Tema elaborado para la Cátedra de Pediatría de la UBA. Página web Problemas de conducta en lactantes - Paula S. Algranati, MD* y Paul H. Dworkin, MD** PREGUNTAS DE ORIENTACIÓN 1. ¿Cuáles son las características generales del patrón de llanto normal de los lactantes? 2. ¿Cómo puede contribuir el conocimiento del patrón de sueño normal durante el primer año de vida a que los padres establezcan hábitos satisfactorios para sus niños? 3. ¿Qué patrones de conducta de los lactantes constituyen manifestaciones normales de movimientos repetitivos? 4. ¿Qué características del llanto excesivo, en los lactantes, indican cólicos como causa probable? 5. ¿Qué factores deben ser considerados al tratar un lactante con cólicos? Durante el primer año de vida se producen cambios evidentes en la conducta de los niños. El neonato entra en la primera infancia como un ser enteramente dependiente, no verbal e impredecible. Al finalizar esta etapa, ya posee una sorprendente capacidad de comunicación verbal, una autonomía física creciente y un temperamento claramente diferenciado. Mientras dura esta etapa, el lactante se manifiesta a través de una serie de conductas que son exclusivas de este excitante momento de crecimiento y desarrollo. Líneas de desarrollo ----Durante la primera infancia, la conducta se estudia en el contexto de las grandes líneas del desarrollo: el aspecto afectivo, el cognoscitivo y el físico (Ver Figura). En la primera mitad del primer año, el desarrollo afectivo se caracteriza por la aparición gradual de la sincronía, que es un conocimiento mutuo o intercambio de "claves" entre el lactante y quienes lo cuidan. Se establece un vínculo particular entre el lactante y los padres, que se manifiesta por la tendencia preferencial del lactante al temprano reconocimiento de las personas que lo cuidan. Gradualmente, van revelándose las características específicas del temperamento y carácter del niño. El temprano desarrollo físico se caracteriza por conductas "predecibles e impredecibles" que fluctúan a medida que varían, día a día, las necesidades y demandas del niño. El crecimiento físico y el desarrollo de la habilidad motora tienen avances rápidos y lentos. Este período coincide con el comienzo de lo que Piaget llamó estadio sensoriomotor del desarrollo cognoscitivo. Durante los primeros meses, el lactante explora e interactúa con el medio valiéndose de sus sentidos primitivos. Gradualmente, se vuelve capaz de reproducir en forma voluntaria sensaciones placenteras experimentadas por azar con los reflejos primitivos y sucesos fortuitos. ----Entre los 6 y los 9 meses, las líneas de desarrollo afectivo incluyen reconocimiento del extraño y ansiedad de separación como manifestación de la importancia del vínculo, y también el comienzo del impulso hacia la autonomía y la independencia. Este impulso se ve facilitado por la mayor movilidad del niño y por la adquisición de habilidades motoras. El ritmo de crecimiento se hace más lento y el lactante está demasiado "ocupado" y preocupado como para interrumpir su actividad para comer. El período sensoriomotor del desarrollo cognoscitivo continúa y el niño comienza a comprender los conceptos de permanencia y causalidad de un objeto. Esta comprensión aumenta su capacidad de interactuar con los objetos y las personas que conforman su mundo. A la luz de los dinámicos y dramáticos cambios que tienen lugar durante la primera infancia, no es sorprendente que aparezcan problemas relacionados con las conductas de cada etapa. Durante los primeros meses, aparecen el llanto y el niño que se despierta de noche. Durante la segunda mitad del primer año, se presentan algunos problemas adicionales, como movimientos oscilatorio repetitivos, miedos y dificultad para separarse de los padres. ----Algunas conductas más problemáticas, como los cólicos y los prolongados forcejeos nocturnos, constituyen los desafíos clínicos de la primera infancia. La severidad de estos problemas está determinada por una compleja interacción de factores, entre ellos el apoyo familiar, los factores ambientales estresantes, y la "armonía" entre el temperamento del niño y el estilo de los padres. *Assitant Professorm, Department of Pediatrics, University of Connecticut Health Center, Farmington, CT **Professor and Vice -Chairman, Department of Pedriatrics, Head, Division of General Pediatrics, University of Connecticut Health Center, Farmington, CT. Desarrollo afectivo Desarrollo Cognoscitivo Desarrollo físico 3 6 9 12 15 Sincronía Carácter Vínculo -----------Autonomía/Independencia -----------Control de impulsos Inteligencia sensoriomotora Estadio Desarrollo -----------Velocidad de crecimiento 18 21 24 