El franquismo: una larga postguerra. La consolidación de la dictadura franquista. •

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El franquismo: una larga postguerra.
• La consolidación de la dictadura franquista.
Al concluir la Guerra Civil, Franco no quiso establecer una dictadura militar transitoria como había sido la
primitiva idea del general Emilio Mola, organizador fundamental de la rebelión de 1936. Su intención fue la
de crear un nuevo Estado, regenerador de España, que desterrara toda idea de liberalismo y democracia liberal
y, más aún, de comunismo, el gran enemigo vencido. Además, el nuevo régimen político se asentaba
ideológicamente en un catolicismo conservador y en una concepción unitaria del Estado, contraria a toda idea
nacionalista o autonomista.
El nuevo régimen político se estableció como un sistema totalitario, sin Constitución y sin libertades
democráticas, y en el cual todos los poderes se concentraban en la figura del jefe del Estado, el general
Franco. Se organizó un modelo político basado en la existencia de un partido único. El sistema se inspiraba
netamente en los Estados fascistas.
En realidad, Francisco Franco, vencedor en la Guerra Civil, había sido impuesto en España un modelo de
Estado muy difícil de definir de forma estricta, pues era un híbrido o una amalgama de dictadura militar,
Estado fascista y monarquía absoluta sin rey. La voluntad dictatorial quedó bien patente a partir del
desmantelamiento de todas las instituciones de la época republicana.
La dictadura pretendió dar una imagen de legalidad con la promulgación de una serie de Leyes Fundamentales
ya que en la España franquista no hubo nada semejante a una Constitución, al carecer de cualquier
legitimación democrática. Las leyes eran: le Ley Orgánica del Estado, el Fuero del Trabajo, el Fuero de los
Españoles, la Ley Constitutiva de las Cortes, la Ley del Referéndum Nacional, la Ley de Sucesión y la Ley de
Principios del Movimiento Nacional.
En enero de 1938, al tiempo que el Caudillo designaba su primer gobierno con la participación de falangistas,
monárquicos y militares, comenzó la verdadera tarea de construir o institucionalizar el régimen. Franco era el
jefe del Estado y del Partido y como tal era jefe del Gobierno, presidía el Consejo Nacional y nombraba al
presidente de su Junta Política, a la vez que gozaba de poderes excepcionales para promulgar leyes en casos
de urgencia. El jefe responde ante Dios y ante la Historia.
La estructura se completó con el establecimiento de unas Cortes a las que se definió como Órgano superior de
participación del pueblo español en las tareas del Estado. Todos los representantes en Cortes, o procuradores,
eran designados por el poder. El régimen denominó a este sistema democracia orgánica. Asimismo, la justicia
desapareció como poder independiente y quedó subordinada al ejecutivo.
En el plano territorial, el poder del gobierno se transmitía mediante la vieja institución de los Gobernadores
Civiles de cada provincia. En cada provincia se instituyó también un gobernador militar como prueba de esta
dualidad del poder. También se restableció la vieja estructura militar de las Capitanías Generales, que había
suprimido la República.
Otro gran poder del Estado fueron los Sindicatos verticales, llamados posteriormente Organización Sindical,
que establecía que empresarios y trabajadores se integrarían en un mismo sindicato por ramas de producción,
llamado cada uno de ellos Sindicato Vertical. El Estado controlaba todo el sistema y la afiliación a los
sindicatos era obligatoria.
La derrota del fascismo italiano y alemán hizo que a partir de 1945 el régimen procediera a una operación de
maquillaje que, sin embargo, dejaba intacto el edificio dictatorial. Así se depuraron el lenguaje, los rituales y
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los símbolos más directamente fascistas como el saludo del brazo en alto. La organización del partido perdió
peso mientras lo ganaba la estructura del Gobierno.
Franco no sustentó nunca su régimen en un solo grupo político ideológico. De hecho, el poder se manifestó
siempre en tres vertientes: civil, militar y eclesiástica; éstas eran las tres autoridades que se reconocían. La
diversidad de influencias hizo que el régimen se sustentase sobre diversas familias o grupos de influencia.
