1 Consensos y resistencias: el proceso de intervención en las comunidades afectadas por la cuenca La Picasa (pcia de Santa Fe) Tipo de trabajo: Investigación Eje temático: Experiencias de intervención y aportes metodológicos para el trabajo de extensión Autores: ROSENSTEIN, Susana; Facultad de Cs Agrarias, UNR, [email protected] MONTICO, Sergio; Facultad de Cs Agrarias, UNR BONEL, Beatriz, Facultad de Cs Agrarias, UNR ROSENSTEIN, Claudia. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. UNR GALLINO, Claudia. Psicóloga, Consultora FACTOR. CHIPONI, María Silvia, Escuela de Comunicación Social, UNR EUSEBI, Adriana. Facultad de Psicología, UNR 2 Consensos y resistencias: el proceso de intervención en las comunidades afectadas por la cuenca La Picasa (pcia de Santa Fe) Introducción Desde inicios de 1970 los sistemas hidrológicos de la llanura pampeana han entrado en crisis, coincidiendo en algunas regiones con un cambio del régimen climático semiárido al subhúmedo - húmedo. El relieve, sumado a otros factores condicionantes, es el que determina la incapacidad de un área para evacuar grandes volúmenes de agua y los cambios en el uso del territorio los que contribuyen a la manifestación de los procesos de anegamiento. Las inundaciones generan alteraciones ambientales de difícil reversión: entre otras, localidades anegadas con alta tasa de evacuados y grandes extensiones rurales inutilizadas, daños en la infraestructura, interrupción de las vías de comunicación, canalizaciones anárquicas y problemas sanitarios. Los trasvases de agua desde zonas con actividades agrícolas, a humedales o a ríos y arroyos, pueden producir problemas de contaminación por fertilizantes u otros agroquímicos, pueden afectar la estructura y funcionamiento de los sistemas naturales superando los límites de asimilación de nutrientes y contaminantes. En el sector rural el evento infringe severos perjuicios que se traducen en una fuerte disminución de la productividad e, inclusive, en la imposibilidad de continuar con la actividad, mayores costos, menor calidad del producto, degradación química, física y biológica de los suelos, etc…A nivel social, uno de los efectos más graves es el aumento de la desocupación rural y urbana y el incremento del éxodo rural. Todos estos problemas se manifiestan en mayor o menor grado en la cuenca de La Picasa, de allí la importancia que reviste como unidad de análisis del presente proyecto. La laguna La Picasa está ubicada en la región sur de la provincia de Santa Fe y sudeste de Córdoba, abarca 5300 km 2 y es hidrológicamente endorreica. El aumento de la superficie anegada desde 6.000 ha a 130.000 ha en menos de 5 años (con el pico máximo de crecimiento entre 1998 y el 2002) ha transformado a la región en un territorio altamente inestable y de impredecible futuro. Las localidades de Rufino, Diego de Alvear y Aarón Castellanos (pcia de Santa Fe) son las poblaciones más afectadas por las inundaciones, fundamentalmente estas dos últimas que aún hoy tienen mucha superficie de campos productivos bajo agua. En los últimos años se realizaron las obras denominadas “internas” en el marco del Plan Nacional de Inundaciones. El Estudio de Diagnóstico elaborado por la Universidad Nacional del Litoral en el año 1999 propuso vincular la cuenca de La Picasa con la cuenca del Río Salado (Buenos Aires) para la evacuación de eventos de manejo ordinario o de baja recurrencia. Para eventos extraordinarios o de alta recurrencia se previó construir una transfluencia hacia el arroyo Pavón, en Santa Fe. Las obras proyectadas y a construir consisten en un conjunto de canales de vinculación entre lagunas y bajos naturales. Partimos del concepto que un desastre es aquella situación detonada por un evento (normal o extraordinario) que afecta a la sociedad, superando su capacidad para hacerle frente. Está inducido por un evento físico pero es un fenómeno construido socialmente y, como tal, es un proceso continuo, en el que las propias prácticas sociales y económicas de un grupo situado van generando su propio grado de vulnerabilidad frente a determinados eventos desencadenantes. Se deduce, entonces, que el aprovechamiento racional de los recursos hídricos no es una actividad simple sino que justifica una aproximación interdisciplinaria del problema, que reconozca a la realidad como no obvia, no unívoca y siempre contradictoria. Las prácticas de un grupo son el producto de un conjunto de normas o criterios de acción construido en la interacción cotidiana, cambiante y múltiple. Pero las interfases entre los distintos actores que conforman una comunidad, a partir de las cuales las nuevas variantes de las normas se negocian e interpenetran generando nuevo conocimiento y nuevas prácticas, no se producen sin conflicto. La idea central es que emergen como producto de interacciones desiguales y conflictivas, inestables, sujetas a una permanente dinámica y, por lo tanto, están imbrincadas en procesos sociales más generales que implican cuestiones de poder. Todos los actores tienen capacidad de agencia pero no todos tienen las mismas posibilidades de ejercer la influencia y presión necesarias para que una nueva variante sea considerada y sometida a la reflexión. La capacidad de un actor para convencer a los otros de la validez de su 3 propio punto de vista dependerá del lugar de mayor o menor poder que ocupe en el espacio social, lugar definido por el volumen y la estructura de los capitales (económico, cultural, social y simbólico) incorporados en su trayectoria histórica. Bajo esta perspectiva, el concepto de interfases o encuentros cara a cara en las arenas 1 correspondientes da cuenta de cómo los actores movilizan estratégicamente una red de relaciones sociales y despliegan una multiplicidad de elementos discursivos a fin de canalizar órdenes, quejas, bienes, información, a través de ciertos puntos nodales de interacción (LONG, N; 1992). Habrá algunos con mayor poder que otros para enrolar al resto en sus propios puntos de vista. Los que lo logran pasan a “representarlos”. (MURDOCH Y CLARCK, 1993). En toda comunidad conviven actores pertenecientes a distintos sectores, públicos y privados, portadores de cuotas de poder diferenciales, lo que genera conflictos y luchas, primero para seleccionar los problemas y luego para imponer una definición en función de los intereses y metas de cada sector. El que logra “representar” a los demás es el de mayor habilidad social para comprometer a otros en la acción colectiva. Esto es, dispone de instrumentos materiales y cognitivos (y mayor capital social) 2 para obtener la cooperación ajena sobre la base de su propia visión del mundo y de su propia definición de lo que son los problemas a ser enfrentados. En este sentido, cooperación supone capacidad de persuasión, capacidad para transformar el conjunto de significados que guían la acción de un grupo social. En el caso que nos ocupa, y retomando el concepto de desastre como un proceso social e históricamente construido, dijimos que la posibilidad de que este ocurra depende del grado de vulnerabilidad de un grupo social. En este sentido, la identificación de las prácticas dominantes de un grupo (que reflejan, a su vez, la estructura de jerarquías dentro de la comunidad), orientadas por el significado atribuido a los problemas, constituye un camino para explicar el grado de vulnerabilidad y su relación con la ocurrencia de un desastre. Pero además, debemos considerar que el proceso de negociación para la búsqueda de soluciones al problema del manejo de los recursos hídricos en la cuenca fue asumido por actores externos a las comunidades, lo que implica interfases entre los actores locales y técnicos y gestores, reconocidos como portadores del capital cultural y/o simbólico. El supuesto es que el cambio debe venir desde afuera de las comunidades. Si el proyecto fue entonces definido a priori puede esperarse que los actores locales se enrolen en el punto de vista de los “que saben”, pero ello no implica que definan del mismo modo las soluciones posibles. Siempre opondrán “resistencias” con el objetivo de sostener sus propios significados construidos históricamente y plasmados en sus líneas de acción. Siempre habrá conflictos entre sectores para imponer una definición en función de sus intereses y metas y, por lo tanto, los resultados del proceso de intervención no serán generalmente los esperados. Hablar de negociación supone entenderla según tres dimensiones: como un espacio de relacionamiento entre actores múltiples, como una disputa en el