UNA MIRADA SEXOLÓGICA SOBRE LA POBLACIÓN MARROQUÍ EN MARRUECOS Y EN ESPAÑA. MATRIMONIO, PAREJA Y CORTEJO Lidia Luque Morales Juan Ignacio Castien Maestro RESUMEN La sexualidad constituye un aspecto fundamental de la existencia humana. Es además una dimensión de esta existencia que cambia en función del contexto social e histórico. De ahí que su estudio nos ayude a comprender mejor las diferencias entre distintas sociedades y culturas, así como los procesos de cambio social, en especial, la repercusión de los grandes transformaciones históricas sobre la vida cotidiana de las personas. De este modo, el estudio de las prácticas eróticas puede convertirse en un objeto privilegiado para la investigación sociológica. Así va a serlo tanto más aún en la medida en que la conducta erótica en un sentido estricto se encuentra articulada con toda una serie de vivencias, revestidas a veces de una fuerte carga emocional, de creencias y actitudes y de actividades no estrictamente sexuales. Ese conjunto, más o menos articulado, de prácticas y representaciones en torno a las prácticas eróticas, es lo que entendemos por amatoria. Esta amatoria puede operar, así, como una entidad mediadora entre la sexualidad, en un sentido más estricto, y el contexto sociológico, en términos más amplios. En su condición de tal, va a proyectar sobre los aspectos más estrictamente sexuales del comportamiento humano algunas influencias del contexto social global, pero, al mismo tiempo, va a verse afectada también por las modalidades más específicas que pueda tomar este mismo comportamiento. Por todo ello, esta amatoria constituye un objeto sociológico de una gran relevancia, así como un excelente indicador de las diferencias entre distintas situaciones sociales. La presente comunicación se inserta dentro de una investigación doctoral llevada a cabo por Lidia Luque Morales, bajo la dirección de Juan Ignacio Castien Maestro. Su propósito es el estudio de las prácticas amatorias entre la población marroquí en Marruecos y en España. El principal interés de este colectivo, desde el punto de vista 1 sociológico, radica en su complejidad y en su heterogeneidad. La sociedad marroquí es una sociedad sujeta a un cambio social, muy rápido, pero también muy desequilibrado. Exhibe, por ello, una gran complejidad, derivada, en lo fundamental, de la combinación a todos los niveles entre elementos tradicionales y modernos. Los marroquíes emigrados, al tener que vivir en una sociedad muy distinta de la suya, experimentan un acrecentamiento de toda esta complejidad. Todo ello da lugar a numerosas contradicciones y tensiones, así como a distintos intentos de ajuste, más o menos exitosos. Ello repercute en las distintas facetas de la vida de estas personas, incluidas la amatoria y la sexualidad. De ahí que el estudio de las mismas nos pueda proporcionar numerosas claves acerca de este colectivo. Va a venir a constituir una suerte de ventana a través de la cual podremos observar otros muchos aspectos de la vida social tanto en España como en Marruecos. La investigación posee un claro carácter cualitativo. La principal técnica empleada ha sido la entrevista semiestructurada, dirigida tanto a inmigrantes marroquíes, como a profesionales, de distintas nacionalidades, que trabajan con este colectivo. La amatoria constituye un campo de estudio extraordinariamente amplio, imposible de cubrir en esta comunicación. Por ello, hemos optado por centrarnos en una de sus facetas particulares, como lo es la del establecimiento de relaciones de pareja, que podrá desembocar en la constitución de un matrimonio. Vamos a centrarnos en exclusiva en las relaciones heterosexuales, ya que las de carácter homosexual son objeto de una fuerte estigmatización en el medio que estamos estudiando, lo cual las sitúa dentro de una problemática muy diferente. PALABRAS CLAVE Amatoria, sexualidad, Marruecos, inmigración, Islam. 2 I. La amatoria como objeto sociológico La sexualidad constituye un aspecto fundamental de la condición humana. Esta sexualidad constituye una compleja articulación de elementos biológicos y culturales. A la actividad sexual en un sentido estricto, se le suma la erótica, y a esta última la amatoria. Mientras que la erótica hace referencia a un conjunto de prácticas, deseos y representaciones directamente ligadas a las vivencias, la amatoria comprende aquellas otras más indirectamente relacionadas con la misma, como ocurre, por ejemplo, con las técnicas de seducción, de cortejo, la organización de la pareja y demás. No se ocupan, pues, del sujeto aislado, sino de un sujeto que necesariamente interactúa con otros, negociando continuamente con ellos (Master y Jhonson, 1976). La sexualidad, la erótica y la amatoria pueden entenderse, así, como tres grandes campos dentro del hecho sexual humano. Dentro de cada uno de estos tres campos podemos distinguir luego entre las modalidades masculina y femenina, los matices homo o heterosexuales y las particularidades. Estas últimas atañen a la expresión de diferentes deseos, sean o no aceptados por un determinado sistema normativo. De este modo, el término particularidad, acuñado por Ellis (1913) y Hirschfeld (1962), se opone al de perversión ideado por Kraft Ebbing (1950), cuyas connotaciones moralizantes resultan obvias. En su condición de entrecruce entre lo biológico y lo cultural, la erótica conlleva una difícil combinación entre el deseo y la norma. Como nos ha enseñado el psicoanálisis, el deseo responde a unos fundamentos biológicos, pero es relativamente moldeable, al reposar sobre pulsiones flexibles y no sobre instintos rígidos. En consecuencia, puede ser redirigido y puede ser asociado a distintas vivencias y representaciones. Puede ser, pues, culturizado, pero sólo hasta un cierto punto. Más allá de este punto, empiezan las contradicciones entre la norma social y el deseo individual, con todas represiones y sublimaciones que ello puede