CUANDO LLEGUE EL BLANCO DÍA

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CUANDO LLEGUE EL BLANCO DÍA
Comentario del poema de Francisco de Quevedo Amor constante más allá de la muerte.
AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo.
CUANDO LLEGUE EL BLANCO DÍA
Francisco de Quevedo (1580−1645), maestro del conceptismo español, es el autor de este texto, el cual no
sólo representa magníficamente dicha corriente, sino que aborda uno de los grandes temas que preocupaban a
todos sus coetáneos: la muerte y... Nos encontramos pues, ante una obra absolutamente representativa, pero
sobre todo, ante una obra maestra irrepetible.
Es el soneto uno de los instrumentos más del agrado del genio madrileño. Su dominio del mismo es
prodigioso, como veremos más adelante. La capacidad para condensar ideas y confrontarlas de forma
adyacente, está llevada aquí a su máxima expresión. Su fue sueño ayer; mañana será tierra queda en el regazo
del amor, en su polvo enamorado.
Seguramente nadie antes había desafiado con tanta gallardía el sino de la mortalidad. Su audacia tiene
recompensa. Pocos poemas han despertado tanto interés entre los estudiosos y los menos doctos, que si bien
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han recogido algún antecedente, no ponen en duda que es un punto culminante en la literatura preocupada por
el destino fatal del hombre. El paso del tiempo es preocupación barroca y, por tanto, el trascender a la vida es
deseo colectivo. No obstante, el canto de un hombre enamorado que asegura que no teme sepultura pues su
amor sobrevivirá aparece ya presente en algún otro poema suyo, aunque nunca con la intensidad del que
vamos a analizar.
La maestría de Quevedo en el arte del soneto es indudable. Éste le proporciona el medio adecuado para la
expresión de una idea fundamental. Tradicionalmente, los cuartetos han planteado el tema, dejando su
resolución para los tercetos. Otras veces, y acercándonos cada vez más hacia el virtuosismo, el poeta resuelve
la situación sentenciando con la idea fundamental en el último terceto. Esta idea deriva de la tradición
pertrarquista. Así, Quevedo resume toda la idea principal del soneto en tan sólo el último verso y, más allá
incluso en las dos últimas palabras: polvo enamorado.
Para acometer la difícil tarea de desentrañar y dar luz a todos los resquicios de este brillante y complejo
soneto, he realizado un sistemático análisis de los diferentes aspectos que lo componen: estructura, tema,
métrica, ritmo, recursos estilísticos...
A la vista de este estudio y con un criterio de apuntar el aspecto que domina en cada verso y en cada estrofa,
obviando en muchos casos aspectos secundarios evidentes, y evitando con ello cansinas repeticiones, he
afrontado el análisis buscando esclarecer lo más destacable del poema.
Estamos ante un soneto de estructura clásica. En cuanto a su isometría, el soneto es un molde perfecto para
esta poesía trascendente, de tema elevado y concreto.
Respecto a la rima, también se encuentra dentro de la más absoluta ortodoxia. Únicamente presenta una
curiosidad: si variásemos el orden de los seis últimos versos para poder ser leídos de una manera
semánticamente más correcta, la rima pasaría de ser CDC DCD, a otra disposición también muy frecuente en
castellano: CDDCCD.
C Alma a quien todo un dios prisión ha sido, D su cuerpo dejará, no su cuidado;
D venas que humor a tanto fuego han dado, C serán ceniza, mas tendrá sentido;
C médulas que han gloriosamente ardido, D polvo serán, mas polvo enamorado;
El ritmo de este soneto tiene una riqueza proporcionada por elementos opuestos. Por una lado, podemos
observar cómo en el penúltimo terceto, todos los versos comienzan por una sílaba tónica, así como en el verso
que concluye el poema.
Alma −
Venas −
Médulas polvo
Esta acentuación proporciona a esta parte final una cadencia rítmica contundente. El último verso se aísla y
gana en autonomía.
Por otro lado, en el bimembrismo del último terceto destaca el hecho de que el acento sea agudo en el primer
miembro del primer verso, llano en el del segundo y vuelva a ser agudo en del tercero. Esta alternancia rítmica
independiza los versos.
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[...] dejará,
[...] ceniza,
[...] serán,
Al tiempo, en los dos últimos versos del mismo y por tanto del soneto, la repetición en el comienzo de los
segundos miembros (anáfora), consigue el efecto contrario.
[...] mas tendrá sentido;
[...] mas polvo enamorado;
La independencia que logra dar a los versos Quevedo al tiempo que parece unirlos mediante cierto
paralelismo, crea una atmósfera ideal para finalizar un soneto tan cargado de intensidad emocional. El
virtuosismo aquí no tiene límites. Por otra parte, destaca la ausencia casi total de encabalgamientos
(esticomitia) que contrasta con el elevado número de sinalefas. El único de todo el poema, está comentado un
poco más abajo.
Se trata de una estructura continua, progresiva, en la que se produce un desarrollo temático creciente. Esta
dinámica eclosiona en los dos últimos tercetos con tres sentencias demoledoras en las que el amor desafía a la
muerte que vendrá.
El elemento temático principal es el amor después de la muerte. El autor lo desglosa durante el desarrollo del
soneto en tres motivos que darían pie a tres elementos temáticos menores: la manifestación del amor en el
alma, el cuerpo y la memoria o recuerdo de ese amor.
Después de muerto, nos dice Quevedo, mi alma seguirá amando desde el más allá, con lo que no aparecerá el
recuerdo (siempre sometido a la inexorable ley del olvido) ya que el amor seguirá vivo en mi alma en la vida
eterna y presente en cada una de las células de mis restos físicos acá en el mundo terrenal.
