CRISIS Y POLÍTICAS SOCIALES: EL CASO DE LA LEY DE DEPENDENCIA Victoria Gómez Patricia Barbadillo Cambios familiares y su repercusión en el universo del cuidado a los dependientes En los últimos años se han desarrollado en España nuevas formas de protección a las personas dependientes que tratan de superar el carácter asistencial tradicional, fuertemente apoyado en la red familiar, para dar paso a un nuevo sistema de protección que, superando el carácter de “acontecimiento privado” con el que se definía la realidad de la dependencia, la concibe como “problema social” y, en consecuencia, afronta el cuidado de estas personas a partir de un nuevo derecho de ciudadanía: el derecho individual a la autonomía de los mayores y de las personas con limitaciones funcionales que, como sabemos, se concreta en la Ley 39/2006 de Protección de la Autonomía Personal y Atención a Personas en Situación de Dependencia. La Ley 39/2006 ha tratado de dar respuesta a un conjunto de transformaciones previas que hacían ya inviable el modelo tradicional, sostenido en la extendida presencia de la red familiar (más precisamente, de las mujeres de la red familiar). Las nuevas realidades familiares, en las que confluyen el envejecimiento demográfico, como consecuencia del aumento de la esperanza de vida y de la caída de la natalidad, la decidida incorporación de las mujeres al mercado laboral y, muy especialmente, la transformación en los valores sociales dominantes que conducen hacia un mayor grado de individualización (Flaquer et al., 2002), ponen de manifiesto la imposibilidad de supervivencia del modelo tradicional y abren el camino a la presencia de una pluralidad de formas de organización de la vida familiar. Meil (2011) subraya cómo el concepto de individualización expresa, además de la pérdida de control social respecto de la organización de la vida familiar, la intensidad con la que las personas persiguen objetivos particulares y definen sus aspiraciones, su proyecto de vida, de forma individual. 1 Efectivamente, constituye actualmente un lugar común la referencia a la pluralidad de formas y contenidos que muestran hoy las nuevas familias y la puesta en cuestión de la tradicional imagen dicotómica del hombre dedicado a tareas productivas, y la mujer a tareas reproductivas teorizada por Parsons (1951) y en cierto modo continuada por Becker (1987), máximo exponente de la corriente denominada Nueva Economía de la Familia que, fiel al paradigma neoclásico, reflexionará sobre la familia “eficiente”, aplicando a esta institución la teoría de las ventajas comparativas, según la cual cada miembro de la familia se especializa en el hogar o en el mercado, según obtenga mayores ventajas comparativas. Desde estas perspectivas, la familia nuclear era expresión de modernidad, y las relaciones intergeneracionales más allá de dos generaciones no eran sino vestigios del pasado que desaparecerían al tiempo que la sociedad recorría el camino modernizador. Sin embargo, las relaciones intergeneracionales no sólo se han mantenido, sino que se han reforzado ante nuevas demandas que desbordan la capacidad de respuesta de la familia nuclear, y reclaman la activación de la red familiar (Fernández Cordón y Tobío, 2006). Así, por ejemplo, la ayuda de las abuelas a sus hijas ha tenido una influencia decisiva para favorecer su incorporación al trabajo remunerado. En palabras de Tobío (2005:85) “Los fuertes vínculos familiares entre madres e hijas, rasgo típico de la familia tradicional, desempeñan un papel decisivo en nuestro país en la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, situación nueva para las mujeres que transformará, ya está transformando, la familia tradicional”. Tabla 1. Tasas de actividad, por sexo. (Totales Nacionales. Unidades: Porcentaje) 2012TIV 2012TI 2011TI 2010TI 2009TI 2008TI 2007TI 2006TI 2005TI Hombres Total Mujeres Total 66,52 66,86 67,43 67,95 69,11 69,32 68,93 68,93 68,42 53,42 53,35 52,67 52,05 51,51 49,73 48,61 47,47 45,89 Fuente: INE. Encuesta de Población Activa http://www.ine.es/jaxi/tabla.do?per=12&type=db&divi=EPA&idtab=620&L=0 Consulta realizada el 26/03/2013 A mediados del pasado siglo la tasa de actividad de las mujeres empezó a experimentar un