Feito

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XIV JORNADAS NACIONALES DE EXTENSIÓN RURAL Y VI DEL MERCOSUR
San Miguel de Tucumán, 8 al 10 de Octubre de 2008
ENSAYO TITULO: El enfoque etnográfico como herramienta para la extensión rural
AUTORA: Dra María Carolina Feito
PERTENENCIA INSTITUCIONAL: CONICET/ FAUBA
TIPO DE TRABAJO: ENSAYO
MAIL: [email protected]
RESUMEN (200 palabras)
Pretendemos debatir algunas novedades metodológicas aplicables en la extensión rural, como
los marcos conceptuales desde los cuales ellas se desarrollan. Presentamos aportes del
enfoque etnográfico para la apertura y valoración del extensionista/facilitador con respecto a
los saberes locales, en pos de la necesidad de empoderar a los beneficiarios de los mismos, a
través de la utilización de la planificación participativa en el diseño, gestión, implementación
y evaluación de sus estrategias de intervención. El enfoque etnográfico cuestiona los propios
prejuicios de los extensionistas/facilitadores con respecto a los saberes locales de los
beneficiarios y permite dialogar, aprender y co-construir conocimientos con aquéllos.
También se aporta en: aplicación de reflexividades; familiarización de lo exótico y
exotización de lo familiar; extrañamiento; valorización del conocimiento local; relativización
de la viabilidad de los saberes técnicos para los contextos locales; la apertura, el diálogo, el
aprendizaje y la co-construcción de nuevos conocimientos con los beneficiarios;
autoobjetivación del extensionista/facilitador; aspectos éticos. Reflexionamos y discutimos
sobre los conceptos de desarrollo rural y participación de las bases. Estas discusiones reflejan
parte de las clases de posgrado y talleres dictados por la autora para ingenieros agrónomos,
quienes reconocen la pertinencia y utilidad de este enfoque en su tarea de campo.
PALABRAS CLAVE: enfoque etnográfico / estrategias de intervención / planificación
participativa / desarrollo rural
1. Introducción
Reflexionamos sobre los conceptos de desarrollo rural y la participación de las bases de la
sociedad, problematizando sobre las condiciones estructurales actuales en las que se insertan
los proyectos de desarrollo rural local y regional y su relación con la participación de los
beneficiarios. Se presentarán los aportes del enfoque etnográfico en relación a la apertura y
valoración del extensionista/facilitador con respecto a los saberes locales, concientes de la
necesidad de empoderar a los beneficiarios de los mismos, a través de la utilización de la
planificación participativa en el diseño, gestión, implementación y evaluación de sus
estrategias de intervención.
Proponemos conocer y valorizar el enfoque etnográfico para poner en cuestión los propios
prejuicios de los extensionistas/facilitadores con respecto a los saberes locales de los
beneficiarios y para poder dialogar, aprender y co-construir conocimientos con aquéllos. Los
aportes del enfoque etnográfico para la planificación participativa consisten en la aplicación
de reflexividades, la familiarización de lo exótico y la exotización de lo familiar, el
extrañamiento; la valorización del conocimiento local, la relativización de la viabilidad de los
saberes técnicos para los contextos locales; la apertura, el diálogo, el aprendizaje y la coconstrucción de nuevos conocimientos con los beneficiarios; la autoobjetivación del
extensionista/facilitador; aspectos éticos 1.
2. El concepto de desarrollo como construcción social
¿Alrededor de qué conceptos construimos actitudes y ambientes propicios para la facilitación
de procesos de planificación participativa? Uno de ellos es el binomio “desarrolloparticipación”. Durante la última década del siglo XX el concepto de desarrollo fue revisado y
discutido desde diversas perspectivas que intentaron mostrar la relación entre el fracaso y los
efectos perversos de tantas políticas y proyectos de desarrollo, así como la carga semántica,
sus prejuicios culturales, sus sobreentendidos y simplificaciones.
