XI Congreso Español de Sociología Madrid, 10 – 12 julio 2013

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XI Congreso Español de Sociología
Madrid, 10 – 12 julio 2013
Título: “JUBILACIÓN. UNA MIRADA CON INQUIETUD HACIA EL FUTURO”
Grupo de Trabajo: 17º Sociología de la Edad y Ciclo Vital.
Autor: Gerardo Hernández Rodríguez
Institución de procedencia: Facultad de Sociología. Universidad de La Coruña
Dirección: Facultad de Sociología. Universidad de La Coruña. Campus de Elviña,
15071-La Coruña
Teléfono: 981/16.70.00 Ext. 4840
Fax: 981/16.71.03
Correo electrónico: [email protected]
Palabras clave: Jubilación, prejubilación, pensiones, crisis, sostenibilidad.
Resumen/Abstract: Nuestra sociedad está atravesando una situación crítica la cual
afecta a las jubilaciones y a las pensiones. La jubilación supone, de forma automática,
una disminución de los ingresos y un aumento del aislamiento social; pérdidas de status
y la reducción del poder adquisitivo por ser -generalmente- las pensiones de menor
cuantía que los ingresos habituales. En esta comunicación se estudia el estado actual de
las jubilaciones y las pensiones, las perspectivas futuras de las mismas y la percepción
que la población en general y los jubilados actuales y próximos tienen de esta situación,
así como el temor de que los cambios legislativos, sociales y económicos repercutan en
la cuantía de sus pensiones y su calidad de vida en unas edades en las que, en razón de
su condición de jubilados, se dan serias dificultades para el incremento de sus ingresos.
Texto:
Introducción:
El tema de estudio de esta comunicación es el del estado actual de las jubilaciones y las
pensiones, las perspectivas futuras de las mismas, la percepción que la población en
general y los jubilados actuales y los próximos jubilados tienen de esta situación,
partiendo de la premisa de una evidente inquietud no sólo por el futuro lejano, sino por
el inmediato que afectará a numerosas personas mayores que en la actualidad viven
pendientes de los cambio sociales, económicos y legislativos y el temor de que los
mismos repercutan en la cuantía de sus pensiones y su calidad de vida en unas edades en
las que, en razón de su condición de jubilados, ya no podrán incrementar sus ingresos
por la vía de los rendimientos o rentas del trabajo.
Desde el punto de vista social y profesional, la jubilación es la situación a la que pueden
acceder las personas que, atendida la circunstancia de la edad, cesaron voluntaria o
1
forzosamente en su trabajo profesional por cuenta ajena o por cuenta propia; es el
término del desempeño de tareas laborales remuneradas, a causa de la edad. Cada país
establece el momento cronológico de la vida en que se produce la jubilación. Como
norma social, se venía considerando que una persona se debía jubilar una vez
alcanzados los 60-65 años, según el tipo de trabajo que estaba realizando.
La problemática de la jubilación en la circunstancia histórica presente, como señala
César Gala (2010), adquiere un singular relieve debido a las dificultades económicas de
la coyuntura: crisis generalizada, alto índice de paro, baja natalidad, incorporación
creciente de la mujer al trabajo extradoméstico, el fenómeno de la inmigración, el
envejecimiento demográfico y el aumento de la esperanza de vida. El tema de la
jubilación se encuentra en el epicentro del problema que la evolución demográfica
plantea a la sociedad actual.
Tal y como planteaba Sandalio Gómez (2003), en el momento en el que el número de
trabajadores en activo no sea suficiente para garantizar el pago de las pensiones de los
jubilados, el sistema se declarará insolvente para hacer frente a sus compromisos. Las
medidas a adoptar, llegado el caso, se dirigirían a aumentar las cuotas de la Seguridad
Social de los trabajador4es en activo o a recibir una financiación adicional del sistema
tribuatario general, con las repercusiones de todo tipo que estas medidas podrían
acarrear, siempre y cuando fuera factible adoptarlas
De lo que no cabe duda, es que estamos atravesando una situación crítica y que los
cambios se imponen irremediablemente, afectando esa crisis y esos cambios, entre
otros, a la población mayor y a las jubilaciones y pensiones de dicha población.
La reacción ante la jubilación, varía de un sujeto a otro, dependiendo también de sus
condiciones sociales. En la adaptación de estas personas a la nueva situación,
Havighurst (1964) distingue tres etapas. En la primera etapa, dominan los sentimientos
de frustración y ansiedad, y pocos son los sujetos que se alegran de ella. En la segunda
etapa, la persona trata de buscar ansiosamente un nuevo rol social. En la tercera etapa,
tiende a producirse la estabilización en un nuevo rol encontrado. Los factores que
influyen en este proceso son el estado de salud mental, la autonomía económica, su
integración social y la amplitud de intereses.
Según un estudio llevado a cabo por AXA (2008), el 70% de los españoles que trabajan
aún no ha comenzado a preparar su jubilación, y no tienen previsto hacerlo, al menos,
hasta aproximarse a su medio siglo de vida. Es decir, solamente han empezado a hacer
previsiones un 30% frente a un 54% de la media de la encuesta y un 79% de los que
2
más lo hacen, los checos y los estadounidenses. También son los que más tarde lo
hacen, a los 50 años, sólo superados por los húngaros, a los 52 años, siendo la de 43
años la media de edad del total de la población estudiada. Pero cuando comprueban que
les quedan relativamente pocos años de vida, su mentalidad y su actitud queda afectada
de manera irrecuperable en muchos de los casos.
La falta de previsión contrasta, sin embargo, con la creencia de que el nivel de ingresos,
una vez que pasen a la situación de jubilados, será inferior al salario que actualmente
están percibiendo y que la Seguridad Social será reformada en los próximos años.
En realidad, no ha habido que esperarse mucho tiempo para que se lleven a cabo tales
reformas sino que, antes bien, parece que las modificaciones y nuevas disposiciones se
promulgan con frecuencia y sin que hayan sido puestas en marcha en su totalidad las
anteriores, como lo prueba el hecho de que el día 16 de marzo de este año 2013, el BOE
publicaba el Real Decreto-ley 5/2012, de 15 de marzo, “de medidas para favorecer la
continuidad de la vida laboral de los trabajadores de mayor edad y pormover el
envejecimiento activo”.
