Ana Frank, la niña que no pudo ser mujer Por Anabel Sáiz Ripoll. La literatura biográfica cuenta con innumerables ejemplos que serÃ−a imposible enumerar. El diario personal puede considerarse un trasunto biográfico de quien lo escribe. Muchos tÃ−tulos destinados al público infantil y juvenil están escritos en forma de diario o acuden, en algún momento, al diario para acercarnos más a los personajes y hacer que el lector se identifique con ellos. Algo asÃ− ocurre con Ana Frank, pero a diferencia del diario de ficción, inventado por un narrador, en el Diario de Ana es ella quien escribe, ella quien nos cuenta cómo vivieron la familia Frank y sus amigos los más de dos años que permanecieron en el escondite de la “casa de atrás”. Ana nos revela detalles emocionantes, llenos de sinceridad, de sensibilidad, de verdad y nos permite imaginárnosla como una niña, casi adolescente, a quien el cambio de niña a mujer ha pillado en un momento terrible de la historia; pero, pese a todo, Ana es capaz de sentir, de reÃ−r, de reflexionar, de sobreponerse. Escribe su historia en un cuaderno que le regalaron por su cumpleaños y se dirige a una amiga imaginaria, Kitty. Kitty es, pues, la confidente de todas sus cuitas. Hay muchas ediciones del Diario y está traducido a tantas lenguas como la Biblia. En Ômsterdam, en la casa de ocultó el drama de Ana y su familia, podemos visitar la casa de atrás, estremecernos y emocionarnos, a partes iguales. AllÃ− también veremos la cantidad de traducciones que de esta obra se han hecho y se siguen haciendo. No obstante, hoy queremos recomendar la adaptación teatral que, en el año 1955, realizaron Frances Goodirch i Albert Hackett. Es una adaptación respetuosa y hermosa que sigue teniendo mucho éxito cuando se representa y que, pese al diálogo que rompe con el tono del diario, sigue cediendo la reflexión y el protagonismo a Ana. La adaptación teatral traducida al castellano, hasta ahora, ha sido de difÃ−cil acceso. La editorial Algar en su colección Joven Teatro de Papel, ha apostado por la traducción impecable que han realizado Salvador Bataller y Juan GarcÃ−a y que supone un material importante para que nuestros jóvenes, en sus centros educativos o en sus horas libres, puedan aprender a representar una obra teatral y, de paso, acercarse a Ana, a la Ana que habla de la vida con mayúsculas, pese a que su final estaba cerca. Cabe señalar que El diario de Ana Frank que hoy recomendamos se completa con una introducción clara y precisa a cargo de Ignacio Aranguren. Ana, su figura y su presencia, han saltado del diario y se han acercado al teatro y al cine, pero también a la literatura. En Bicicletas blancas, de Marisa López-Soria (Espasa-Calpe), Roberto, el protagonista, pasa un verano en Ômsterdam aprendiendo inglés. à l también escribe en un cuaderno y, poco a poco, conoce la ciudad. Al principio no le interesa nada Ana, pero comienza a leer el Diario y se deja empapar por la personalidad de la joven judÃ−a; tanto es asÃ− que Ana y Roberto establecen distintos diálogos, aparte de que en el libro se reproducen fragmentos de su diario. El cuaderno de Roberto acaba siendo un homenaje a Ana y a su fuerza espiritual y mental. Gracias a ella, Roberto madura ese verano y lo que iba a ser un viaje sin más, acaba siendo un viajé iniciático real. El Diario de Ana Frank nunca pasará de moda, porque no es sólo una obra literaria, sino un testimonio veraz de un momento de nuestra historia reciente que nunca más deberÃ−a repetirse. Ana, no obstante, supera esta oscuridad y llega hasta los lectores actuales de manera directa, sin intermediarios, con un mensaje real, sensible y lleno de esperanza porque Ana creÃ−a en el futuro, tenÃ−a sueños, proyectos e ilusiones. Sus palabras son una auténtica lección de vida. 1