Las definiciones sobre desarrollo entremezclan y confunden al menos dos connotaciones
diferentes (Viola, 2000): por un lado, el proceso histórico de transición hacia la economía
capitalista; por otro, el aumento de la calidad de vida, la erradicación de la pobreza y la
búsqueda de mejores indicadores de bienestar material (Ferguson, 1990). Esta relación entre
ambos fenómenos resulta insostenible de acuerdo a la evidencia histórica y etnográfica que
demuestra que el proceso de modernización aplicado durante la segunda mitad del siglo XX
en los países del Tercer Mundo ha extendido la pobreza y la marginación social hasta límites
sin precedentes. Lo destacable es que la fetichización del concepto de desarrollo actúa como
un poderoso filtro intelectual de nuestra percepción del mundo contemporáneo (Viola, 2000).
Prejuicios tales como el economicismo (dada la centralidad de la teoría económica neoclásica
en la configuración de las imágenes dominantes del desarrollo, especialmente identificando
desarrollo y crecimiento económico) o el eurocentrismo se detectan en la mayoría de los
documentos de trabajo de instituciones especializadas.
Cuando hablamos de desarrollo debemos considerar que este concepto presupone una
determinada concepción de la historia de la humanidad, de las relaciones entre hombre y la
naturaleza, asumiendo al mismo tiempo un modelo implícito de sociedad considerado como
universalmente válido y deseable (Viola, 2000).
Consideramos que "desarrollarse" implica expandir o realizar las potencialidades con que
cuentan los sujetos y/o grupos sociales, accediendo gradualmente a mejoras cualitativas y
potenciando las identidades locales. Diferenciamos "desarrollo" de "crecimiento" en tanto éste
refiere a un incremento cuantitativo a escala física (Feito, 2005).
3. Modelos de desarrollo y “nueva ruralidad”
Los efectos de los programas de modernización de la agricultura tradicional emprendidos a
partir de los años ´50 en América Latina, dejaron secuelas como i) la descapitalización del
sector campesino, profundizando las desigualdades entre el campo y la ciudad, así como entre
1
Estos conceptos han sido desarrollados por la autora junto con la Dra. Cynthia Pizarro en el dictado de la materia
Planificación Participativa de la Especialización en Desarrollo Rural de la Escuela para Graduados de la Facultad de
Agronomía de la UBA (2005-2008) y en talleres destinados a ingenieros agrónomos, dictados durante octubre y diciembre
2006 en estaciones experimentales del INTA de la provincia de Tucumán.
la pequeña propiedad campesina y las grandes explotaciones agroindustriales; ii) la creciente
dependencia de las unidades domésticas campesinas respecto a sus proveedores de insumos,
agroquímicos y créditos, tanto como a la obtención de ingresos no agropecuarios y al mercado
y sus fluctuaciones de precios; iii)la aceleración de los procesos de diferenciación económica
entre el campesinado; iv) la privatización sistemática de tierras comunales; v) la
sobreexplotación y agotamiento de los suelos; vi) la expulsión de millones de familias
campesinas hacia los suburbios urbanos, etc. Un aspecto destacado recientemente es el de la
compleja y potencialmente conflictiva relación que se establece entre los productores rurales
y los técnicos agrónomos, que suelen desconocer el marco ecológico y cultural en el que van
a trabajar, tendiendo a subestimar la experiencia y conocimientos campesinos 2.
En Argentina, los acontecimientos sociopolíticos ocurridos con la llegada del siglo XXI
colapsaron las bases conceptuales e ideológicas del modelo de desarrollo imperante en la
década de los ´90. Corrupción generalizada, poder económico concentrado, exclusión social,
atomización del Estado, afectaron las bases mismas de la representatividad política que le
dieron sustento a las propuestas neoliberales. En lo referente al desarrollo rural, comienza a
reconocerse la existencia en el territorio de numerosos actores vinculados al desarrollo,
otorgando valor a la necesidad de articular el trabajo con el sector privado y con las
organizaciones de la sociedad civil. Los programas de intervención que habían sido creados
durante la década de 1990 para dar respuesta a los efectos negativos producidos por la política
de ajuste estructural de la economía (con el apoyo financiero del Estado a los procesos de
reconversión productiva y superación de la pobreza rural), ayudaron a reconocer la
complejidad de las nuevas demandas de los diferentes sectores y regiones y la necesidad de
considerar la totalidad de los aspectos productivos, económicos, sociales, culturales y
organizativos (INTA, 1997).