La palabra clave más importante es fuego, reflejada en el soneto con un campo semántico propio:
• llama
• ardía/ardido
• fuego
• ceniza
• agua
Otra palabra clave es muerte, que tan sólo aparece en el título pero que está presente en el poema, bien con su
campo semántico o bien a través de metáforas:
• la postrera
• la postrera sombra
• el blanco día
• ceniza
• polvo
Al comienzo de este soneto nos encontramos con un encabalgamiento abrupto que ofrece una particularidad.
La posibilidad de soslayarlo.
Cerrar podrá mis ojos la postrera(,)
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sombra que me llevare el blanco día
De esta manera, nos encontramos al final del primer verso con una metáfora pura (postrera), ilustrada en el
siguiente verso. Personalmente, siento debilidad por esa coma.
Si al contrario de esta posibilidad, tal y como parece haber sido la intención del autor, encabalgamos los
versos, la metáfora de la muerte es: la postrera sombra.
La siguiente metáfora, el blanco día, ofrece una clara palabra−testigo (blanco), por la dificultad de su
interpretación. ¿Por qué es blanco el día de la muerte? Una posible interpretación es la del alma liberada que
al fin va al encuentro con Dios. En la tradición y la memoria colectiva, el encuentro con Dios es un momento
de pureza: el alma libre de pecado encontrándose con su creador (nupcias).
Tratemos de esclarecer el verso cuarto:
hora a su afán ansioso lisonjera;
La muerte podrá acabar con mi vida física y liberar mi alma (concepto judeocristiano) para que pueda
ir a la vida eterna. Mi alma, cuyo afán de en este mundo es amar y resulta ansioso lisonjera (obsesiva,
aduladora...), es decir, banal y limitada por las circunstancias de la vida terrenal.
Al comenzar el segundo cuarteto nos encontramos con otra metáfora: la ribera, la vida eterna, la orilla donde
descansan los muertos y que corresponde simbólicamente a la orilla del río Leteo. Llegamos al tercer verso
para deslumbrarnos con una personificación sujeto elíptico de la oración anterior, y el efecto de dos metáforas
puras opuestas: llama y agua.
El punto álgido del cuarteto lo alcanzaremos en el último verso del mismo, cuando logra enfatizar la
personificación anterior concediendo cualidades civilizadas (perder el respeto) al objeto inanimado. De nuevo
otra metáfora pura eleva la complejidad del texto. La ley severa a la que se refiere no es la muerte sino el
olvido al que se verá sometida su memoria de permanecer en el mundo terrenal.
Al encadenar los dos primeros versos de los tercetos, surge la primera de las sentencias citadas anteriormente.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido
[...] su cuerpo dejará, no su cuidado;
Todo un dios constituye una metáfora audaz de la amada, al tiempo que dos oraciones encabezadas por el
mismo posesivo nos remiten a dos sujetos diferentes (mi alma abandonará mi cuerpo pero nunca el cuidado de
mi amada).
Para explicar la oración formada por los segundos versos,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
[...] serán ceniza, mas tendrá sentido;
tenemos tres posibilidades interpretativas:
• La sangre que tanto ha alimentado mi amor será ceniza. Tiene sentido ya que la metáfora para hablar
del amor es el fuego. Juego de palabras eficaz.
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• Pero es tan intenso el amor que por esa causa mis venas y mi sangre se han transformado en ceniza.
Quizá en vida el alma del hombre pueda sólo amar hasta cierto punto de intensidad. Pero si ésta
sobrevive al inevitable lance con la muerte, cobra una fuerza eterna, por lo que su propio alimento se
ve reducido a cenizas.
• Parece triste que los mecanismos que han creado el intenso fuego de mi amor acaben convertidos en
ceniza, mas el sentido lo adquiere porque tanto fuego consiguió el objetivo de que el amor
trascendiese a la vida.
Por último, al finalizar el poema:
Médulas que han gloriosamente ardido,
[...] polvo serán, mas polvo enamorado.
La parte más inaccesible de mi organismo habrá gloriosamente amado. El adverbio nos lleva por sendas
trascendentales y religiosas para acabar con la repetición del sustantivo polvo y polvo enamorado en el último
verso del poema, que mantiene en sí mismo una idéntica estructura dinámica que la que ha gobernado el
soneto.
Gran parte de la complejidad de este poema radica, como ya hemos visto, en la pureza de sus imágenes. No
obstante, el máximo culpable de esta condición es el hipérbaton, dominante de arriba a abajo. Comienza en
marcada anástrofe por el primer cuarteto y culmina en el segundo con un hipérbaton de gran complejidad en el
que omite el sujeto hasta que aparece en la oración yuxtapuesta.
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Magnífica sensación de ritmo conseguida por la aliteración de la a en toda la estrofa y principalmente en su
tercer verso.
Cuando se lee a ciertos poetas, uno se da cuenta de que las clases siempre han existido. Yo imagino a don
Francisco parloteando en una taberna andrajosa de la calle Toledo rodeado de gentes de todo tipo y no por ello
menos solo de lo que debió sentirse en su vida. Su humanidad es tan grande.
Este poema es una canto al amor, sí; pero sobre todo es un desafío a la muerte, la postrera sombra que pasará a
buscarnos a todos y que obsesionó al genio madrileño y a todos sus coetáneos. El barroco es el nombre que le
damos a una época en la que dos hombres se baten en duelo y el mejor de ellos tropieza y es ensartado por el
otro. Su cuerpo es olvidado en un callejón oscuro mientras pasos acelerados huyen y se confunden con cascos
de forasteros tan impersonales como el muerto y su asesino.
Profundizar en Quevedo siempre es agradecido. Tal es la admiración que en mí despierta, que ciega con su
genialidad los ojos que lo estudian.
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