Prejubilación y jubilación flexible
La jubilación supone, de forma automática, una disminución de los ingresos y un
aumento del aislamiento social; pérdidas económicas y pérdida de status. La jubilación,
de hecho, implica la interrupción de la vida laboral, el replanteamiento de la vida
familiar, la disponibilidad de más tiempo libre, la necesidad de ocupar el abundante
ocio, la reducción ya señalada del poder adquisitivo por ser -generalmente- las
pensiones de menor cuantía que los ingresos habituales. Pero también supone la
posibilidad de dedicarse a actividades diferentes, de recuperar el tiempo a compartir, en
su caso, con el cónyuge y el resto de la familia, la perspectiva de hacer cosas que
siempre se han querido hacer y para las que antes no se encontraba la oportunidad o el
momento, de gestionar adecuadamente el tiempo libre y el ocio, haciendo que éste sea
creativo.
Pero también es el momento en el que, como sostiene Pedro G. Cuartango “si echamos
la vista a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que hay libros en las estanterías que
jamás volveremos a abrir, cantatas de Bach que no volveremos a escuchar, paisajes a los
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que nunca retornaremos. Pero lo más doloroso es que podemos haber perdido la
capacidad de gozar intensamente de los momentos como cuando éramos jóvenes”1
En este punto se plantea la alternativa entre la jubilación forzosa a una determinada
edad o la jubilación flexible y voluntaria en función de las capacidades, sin que ello
haya de suponer un choque entre las expectativas y las aspiraciones personales y los
intereses y las necesidades de la sociedad.
No obstante, la Comisión del Pacto de Toledo entendía que sería conveniente adoptar
medidas que impidieran cualquier tipo de discriminación por razón de la edad que
tuvieran como consecuencia la expulsión prematura del mercado de trabajo de personas
con plenas facultades físicas y mentales para continuar desarrollando su labor, y dejaron
para más adelante la introducción de una cláusula de limitación en las prejubilaciones.
El día 12 de julio del año 2002, se promulgaba la Ley 35/2002, de Medidas para el
establecimiento de un sistema de jubilación gradual y flexible.
Esta ley se fundamentaba, entre otras razones, en que “la presencia social activa de los
ciudadanos referente a la propia autoestima del trabajador, tiene efectos positivos sobre
el sistema de pensiones y, de modo más general, presenta indudables ventajas para el
conjunto de la sociedad que, de esta forma, puede aprovechar la experiencia y los
conocimientos de los trabajadores de más edad”. Consecuentemente con lo
anteriormente expuesto, esta ley establecía medidas y disposiciones referidas a la
jubilación flexible, la jubilación parcial y la jubilación anticipada.
En aquellos momentos y ya desde algunos años antes, mientras que los parlamentarios
europeos proponían el debate a nivel nacional para contemplar el retraso de la edad de
jubilación ante el envejecimiento de la población y el colectivo de los prejubilados
luchaba porque se reconociera y regulara jurídicamente la figura del prejubilado, no
pocas empresas españolas estaban llevando a cabo prejubilaciones incluso a partir de los
48 años.
La jubilación parcial se endurece en España en el momento de entrada en vigor del
conjunto de medidas anunciadas en el mes de mayo de 2010 por el gobierno. Esta
fórmula se reguló de forma más estricta en 2008 ante el coste que suponía al sistema de
la Seguridad Social permitir a los trabajadores jubilarse parcialmente, y pagarles parte
de la pensión, entre los 60 y los 65 años para abonarles la prestación íntegra a partir de
esa edad. La reforma del año 2008 estableció un periodo transitorio para que el
endurecimiento fuera progresivo.
1
Cuartango, P.G.: “Sombras del pasado”. El Mundo, 4 enero 2013.
4
El día 10 de noviembre de 2012, el secretario de Estado de Seguridad Social, propuso
aumentar un 50% la jornada de los jubilados a tiempo parcial y subir a 33 -desde los 30
fijados en esa fecha- los años de cotización para poder acceder a esta modalidad de
jubilación.
En relación con esta cuestión, y en cuanto a la precisión terminológica, es menester
recordar las diferencias existentes entre la jubilación anticipada y la prejubilación.
Por jubilación anticipada se entiende la situación en la que el trabajador se jubila entre
los 60 y los 65 años, teniendo derecho a percibir una pensión de la Seguridad Social,
pero con una penalización porcentual por cada año que le quede hasta cumplir los 65
años. Por su parte, la prejubilación tiene lugar cuando el trabajador no tiene derecho a
percibir pensión alguna de la Seguridad Social porque en el momento del cese de su
actividad laboral no tenía la edad requerida.
En general, cuando un trabajador aceptaba esta medida, podría disfrutar según en el
supuesto en que se encontrara, en alguna de las siguientes modalidades: Indemnización
por parte de la empresa y/o compromiso de futuro, prestación por desempleo o subsidio
por desempleo.
En este supuesto, generalmente se llegaba a un acuerdo entre la empresa y los
sindicatos, mediante un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) o plan de
prejubilación, para establecer una indemnización para el trabajador. La empresa puede o
no pagarle la Seguridad Social hasta su jubilación. En otros casos, el trabajador que se
queda sin trabajo pasa, en primer lugar, a percibir el subsidio de desempleo durante dos
años y, posteriormente, un seguro de desempleo acordado con la empresa hasta cumplir
los 61 años para poder jubilarse y tener una pensión.
A principios del año 2009 se estimaba que alrededor de un millón doscientas mil
personas estaban afectadas por prejubilaciones forzosas en España, prejubilaciones que
suponen un despilfarro de habilidades y saberes como, por otro lado, lo suponen para
las jubilaciones forzosas de ciertos profesionales, particularmente en el ámbito de la
creación, la investigación o la transmisión de conocimientos.
