GÉNERO Y SALUD

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REVISTA FACULTAD DE MEDICINA, 2016, VOL. 16, Nº 1
ISSN online 1669-8606
PERSPECTIVA
GÉNERO Y SALUD
Francisco Juan José Viola 1
1
Cátedra de Antropología Médica; Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.Correo electrónico:
[email protected]
INTRODUCCIÓN
En la actualidad, la noción de género “es
un enfoque científico que se apoya en aportes
teóricos en campos del conocimiento variados”
(Laufer & Rochefort, 2014, 8). Es más, en el
campo de la salud tiene una implicancia mayor. La
Organización Mundial de la Salud (OMS: 2002)
señala: «el goce del grado máximo de salud que
se pueda lograr es uno de los derechos
fundamentales de todo ser humano sin distinción
de raza, religión, ideología política o condición
económica o social. Hoy […] cada vez más, se
reconoce que existen diferencias entre las mujeres
y los hombres en cuanto a los factores que
determinan la salud y a la carga de morbilidad. La
dinámica del género en la esfera sanitaria tiene
profundas repercusiones a este respecto y ha
pasado largos años sin recibir la atención que
merece”
1. EL CONCEPTO DE GÉNERO
El concepto de género se forja en
diferentes etapas. A nivel sanitario toma una
dimensión importante a partir de la International
Population and Development Conference en el
Cairo (1994). El género es “un sistema de bicategorización jerarquizado entre los sexos
(hombres/mujeres) y entre los valores y
representaciones que les son asociados
(masculino/femenino)” (Bereni, 2008: 7). Por su
parte, la Organización Mundial de la Salud dice
que: “el género se refiere a los conceptos sociales
de las funciones, comportamientos, actividades y
atributos que cada sociedad considera apropiados
para los hombres y las mujeres. Las diferentes
funciones y comportamientos pueden generar
desigualdades de género, es decir, diferencias
entre los hombres y las mujeres que favorecen
sistemáticamente a uno de los dos grupos. A su
vez,
esas
desigualdades
pueden
crear
inequidades entre los hombres y las mujeres con
respecto tanto a su estado de salud como a su
acceso a la atención sanitaria” (OMS-1). Esto
implica que no puede satisfacerse la demanda de
salud sino en términos de incluir, considerar y
responder a estas cuestiones.
2.1. GÉNERO Y SALUD
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A partir de la Conferencia de El Cairo
(1994) la inclusión de género en el ámbito de
salud fue creciente. Se consolidó en la
“Declaración del milenio” (Resolución Naciones
Unidas 55/2 del año 2000), que definió metas
concretas para mejorar las condiciones de vida de
la población mundial.
Para pensar mejor el tema de género y
salud, la antropología médica nos brinda una
buena herramienta. Ella introdujo la distinción
entre “diseases”, “illness” y “sickness” (Kleinman,
1978; Yew, 2014)como forma de distinguir entre
“la patología, dimensión biológica de la
enfermedad”
(Disease),
de
la
“aflicción,
padecimiento; dimensión socio-cultural de la
enfermedad” (Illness) y del “proceso por el cual a
conductas preocupantes y a signos biológicos,
particularmente aquellos originados en Disease,
se les es dado un significado reconocido
socialmente. (...) Es un proceso para socializar
Disease e Illness” (Sickness). Con estos
conceptos nos preguntemos: ¿las personas tienen
particularidades diferentes en relación a su
“diseases”, “illness” y “sickness” por ser hombre o
mujer?
Lo que pretendo señalar es que tanto el
ser mujer como el ser varón implican diferentes
formas de enfrentar las patologías, de usufructuar
los recursos disponibles y de procurar opciones de
atención. Esto no es por la presencia de los
genitales en sí, sino por la consideración socialcultural que se hace del rol masculino y/o
femenino.