significativo incremento en la mayor parte de Europa. En España, la difícil 2 conciliación de actividad laboral y fecundidad ha provocado una disminución de la tasa de actividad femenina en los años de mayor fecundidad, durante la crianza de los hijos. Como indicaron en su momento Garrido (1993) y Tobío (2005) se produjo, en las últimas décadas del pasado siglo, un corte generacional entre las mujeres de menos de 40-45 años, que se incorporaron de forma generalizada a la actividad laboral, y las de edades superiores, entre las que sólo una mayoría eran activas. En todo caso, todo parece indicar que las generaciones que se incorporan actualmente al mercado laboral, continuarán siendo laboralmente activas a lo largo de su vida, a menos que las circunstancias impuestas por la crisis supongan una quiebra total de la tendencia. De hecho, y aunque el inicio de la tendencia se sitúa más atrás en el tiempo, la tabla 1 muestra el incremento en la tasa de actividad de las mujeres desde 2005, y también una cierta ralentización del mismo en los últimos años, como consecuencia de los efectos de la crisis económica. En el caso de los hombres estos efectos han producido, incluso, un descenso en su tasa de actividad. Por otra parte, nuestra demografía registra, además, un muy significativo envejecimiento de la población española. Como resulta sabido, éste se relaciona con la esperanza media de vida al nacer y el descenso de la fecundidad. En lo que concierne a la primera, observamos cómo ha experimentado en nuestro país un notable incremento que se acentuará en el futuro, tal y como se desprende de proyecciones de población elaboradas por el INE. Tabla 2. Esperanza de vida al nacer Años 2012 2030 Hombres 79,33 83,10 Mujeres 85,13 87,95 Fuente: Datos Población. INE, septiembre 2012. A pesar de que la necesidad de ayuda, como consecuencia de una discapacidad, puede afectar a toda la población, es evidente que existe una fuerte correlación entre discapacidad y edad avanzada. Según datos de la Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia de 2008 (INE, 2008) en el grupo de edad de 65 a 79, y especialmente entre las mujeres, se produce un importante aumento de la tasa de dependencia de forma que algo más del 25% se halla en esta situación. A partir de los 80 años, la discapacidad tiene un carácter mucho más general, que de nuevo es más 3 intenso en el caso de las mujeres, de modo que el 50% de ellas se encuentra en esa situación a partir de esta edad. En lo que concierne al papel que desempeña el descenso de la fecundidad en el envejecimiento de la población, la tabla 3 y el gráfico 1 muestran la trayectoria de la fecundidad en España, sus cifras elevadas en los años setenta del siglo pasado y el intenso descenso registrado desde finales de los años 80 y durante los 90. A pesar de que a mediados de esta última década se incrementa el valor de este indicador debido al aporte de mujeres jóvenes inmigrantes, como resulta sabido, en la actualidad nuestro país se mantiene alejado de lo que los demógrafos denominan tasa de reposición: 2,1 hijos por mujer. El retraso en la edad media a la maternidad es otra constante que, a pesar de ser hallarse presente de forma general en casi todos los países europeos, según datos de Eurostat (2008), en España es algo más intensa. Tabla 3. Evolución del indicador coyuntural de fecundidad y de la edad media a la maternidad Año ICF EMM 1976 2,80 28,51 1981 2,03 28,23 1986 1,56 28,53 1990 1,36 28,86 1995 1,17 29,96 2000 1,23 30,72 2001 1,24 30,76 2002 1,26 30,79 2003 1,31 30,84 2004 1,32 30,87 2005 1,34 30,91 2006 1,38 30,90 2007 1,39 30,84 2008 1,46 30,83 2009 1,39 31,05 2010 1,38 31,21 2011 1,35 31,43 4 Fuente: INE: Movimiento Natural de la Población e Indicadores Demográficos Básicos. Datos avanzados del año 2011. ICF: Indicador Coyuntural de la Fecundidad. EMM: Edad Media a la Maternidad. Gráfico 1. Indicador Coyuntural de Fecundidad (ICF) y Edad Media a la Maternidad (EMM) Fuente: INE. Movimiento Natural de la Población e Indicadores Demográficos Básicos. Datos avanzados del año 2011. Todo ello explica la transformación previsible de la pirámide de población española para los próximos años, y el continuo e intenso proceso de envejecimiento