motor Temas relacionados con las diferentes etapas PERIODO DE LLANTO Y DE IRRITABILIDAD ----- Aunque existen diferencias entre un niño y otro, la mayoría de los bebés sanos tiene períodos diarios de llanto para los cuales no existe una explicación evidente. Brazelton (1) observó que, alrededor de las dos semanas de vida, los bebés lloran un promedio de 1 hora y tres cuartos por día. Aproximadamente a las seis semanas, el tiempo que pasan llorando alcanza casi las 3 horas. Luego, el llanto disminuye gradualmente, de manera que a los tres meses el promedio se reduce a 1 hora por día. Los padres, en su mayoría, esperan que el bebé llore cuando tiene hambre o los pañales sucios y, por lo tanto, no encuentran problemático este comportamiento. Más difícil de explicar son los períodos de "irritabilidad" sin causa aparente, durante los cuales las respuestas habituales, como alimentarlo o cambiarlo, no logran calmar al bebé. El llanto, en estos casos, comienza en forma brusca, y con frecuencia ocurre al anochecer, cuando los padres tienen menos capacidad para tolerarlo. Unos pocos niños de temperamento "fácil" rara vez tienen períodos de llanto "irritable", pero la mayoría de los bebés tienen algunos. La capacidad de los padres de tolerar bien esta conducta depende no sólo de factores como su nivel de tolerancia o de fatiga y la ayuda que puedan brindarles familiares y amigos, sino de su preparación para manejar las conductas normales y predecibles, un factor tan importante como los ya mencionados. ----- La preparación de los padres durante el período neonatal, alertándolos sobre estos períodos de irritabilidad, puede ayudar a disminuir su frustración y preocupación. Anticipándonos a los acontecimientos, podemos guiar a los padres para que respondan rápidamente al llanto de su bebé, señalándoles que no hay peligro de "malcriar" a un lactante pequeño, y que los bebés precisan "mimos" en los períodos de irritabilidad tanto como en los otros. Se ha observado que los lactante pequeños a los que se toma en brazos con má s frecuencia, lloran menos (2). Se debe alentar a los padres a desarrollar una serie de respuestas predecibles al llanto del bebé. Por ejemplo, los padres deberían ver primero si el niño tiene hambre o si está sucio, si quiere que lo levanten, etc. (Tabla 1). Además, se puede enseñar al bebé a calmarse solo (e.g., ayudarlo a encontrar su pulgar). Cuando los padres encuentran que su rutina no consigue calmar al bebé y han agotado todas las estrategias habituales, debe permitírseles "soltar al bebé y dejarlo llorar durante algunos minutos", antes de volver a intentar calmarlo. Cuando se le dice a los padres que el bebé está cansado y alterado (exactamente igual que los adultos al final del día) y que posiblemente necesita llorar para eliminar el exceso de energía, frecuentemente se logra que los sentimientos de culpa y ansiedad disminuyan. También es importante reforzar la recomendación del obstetra a la madre de que descanse todo lo que pueda durante el día ("duerma cuando el bebé duerme"), para prepararla para una noche difícil, así como recordarle a la pareja lo importante que es compartir, cuando esto sea posible, el cuidado del bebé durante las horas de mayor exigencia. En los casos en que el bebé cuenta sólo con la madre o el padre, y no con los dos, la ayuda que pueden brindar los amigos o demás miembros de la familia es limitada. Conviene entonces recurrir a ellos con preferencia durante la noche. Al desmitificar el llanto señalando que se trata de una conducta normal, predecible y en última instancia autolimitada, se evitará la búsqueda de "curas", generalmente ineficaces, como la medicación o el cambio de fórmula láctea. Tabla 1. Estrategias para manejar los períodos de irritabilidad de los lactantes. Para disminuir la frecuencia de los episodios de irritabilidad y llanto: Levante y acune al bebé con frecuencia, tanto en los períodos de irritabilidad como en los normales. Responda rápidamente al llanto del bebé y no se preocupe por "malcriarlo". Ayude al bebé a calmarse solo. Ejemplo: ayúdelo a encontrarse el pulgar o una posición cómoda. Recurra a una rutina de respuestas para calmar al bebé: Levántelo en brazos. Cámbielo si está sucio. Acúnelo. Ofrézcale de comer si comió por última vez dos horas antes. Hágalo eructar. Dele un chupete. Verifique que no esté demasiado abrigado, o desabrigado, y que la ropa o los pañales no lo aprieten. Colóquelo en una cuna o sillita que se pueda mecer o cárguelo en una mochila de las que se cuelgan sobre el pecho. Ponga música. Llévelo a pasear, caminando o en automóvil. Póngalo en la cuna y déjelo llorar y protestar. Repita la rutina. EL BEBE