XIV JORNADAS NACIONALES DE EXTENSIÓN RURAL Y VI DEL MERCOSUR PLANIFICANDO EL DESARROLLO Y LA EXTENSIÓN RURAL. POLÍTICAS Y ESTRATEGIAS PARA IGUALAR OPORTUNIDADES Y CUIDAR EL TERRITORIO San Miguel de Tucumán, 8 al 10 de Octubre de 2008 Eje Temático: Experiencias de intervención y aportes metodológicos para el trabajo de extensión. Tipo de Trabajo: Ensayo. PRÁCTICAS PARTICIPATIVAS Y GESTIÓN DE LOS TERRITORIOS RURALES. METODOLOGÍAS DE ABORDAJE E INTERVENCIÓN Andrea Benedetto Mail: [email protected] Resumen El presente documento aborda un conjunto de problemáticas asociadas a las prácticas participativas en los diversos procesos de gestión de los territorios rurales. En los últimos años, la gestión territorial ha cobrado una marcada relevancia en las agendas de los gobiernos locales y otros organismos públicos (técnicos y académicos) y esto ha estado acompañado por un reconocimiento explícito respecto a la relevancia que el diálogo social tiene para dichos procesos. Dentro de esta lógica, los mecanismos, metodologías e instrumentos utilizados para crear el espacio de diálogo e intervención, resultan un aspecto central e inherente al ejercicio participativo. Suponiendo además, una trascendencia técnica y política que debe debatirse y replantearse. En este sentido, el artículo se propone abordar, de manera introductoria, dos aspectos que parecieran estar afectando fuertemente las prácticas en terreno: 1. El contexto y las limitaciones presentes en los ejercicios participativos y de intervención. 2. La ausencia de algunos elementos de análisis, que colocados en la mesa de discusión, revisten una particular importancia para la gestión y planificación de los fenómenos rurales. El trabajo está estructurado en tres apartados: el primero, hace un breve planteamiento del problema que se analiza. El segundo, trata las principales dificultades que traban las prácticas participativas; y, por último, se enumeran ejes de trabajo, que a juicio del autor, son nudos que merecen especial atención para mejorar y ampliar los procesos de gestión e intervención. Palabras claves: Gestión de los territorios rurales, prácticas participativas, actores territoriales, mecanismos, metodologías e instrumentos de diálogo e intervención. XIV JORNADAS NACIONALES DE EXTENSIÓN RURAL Y VI DEL MERCOSUR PLANIFICANDO EL DESARROLLO Y LA EXTENSIÓN RURAL. POLÍTICAS Y ESTRATEGIAS PARA IGUALAR OPORTUNIDADES Y CUIDAR EL TERRITORIO San Miguel de Tucumán, 8 al 10 de Octubre de 2008 Eje Temático: Experiencias de intervención y aportes metodológicos para el trabajo de extensión. Tipo de Trabajo: Ensayo. PRÁCTICAS PARTICIPATIVAS Y GESTIÓN DE LOS TERRITORIOS RURALES. METODOLOGÍAS DE ABORDAJE E INTERVENCIÓN1 Introducción La problemática que se presenta en este capítulo, forma parte de un conjunto de líneas de investigación que se están desarrollando en el marco de una tesis Doctoral. El objetivo es examinar, de manera breve y general, el panorama y las modalidades en que actualmente, municipios y otros organismos públicos, llevan adelante sus procesos de gestión del territorio. Específicamente, se profundiza respecto a las características y los instrumentos adoptados para generar espacios de diálogo y participación en la comunidad2. El artículo retoma algunos problemas, asociados a determinados esquemas de intervención o mecanismos de diálogo comúnmente utilizados. La gestión territorial ha cobrado relevancia en los últimos años. Dicha valorización puede deberse, entre otros factores, a la notable presencia de nuevos enfoques y reconceptualizaciones sobre el territorio y su rol en el desarrollo de las poblaciones. Los conflictos derivados de la apropiación y uso de los recursos, también han estimulado que el territorio aparezca en el centro de las discusiones sobre inequidades y marginaciones. Se demanda una gestión del territorio por la necesidad de regular, de establecer reglas, por ejemplo, para el uso individual de patrimonios colectivos (tangibles e intangibles). Además, los procesos de gestión territorial están contribuyendo a los análisis de tramas y redes de actores, formando parte de los diseños de caminos innovativos a nivel social, económico, político, etc. La validez central que tiene la gestión del territorio en este momento, radica en las potencialidades de la misma como instrumento de diagnóstico, diseño, proyección, de estrategias, políticas y técnicas, de desarrollo. 