Existe cada vez más consenso en la necesidad de reconceptualizar las visiones del desarrollo
rural, en razón de que una nueva ruralidad3 está emergiendo como consecuencia del cambio
de época. La preocupación creciente por la protección del medioambiente pone al campo en el
centro de atención. La nueva sensibilidad social hacia el mundo del campo, concebido como
un espacio de confluencia de la naturaleza, el paisaje, la cultura y la historia, define un nuevo
contexto traducido en nuevas demandas que la sociedad formula a lo rural. Las funciones que
se le asignan a lo rural trascienden lo meramente productivo, enfatizando su papel de motor
de la economía sobre la mayor parte de las actividades de servicios.
El desarrollo de esta nueva visión se corresponde con un nuevo sector rural participativo,
diversificado, dinámico, con economías competitivas, generadoras de empleo (Alemany,
2003). Un proceso de desarrollo rural debería en este marco alcanzar mayor cohesión social,
territorial y económica, así como permitir fijar la población en áreas rurales y mejorar su
Para un ejemplo de este tema, ver Feito (2001): “Evaluación de la implementación del programa Cambio Rural en el Area
Hortícola Bonaerense: operatoria, logros obtenidos y cuestiones pendientes”, en: “Trayectorias y contextos. Organizaciones
rurales en la Argentina de los noventa”, Benencia y Flood (comps.), Ed La Colmena, Bs As. y Valtriani,A.;
Nussbaumer,B.;Guebel,C.(1997):”Cambio Rural. Algunas reflexiones sobre la implementación del programa en dos
localidades”. En: V Congreso Argentino de Antropología Social, La Plata, julio 1997.
2
Si bien no nos extenderemos aquí sobre el amplio debate acerca de la “nueva ruralidad”, remitimos para una síntesis del
mismo a Ratier, Hugo, 2001. Algunos trabajos: Llambí, L.(2001): Globalización y nueva ruralidad en América Latina. Una
agenda teórica y de investigación. En: Revista ALASRU N°2; Giarraca, N.(comp.) (2001): “¿Una nueva ruralidad en
América Latina?, CLACSO, Bs As; Mills, Bryan (2000): Why the Search for a Definition of Rurality may be a Fool´s
Errand”. Londres; Murdoch, Jonathan y Mardsen, Terry (1994): “Reconstructing Rurality.Class, Community and Power in
the development process”, UCL, London; Mardsen, Ferry; Murdoch, Jonathan; Lowe Philip; Munton Richard y Flynn
Andrew (1992): “Constructing the Countryside”, UCL Press, London.
3
calidad de vida. Esta nueva ruralidad tiene como fundamentos básicos: el progreso humano
(como sinónimo de desarrollo) como objetivo social central, el fortalecimiento de la
democracia y la ciudadanía, el crecimiento económico con equidad, la sostenibilidad del
desarrollo superando el enfoque asistencial, y el capital social como sustento fundamental
para el diseño de estrategias. (Alemany, 2003). Esto significa otorgar especial importancia a
priorizar la mirada desde lo local, donde lo cotidiano pasa a tener relevancia,
descentralizando las decisiones de asignación de los recursos y promoviendo la participación
de la población en el diseño, formulación y ejecución de los programas y proyectos.
