Lucas 2, 22-24. 27-35

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MARIA - ESPIRITUALIDAD
SANTA MARÍA DE LA PRESENTACIÓN
A la luz de la Palabra de Dios
Lucas 2, 22-24. 27-35
Cuando llegó el tiempo de la
purificación de María,
según la ley de Moisés,
llevaron a Jesús a Jerusalén, para
presentarlo al Señor
(de acuerdo con lo escrito en la
ley del Señor)…
Cuando entraban con el Niño
Jesús sus padres
(para cumplir con él lo previsto
por la ley),
Simeón lo tomó en brazos y
bendijo a Dios diciendo:
- «Ahora, Señor, según tu
promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz;
porque mis ojos han visto a tu Salvador…».
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados
por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:
- «Mira: Éste está puesto
para que muchos en Israel caigan y se levanten;
será como una bandera discutida:
así quedará clara la actitud de muchos corazones,
y a ti una espada te traspasará el alma».
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor,
se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose,
y se llenaba de sabiduría;
y la gracia de Dios lo acompañaba.
Reflexión
La liturgia de este mes de febrero nos regala una fiesta bonita e
interesante, de un contenido profundo y significativo por cuanto en ella
se nos brinda. Y es posible que, -por desgracia-, pase un tanto
desapercibida para muchos creyentes; o, acaso, “cargado” de unas “notas
especiales” que no muestran lo que conlleva dentro. De ahí que vamos a
intentar captar su significación, también hoy y aquí, para nosotros.
Es la fiesta de la PRESENTACIÓN del Niño Jesús en el templo. Es la
conocida como la “Fiesta de la LUZ” (familiarmente, “la candelaria”):
aquel Niño es presentado por un viejo testigo de la fe judía como “luz
para alumbrar a las naciones” (Lucas 2, 32) y, además, es portador de la
salvación para cuantos se abren él y le acogen.
Pero, además del anciano Simeón, en esta escena-cuadro que el
evangelista nos presenta en el templo de Jerusalén, hay otros TESTIGOS
muy significativos. Son estas figuras las que nos van a ayudar a
descubrir cuanto aquí se nos está ofreciendo y que es mucho. Seguro que
sí.
Fijamos nuestros ojos y corazón en MARÍA. La Madre no es simple
espectadora de grandes acontecimientos (en ocasiones, te encuentras con
personas que creen que aquellos primeros tiempos fueron una especie de
“paseo triunfal”, donde todo era claro y evidente), sino la SERVIDORA
FIEL, que, EN SILENCIO, contempla tantos pequeños signos que se
están produciendo (“su padre y su madre estaban admirados de lo que se
decía de él”: Lc 2, 33), y los va asimilando. Y va descubriendo la
presencia de Dios y la realización de sus PROMESAS en Jesús, el hijo
de sus entrañas y al que María cuida, pero también le contempla
queriendo descubrir todo su “misterio” (“su madre conservaba
cuidadosamente todas estas cosas en su corazón”: Lc 2, 51b).
¿Qué hace María en esta escena? Ella y José están realizando el plan
de Dios. Hacen que Jesús se vaya integrando en la cultura y religión judía,
cumplen con él todos los requisitos de la Ley. Ella es una CREYENTE,
fiel a las tradiciones de su pueblo, pero ABIERTA a las profecías, a la
NUEVA REALIDAD que se presenta en su hijo.
Cuando al anciano Simeón proclama que “mis ojos han visto al Salvador”,
y lo anuncia “como luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu
pueblo, Israel” (Lc 2, 32), también María VA DESCUBRIENDO la luz
creciente que se desprende de Jesús. Ella presenta al que es la LUZ.
Ella es la Madre y seguirá a esta Luz; pero este hijo será fuente de
sufrimiento para ella: “una espada te traspasará el corazón” (Lc 2, 35).
Si incondicional fue su entrega al ángel de la anunciación, incondicional es
la acogida del misterio que le ofrece la profecía del anciano Simeón.