A pesar de la entrada en vigor de la Ley de Jubilación Gradual y Flexible, a pesar de las
recomendaciones del Pacto de Toledo, de la Unión Europea y de las directrices que
marcaba la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, a pesar de todos los estudios
nacionales e internacionales sobre los sistemas de protección social que inciden en la
necesidad de mantener a los trabajadores en el mercado laboral el mayor tiempo posible,
las jubilaciones anticipadas se convirtieron en los últimos años del pasado siglo y en los
5
primeros del presente, en una opción frecuentemente empleada por las empresas para
reducir sus plantillas sin conflicto. En el año 2012 las jubilaciones anticipadas
representaros en 42% de las jubilaciones registradas.
Las prejubilaciones han sido un procedimiento cada vez más frecuente para reducir
costes, rejuvenecer las plantillas, amortizar puestos de trabajo o solventar situaciones de
crisis como la que vivimos actualmente.
La diferencia con otros países de occidente ha estado en que mientras que en ellos se
reconocía la existencia de la crisis económica y se tomaban medidas, en España el
gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no sólo no las reconocía, sino que incluso la
ha negado y ha tildado de falaces y antipatriotas a quienes hacían referencia a tal
situación. Era un tiempo preelectoral.
Una de esas medidas que en diferentes países de Europa empezaron a adoptarse ha sido
la de retrasar la edad de jubilación, a la cual España se ha sumado más recientemente,
limitando primero el recurso a las prejubilaciones y prolongando voluntariamente la
vida laboral más allá de la edad legal de jubilación y proponiendo, después, que esta
prolongación tenga carácter forzoso con aplicación paulatina y progresiva hasta los 67
años. Esta medida ha entrado en vigor en enero del año 2013. Pero, por otra parte, se
mantenía la obligatoriedad de la jubilación forzosa a determinadas edades.
Como consecuencia de lo establecido en el Real Decreto-Ley 5/2013, de 15 de marzo,
por lo que se refiere a las jubilaciones anticipadas, la voluntaria solamente podrá
solicitarse dos años antes de cumplir la edad legal de jubilación vigente en cada
ejercicio, es decir, 63 años y un mes para 2013, que se irá aumentando de manera
progresiva, hasta alcanzar los 65 años en 2027, año en el que la edad legal de retiro
alcanzará los 67 años en virtud de la última reforma de las pensiones, con un mínimo
de 35 años cotizados, en tanto que la forzosa podrá adelantarse como máximo cuatro
años con una cotización mínima de 33 años.
Más fácil lo tendrán quienes deseen hacer compatible su pensión de jubilación con un
trabajo por cuenta propia o ajena, para lo que se precisa haber alcanzado la edad legal
de jubilación y haber adquirido el 100% de la base reguladora. Quienes opten por esta
modalidad percibirán el 50% de su pensión y el salario que obtengan por seguir en
activo, que en el caso de los funcionarios únicamente podrá provenir de una empresa
privada.
Crisis económica y jubilación
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De una etapa de bonanza económica se ha pasado a una fuerte recesión y las
consecuencias del elevado nivel de desempleo se han dejado sentir en las afiliaciones a
la Seguridad Social. Diversos países de Europa, como ya ha quedado expresado, han
acometido ya algunas reformas tales como poner freno a las prejubilaciones, el retraso
en la edad de jubilación o el aumento del periodo para el cálculo de la pensión.
Finlandia y Dinamarca han optado por incentivar la prolongación de la vida laboral y
han retrasado la edad de la jubilación hasta los 67 años, medidas que pueden tener
importantes repercusiones en el gasto y a las que también se ha sumado Alemania.
Bélgica ha decidido en el año 2009 el aumento de la edad de jubilación de las mujeres
de los 63 a los 65 años, siguiendo intacta la de los hombres en los 65 años de edad. En
el año 2010 Francia ha aprobado el aumento de la edad de jubilación de los 60 a los 62
años y de 65 a 67 para quienes no hayan cotizado el tiempo pertinente, en medio de
importantes protestas con huelgas y manifestaciones no exentas de una notable
violencia.
Otra opción, q ue ya se ha puesto en marcha en distintos países, consiste en aumentar el
periodo para el cálculo de la pensión, como es el caso de Francia, Austria, Finlandia,
Portugal, Eslovaquia y Suecia. En el caso de España, las medidas que han sido objeto de
debate y propuesta son el retraso de la edad de jubilación y el aumento de los años de
vida laboral a considerar para el cálculo de la pensión. Todo ello cuando el número de
desempleados llega casi a los seis millones de personas en los datos oficiales, la
esperanza de vida supera los 80 años y se cobra, como promedio, durante cinco años
más la pensión de jubilación.
Sin embargo, los ajustes aplicados hasta diciembre del año 2012, no eran suficientes
para la Comisión Europea que volvió a instar al gobierno español a retrasar más la edad
de jubilación, adaptándola a la esperanza de vida, con el propósito de frenar el gasto en
pensiones que, según la Bruselas, se iba a situar por encima de la media de la Unión
Europea.
En España, para el conjunto de la población trabajadora, no existe una edad de
jubilación obligatoria. La edad legal a partir de la cual se puede percibir el 100% de la
pensión es de 65 años, siempre que se haya cotizado durante 35 años. Sin embargo, se
puede continuar en el trabajo voluntariamente hasta los 70 años, con una bonificación
del 2% por año o jubilarse anticipadamente, con una penalización de entre el 6% y el
7,5%, dependiendo del número de años que se anticipe la jubilación. Asimismo, la edad
media de jubilación se situaba en los 62,6 años. En el año 2009, el 58,6% de las
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jubilaciones correspondieron a trabajadores con 65 años de edad (159.234) y el 41,4%
restante (112.427) lo fueron de forma anticipada, de los cuales un 24,1% (65.569)
tuvieron coeficiente reductor. Más de 65 años tenían 20.000 personas al jubilarse y unas
65.000 personas se retiran anticipadamente al año, pese a perder parte de su pensión.
La vía más utilizada es la de los trabajadores que eran mutualistas antes de 1967 los
cuales, ya sean trabajadores por cuenta ajena o autónomos, pueden retirarse a partir de
los 60 años con las penalizaciones ya señaladas en otro lugar de este trabajo. En
circunstancias similares también lo pueden hacer los afiliados al régimen general de la
Seguridad Social a partir de los 61 años siempre y cuando lleven seis meses en situación
de desempleo. Asimismo han podido acceder a esta situación quienes cumplían 64 años
y se acogían a la fórmula especial que establecía el conocido como contrato de relevo,
es decir, cuando otro trabajador ocupe su puesto.