1 El presente trabajo, con algunas modificaciones, será publicado durante el corriente año en forma de capítulo, en un libro titulado Pautas de gestión territorial hacia un municipio innovador, compilado por la Dra. Gladys Molina de Buono (INCIHUSA-CCT-CONICET). 2 A lo largo del texto se utiliza la cursiva para remarcar palabras o frases que se quieren destacar. Paralelo a este proceso de vitalización del territorio y puesta a punto de los mecanismos de gestión, se entremezcla un contexto que podría caracterizarse por cierto aumento de dinamismo en la sociedad civil Argentina. Paulatinamente, y desde luego lejos de poder pensar situaciones participativas y de consenso ideales, la sociedad civil Argentina, lentamente, está ubicándose como actor social, asumiendo papeles más activos, definiendo nuevos roles y limitando el accionar de otros actores con los que comparte el espacio de vida. Se observa un reconocimiento más amplio respecto a la importancia, fuerza y beneficios, que tiene involucrarse en procesos de participación y toma de decisión. Hay mayor interés por implicarse en el destino del propio territorio. Las metodologías y herramientas utilizadas, en este contexto, resultan ingredientes centrales para promover adecuados y sustentables ejercicios de dialogo y búsqueda de consenso. No debe olvidarse, además, que estos escenarios de interacción, resultan etapas importantes dentro de un macro proceso de aprendizaje social. El artículo aborda este tema, analizando las prácticas efectivamente apadrinadas por los organismos públicos. Dos son los aspectos que hasta el momento parecieran estar obstaculizando, fuertemente, las posibilidades de innovación institucional para el dialogo social: Por un lado, el contexto y las limitaciones que existen en los ejercicios participativos adoptados. Por el otro, elementos de análisis, que colocados en la mesa de discusión, cobran vital importancia para las agendas de gestión y planificación. Se percibe la necesidad de modificar la mirada con la que tradicionalmente se han legitimado las formas de trabajo. El capítulo está estructurado en tres apartados: el primero, hace un breve planteamiento del problema que se analiza, describiendo algunas características del panorama en el que hoy se hace gestión del territorio. El segundo, trata las principales dificultades que traban las prácticas participativas; y, finalmente, en el tercero, se enumeran ejes de trabajo, que a juicio del autor, son nudos que merecen especial atención para mejorar y ampliar los procesos de gestión social del territorio en vistas al desarrollo territorial. Planteamiento del problema Un supuesto que muchas veces se emplea para explicar algunas de las incoherencias y problemáticas que se observan en los territorios, (a pesar de existir acciones explícitamente orientadas a resolverlas), es el supuesto de que las desigualdades de poder, activos e ingresos, también deben ser explicadas a partir de cómo las actuales arquitecturas institucionales, (públicas, técnicas, académicas), las siguen reproduciendo. Las políticas, planes, programas y proyectos que las instituciones implementan, y los perfiles profesionales asociados, son las manifestaciones, en que las disposiciones se hacen visibles e impactan en el territorio. Desgraciadamente, muchas veces sin provocar los efectos que se preveía alcanzar con dicha ejecución. Como consecuencia, se observa, que los procesos de empobrecimiento, marginación y desigualdad, además de seguir siendo una materia pendiente, corren paralelos a los intentos por iniciar procesos de desarrollo, crecimiento y competitividad territorial. En la gestión del territorio y en otras muchas ramas de actuación, las acciones que se promueven están orientadas a “resolver la pobreza” o, a “volver competitivo un territorio”. No se parte de considerar que estás situaciones representan la cara de una misma moneda; y nunca podrán ser superadas las unas, y auspiciadas las otras, sino se comienza por un cambio primario de concepciones que permita imbricar las problemáticas del territorio. Sumando a esto, aparecen otras cuatro grandes ideas que describen y abordan el panorama que caracteriza el estado de situación de la gestión territorial: 1. Hay una vigencia y un discurso favorable sobre la necesidad de ordenar y gestionar los territorios