conllevar. Cuanto más rígida sea la norma social, mayores serán los problemas en este aspecto. Por supuesto, esta dialéctica entre lo biológico y lo cultural se produce igualmente en las demás facetas de la existencia humana. Sin embargo, en el caso de la sexualidad, reviste una especial intensidad, derivada tanto de la fuerza del deseo erótico, como de la amplia reglamentación de la que es objeto en todas las sociedades, habida cuenta de su importancia intrínseca y de sus relaciones con la reproducción biológica y la transmisión a través suyo de las propiedades y los status. Esta especial intensidad de la dialéctica entre lo biológico y lo social la vuelve más 3 fácilmente observable. De ahí que entonces su estudio puede proporcionarnos algunas claves para entender mejor esas otras facetas de la existencia humana. Esta misma centralidad de la sexualidad, la erótica y la amatoria en la vida social supone una conexión de las mismas con los más diversos aspectos de nuestra vida. Ello las convierte a todas ellas en hechos sociales totales, en el sentido en el que lo entendía Marcel Mauss (1971). Siguiendo también a Georg Lukács (1985) podemos considerarlas como totalidades concretas en donde se entremezclan una multitud de determinaciones sociales diferentes. Desde ambas perspectivas podemos concebir estos distintos campos de actividad como una especie de ventana, desde la cual podemos otear una amplia extensión de la vida social. Si esto ocurre con cada uno de estos tres campos de actividad, tanto más va a hacerlo con la amatoria en particular, dado la mayor amplitud de la misma, que la conecta con un mayor número de actividades sociales. De ahí que el estudio de la amatoria pueda revestir una enorme importancia desde el punto vista sociológico. Más en concreto, la amatoria puede operar como un objeto sociológico privilegiado, cuyo estudio puede permitirnos acceder a otros muchos procesos sociales. En particular, al estar influida por una serie de grandes procesos sociales, podemos decir que en ella se refractan tales influencias, lo cual permite observar estos procesos macrosociales desde nuevos, y enriquecedores, puntos de vista. Considerando que la amatoria, la erótica y la sexualidad constituyen facetas específicas de la actividad cotidiana, en el sentido inspirado en las aportaciones de Agnes Heller (1977), de aquellas actividades tendentes a la reproducción inmediata, tanto biológica, como social, del individuo particular (Castien, 2003a), su estudio puede resultar de una gran utilidad, desde el momento en que la investigación de lo cotidiano nos ayuda a superar esa excesiva tendencia a la abstracción en la que incurren a menudo las ciencias sociales (Heller, 1977b). En concreto, el estudio de la amatoria nos conecta con una serie de cuestiones sociales de gran calado. Lo hace, en primer lugar, con todo lo relacionado con las diferencias de género. Así, las formas de la amatoria son muy distintas según los roles establecidos por la sociedad estén claramente diferenciados o no y según exista una mayor o menor jerarquía entre ellos. Lo mismo ocurre con las nociones generales acerca del pudor y de la vergüenza en relación con el cuerpo y la sexualidad, nociones además bastante relacionadas con toda esta problemática. Por último, nos remiten también al 4 carácter que tienen las relaciones de pareja, como relaciones más o menos independientes o como parte de un entramado social mucho más complejo. No es lo mismo un matrimonio por amor, que un matrimonio convenido y dirigido ante todo a asegurar alianzas entre familias y una determinada gestión de los patrimonios familiares. II. La amatoria en la población marroquí en Marruecos y en España como objeto de investigación La presente comunicación se inserta dentro de una investigación doctoral llevada a cabo por Lidia Luque Morales, bajo la dirección de Juan Ignacio Castien Maestro. Su propósito es el estudio de las prácticas amatorias en la población marroquí en Marruecos y en España. El principal interés de este colectivo, desde el punto de vista sociológico, radica en su complejidad y en su heterogeneidad. La sociedad marroquí es una sociedad que exhibe una llamativa complejidad. Gran parte de esta complejidad procede de una coexistencia entre distintos sistemas culturales. Semejante pluralismo cultural resulta, por supuesto, muy enriquecedor, pero a veces también es difícil de manejar. Existen en particular distintos códigos normativos que dirigen la actividad de las personas en sentidos opuestos, de tal modo que muchas veces no está claro cómo hay que conducirse. Nos encontramos, así, ante un mundo social muy contradictorio. Tales contradicciones tienen efectos muy dispares sobre la existencia de las personas concretas. Por una parte, las someten a una cierta confusión y desorientación. Pero, por la otra, les otorgan una peculiar libertad, derivada del hecho de que se dispone de un amplio abanico de posibilidades de actuación, las cuales pueden ser legitimadas escogiendo unos u otros códigos normativos según convenga. Estas contradicciones normativas tienen unos orígenes muy diversos. Para empezar, en el Marruecos tradicional existía una importante contraposición entre los mandatos de la ley islámica, la shar’ia, y las formas en que mucha gente se conducía luego en su vida cotidiana. Este desfase obedecía a distintas razones. La primera de ellas estribaba en que en muchos lugares la gente se guiaba en mayor medida por una costumbre local, el ‘orf, distinta de la ley islámica. Pero también se debía al hecho de que a menudo imperaba una concepción muy convencional de la moral, de tal modo que importaba más el seguimiento aparente de la norma que su respeto genuino, siempre y cuando se mantuviesen ciertas apariencias. Así, en definitiva, resultaría demasiado simplista 5 suponer que la sociedad marroquí tradicional se encontraba guiada por la normativa islámica. La modernización de Marruecos