Elevar la edad real de jubilación a los 65 años, frente a los 63 años y nueve meses
actuales, era la alternativa de quienes se oponían al retraso de la edad legal hasta los 67
años, tal y como proponía el Gobierno. En España, donde más del 40% de los
trabajadores se retiran de forma anticipada, los sindicatos ya anunciaron que no estaban
dispuestos a aceptar esta fórmula.
Retrasar la edad real de retiro supondría actuar sobre un colectivo de casi cien mil
personas que cada año se jubilan antes de cumplir los 65 años.
El nuestro es uno de los países europeos en el que los trabajadores dejan más tarde la
actividad profesional, pero no pocos analistas económicos afirman que eso no es
suficiente para garantizar a largo plazo el sistema actual de pensiones.
Los datos oficiales ponen de manifiesto que en España existen unos 368.000
perceptores de pensiones de jubilación menores de 65 años, es decir el 7% del total.
Pero también hay datos que indican que el 41% de las nuevas prestaciones de esta
naturaleza se generan antes de que el beneficiario cumpla los 65 años.
Por otro lado, son poco significativos los retiros o jubilaciones más allá de los 65 años,
pese a los incentivos ofrecidos para inducir a tomar esta decisión. Apenas se superan los
138.000 cotizantes mayores de esa edad. Una cifra que ha crecido un 37% en cuatro
años, pero que no incide sobre los principales parámetros del sistema. Además, los
perceptores de una pensión de jubilación flexible, combinando un contrato a tiempo
parcial con una parte de la pensión, eran en 2007 apenas 3.700 personas, menos de un
uno por mil del total, aunque esta cifra se haya multiplicado por diez desde el año 2002.
8
Según datos de la Encuesta sobre Personas Mayores 2010, llevada a cabo desde la
Secretaría General de Política Social, seis de cada diez personas mayores de 65 años
estarían de acuerdo en seguir trabajando después de esa edad si se les ofreciera la
posibilidad de hacerlo. Esta proporción se eleva hasta el 65% entre personas con edades
comprendidas entre los 55 y los 64 años. Se calcula en que el años 2050 España será el
país de la Unión Europea con mayor proporción de jubilados (35,6%) y menos personas
en edad de trabajar (52,9%). En octubre del año 2010, las pensiones de jubilación
representaban el 59,4% del total de las pensiones contributivas del sistema de la
Seguridad Social, incluyendo en las mismas, además de las de jubilación, las de
incapacidad permanente, viudedad, orfandad y favor familiar.
En relación con el tránsito a la jubilación y las condiciones en las que lo hacían los
trabajadores españoles, así como el cómo y cuándo de su preparación recurrimos de
nuevo al estudio de AXA (2008) para constatar como la edad ideal para la jubilación de
los españoles todavía activos, es la de los 58 años, mientras que para los ya jubilados lo
es la de 61 años. Sin embargo, la edad prevista por los primeros para el cese de su
actividad profesional se eleva hasta los 63 años, en tanto que la edad real en la que los
jubilados pasaron a esta situación ha sido la de 62 años de edad. Entre los 26 países de
los cinco continentes comprendidos en este estudio, de los cuales España es comparada
con dieciséis, solo en Suiza los trabajadores se jubilan realmente a la misma edad que
los españoles, no siendo superados por ninguno de los naturales de las restantes
naciones.
Las medidas propuestas por el gobierno habían de contar con el informe favorable de la
Comisión del Pacto de Toledo y eran las siguientes:
Retrasar la edad legal de jubilación desde los 65 a los 67 años. La medida se aplicaría de
forma gradual a partir del año 2013 y quedaría totalmente implantada en el 2025.
De hecho, y según lo establecido en enero de 2013, se mantiene la posibilidad de
jubilación a los 65 años con toda la pensión, cuando se acredite un periodo de cotización
que aumentará progresivamente desde los 35 años y 3 meses en 2013 hasta los 38 años
y 6 meses en el año 2027.
Más años de cotización. En el supuesto de retirada de la medida anterior, una alternativa
sería la de ampliar de 35 a 38 los años necesarios para percibir el 100% de la pensión.
Ampliar el periodo de cotización exigido para calcular la pensión. En la actualidad, el
plazo es de 15 años -los últimos antes de la jubilación-. El gobierno se limita a plantear
este periodo de 15 a 25 años para tener derecho a percibir la pensión, aunque había
9
quienes propusieron que esta ampliación abarque al total de la vida laboral del
trabajador, lo cual supondría una reducción considerable en estas pensiones,
especialmente para las personas que hubieran trabajado más años en su vida.
Eliminar las pensiones de viudedad vitalicia en algunos supuestos como, por ejemplo,
“cuando la convivencia familiar haya sido breve y no existan descendientes”. Se podría
compensar con un pago único.
Mejorar la financiación del sistema, incrementando las bases de cotización a la
Seguridad Social.
Frenar las prejubilaciones y restringir las jubilaciones anticipadas. El gobierno pretendía
elevar progresivamente la edad de prejubilación hasta los 58 años, desde los 52 actuales
y limitar este tipo de reducción de plantillas a las empresas con beneficios, y que
cofinanciaran los sobrecostes que ocasionan a la Seguridad Social.
Durante el periodo que comprende desde el año 2013, cuando el gobierno propuso que
empezara el cómputo al que más arriba nos hemos referido, hasta el 2025, se ha
estimado que la Seguridad Social se ahorraría 1.614 millones de euros. En esos doce
años, que se considera el periodo de adaptación, la reforma se introduciría de forma
progresiva y cada año el ahorro sería de 134,5 millones de euros.
El gobierno ha suspendido, a partir de enero de 2013, durante tres meses la aplicación
de los artículos en materia de jubilación anticipada y parcial que contemplaba la ley, a
fin de dar tiempo a que estos cambios pudieran debatirse en el Pacto de Toledo. A este
respecto, el ejecutivo ha propuesto retrasar la jubilación anticipada voluntaria hasta los
65 años, frente a los 63 en los que quedaba fijada con la reforma, y la anticipada de
retiro forzoso hasta los 63, en lugar de a los 61 años.