Unos eran grupos corporativos, como el Ejército o la Iglesia Católica y otros eran políticos, como la Falange.
Finalmente, también había asociaciones o grupos de presión de inspiración católica como el Opus Dei o la
Asociación Católica Nacional de Propagandistas. En el franquismo tuvieron presencia, y estuvieron
representados en los sucesivos gobiernos, la mayoría de las distintas familias que lo apoyaban.
El franquismo impuso profundos cambios en la vida cotidiana, en los comportamientos políticos, culturales y
religiosos de la población. Lo que en los años treinta, los años de la República de preguerra, fueron libertades
y amplitud de opciones para la organización de la vida privada se transformó, a partir de los años cuarenta, en
un intento de control social e ideológico de todos los españoles.
Por lo pronto, se produjo una vuelta al campo de la población, una especie de reruralización de la sociedad.
En el aspecto político, se crearon organizaciones e instituciones de encuadramiento político e ideológico. La
organización juvenil fue el Frente de Juventudes. La rama femenina del Movimiento era la Sección Femenina
y se encargaba de organizar un servicio social que las mujeres debían hacer, equivalente al Servicio Militar de
los varones.
El régimen introdujo en la enseñanza clases obligatorias de Formación del Espíritu Nacional. Una rígida
censura sobre las actividades lúdicas, sociales y culturales pretendía sancionar cualquier transgresión, impedir
el contacto con las corrientes culturales del exterior y potenciar la difusión de los valores folclóricos españoles
como los únicos posibles para el consumo popular.
Por último, el nacionalcatolicismo permitió a la Iglesia reevangelizar a la población y le dio el monopolio de
la educación, lo que provocó la liquidación de la escuela pública, democrática y progresista, y su sustitución
por una escuela privada, clasista y represiva. La familia se convirtió en la unidad social básica, que implicó la
vuelta de la mujer al papel doméstico tradicional, de madre que cuida el hogar, a sus hijos y sumisa al marido.
La Sección Femenina velaba por la difusión de este rancio ideario, y colaboraba en la destrucción de toda
perspectiva emancipatoria.
• El régimen y la política internacional.
Pocos meses después de concluir la Guerra Civil en España, el mundo se precipitó en la II Guerra Mundial,
que iba a ser determinante para las relaciones internacionales del régimen en la primera etapa de su existencia.
El franquismo se encontraba ligado a uno de los bandos beligerantes, el de las potencias fascistas o potencias
del Eje −Alemania, Italia, Japón−, puesto que la ayuda de las dos primeras había sido de gran importancia en
la Guerra Civil y el régimen mantenía unas características ideológicas similares.
Al desencadenarse el conflicto mundial, en septiembre de 1939, España se declaró neutral de inmediato,
aunque su situación estratégica era de gran importancia para ambos contendientes.
La entrada de España en la guerra no se produjo, aunque se cambió el estatuto español de país neutral por el
de no beligerante. Tropas españolas ocuparon la ciudad de Tánger, en la costa de Marruecos, y España envió
al frente de Rusia, a partir de 1941, una división de voluntarios para combatir junto a las tropas alemanas una
vez invadida la Unión Soviética. Esa unidad fue conocida como la División Azul.
Cuando, en octubre de 1943, la guerra parecía volverse claramente desfavorable para las potencias del Eje,
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España abandonó la no−beligerancia para tornar de nuevo a la neutralidad.
Una vez que estuvo clara la imposibilidad de una victoria alemana, comenzaron los peores tiempos para el
régimen. Pero los dos mayores golpes internacionales para el régimen fueron su no admisión en la ONU y la
declaración de la Conferencia de los Aliados, en Postdam, de que el régimen español era producto del apoyo
del Eje, por lo que se proponía su derribo por medios pacíficos.
Entre los años 1945 y 1946 el franquismo quedó aislado.