En el proceso de construcción del nuevo modelo, los actores sociales, políticos y económicos,
con sus diferentes visiones, están definiendo el nuevo sistema de ideas, de técnicas, y también
la nueva institucionalidad capaz de otorgarle sustentabilidad al cambio. En este cambio de
paradigma, los propósitos fundamentales son la promoción de la innovación tecnológica y
organizacional, más que la incorporación de tecnología; el desarrollo de las capacidades de
los actores del sistema, más que el aumento de producción y el fortalecimiento de la
competitividad regional, más que la eficiencia individual (Alemany, 2003). Este nuevo
enfoque plantea una estrategia integrada de acción interinstitucional, en el que la gestión del
sistema se traduce en términos de facilitación del proceso de innovación, más que del control
mismo, centrando la intervención preferentemente en la calidad del proceso y la capacitación
de los actores intervinientes durante el mismo, y no únicamente en el producto de la
innovación (INTA, 2001).
4. El concepto de participación
Los métodos participativos postulan la participación completa de las personas en el proceso
de aprendizaje sobre sus necesidades y en la toma de decisiones sobre la acción necesaria para
enfrentarlas. Sin embargo, se etiqueta como “participación” a diferentes niveles de integración
de las personas en el quehacer de los proyectos. Solamente cuando se entrega poder a los
beneficiarios para participar en la implementación (y no sólo como mano de obra) y
evaluación de las soluciones a problemas es cuando se puede hablar de acciones de
participación completa.
Existen diversas formas de participación en cuanto a la integración de las personas:
i)
ii)
iii)
iv)
v)
vi)
pasividad: las personas participan cuando se les informa; no tienen ninguna
incidencia en las decisiones y la implementación del proyecto;
suministro de información: las personas participan respondiendo a encuestas; no
tienen posibilidad de influir ni siquiera en el uso que se va a dar de la información;
por consulta: las personas son consultadas por agentes externos que escuchan su
punto de vista; esto sin tener incidencia sobre las decisiones que se tomarán a raíz de
dichas consultas;
por incentivos: las personas participan proveyendo principalmente trabajo u otros
recursos (tierra para ensayos) a cambio de ciertos incentivos (materiales, sociales,
capacitación); sin embargo no tienen incidencia directa en las decisiones;
funcional: las personas participan formando grupos de trabajo para responder a
objetivos predeterminados por el proyecto. No tienen incidencia sobre la formulación,
pero se los toma en cuenta en el monitoreo y el ajuste de actividades;
interactiva: los grupos locales organizados participan en la formulación,
implementación y evaluación del proyecto; esto implica procesos de enseñanza-
vii)
aprendizaje sistemáticos y estructurados, y la toma de control en forma progresiva del
proyecto;
autodesarrollo: los grupos locales organizados toman iniciativas sin esperar
intervenciones externas; las intervenciones se hacen en forma de asesoría y como
socios.
La participación tiene las siguientes ventajas:
-
las personas que cooperan en la elaboración de las decisiones se muestran más
interesadas y envueltas en su ejecución, no precisan ser convencidas;
las decisiones y los programas se enriquecen por la información, el conocimiento y la
experiencia de muchas personas;
tienen, por lo tanto, mayor probabilidad de correspondencia con las necesidades
reales.
La participación no es automática o espontánea, es necesario un aprendizaje. Las situaciones
políticas y sociales de orden general se constituyen en facilitantes u obstáculos de su
viabilidad y condicionan los distintos niveles, grados y formas de participación. Además, la
participación da lugar a la aparición de diferencias, conflictos y liderazgos entre los
involucrados.
Los procesos participativos favorecen la reflexión crítica y el cuestionamiento profundo. La
secuencia lógica de la participación conduce al denominado “empowerment”. El mismo
consiste en sucesivos avances acumulativos en la capacidad de tomar decisiones y es un
proceso orientado a capacitar a los distintos actores a adquirir poder, a usarlo y administrarlo
en forma eficiente y responsable en todo aquello que los afecta en sus distintas esferas de
actividades en su existencia diaria. Implica capacitar a la gente a actuar en forma autónoma,
así como participación en toda la secuencia de la toma de decisiones: elaboración, adopción,
ejecución y control, y evaluación. Se requiere una revisión de la planificación tradicional y la
definición del planeamiento participativo como proceso político-técnico y como escenario de
concertación entre actores diversos que implica, a la vez, procesos crecientes de
empowerment de los actores que entran a la negociación con menos recursos de poder.