Según un editorial de la revista Actualidad Económica2 “solo hay tres maneras de
garantizar el sistema español de jubilación: elevar las cotizaciones, disminuir las
prestaciones y retrasar la edad de retiro. Todas ellas son medidas necesarias pero tan
impopulares que el Pacto de Toledo quiere apartarlas del debate público para promover
una reforma descafeinada e insuficiente”.
En dicho editorial se afirma asimismo que “el sistema público de pensiones está
amenazado. Los modelos de reparto como el español son a la vez un impuesto y un
subsidio. El impuesto grava el trabajo de los jóvenes y el subsidio financia el ocio de los
mayores”.
2
Actualidad Económica nº 2701, Noviembre 2010
10
El panorama que presenta esta publicación no es en absoluto halagüeño: “En 1970,
había 6,2 personas con edades comprendidas entre los 20 y los 64 años por cada persona
mayor de 65. En 2009, ese número se había reducido a 3,8. Según el escenario
demográfico publicado por el Instituto Nacional de Estadística, entre 2009 y 2049 ese
número se estrechará progresivamente hasta llegar a tan sólo 1,5. Si no reformamos la
institución, o no se produce un milagro económico, para que el sistema de pensiones
fuera sostenible en 2049 las jubilaciones tendrían que reducirse aproximadamente a la
mitad. O, visto de otra manera, si en 2049 el Gobierno de turno pretendiera pagar las
mismas pensiones que hoy sin cambiar las cotizaciones, el tipo del impuesto sobre el
valor añadido necesario para financiarlas debería rondar el 59%”.
Ante esta situación, en noviembre de 2010, desde Bruselas la Comunidad Europea urge
a España a reformar las pensiones para calmar a los mercados, asegurando que el
sistema público puede entrar en quiebra a partir de 2030, cuando se jubilarán los
trabajadores nacidos después de 1965.
El día 28 de enero de 2011, el Consejo de Ministros y el 22 de julio del mismo año el
Congreso de los Diputados aprobaban, como contenido de la Ley de Modernización del
Sistema de la Seguridad Social, las siguientes medidas para la reforma del sistema de
pensiones en España, después de llegar a un principio acuerdo con la patronal y los
sindicatos:
La edad de jubilación se eleva desde los 65 hasta los 67 años y se exigirán 37 años de
cotización para lograr el 100% de la prestación.
Podrá mantenerse la jubilación a los 65 años para los trabajadores que hayan cotizado
38,5 años, percibiendo también el 100% de la pensión.
La edad mínima para la jubilación anticipada pasa de los 61 a los 63 años de edad.
El periodo del cálculo para la percepción de la pensión integra se amplía de los 15 a los
25 años, aunque en una primera fase se computarán los últimos 20 años cotizados y en
una posterior los 25 años. De esta forma, quienes hayan nacido a partir de 1948 se verán
afectados por el aumento progresivo de la edad de jubilación, mientras que los nacidos
en 1960 ya no podrán retirarse antes de los 67, salvo si tienen 38 años y medio
cotizados, que lo podrán hacer a los 65 años de edad.
A partir del día 1 de enero de 2013 se ha abierto un periodo transitorio hasta el 1 de
enero de 2022 en el que el periodo de cotización exigido para calcular la pensión pasará
de forma progresiva desde los 15 años a los 25 años. A cada ejercicio, a contar desde
2013, se le irá sumando un año hasta completar los referidos 25 años en el año 2022.
11
Se reconocen compensaciones para las mujeres que interrumpieron su trabajo para
cuidar de sus hijos, para los jóvenes que trabajaron como becarios y para profesiones
especialmente duras.
Las personas que prolonguen su vida laboral después de la edad legal de jubilación
aumentarán su pensión entre un 2 y un 4% por año.
El cambio se efectuará a partir del año 2013 y se implantará en el 2014 a razón de un
mes y medio de retraso en la jubilación por cada año transcurrido hasta llegar a los 67
en el año 2027.
A partir del año 2027, para cuando se prevé que la reforma estará totalmente
implantada, se revisarán cada cinco años los parámetros del sistema, en función de la
evolución de la esperanza de vida.
Así, pues, los jóvenes deberán de empezar a trabajar y a cotizar a los 26 años y medio
para poder jubilarse a los 65 años con el 100% de la pensión.
Las reformas impulsadas por el Gobierno en el año 2011 y a las que ya nos hemos
referido, no convencían a una gran mayoría de los españoles. En concreto, la ampliación
de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años recibió el rechazo de casi ocho de cada
diez ciudadanos (el 79,4%) y el 79,2% estaba poco o nada de acuerdo con la decisión
de calcular la pensión de jubilación sobre los últimos 25 años cotizados, según el
barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas realizado entre el 1 y el 8 de
marzo de 2011.
Sobre las bonificaciones contempladas para los casos en los que se alargue la vida
laboral, cuando se acceda a la jubilación a una edad superior a la que resulte de
aplicación y se haya cumplido con el periodo mínimo de cotización establecido, se
reconocerá al trabajador un porcentaje adicional por cada año completo cotizado entre la
fecha en que cumplió dicha edad y la del hecho causante de la pensión. La cuantía
estará en función de los años de cotización acreditados en la primera de las fechas
referidas, según la siguiente escala:

Hasta 25 años cotizados, el 2%

Entre 25 y 37 años cotizados, el 2,75%

A partir de 37 años cotizados, el 4%.
Otra de las novedades introducidas por el Real Decreto Ley 5/2013, de 15 de marzo
consiste en endurecer el acceso de los mayores de 55 años al subsidio por desempleo,
que es la ayuda que queda antes de empezar a percibir la pensión de jubilación y tras
12
haber agotado la prestación por desempleo, popular mente conocida como prestación
económica para los parados de larga duración.
Para percibir esta prestación, a partir de la entrada en vigor del referido Decreto-ley, no
se tendrá en cuenta, como hasta ese momento, sólo las rentas del beneficiario, sino la de
la unidad familiar, que no podrán superar el 75% del salario mínimo interprofesional
(641,30 € para 2013) excluida la parte de las pagas extraordinarias.