Es decir, el enfoque de salud pública
basado en el género parte del reconocimiento de
las diferencias entre el hombre y la mujer, en
primer lugar y eso “sirve para determinar cómo
difieren los resultados, experiencias y riesgos
sanitarios entre hombres y mujeres, niños y niñas,
y para actuar en consecuencia” (OMS-2). Este
enfoque, más allá de algunas discusiones
teóricas, apunta a la equidad de género en salud,
lo que significa reducir o eliminar las disparidades
innecesarias, evitables e injustas entre mujeres y
hombres, como también, generar las condiciones
para que tanto mujeres como hombres tengan la
misma oportunidad de gozar de las condiciones de
vida y servicios que les permitan estar en buena
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salud, sin enfermar, discapacitar o morir por
causas que son injustas y evitables.
Lo que pretendemos decir es que el
“sexo, una variable biológica y el género, una
variable cultural, definen al individuo y afectan
todos los aspectos de la enfermedad, prevención,
desarrollo, diagnóstico, evolución y tratamiento”
(Miller, 2013).
2.2. ALGUNOS DATOS
El género aparece, muchas veces, muy
asociado a la mujer, pero, recordémoslo, no son
sinónimos. Lo que está claro es que, al ser el
género un concepto relacional y asociado a una
forma de dominación dentro de esa relación se ha
revalorizado a la mujer y se la ha situado en el
centro de los estudios. Esto no implica no
considerar que existan situaciones vinculadas con
el género que se dirimen en el terreno de las
nuevas masculinidades, por ejemplo. No obstante
ello, sigue siendo preocupante que esa
dominación y los efectos sobre la salud, aún en
este siglo XXI, sigan repercutiendo, sobre todo, en
la mujer. La OMS (OMS-3) muestra datos
específicos sobre esta cuestión en varios
documentos disponibles en la web: en ellos se
pueden ver, por ejemplo: a) Las diferencias
relacionadas con la vida sexual activa; b) Los
efectos positivos para la salud cuando las mujeres
disponen de recursos financieros propios y c) La
inequidad en la disposición de los servicios de
salud.
3. IMPORTANCIA PARA LA PRÁCTICA
Lo dejemos en claro: “definir un macho
por la presencia de los testículos y una hembra
por la presencia de los ovarios es, posiblemente,
el método más práctico para diferenciar los sexos,
pero es científicamente incorrecto”citado por Lowy
(2003). Esta afirmación conlleva comprender que
existen criterios que se deben incluir en relación a
la distinción en la forma de comprender las
enfermedades, de procurar ayuda y satisfacer las
cuestiones relacionadas con salud y enfermedad.
Voy
a
señalar
tres
cuestiones,
relacionadas con el género, como ejemplos, que
tienen una actualidad e importancia en el campo
de la salud:
La feminización de la medicina como
profesión.
No
sólo
han
aumentado
ostensiblemente la presencia de mujeres en las
universidades que forman profesionales de la
salud (Phillips, 2009, 2013), sino esto también ha
producido cambios en la forma de la práctica de
las profesiones concernidas. (Hedden, 2014);
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La problemática especial que implica la
salud sexual y reproductiva (Glasier, 2006;
Rottach, 2011).
La cuestión de la violencia de género
(Abramsky, 2011; Guedes, 2014; Bosch-Fiol,
2012).
En todas estas cuestiones hay una que
sirve de trasfondo a la temática, lo cultural.
Entendido esto como un contexto innegable y
como factor intrínseco para considerar estos
temas. En definitiva, señalamos que es la cultura
es la única naturaleza del ser humano. No existe
otra naturaleza real para la especie humana. Sí,
es verdad que los procesos bioquímicos existen
independientemente de la cultura. Pero es ésta la
que le da valor, no como hecho simbólico sino por
haber establecido el método científico para validar
sus valores: la cultura como conjunto integral de lo
que el ser humano ha realizado, que aparece
como intangible, que establece conductas, regula
comportamientos,
define
valores,
premia
resultados, genera sanciones, indica roles. En
esta lógica es casi un imperativo que “esa
asignación cultural que se le hace al sexo” tome
un valor ineludible.