Para que un proyecto participativo acompañe y fortalezca el proceso de inclusión social, el
itinerario metodológico a seguir debe constituir un proceso político-técnico que contemple
(Cardarelli y Rosenfeld, 1998):
-
diálogo como apertura a nuevas realidades y al conocimiento de sí mismo y de los
otros;
toma de conciencia de su entorno, las propias posibilidades y límites para su
transformación;
relaciones creativas y democráticas;
permanente consideración de las lógicas de acción de los diferentes grupos de
población en función de su marco cultural y social; ejercicio pleno de los derechos
ciudadanos.
5. La etnografía como enfoque orientado a la perspectiva del actor
El enfoque etnográfico 4 permite comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de
sus miembros, es decir, los marcos de interpretación dentro de los cuales los actores clasifican
el comportamiento y le atribuyen sentido. Así, plantea una visión holística y profunda de la
complejidad de la vida rural (considerando aspectos económico-productivos influenciados por
aspectos sociales, políticos y culturales), y permite un diagnóstico integral que tome en cuenta
las condiciones estructurales y los factores subjetivos (creencias, motivaciones).
La etnografía es el conjunto de actividades que se suele designar como “trabajo de campo”.
En ella, el investigador es el principal instrumento de investigación y producción de
conocimientos. Se trata de transitar de la reflexividad propia a la de los nativos, mediante un
doble proceso de extrañamiento y familiaridad, “estando allí”.
El trabajo de campo etnográfico es “la presencia directa, generalmente individual y
prolongada, del investigador en el lugar donde se encuentran los actores que desea estudiar"
(Guber,1991:83). La originalidad del trabajo de campo antropológico reside en la definición
antropológica de "campo" y en la particular relación entre los informantes 5 y el investigador.
El campo de una investigación es "su referente empírico, la porción de lo real que se desea
conocer, el mundo natural y social en el cual se desenvuelven los grupos humanos que lo
construyen (...). Es una cierta conjunción entre un ámbito físico, actores y actividades". En
definitiva, es un recorte de lo real propuesto por el investigador. Ahora bien, "lo real" está
compuesto no sólo de fenómenos observables, sino también de las prácticas y nociones,
conductas y representaciones, es decir, la significación que los actores le asignan a su entorno
y la trama de acciones que los involucra. Los antropólogos utilizamos la "no directividad" a
través de técnicas no invasoras, en un intento de progresivamente "ampliar la mirada"
(Guber,op cit:97) y la capacidad de detectar y registrar información significativa.
La no directividad se basa en el supuesto de que aquello de orden subjetivo es sumamente
significativo del comportamiento objetivo. Tomamos como orientación general el relevar todo
lo posible, utilizando un criterio holista en el trabajo de campo. La reflexividad del
investigador no se ha tenido muy en cuenta, cuando en verdad constituye una herramienta
relevante para el conocimiento. En efecto, el investigador no conoce situándose externamente
a su objeto de conocimiento, sino ubicándose en una relación activa con lo que se propone
conocer, a partir de una activa participación teórica en la producción de conocimiento y en la
explicación de lo social.
El antropólogo utiliza las siguientes técnicas cualitativas:
i)
La entrevista no estructurada: técnica más apropiada para acceder al universo de
significación de los actores, comienza en la búsqueda de preguntas y sentidos, es
decir, en el marco interpretativo del informante, que debe ser tomado en contraste
y diálogo permanente con la perspectiva del investigador (Guber,op.cit.).
Utilizamos los siguientes procedimientos: la atención flotante del investigador
4
La implementación de una perspectiva etnográfica basada en el uso de metodologías cualitativas aplicadas en el marco de la
teoría social que otorga preeminencia a los sujetos nos permite incorporar el “enfoque orientado al actor” (actor oriented
approach) que: “...procura nuevas pistas en áreas críticas de investigación empírica, sin que ello implique la elaboración de
un modelo teórico general de la sociedad o el cambio social basado en principios universales que gobiernen como los
órdenes sociales se constituyen y transforman" (Long, 2001). Existen variantes conceptuales emparentadas con este enfoque,
que centran su atención por un lado, en el desarrollo de estrategias y por otro, en el proceso de construcción organizativa o
institucional en tanto eje de la acción social (Benencia y Flood, 2002).