QUE SE DESPIERTA DE NOCHE. --- Despertarse de noche durante los primeros seis meses de vida, al igual que el llanto paroxístico, refleja un estado normal de desorganización. Un recién nacido de término duerme entre 16 y 17 de las 24 horas del día, divididas en parte aproximadamente iguales entre el día y la noche. A esta edad, el lactante es incapaz de dormir más de unas horas por vez y atraviesa por ciclos de sueño y de vigilia a los largo de las 24 horas. Los padres deben esperar que el bebé se despierte de dos a cuatro veces por noche, con previsible irregularidad. Alrededor de los tres meses de vida, el sueño empieza a organizarse de manera tal que un tercio del total de 15 horas de sueño se produce durante la noche. Las tres cuartas partes de los lactantes de esta edad duermen durante todo un período de la noche (6 horas) en el cual no reclaman atención de sus padres. Alrededor de los seis meses, el sueño se organiza más y los niños, en su mayoría, duermen toda la noche, esta etapa que se denomina "estabilización" (3), porque el niño es capaz de volver a dormirse sin llamar a los padres. ---Algunos lactantes, especialmente los que han tenido períodos perinatales o prenatales complicados y también aquellos que sufren cólicos o tienen llanto paroxístico excesivo, pueden tardar más hasta que se estabilizan durante la noche. Algunos bebés alimentados a pecho pueden no estabilizarse hasta el destete. En cambio, niños que se estabilizan durante el primer semestre pueden volver a despertarse de noche hacia el final del primer año. Esta conducta predecible puede estar ligada a un estadio de desarrollo y se la ha llamado "despertar nocturno evolutivo". Entre los 9 y los 12 meses de vida, con la adquisición de la permanencia objetal y la autonomía aun los niños que han sido de "buen dormir" pueden comenzar a llamar durante la noche, porque se dan cuenta de que los padres existen, aunque estén fuera de su campo visual, y reclaman su atención. De la misma manera, la ansiedad de separación puede contribuir a que el lactante no quiera permanecer solo en su cuna y en su dormitorio. ---Ciertas estrategias pueden facilitar el proceso de estabilización, disminuir la frecuencia de algunas dificultades del sueño no relacionadas con estadios evolutivos, y evitar que el despertar nocturno evolutivo se transforme en el "hábito de despertarse de noche" (Tabla 2). Desde la temprana infancia, los padres deben transmitir el mensaje de que el día es para comer y jugar; y la noche para dormir. Esto se logra despertando al niño a intervalos regulares durante el día para que coma y juegue. Impedir que duerma más de 3-4 horas durante el día, puede prolongar el sueño de la noche. De la misma manera, alimentarlo cada 2 horas y media o 3 horas puede evitar que se acostumbre a esperar comida con más frecuencia, incluso durante la noche. Cuando sea necesario alimentarlo de noche, esta alimentación debe ser "breve y aburrida" (para no reforzar el hábito). ---Es importante alentar a los padres a que dentro de lo posible pongan al niño en su cuna en una habitación separada, pues se ha observado que dormir en la misma habitación que los padres se asocia con despertarse de noche. Si se evita hamacarlo o alimentarlo para que se duerma, y también que dependa para ello de objetos externos (e.g., el chupete) que el bebé no puede manipular, se contribuirá a que adquiera conductas para calmarse solo (e.g., succionarse el pulgar), que el bebé podrá reproducir indistintamente durante el día o la noche. Los padres novatos deben saber que ciertos aspectos del sueño son "ruidosos" (como la respiración obligada por nariz) y que no requieren de intervención. ---Después de los primeros meses, los padres pueden demorar levemente su respuesta durante la noche (cada noche unos minutos más), para permitir que el niño tenga la posibilidad de volver a dormirse solo. El tiempo y la cantidad de comidas pueden reducirse en forma gradual en el caso de os lactantes que se despiertan de noche con hambre. Después de los cuatro meses de vida, la respuesta de los padres puede demorarse de 10 a 20 minutos y consistir en una respuesta que no implique contacto físico y que evite la estimulación innecesaria. Tranquilizar al bebé hablándole, prender una luz o una cajita de música puede consolarlo. ---Hacia el final del primer año, cuando despertarse de noche puede ser una consecuencia de problemas separación, se puede recurrir a la colocación de un objeto transicional en la cuna (e.g., un osito, una manta), dejar abierta la puerta del dormitorio del niño, mantener encendida una lámpara sobre la mesa de noche y tranquilizarlo durante la noche con acercamiento