ha introducido todavía mayor complejidad en este panorama. De un lado, ha introducido nuevos códigos morales y normativos de origen occidental. Estos códigos tienen un carácter secular y son, en general, mucho más permisivos que los tradicionales. Su irrupción ha supuesto, por ello, la aparición de nuevas contradicciones. Al mismo tiempo, la propia modernización de Marruecos ha permitido una mejor islamización de la gran mayoría de origen rural y humilde que había tenido hasta entonces un contacto escaso con el Islam en sus formas más elaboradas. A ello se ha añadido en las últimas décadas un complejo movimiento de reislamización de las prácticas cotidianas. Se trata de un movimiento que obedece a razones muy diversas, como una necesidad de afirmación identitaria frente a Occidente, un cierto repliegue tradicionalista, o una búsqueda de unos códigos culturales integradores (Castien, 2012). De cualquier manera, nos encontramos, como puede apreciarse, ante una serie de procesos contradictorios, que enriquecen y complejizan aún más nuestro objeto de estudio. Esta complejidad se observa en especial en el campo de las relaciones entre los sexos. Se constata una creciente incorporación de la mujer al mundo del trabajo asalariado y del estudio. Asimismo, diversas mujeres han logrado un marcado protagonismo en la vida pública. Se han producido también sucesivas reformas en el Código del Estatuto Personal, la Mudawana. Este código se basa directamente en los desarrollos jurídicos llevados a cabo por la escuela malekí de derecho islámico, la oficial en el país, a partir de lo establecido en el Corán y la Sunna. Se trata, pues, de un código legislativo inserto dentro de la tradición religiosa del país. Sin embargo, este código, al igual que el de otros países musulmanes, ha ido experimentando distintas reformas dirigidas a lograr una mejora relativa de la situación de la mujer, eliminando la obligatoriedad del tutor matrimonial, poniendo trabas a la poligamia, ordenando que los divorcios se realicen en los tribunales, etc. Con este fin se ha utilizado ampliamente la noción de interés común, maslaha, presente en el derecho malekí. Esta noción ayuda a interpretar los mandatos revelados de un modo relativamente flexible, sobre la base de que la interpretación preferible debe ser aquella que contribuya en mayor medida al bien público. Ello permite una cierta adaptación a las condiciones concretas, en donde cobra sentido este interés común, y, por lo tanto, a los distintos cambios que se van dando en la sociedad. 6 Empero, todos estos cambios sociales y jurídicos son objeto hoy en día de debates enconados entre diferentes sectores de la sociedad marroquí. La emigración a países occidentales introduce aún más complejidad dentro de este escenario. Ante todo, implica una confrontación más directa con el mundo moderno que la que se está dando en el propio país de origen. Asimismo, parte de las prácticas culturales del inmigrante pueden no ser bien vistas por la población local, lo que puede dar lugar con frecuencia a un proceso de estigmatización en el sentido goffmaniano (Goffman, 1970). Esto va a ocurrir en gran medida con todo lo concerniente a la amatoria. No en vano, el campo de la amatoria constituye uno de los principales puntos de divergencia entre ambas sociedades. La sociedad marroquí es una sociedad donde siguen imperando en una gran medida una serie de prácticas y representaciones patriarcales, que a menudo son vinculadas con versiones conservadoras del Islam. De acuerdo con las mismas, existe una marcada desigualdad entre los sexos y unas normas sobre el pudor muy estrictas, que afectan especialmente a la mujer. Por el contrario, en el caso de la sociedad española, la igualdad entre hombres y mujeres es mayor y las normas de pudor son también diferentes. Las divergencias en estos aspectos se han convertido en fuentes de una serie de incidentes y de debates políticos, como los relacionados con el uso del hiyab. Todo ello da lugar a una serie de respuestas por parte de la población marroquí, que se plasman en comportamientos muy diversos. En ciertos casos, se produce una suerte de repliegue conservador y se intenta recrear un modo de vida tradicionalista; en otros hay una especie de mimetización con el ambiente, y en otros también una compleja e inestable combinación entre estos diferentes estilos de vida. Este tipo de combinaciones son un tanto sutiles, en el sentido de que suponen combinaciones entre distintos elementos culturales, en las cuales las diferencias entre unas y otras sólo pueden ser apreciadas tras unos exámenes minuciosos. No estamos en un mundo de blancos y negros, sino de tonos grises, donde no es fácil distinguir a primera vista el gris oscuro del gris claro. Dada la amplitud del campo de la amatoria, en esta comunicación hemos optado por centrarnos en una vertiente particular de la misma, constituida por el estudio de los procesos de formación de parejas, que pueden desembocar en matrimonio. Este objetivo general se desglosa luego en una serie de temas más particulares. Nos interesa, de este modo, estudiar, en primer lugar, en qué medida la decisión de formar pareja corresponde a los dos primeros interesados o intervienen en ella otras personas, como sus parientes. Así, queremos estudiar en qué medida estamos ante posibles matrimonios 7 por libre elección de los cónyuges o convenidos. Obviamente, van a existir una serie de tipos intermedios entre ambos extremos, tales como aquellas relaciones aconsejadas por la familia, o aquellas otras que pueden ser desaprobadas. Hay que investigar entonces cuál es el poder que tiene la familia para encauzar estas relaciones. Nos interesa igualmente, en segundo lugar, el estudio de todo el proceso que conduce al matrimonio. Nos centramos en si existe un noviazgo, en el sentido general de un período de tiempo, de una cierta amplitud, en el cual las dos personas se van conociendo