5
Si bien este término es muy cuestionado por sus posibles connotaciones polìticas, se utiliza en los textos sobre metodología
cualitativa para referirse a los sujetos estudiados, en la medida en que son personas que ofrecen información al investigador.
ii)
iii)
(escuchar sin privilegiar de antemano ningún punto del discurso); la asociación
libre del informante; la categorización diferida posterior del investigador.
La observación participante: observación y participación son dos vías específicas
y complementarias de acceso a lo real: la observación requiere un grado mínimo
de participación para obtener información significativa. Esto implica que aunque
el investigador no actúe con los informantes, su sola presencia para observar,
incidirá en la conducta de aquéllos.
El registro de la información: reconstrucción escrita a posteriori de cada sesión de
campo, haciendo un primer listado indicativo de los temas tratados y luego, una
transcripción detallada de la situación del encuentro. Se posibilita la introspección
del investigador, quien puede de este modo interrogarse sobre sí mismo y su papel
en la entrevista/observación.
El Trabajo de Campo Etnográfico permite reconstruir con alto grado de detalle la trama social
de la localidad, identificando y diferenciando distintas posturas adoptadas por los sujetos
sociales frente a la temática estudiada. Esta metodología permite desentrañar sentidos y
representaciones del imaginario social, difícilmente accesibles a través de metodologías
cuantitativas tradicionales, tales como los censos o las encuestas de opinión. Tanto la
observación, la participación como las entrevistas, ofrecen datos relevantes respecto de las
posiciones sociales tomadas por los implicados frente a cuestiones cotidianas y
extraordinarias. La información recolectada de esta manera, adquiere importancia explicativa
en el contexto en el que los distintos discursos son producidos.
Se trata de someter a continuo análisis o vigilancia las tres reflexividades puestas en juego:
i)
ii)
iii)
del investigador en tanto que miembro de una sociedad determinada: conciencia
del investigador sobre su persona y los condicionamientos sociales y políticos;
del investigador en tanto que investigador: posición del analista en el campo
científico y académico;
reflexividad(es) de la población en estudio.
La reflexividad inherente al trabajo de campo consiste en el proceso de interacción,
diferenciación y reciprocidad entre la reflexividad del investigador y la de los pobladores. El
conocimiento se revela no "al" investigador, sino "en" el investigador, debiendo comparecer
en el campo, debiendo reaprenderse y reaprender el mundo desde otra perspectiva: se produce
una resocialización del investigador.
6. El rol de la extensión: de la transferencia de tecnología sustentable a la facilitación de
procesos organizativos de base
En el nuevo escenario de nueva ruralidad, múltiples actores en tensión y competencia y
posibilidades condicionadas a una articulación que respete las diversas lógicas del interés
público y privado, el extensionista es cada vez más un mediador entre el saber científico y el
saber empírico, simultáneamente un traductor de inquietudes, necesidades, pareceres,
protestas o satisfacciones del hombre de campo y su familia, así como un “facilitador” de
interacciones entre los actores de cadenas (Thornton, Cimadevilla y Carricart, 2003).
Trataremos a continuación algunos ejes tematicos relacionados con el rol de la extensión.
6.1.Rol del facilitador
Un facilitador es una persona que tiene la habilidad de propiciar el diálogo y la reflexión de
un grupo para que reconozca sus problemas, establezca relaciones entre los problemas, causas
y efectos y defina alternativas de solución a sus propios problemas. La “facilitación” se refiere
a procesos y funciones que permiten que un grupo de personas trabajen en torno a un objetivo
común en forma eficiente (haciendo buen uso del tiempo y recursos), efectiva (dirigida a la
acción) y agradable (creando un clima de confianza y colaboración).