terreno discursivo por la imposición de visiones y posiciones y como una transacción en términos de intercambio de intereses, donde el consenso será provisorio y referido a los asuntos negociados. (RODRIGUEZ, M. 2001). En función de este planteo, surge este proyecto que se propone como objetivo general diseñar una metodología que permita integrar la producción de conocimientos entre todos los actores involucrados en un sistema de gestión de recursos hídricos a nivel de cuenca de modo de alcanzar soluciones que respondan a las exigencias de un desarrollo endógeno y sostenible, y susceptible de ser replicada en otros ambientes. En esta etapa en particular, nos abocaremos a reconstruir las características que asumió el proceso de negociación entre actores locales y externos y que culmina con el proyecto de manejo hídrico en marcha. Dicha reconstrucción va a permitir identificar las relaciones de “Arenas son encuentros sociales o una serie de situaciones en los que tienen lugar contiendas sobre cuestiones, recursos, valores y representaciones. Son localizaciones sociales y espaciales dónde los actores confrontan, movilizan relaciones sociales y despliegan medios discursivos y culturales para el logro de fines específicos” (LONG; N., 1997) 2 BOURDIEU, P (1995:82) define este concepto como “la suma de los recursos, actuales y potenciales, correspondientes a un individuo o grupo, en virtud de que éstos poseen una red duradera de relaciones, conocimientos y reconocimientos mutuos más o menos institucionalizados…” 1 4 poder, las interacciones y las luchas por enrolar a los otros en un determinado marco de interpretación de la realidad. De acuerdo a la información recabada en las etapas anteriores, podríamos afirmar que habría consenso a nivel de las comunidades acerca de la definición de la inundación como problema y conciencia del riesgo, aun cuando no todos vean los mismos síntomas del problema y le atribuyan distinta significación a los efectos producidos por las inundaciones. Diferencias que se explican en función de la experiencia previa y los intereses que moldean los puntos de vista de los actores. A pesar de esto, no se verifica que esta conciencia de riesgo haya logrado plasmarse en un cambio de prácticas, prevaleciendo el conflicto y las culpas mutuamente atribuidas entre actores. En este contexto, nos preguntamos, entonces ¿se habla del tema en las comunidades? ¿se ha logrado consenso también en torno a las soluciones propuestas por el proyecto en marcha? ¿se incrementó el capital social al interior de las comunidades como para impulsar la idea de la organización como práctica posible y lograr así incrementar su poder de negociación frente a otras instancias de mayor poder? Metodología Nos abocaremos a un estudio de caso: el de las comunidades de Rufino, Diego de Alvear y Aarón Castellanos que han sido las más afectadas por la laguna La Picasa (provincia de Santa Fe). La elección de esta cuenca responde al criterio de que es un caso paradigmático en relación a la gravedad que reviste el manejo de los recursos hídricos, a la notoriedad que han adquirido los reclamos de sus habitantes en los últimos años y a las estrategias por las que se han optado para intentar solucionar el problema. El universo bajo estudio del presente proyecto serán las comunidades locales, definidas por el sentido de pertenencia al espacio territorial dónde sus miembros residen, desarrollan el grueso de sus actividades comerciales, utilizan los servicios y participan activamente en sus instituciones. Esto es, el espacio en el que tienen lugar los encuentros cotidianos entre los actores locales (ALBANESI, R; ROSENSTEIN, S., et al., 2001; ALBALADEJO, C., 2000). Tomaremos como unidades de análisis, por un lado, al sector “externo”3 conformado por las autoridades provinciales y los técnicos encargados de diseñar el proyecto en marcha y, por el otro a los distintos sectores presentes en las comunidades y que se hallan involucrados en el problema: autoridades comunales, referentes4 de organizaciones profesionales y vecinales, productores agrícolas, comerciantes, industriales, comunidad educativa, medios de comunicación, servicios, religiosos, asalariados. A su vez, los actores pertenecientes a cada uno de estos sectores representan las subunidades de análisis. El diseño contempla un trabajo en etapas sucesivas, con metas y productos determinados a alcanzar en cada una de ellas, siguiendo los lineamientos de un proceso de investigación – acción participativa (FALS BORDA, O, 1991). En esta etapa las variables a relevar son las prácticas y significados que los actores pusieron en juego a lo largo del proceso de negociación y que resultaron en interfases más o menos conflictivas en función del lugar que cada uno de ellos ocupaba en el espacio social. Para ello, recurrimos a dimensiones tales como: los reclamos efectuados, el surgimiento de nuevas formas de organización, el grado de participación en la toma de decisiones, la elaboración de proyectos alternativos, la evaluación de los resultados de la puesta en marcha del proyecto. Esperamos sacar a la luz tanto las diferencias como las similitudes presentes según el sector de pertenencia e, incluso, entre actores dentro de un mismo sector. 3 Entendemos por actores externos, aquellos que tienen capacidad para determinar los procesos locales, sin tener presencia material local (PIREZ, P.) 4 Con el término “referente”, nos referimos a los miembros más “mirados”, “escuchados” y respetados desde el punto de vista de sus estrategias productivas o por su acción comunitaria. Por ello, son los más capaces de impulsar cambios en la manera de ver las cosas y en las formas de organización. Entrevistarlos en calidad de informantes nos permitió comenzar a construir un mapa de los distintos grupos y sectores presentes, de sus interacciones (redes), de las relaciones de poder existentes y de los conflictos implícitos o explícitos que se plantean entre ellos 5 Para reconstruir la historia de la puesta en marcha del proceso, utilizamos fuentes de información secundaria tales como actas de reuniones, documentos emitidos por autoridades y técnicos, Asimismo, realizamos entrevistas en profundidad a referentes de los distintos sectores involucrados en el proceso. Una breve reconstrucción histórica del proceso de las inundaciones en la cuenca y las interfases conflictivas de las negociaciones: “En la búsqueda de una solución definitiva al problema de La Picasa” Para ubicar al lector, vamos a describir brevemente cómo se produjeron las inundaciones en la cuenca. Durante gran parte de la última década, las precipitaciones en algunos lugares de la cuenca superaron los 1200 mm, en una zona con un régimen que oscilaba entre los 600 y 700 mm anuales. Ello produjo la colmatación de los reservorios, un ascenso de los niveles freáticos a alturas muy próximas a la superficie, una saturación de los perfiles edáficos y un volumen de escurrimiento superficial totalmente anómalo para un sistema caracterizado por predominancia de movimientos hídricos verticales. Es así que la altura de la laguna La Picasa que, a inicios de 1997 no llegaba a una cota de 100 m, comenzó a ascender hasta llegar a los 108,80 m en el 2002 y ocupando una superficie de 35.834. (MONTICO; S, 2001). Entre febrero y marzo del 2007 llovieron entre 500 y 600 mm, o sea la mitad del promedio anual concentrado en dos meses y la laguna volvió a elevar su cota, casi a los niveles del 2002. Por otra parte, el modelo productivo de explotación mixta, característico hasta fines de los 70, se transformó a partir del proceso de agriculturización que predominó en toda la región pampeana argentina, provocando profundos cambios en el modelo tecnológico dominante. Entre ellos, el abandono de la ganadería que quedó relegada a los sectores bajos y de cañada, dónde la aptitud del suelo no era viable para la agricultura. Sin duda, el paquete tecnológico de los 90 (siembra directa más variedades transgénicas), más los altos precios internacionales, profundizaron la tendencia a la disminución de la superficie ganadera y de la destinada a otros cultivos y al incremento de la ocupada por soja. Los cambios en el uso del suelo han contribuido a agravar el problema de las inundaciones en tanto el reemplazo de pasturas permanentes por cultivos anuales disminuye el grado de infiltración de agua en el perfil y acelera el escurrimiento natural. En este contexto, y ya a partir del año 1998, comienzan los reclamos del sector agropecuario, directamente afectado, encabezados