Los mayores y su inquietud por el futuro.
En la trayectoria y la situación actual de los trabajadores ante la perspectiva o el hecho
consumado de la jubilación, salvo excepciones, en términos generales, pueden
distinguirse tres grupos, conforme a la tipología elaborada por Sandalio Gómez (2003):

Directivos, mandos y profesionales en funciones actualizadas operativas.
Suelen sentirse satisfechos de su situación y necesarios para la empresa; la
mayoría no esperan verse incluidos en las prejubilaciones y se sorprenden
negativamente cuando la empresa se lo propone.

Directivos, mandos y profesionales en funciones no esenciales o rutinarias.
A menudo llevan algunos años sin ser promocionados u ocupando puestos
irrelevantes, con subidas de sueldo escasas o nulas; se sienten en una especie
de vía muerta. Esperan y aceptan la prejubilación o la jubilación y confían en
que la empresa les proporcione un modo digno de cesar en sus funciones.

Resto del personal. Son muy sensibles al mal ambiente en la empresa y,
además, se sienten como un objetivo prioritario en los programas de
prejubilación o jubilación; no se sorprenden cuando saben que están
incluidos en el próximo turno para cesar en su actividad profesional

E, incluso, no son pocos los que lo desean para poner fin a una situación en
la que no se sienten a gusto.
El debate que se ha generado en torno a la congelación o actualización del sistema de
pensiones de jubilación preocupa e inquieta a las personas mayores pues existe el temor
de que lo presupuestado, después de que los excedentes de las contribuciones se hayan
destinado a financiar áreas diferentes a la de las pensiones, no llegue para pagar las
pensiones en el año 2012.
Las prestaciones contributivas de los jubilados constituyen el soporte de muchas
familias con todos sus miembros en paro. La de estos jubilados es la generación que
13
contribuyó al desarrollo de España y a la formación de sus hijos y ahora teme por el
futuro de sus pensiones.
Algunos datos que nos pueden ilustrar sobre esta realidad y que influye directamente en
el sistema público de pensiones, ponen de manifiesto que en septiembre del año 2012 el
paro registrado asciende en 79.645 personas con un total de desempleados de 4.705.645
personas, lo que supone un incremento en un año del 11,32%. La Seguridad Social
registró, en ese mismo periodo, un total de 16.809.803 ocupados, lo que representa un
descenso medio de 86.174 afiliados respecto a agosto. La afiliación desciende un 3,59%
en 2012 hasta esa fecha y deja un sistema público con apenas 16 personas cotizando por
cada 10 que perciben una pensión. La relación entre afiliados y pensionistas es de
2,41%, el peor dato registrado desde diciembre del año 2002. De + 945.409 afiliaciones
en septiembre de 2005, se ha pasado a – 625.759 en el mismo mes del año 2012. El
número de afiliados a la Seguridad Social ha disminuido en caso dos millones y medio
de personas en los últimos cinco años.
El gobierno del Partido Socialista congeló las pensiones en el año 2010 y el del Partido
Popular, pese al incremento del IPC, sólo ha subido las pensiones de menos de mil
euros un 2% y el 1% para las superiores a esa cuantía en el mes de enero del año 2013.
Y, por otra parte, los jubilados están siendo la tabla de salvación para numerosas
economías familiares con alguno de sus miembros en situación de desempleo. Se estima
que, como promedio en la Comunidad de Madrid, uno de cada cuatro jubilados ha
tenido que acoger de nuevo en sus casas a sus hijos que se habían independizado ya.
Muchos de estos hijos regresan con el cónyuge y los hijos tras haber agotado todas las
prestaciones por desempleo y no haber encontrado un nuevo trabajo.
Anxel Vence nos recuerda que “Quien tiene un abuelo, tiene un tesoro en esta país
asolado por los dispendios de falso nuevo rico en los que incurrieron el Estado y los
particulares durante los años dorados del hormigón. A ellos les toca salvar el estropicio
causado por las hipotecas y el alegre endeudamiento en el que tantos cayeron bajo la
creencia de que el casino de la vivienda nunca tendría fin. Son los jubilados quienes a
menudo se ocupan de tareas asistenciales tan gravosas como el cuidado de los nietos,
ahorrándole así al gobierno un gasto en guarderías que probablemente no esté ahora en
condiciones de afrontar. Pero no sólo eso. También acuden con frecuencia al socorro
14
financiero de sus hijos, cuando la falta de trabajo les impide a éstos hacer frente a uan
hipoteca y/o a las elementales exigencias de la manutención y el ajuar”3
Datos del Observatorio de la Vulnerabilidad de la Cruz Roja y de la Unión Democrática
de Pensionistas ponen de manifiesto que la crisis está generando cuadros de ansiedad
entre estas personas mayores, al tiempo que algunos de ellos abandonan sus
tratamientos médicos y descuidan su alimentación.
Y se dan situaciones extremas y dramáticas como la del matrimonio de Granada, de 78
y 77 años, respectivamente, que pactaron su suicidio “para no ser una carga para sus
hijos”.
Una pensión media es de 847 euros y las de viudedad de 551 euros. A estos ingresos
evidentemente exiguos hay que sumar la subida de la luz, del butano, del agua y de
otros artículos de primera necesidad. Muchos jubilados están recortando en la cesta de
la compra e incluso, y esto está constatado por el Colegio de Médicos de Madrid, en
medicamentos. Asimismo, se dan casos de jubilados que han perdido sus viviendas al
haberlas ofrecido como garantía en la adquisición de las viviendas de sus hijos. Gracias
a la cultura del ahorro de estas personas y pese a las dificultades existentes, han ido
haciendo frente a los gastos ordinarios. Otra cosa son los gastos extraordinarios a los
que han de enfrentarse.