en las diversas escalas de gobierno. Está movilización está reforzada por técnicos y académicos que comulgan respecto a la importancia de la gestión territorial, para el desarrollo distributivo, equilibrado y sustentado de los pueblos, para la sustentabilidad en el uso de los recursos, para el manejo de los problemas ambientales, etc. 2. Del discurso a la política pública no hay correlación. Se observan fuertes contrastes entre el discurso y la práctica, aparecen divergencias y vacíos, no hay procesos de operativización para orientar las acciones públicas y generar nuevas reglas de juego para el conjunto de la sociedad. Son notables las discordancias respecto a qué se entiende y qué implica gestión territorial y otras temáticas asociadas. 3. Hay importantes problemas de dialogo entre la política pública pensada desde procesos de gestión territorial y la actual práctica institucional: prevalecen las desarticulaciones, no se logra garantizar acciones territorialmente coordinadas, considerando políticas sectoriales, o escalas de abordaje como son la nacional, provincial o municipal. El flujo de información es bajo y de mala calidad, no se conjugan y comparten esfuerzos, ni se toman decisiones sustentadas en ejercicios sólidos de proyección. 4. La gestión territorial, como otros muchos instrumentos de acción, está supeditada a la presencia de programas y proyectos, nacionales, provinciales o locales, donde aparece el gran desafío de superar problemas como, relativas capacidades de gestión, estructuras débiles, demandas no satisfechas, que surgen de la misma mala implementación de programas y proyectos. Es muy incipiente la incorporación de dimensiones de trabajo especializadas, como es el caso del ordenamiento territorial y las variables ambientales. En consecuencia, tampoco se ha avanzado respecto a su relación con otras temáticas, por ejemplo ordenamiento territorial-competitividad. Estos últimos cuatro ítems, más específicos y referidos a las formas operativas que identifican y afectan la manera de hacer gestión, se suman a los dos mencionados al inicio del apartado, más generales. Arquitecturas institucionales anquilosadas, con gravísimos problemas de innovación para cambiar modalidades de acción; y, enfoques teóricos, conceptuales y operativos, que están muy lejos de trabajar a nivel de las interrelaciones y complejidades inherentes a los sistemas territoriales actuales. Entre todos, sintetizan una parte importante de los problemas que hoy día se ven trasladados a los territorios. El escenario de los diálogos sociales ¿Cuál es la distancia que subsiste entre las prácticas actuales y una participación legítima e innovadora que promueva alcanzar una gestión social del territorio?; ¿Qué participación y qué metodologías se adaptan a las etapas y los componentes de la gestión territorial?; ¿La participación, es suficiente para lograr una gestión comunitaria del espacio, cómo alcanzar la co-gestión territorial? La lista de interrogantes y problemáticas sin resolver es indudablemente extensa. Sólo considerando los seis supuestos vertidos en el apartado anterior aparece una serie interminable de determinantes para la gestión territorial, o algo más básico (y no menos importante), asoma la necesidad de aclarar aspectos centrales como son: las incumbencias temáticas y profesionales de los que van a diseñar un proceso de gestión territorial, áreas y políticas públicas que deben involucrarse, instituciones calificadas para llevar adelante o promover los procesos, problemas de escalas, delimitaciones de “lo territorial”, acuerdos conceptuales, etc. En el presente, sólo se aborda un tema en particular: las metodologías y prácticas participativas que realizan los municipios dentro de los autodenominados procesos de gestión territorial. Generalmente, la generación de espacios de diálogo, surgen de programas y proyectos en ejecución, o, derivan de acciones específicas de planificación. Pueden involucrar a los técnicos municipales, tratarse de consultorías externas, esfuerzos internos, enfoques y/o modalidades de trabajo. El objetivo común, a grandes rasgos, es generar espacios para debatir y trabajar respecto a la imagen futura de un distrito, departamento, provincia. A su vez, se busca definir los proyectos y acciones prioritarias para ordenar el modo de actuar en territorio e implementar las estrategias