Un único asteroide acabó con los dinosaurios Un equipo científico internacional descarta que la extinción fuera debida a varios los bólidos o a volcanes ARTURO BARBA - México D.F. - 04/03/2010 Diario El País Con una potencia equivalente a mil millones de bombas atómicas de Hiroshima y una masa 10.000 veces mayor a la población humana mundial, un asteroide de entre 10 y 14 kilómetros de diámetro golpeó la Tierra en lo que hoy es la península de Yucatán, México, hace 65 millones de años. Mapa paleogeográfico de la distribución y la concentración de iridio del asteroide en todo el mundo PHILIPPE CLAEYS / INSTITUTO DE MINERALOGIA-U.HUMBOLDT Corte geológico en el que se aprecia la acumulación de material expulsado durante el impacto del asteroide de Chicxulub, que contiene altos niveles de iridio y cuarzo (capa blanca), y los escombros y hollín (capa oscura)- Sin tocar el suelo del planeta y al primer instante de entrar a la atmósfera terrestre a una velocidad de más de 44.000 kilómetros por hora, el bólido del tamaño de la isla de Manhattan desencadenaría un verdadero infierno que extinguiría el 75% de las especies de animales y plantas de la superficie del planeta y el 50% de las especies marinas. Así, la naturaleza habría puesto fin al extendido reinado de más de 165 millones de años de los dinosaurios, dejando una capa geológica de sedimentos que cubrió el planeta entero, cuyo espesor va de kilómetros en el lugar del impacto hasta 10 o 15 centímetros en Europa y Norte de África. De acuerdo con un estudio que se publica esta semana en la revista Science, realizado por un equipo internacional de 41 investigadores, se ha reafirmado con evidencias geológicas recabadas en varias partes del mundo que un único impacto ocurrido en lo que hoy es la comunidad de Chicxulub en Yucatán, fue el responsable de la extinción total de los dinosaurios. Paleontólogos, geoquímicos, geofísicos, climatólogos, entre otros especialistas, han realizado análisis a muestras de suelo recabados durante 20 años en México, Canadá, Europa, Australia, África, y en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, y concluyen que ésta es la única explicación plausible de la extinción rápida. Para Jaime Urrutia, del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México y coautor del estudio, esta capa es un marcador global, una "firma geoquímica" del cretácico-terciario (K-T) que se encuentra en el basamento profundo de Yucatán asociado directamente al impacto de Chicxulub (lugar del cuerno prendido o clavado, en maya) que se reconoce en todas las capas analizadas del mundo. "Se estudiaron las propiedades físicas y mineralógicas que evidencian que se trata de una sola capa marcadora global con abundancia de iridio e inmediatamente después hay una declinación drástica en abundancia fósil, que se correlaciona con las extinciones de ese periodo del planeta", ha señalado Urrutia a EL PAÍS. De acuerdo con el estudio, al chocar con la atmósfera a una velocidad 20 veces superior a la de una bala de rifle, el asteroide compuesto de hielo, iridio, cromo y níquel generó una explosión catastrófica que penetró el suelo hasta una profundidad de 30 kilómetros y dejó un cráter de más de 200 kilómetros de diámetro. También se han encontrado evidencias de cuarzo "agitado" en los expedientes geológicos, que se producen rápidamente por una fuerza masiva; estos minerales se hallan solamente en los sitios de explosión nuclear o de impacto de meteorito. Pero los investigadores han localizado abundancia de cuarzo en las muestras de todo el mundo en el límite del K-T. La interacción con la atmósfera de la Tierra y la fuerza gravitacional elevó la temperatura del cuerpo del asteroide a miles de grados, lo que originó que se volatilizara y generara una onda de choque que desintegró al asteroide y grandes capas de suelo, calcinando a todo ser vivo cercano a la zona de impacto. Los investigadores estiman que todos los organismos con peso corporal superior a los seis kilogramos se extinguieron con el impacto; sólo pequeños roedores que habían convivido con los dinosaurios sobrevivirían al cataclismo. El camino estaba despejado para el reinado de los mamíferos. Joanna Morgan, del Imperial