de la estructura demográfica que nos acercan progresivamente al modelo de “familia espárrago” descrito por Bengtson (2001), es decir, familias alargadas y estrechas, conformadas por varias generaciones que coinciden en el tiempo y con un menor número de hijos, tíos, sobrinos, etc. Como no podía ser de otra manera, esta situación se traduce en dificultades mayores para la atención y el cuidado que la familia presta a sus miembros en situación de dependencia, puesto que, por una parte, estos viven más años y por otra, se reduce sustancialmente el número de personas que pueden proporcionar cuidados, al mismo tiempo que la disponibilidad para prestar esa atención disminuye, en razón de la incorporación de las mujeres al mercado laboral. 5 Este nuevo universo de relaciones familiares, en el que tienen cabida muy distintos modelos de familia y formas de interrelación entre sus miembros puede ser estudiado de forma eficaz acudiendo al concepto de “red familiar” (Barbadillo y Gómez 2010), pues la interacción de los miembros de la red se materializa en canales concretos para el intercambio, donde fluyen contenidos de muy diverso tipo: información, ayuda económica, apoyo emocional, etc. Ahora bien, como ya se ha mencionado, y como señalan tanto la literatura especializada como la evidencia empírica (entre otros, Tobío, Agulló, Gómez y Martín, 2010; Attias-Donfut y Segalen, 1998; Libro Blanco de la Dependencia, 2004) lo cierto es que el mundo del cuidado y de la atención prestada por la red familiar, se halla en manos de las mujeres de las familias. Y ese esfuerzo, ese modelo de atención y cuidado que han venido sosteniendo de forma mayoritaria las mujeres, no es ya sostenible debido a los factores demográficos y sociales descritos. Ésta es la situación que trató de solventar la Ley de Dependencia, señalando la necesidad de que la sociedad en su conjunto afrontara la atención a los miembros en situación de dependencia e intentando abrir nuevas vías a las familias y “configurar dispositivos sociales que, en último término, hagan viable esa relación de intercambio con toda la expresión de afectividad que encierra el acto de dar y recibir” (Barbadillo y Gómez 2010:87). La nueva legislación La Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a Personas en Situación de Dependencia, y la Ley 3/2007 de Igualdad Efectiva entre Hombres y Mujeres impulsaron cambios en la situación de las mujeres a través de su indudable potencial para avanzar en el camino hacia la emancipación. No obstante, a menudo la realidad tiende a “desbordar” los esfuerzos del Derecho, de modo que en ocasiones ésta se conforma como algo distinto a lo que las normas prescriben. Ello plantea, por un lado, la reflexión acerca de la eficacia de las normas jurídicas y, por otro, la relativa a las consecuencias no deseadas en la aplicación de las mismas. Como hemos indicado, la Ley de Dependencia se propuso transformar el sistema tradicional de carácter asistencial y apoyado en la familia, y más precisamente, como venimos afirmando, en las mujeres de la familia, en un nuevo sistema que reconociera un nuevo derecho de ciudadanía: el derecho al cuidado. La Ley previó un amplio 6 abanico de instrumentos para la atención de las personas dependientes: por una parte prestaciones económicas y, por otra, prestación de servicios. No obstante, la ley puso especial énfasis en el carácter prioritario de los servicios que se concretaron en lo que se ha denominado “catálogo de servicios del sistema”, que incluye prestaciones de diferente carácter, desde teleasistencia, ayuda a domicilio o atención residencial, hasta centros de día y de noche para atender distintas necesidades. La Ley incluyó además la figura de “persona cuidadora no profesional” con el fin de reconocer la realidad del esfuerzo de los familiares y el decisivo protagonismo de las mujeres en la realización de estas tareas, siempre que los equipos de servicios sociales consideraran que estaban preparadas adecuadamente para llevar a cabo este cometido. Los cuidados prestados por cuidadores no profesionales se referían, por tanto, a la atención que reciben las personas en situación de dependencia en su propio domicilio, por personas de la familia