Plagas

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Plagas
Álex Covarrubias Valdenebro*
Las contiendas internas del PRI para elegir dirigentes nacionales son muy interesantes. Antes eran lo contrario.
Un montaje aburrido por demás.
Como todo se reducía a adivinar a quién favorecería cada vez el Presidente de la República, no había nada que
hacer. Ni contienda por observar.
Todo cambió con el PRI huérfano de su tótem mayor. Las competencias por tomar las riendas del partido
devinieron reales. Y realmente violentas. Claro no fue ni ha sido así en los estados de factura priista. En ellos,
como lo muestra Sonora, los ejecutivos locales pasaron a cumplir aquellos roles de deidades omnipresentes.
A nivel nacional los grupos en puja pasaron a pujar con todo lo que saben y tienen a su alcance. Pero como tales
elementos -lo que saben, lo que tienen- están de común habitados por las fibras de la rudeza, su lucha ha sido
única. Especial. De rudos contra rudos.
No podía ser de otra manera en un partido que nació para ser la simulación de la democracia, la simulación de las
buenas formas, la simulación del buen decir y entender. La simulación como ser y deber ser.
Porque si bien el PRI no fue al País una de las siete plagas egipcias como fueron los partidos hasta la civilización
de los “whigs” y los “tories” en Inglaterra, como tal nunca conoció ni promovió la competencia de opiniones a la
manera que Locke modeló para la modernización del mundo.
Esto es, la liberación, unidad y superación de la sociedad con base en la única guerra plausible: La guerra civil de
las opiniones auténticas, libres. Acicateadas por grupos y partidos.
De ahí que el PRI, a su manera, creó su propio éxodo (los mexicanos miserables huyendo a los EUA son una
herencia priista que no requiere de figuración alguna).
Y las pestes, piojos, langostas, moscas, ranas y sangres que lamen la tierra, al lado de las cenizas, granizos y
tinieblas que invaden la vida nacional, son todas plagas ciertamente no de matriz priista. Pero en las que es fácil
detectar su cuña, su estampa, su bramido. Por algo la justeza de la creencia popular: Todos los mexicanos
llevamos dentro un gusano priista.
En fin que sin técnicos de por medio –o con ellos ceñidos a las márgenes de las luchas y los cargos-, las formas
son lo que menos ha importado en este ‘nuevo PRI’ hasta ahora.
Al igual que en los encordados del pancracio mexicano cuando enfrenta malos contra malos, en las contiendas del
PRI descoyuntado han prevalecido las malas artes: El sabanazo con la mano abierta, los piquetes de ojo, los
chacos bajo la manga, los tirones de los bajos, los árbitros cargados, la tierrita volada, las bombas de humo, el
cadenazo inesperado en el lomo, el soplete bajo la oreja, la urracarrana con tallado de limón birriero.
¿Habrá cambiado eso en la contienda de ayer para elegir presidencia del partido?
La pregunta es pertinente porque una de los contendientes principales –y al parecer virtual ganadora– pertenece a
lo más decente que ha generado el PRI en mucho tiempo. Hablo de Beatriz Paredes.
Abona decir que habiendo sido Gobernadora de su natal Tlaxcala y habiendo ocupado virtualmente todo cargo
público posible dentro y fuera de su partido –de legisladora a dirigente política– tiene un expediente sin mácula.
Por extraño que parezca.
En los próximos días habremos de saber si en su esfuerzo por alcanzar la presidencia de su partido el tal
expediente no se alteró. En cuyo caso habrá que apuntarle que introduciría la normalidad en la contienda priista.
Es decir, la normalidad de enfrentar a un técnico (ella en este caso) con un rudo (el resto, pero en especial ese
carcamán de mil batallas llamado Enrique Jackson).
Como es regla en los gloriosos pancracios a fin de mantener el equilibrio de contendientes junto con el interés del
respetable.
Pero lo que será más importante saber en los tiempos por venir -ya no los días-, será sí la señora Paredes será
capaz de transformarle el rostro al partido. Refundándolo; reconstruyéndolo desde abajo. Por supuesto que será
mucho esperar. O, si se quiere, no será nada sencillo.
Para ello tendría que hacer del PRI lo que nunca ha sido: Un vehículo para civilizar a la sociedad en la
confrontación de opiniones, la búsqueda del poder y la modernidad democrática. Como se supone todo partido ha
de ser y hacer.
En ese eventual camino, sus obstáculos serán severos. Empezando con los que provienen del propio grupo que la
ha apoyado. En donde hay de todo y para todos los gustos. Continuando con las piedras que provengan de los
estados, en donde los gobernantes priístas han hecho de lo local los nuevos cotos de poder de la geometría
nacional.
Particularmente habrá de verse lo que provenga de –y lo que se envíe a– los estados que le fueron contrarios,
como el caso de Sonora.
En suma: Que el reto para la señora Paredes, presidenta de su partido, será uno y el mismo: conservar un PRI de
plagas y éxodos o terminarlas. Que sería hacer el partido que nunca ha existido.
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