por la Sociedad Rural de Rufino. Se solicita a las autoridades provinciales la declaración de la Emergencia Agropecuaria y la construcción de una red vial de emergencia dado que, tanto los caminos rurales como la ruta 7, se encuentran intransitables. También que “sería fundamental que las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba trabajen en conjunto a través de sus organismos técnicos”, a fin de buscar una solución integral al problema “pues la falta de una planificación de la cuenca ha permitido la realización de obras particulares que han agravado la situación”. (SOCIEDAD RURAL DE RUFINO, 1998). Propone reuniones conjuntas de las Direcciones de Hidráulica provinciales y de la Nación. Con ello, la Sociedad Rural está denunciando la construcción de canales clandestinos, fuente de conflictos permanentes entre productores puesto que cuando uno saca el agua de su campo, la recibe el vecino que está cuenca abajo. La provincia de Santa Fé reconoce que la Dirección de Hidráulica no tiene un plan previo y va detrás de la emergencia. Propone pedir un estudio a la Facultad de Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral. Varios meses después, se realiza la primera reunión del Comité Interprovincial de Cuenca de la que participan las Direcciones de Hidráulica de las tres provincias junto al representante de la Secretaría de Recursos Hídricos de la Nación y en la que se propone conformar un Comité de Apoyo. Surge así la Comisión de Seguimiento de la Comisión Interjuridiccional, conformada por las autoridades de las comunas afectadas, representantes de las asociaciones de productores y de la Federación Agraria Argentina, definiendo como su objetivo principal “la solución definitiva de la cuenca La Picasa”. Los conflictos al interior de la Comisión de Seguimiento se van a evidenciar inmediatamente después de su conformación, fundamentalmente por las denuncias de productores de Diego de 6 Alvear y Aarón Castellanos acerca de la construcción de canales, tanto clandestinos como públicos, que vuelcan los excedentes de agua de otras zonas en La Picasa. Al finalizar el año 1998, y luego de numerosos reclamos, la provincia de Santa Fé comunica a la Comisión de Seguimiento que, luego de dos meses de iniciados los estudios, los técnicos de la FICH (UNL) informarán a la comunidad sobre los avances en el conocimiento e interpretación del sistema de la cuenca. Sin haberse firmado aún el proyecto de estatutos, la Comisión Interjuridiccional de Manejo de Excedentes Hídricos de las Áreas bajas del Río V, Subcuenca La Picasa (CIAB-Río V) se reúne en Rufino y suscribe un Acta Acuerdo, en el que se compromete a instrumentar un mecanismo de evaluación y seguimiento técnicos de la problemática hídrica de la cuenca La Picasa, comprometer la participación activa de un representante por jurisdicción; priorizar el salvaguardo de los cascos urbanos y la participación de la Comisión de Seguimiento en la detección y denuncia de toda actividad que involucre el manejo de las aguas superficiales. A la vez que queda claro el respaldo político a la Comisión de Seguimiento, también queda claro que son los propios productores los que deben ejercer el control de sus pares y, eventualmente denunciarlos en caso de la realización de canales clandestinos. El año 1999 se va a iniciar con una grave situación de emergencia en toda la cuenca debido a las intensas precipitaciones pero también arrecian los conflictos entre provincias: Santa Fe denuncia que Córdoba y Buenos Aires están realizando obras inconsultas. Esta última no rectifica su acción argumentando que están en juego los cascos urbanos de las localidades afectadas. El peligro inminente de la entrada de agua al casco urbano de Rufino, dispara el surgimiento de nuevas formas de organización: el Comité de Defensa Civil, un grupo denominado Apoyo Ciudadano y luego, la Fundación para el Desarrollo Regional. En abril de 1999, comienza a funcionar formalmente la Comisión Interjuridiccional, una vez que las provincias firman el acuerdo, tras numerosos reclamos de la Comisión de Seguimiento por la demora. Entre otras cuestiones, la Comisión decide tomar como base el estudio de Diagnóstico elaborado por la FICH el cual será compatibilizado con el proyecto que viene desarrollando la provincia de Buenos Aires en la cuenca del Salado y Córdoba en los sistemas del Sudeste provincial”.(COMISIÓN INTERJURIDICCIONAL, 1999). La Comisión de Seguimiento reclama la incorporación de un representante a dicha Comisión. El diagnóstico elaborado por la FICH contempla la traza de dos alternativas: la Norte que desagüa hacia la cuenca del Salado en la provincia de Buenos Aires y la Sur que, a través del Arroyo Pavón, conduce el agua al río Paraná. La Comisión Interjuridiccional considera más conveniente ésta última. Sin embargo, Santa Fe, ante la emergencia hídrica, inicia las obras para derivar agua por la alternativa Norte, licitando en el mes de octubre la construcción de la estación de bombeo de La Picasa. Buenos Aires objeta la decisión unilateral de realizar la traza Norte. Hacia fines de año, la Comisión de Seguimiento denuncia ante el gobierno provincial las obras sin ejecutar, responsabilizando a la DPOH de Santa Fe, a Hidráulica de Buenos Aires y a Recursos Hídricos de la Nación por la posibilidad de rebalse incontrolable de La Picasa. (DOCUMENTOS SOCIEDAD RURAL, 1999) A comienzos del 2000, el Presidente de la Nación visita Rufino “para tomar contacto con la realidad de la región”. Las provincias se comprometen a concretar las obras y a realizar los trámites tendientes a la liberación de la traza y las expropiaciones de las áreas reservorio. Sin embargo, los conflictos se acentúan: ante la continuación de las obras ejecutadas por la provincia de Santa Fe tendientes a incorporar estaciones de bombeo para derivar las aguas a la provincia de Buenos Aires (no respetando las pautas originarias del acuerdo establecido en cuanto a no tomar acciones unilaterales), varios intendentes de esa provincia elevan un petitorio a la Fiscalía de Estado a fin de que interponga los recursos o inicie las acciones legales tendientes a paralizar en forma inmediata las obras de bombeo y canalizaciones en ejecución. 7 En la audiencia de Conciliación, ambas provincias ratifican su postura pero Santa Fe debe desactivar el canal en forma provisoria mediante la construcción de tapones. La Comisión de Seguimiento protesta fuertemente ante las autoridades provinciales por la interrupción de los trabajos comenzados en la Alternativa Norte, dado que la construcción de la Alternativa Sur demandará entre 3 y 5 años. Lógicamente, el conflicto se traslada al interior de la Comisión de Seguimiento. Así, el Intendente de Junín y de otras localidades bonaerenses afectadas dejan de asistir a las reuniones a pesar de haber sido invitados en reiteradas oportunidades. El año 2000 finaliza con las obras de la Alternativa Norte aún “taponadas”. El propio Presidente de la Nación informa a la Comisión de Seguimiento que dado que el proyecto Alternativa Norte se encuentra en una situación conflictiva, la Comisión Interjuridiccional resolvió avanzar en los términos de la Alternativa Sur y que, en ese sentido, el gobierno nacional decidió incorporar en el Plan Nacional de Infraestructura cuatro obras de canalización para ser licitadas en los próximos meses. A mediados del año 2001, la Comisión de Seguimiento sigue sin representación en la Interjuridiccional y reclamando por ello. Algunos propietarios se niegan a ser expropiados para permitir el paso de los canales. También es cierto que el gobierno provincial sigue sin definir la superficie y el monto que recibirán los afectados por las expropiaciones. El presidente Comunal de Aarón Castellanos denuncia que la traza de los canales tuvo que sortear una estancia, lo que pone en serio riesgo de inundación a todo el distrito. Solicita a la provincia que se suspendan todas las obras proyectadas y en ejecución, aguas arriba de la laguna La Picasa, puesto que su comuna no fue consultada y ni siquiera informada por la Dirección de Hidráulica. También acusa a la Comisión de Seguimiento y a la Intendencia de Rufino de “complicidad” con la provincia en relación con las obras inconsultas que envían o desvían agua hacia su distrito. (DOCUMENTOS SOCIEDAD RURAL, 2002) El presidente comunal de Aarón Castellanos fue el responsable del único proyecto alternativo frente al oficial que proponía un canal navegable que desembocara en el Paraná. En este punto ya han transcurrido varios años desde el