En mi ya bastante larga existencia, en pocas

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¡BUEN PROVECHO!
En mi ya bastante larga existencia, en pocas oportunidades he oído proclamar la 6ª
lectura propuesta en la liturgia de la Vigilia Pascual (Ba 3,9-15.36-4,4).
Baruc, discípulo del indocto profeta Jeremías, además de escribir las enseñanzas
de su maestro, también alzó su voz durante el exilio de Babilonia, para señalar el
pecado de su pueblo e invitarlo a la conversión.
A pesar de que, en pleno agosto, la Pascua ha quedado muy atrás, creo que su
lectura y reflexión, HOY, nos haría mucho bien. Para eso, entendamos el
momento que vivía el pueblo de Dios: en pocos años, sus habitantes habían
pasado de ser un reino independiente y altivo, a verse en el exilio, como siervos del
poderoso y refinado pueblo babilonio que van “con el alma colmada de aflicción,
encorvados y extenuados, con ojos lánguidos y el alma hambrienta” (Ba 2,18).
A estos les pregunta Baruc: “¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos,
envejeciendo en un país extraño, contaminado entre cadáveres y considerado como
si habitaras en el país de los muertos? ¡Es que abandonaste la fuente de la
sabiduría! Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías marchado en paz
eternamente” (Ba 3,10-13).
Ahora, de acuerdo a mi propuesta, traigamos a la actualidad esa Palabra, y
veamos cuánto nos dice. Porque, ¿acaso en estos tiempos no vamos “con el alma
afligida, encorvados y extenuados, con ojos lánguidos y el alma hambrienta”? Y me
parece mentira que solo en la cuarta parte de nuestra existencia como país
independiente hayamos dejado de ser “la Suiza de América”, la nación
sudamericana que ‘exportaba’ profesionales y científicos a todo el mundo, el país
respetado internacionalmente por la legislación y por sus Jiménez de Aréchaga. Una
sociedad tolerante, homogénea e integrada, alfabetizada como la mejor del
mundo... Y hoy somos esto. Un país que menea la cabeza cuando el presidente
invita a reflexionar, durante un mes, sobre el valor de la vida. Algo nos pasa,
orientales. Mejor dicho: de algún modo hemos provocado esto que nos pasa,
compatriotas.
Baruc, Baruc... Vos que leíste en la entretela histórica de tu pueblo la razón
de su infortunio, contanos qué nos pasó. ¿Por qué hay mil muchachos
delinquiendo? ¿Por qué no están estudiando o trabajando? ¿Por qué una mamá no
puede atender bien a sus hijos? ¿Por qué nos resulta tan difícil sentirnos
corresponsables y solidarios en la construcción de nuestra sociedad? ¿Por qué,
contanos?
No te asombres, oriental, por lo que te pasa. Vos mismo te hiciste pararrayo de tus
desgracias. Por eso hoy un mocoso te hace sentir en país enemigo; por eso cada
vez hay más jubilados y menos fuerza laboral; por eso hoy relumbra más la
dignidad en una empresa de pompas fúnebres que en la conducta de pretendidas
personas. Te alejaste de la fuente de la sabiduría. Te dejaste ‘iluminar’ por los
racionalismos; convertiste la fe viva en práctica religiosa y a esta la arrinconaste en
la sacristía; renegando contra toda hipocresía, te cubriste con lo políticamente
correcto, aunque fuera inmoral. Y cuando ayudaste al cura a sacar las imágenes del
templo, aprovechaste para huir sin regresar. No te asombres, oriental. Caíste tan
hondo que, para sacarte de ahí, tu presidente, cuya historia se mezcla con la
desgraciada suerte de Pascasio Báez, propone un mes de reflexión sobre el valor de
la vida. ¡La pucha! ¡Te pasaste, oriental!
¿Viste, Lector, que 25 siglos no es nada, y que las macanas de antes son idénticas
a las de ahora? También a nosotros se aplica la profecía de Baruc. La
Sabiduría, conocedora desde el principio de nuestras rengueras, un día “apareció
sobre la tierra y vivió entre los hombres” 1 y nos llama... “Date vuelta, Jacob y
búscame. Camina hacia el replandor, atraído por su luz. No dejes que otro se
adueñe de tu gloria, ni pierdas tu dignidad de hijo para confundirte con el
extranjero”. Y en el verso siguiente, agrega el profeta: “Felices de nosotros, Israel,
porque Dios es tan bueno con nosotros que nos reveló lo que le agrada” 2.
Antes que me señales que los problemas caídos sobre nuestra patria tienen causas
externas, yo te recuerdo, Lector Oriental, que somos la pizca de sal que debe
dar gusto a toda la masa. ¡Y buen provecho!
eduardo martínez addiego
1
Ba 3,36. Es la misma Sabiduría personificada que se presenta en Pr 8,22-31,
que podemos reconocer en Jn 1,1-14, y que el Bautista señala como el que
perdona el pecado del mundo.
2
Cf Ba 4,2-4.
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