Entonces, específicamente podemos
preguntarnos ¿Por qué es necesaria la
perspectiva de género para lograr la equidad en
salud? Simplificando podríamos reducir al hecho
de mejorar los determinantes de salud para
hombres y mujeres (OMS, 2008);
Para esto, la OPS plantea algunas
soluciones para que esta incorporación de género
en salud se ejecute realmente. Señalemos las
siguientes:
Análisis de género de las situaciones de
salud - incluyendo los datos desagregados por
sexo, y desarrollo, de "indicadores de género"
para vigilancia y evaluación;
Capacitación de trabajadores de salud
para integrar la perspectiva de género;
Difusión de información sobre género y
salud;
Aumentar la participación las mujeres en:
la definición de las prioridades de salud; la
planificación
de
soluciones
(políticas
y
programas); y en la responsabilidad.
En definitiva, implica comprender que en
la actualidad la equidad de género en salud es un
componente fundamental del mandato de la OPS
de "Salud para Todos". Un compromiso para
integrar la perspectiva de género en las políticas,
programas y análisis de salud debe ser asumido
por todos los niveles del sector salud para
asegurar que la equidad siga siendo una meta
central.
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4. EDUCACIÓN MÉDICA, COMPETENCIAS Y
GÉNERO
El desarrollo de un curriculum basado en
competencias tiene una gran aceptación en la
actualidad. En el área de salud esto adquiere
mayor importancia, ya que se pretende que el
egresado sea capaz de actuar. Dentro de esta
idea existe una preocupación por optimizar los
recursos humanos fomentando lo interrelacional.
Así, en el espíritu de la formación del médico
actual se sugiere desarrollar, por ejemplo, las
habilidades comunicacionales y las competencias
culturales, que están impregnadas por este
concepto de género.
La inclusión de temas de género en salud
es una carencia curricular que se puede y debe
suplir (Verdonk, 2005; Miller, 2012; Arcos, 2007).
Se puede imaginar que esta carencia compite con
otras temáticas más específicas del modelo biomédico. Sin embargo, en la actualidad, su noinclusión es un déficit severo en la formación.
Miller (2012) lo ha mostrado en relación a qué
elementos se van adquiriendo y cuáles no han
entrado en el curriculum aun. La autora también
hace referencia que no sólo se trata de “engordar”
el listado de materias o los contenidos porque “sí o
sí” es necesario verlo, sino de incluir actitudes que
tienen que ver, directamente, con la base del acto
médico. Lo transversal toma importancia en la
adquisición de aquellas competencias que el
médico/a debe desarrollar a lo largo de todo su
aprendizaje. Por lo general tiene que ver con todo
lo que aporta una forma específica de mejorar el
juicio clínico y la perspectiva amplia sobre la
problemática de salud, la capacidad de brindar
una atención humanizada y la incorporación de
una deontología efectiva y práctica. En primer
lugar se debería “identificar áreas específicas en
que el sexo y los contenidos de género están
ausentes en los planes de estudios médicos y
cómo llenar estos vacíos” (Miller, 2013). En este
sentido, señalemos que la Facultad de Medicina
de la UNT ha aprobado un módulo optativo
“género y salud” lo que conlleva un primer paso
innegable hacia el objetivo de la “salud para
todos”.
5. A MANERA DE CONCLUSIÓN
El ver al tema de género como un
determinante de salud y, por consiguiente, como
un estructurante de la forma de enfermedad y de
procurar ayuda, hace que veamos al acto médico
y lo relacionado con él de una manera aún más
eficaz y, necesariamente, más comprometida.
Chevalier & Planté son tajantes al decir que
“pretender ignorar o rechazar [el empleo del
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género] en bloque no puede ser otra cosa que una
muestra de una ceguera intelectual e de una
crispación pasajera” (2014, 30). Por ello podemos
estar seguros que NO incluir el tema de género en
salud implica no haber avanzado en la forma que
la medicina actual interviene en el mundo. Como
nos sugiere Sarah Hawkes (2013): “Ahora es el
momento de tomar la llamada de Alma Ata en su
sentido literal- "La salud es para todos", no solo
para algunos. La incorporación del género en la
salud global proporciona una vía prometedora
para un logro de larga data, pero que durante
mucho tiempo quedó languideciendo, el derecho a
la salud como derecho humano”.
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