comienzo de las negociaciones para la solución del problema de la cuenca y aún no hay decisión a la vista: la Comisión de Seguimiento reclama por el cierre de los canales clandestinos, la decisión enunciada a fines del año 2000 por parte del gobierno nacional de comenzar las obras aún no se ha traducido en hechos concretos, Santa Fe sigue litigando con Buenos Aires por los tapones de la Alternativa Norte. La Comisión de Seguimiento es elocuente cuando dice, dirigiéndose al gobierno provincial “Han transcurrido 4 años y lamentablemente lo que se planteaba como un tema estrictamente técnico se ha visto tergiversado y muchas de las soluciones necesarias para resolver la situación han sido interferidas por decisiones estrictamente políticas…entre los productores afectados reina un ánimo belicoso por la falta de respuesta y el permanente estado de deliberación…la Comisión de Seguimiento ha tenido que soportar las críticas y reclamos no pudiendo dar ninguna contestación técnica ni política…”(DOCUMENTOS SOCIEDAD RURAL, 2002). Arrecian los conflictos también entre los propios afectados que responsabilizan a sus pares de la Comisión por la falta de respuestas. En la actualidad, las obras están de lejos de haberse concluido: las turbinas de la estación de bombeo no funcionan, faltan muchos puentes por construir, los canales no están interconectados entre sí y no se hicieron los canales secundarios. A tal punto que las obras inconclusas son las que hoy generan anegamiento. Las prácticas de la comunidad frente al “desastre ambiental” La mayoría de los entrevistados (58%) enuncia que en el momento de la inundación, la comunidad llevó adelante prácticas solidarias. En Rufino, y casi independientemente del sector de pertenencia, todos los vecinos trabajaron día y noche llenando bolsas con tierra o arena, haciendo canales y terraplenes, para impedir que el agua entrara al casco urbano y en las zonas más bajas, a las casas. Incluso, se hacían guardias porque las bolsas cedían y había que ir tapando los agujeros. Los barrios más afectados fueron los más carenciados, de allí que otra práctica común fuera la donación de ropa, alimentos, colchones, tanto para los evacuados 8 (escasos) como para aquellos que permanecieron en sus casas. Otras prácticas mencionadas en menor proporción fueron el aporte de personal y vehículos que hicieron algunas empresas privadas e instituciones y el rol cumplido por los bomberos en las evacuaciones. Muchos ponen el énfasis en que se trató de un “brote solidario”, una “convocatoria espontánea”, que unió sin distinciones a todos los sectores y a todas las instituciones, incluida la municipalidad. Pero si “estaban unidos por el espanto”, es de esperar que al desaparecer el riesgo inminente también desaparezcan las redes de solidaridad y, por lo tanto, la posibilidad de diseñar estrategias conjuntas. Los referentes de Diego de Alvear y Aarón Castellanos, en cambio, hablan de movilizaciones, cortes de ruta, levantamiento de firmas y notas enviadas a diferentes niveles del poder político, organizadas fundamentalmente desde el sector agropecuario. Esta diferencia entre localidades se explica por el hecho de que estas últimas fueron las más afectadas desde el punto de vista productivo, con gran cantidad de has bajo agua pero sus cascos urbanos, más altos, no corrieron tanto riesgo como el de Rufino. Diferencias en las acciones pero también en los sectores que participan: mientras en Rufino participan todos a partir de una convocatoria espontánea, en Aarón Castellanos y Diego de Alvear convoca y participa casi un único sector. Contrariamente, el 47,7% percibe que las prácticas no fueron solidarias, sino “individualistas” y se refieren a la realización por parte de los productores de canales clandestinos: “cada uno quería salvarse mandando el agua a los de abajo”. No se trata meramente de un conflicto entre pares: son docentes, empresarios, políticos, dirigentes comunitarios, los que también atribuyen a esta práctica el rasgo de individualista. A su vez, el sector político local, responsable de las decisiones en la emergencia y los técnicos externos comparten este punto de vista: mientras que para el primero “la falta de apoyo de la población” actuó como un obstáculo para actuar, para los segundos, los canales clandestinos son un obstáculo para el funcionamiento del proyecto. Es decir, la culpa es de las acciones de los otros. Llama la atención que para un porcentaje importante (29%) dominaron ambos tipos de acciones simultáneamente, lo que significa que, frente al evento, se plasma tanto la solidaridad como los intereses individuales. Un porcentaje menor (12,2%) enuncia que “no hubo prácticas”, nada se hizo en la emergencia, y lo atribuyen a que predominó el “desconcierto”, al individualismo de la mayoría que siente que “no les va a pasar nada” y a que las autoridades locales no actuaron porque no tenían ningún plan de prevención. Los reclamos Es indudable que cuando hablamos de reclamos, nos referimos también a una práctica. Lo único que intentamos es diferenciarlas temporalmente dado que los reclamos se van perfilando luego del evento, lo que supondría mayores posibilidades de construcción de significados comunes acerca del problema y sus soluciones en el devenir del tiempo Para el 61,1%, la comunidad se unió en la coyuntura para reclamar obras tales como que la Municipalidad limpiara los canales ya existentes alrededor de la ciudad y construyera nuevos, mejorara el estado de las calles, pusiera bombas para sacar el agua del casco urbano. En definitiva, para “que no les llegara el agua a las casas”. Incluso se llegó a solicitar al Intendente de Rufino que dinamitara una ruta nacional que actuaba como dique impidiendo el drenaje del agua. Las acciones se orientaban también a presionar al poder político provincial y nacional, directamente o a través de los legisladores, para la realización de obras de infraestructura que controlaran el problema en el futuro y para que se acordara con las otras provincias involucradas dentro de la cuenca “un manejo serio del agua”. Reclamo que era compartido por todos los sectores e incluso por todas las comunidades. Casi en la misma proporción (53,3%), los actores locales y los técnicos externos ponen el énfasis en que los reclamos fueron sectoriales y que los más afectados lideraron las acciones. Son los referentes del sector agropecuario los que coinciden en que las que más presionaron para que se elaborara un proyecto y después para que se realizaran las obras fueron las 9 Asociaciones de productores (Sociedad Rural de Rufino, Asociación de Productores del Sur de Santa Fe), actuando como un nexo entre las demandas de sus asociados y las autoridades provinciales y nacionales. Pero los productores no sólo reclamaban obras sino también cuestiones relacionadas directamente con sus intereses, tales como la recuperación de los caminos rurales y el pago de subsidios para compensar las pérdidas sufridas y poder recomenzar el ciclo productivo. En definitiva, demandaban “que les sacaran el agua como sea”. No llama la atención que este reclamo aparezca con mayor fuerza en Aarón Castellanos y Diego de Alvear, dado el grado de perjuicio que sufrieran. También es razonable que, en algunos sectores, fundamentalmente en el político, los reclamos sectoriales generen fuertes críticas porque “la gente reclama sin comprender los tiempos de la administración pública”, “se aprovecha” o bien pide cosas imposibles de llevar a cabo como “romper una ruta”. Otro reclamo sectorial, enunciado por dirigentes comunitarios, asalariados e inundados, fue el de los sectores carenciados, sin duda, los más vulnerables frente al desastre ambiental. Las demandas eran por “comida, chapas, colchones” y dirigidas a las autoridades municipales. Se observa que el conjunto de la comunidad percibió menos este tipo de reclamo, dado el lugar de subordinación que este sector ocupa en el espacio social. Sólo los directamente involucrados o los que ocupan los lugares más cercanos a ellos dentro del espacio del territorio le atribuyen una mayor significación. De la misma manera que en el punto anterior, el 29% de los entrevistados afirma que los reclamos fueron tanto conjuntos como sectoriales, significando con ello que los momentos fuertes de acción colectiva no excluyen las acciones guiadas por intereses más particulares. Los actores que enuncian que no hubo reclamos (24,4%) asocian el hecho con “la falta de conciencia colectiva”. En este sentido, afirman que si hubiera habido suficiente presión de