Las inquietudes de los jubilados se agudizan cuando se escuchan o leen diagnósticos
como el aportado por el profesor de la London School of Economics, Nicholas Barr
quien afirma que “El problema al que se enfrentan todos los países es cómo pagar las
pensiones, que ya estaba ahí antes de la crisis económica, pero ahora ha empeorado. Los
gobiernos con problemas para hacerlo tienen cuatro y solo cuatro soluciones. Pueden
aumentar el gasto en pensiones de dos formas: subiendo el porcentaje de la contribución
de los trabajadores o mediante políticas, como un mayor ahorro, diseñadas para
aumentar la producción nacional. También pueden recortar el gasto de dos maneras:
rebajando la paga mensual de los pensionistas o retrasando la edad de jubilación, lo que
permitiría mantener las mismas prestaciones. Ahora mismo los gobiernos europeos
están barajando estas cuatro soluciones”4
Preservar recursos y talentos
3
4
Vence, A.: “Abuelos al rescate”. La Opinión, 8 noviembre 2012.
El futuro de las pensiones. La Voz de Galicia, 21 octubre 2012.
15
Hay personas para las que la perspectiva de la jubilación forzosa nos les resulta nada
atractiva y proponen, como alternativa, la consideración de una jubilación flexible, no
sujeta a una obligatoriedad vinculada a una determinada edad y no a unas capacidades
físicas e intelectuales que les permitan seguir en el ejercicio de su actividad profesional
durante más tiempo.
Amando de Miguel considera que “cada vez se accede más tarde al puesto fijo de
trabajo que determina la personalidad profesional de uno y, paradójicamente, cada vez
se jubila antes. Esto es un derroche de talento. Forzar a alguien a jubilarse es tan
incoherente con el principio de los derechos humanos como el trabajo forzoso. La
jubilación debería determinarla el grado de salud de la persona y no la edad de la
misma, como es el caso de los deportistas"5
Una de las voces que han surgido reivindicando este derecho es la del sociólogo y
profesor universitario Juan Díez Nicolás, que encabeza una iniciativa denominada
Plataforma en contra de la Jubilación Obligatoria, haciendo público un manifiesto ya
suscrito por medio centenar de intelectuales, profesionales de la docencia,
investigadores,… en el que se considera que la jubilación, en razón de la edad, “es
discriminatoria, atenta contra los intereses generales, y su obligatoriedad para los
funcionarios públicos en general y, en particular, a los funcionarios que trabajan en
ámbitos y tareas que requieren la acumulación de conocimiento y experiencia,
constituye una discriminación inaceptable”. Por otra parte, los líderes políticos,
determinados cargos públicos, los consejeros de Estado o los de la Banca no tienen
jubilación obligatoria por razón de edad.
La viabilidad del sistema público de pensiones
Según la opinión de diversos analistas económicos y sociales 6, los criterios básicos en
los sistemas públicos de pensiones son el reparto, la equidad intergeneracional e
intrageneracional y la universalidad. Los sistemas públicos contienen tanto pensiones
contributivas, pensiones indirectas derivadas de aportaciones de terceros y pensiones no
contributivas.
5
De Miguel, A.: En Prejubilaciones, ¿liberación o condena?. http:www.jubilo.es/asp/pág.asp?IDPpág.
1531.
6
Fernández García, J.: “El futuro de la jubilación”, en La Voz de Galicia, La Coruña, 14 octubre 2012.
16
Un sistema público de pensiones es el que el Estado administra con el fin de garantizar
protección social frente a las contingencias laborales (desempleo, accidentes de trabajo,
enfermedad) la vejez (jubilación) u otras circunstancias sobrevenidas por dependencia.
El sistema español de pensiones está basado en las pirámides de población que,
dependiendo de su configuración, pueden ofrecer una visión general de la juventud,
madurez o vejez de una sociedad en concreto. Eso nos permite derivar consecuencias
sociales de tal hecho. Y es sobradamente conocido que España presenta una pirámide
poblacional regresiva.
Está ya ampliamente superada la idea existente hace unas décadas de que las
aportaciones de los trabajadores constituían un fondo para asegurarles en su futuro una
pensión de jubilación. Esa filosofía ya no sirve. Hoy todo el mundo es conscientemente
realista ante la idea de que las pensiones actuales son el fruto de las cotizaciones de
quienes en estos momentos desempeñan una actividad laboral. Si con las aportaciones
de los trabajadores actuales se sufragan las pensiones de hoy y dentro de unos años se
duplicará el número de jubilados pero no así el de los cotizantes, la cuestión planteada
es obvia: ¿Quién aportará o cotizará para dar cobertura a las pensiones de los jubilados
del mañana?.
La realidad es que las jóvenes generaciones que, con sus cotizaciones pueden posibilitar
una cierta garantía del cobro de las pensiones a esos jubilados, tienen el riesgo de no
percibir en el futuro una pensión proporcional a lo que ellos han estado cotizando. Pero
también es cierto que los pensionistas y jubilados actuales han estado cotizando durante
40 o 50 años, e incluso más, y ahora ven con inquietud la continuidad de sus pensiones
o la congelación de las mismas y su depreciación debido a que los incrementos que
pudieran tener en modo alguno se corresponde con el incremento del coste de la vida.
Si no se produce un aumento de los cotizantes o un descenso importante en los
perceptores, los 106.350 millones de euros previstos, se habrán quedado cortos para
costear en el año 2013 las más de nueve millones de pensiones contributivas previstas.
El Fondo de Reserva de la Seguridad Social, como señala Julio Fernández 7, se nutre de
los excedentes del sistema, de los rendimientos del propio fondo, de las inversiones que
se hayan hecho con sus activos y de aportaciones extraordinarias aprobadas por el
Consejo de Ministros. Aparece como una medida adoptada por el Pacto de Toledo con
la finalidad de crear unos fondos especiales de estabilización y reserva destinados a
atender las necesidades futuras del sistema.
7
Fernández García, J.: “El futuro de las pensiones”, en La Voz de Galicia, La Coruña, 21 octubre 2012
17
Diferentes especialistas consideran que con este Fondo se puede hacer frente a los
desequilibrios que la crisis ocasiona en el sistema. Sin embargo, parece que esto no es
exactamente así. Servirá para financiar el déficit sin tener que acudir a los mercados,
pero sin eliminarle. Si los excedentes de contribuciones se hubieran destinado al
sostenimiento del sistema de pensiones y no se hubieran asignado a financiar
parcialmente la sanidad, el déficit o las subvenciones, probablemente el Fondo de
Reserva presentaría una cantidad sensiblemente superior al 6,22%, conforme a la
apreciación del autor más arriba mencionado.