o de su entorno no vinculadas a un servicio de atención profesionalizado. Desde que la ley vio la luz, surgió el interrogante de la posible profesionalización de las cuidadoras frente a la consideración tradicional de su papel cuidador. El alcance real de esta medida resulta evidente si nos detenemos en el hecho de que a lo largo del tiempo, el porcentaje que sobre el total de prestaciones ha representado la correspondiente a prestación económica por cuidados familiares ha sido muy elevada, cercana a la mitad del total de las mismas como se puede apreciar en la tabla y el gráfico siguientes. Tabla 4. Evolución del número de prestaciones económicas por cuidados familiares y del porcentaje sobre el total de prestaciones 2008-2012 1 diciembre 2008 Número de prestaciones por cuidados familiares Porcentaje sobre el total de prestaciones 1 diciembre 1 diciembre 2009 2010 1 diciembre 2011 1 diciembre 2012 109.287 266.398 377.787 417.782 431.294 46,3 51,2 48,4 45,5 44,6 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de IMSERSO, Área de Estadística y Evaluación de la Subdirección General Adjunta de Valoración, Calidad y Evaluación. Años 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012 7 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de IMSERSO, Área de Estadística y Evaluación de la Subdirección General Adjunta de Valoración, Calidad y Evaluación. Años 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012. Tanto la tabla como el gráfico muestran la tendencia creciente del número absoluto de prestaciones económicas por cuidados familiares hasta el 1 de diciembre de 2012. Porcentualmente, este tipo de intervención representó en diciembre de 2009 más de la mitad del total de prestaciones (51,2%) registrando a continuación una tendencia levemente descendente pero nunca inferior al 44% del total. Este predominio se ha producido a pesar de que la Ley, como anteriormente se indicaba, establecía categóricamente que los servicios debían tener carácter prioritario sobre el resto de las prestaciones. Se ha producido, por tanto, una clara desviación respecto de las previsiones iniciales de la norma. En otras palabras, desde la puesta en marcha de la Ley, por encima de cualquier otra alternativa, la realización de las tareas de cuidado ha continuado en manos de las mujeres de la familia (las destinatarias de la prestación han sido mujeres en porcentajes superiores al 90%) que ya tradicionalmente eran las encargadas de las mismas, aunque bajo el nuevo planteamiento comenzaron a recibir una ayuda económica y, además, fueron incluidas en la Seguridad Social las que no se hallaban previamente en esta situación. De hecho, las cotizaciones a la Seguridad Social por este concepto se dieron a conocer en su día como un complemento para las mujeres que dejaron su trabajo para cuidar de sus mayores o familiares discapacitados. Así podían completar un periodo de cotización 8 que les permitiera tener una pensión y sus cuidados se reconocerían como un proceso de formación que podría abrirles puertas cuando los mayores fallecieran y ellas pudieran buscar trabajo en el sector (Gómez y Morán, 2012). La prestación, además, suponía un reconocimiento de su trabajo, pero este planteamiento, de forma clara, supuso desde el principio un reforzamiento de los aspectos de naturalización femenina del cuidado. Esta situación obedeció a una doble confluencia de intereses. Por una parte, de las familias, que presionaban para que quien venía ejerciendo de cuidadora continuara haciéndolo, con la posibilidad de colaborar, además, en la economía familiar. Por otra parte, de las comunidades autónomas, ya que la financiación de la ley se realiza a través de un sistema en el que las administraciones central y autonómica sufragan la mayor parte del gasto, siendo la administración de las comunidades autónomas la competente para aplicar y ejecutar la Ley. La forma en la que la Ley configuró la financiación y el cauce para la efectiva atención a las personas dependientes no sólo provocó un ritmo desigual en la atención a los potenciales beneficiarios, con grandes diferencias interregionales, sino que orientó la acción de estas administraciones autonómicas hacia el reconocimiento de