la comunidad, las obras se hubieran terminado. Y ello ocurre porque “la gente se queda en la queja”, “se siente incapaz de incidir en las decisiones de los políticos”, “deja que los demás resuelvan”. También porque el individualismo se traduce en prácticas tales como no acompañar el reclamo de los sectores más afectados porque a ellos no les toca: “para la gente del pueblo la inundación era ir a ver la laguna y pescar”. ¿Qué lograron los reclamos? La percepción general en Aarón Castellanos y Diego de Alvear es que los logros fueron escasos o nulos y culpan al sector político de “no haberlos escuchado”. La indiferencia de las autoridades produce desgaste, la falta de respuestas se plasma en que la gente “baja los brazos”. Para los técnicos, la razón reside en la falta de acuerdo como consecuencia de los conflictos entre productores de aguas arriba y aguas abajo que priorizaron los intereses individuales por sobre los colectivos. El Estado provincial, por su parte, no percibe que haya habido conflictos en tanto actuó “en función de los reclamos” de la gente. Los referentes de Rufino no contestan en relación con los logros. Si el problema ya pasó, no es necesario reflexionar acerca del éxito obtenido con las líneas de acción implementadas. La diferencia entre convivir con el problema y “haberlo olvidado” se traduce en las prácticas diferenciales de ambas comunidades que responden, sin duda, a la mayor o menor conciencia de riesgo, a la mayor o menor seguridad que cada una siente frente a la posibilidad de que el evento pueda repetirse. Lo que comienza a ponerse en evidencia es el grado de conflictividad que caracterizó el proceso: las culpas mutuamente atribuidas entre pares, entre sectores, entre localidades, entre instituciones, hacia el Estado y desde el Estado hacia los actores locales fueron y siguen siendo una constante en la búsqueda de soluciones. Las nuevas formas de organización Analizar el surgimiento de estas nuevas formas nos ayuda a comprender si las prácticas frente al evento y los reclamos lograron construir suficiente capital social como para impulsar la idea de una organización capaz de dar mayor grado de institucionalidad a las demandas y, por lo tanto, mayor grado de poder a las instancias locales. En este sentido, sólo el 43% de los entrevistados enuncia el surgimiento de alguna forma de organización local, fundamentalmente en Rufino. La mayoría rescata el accionar de Apoyo Ciudadano, convocada por productores agropecuarios, empresarios, industriales, 10 profesionales, para trabajar sobre los problemas de la ciudad “ante la inacción del Municipio”. Según sus miembros, fue una buena experiencia de participación y “la única oposición al discurso oficial”. Pero no perdura en el tiempo, “al final sentían que perdían el tiempo”. Parecería que al atenuarse el riesgo inminente, resulta difícil encontrar otros intereses comunes y reaparecen las diferencias políticas, institucionales, ideológicas que históricamente impidieron el trabajo conjunto en la comunidad. Un grupo que se separa de Apoyo Ciudadano conforma la Fundación para el Desarrollo Regional, “era la gente más fuerte que podía bancar una fundación”. Efectivamente, sus miembros ocupan posiciones destacadas en el espacio local, sobre todo por el volumen de capital económico y simbólico, razón por la cual el resto de la comunidad siente que sus líneas de acción no son posibles para todos. Otra forma de organización fue la Junta de Defensa Civil. Según los referentes locales, se formó espontáneamente para afrontar el desastre a partir de la convocatoria de las instituciones y el Intendente. Sin embargo, el sector político tiene un punto de vista diferente: fue él quién la convocó y no tuvo necesidad de recurrir a otras instituciones para actuar. La Junta tuvo “cortocircuitos” después de la inundación, está desorganizada y no tiene un proyecto de trabajo comunitario “preparado y ensayado” en caso de que volviera a producirse un nuevo evento. El sector agropecuario hace referencia a la Comisión de Seguimiento en la que, como dijimos, participan las autoridades de las comunas afectadas, representantes de las Asociaciones de productores y de la Federación Agraria Argentina. Su accionar “se apagó como una vela” en la medida en que las instituciones se fueron retirando tanto por los conflictos internos como por el cansancio que produce la falta de respuestas por parte del Estado. En menor proporción, los referentes mencionan otras formas de organización tales como comedores escolares, comisiones de apoyo por el tema de la seguridad y los caminos rurales, productores autoconvocados del Sur de Córdoba (PRASCOR), etc.. En Aarón Castellanos y Diego de Alvear las acciones se canalizaron a través de organizaciones preexistentes, fundamentalmente la Asociación de Productores del Sur de Santa Fe. La intención de conformar una cooperativa de pescadores no prosperó por problemas gremiales entre los locales y la gente que venía de afuera y además porque no lograron que la provincia construyera la planta procesadora. En síntesis, ninguna de las organizaciones emergentes del desastre ambiental tuvo continuidad en el tiempo con lo que no logran un grado de institucionalización suficiente como para incidir en las decisiones del poder político. En ese sentido, no es casual que el 48% de los entrevistados, independientemente del sector de pertenencia, no conteste la pregunta: parecería que su accionar no fue suficientemente relevante como para ser percibido por la gente. Desde el punto de vista de los técnicos, la iniciativa de la organización debió ser propuesta desde el sector externo, a modo de una “entidad de actores sociales de la cuenca”, dotada de una oficina técnica y de un funcionario que monitoree la situación de la cuenca. No pudieron llevarla a cabo por “anteojeras de las autoridades”. La diferencia entre los técnicos y las autoridades provinciales es que éstas creen que sería suficiente con la figura del Comité de Cuenca formado por representantes de la provincia, las comunas y los productores. La razón es que las “asociaciones civiles se adormilan” y lo que se requiere es “armar un tejido de respuestas rápidas”. Sin embargo, tampoco hubo iniciativas en este sentido por parte de la provincia. Los proyectos alternativos La posibilidad de las comunidades de generar proyectos alternativos para solucionar el manejo del agua dentro de la cuenca es también una medida de su grado de organización. Significa que no sólo hay un espacio para compartir los problemas sino también para llevar adelante nuevas variantes a las líneas de acción implementadas hasta el momento. La cuestión pasaría por la validez que los otros les otorgan como para escucharlas y enrolarse o no en ellas. Como es de esperar, la tendencia observada en el punto anterior se repite: sólo el 40% sabe que hubo proyectos alternativos, aunque no necesariamente los asocien con una institución en 11 particular. El más nombrado es el proyecto del canal navegable elaborado por el Presidente Comunal de Aarón Castellanos, tanto por sus atributos positivos como negativos. Entre los primeros, se menciona que el proyecto “generaba oportunidades de la crisis”, en tanto ofrecía posibilidades turísticas, energéticas y de transporte, y, a la vez, independizaba a Santa Fe de las decisiones de las otras provincias de la cuenca. Para sus detractores era inviable, “pura charlatanería” y lo único que logró fue que se perdiera tiempo para decidir acerca del proyecto definitivo. Todos coinciden, sin embargo, en que, desde el poder político, “nunca se lo escuchó”, “se lo consideró un tirabombas”. Otros referentes mencionan como alternativos a las dos variantes formuladas en el proyecto oficial (Alternativa Norte y Alternativa Sur), lo que demuestra la escasez de información al interior de la comunidad acerca de las soluciones propuestas para el manejo de los recursos hídricos. El 34,4% enuncia que no hubo proyectos alternativos y no los hubo por dos razones diferentes. Por un lado, porque las comunidades dejaron la solución en manos de los técnicos de la Dirección de Hidráulica. Como “la gente habla pero no hace” y además cada uno destruye lo que dice el otro, son los políticos los que terminan definiendo las soluciones. La segunda razón es que las comunidades no están preparadas, “no saben cómo se soluciona un problema así”, por lo tanto, deben ocuparse “los que saben”. De lo contrario, los actores se oponen a los proyectos presentados por los técnicos sin demasiados fundamentos y lo único que se