breves y sin establecer contacto físico. Durante el día, la ansiedad de separación puede ser manejada con reafirmación adicional, cargándolo en brazos y practicando con él juegos en los que el padre o la madre se esconden y reaparecen. Durante el segundo año de vida, una rutina predecible y placentera a la hora de acostarse (e.g., "período de tranquilidad" leyéndole un cuento o cantándole canciones infantiles) acompañada de límites firmes (e.g. "una vez que te acuestas, te quedas en la cama"), ayuda a reducir el forcejeo a la hora de dormir. A cualquier edad pueden presentarse períodos breves en los que el niño llama de noche durante las enfermedades propias de la edad o los picos evolutivos. Los padres deben evitar que estos breves retrocesos se perpetúen luego de superada la enfermedad, y lleven a que se restablezcan los frecuentes reclamos durante la noche. Tabla 2. Estrategias para alentar la estabilización. Del nacimiento a los 4 meses de vida Durante el día, limite la duración del sueño a 3 ó 4 horas consecutivas. Ponga al bebé a dormir en una cuna, en una habitación separada si es posible. Acuéstelo cuando tiene sueño, pero mientras todavía está despierto. Deje que se duerma solo (e.g., sin mecerlo, alimentarlo o darle el chupete) Permita que se calme solo (e.g., que se encuentre el pulgar) Haga que la alimentación nocturna sea "breve y aburrida" No responda alzando al bebé cuando hace los sonidos normales durante la noche. De los 4 a los 6 meses Posponga varios minutos las respuestas al desasosiego, para permitirle que vuelva a dormirse. Espacie gradualmente la duración y la frecuencia de la alimentación nocturna. Si el bebé está molesto, evite la estimulación innecesaria cuando lo atienda (e.g., alzarlo) De los 6 a los 12 meses Para la ansiedad de separación: Dele un objeto transicional (e.g., mantita, juguete) o mantenga encendida una lámpara; deje abierta la puerta de la habitación del bebé. Proporciónele seguridad y afecto extra durante el día. Haga que la rutina de ir a la cama sea predecible, placentera y tranquila. Fije límites firmes, una vez que el niño está acostado (e.g., "una vez en la cama, te quedas en la cama"). Posponga aun más la respuesta a la intranquilidad del niño, evitando el contacto físico y la estimulación innecesaria. Responda rápidamente ante pesadillas o miedo. Restablezca rápidamente la rutina luego de una enfermedad. MOVIMIENTOS REPETITIVOS --- Los lactantes realizan una serie de movimientos repetitivos, entre ellos la succión, movimientos oscilatorios, giros y el bruxismo. La manifestación más temprana de estas conductas repetitivas es la succión del pulgar en el útero. Durante el período neonatal, los ejemplos incluyen movimientos rítmicos con la boca succión, sonrisa refleja y temblores mioclónicos. Durante la primera infancia, en aproximadamente el 90% de los bebés sanos se observan conductas de succión, del pulgar u otro dedo, succión o mordedura de labios y succión de los dedos del pie. En aproximadamente un 10-20% de los lactantes normales, se observan movimientos oscilatorios, giros de cabeza y golpes con la cabeza. El bruxismo (rechinar o golpeteo de los dientes) está presente en un 50% de los lactantes normales. Ninguna teoría por sí sola es suficiente para explicar la etiología y persistencia de los movimientos repetitivos. Las teorías propuestas invocan factores psicosociales, explicaciones neurológicas, la teoría del aprendizaje y al impulso intrínseco. Desde un punto de vista práctico, estas conductas deben considerarse normales, predecibles y un fenómeno transitorio propio del desarrollo. Una historia clínica detallada y un examen físico cuidadoso por lo general bastan para descartar la posibilidad de un problema subyacente (e.g., otitis media, dentición) o un trastorno crónico (e.g.,deficiencia sensorial, autismo, convulsiones o retardo). Muchos movimientos repetitivos se vuelven particularmente evidentes durante los momentos de transición del sueño (cuando el niño está por dormirse o recién se despierta) o cuando el niño está solo en su cuna, y tienden a aumentar en situaciones de estrés, excitación o enfermedad. --- Estos movimientos, a pesar de ser muy comunes, con frecuencia preocupan a los padres. Estos pueden mal interpretar estas conductas (la succión significaría hambre persistente), preocuparse por sus consecuencias a largo plazo (la succión del pulgar podría causar problemas dentales) o por las consecuencias inmediatas (los golpes con la cabeza podrían dañar el cerebro), o temer que se deban a causas subyacentes (los movimientos oscilatorios podrían deberse a sordera o a convulsiones). En el caso de los niños sanos en los cuales