LA MIRADA HACIA ATRÁS: LA SABIDURÍA COMO EXPERIENCIA DE LA VIDA Mariano Yela Granizo La vida del hombre consiste, además y sobre todo, en una conexión temporal de sucesos personalmente significativos que van formando un argumento biográfico cuyo sentido el hombre busca y elabora, según el modo con que, desde el presente, interpreta su pasado y con que, desde su presente, proyecta su futuro. El hombre no se limita a vivir en un ahora fugaz, bajo el influjo de un antes inexorable y fijo, que ya no existe, y en ausencia de un después, que todavía no ha empezado a existir. El hombre no sólo vive; se da cuenta de que vive y tiene, por eso, que dar y darse cuenta y razón a de su vida, del porqué y para qué vive. Va construyendo su presente con vistas al futuro que se propone y desde el pasado en que se apoya. Para el hombre, como escribió Machado, no está el mañana ni el ayer escrito. Ambos se escriben y corrigen, para bien o para mal, desde cada presente itinerante. Mirar hacia atrás es recuperar el pasado, extraer de él un sentido y con él construir un futuro. La interpretación definitiva del pasado sólo es posible en la vejez, porque sólo entonces se puede abarcar el panorama a punto de completarse de nuestra propia vida y porque ya no hay otra edad ulterior para hacerla. Pero la vejez sólo puede conferir sentido a toda la vida si todavía es capaz de proyectar un futuro. En esto coinciden todos los que han estudiado la vejez, si bien, como es inevitable, cada uno lo expresa a su peculiar manera. Cicerón, desde la antigüedad clásica, Habla de la plenitud de la vida del anciano, con tal de que sea capaz de gobernar su propio destino; Leclercq, desde la teología moral de nuestros días, piensa que la vejez es la cima del vivir, siempre que el hombre continúe orientando su propia vida.; Skinner, desde la psicología conductista, muestra la posibilidad de una vejez fecunda, si el individuo sabe controlar en suficiente medida su ambiente; Ortega, en fin, desde la perspectiva de la razón vital, señala que cada edad –y a nosotros nos interesa ahora la vejez- el hombre puede soportar el peso de la vida y hacerla propia, si es capaz de hallar o conferir sentido a su circunstancia en un proyecto personal. Y es que la vida humana, es siempre prueba. En todas las acepciones del término. La vida es prueba como intento de lograr quién y qué queremos ser; como atrevimiento de buscarnos; como comprobación de lo que hemos conseguido; como la única manera de probar la realidad propia y ajena, de gustarla y tomarle sabor. Este sabor que vamos teniendo de la realidad es el fundamento de la sabiduría. La sabiduría no puede apoyarse en otra cosa que en ese sabor de la realidad que la experiencia y su interpretación nos permite y que la temporalidad nos va proporcionando y ampliando del nacimiento a la vejez. Los hechos más salientes en la vejez son, como lo han sido siempre a lo largo de la vida, de dos tipos: los cambios y la continuidad. La vejez viene modulada por ciertos cambios que la diferencian de otras edades. Pero no surge de pronto y de la nada. Se prepara y configura durante la vida anterior. Lo que se ha preparado antes y prosigue y continúa en la vejez es fundamentalmente un cierto modo de ser, una peculiar personalidad. Ella nos predispone a percibir los cambios de una cierta manera, permite y facilita interpretarlos y usarlos para continuar la empresa de seguir haciéndonos con sentido o nos dificulta o, en el extremo, impide la prosecución de la tarea. Uno de los componentes más decisivos de la personalidad es la actitud. Podemos distinguir dos actitudes básicas, que se dan de apertura y de clausura. Se van formando y consolidando con la experiencia de la vida y con la interpretación que de ella hacemos. Todos vamos por la vida con estas actitudes en muy distintos grados y con distinta preponderancia de la una a la otra. La actitud de apertura se funda en ciertos sentimientos que pueden resumirse en los cuatro siguientes: El sentimiento de eupatía: uno se siente en básica concordia afectiva consigo mismo, siente que, a pesar de lo que sea, es valioso y capaz. El sentimiento de simpatía: uno se siente en básica concordancia afectiva con lo otro y con los otros, siente que, a pesar de lo que sea, puede