logra es retrasar la definición de las soluciones. En síntesis, dominan las críticas: sean porque los conflictos impidieron la construcción de un cierto consenso como para plantear proyectos alternativos, sean porque plantearlos resultaba más perjudicial que beneficioso. Tanto el sector político provincial como los técnicos coinciden en que no hubo proyectos alternativos y “si los hubo no aparecieron”. Tal como afirman los actores locales, el proyecto del canal navegable no mereció ni la más mínima atención por parte del sector externo. Finalmente, el 24,4% no sabe si hubo o no proyectos alternativos, lo que corrobora lo dicho anteriormente acerca de la escasez de información que circula en la comunidad. La acción del Estado desde el punto de vista de los actores Si el 81% de los referentes percibe que la acción del Estado nacional y provincial fue negativa, significa que es el actor al que se le atribuye la mayor parte de la responsabilidad del desastre pasado y también la posibilidad de que pueda repetirse. Para la mayoría (66,7% ) el principal aspecto negativo reside en la demora en la ejecución de las obras: faltan puentes por construir, faltan canales que deriven el agua antes de llegar a la laguna y los que están no están interconectados entre sí, faltan reservorios, la Alternativa Sur está inconclusa. Atribuyen la demora a la “falta de voluntad política”: se esperó hasta último momento para tomar las decisiones cuando tuvieron el problema del agua otra vez encima (se refieren a las lluvias de principios del año 2007), “se hicieron los tontos sabiendo lo que iba a pasar”. “Lo que más duele no es el agua sino el olvido” tanto desde la Nación como desde la provincia, pone en evidencia que la percepción dominante es la falta de respuestas por parte del poder político y también la falta de planificación y la “negligencia”. Asociado con la falta de voluntad política, los actores enuncian que la provincia no le pagó a la empresa constructora, no quiso actualizar los valores demandados por ésta y las obras se pararon. Por otra parte, tampoco autorizó ni autoriza a los productores que así lo desean a construir los canales que faltan o interconectar los existentes. O sea, el Estado provincial no se hace cargo pero tampoco permite que lo hagan los otros. Lógicamente, éste se defiende argumentando que es la Nación la que debe dar la orden. El segundo aspecto negativo tiene que ver con el propio proyecto diseñado para el manejo del agua (17,8 % de los entrevistados). Al partir de un diagnóstico equivocado, se cometió el error de construir la estación de bombeo “que no es una respuesta técnica adecuada” porque, dado el conflicto con Buenos Aires, están apagadas o bien funcionan alternativamente. Ello, sumado a que los canales se empezaron a construir desde aguas abajo hacia arriba, hace que el agua canalizada entre a la laguna más rápido de lo que sale y vuelvan a inundarse los campos de Aarón Castellanos y Diego de Alvear. 12 El proyecto no contempló tampoco la mejora de las defensas periféricas de la ciudad de Rufino ni las obras de desagüe interno una vez superada la emergencia y, además, falta la planta de bombeo. El tercer aspecto fuertemente criticado (25,6%), sobre todo por los miembros del sector agropecuario, es que la provincia no resolvió el tema de las expropiaciones de los campos afectados por la traza de los canales y reservorios ni pagó los subsidios que había prometido para recomenzar el ciclo productivo. Por el contrario, reclama el pago del impuesto inmobiliario de los campos que aún permanecen bajo agua. Además no ejerció poder de policía sobre los productores que se negaron a dejar pasar los canales por sus predios y no controla la ejecución de canales clandestinos. Precisamente, la ejecución de las obras, el pago de expropiaciones y de subsidios constituyeron el núcleo de los reclamos locales tanto conjuntos como sectoriales. La persistencia del Estado en líneas de acción que la sociedad percibe como negativas muestra la poca incidencia que dichos reclamos tuvieron y tienen a la hora de tomar decisiones políticas. El cuarto aspecto negativo que recae directamente sobre el Estado nacional es su falta de intervención para dirimir los conflictos interprovinciales, fundamentalmente entre Santa Fe y Buenos Aires. Los técnicos comparten con los actores locales la valoración negativa en relación con la demora en las obras y la falta de pago del monto de las expropiaciones: “el monto fijado por la Nación no alcanzaba para nada”. Son inclusive más críticos que los actores locales al evaluar que el Estado provincial no respetó el proyecto originalmente diseñado y que el nivel de detalle fue resuelto por las propias empresas constructoras sin consultarlos. Es más, la Alternativa Norte no estaba propuesta en el proyecto, fue una decisión exclusiva del poder político para enfrentar la emergencia. Las autoridades provinciales enuncian que la Nación “hizo una gran inversión”. Aún así, reconocen la demora en las obras pero esto tiene más que ver con las prácticas de los otros que con las suyas propias. Así, “lo que falta no llevaría más de un año pero no se puede decir cuando van a terminar por el problema de las expropiaciones, por los problemas contractuales con las empresas, porque hubo modificaciones en las obras”. Aclaran que la provincia no tiene poder de policía, por lo tanto, no puede actuar sobre la construcción de canales clandestinos en campos de particulares, además “nadie nos informa que se están haciendo en tal lugar”. En relación con el desempeño del Estado municipal, los atributos positivos (35,5% de los entrevistados) predominan sobre los negativos (17,8%). Los referentes locales enuncian que, en la emergencia, se mejoraron los sistemas de defensa (canales y bombeo) de los cascos urbanos con ayuda de la provincia y que se profundizaron y limpiaron los existentes: las autoridades “actuaron bien”. Quizás en este caso, como respuesta a los reclamos del conjunto de la sociedad local. El sector político pone de relieve además que el Municipio trabajó con planes sociales, hizo campañas sanitarias e inyectó recursos a la comunidad a través de la contratación de personal desocupado para hacer las defensas. En síntesis, su accionar “tranquilizó a la gente” Paradójicamente, los atributos negativos también se asocian con las obras pero en este caso, se atribuyen a que, luego de la emergencia, el Municipio no ejerció suficiente presión sobre el nivel nacional y provincial para que se concluyan, ni tampoco mantiene adecuadamente los canales existentes. Un segundo atributo que no hace más que reflejar los conflictos políticos que caracterizan al espacio local se refiere a que las autoridades locales no escuchan las propuestas de otros sectores, no convocan y, por lo tanto “la gente no se siente estimulada a participar”. Lo cierto es que también en este punto, la percepción positiva o negativa acerca de la acción del Estado no es excluyente: puede ser positiva o negativa según sea el nivel del que se habla o según el momento del que se trate. Así, para casi el 25%, mientras el accionar de los gobiernos nacional y provincial fue negativo, el de los gobiernos municipales o comunales fue positivo. 13 La percepción de la comunidad sobre su grado de vulnerabilidad La mayoría (76,7%) tiene la convicción de que en las condiciones actuales, el evento ambiental puede repetirse. Se ven a sí mismos como muy vulnerables y ello representa un claro indicador de la evaluación que las comunidades hacen de los resultados del proceso de intervención. ¿A que atribuyen tal grado de inseguridad? En primer lugar, la asocian con “el miedo”, “la angustia”, “la impotencia”, “la sensación de desprotección que reaparece cuando llueve”, “quedó el síndrome de la inundación”. En segundo lugar, con la profundización del descreimiento hacia el sector político que “no se ha ocupado del tema y está latente”, que “no ha generado planes de contingencia”, que “no han construido una agenda con lo que hay que hacer”. La falta de confianza llega a tal punto que la gente “no tiene esperanzas de que se vaya a solucionar”. En tercer lugar y muy relacionado con las prácticas políticas, atribuyen la inseguridad a las obras inconclusas que, como ya dijimos, “es peor que antes porque La Picasa no tiene salida”. La gente no está preparada para un nuevo evento: “la comunidad está resignada, no preparada”, “no se podría soportar otra crisis”. Precisamente, ese malestar es el que impacta fuertemente sobre las relaciones sociales, al punto