prestaciones económicas, fundamentalmente por el ahorro que suponía frente a la prestación de servicios, así como por los menores costes relativos de gestión que implicaba la realización de transferencias monetarias (Rodríguez Cabrero, 2007; Tobío et al, 2010). Sin embargo este planteamiento también guardaba relación con la insuficiente oferta de servicios que tradicionalmente ha existido en nuestro país, impidiendo desde el principio dedicar el esfuerzo y los recursos necesarios para articular una red suficientemente potente de atención a las personas dependientes. En otras palabras, este enfoque en la gestión de la Ley supuso un impedimento a la superación del carácter residual que la infraestructura y los servicios públicos mostraron siempre respecto al sector privado. Por tanto, a pesar del inmenso avance que la ley supuso en términos de ampliación de los derechos sociales de los ciudadanos y de su incidencia en el fortalecimiento del Estado del bienestar en España, en el contexto descrito, la coincidencia de intereses entre familias y administraciones autonómicas provocó consecuencias imprevistas o no 9 deseadas1 por la propia Ley, que de esta forma descuidó la forma en la que impactaban sus postulados en el nudo de relaciones que articula la vida social, reforzando el modelo tradicional de cuidado, entorpeciendo la emancipación de las mujeres y abundando en el retraso de la consolidación de una sociedad paritaria. En otras palabras, aun no proponiéndoselo, contribuyó a la naturalización femenina del cuidado. Sin embargo este problema experimentaría notables transformaciones a partir del cambio de gobierno de noviembre de 2011. El impacto de los recortes presupuestarios en la Ley de Dependencia El nuevo gobierno ha reformado la Ley de Dependencia en tres ocasiones. La primera de ellas fue el Real Decreto-Ley 20/2011, de 30 de diciembre, de medidas urgentes en materia presupuestaria, tributaria y financiera para la corrección del déficit público, a través del cual, el Gobierno estableció la moratoria de un año en la incorporación de nuevas categorías de beneficiarios al sistema de dependencia, en concreto de la dependencia moderada. Unos meses después, en marzo de 2012 se suprimió la partida la partida de 283 millones de euros dedicada a la atención a la dependencia en los Presupuestos Generales del Estado. Esta partida, una de las dos con las que el Gobierno financia la Ley de Dependencia (Morán 2012a), se distribuía entre las comunidades y su finalidad era financiar infraestructuras, servicios y sistemas para la atención a las personas dependientes. La tercera, sin embargo, es la que ha tenido un impacto más determinante (AEDGSS, 2013), ya que se reformaron 14 artículos de la Ley mediante el Decreto-ley 20/2012 de 13 de julio, de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad. Los puntos más problemáticos de esta reforma, de acuerdo con el X Dictamen del Observatorio de la Dependencia (AEDGSS, 2013) son los siguientes: - Reducción de la cuantía de las prestaciones económicas por cuidados en el entorno familiar al menos en un 15%. Es una reducción que afecta a más de 400.000 personas que han visto reducidas las prestaciones que reciben en una media de 55 euros al mes. 1 En el sentido en el que empleó esta expresión Robert K. Merton (1980): las consecuencias de una acción son el resultado de la influencia recíproca entre la acción y las condiciones de la acción, es decir, la situación objetiva en la que ésta se desarrolla (p.174). 10 - Suspensión de la incorporación de dependientes con Grado I hasta el 1 de julio de 2015 (prolongando la moratoria que a finales de 2011 se dijo que duraría un año). - Simplificación de la valoración de los dependientes a tres grados sin niveles. - Incremento de las aportaciones de los usuarios y de los descuentos sobre las prestaciones a percibir. - Creación de un plazo de suspensión de dos años para la posible retroactividad de las ayudas económicas por cuidados en el entorno. - Eliminación de las compatibilidades entre servicios con la excepción de la teleasistencia. - Revisión del modelo de cotización de los cuidadores no profesionales en el entorno familiar. - En términos de financiación, reducción en