el examen es normal, se debe asegurar a los padres que estas conductas son autolimitadas y no entrañan peligro. Por ejemplo, los golpes con la cabeza en general no causan contusión o formación de chichones, y la succión del pulgar rara vez representa un riesgo desde el punto de vista del desarrollo dental y facial, hasta los cuatro años de vida. Es posible desmitificar estas conductas explic ando que, en muchos casos, representan mecanismos eficaces de autoconsuelo, a los que no de les debe dar demasiada importancia. Además, cuando los padres de niños de más de edad se empeñan activamente en eliminar esas conductas, sin notarlo pueden estar reforzándolas; un bebé va a luchar por mantener el control u obtendrá beneficios secundarios de la atención que se le presta. MIEDOS Y DIFICULTAD PARA SEPARARSE DE LOS PADRES --- La ansiedad de separación o ante la presencia de extraños surge cuando el niño comienza a distinguir lo familiar de los desconocido y a seguir con la vista los objetos cuando éstos quedan fuera de su campo visual, pero aún no es cognoscitivamente capaz de superar el miedo a lo desconocido o de comprender que los padres van a regresar cuando se van. Se debe asegurar a los padres que la protesta vehemente del niño cuando se despiden de él es una demostración del vínculo profundo que tiene con ellos. Los padres deben ayudarle a resolver esta ansiedad agregando algunos juegos de interacción a su repertorio habitual. Durante el día, se puede jugar a reproducir situaciones de separación (e.g., las escondidas). La separación diaria (e.g., en el momento de ir a trabajar o cuando los padres salen solos a cenar) puede hacerse más fácil recurriendo, si es posible, a una babysitter que el niño conozca; la separación de la noche, recurriendo a estrategias ya mencionadas, como dejar prendido un velador o dejar en la cuna un objeto transicional. Se aumentará la capacidad de los padres de responder a estas conductas normales si se les recuerda que las protestas son inevitables y predecibles y que ellos deben mostrar comprensión pero también firmeza No hay ninguna medicación de eficacia y seguridad comprobadas para los cólicos Problemas clínicos CÓLICOS ---- El lactante con cólicos plantea un desafío tanto para los padres como para el pedíatra. Los bebés que sufren cólicos presentan llanto paroxístico más frecuente que la generalidad de los bebés y, por lo tanto, pueden llorar más de 3 horas por día, al menos varias veces a la semana. Según esta definición, puede decirse que aproximadamente el 10% de los bebés tienen cólicos. La frecuencia del cólico no tiene relación con el sexo, el método de alimentación (pecho versus biberón) o el peso de nacimiento. Se observa con mayor frecuencia en los primeros hijos que en los siguientes, y en los niños blancos que en los de raza negra, aunque estas dos asociaciones pueden ser producto del modo en que informan los padres y no representar la realidad. En la mayoría de los niños, el curso del cólico coincide con la época de llanto paroxístico "habitual". Es decir, el llanto tiende a aparecer algún tiempo después de que el niño sale del hospital, alcanza su punto máximo entre las seis y ocho semanas y disminuye gradualmente. Por razones que no se conocen, el curso de los bebés prematuros es igual al de los nacidos a término, esto es, el cólico no aparece hasta las 40-42 semanas posteriores a la concepción. Los niños con cólicos por lo general son bebés excepcionalmente irregulares: no sólo lloran con frecuencia sino que a menudo también duermen mal, se ponen molestos o vomitan después de alimentarse, tienen muchos gases y reaccionan de manera generalmente muy intensa ante todo tipo de estímulos. ---- Se han postulado varias etiologías para el cólico, entre ellas inmadurez o hipersensibilidad neurológica, inmadurez del tracto gastrointestinal, alergia a la comida (e.g., a la leche de vaca), temperamento difícil y ansiedad parental. Ninguna de las teorías existentes, por sí sola, ofrece una única y clara explicación. Es probable que cada teoría, sola o en combinación con alguna otra, explique el cólico en algún niño. El pedíatra. se encuentra con tres problemas frene a un lactante con llanto paroxístico: 1) establecer el diagnóstico de cólicos y descartar alguna otra patología "verdadera", 2) convencer a los padres de que el niño no está enfermo; y 3) ayudar a las familias a manejar la situación. La historia clínica es el componente más importante del proceso de diagnósticos y debe incluir datos prenatales y perinatales (e.g., abuso de drogas o alcohol por parte de la madre, infecciones durante el embarazo), antecedentes médicos anteriores (e.g., golpe