que el conflicto se vuelve parte de la interacción cotidiana. Además, “esa persona que participaba en instituciones ya no va, no comparte porque no tiene más nada porqué luchar”, con lo que el descreimiento reduce aún más la participación, deja de tener sentido ante la pérdida de credibilidad en sus representantes. Se refuerza la norma “para que participar si nada se logra”. Simultáneamente, se van perdiendo las redes de solidaridad construidas en el momento de las inundaciones. En síntesis, prácticas todas que no hacen más que reproducir las normas de acción tendientes a la desorganización social y, por ende, las condiciones de vulnerabilidad de las comunidades. Nuevamente, es notable la multiplicidad de marcos de interpretación que prevalece frente al problema: el 53,3 % de los referentes no cree sentirse inseguro. Y ello muestra que para un porcentaje importante de la población se dan ambas situaciones a la vez, es decir, siente seguridad en algunos aspectos e inseguridad en otros. La percepción de una mayor seguridad se asocia fundamentalmente con la protección de los cascos urbanos: así la comunidad de Rufino se siente más preparada porque los canales se mantienen limpios y se construyeron terraplenes más sólidos que no permiten que el agua filtre. En segundo lugar, porque de la experiencia “algo se aprende”, la gente sabe como actuar frente a la emergencia y eso implica que está más preparada para afrontarla. Finalmente, la gente no se siente insegura porque ignora u olvida el problema, está “inmunizada”, “se acostumbró a convivir con el agua”. Y olvidar implica precisamente reproducir la sensación subjetiva de mayor seguridad. Sin duda, una condición asociada con la mayor o menor sensación de seguridad es la información que se difunde y la capacidad de la gente para incorporarla. En este sentido, la mayoría afirma que la comunidad no está informada sobre el estado de las obras, no sabe que están sin terminar, no sabe si está funcionando o no la estación de bombeo, no sabe cuales son los beneficios o perjuicios que las obras traerán aparejados. En parte porque la información está “teñida de intereses y el poder político informa sobre lo que le conviene” y en parte porque las propias comunidades no quieren informarse, ya sea para poder seguir creyendo que “no pasa nada”, ya sea porque el problema “no les importa mientras no se les inunde la casa”. Los que sí creen que las comunidades están informadas apelan a la publicidad sobre la realización de las obras a través de los diarios, de las radios y de las reuniones que se hicieron en las localidades con los técnicos de la Dirección de Hidráulica de la provincia y de la SSRH de la Nación. Negociación y Conflictos A la hora de identificar aquellos rasgos que caracterizaron el proceso de negociación entre actores locales y externos, queda claro que, desde el discurso de los actores locales, el rasgo dominante es el conflicto, como una cuestión que atraviesa todo el proceso y que se da en todos los niveles. 14 El poder político (provincial y nacional) tomó las decisiones y no generó instancias de negociación para la definición de una solución común del problema con las comunidades afectadas. Tanto es así, que la mayoría de los actores locales representa la relación con el Estado como muy conflictiva. De allí que dominen expresiones tales como “no se consensuó nada”, “no se escucha a la gente”, “decidieron los políticos”. Fue en suma un proyecto impuesto desde afuera. Un proyecto del que las comunidades no se han sentido partícipes. Y el sector político provincial corrobora la validez del punto de vista de los actores locales: “se trató de consensuar con la gente el recorrido del canal pero hay que darse cuenta que cuanto antes empezara a funcionar, mejor”. “El acuerdo fue sólo entre los deptos de hidráulica de las jurisdicciones. Las reuniones con la comunidad fueron sólo informativas, no se convocó para debatir” (técnico externo) Tal como sostienen CARDARELLI Y ROSENFELD (2000), se podría afirmar que el Estado es quien sigue sosteniendo el poder político y el capital simbólico para imponer visiones (y divisiones) sociales, en términos de capacidad de influencia para determinar la ubicación de las personas y los grupos dentro del espacio social y para negociar e imponer criterios de apoyo técnico y económico, reservándose el espacio de las “necesidades sentidas”, los macroproyectos, el capital social y el armado de grupos solidarios y democráticos en la sociedad civil. Al mismo tiempo, los actores locales no constituyen un grupo homogéneo: ocupan posiciones diferentes en el espacio social y, por lo tanto, disponen de mayores o menores recursos dentro de las restricciones que la estructura impone. De allí, que no todos sientan como posible actuar en la interfase con el Estado, explicitando sus “resistencias”. Parecería que los que plantearon su “resistencia” con mayor fuerza fueron los productores agropecuarios, a través de sus organizaciones preexistentes y de la Comisión de Seguimiento y con ello pasaron a “representar” a los demás en las luchas. Podríamos pensar que es una estrategia razonable en tanto constituyen uno de los sectores más afectados productiva y económicamente. Sin embargo, no son los únicos: la gente coincide en que la inundación perjudicó a toda la región. Ello significa entonces, que la mayoría no siente que disponga de recursos suficientes como para actuar y ese es el obstáculo para hablar, intercambiar información y diseñar estrategias conjuntas. Una segunda interfase muy conflictiva y que genera, a su vez, más conflictos entre los actores locales y el Estado provincial, fue entre Santa Fe y Buenos Aires a partir de la decisión de la primera de ejecutar la Alternativa Norte. En este sentido, los actores locales reafirman que se debió consensuar previamente: “Buenos Aires tiene razón en oponerse a recibir el agua”, “Cada provincia contempla sus intereses y va a ser difícil ahora llegar a un acuerdo”. Los referentes de Aarón Castellanos y Diego de Alvear perciben además que su propia provincia no los defendió suficientemente: si Córdoba manda el agua a Santa Fe y ésta no la puede derivar hacia Buenos Aires, entonces Santa Fe debería haber interpuesto también un recurso de amparo contra Córdoba. Lo cierto es que los conflictos interprovinciales son significados como muy graves por el 35% de los referentes y también por los técnicos externos que estiman que el recurso interpuesto por Buenos Aires impidió la posibilidad de evacuar el agua durante 3 años. Agregan además: “ También hay canales clandestinos en Buenos Aires que vuelcan a La Picasa.. Los canales no tienen mantenimiento, al no haber una autoridad de cuenca, cada provincia hace lo que quiere, mantiene o no mantiene. Buenos Aires era la que menos controlaba”. Por su parte, el sector político provincial no cree que haya habido conflictos. Simplemente “Santa Fe hizo lo que tenía que hacer (la Alternativa Norte) para resolver el problema” ante la falta de una decisión conjunta de las tres provincias afectadas. Evidentemente, el Estado tampoco constituye una unidad, sino que existen diferentes niveles de organización de la vida política y social (local, provincial y nacional), a la que le corresponden instancias diferentes de organización gubernamental (municipio, gobiernos provinciales y gobierno central). Es por ello que los actores locales no representan de la misma manera lo actuado por los distintos niveles del Estado. Así como el discurso expresa descontento frente a la actuación del gobierno provincial, llegando incluso a sentirse “no defendidos” por su propia provincia, las acciones del gobierno local son representadas como positivas. 