En diciembre de 1946 las Naciones Unidas denunciaron que el gobierno de Franco no era democrático.
Después de muchas presiones diplomáticas, en diciembre de 1946, la ONU recomendó a todos los países que
retirasen sus embajadores en España. Sólo permanecieron los de regímenes muy amigos, como el argentino
Perón o el portugués Salazar.
A partir de 1947, iniciada la etapa de la Guerra Fría entre las potencias democráticas occidentales y la Unión
Soviética y sus aliados, el papel de Franco como adalid del anticomunismo se fue haciendo más interesante
para potencias como los Estados Unidos y Gran Bretaña. Aunque España no fue admitida en la alianza militar
de la Organización del Tratado del Atlántico Note (OTAN), ni recibió los beneficios del Plan Marshall, su
presencia internacional comenzó a verse con mayor interés por parte de las potencias anticomunistas. Fue
entonces cuando uno de los grandes propagandistas del régimen. Luis de Galinsoga, le dio a Franco el
apelativo de Centinela de Occidente.
• Autarquía, miseria y racionamiento.
La victoria de Franco en la Guerra Civil tuvo unas repercusiones económicas muy negativas. A corto plazo,
sumió en el hambre y la miseria a muchos españoles. A largo plazo, la política de las autoridades franquistas
consolidó una economía muy poco competitiva en la que el tráfico de influencias y la corrupción fueron los
elementos más destacados.
Los tres años de enfrentamientos militares desarticularon la economía: la producción agraria e industrial
disminuyó, se destruyeron muchos medios y vías de comunicación, las reservas de oro y divisas mermaron y
se inutilizaron edificios e instalaciones fabriles.
Uno de los objetivos primordiales del franquismo fue conseguir la autosuficiencia económica (autarquía), a
partir del aislamiento exterior y de la sustitución del libre mercado por la intervención generalizada de la
administración. El resultado fue el bloqueo del crecimiento económico, la reducción de la competitividad y el
desaprovechamiento de la coyuntura económica favorable que Europa conoció tras la II Guerra Mundial. De
esta manera, la incorporación de España a la fase de crecimiento rápido y de cambio tecnológico, que dominó
Europa entre 1945 y 1973, se produjo con un retraso considerable y no se hizo efectiva hasta la década de
1960.
La autarquía tuvo dos grandes ejes de actuación. El primero fue la reglamentación de las importaciones y
exportaciones.
El segundo gran eje de la autarquía fue el fomento de la industria, sobre todo de interés estratégico con el fin
de asegurar independencia militar y política del nuevo Estado.
El Estado controlaba directamente el mercado y los productores estaban obligados a venderle toda la
producción a un precio de tasa fijado previamente. La tasación de los precios de los alimentos por debajo de
su valor provocó que muchos productores prefiriesen esconder la producción para venderla en el mercado
negro, del cual obtenían unas ganancias más elevadas. El resultado fue el desabastecimiento generalizado de
alimentos y la proliferación de las colas, lo que obligó a mantener las cartillas de racionamiento hasta el año
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1951.
Así pues, la regulación de precios propició la aparición de un mercado paralelo e ilegal, el mercado negro, el
estraperlo.
La política autárquica, forzada por el aislamiento internacional al que se vio sometido el régimen, dio origen o
todo tipo de escasez.
• La oposición: exilio, represión y resistencia.
La profunda represión del enemigo político que se practicó en la Guerra Civil tuvo su continuación en la
posguerra.
En la fase final de la Guerra Civil abandonaron España por los Pirineos, hacia Francia, o por algunos puertos
mediterráneos hacia el norte de África, al más de cuatrocientas mil personas comprometidas con la República.
La emigración española a América como consecuencia de la Guerra Civil es uno de los episodios más
notables de la posguerra.
El exilio de muchas personas duró tanto como el régimen y en él se desarrolló una parte muy importante de la
oposición política al franquismo.