y van intimando progresivamente, hasta poder, eventualmente, desembocar en una relación de convivencia. Vamos a ocuparnos, así, de distintas variantes, como el noviazgo formal y público y el noviazgo discreto, que puede mantenerse oculto o ser conocido por los padres, pero tolerado siempre que se mantenga con discreción. El tercer tema que más nos interesa viene dado por el grado de permisividad sexual existente previamente al establecimiento de esta relación de convivencia. A este respecto posee una clara relevancia todo lo relacionado con la virginidad femenina. La importancia de ésta no viene reseñada como tal en el Corán, pero sí la posee en las tradiciones de toda la región, del mismo modo que hasta tiempos recientes la ha poseído en una gran parte del mundo occidental (De Beauvoir, 1987a). El cuarto, y último, tema va a estribar en lo que podemos llamar el cortejo. En este cuarto punto podemos distinguir dos grandes temas de interés. Uno se halla constituido por los procesos de “encuentro”. Se va a tratar, entonces, de estudiar cómo se produce el encuentro entre personas que, eventualmente, pueden acabar entablando una relación de pareja. Nos interesan los lugares y las ocasiones sociales en que ello tiene lugar. El otro tema de interés comprendido dentro de este último apartado atañe a las técnicas de cortejo propiamente dichas. Buscamos, de este modo, información acerca de cuestiones tales como si existe aquí una división de roles, de tal manera que al varón le corresponde el rol activo y a la mujer el pasivo, así como cuáles son también las tácticas y las técnicas que se utilizan en el cortejo propiamente dicho. III. Matrimonio, pareja y cortejo entre los marroquíes en Marruecos y en España En consonancia con lo ya enunciado más arriba, nos encontramos con una enorme variedad de situaciones en lo que respecta al matrimonio, la pareja y el cortejo entre esta población. Con el fin de introducir algo de orden en este abigarrado conjunto de situaciones, vamos a servirnos de un cierto eje temporal. De este modo, vamos a 8 trabajar con dos grandes modelos. El primero va a ser el tradicional y patriarcal que sigue existiendo en gran medida. Este modelo viene avalado por las interpretaciones más conservadoras del Islam, desarrolladas en el corpus del derecho islámico tradicional. De acuerdo con este modelo tradicional, existe una fuerte desigualdad entre el hombre y la mujer. El hombre es el cabeza de familia en el pleno sentido del término y la mujer una eterna menor. La filiación se establece por línea preferentemente masculina. Se hace preciso controlar la conducta erótica de la mujer para asegurar la paternidad legítima. Todo ello implica una fuerte segregación entre los sexos, unas duras normas del pudor, que recaen sobre la mujer, y una fuerte restricción de su libertad de movimientos. Se considera que debe permanecer en casa y estar fuera de ella, solamente si tiene alguna justificación para ello. En un contexto semejante, no existe prácticamente espacio para el cortejo y la seducción. De hecho era habitual que los cónyuges no se conocieran, si bien, cuando eran parientes sí era más fácil que lo hubieran hecho. Asimismo, en los estratos populares estas normas de segregación sexual no podían mantenerse de un modo tan estricto, debido a la necesidad que existía de que la mujer contribuyese al mantenimiento de la familia. Con todo, el modelo de elevada segregación era el modelo ideal, llevado a la práctica por los grupos más acomodados, y el ascenso social solía implicar un esfuerzo por atenerse a tales nuevas normas, tanto en Marruecos como en otros países de la región (Peters et al, 1990). En este contexto, la principal función social de la mujer y su fuente de status era el alumbramiento, especialmente el de niños varones. Esta valoración de la maternidad y la paternidad sigue estando muy extendida, por más que hoy en día se observa, sobre todo en los medios urbanos y en las parejas jóvenes, una fuerte caída de la tasa de natalidad. En línea con estos valores, no debe sorprendernos que la planificación familiar puede ser vista como un medio no para restringir la fertilidad, sino para aumentarla. Así, según Mariví Ramírez, psicóloga y sexóloga que ha trabajado en talleres de sexualidad con las mujeres marroquíes explica les interesa, saber los días más fértiles porque algunas lo querían saber no para evitar tener hijos sino que nos hemos encontrado la demanda de precisamente como provocar la fertilidad. Este modelo está, sin embargo, muy lejos de ser monolítico. Por el contrario, parece haber sufrido siempre una serie de contradicciones. En primer lugar, como es fácilmente constatable, reposa sobre una fuerte represión sexual. Los análisis freudianos clásicos, centrados en la familia patriarcal occidental, encuentra hoy en día una clara aplicabilidad en las sociedades arabo-musulmanas, clásicas y modernas (Boudhiba, 9 2001a). Aparte de todas las patologías a lo que ello da lugar, nos encontramos también con que puede haber en muchos casos un descontento, que aumenta la receptividad hacia otros modelos. De hecho, así ha sido y así se ha manifestado de ciertas maneras. Por ejemplo, a pesar de todas las prohibiciones, ha existido la idea del enamoramiento, del matrimonio por amor, e incluso de la lucha por lograrlo pese a los obstáculos planteados por la familia. Hay una extensa tradición poética al respecto (Boutros-Gali, 1996). Pero se centra ante todo en el amor desgraciado, en el amor no realizado por culpa de impedimentos sociales. Recordando a Engels (1971), resulta bastante claro que en estas sociedades, al igual que en otras muchas, el amor ha sido un hecho real, pero también excepcional y que no encajaba apenas con las formas sociales establecidas. Un segundo hecho que hay que tener en cuenta es que este modelo patriarcal mantiene unas relaciones complejas y ambivalentes con el deseo erótico. En lo que se