catedral de Notre Dame. Para ir a hablar con él tuve que pasar por esas enormes
bóvedas góticas. Me recibió en su oficina, y yo no me acuerdo de qué hablamos, pero después de
salir de esa reunión tomé la decisión de hacer un estudio exhaustivo sobre la persona de Cristo, y eso
se vino a concretar ahora. Pasé también por etapas no ateas, pero no cristianas. Tuve un maestro de
Yoga, Lanza del Vasto, discípulo de Gandhi, pero católico. Un siciliano que fue muy importante para
tomar mis decisiones. Gandhi le dijo a él, al verlo tan entusiasmado con el Yoga y la meditación, que
su deber espiritual era ser un perfecto cristiano. Él me lo contó, y me lo repitió a mí con la misma
intención. Y me dijo estas palabras que no se me olvidaron nunca: 'No abandones nunca la Iglesia.
Son dos mil años de santidad, es la matriz de nuestra cultura y Jesús está por encima de todo y de
todos'. Esas fueron sus palabras. Él me afirmó en la fe cristiana. El mismo Lanza del Vasto escribió
un tratado incluso más grueso que el mío sobre los cuatro Evangelios canónicos, publicado en los
años 30 y que vine a leer en los 50. Fue la primera introducción que yo tuve en la exégesis de los
Evangelios".
-Usted me habló en una ocasión que veía una campaña mundial contra el cristianismo. ¿Ese
es el contexto del libro o más bien el pretexto?
"El pretexto. Ese es el propósito. Empecé a darme cuenta de que la imagen de Cristo estaba muy
desleída, borrosa por la reacción de mis alumnos cuando les hablaba de este tema en dos cursos que
yo hacía en la universidad. Leía citas del Evangelio y me advertí que sabían muy poco de este
personaje, Cristo, el más célebre de la historia, que divide el tiempo cronológico. Entonces concebí el
proyecto de redactar un manual pequeño con lo esencial de la doctrina que aparece en los
Evangelios. Al redactarlo me di cuenta de que era un tema muy grande e indivisible, y que la tarea me
sobrepasaba: hacer un comentario exhaustivo de los cuatro Evangelios canónicos".
-La idea original fue un deseo de catequesis.
"No era una idea de meter a mis alumnos en la religión completamente, sino en la buena nueva de
Cristo. La opción religiosa de ellos me era hasta cierto punto indiferente. Pero para entrar en la buena
nueva yo entendía que tenían que pasar por el conocimiento profundo de los Evangelios canónicos
en un lenguaje simple".
-Hay una bibliografía de textos teológicos ortodoxos. ¿Ella orienta este libro o hay también
aportes personales?
"Hay aporte personal, pero en gran parte la exégesis que hago la aprendí de esos autores citados. Yo
podía sacar conclusiones que tuvieran que ver un poco con la sabiduría oriental, si me dejaba llevar
por mí mismo para interpretar determinados pasajes de la vida de Cristo, pero primero quería saber
qué dice la exégesis sobre todos aquellos pasajes en que Jesús se muestra como un maestro de
sabiduría".
-¿Hace acercamientos con la sabiduría oriental?
"Una vez conocido el alcance real del texto griego y el contexto hebreo en que los hechos ocurrieron,
es legítimo encontrar semejanzas con alguno de los maestros de espiritualidad oriental,
particularmente con Confucio y Lao Tse. Los hindúes están muy lejanos de este mundo. Hay
antecedentes del acercamiento de los primeros con Jesús. El padre Juan de Castro, rector del
seminario pontificio, escribió un libro en que aparece un paralelo entre los Evangelios y Laotsé,
encontrando una enorme semejanza".
-Déme un ejemplo donde usted haya usado a Lao Tse, o a Confucio, para enriquecer un texto
de los Evangelios.
"El problema que se plantea entre la gracia y el esfuerzo personal. En cristiano uno no puede hacer
nada para quedar justificado ante Dios si no es por la gracia. Acordado eso qué me corresponde
hacer a mí. Yo debo estar a la altura del don de la gracia recibida. Existe el don del cielo y lo que
debo yo agregar de mí. Eso está claro en los Evangelios. Jesús entrega su luz pero debe haber una
respuesta del hombre, que debe tomar un decisión. Esa es la esencia del concepto de sabiduría que
usa Confucio. Él dice que está el don del cielo y el hombre sabio entiende qué debe agregar de sí.