de desarrollo que se han consensuado. Son difusos los límites de las temáticas que entran en este tipo de discusiones, desde problemas de infraestructura, ambientales, sociales, falta de empleo, seguridad, etc. Ahora bien, la participación para la gestión del territorio, ¿es una moda, o se practica porque evidentemente supone una concepción respecto al protagonismo de ciertos actores en la resolución de problemas? Este primer planteo es fundamental si se piensa en las consecuencias que derivan de la mirada que se tenga. Desde la perspectiva que en este capítulo se procura trasmitir, los escenarios genuinos de diálogo y participación son imprescindibles. Principalmente, porque permiten avanzar, entre otras cosas, sobre un aspecto que para el desarrollo territorial es primordial, el tema de las dinámicas de negociación entre actores. La gestión de un espacio tiene que ver con disminuir inequidades de distribución y crecimiento, no sólo se trata de potenciar sectores favorecidos, para hacer islas territoriales competitivas, sino por el contrario, la gran tarea es ordenar y equilibrar estratégicamente, para determinar modelos de desarrollo inclusivo. Por ello, la democratización de todas las etapas de un proceso de gestión, mediante una práctica participativa genuina, resulta cardinal. Participar en el diseño, ejecución y planteamiento de la acción, a nivel discursivo y práctico, no sólo asegura mayores grados de co-responsabilidad, sino que además, amplía las capacidades de los sectores de población estructuralmente más desfavorecidos3. En terreno, lo que se observa, es que la tarea es ardua. Analizando experiencias de campo, trabajos de diversa índole, indicadores cuantitativos, análisis cualitativos, etc., asoma una situación neurálgica: las acciones y actividades que se ejecutan bajo el nombre de gestión territorial participativa, repercuten, pero, no deja de ser preocupante la cantidad de esfuerzos dispersos, fragmentados y esporádicos que se contabilizan, alrededor de los cuales, hay una perdida de sentido debido a que las acciones no están engendrando un resultado positivo, asimilable a nivel territorial. Generalmente, las actividades tienen como interlocutores a pequeños grupos de actores territoriales, más o menos homogéneos, y por lo general, delimitados a una escala microlocal. Siguiendo siempre la lógica de programas y proyectos, y buscando resolver conflictos de amplísimo espectro, los impactos que se logran, no alcanzan para pensar una gestión del territorio como sistema integral, dinámico y complejo. Por ejemplo, no se trabaja a nivel de las distintas escalas de abordaje territorial que inciden en el conjunto, como parte de un todo, conformando la red de interacciones que le otorgan identidad a cada recorte territorial. Se apagan algunos incendios, pero quedan apremiantes situaciones sin resolver. Las soluciones aportadas, se encuentran en medio de tensiones permanentes, producto de los análisis y evaluaciones que los mismos actores involucrados hacen respecto a los logros obtenidos. Continúa el debate acerca de la calidad, escala, sustentabilidad, de los efectos desencadenados. Se manejan criterios que prolongan ciertos errores crónicos y terminan por conmocionar aún más, las situaciones que se pretendía reparar. A las arengas académicas y técnicas les falta creatividad a la hora de hacer operativos los cambios que se considera imprescindible ejecutar. Sin mencionar el alto grado de abatimiento que existe, no sólo por los magros resultados, sino también, debido a condiciones estructurales que inmovilizan parte del conjunto de posibilidades de acción que existen. Pareciera necesario hacer una análisis de la práctica de la gestión, en virtud de cómo se está agenciando, y luego, respecto a la incidencia que tiene. De lo contrario, se empieza por las consecuencias sin haber hecho el abordaje previo que explica muchos de los procesos que inciden en terreno. ¿Qué pasa en torno a los aportes teóricos y conceptuales que alimenta la gestión territorial? ¿Qué pasa con las metodologías de participación aplicadas en las planificaciones estratégicas? Un aspecto que necesariamente está influyendo para la creación de contextos de trabajo como los descriptos, tiene que ver, con la utilidad y el uso de las bases conceptuales y aplicaciones metodológicas que la gestión acoge. 