15 Esto confirmaría que el gobierno municipal es el que puede acercarse más a una representación real de la población local, es el que esta más cerca de los ciudadanos y sus necesidades. Sin duda en este caso, el municipio pudo dar respuestas ante la emergencia aunque luego no haya presionado lo suficiente sobre el nivel nacional y provincial para que se concluyan las obras y para la manutención de los canales existentes. Los conflictos se plantearon también entre comunidades: los referentes de Aarón Castellanos y Diego de Alvear, acusan a Rufino de “mandarles” el agua a través de la construcción de canales, tanto públicos como clandestinos, que vuelcan los excedentes de agua en La Picasa. Además, “lo poco que mandan de subsidio va a Rufino”, cuando los que lo necesitan son los más afectados. Al interior de la comunidad también surgieron los conflictos: la lucha de intereses entre las instituciones de Rufino -ya histórica- se profundiza con la inundación. Muchos referentes acuerdan en que cada una intentó sacar partido de la crisis, imponer su propio proyecto y que fue esta lucha la que impidió alcanzar un cierto consenso para plantear soluciones conjuntas. No es casual entonces que no hayan podido generar proyectos alternativos al oficial. Es más, si los hubiera habido, lo más probable es que no hubieran logrado imponerse a éste último, dada la dificultad de la comunidad de reconocer en alguno de sus miembros la habilidad social para “representarlos” y comprometerlos en la acción colectiva. Finalmente, los conflictos entre productores arreciaron tanto por la construcción de canales clandestinos como por la negación de algunos a dejar pasar los canales y reservorios por sus predios. Según sus pares, no sólo demoraron las obras sino que además provocaron una “anarquía hídrica” al impedir el drenaje desde aguas arriba. Desde el discurso de los técnicos, el conflicto es incluso más profundo puesto que algunos de los que encabezaban los reclamos fueron precisamente los que no permitieron el paso de la traza. El sector político provincial no puede resolverlo puesto que “no está formalmente legalizado que debe hacer la provincia si el propietario no está de acuerdo con el precio que se le va a pagar por la superficie expropiada y va a un juicio” Pero además, al no tener poder de policía para controlar los canales clandestinos, delega la tarea de relevamiento dentro de los predios particulares en los presidentes comunales o en las asociaciones de productores y con ello potencia el conflicto entre pares. Aún en este contexto, un porcentaje de la comunidad afirma que no hubo conflictos. Dentro de este grupo, podemos diferenciar entre los que enuncian que no existieron razones para el conflicto y los que creen que la imposición del proyecto no permitió que salieran a la luz. Para los primeros hubo consenso en torno al proyecto oficial, la comunidad adhirió porque está bien diseñado dado que “lo hizo gente que sabe del tema”. Para los segundos, la ausencia de voces de disenso se debió a que la comunidad no se involucró, entonces, es lógico que “ante una emergencia se apoye cualquier proyecto que aparezca”, “si estás inundado vas a decir que sí”. Lo que interesa analizar es si, con el tiempo, los conflictos se fueron resolviendo o, por el contrario, profundizando. En este sentido, el 41 % acuerda en que hubo algunos cambios tanto positivos como negativos pero nadie percibe que se hayan resuelto. Los cambios positivos se refieren a la construcción de un mayor grado de consenso acerca de que el proyecto puede resolver el problema pero depende “del excedente que acepte Buenos Aires” y “de que las obras no se demoren mucho tiempo”. En definitiva, los conflictos siguen vigentes en tanto estas cuestiones aún no se han resuelto. Los cambios negativos, en cambio, son atribuidos a que “las obras empeoraron la situación” y lógicamente son los productores de Aarón Castellanos y Diego de Alvear los que los sufren. Para los técnicos, aún cuando la situación ha mejorado “por el buen diseño del proyecto, los conflictos van a persistir en tanto no haya un cambio en la conciencia de la comunidad que tienda a tomar el problema integradamente”.Con ello quieren decir que el problema de las condiciones de vulnerabilidad de la población no se resuelve sólo con infraestructura, es necesario considerar la conflictividad de las relaciones sociales que impiden la construcción de un proyecto colectivo. En síntesis, los conflictos se profundizaron durante el proceso de intervención aún cuando hubo intentos por parte de algunos sectores (sobre todo, del agropecuario) de negociar un sentido común acerca del problema y sus soluciones. Parecería que la única modalidad de 16 resolución de los conflictos que pudo implementarse es la vía legal tanto para resolver las diferencias entre provincias como entre la sociedad civil y el poder político. Tampoco se modificaron las posiciones relativas de los actores en el espacio. Quizás, si las nuevas formas de organización hubieran continuado en el tiempo, si hubiera habido un mayor grado de institucionalización de las demandas, eso hubiera contribuido a incrementar el volumen de capital social y simbólico de aquellos capaces de enrolar a los demás en la acción colectiva y, por ende, no sólo a transformar las relaciones de poder dentro sino a incrementar la capacidad de agencia de toda la comunidad. Precisamente, el Estado pudo imponer su proyecto por la desorganización social, por el individualismo, porque la gente lo dejó en manos de lo que saben. Estas características de las relaciones sociales se traducen en el grado de organización que parece haber sido capaz de poner en marcha el proyecto pero no logra que las obras se concluyan y no lo logra en parte porque la mayoría de las nuevas formas sociales desaparece con el tiempo. En este sentido, la suerte de la organización de la comunidad parece depender de sus demandas: en este caso, la dureza de la confrontación con el Estado y la falta de respuestas por parte de éste transformaron la participación en una acción sin sentido para los actores locales y ello incidió fuertemente en el fin de las nuevas organizaciones gestadas a partir del evento. ¿Qué podríamos esperar de una propuesta participativa? Finalmente, se deduce que no hay una construcción común en las comunidades acerca de la definición de las soluciones, sino más bien una multiplicidad de marcos de interpretación que no alcanzan a plasmarse en un cambio de prácticas. No puede ser de otra manera en tanto del tema de la inundación no se ha hablado, por lo menos en Rufino, en los últimos años, como si se tratara de toda una estrategia de negación del riesgo para poder seguir actuando como hasta ahora. La preeminencia del conflicto refuerza las normas tendientes a la desorganización social. Y sin organización, no hay posibilidad de espacios dónde intercambiar información y reflexionar con los otros acerca del éxito o fracaso de las estrategias implementadas hasta ahora para solucionar los problemas. Nos preguntamos, entonces, ¿Cómo generar mayor capital social, esto es, mayor densidad de vínculos en una comunidad muy individualista? ¿Cómo incrementar la posibilidad del encuentro para compartir los problemas con los otros? ¿Cómo impulsar la idea de la organización como práctica posible?. Precisamente, esta propuesta metodológica consiste en la construcción de un autodiagnóstico junto con la comunidad acerca del sentido atribuido y las prácticas ligadas al manejo de los recursos hídricos. La fortaleza de esta metodología radica en el involucramiento de los miembros de la sociedad en toda la cadena de cogestión de los recursos hídricos dado que, históricamente, los problemas relacionados con la gestión del agua se han definido y “resuelto” sin la participación de las comunidades involucradas en ellos. Además, la propuesta posee un diseño flexible. En tanto las etapas se retroalimentan en un proceso continuo, la evaluación debe permitirnos ir redefiniendo los problemas metodológicos y modificando las técnicas utilizadas. Precisamente, la metodología se consolida en la contribución a un trabajo conjunto con las comunidades que sirva, en primer lugar, para que sus miembros tomen conciencia de que comparten más consensos que disensos a la hora de priorizar los problemas que los aquejan. Y en segundo lugar, para generar un espacio que facilite la interacción discursiva, la reflexión y la negociación acerca de nuevas variantes a las líneas de acción implementadas hasta ahora, entre ellas, la posibilidad de generar nuevas formas organizativas que incrementen la capacidad de negociación de los actores frente a instancias de mayor poder político y/o económico. Bibliografía 17 -ALBALADEJO, C. y VEIGA, I. 2000 “Introducao: a intervencao local em questao”. En: Agricultura Familiar. Pesquisa, Formacao e Desenvolvimento. Belem, UFPA/CA/NEAF. Volumen 1, Nº 2. -AMEGHINO, F. 1884. Las sequías y las inundaciones en la Provincia Buenos Aires. http://www.biblioteca.org.ar/autort.asp/Florentino Ameghino. -CARDARELLI, G. y ROSENFELD, M. 2000. “Con las mejores intenciones. Acerca de la relación entre el Estado pedagógico y los agentes sociales”. En: Silvia Duschatzky (comp.). Tutelados y Asistidos. Programas sociales, políticas públicas y subjetividad. Editorial Paidos. pp: 23-67. 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