College de Londres, junto con los mexicanos Urrutia y Mario Rebolledo, ha recolectado datos sísmicos a través de la estructura del cráter y ha determinado que la energía del impacto fue equivalente a un millón de las bombas atómicas más poderosas. Para Morgan, el impacto expulsó materiales hacia todo el planeta e incluso fuera de la atmósfera que llegaron a la Luna y seguramente también a Marte. Ella ha realizado modelos numéricos de la forma en cómo reingresó este material expulsado fuera de la atmósfera de la Tierra: millones de meteoritos a velocidades de 7.000 y 40.000 kilómetros por hora cubrieron prácticamente todo el planeta, ocasionando que durante varias horas su temperatura se incrementara hasta 700 y 800 grados. Esta catástrofe fue más energética de lo que se había pensado antes, generando volúmenes mucho más grandes de sulfuro, polvo y cenizas que fueron lanzados y concentrados en la atmósfera durante más de un año. Ésta fue la lápida de los dinosaurios, ya que se el oscurecimiento y el enfriamiento del planeta interrumpieron la fotosíntesis de casi todas las plantas acabando con cadenas alimenticias completas. "Las perturbaciones ambientales fueron tremendas pero, para entenderlas, estamos desarrollando modelos climatológicos más avanzados que expliquen los efectos ambientales después del impacto", explica Morgan. "Al momento del impacto, gran parte de la plataforma continental se desplomó, ocasionando terremotos de más de 11 grados Richter, así como gigantescos tsunamis", dice José Manuel Grajales, investigador del Instituto Mexicano del Petróleo y coautor del artículo. El geólogo mexicano ha analizado muestras de la zona de impacto obtenidos de pozos petroleros de Pemex y de la selva chiapaneca, con lo que ha concluido que, al tratarse de una zona carbonatada y con sulfato de calcio, el impacto generó gases más letales: "Hubo una lluvia de ácido sulfúrico y de otros gases". Grajales formó parte del equipo de trabajo del investigador estadounidense de origen español Luis Álvarez, Premio Nobel de Física 1968 y el primero en proponer la teoría del impacto en la extinción de dinosaurios en 1980; desde entonces, Grajales ha analizado sedimentos marinos de la zona donde hay una brecha con yacimientos petroleros, cuya formación se ha podido comprender gracias a la teoría del impacto de Chicxulub. Este especialista ha analizado materiales de la superficie terrestre que fueron enviados hacia aguas profundas de la zona, los mismos rastros que se han localizado en Europa, el Norte de África y otros océanos. "Estos resultados sustentan mejor la teoría de Chicxulub, que en realidad nunca ha estado débil frente a las otras". Las otras dos hipótesis más difundidas sobre la extinción de dinosaurios es la de los múltiples impactos en varias partes del mundo y la actividad volcánica extrema en Deccan Trapps, India. Sin embargo, de acuerdo con los especialistas, ninguna de las dos cuenta con suficientes bases geológicas. En ese sitio hubo erupciones volcánicas a lo largo de 1.5 millones de años, que arrojaron suficiente lava de basalto para llenar el Mar Negro dos veces. Se pensó que esto ocasionó el enfriamiento de la atmósfera y lluvia ácida a escala global, sin embargo, solamente se han registrado cambios de menor importancia 500.000 años antes del límite de K-T. "Los modelos de química atmosférica de Deccan y los datos observados indican que, aunque hubo volúmenes significativos de sulfuro, tuvieron efectos en el planeta en un periodo relativamente corto", indica el estudio de Science. "Esto no hizo el suficiente daño para crear una extinción total rápida en tierra y en el mar". La hipótesis de los múltiples impactos sostiene que en algunos estudios geológicos previos se estima que el impacto de Chicxulub ocurrió 300.000 años antes de la extinción del K-T, pero los investigadores consideran que esos estudios malinterpretaron las evidencias porque las rocas cerca de la zona del impacto experimentaron procesos geológicos complejos después de la colisión. Además, hasta ahora no se han localizado evidencias de otros impactos en el mismo periodo pues los científicos estiman que impactos de esta magnitud ocurren una vez cada 200 millones de años.