traumático en la cabeza, fármacos), antecedentes sociales (e.g., padres golpeadores o negligentes) y antecedentes familiares (e.g., trastornos metabólicos hereditarios, alergias). Se deben analizar detenidamente los síntomas (e.g., determinar la fecha de comienzo, la frecuencia y los patrones variables de signos y síntomas como vómitos, constipación, letargo, sudoración, agitación, palidez); también se deben considerar los antecedentes evolutivos (e.g., signos insidiosos de déficit sensorial, como sordera). ---- El examen detallado del proceso de alimentación puede revelar exceso de alimentación, alimentación insuficiente o falta de adaptación al método que se utiliza para alimentar al bebé. A este respecto conviene averiguar si el bebé succiona con fuerza, cuál es el ritmo de alimentación, cómo se le prepara la fórmula láctea, cuánto tiempo lleva alimentarlo, qué señales interpretan los padres como indicación de que tienen que empezar a darle de comer y dejar de hacerlo, si el bebé queda satisfecho, con cuánta frecuencia se lo hace eructar, que tipo de tetina se usa y en qué ángulo sostienen al bebé cuando le dan de comer. Cuando el pedíatra. confecciona la historia clínica, debe prestar atención no sólo a lo que los padres dicen, sino también al modo en que se refieren a su hijo y plantean los problemas que enfrentan. Esto le dará las claves para conocer el carácter de los padres y su manera de manejar la situación. ----El examen físico (incluida la gratificación de la talla, el peso y la circunferencia craneana en las curvas apropiadas) debe mostrar un bebé fuerte y sano. Al igual que la historia clínica, el examen debe ser detenido e incluir la búsqueda de ciertos detalles sutiles (e.g., apariencia facial inusual en el síndrome de alcoholismo fetal; hemorragias retinianas en el síndrome del bebé golpeado; fontanela tensa o abultada que indique infección del sistema nervioso central, traumatismo o hidrocefalia; bocio; una oliva en la estenosis pilórica o un abdomen de apariencia asimétrica en la invaginación o el vólvulo; hernia o torsión testicular; riñones agrandados; fisura rectal; cuerpo extraño en el ojo o cabello enganchado en un dedo). Aun en los lactantes muy pequeños, se debe examinar la membrana timpánica para descartar otitis media. También se debe examinar con cuidado la piel para detectar exantemas como los de la dermatitis atópica que acompaña los raros casos de verdadera alergia alimentaria. ---- La observación del proceso de alimentación puede proporc ionar información valiosa que a menudo no surge de la historia clínica. Las pruebas de laboratorio deben reservarse para los casos en los que de la historia clínica o el examen físico surgen dudas acerca del diagnóstico. Una vez realizados la historia clínica o el examen físico, el médico debe informar a los padres la evidencia que sustenta el diagnóstico de cólicos, explicándoles que es un trastorno común y cómo evoluciona típicamente. Debe destacar que el estado general del bebé es bueno (está creciendo y evolucionando normalmente; tiene períodos en los que se muestra alerta y contento, que alternan con los episodios de llanto paroxístico intenso). Debe orientarlos sobre cómo proceder durante los episodios de llanto y desasosiego, instándolos a que adopten un conjunto de respuestas predecibles frente a esos episodios. De las investigaciones realizadas se desprende que los cólicos de por lo menos algunos lactantes se deben a la inapropiada respuesta de los padres al llanto del bebé, y que a veces disminuyen cuando se asesora a éstos para que adopten respuestas más eficaces (5). Por ejemplo, se puede aconsejar a los padres que consideren la posibilidad de que el niño tenga hambre, desee succionar, que lo levanten o que lo estimulen, o que esté cansado y precise dormir. Si la respuesta no logra calmarlo, los intentos deben reanudarse después de dejar llorar al niño por un lapso tolerable, acordado por los padres. Además de las respuestas específicas a los episodios de llanto, otros consejos preventivos pueden ayudar. Se debe analizar el método de alimentación y recomendar que se evite sobrealimentar al lactante y que éste trague demasiado aire (e.g., alimentar al bebé en posición semierguida, hacerlo eructar cada 15-30 g, asegurar que el orificio de la tetina sea suficientemente grande como para dejar pasar una cantidad constante de leche). ---- Si es necesario, se puede conversar acerca del carácter del bebé (e.g., intensidad de la reacción ante los estímulos ambientales, nivel de actividad), para desmistificar las conductas del lactante, aliviar el sentimiento de la culpa de los padres, y aconsejarlos sobre ciertas técnicas