refiere a la erótica masculina, nos encontramos con que la misma es valorada y ligada a todo un ethos con un fuerte carácter autoafirmativo y agonístico (Castien, 2003b). Lo mismo ocurre con el hecho de tener una descendencia numerosa. El impulso sexual del varón se considera muy intenso. Ésta es tradicionalmente una de las razones por las que se autoriza la poligamia. Esta sexualidad agonística ser una fuente de problemas cuando se dirige en una dirección ilegítima. Por eso, se considera que debe evitarse el provocarle, para lo cual se insiste en el pudor femenino. A la mujer le corresponde reprimirse y autocontrolarse en mayor medida que el hombre. Sin embargo, este aspecto característico de las sociedades patriarcales presenta aquí ciertos matices. La Sunna considera legítimo el placer sexual femenino, dentro de un orden. Asimismo, la visión del cuerpo, de la carne, del sexo, es menos negativa en la tradición islámica que la cristiana (Boudhiba, 2001b; Heller y Mousbahi, 1995). Pese a ello, a menudo se ha pretendido prácticamente eliminar el placer sexual femenino, una exigencia, por cierto, bastante funcional para el funcionamiento del sistema patriarcal. El segundo modelo, que se contrapone al anterior, sería el modelo moderno e igualitario, parecido al que ya es la regla imperante en los países occidentales y que es practicado en gran medida por parte de la población marroquí, tanto en su país de origen como en la emigración. Esta población conoce ambos modelos bastante bien y toma distintas posiciones, según el caso, acerca de los mismos. En gran medida se observa un paso relativo del modelo tradicional al moderno. Esta evolución viene favorecida por la propia modernización de la sociedad marroquí y por la importación de modelos de comportamiento del mundo occidental. Ambos procesos son en gran parte 10 convergentes. La modernización en curso debilita la familia extensa y patriarcal y potencia una familia nuclear más independiente, ya que la unidad económica regida por el hombre de edad se disuelve en gran parte y los hijos pasan a poseer sus propias fuentes de ingresos. En estas condiciones, resulta más fácil que los progenitores pierdan importancia en la elección de los cónyuges. Asimismo, el acceso progresivo de la mujer al trabajo remunerado y a la educación le otorga más poder con relación al varón (Bessis y Belhassen, 1994; Daoud, 1993). En tales condiciones, el control tradicional del comportamiento femenino, como un medio para garantizar en última instancia una paternidad legítima que asegure la correcta transmisión del patrimonio, pierde mucha de su anterior importancia. Todos estos cambios sociales favorecen entre ciertos sectores una mayor receptividad hacia modelos de comportamiento importados de Occidente. Obviamente, los elementos “discordantes” en la sociedad tradicional, como el descontento ante la represión y el mayor reconocimiento de la legitimidad del placer sexual, especialmente el femenino, pueden predisponer a una mayor aceptación de estos modelos importados. Hay que decir, con todo, que en la actualidad se experimentan en Occidente nuevos modelos de relación distintos de la pareja estable, tales como una mayor fluidez en las parejas, un amor líquido (Baumann, 2005) o la soltería, como una opción vital más acorde con una orientación individualista (Onfray, 2002). No obstante, estos dos modelos puros se entremezclan muy a menudo. Vamos a dedicar el resto de esta comunicación a estudiar algunas de estas modalidades intermedias. Tenemos que comenzar por tomar en consideración que aunque en la práctica siga operando el modelo tradicional, éste puede ser muy criticado. Este hecho es especialmente explicable por la brecha generacional entre la generación mayor y la más joven. Asimismo, el modelo más tradicional puede no estar funcionando ya como lo hacía antes, pero puede no haberse desarrollado un sustituto. Esta situación parece bastante habitual. Por ejemplo, la soltería se alarga más allá de la treintena, frente a un modelo anterior de matrimonios tempranos, en la adolescencia. Ello suele provocar un gran malestar en las personas directamente afectadas, y en sus familias. Resulta más dramático todavía en el caso de las mujeres, ya que el matrimonio es en el sistema patriarcal el medio mediante el cual la mujer alcanza un status respetable (De Beauvoir, 1987b). Entre las razones de esta soltería prolongada, tenemos que destacar el hecho de que muchos varones, en mayor proporción que las mujeres, están en la emigración, lo cual los retira en parte del “mercado matrimonial”. Lo hace sólo en parte, porque, como explica una mediadora social marroquí en España: “el que hace la reagrupación viene 11 aquí a trabajar. Busca una mujer. Baja a Marruecos. Su madre le busca una chica jovencita, la mayoría y se casan a lo tradicional. Le pide la mano, en un tiempo el acta de matrimonio, la fiesta de matrimonio y la reagrupa”. Ocurre, incluso, que el joven puede haber llevado una vida relativamente licenciosa en la emigración, alternando diversas parejas, antes de “sentar la cabeza” (Castien, 2003c). De cualquier manera, en espera de que ocurra esto, muchas mujeres permanecen solteras. Y el ir cumpliendo más años las desvaloriza lo que puede condenarlas a la soltería permanente (Ramírez, 1998). Un grupo de mujeres jóvenes, de entre veinte y veinticinco años, entrevistadas por Juan Ignacio Castien en Beni Mellal ilustran a la perfección las angustias ligadas a toda esta situación. Tenían miedo de ser consideradas ya demasiado viejas para casarse, aunque ellas se veían jóvenes. En varios casos, dejaron la escuela al terminar la primaria, aunque una de ellas había cursado toda la secundaria y había llegado a ir a la universidad. En todos los casos, el coste de mantenerlas mientras estudiaban fue considerado oneroso por sus familias, así que fueron retiradas de los estudios y se les encomendaron tareas domésticas que