contar de alguna manera, con el mundo y con los demás. El sentimiento de autonomía: uno siente que vale ante los otros, se siente, en alguna medida, como fuente libre y responsable de sus actos. Y, en fin, el sentimiento de análisis: uno siente que, a pesar de todo, merece la pena el esfuerzo de vivir. En la actitud de apertura, animados por sentimientos positivos, propendemos a ver los cambios y dificultades como problemas, nos disponemos a resolverlos, en esa actividad resolutiva liberarnos nuestras liberamos nuestras funciones, somos capaces de autoexplorarnos y de avanzar en el conocimiento de nosotros mismos y de expresar lo que somos a los demás, de comunicarnos con ellos, de aprender y de descubrir tal vez nuevas vías de mayor plenitud personal. La actitud de clausura se va instalando en el hombre cuando crecen en él y se consolidan los sentimientos contrarios de: El sentimiento de cacopatía: sentirse inferior e incapaz, autorrechazarse. El sentimiento de dispatía: sentirse rodeado de un mundo y de otros hombres radicalmente hostiles. El sentimiento de heteronomía: sentirse dominado por la voluntad ajena. El sentimiento de catástasis: sentir que el esfuerzo es inútil y no vale la pena. En la actitud de clausura, dominados por sentimientos de desconfianza en nosotros mismos, en el mundo y en los demás, propendemos a ver los cambios y las dificultades como amenazas de la que tratamos de defendernos; en esta actitud temerosa defensiva nos sentimos bloqueados, ocultamos nuestro débil yo dificultamos nuestro propio conocimiento y la comunicación con los demás, nuestro aprendizaje se deteriora y nuestro desarrollo personal se coarta. La vejez es algo nuevo, pero no del todo. Significa cambio, pero también continuidad. Hay mucho por que cambia cuando llega la vejez. Hay mucho también que permanece. No son finalmente las pérdidas y las disminuciones lo que más cuenta, aunque sería necio rebajar su importancia, sino la manera de percibirlas como problemas que hay que procurar resolver emprendedoramente o como amenazas ante las que conviene retirarse amedrentado. De nuevo, lo decisivo no son las dificultades, aunque éstas imponen y mucho, sino la manera de enfrentarse con ellas, de percibirlas, interpretarlas e incorporarlas, en lo posible, al sentido personal de la existencia. Creo, para terminar, que la vejez es la ocasión más propicia para comprobar lo que cada uno ha hecho, en el mundo y con los otros, de sí mismo, para recuperar, de cara al futuro que quede, su pasado total y de asumir al hombre que definitivamente se es. A esta comprobación puede contribuir la prueba que la experiencia le ha permitido hacer de la vida, que ha probado y saboreado largo tiempo y en cuyo sabor puede fundar su sabiduría, entre el humor, la dignidad y la esperanza o entre la amargura, la desesperanza o la desesperación. SER MAYOR O SER VIEJO… Mayor es quien tiene mucha edad. Viejo es quien perdió la jovialidad. La edad causa la degeneración de las La vejez produce el deterioro del espíritu. células. Usted es mayor cuando se pregunta… Usted es viejo cuando sin pensar, ¿sí vale la pena?. responde que no. Usted es mayor cuando sueña. Usted es viejo cuando apenas consigue dormir. Usted es mayor cuando todavía aprende. Usted es viejo cuando ya no enseña. Usted es mayor cuando consigue hacer Usted es viejo cuando la mayor parte de ejercicios. su tiempo, lo pasa sentado o acostado. Usted es mayor cuando el día que Es viejo cuando todos los días son comienza es único. iguales. Usted es mayor cuando en su agenda tiene proyectos y obligaciones para Es viejo cuando su agenda está en cumplir mañana, pasado o la semana que blanco y solo vive pensando en ayeres. viene. El mayor trata de renovarse cada día que comienza; pone la vista en el horizonte, donde el sol sale e ilumina sus esperanzas. El viejo se detiene a pensar que este puede ser el último de sus días y se deprime, tiene cataratas que miran las sombras del ayer. En suma, el mayor puede tener la misma edad cronológica que el viejo, ya que sus diferencias están en su espíritu o en su corazón. ¡¡¡…Que todos los mayores, vivan una larga vida y nunca lleguen a ser “VIEJOS” y el que está viejo que aprenda a disfrutar como “MAYOR”, de cada minuto de su día…!!!