Ella, pues, NOS OFRECE al que es la LUZ y le acompaña a lo largo de
los años de Nazaret (“se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret”: Lc
2, 40); y, aún más, y siguiendo el texto de Lucas-, “Jesús bajó con ellos a
Nazaret y siguió bajo su autoridad” (Lc 2, 51).
¡Cuántas lecciones las que nos brinda la Madre en este encuentro con el
anciano Simeón!
 En primer lugar, Ella acogiendo al que es la LUZ y que, según
las promesas, es la luz DEFINITIVA. Ella, abierta plenamente
al proyecto de amor de Dios, acoge en su corazón lo que el
anciano creyente intuye en esta presencia nueva de Dios en
este Niño, en el hijo de aquella desconocida pareja de pueblo.
 Pero, además de proponernos la ACOGIDA de la Luz, Ella nos
OFRECE abiertamente a ese hijo, fruto del amor del mismo
Dios. María no se queda en la autocomplacencia y en el
ensimismamiento. Al contrario, Ella sabe que su misión,
además de cuidarle con la ternura de una madre, es la de
OFRECERLE a cuantos se van encontrando en su camino.
¡Hermosa, muy hermosa la ACTITUD de María: acoge, sí, pero al
mismo tiempo lo ofrece! Ahí queda toda la hondura de este cuadro/escena.
Ahora nos toca a sus seguidores vivir tanto la acogida como también el
ofrecerlo abiertamente.
Canto
Eres Madre muy sencilla, criatura del Señor,
Virgen pobre, madre mía, llena de gracia y de amor.
Fuiste arcilla entre sus manos y el Señor te modeló;
aceptaste ser su esclava, siempre dócil a su voz.
YO QUIERO SER ARCILLA ENTRE SUS MANOS
YO QUIERO SER VASIJA DE SU AMOR (bis).
YO QUIERO DEJAR LO MÍO PARA ÉL.
YO QUIERE SER ARCILLA ENTRE SUS MANOS
YO QUIERO SER VASIJA DE SU AMOR.
No entendías sus palabras, pero respondes con fe,
dejas que el amor te guíe, confiando siempre en Él.
Por su Espíritu de vida te dejaste transformar;
te abandonas en sus manos para hacer su voluntad.
YO QUIERO SER ARCILLA ENTRE SUS MANOS
YO QUIERO SER VASIJA DE SU AMOR (bis).
YO QUIERO DEJAR LO MÍO PARA ÉL.
YO QUIERE SER ARCILLA ENTRE SUS MANOS
YO QUIERO SER VASIJA DE SU AMOR.
Grupo KAIROI - Disco: “MARÍA, MÚSICA DE DIOS”, Edición Musical PAX
Oración
Oh Dios y Padre, lleno de ternura,
que te has propuesto llevar a cabo
este hermoso misterio de amor y de vida,
y lo realizas por medio de tu Hijo amado.
Hoy, al contemplarle en los brazos del anciano Simeón
y al ser presentado como la “luz para alumbrar a las naciones”,
sentimos la emoción del DON que nos haces.
Padre,
te pedimos vivir este acontecimiento
con las mismas actitudes de MARÍA, la Madre,
acogiendo la LUZ que ella descubre,
-ayudada por las palabras del anciano Simeón-,
y ofreciéndola, a cuantos buscan con sencillez de corazón,
esa luz para sus vidas.
Que NOSOTROS la acojamos de corazón
y la ofrezcamos a cuantos nos encontremos
por los caminos de la vida.
Compromiso de vida
 Asumiré la misma actitud de María y este mes voy a trabajar, con
ahínco, para ACOGER al Niño que se nos ofrece en esta fiesta.
- centraré mi ORACIÓN PERSONAL sobre este acontecimiento.
- e invitaré, al menos a una persona, a vivir ese mismo “camino”
durante este mes.
 Volveré a leer y meditar las reflexiones que se me ofrecen y me
comprometeré a compartir con alguien concreto y de mi entorno.
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