alternaban con trabajos esporádicos. Al coste económico de sus estudios, considerado menos asumible en el caso de la muchacha que del muchacho, se añadía, asimismo, el afán por reducir la visibilidad de las jóvenes, mediante su enclaustramiento. Un intenso control social, por parte de allegados y vecinos, las convertía en permanentes sospechosas de comportamientos indecentes, de modo que preferían quedarse en casa para evitar habladurías. Nosotras- nos decía una de ellas -estamos condenadas a sentarnos en casa y hacer las tareas domésticas, ver la televisión, dormir y nada más. Otra de ellas nos contó sentirse “fracasada”, con una existencia que no le permitía realizarse como persona. Sin poder buscar pareja ellas mismas, no les quedaba más que esperar que algún hombre pidiera su mano. En un caso así les sería enormemente difícil decirle que no. Su familia, como represalia, podía dejarla condenada a la soltería permanente. “Si ella no quiere casarse con él y los padres lo quieren, lo hará obligada. Hay chicas que lloran el día de su boda”. Hay que tener en cuenta, que como nos decía un joven de Beni Mellal: “En relación con la chica, la familia sueña con que venga un hombre a casarse con ella. Así, se quitará de los gastos familiares, porque los ingresos son bajos, y los gastos son varios, como por ejemplo el vestido y la comida”. Un breve análisis de estos casos puede resultar enormemente ilustrativo. Por una parte, vemos cómo, en efecto, el viejo sistema ha dejado de funcionar en gran parte. Ya no se asegura un matrimonio temprano. Las jóvenes son condenadas, así, a una 12 existencia, no sólo frustrante, sino extremadamente ociosa, sin poder proporcionar apenas ingresos a sus familias, a pesar de la humildad de estas. Hay que contar además con que, dado que estas personas carecen de propiedades y son únicamente asalariados, el matrimonio apenas funciona aquí como medio para tejer alianzas y regular la distribución del patrimonio. En tales condiciones un sistema tan represivo ha perdido su antigua utilidad, sin embargo, se mantiene. Las razones de que sea así parecen diversas. Puede que se trate únicamente de una suerte de inercia por parte sobre todo de la generación mayor. Pero a ello pueden estar sumándose otros factores. Quizá la baja consideración social que depara la pobreza se intente compensar con un énfasis en ciertos aspectos de la moral. Sería, pues, una forma de conservar la estima y consideración social, ante los demás y ante uno mismo. Otra posible razón para que este control sea tan extremo puede estar relacionada con la vida en el suburbio. El suburbio urbano está formada por personas originarias de distintos lugares. Son extrañas entre sí. Hay menos confianza entre ellas, como nos explican algunos informantes. En consecuencia, se tiene más miedo de las agresiones contra el honor de las mujeres del grupo, lo que conduce a incrementar las precauciones. Junto a estos casos tan extremos, tenemos otros más llevaderos. En ellos se intenta compaginar ciertos aspectos del modelo tradicional y del moderno. De este modo, se acepta el desarrollo de la familia nuclear y el matrimonio electivo, si bien los padres pueden aconsejar y, sobre todo, vetar ciertos matrimonios. Evidentemente, los criterios utilizados por ellos son relativamente claros. Tienen que ver con la honradez de la persona, especialmente la mujer, con su buen comportamiento y cumplimiento de las reglas del Islam, así como con su status social. Frente a estas cualidades, otras, como el encanto personal o la belleza física son minusvaloradas. “Shof al -yudur wa la alyulud”, “fíjate en las raíces y no en la piel” reza un conocido refrán al respecto. Hay que señalar, asimismo, que la institución del precio de la novia, mahar, que varía según el nivel económico de la familia de aquélla, hacía casi imposible tradicionalmente que un hombre pueda casarse muy por encima de su nivel. Esta dificultad se veía incrementada además por el hecho de que iba a ser la familia del novio la que se ocupase de la manutención de la nueva esposa, con el riesgo, generalmente inaceptable, de que ésta experimentase un descenso en su nivel de vida. Sin embargo, la oposición de los padres, especialmente en el caso del varón, puede no impedir el matrimonio. Un buen ejemplo de ello es el de un informante de Beni Mellal. Se trata de hombre de treinta y tres años, procedente de una aldea cercana. Sus padres son campesinos medios, con algo de tierra, 13 y son además shorfa, descendiente del Profeta, y miembros de la cofradía sufí Hamdushía. Estas dos circunstancias elevan su status social por encima de lo que determinaría únicamente su nivel económico. Nuestro informante se ha casado con una joven de familia muy humilde también de Beni Mellal, pero procedente de Ourika, en el Sous. A pesar de que ella también es de una familia de shorfa, su pobreza, el hecho de proceder del Souss, cuyos habitantes no tienen demasiadas buenas relaciones con los nativos de Beni Mellal y el hecho de que hubiera estado casada brevemente en el pasado, han llevado a sus padres a rechazarla, a mantener muy malas relaciones con su hijo y a no ayudarle económicamente a pesar de la pobreza en la que vive actualmente. Aparte de los problemas que puedan surgir por el rechazo de los padres, nos interesa estudiar los modos en que resulta posible el encuentro entre los futuros miembros de la pareja. Éstos son bastante diversos. Es conocido el papel que jugaba tradicionalmente el “amor suspendido” (Tharaud y Tharaud, 1930), es decir, el flirteo de azotea en azotea. La clave de esta práctica reside en que la azotea es un espacio semipúblico. Es más público que el interior del hogar, pero menos que la calle. Existen además numerosos pretextos para subir a ella y permite una cierta interacción. Tradicionalmente, han existido otros medios de entablar relaciones, como con parientes cercanos o aprovechando la relativa relajación