La dictadura de Franco tuvo siempre como principio la represión y destrucción de los que él creía enemigos
de España; todos aquellos que habían apoyado a la República o simplemente no habían manifestado su
adhesión absoluta al nuevo régimen. No importaba cuántos hubiera que detener, torturar, encarcelar o
asesinar, el objetivo era mediante la represión anular cualquier oposición.
Así, por un lado, los vencedores de la guerra desencadenaron una represión fuera de todo control, en la que se
mezclaba la venganza personal con el enfrentamiento ideológico. Es la época de los llamados paseos.
A pesar de la feroz represión, existía desde el primer momento una oposición al régimen. Los grupos
guerrilleros (maquis) formados al final de la guerra, continuaron actuando.
Por último, la oposición política en esa época estaba completamente desarbolada. Los dirigentes de los
diferentes partidos se encontraban en el exilio, desde allí intentaron recomponer la organización de cada uno,
para formar alianzas entre ellos.
• Los primeros intentos de apertura.
Al iniciarse la década de los años 50, empezó a hacerse evidente el estrangulamiento económico y el
agotamiento de la vía autárquica, fenómeno que coincidió con un cambio significativo en las relaciones
internacionales del franquismo. Como consecuencia de la progresiva incorporación de España al concierto
internacional, empezó a dibujarse la necesidad de proceder a una cierta reorientación política y económica del
régimen.
La política económica autárquica empobreció una gran parte de la población y aumentó la desigualdad en la
distribución de la renta. La reducción del salario real, como consecuencia de la subida de los precios, y la
imposibilidad de cualquier reivindicación por parte de los trabajadores, dada la ausencia de libertad sindical,
originaron unas condiciones de vida muy duras para muchos ciudadanos. Esto explica la aparición de las
primeras movilizaciones obreras y ciudadanas.
Estas primeras movilizaciones mostraron al régimen el descontento con la situación económica, pero, además,
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el objetivo de alcanzar autosuficiencia frente al exterior había fracasado. Desde muy pronto, las malas
cosechas, la arbitraria política de precios y los estrangulamientos de una no menos arbitraria intervención,
obligaron a aumentar las importaciones de alimentos, posibles gracias a la colaboración de la Argentina de
Juan Domingo Perón.
Desde 1947, en el marco de la Guerra Fría y tras el bloqueo de Berlín por la URSS en junio del año siguiente,
provocó que Estados Unidos alterara su posición frente al régimen de Franco.
En 1950 España fue admitida en organismos internacionales como la FAO y la UNESCO, Era el fin del
aislamiento y la ONU recomendó la vuelta de los embajadores a Madrid y permitió el ingreso de España en
este organismo internacional en 1955. Anteriormente, en 1953, el régimen se había apuntado dos importantes
triunfos, la firma de un nuevo Concordato con la Santa Sede, lo que afianzaba aún más la alianza con la
Iglesia y la firma de los tratados militares con Estados Unidos, por los que España cedía bases militares en su
territorio a cambio de ayuda militar y económica. Pero, sobre todo, a cambio del apoyo político de la gran
potencia que aseguró al régimen su tranquilidad internacional en el futuro.
A remolque de las dificultades económicas derivadas de la inviabilidad de la autarquía y de la nueva situación
internacional, Franco decidió proceder a una remodelación del gobierno en 1951. Con estos cambios, el
régimen pretendía una cierta homologación internacional que le permitiese poner fin al aislamiento y
conseguir algunos éxitos en política exterior.
La crítica situación económica y social y las nuevas relaciones internacionales del régimen obligaron a Franco
a un nuevo cambio del gobierno. En la remodelación del gobierno de 1957 entraron como ministros hombres
procedentes de la institución católica Opus Dei, los llamados tecnócratas (Navarro Rubio y Ullastres). La
política del régimen iba a experimentar un sensible cambio, que sin alterar para nada su naturaleza dictatorial
iniciaría una reorientación de la política económica basada en el abandono de la autarquía, la liberalización
interior y la apertura al exterior.
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