Una visión participativa requiere determinadas funciones por parte del facilitador:
- aprender de y con los individuos;
- reconocer la cultura y el saber local;
- respeto a las personas;
- reconocer la diversidad y la complejidad;
- motivar, informar;
- complementar el saber local con el saber técnico;
- evaluar, seleccionar y adaptar las soluciones técnicas externas;
- evitar la parcialidad;
- practicar la autocrítica;
- no privilegiar a la gente que tenga mayor participación y facilidad de expresión;
- fomentar el diálogo entre la comunidad y las instituciones externas y entre los
miembros de la misma comunidad;
- integrar todos los sectores e intereses al interior del grupo;
- actuar como mediador en grupos de conflicto;
- prestar atención al contexto político;
- confrontar al grupo con sus conflictos escondidos;
- ayudar para encontrar soluciones en situaciones conflictivas;
- moderar; no contribuir al debilitamiento de los potenciales locales al imponer intereses
personales;
- dar seguimiento;
- fortalecer las organizaciones locales.
6.2. El saber local y el saber técnico
El saber científico, en la medida en que no sea autorreflexivo, también está atravesado por
supuestos del sentido común. La concepción naturalista-productivista ignora la relación
desigual del conocimiento como poder. Todos los tipos de conocimiento están compuestos
por marcos que estructuran las evidencias de acuerdo a una serie de preconceptos previos.
Por ello, tanto el conocimiento local como el técnico son igualmente válidos. Considerar a los
sujetos sociales como activos, capaces de construir conocimiento válido, reconoce su
capacidad de rechazar o bien de intervenir activamente en la gestión de sus vidas (Pizarro,
1994). Se requiere buscar instancias de diálogo entre ambos tipos de conocimiento con el fin
de modificarse mutuamente y construir nuevas propuestas conjuntas.
6.3. Rol del técnico en la mediación y la negociación
La relación con los beneficiarios del programa durante la implementación del mismo,
constituye un proceso de mediación y negociación. En el mismo, el técnico/facilitador deberá:
-
tener una visión global de todos los factores involucrados en las intervenciones
sociales (productivos, sociales, culturales y ecológicos; contexto regional, nacional e
internacional; supuestos ideológicos e intereses de todos los involucrados directa o
indirectamente en la propuesta; relaciones entre los involucrados durante la gestión e
implementación de la misma);
-
analizar las interacciones desde el punto de vista de la construcción de un espacio
microsocial de interacción;
-
orientar procesos comunicativos para que sujetos intervinientes puedan asumir las
desigualdades estructurales; analizar las interfases a fin de entender el continuo
proceso de negociación, adaptación y transformación de significado que tiene lugar
entre actores específicos, así como las dinámicas de acomodamiento cultural que
hacen posible la interacción entre distintas visiones del mundo;
-
prestar atención a las diferentes condiciones que limitan las elecciones y estrategias de
los actores;
-
identificar cómo los actores -dadas las limitaciones existentes- encuentran espacio de
maniobra para realizar sus proyectos.
6.4. Planificación-gestión en los procesos de extensión
Una planificación participativa tiene como finalidad no sólo apoyar la elaboración de un plan
de desarrollo, sino fundamentalmente fortalecer la capacidad para que los propios
beneficiarios estén preparados para el seguimiento de la planificación, así como para elaborar
planes en el futuro. Se requiere la capacitación y el fortalecimiento de organizaciones con
capacidad de gestión, para que realicen sus investigaciones, para compartir sus
conocimientos, para realizar el análisis y las presentaciones, para planificar y que sean dueños
de los resultados. Esto permite el análisis y reflexión por parte de las comunidades rurales
sobre su propia realidad: de los problemas, necesidades y oportunidades que existen dentro de
la comunidad, y de las soluciones que pueden darse para confrontar los problemas y mejorar
el bienestar.