3 Considerando que es en el seno de las prácticas participativas donde se establece un diálogo empírico que progresivamente, puede ir minando las relaciones de poder que legitiman formas de actuación no siempre positivas/efectivas/adecuadas/etc. Una apreciación, podría ser, sin entrar a analizar las distintas líneas teóricas y conceptuales específicas, que existe una importante brecha entre la teoría y la práctica (esto se mencionó a grandes rasgos, en el primer apartado del documento). Ésta situación, reviste dos grandes problemas, por un lado, no hay instancias de operativización de los conocimientos para que sean utilizados por aquellos cuya labor diaria precisa caminos claros, concretos, adaptados a los mecanismos y tiempos institucionales. Por el otro, la partición teoría-práctica, supone continuar con concepciones fragmentadas respecto a cómo concebir “el mundo”. Las mismas, impiden captar y trabajar de acuerdo a la complejidad inherente a los fenómenos socio-culturales-político-geográfico-económicos. No se trata de cuán cerca o cuán lejos está la teoría de la práctica, o si existe un diálogo de una y otra, de abajo hacia arriba, o viceversa, sino más bien, de la imposibilidad de tomar una “panorámica” para advertir cabalmente cada uno de los intersticios que hacen a la imbricación de las problemáticas. La falta de una lente preparada, supone la mutilación de las posibilidades de éxito de los enfoques teóricos y muchas veces de los caminos prácticos. No hay procesos de traslación de lo que se pretende o de lo que se argumenta como deseable, a lo que luego, efectivamente, es posible hacer. No se analiza ni sobre la gestión del territorio, ni sobre los que intervienen, ni sobre la operativización de los preceptos teóricos. No se trabaja en cómo volver aplicable y dinámico el uso del conocimiento, el diálogo entre las distintas modalidades de saberes, inevitablemente superpuestos en una práctica territorial. Es decir, hacen falta contenidos que completen los vacíos que impiden concebir, ejecutar y evaluar estrategias de desarrollo. Es necesario empezar a analizar las funciones del conocimiento, las distintas instancias de producción del mismo, los mecanismos de distribución y su uso, como vía imprescindible para aportar a la lógica de la co-gestión social. No sólo “aprehender” una realidad, comprenderla y explicarla en todas sus dimensiones, contradicciones y limitaciones, sino también, captar como volver útil y ejecutivo esos conocimientos y recortes conceptuales, para que la avidez por resolver los problemas, pueda encontrar caminos para avanzar. En el caso específico de las metodologías, las prácticas han tendido a trasladar instrumentos “de investigación” a la intervención. Hay una mala conjunción y mucho desconocimiento sobre los distintos tipos de metodologías, la correcta aplicación y las limitaciones de cada herramienta. No hay una plena conciencia del poder que tiene el uso de los instrumentos metodológicos en la actuación en terreno. Se vive un proceso donde las metodologías (participativas) se han desgastado y las prácticas de interacción promovidas por las mismas carecen de legitimidad. Aparecen diagnósticos mal hechos, soluciones priorizadas sin ninguna proyección, profundización de la distancia entre el que “interviene” y el “intervenido”, descreimiento de la participación como forma autentica de trabajo mancomunado entre actores, imposibilidad de utilizar los distintos tipos de información más allá de descripciones-diagnósticas, etc., etc. Hay que aprender metodología antes de querer usarla, luego, hay que debatirla, adaptarla, generar nueva. Pero principalmente, y retomando la idea anterior, el uso de la metodología (de investigación, intervención, o lo que fuera), debe enmarcarse en un esquema de trabajo, con objetivos claros y explicitados, con una proyección respecto a porqué, para qué y con quiénes se está trabajando. La aplicación de las herramientas, debe sustentar procesos de transformación, donde las instancias de participación sólo resulten el escenario para empezar a diseñar una puesta en escena, y serán los actores, quienes lleven delante la obra: la gestión mancomunada. Probablemente sea necesario un “director” que organice y lidere el ejercicio, así como otro conjunto importante de participantes que asuman roles secundarios y mediante alianzas, apuntalen las actividades para