De hecho, en el texto del ya mencionado Decreto-Ley 5/2013, reconoce expresamente
que “Los sistemas de pensiones de los países de la Unión Europea se enfrentan a
importantes desafíos en el medio palzo derivados de fenómenos demográficos. Las
bajas tasas de natalidad y el alargamiento de la esperanza de vida exigen la adaptación
de estos sistemas para asegurar su viabilidad en el largo plazo y mantener unas
pensiones adecuadas para el bienestar de los ciudadanos de más edad.
España no es una excepción, y el sistema de Seguridad Social debe hacerse cargo del
pago de un número creciente de pensiones de jubilación, por un importe medio que es
superior al que sustituyen, y que deben abonarse en un periodo cada vez más largo,
gracias a los progresos en la esperanza de vida”.
Conclusiones
La jubilación significa el final del ejercicio de una vida profesional, pero no el final de
la vida misma. Una cosa es dejar de desempeñar un trabajo remunerado y otra muy
distinta perder las capacidades para el ejercicio de actividades y ocupaciones
gratificantes para la persona y útiles para la sociedad. No se puede incurrir en el
despilfarro social que supone la marginación y exclusión de los jubilados.
La Organización Mundial de la Salud establece que salud no es la ausencia de
enfermedad, sino el perfecto estado de salud física, psíquica y social. Una jubilación
mal asimilada o para la que no haya habido la preparación conveniente, puede suponer
un malestar social, del que se derivarán el malestar psíquico y, en su caso, el físico
también.
Una vez jubilado, el trabajador pasa por una etapa de adaptación que, para la mayoría de
aquellos que aceptaba o ansiaban la jubilación, no dura más de unos días o alguna
semana, hasta que se sienten dueños de su tiempo. Pero una cuarta parte,
aproximadamente, pasan por un periodo de varios meses -algunos hablan de años o de
18
no poder acostumbrarse- en el que tiene problemas para conciliar el sueño o se sienten
nerviosos, irritables o desorientados.
Por ello, es fundamental la organización y ejecución de programas de preparación para
la jubilación, a fin de que las personas se adapten convenientemente, sin que ello
signifique un trauma, a la etapa nueva de una vida al concluir la larga etapa de
productores.
Jubilación no es sinónimo de vejez, como tampoco todas las personas mayores son
pobres ni están enfermas. Son múltiples las posibilidades de realización personal y de
valoración social de los jubilados ofreciéndoles alternativas realmente atrayentes y
útiles y estimulándoles a no caer en el autoabandono. Pero estas alternativas tienen que
ser acordes con sus capacidades, expectativas y necesidades. La planificación de las
mismas ha de tener en cuenta a los propios interesados. No se trata de programar
actividades para los jubilados, sino con los jubilados.
El gran riesgo para los jubilados es identificar la jubilación con la ancianidad y sentirse
impulsados a reproducir los comportamientos y el aspecto de quienes, muchos años
atrás, eran los jubilados de entonces. Este hecho puede dar lugar a un prematuro
envejecimiento psicológico porque interpreten que su papel, el “rol” sin “rol” del que
habla Ricardo Moragas (1991), es el de persona envejecida y no acorde con sus
capacidades físicas y mentales reales.
Es fundamental que cada uno se prepare para la jubilación, no identificándola con
ancianidad, pero siendo conscientes de que su llegada va a suponer un cambio notable
en sus vidas. Hay que ser capaces de adaptarse a la nueva situación, hacerla creativa,
limitar los efectos del cambio y convertirla en algo positivo.
Los jubilados actuales y los próximos en serlo contemplan con preocupación su
situación presente y futura, percibiéndose en ellos un recelo considerable en relación
con la percepción y seguridad de sus pensiones. Unos temen la congelación de las
mismas, con la consiguiente pérdida del poder adquisitivo y otros la viabilidad del
sistema y la incertidumbre en los tiempos próximos venideros.
Durante la vida profesional de los trabajadores, sus familias se acostumbran a ciertos
hábitos en cuanto a horarios, disponibilidad e ingresos económicos. El hecho de la
jubilación distorsiona frecuentemente los hábitos familiares.
Un aspecto importante para la tranquilidad familiar tras la jubilación es la
disponibilidad económica. Aparte de la pérdida del status, se produce también una
pérdida económica. Los ingresos de los jubilados, en la mayor parte de los casos, son
19
menores que los percibidos como profesionales en activo. Y, en general, la reducción en
los ingresos se traduce en una reducción o desaparición del ahorro, en la reducción o
desaparición de salidas a restaurantes, viajes o gastos en ropa, en el ahorro en el
consumo energético, así como en la reducción o renuncia a las vacaciones.
Respecto a las medidas adoptadas en marzo de 2013, el Gobierno considera que las
reformas relativas a jubilación anticipada y servirán para promover el “envejecimiento
activo” de la población y prolongar la vida laboral, así como para hacer más sostenible
el sistema público de pensiones, a pesar de que, según el propio Gobierno, no está en
peligro y las prestaciones están garantizadas, criterio que no comparten los sindicatos
que consideran que estas reformas constituyen una burla al Pacto de Toledo.
En cualquier caso, el compatibilizar la percepción del 50% de la pensión con el
desempeño de una actividad laboral retribuida puede significar una nueva barrera para
el acceso de los jóvenes al trabajo en una situación de alto grado de desempleo juvenil.
La sociedad en su conjunto, las administraciones públicas, el sector no gubernamental y
las familias deberán de poner todos los medios posibles para que la vida de los
jubilados, que dada la actual esperanza de vida pueden sobrevivir veinte o más años a su
jubilación, no esté vacía de contenido, tenga un sentido y ellos no lleguen a considerarse
estorbos o parásitos sociales. Ellos no son deudores de la sociedad, sino acreedores en
virtud de cuanto han aportado a esa misma sociedad a través de una larga vida y una
dilatada actividad profesional.
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