del control social que se daba en ciertas ocasiones como las fiestas y bodas. En todos estos casos, era posible iniciar una mínima relación personal, que impulsara al joven a pedir la mano de la chica. De estar de acuerdo su familia en la petición y aceptar la de la joven, podría haber boda. Era fundamental que no hubiera intereses que lo obstaculizaran, en especial el interés en un matrimonio convenido. Como este interés no estaba siempre presente, existían ciertas oportunidades de que el matrimonio se realizase. Pero, incluso en el caso de tener éxito, este sistema tenía el grave inconveniente de que los futuros cónyuges se casaban sin apenas conocerse, lo cual podía originar futuros problemas. Con todo, en la medida en que los roles estaban bien definidos y en la medida también en que las esferas masculina y femenina estaban bastante separadas, con lo cual las relaciones de pareja no tenían tanta importancia, el problema podía solventarse. Existía la posibilidad del repudio de la mujer. Pero, aunque éste era discrecional, conllevaba un desprestigio de la mujer repudiada, lo cual podía ser considerado una ofensa por sus familiares, con los que, acaso, no conviniese malquistarse. Ello dotaba a las relaciones matrimoniales de una frecuente estabilidad. 14 Esta práctica que ocasionalmente se daba en el pasado del conocimiento previo parece haberse intensificado en la actualidad. En primer lugar, con la salida de la mujer al mundo del trabajo remunerado y el estudio aumentan las posibilidades de interacción. Ello hace que, justamente, entre ciertos sectores tales mujeres estén mal vistas, junto con los familiares que se lo permiten. Con todo, esta situación tiene sus límites. Una de las jóvenes de Beni Mellal a las que ya nos hemos referido nos comentó que este mismo control social hacía difícil entablar amistad con varones en los estudios y en el trabajo. En la actualidad, el uso de las nuevas tecnologías, como Internet y los teléfonos móviles, ayudan a sortear este control social y hacen más fácil el flirteo. Es ésta una función que también desempeñan los locutorios y cibercafés. Con la excusa de visitarlos, puede contactarse personalmente con personas del otro sexo que también estén presentes allí. Un joven marroquí de Fez que lleva en España 5 años, nos hablaba de facebook como de un nuevo modo de conocerse: la invito y podemos hablar, conocernos, si quedamos un día a tomar un café, esa es una opción que se ha añadido con el paso del tiempo con la tecnología. Con todo, estas redes sociales plantean un problema, son semipúblicas, con lo cual lo que se hace puede ser observado no sólo por extraños, sino por aquellos que tienen encomendado de manera preferente el control social sobre otros, como ocurre con los hermanos mayores sobre los menores, o los hermanos varones sobre sus hermanas. Justamente, en estos casos la pertenencia a una misma generación, hace más fácil que los encargados del control social, acceder también ellos a estos nuevos medios de eludirlo, cosa que, en cambio, puede estar vedada a los padres y a los parientes de mayor edad. Los lugares de encuentro se multiplican. Es lo que ocurre con los autocares, considerados un lugar privilegiado para iniciar relaciones. También ocurre lo mismo en las consultas médicas y las tiendas. También es frecuente que en muchos cafés el piso de arriba, más discreto, sea frecuentado por parejas. Todos estos breves encuentros se convierten a menudo en fundamento de una suerte de noviazgos discretos que suelen ser relativamente breves y rápidamente desembocan en matrimonio. Es lo que algún informante denomina “casarse a la marroquí”. Las razones de que lo sean son también bastante comprensibles. En primer lugar, que el noviazgo no se considere un fin en sí mismo, sino una vía para el matrimonio, que sigue siendo muy valorado por casi todo el mundo. En segundo lugar, el tabú de la virginidad femenina continúa estando muy extendido. Cuanto más dure el noviazgo, más probabilidades hay de que se cometa un “desliz”. Por último, aunque no 15 sea así, la gente puede pensar que sí lo ha sido, y ello puede afectar negativamente al honor de la mujer y al de su familia. El noviazgo es, pues, algo inestable. Es una especie de situación de transición entre dos estados estables y bien reconocidos, la de doncella y la de casada. La transición no debe prolongarse demasiado en el tiempo. El noviazgo en sí puede ser totalmente secreto, o puede ser tolerado, siempre y cuando no sea público. Una informante de cuarenta años, casada y residente en España desde 2003 nos explica a este respecto que “en el caso de que la pareja quiera verse antes del matrimonio, lo hace a espaldas de sus padres. Ahí las jóvenes pueden ir solamente chicos, la chica puede ir, pero no lo puede saber su mamá, su papá, sus hermanos…así con miedo (…) y puede ir con su novio a Tánger a 10 kms para no ver gente”. Es también frecuente el desplazamiento de aquellas parejas a lugares alejados donde pueden eludir el control social. Buen ejemplo de ello es el papel que juega una ciudad periférica y veraniega como Martil en relación con Tetuán, que se convierte los fines de semana en una auténtica ciudad de las “parejas”, como dice la población utilizando la palabra española. El uso del hiyab también cumple ciertas funciones interesantes a este respecto. Es sabido que dota de una respetabilidad añadida a quien lo lleva. Sirve para dar una imagen de seriedad, que evita ser molestada en lugares públicos, operando, así, como una suerte de salvoconducto social (Castien, 2010). De ahí que no resulte tan sorprendente que en estos casos su uso ayude a disimular relativamente el hecho de estar llevando a cabo una actividad, como este noviazgo, considerada de una licitud discutible. Así, el uso del hiyab ayuda a salvar las apariencias. Por ello mismo, se considera que la mujer, como en otros muchos lugares, debe “hacerse querer”, demostrar