Eso último es una decisión que el hombre debe tomar. Justamente uno de los teólogos que leí, Rudolf
Bultman, centraliza toda su discusión del cristianismo en la decisión que debe tomar el hombre ante
la interpelación de Jesús."
-¿Hay posibilidad de hacer exégesis con Cristo y la sicología moderna, por ejemplo?
"Hay. Una vez que se aclara el terreno científico de la exégesis, se puede ver con otra mirada el
alcance de la expresión con que Cristo se designaba a sí mismo. Él nunca dijo ser el Hijo de Dios,
sino que se nombraba como el Hijo del Hombre. Cuando les preguntó a los apóstoles qué pensaban
de él, le dijo que era el Hijo del Hombre. Él tomó esa expresión del profeta Daniel, quien en una visión
vio al Mesías como hijo de hombre. La forma en que se usó esa expresión por los evangelistas, hasta
la forma doblemente articulada "el Hijo del Hombre", autoriza finalmente para pensar que si bien
Jesús está usándola con carácter mesiánico, se estaba proponiendo como arquetipo del hombre. Lo
cual aparece claramente, en mi concepto, en la descripción del Juicio Final: cuando le diga Él a los
justos, "porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber...", y luego dirá "lo
que hicisteis con cualquiera de mis hijos me lo hicisteis a mí", él se está identificando con la esencia
de lo humano. Y eso es para mí, sumando todos los elementos que concurren a esta idea, una
muestra de que se estaba presentando ante los hombres no sólo como el hijo de Dios, sino como el
arquetipo del hombre. En ese aspecto es posible hacer alcances con la sicología jungeana. Tanto que
Jung en uno de sus últimos ensayos presenta a Cristo como una totalidad síquica en el entendido que
la realización plena del proceso de individación es la realización completa de la totalidad síquica que
está en potencia dentro de uno. Jung incluso llega a reconocer que nosotros no podríamos reconocer
en Jesús al hijo de Dios si no tuviéramos dentro categorías inconscientes de nuestra psique del
concepto del hombre divino, arquetipo que es casi consustancial a la naturaleza humana, dice Jung."
-¿Cómo se ve usted interpretando las Escrituras como no teólogo?
"En un comienzo con una tremenda desventaja y una dificultad insuperable. Pero yo he vivido 33
años de profesor en la Universidad Católica en la vecindad de una facultad de teología y no he sido
indiferente a ese hecho. He estado permanentemente consultando a profesores de esa facultad y
nombro especialmente a tres: Beltrán Villegas, Antonio Bentué y a Eduardo Pérez Cotapos, quienes
fueron los que más me guiaron y aportaron la bibliografía esencial en exégesis y cristología. Eso más
aportes míos como el propio Rudolf Bultman, teólogo muy rechazado por ser muy racionalista. Pero
de él saque esa idea esencial de la vida del cristiano: la decisión, aquella que lo lleva a uno al
llamado de Cristo".
-No utilizó los evangelios apócrifos. En su introducción dice que los desecha. ¿No son materia
útil?
"Lo han sido, para quien los sabe usar. Por ejemplo, el evangelio de Judas es un apócrifo en el
sentido maligno de la palabra; fue hecho por una secta que buscaba reivindicar a todos los malos, los
cainistas. Pero hay otros como el de Tomás, que está hecho de dichos de Jesús numerados, sin
ilación narrativa, pero tiene una virtud. Según uno de los teólogos que yo menciono, Joachim
Jeremías, que es un judío converso, los apócrifos tienen la virtud de ser a veces más antiguos que las
versiones helenísticas posteriores. O sea, las parábolas de Jesús fueron dichas ante un auditorio
judío conforme a la estructura mental de ellos. Y a veces en los apócrifos se encuentran las parábolas
tal como las habría dicho Cristo ante un auditorio judío. Pero es preferible no meter al lector común en
ese tipo de problema, que son más específicos de la ciencia teológica."
El Mercurio, domingo 11 de junio de 2006
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