más de un 13% de la financiación de la Administración Central a las Comunidades Autónomas por el nivel mínimo. AEDGSS (2013) concluye que el conjunto de recortes que produce este Real Decreto asciende, según el Ministerio, a 850 millones de euros que deja de percibir el sistema. El punto que hace referencia a las prestaciones económicas por cuidados en el entorno familiar, como hemos visto, ha experimentado sustanciales modificaciones. Como apuntábamos anteriormente, el papel de las cuidadoras de las familias venía resultando una de las piezas fundamentales de atención a los dependientes, lo que cristalizaba, al amparo de la Ley, en el convenio especial de la Seguridad Social para cuidadores no profesionales de personas en situación de dependencia para aquéllos que no cotizaban por ningún otro motivo. Sin embargo en julio del pasado año, el Decreto-ley 20/2012 anunció que el alta en la Seguridad Social de estas cuidadoras se extinguiría el 31 de agosto de ese mismo año, a menos que las beneficiarias solicitaran expresamente su mantenimiento en el mismo con anterioridad al día 1 de noviembre de 2012. En este último caso, la cotización a la Seguridad Social tendría una reducción del 10% en la cuota, siendo a cargo de la Administración General del Estado el 5%, y el 85% restante a cargo del cuidador no profesional. El mismo Decreto-ley también anunciaba que a partir del 1 de enero de 2013, los cuidadores tendrían que asumir íntegramente la cuota de la Seguridad Social. 11 De acuerdo con Gómez y Morán (2012), los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad antes de que se hicieran efectivas las últimas medidas indicaban que el convenio de cuidadores no profesionales cubría aproximadamente a un 39% del total del colectivo, porque el resto cotizaban ya por otro empleo o eran pensionistas, siendo este último un caso frecuente en virtud del alto número de mujeres jubiladas que cuidan a padres de edad muy avanzada. El impacto que las medidas del gobierno han tenido en la salida de la Seguridad Social de cuidadores no profesionales se aprecia de forma inmediata en el gráfico siguiente: Gráfico 3. Evolución del número de cuidadores no profesionales con convenio especial 2008-2012 Fuente: Secretaría de Estado de la Seguridad Social (2012) Afiliados ocupados a la Seguridad Social Diciembre 2012, Secretaría de Estado de la Seguridad Social. Más concretamente la pérdida de afiliaciones de cuidadores no profesionales en los meses de noviembre y diciembre de 2012 se elevó hasta 148.672 según la propia Secretaría de Estado de la Seguridad Social. Paradójicamente, el argumento en el que se apoyó el gobierno para la supresión de esta medida, se basó en la necesidad de cambiar las prestaciones económicas por servicios profesionales, y en la capacidad de estos últimos de crear empleo y de modificar el rol tradicional de cuidadoras de las mujeres. Sin embargo, como apuntábamos anteriormente, la escasez de servicios en nuestro país es una evidencia incontestable que además muestra diferencias muy significativas entre las distintas comunidades autónomas (Tobío et al, 2010; Gómez y Morán, 2012). Según el Observatorio de 12 Personas Mayores del IMSERSO, en 2008, el nivel de cobertura de las residencias de mayores se situaba en 4,31 (lo que indica que sólo poco más de cuatro mayores de cada cien se hallaba en un centro residencial en aquel momento) si bien descendía hasta 2,28 agregando las plazas públicas y las concertadas (IMSERSO, 2009). Atendiendo más específicamente al ámbito de los servicios en la gestión de la Ley de Dependencia, la información disponible no es el mejor instrumento para conocer exactamente su evolución, en tanto en cuanto el indicador relativo a las personas beneficiarias y prestaciones, como antes subrayábamos, sólo proporciona el número total de intervenciones y el porcentaje sobre el total de las mismas, lo que no permite conocer la cuantía de las intervenciones o la calidad de las mismas. Aun teniendo en cuenta estas insuficiencias, la trayectoria seguida por el indicador relativo a servicios a la dependencia (agregando los datos correspondientes a ayuda a domicilio, centros de día y de noche y atención residencial) puede observarse en el siguiente gráfico, que muestra tanto el número de intervenciones como el porcentaje sobre el total de las mismas de 2009 a 2012. El número de intervenciones en el ámbito de los servicios experimentó un notable incremento, debido principalmente al crecimiento de las relacionadas con centros de día y de noche (129%) y las ayudas a domicilio (118%) y en mucha menor medida a la atención residencial (28%), aunque porcentualmente en conjunto, el peso de las prestaciones de servicios sobre el total de prestaciones retrocedió ligeramente en el periodo estimado. 