Toda la información parte de la realidad comunitaria tal como lo percibe la gente, y las
soluciones propuestas deben ser reales y viables desde el punto de vista socio-económico y
cultural. La planificación participativa es un proceso político, democrático y pedagógico,
consecuencia del trabajo conjunto de técnicos y población, reconociendo y respetando la
importancia y utilidad de los puntos de vista de ambos. Esto supone que la gente rural tiene
conocimientos sumamente importantes y útiles, y que puede planificar e implementar
acciones autónomas.
Cuando las organizaciones locales se movilizan a través de un proceso de planificación
participativa no necesitan esperar la intervención de instituciones externas para trabajar hacia
la solución de sus propios problemas con proyectos propios. Los resultados de un proceso de
planificación participativa pueden ser un medio importante para atraer el apoyo de
instituciones gubernamentales y ONGs y para su propio fortalecimiento organizacional.
Existen varias razones para exigir la participación de la comunidad en su propio desarrollo:
por un lado, nadie mejor que la comunidad conoce su propia realidad y sus problemas; por
otro lado, en la medida en que la comunidad haya contribuido paso a paso en la formulación
de su proyecto se sentirá comprometida con el éxito.
7.Reflexiones finales
A través de el uso de herramientas etnográficas, el facilitador puede recorrer un camino entre
un marco conceptual y metodológico cuantitativo hacia uno cualitativo, rescatando su propia
participación en la vida cotidiana de la población, la interacción y especialmente, la práctica
de una investigación reflexiva, como medios para visualizar la realidad “desde adentro”
(Durand, 1994). La interacción con la población y la reflexividad que debe aplicar el
facilitador en esa relación, permite generar líneas de acción ligadas al desarrollo rural,
acordes a (o que se aproximen el máximo posible a) las necesidades de la población con la
que se trabaja, no sólo en la etapa de operación y control de los proyectos de desarrollo, sino
también (y fundamentalmente) en las etapas previas de generación de conocimientos sobre su
realidad (Durand, op cit). Al considerar a los sujetos estudiados como activos y capaces de
construir conocimiento tan válido como el científico, se les reconoce su capacidad de rechazar
o de intervenir activamente en la gestión de acontecimientos que cambiarán sus modos de
vida. (Pizarro, 1994).
El contacto directo con la población, la participación en su vida cotidiana, la interacción y
especialmente, la práctica de una investigación reflexiva, permiten superar, aunque más no
sea parcialmente, el enfoque cuantitativista y sociocéntrico que tiende a prevalecer en los
diseños e implementaciones de programas para el desarrollo rural. Así es como los planes de
desarrollo rural frecuentemente tienen en cuenta aspectos parciales de la vida de las
poblaciones rurales, privilegiando el análisis de los factores económico-productivos.
Sin embargo, existen factores fundamentales relacionados con aspectos sociales, culturales y
ecológicos de la vida de las comunidades rurales, que se deben tener en cuenta para lograr
implementaciones relativamente exitosas de acciones tendientes al desarrollo rural. En este
sentido, rescatamos el valor y la utilidad que tiene para los estudios rurales la información que
resulta de la utilización de metodología cualitativa (que puede complementar la
cuantificación, tomada como un primer momento de síntesis en la investigación para guiar
estudios posteriores), cuando se trata de analizar tanto la complejidad de los factores
microsociales que intervienen en la vida de las comunidades rurales, como su
contextualización macroestructural histórica y geográfica y, por otro lado, para comprender
los procesos de construcción social de los espacios de interacción entre los sujetos
investigados, así como sus prácticas y el sentido que les otorgan (Feito y Mastrángelo, 2000).
En general, los métodos cualitativos son vistos como apropiados “en la fase de recolección de
datos de base para ilustrar de forma más “científica” los estudios cuantitativos que luego
podrán ser presentados a los que formulan políticas” (Freindenberg, 1998:146, comillas en el
original). Las herramientas etnográficas son poderosas para captar experiencias individuales,
pero también “pueden elucidar temas sociales que están afectando poblaciones y apuntan de
esta forma a producir información importante que pudiera ser utilizada en los procesos de
desarrollo de políticas sociales correspondientes” (op cit: 148).
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