específicas (e.g., restringir las visitas a la tarde y a la noche si el bebé tiene dificultades para adaptarse a los cambios de la rutina, limitar la estimulación sensorial cambiándolo y acunándolo en un cuarto sin mucha luz, o cargar al bebé en una mochila de las que se cuelgan sobre el pecho si es hipersensible a los estímulos externos). Con frecuencia, los padres consultan sobre la conveniencia de una modificación de la dieta. En la mayoría de los casos, esos cambios no producen ninguna mejoría permanente. En contadas ocasiones, sin embargo, los cólicos mejoran cuando se modifica la dieta (e.g., cambiar a una leche elemental que no sea de vaca o a una que no contenga soja; eliminar la lactosa de la dieta de una madre que está amamantando). Investigadores escandinavos demostraron por estudios doble ciego cruzados que la proteína del suero de la leche vacuna provoca cólicos a algunos lactantes alimentados con fórmulas lácteas, que mejoran cuando pasan a recibir una fórmula con caseína hidrolizada (6). Sin embargo, otros estudios han planteado dudas acerca de la posibilidad de reproducir esos hallazgos (7). Más aún, no existe una manera satisfactoria de predecir cuáles niños responderán a estas modificaciones. ---- Por lo tanto, si los padres desean probar con el cambio de la dieta, una actitud razonable sería cambiar de fórmula por una vez, durante 10 días a 2 semanas. ----Cambiar varias veces de fórmula sólo servirá para que aumente la frustración de los padres. Cuando los padres están convencidos de que el cambio de alimentación fue beneficioso, se puede sugerir un retorno a la fórmula "regular", luego de 1 ó 2 meses. Si los síntomas vuelven a aparecer, debe adoptarse la fórmula alternativa. ----No existe un tratamiento farmacológico probado y seguro para el cólico. Se recurre al dimetilpolisiloxano (simeticona), que produce coalescencia de las burbujas de gas intestinal, para aumentar la capacidad del lactante de eructar o eliminar gases. No está probado que este tratamiento ayude a mejorar el cólico. Se ha comunicado que el hodrocloruro de diciclomina, un anticolinérgico con el que se intenta aliviar los espasmos del músculo liso del tracto gastrointestinal, puede provocar adormecimiento y apnea a lactantes pequeños. Aunque estos casos se asociaban a su mayoría con diluciones o dosis inadecuadas, el riesgo de este tipo de fármacos de eficacia no comprobada es demasiado grande como para recomendar su administración. ----Es sumamente importante brindar apoyo y seguridad a los padres de un bebé con cólicos, e informarles que la gran mayoría los "supera" a los 3 ó 4 meses, que ellos no han causado el cólico y que llorar no le hará ningún daño al bebé. ----El médico debe tomar en cuenta la frustración y la ansiedad de los padres, e incluso cierto resentimiento contra el niño. Puede ayudar sugerirles que traten de interrumpir el ciclo de llanto/estrés/llanto, que en última instancia afecta a todos los que viven con el bebé. Por ejemplo, conviene estimularlos a que en lo posible busquen periódicamente distracción fuera de la casa y lejos del bebé (una vez por semana) y, si es necesario, "prescribirles" una babysitter. Si de la evaluación surgen dudas acerca de la capacidad de los padres para manejar la situación (¿está el bebé en peligro de resultar dañado?), debe recurrirse rápidamente al servicio de salud mental o a una asistente social. Cuando los padres se muestran excesivamente ansiosos, debe programarse una consulta de seguimiento no más de una semana después. También se les debe pedir que informen telefónicamente sobre la situación unos días antes de la consulta. Una considerable proporción de lactantes mayores (entre un 25% y un 40%) se despierta de noche, protesta a la hora de acostarse o ambas cosas a la vez PROBLEMAS DEL SUEÑO ---- A pesar de que desde el punto de vista evolutivo, los niños están en condiciones de "estabilizarse" entre los 3y 6 meses de vida, una considerable proporción (entre un 25% y un 40%) llega a una edad más avanzada despertándose de noche, protestando a la hora de acostarse, o ambas cosa a la vez. El problema puede definirse como un patrón de conducta de reclamos nocturnos regulares o prolongado forcejeo a la hora de acostarse, que exige que los padres intervengan y les provoca tensión. En función de esta definición, es posible diferenciar entre el despertar nocturno relacionado con estadios evolutivos y los problemas del sueño. No se ha demostrado la existencia de etiologías definitivas para los problemas del sueño, pero sí se han descubierto algunas asociaciones. Los factores asociados con problemas del sueño son: dificultades en el período prenatal o perinatal (e.g., asfixia al nacimiento, que lleva a que el bebé sea hiperirritable, o a que se lo considere frágil y vulnerable), método de crianza (e.g., el niño duerme en la misma habitación que los padres, se lo alimenta de noche, los padres lo asisten a la hora de dormir o le ponen chupete, no le fijan límites, tienen problemas de organización), y problemas familiares (e.g., tensión familiar, depresión materna, reintegración de la madre al trabajo). Estos factores pueden contribuir a la aparición o la persistencia de dificultades del sueño en forma directa, o indirectamente, modificando la actitud de los padres o el manejo de su bebé. ---- El médico debe comenzar por aclarar la naturaleza del problema confeccionando una historia clínica exhaustiva, incluidos los antecedentes prenatales y perinatales (e.g., problemas durante el embarazo, trabajo de parto y nacimiento), los antecedentes médicos (e.g., enfermedades como otitis media y fármacos como fenobarbital y teofilina), antecedentes sociales (e.g., trabajo de los padres, tensión familiar, depresión materna, actitudes y expectativas de los padres) y antecedentes familiares (e.g., enfermedades recientes o muertes en la familia). La historia evolutiva debe incluir información detallada sobre el desarrollo afectivo (e.g., cólicos, temperamento difícil de manejar, o problemas relacionados con estadios evolutivos tales como la ansiedad de separación) y también sobre el desarrollo físico y cognoscitivo (e.g., aumento reciente de la movilidad, permanencia de objetos). La anamnesis debe incluir también los antecedentes alimentarios (e.g., la alimentación muy frecuente durante el día puede inducir reclamos de alimentación nocturna) y antecedentes detallados de los patrones de sueño. Estos últimos deben brindarle al médico una "visión panorámica" de la actividad del niño las 24 horas, así como de la interacción niño-padres, que revele circunstancias como que los padres exigen que su hijo se duerma a una hora ilógicamente temprana, o que éste duerme demasiado durante el día o duerme tarde, o que los padres no saben ponerle límites. Es necesario contar con detalles específicos para identificar rutinas que refuerzan la conducta de despertarse a mitad de la noche (e.g., "lo traemos a nuestra cama hasta que se vuelve a dormir), o al niño incapaz de dormirse sin ayuda. ---- El examen físico debe ser suficientemente exhaustivo como para descartar la posibilidad de enfermedad clínica (otitis media, disfunción neurológica) y debe servir también para observar la interacción entre los padres y el bebé (e.g., padres sobreprotectores o demasiado pendientes del niño). ---- Una vez confeccionada la historia clínica y realizado el examen físico, el médico posiblemente haya formulado una hipótesis acerca de la naturaleza del problema. Debe tomar en cuenta las preocupaciones de los padres y ayudarlos en el intento de que su bebé abandone los patrones de sueño inadecuados y adquiera otros adecuados. Se les deben explicar los patrones evolutivos normales y los modos de responder a los reclamos nocturnos derivados de ellos. Señalarles como una conducta en particular puede reforzar esos reclamos (e. g. alimentar un niño durante la noche puede condicionarlo a tener hambre, a mojar los pañales, o alterar el ritmo circadiano), puede ser para los padres un argumento suficiente para que no la repitan. Las enfermedades evidentes deben ser tratadas y toda vez que sea posible se deben suspender o modificar las medicaciones que dificultan el sueño. Se debe ofrecer atención especializada a los padres que están soportando un estrés evidente. Los consejos prácticos tendientes a reducir las dificultades nocturnas contribuyen a aliviar las tensiones familiares. Un diálogo franco entre el médico y los padres permitirá identificar las diferentes alternativas de solución. Se ha demostrado que los padres que llevan un registro de los patrones de sueño de sus hijos adquieren una visión más profunda del problema y a menudo son capaces de resolverlo por sí solos.* Cuando los métodos de crianza contribuyen al problema, se pueden ofrecer varias soluciones. Por ejemplo, un estudio demostró que era igualmente eficaz ignorar sistemáticamente los reclamos nocturnos (extinción) o despertar al bebé en forma programada e ir extendiendo gradualmente los intervalos hasta extinguir esta conducta.* Del mismo modo, a la madre que amamanta y no le incomoda hacerlo durante la noche se le debe permitir que decida cuándo interrumpir la alimentación nocturna. Los padres pondrán mas voluntad en resolver el problema si entienden que si no hacen algo, las dificultades persistirán cuando su hijo deje de ser un bebé.