13 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de IMSERSO, Área de Estadística y Evaluación de la Subdirección General Adjunta de Valoración, Calidad y Evaluación. Años 2009, 2010, 2011 y 2012. La Comunidad de Madrid constituye, en buena medida, un ejemplo de esta tendencia. Los datos más recientes relativos a centros residenciales para mayores, apuntan a un retroceso importante en su utilización (Martínez, 2013) ya que abundan los casos en los que los mayores vuelven a su casa por dificultades para pagar la residencia o incluso porque la familia necesita su pensión para sacar adelante la casa (AMADE, 2013). En definitiva, la Ley de la Dependencia nace con auténtica vocación de acabar con el sistema asistencial predominante hasta ese momento en nuestro país. La forma de ponerla en práctica, sin embargo, arrojó desde el principio serias dudas sobre el impacto que habría de tener en las mujeres cuidadoras al contemplar la posibilidad de que percibieran la prestación por cuidados familiares e incluirlas, por este motivo, en la Seguridad Social. De hecho, desde el primer momento se pensó que el trasvase de servicios a prestaciones económicas constituía un problema y que se debían financiar más generosamente los primeros porque éste era el espíritu de la Ley, porque los servicios cuestan más y necesitan, por tanto, más dinero, y porque generan empleo (Morán, 2012b). Sin embargo, esta disfunción no sólo no se corrigió, a pesar de que el discurso retórico del nuevo gobierno apeló en parte a la preferencia por los servicios para no abundar en la perpetuación del rol de la mujer como cuidadora, sino que el camino elegido ha sido, en buena medida, el de vuelta a la situación existente antes de que la Ley fuera promulgada. El futuro de la dependencia El X Dictamen del Observatorio de la Dependencia, AEDGSS (2013) alerta sobre el rumbo seguido por el desarrollo de la Ley, especialmente en lo que concierne al sistema de financiación y la disparidad de gasto entre comunidades autónomas, a la desatención permanente de un número muy elevado de dependientes que ven cómo pasa el tiempo sin que se concrete en prestación un derecho ya reconocido, a la adjudicación de grados por debajo del obtenido en su día y al sobredimensionamiento de la prestación de cuidadores familiares, junto a un desarrollo particularmente escaso de los servicios de proximidad y a la exigua utilización de la atención residencial. 14 En definitiva, más allá del enfoque en los cuidados familiares, y de sus implicaciones negativas en términos de igualdad de género, las transformaciones que está experimentando la puesta en marcha de la Ley suponen una amenaza de proporciones enormemente preocupantes. Cabe afirmar que si el sistema de atención a los dependientes no desaparece por completo en España, se convertirá en un mecanismo de atención absolutamente residual. En otras palabras, volveríamos a la situación previa a la promulgación de la Ley en un movimiento hacia atrás de incalculables consecuencias no sólo en el terreno de la igualdad de género sino también en el de la atención y los derechos a las personas dependientes. De nuevo volveríamos, por tanto, al punto en el que el sector público se desentiende de las contradicciones que atenazan a las familias esperando que los individuos busquen soluciones biográficas a contradicciones sistémicas (Beck y Beck-Gernsheim (2003). 15 Referencias bibliográficas AEDGSS (Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales) (2013) X Dictamen del Observatorio de la Dependencia, http://www.directoressociales.com/images/x%20dictamen%20.pdf. 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