que no está fácilmente disponible, porque de parecerlo, ello la desprestigiaría. Como nos relata un joven inmigrante en España, oriundo de Fez, las chicas de allí al contrario que las españolas son “tímidas, que te cuesta un poco conquistarlas…porque piensa que si está contigo es una chica cualquiera que puede ser. Como lo hace conmigo, lo hace con todos los chicos”. En la misma línea, Mariví Ramírez, a la que hemos hecho alusión anteriormente nos explica que “en Marruecos, cuando una chica te dice que no, pues a lo mejor es que sí, en el sentido de que ella tiene que decir que no. Su papel no es de cumplir y sonreírte, sino que entre comillas debe hacerse la dura: no quiero nada, no me hables, y tú persiguiendo, persiguiendo (…) Pero en España no es igual”. Se considera, así, que la mujer debe “hacerse valer”. Ella tiene algo valioso que ofrecer, pero si lo ofrece con demasiada facilidad, quedará desvalorizada, a veces de un modo definitivo. Dada la concepción de la sexualidad masculina como 16 autoafirmativa y agresiva, incontrolable, se tiende a considerar que es a ella a quien le corresponde “guardarse”. Ello implica que una mujer que no se comporte de un modo tenido por suficientemente recatado, queda expuesta a ser considerada accesible. Así, la mayor presencia actual de mujeres en lugares públicos, las convierte en víctimas de situaciones de acoso. Como nos explica un informante tetuaní de 32 años asentado en España: “los chicos cuando están en la calle y ven chicas sin velo, incluso también hay algunas con velo, les persiguen y las consideran como permisivas y las están acosando continuamente y eso ya ha empezado a ser un problema en las calles de Marruecos en el mundo urbano”. Ni que decir tiene que estas diferencias en los códigos culturales generan a menudo problemas en la emigración. De igual manera, existe siempre la posibilidad de que la joven con la que se ha entablado el noviazgo sea al final “desvalorizada”, apta solamente para la diversión, y que se prefiera otra más recatada para “formar una familia”. El joven de Fez al que ya nos hemos referido anteriormente nos explica que “los jóvenes que tienen estudios (…), cuando salen con chicas de noviazgo, no les importa lo que lleva la chica, pero al momento de pensar en casarse (…), están buscando que tenga los criterios tradicionales y conservadores que existen, que tiene que llevar velo, ser creyente, practicante y esas cosas”. Situaciones, como vemos, no muy diferentes de las que caracterizaban a España hace no tanto tiempo. Este mismo esquema parece aplicarse también en la emigración. Allí los jóvenes valores, a salvo además de tanto control social, pueden dedicarse durante un tiempo a relacionarse de un modo libre, y lúdico, para luego casarse con una marroquí de comportamiento tenido por intachable. Naturalmente, un aspecto fundamental de este “hacerse valer” consiste en la preservación de la virginidad. El noviazgo puede venir acompañado de abstinencia sexual. Un inmigrante de origen tangerino, casado y con tres hijos nos habla así de esta abstinencia previa al matrimonio: “estaríamos juntos (…) aguantando las tentaciones (…) no puedo aguantar tenerte a mi lado y no tocarte,(…) una vuelta, hablar, todos esos temas (….) sin llegar lo que es a la cama… ‘tú tienes que hablar con tus padres, háblales y diles que mis padres quieren venir a pedir tu mano’”. En muchos, puede haber prácticas eróticas sin llegar a la penetración, así como sexo anal, el cual frecuentemente es considerado una práctica prohibida por el Islam, haram. Si bien prácticas como la de demostrar públicamente la virginidad de la novia el día de la boda están cada vez más en desuso, la virginidad sigue siendo valorada. Existe, así, la práctica de la reconstrucción quirúrgica del himen. En la medida, sin embargo, en que 17 se produce también una individuación de la pareja, se considera que estas cuestiones le conciernen sólo a ella y no al conjunto de la familia. Si la pareja ha mantenido relaciones eróticas previamente al matrimonio, eso será asunto suyo. Ahora bien, en la medida en que se sigue valorando esta virginidad, la mujer queda en una situación de dependencia, puesto que en caso de romperse la relación, le sería más difícil iniciar otra nueva. Por último, que muchos de estos matrimonios precedidos por un noviazgo breve y discreto pueden resultar problemáticos, debido al escaso conocimiento mutuo entre los cónyuges. Según el matrimonio pierde importancia como enlace entre familias extensas y concierne ya sólo a la pareja, desaparece un importante obstáculo para el divorcio. Se observa, en este aspecto, entre ciertos colectivos, una fuerte inestabilidad matrimonial. Podría decirse que, como en tantas otras cosas, el modelo del matrimonio arreglado entre familias se debilita, pero no se ha instalado previamente un modelo de pareja basado en el conocimiento mutuo y la mutua afinidad. Ésta parece ser, en definitiva, la situación global que hemos podido constatar en esta breve comunicación. Aunque la misma posee, en general, un carácter exploratorio, nos parece que ha servido ya para poner de manifiesto la increíble complejidad de este objeto de estudio, una complejidad derivada de un entrecruzamiento, bastante desordenado, entre distintos modelos culturales. De este modo, el carácter desequilibrado y moderno de la modernización acaba plasmándose en los aspectos más íntimos de la cotidianeidad, algo que, a su manera, nos enseñaron ya Thomas y Zaniecki (2004). IV. Referencias bibliográficas Bauman, Z (2005): Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, México, Fondo de Cultura Económica. Bessis, S. y Belhassen, S. (1994): Mujeres del Magreb. Lo que está en juego; Madrid; horas y horas Boudhiba, A. (2001): Sexuality in Islam, Inglaterra, Saqi Books. Boutros-Ghali, W. (1996): Le tradition chevaleresque des Arabes, Casablanca, Edif. 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