poder concluir con “la obra”. Analizando algunas de las grandes paradojas, surgen innumerables ejemplos respecto a como se sigue trabajando desde las divergencias, y en qué medida esto afecta la manera en que se hace gestión territorial. Tradicionalmente, el rol de los técnicos que trabajan en áreas rurales, ha sido volver competitivas unidades de producción que no lo son. Se interviene para que logren desarrollarse, insertarse en el mercado, mediante cambios en el uso de tecnología, reconversión productiva, asociatividad de productores, etc. Con ello, se aspira a frenar las consecuencias indeseadas y el aumento de cargas para el Estado, indigencia, migración, propiedades abandonadas. Desde la teoría y desde la práctica, mucho se debate sobre esto, sobre cómo lograr revertir situaciones que sumen a pequeños productores rurales en la pobreza. Las respectivas áreas municipales, se enfrentan a diario con los efectos de los problemas pendientes. Pero, dos de los pilares que siempre aparecen ocupando papeles centrales en estos trances, prácticamente, no han sido analizados desde su vinculación: el desarrollo y la competitividad. ¿Se ha trabajado para lograr una re-adaptación conceptual y práctica que traiga mayores provechos a partir de estos dos grandes paradigmas que implícitamente se trabajan desde la dicotomía? ¿No es esto un despropósito? ¿El desarrollo es para los pobres y la competitividad para los ricos? Se genera conocimiento dicotómico y se trabaja a partir de estas enemistades, y no desde complementaciones: el desarrollo y la competitividad son conceptos y fenómenos que podrían vincularse y redimensionarse con nuevos contenidos, contextualizados a realidades específicas, alimentándose uno con el otro y dejando de ser subestimada la necesidad de que ambos maticen procesos locales. Se habla de desarrollo por un lado y de competitividad y crecimiento económico por el otro, atendiendo a vertientes disciplinarias diferentes como las gurúes de cada uno de estos ejes. Pero, desde luego, sería útil una revisión que permita “amigar” ambas concepciones y avanzar en ese sentido. ¿No debería considerarse más competitivo un territorio con altos grados de participación de sus poblaciones? ¿No es más competitivo el territorio que siendo marginal en cuanto a disponibilidad de recursos, logra poner en marcha procesos para mejorar los medios de vida de su población? ¿La competitividad no es flexibilidad y adaptación a los cambios? ¿Creatividad e innovación para adaptarse a situaciones de crisis? ¿En qué medida, desarrollo y competitividad, tienen que ver con transformaciones cualitativas asociados a la vida institucional, colectiva, de las sociedades?... Muchas de las incongruencias que se visualizan en los territorios, son reflejo, de lo que a otro nivel está aconteciendo. En síntesis, falta trabajar respecto a los márgenes de maniobra de los que menos poder tienen, y determinar las posibilidades de participación, diálogo y negociación entre actores, en el marco de verdaderos replanteos de los discursos y las maneras de hacer gestión que se repiten sin previas instancias críticas de análisis. Se necesitan estudios hacia el interior de las instituciones. Trabajos respecto a las imposibilidades y las posibilidades de la inter-institucionalidad. Conocer aspectos centrales, como son los efectos que la “conservación” individual-profesional y de las instituciones, provoca en los “beneficiarios” de la gestión, parecen más la excusa que la médula de los esfuerzos. No hay una identidad conciente de que estamos co-ligados en el desarrollo, y que ello implica, construir la idea/el concepto de desarrollo tras el cual se deciden orientar las acciones de gestión de un territorio. Claro está, que el cómo, sigue siendo el gran desafío, y coincidiendo con C. Albaladejo, se trata definitivamente, de introducir un cambio de racionalidad: La introducción de una nueva racionalidad no borra la legitimidad de la(s) anterior(es), sólo reduce su(s) dominio(s) de aplicación, o sea, el campo de acción en la cual pueden seguir siendo ejercida(s); Hay que aprender a colaborar con otras racionalidades profesionales, y para los profesores de las universidades que capacitan los futuros profesionales saber transmitir distintas actitudes profesionales y hasta crear especializaciones diferentes; La tentación de introducir técnicas de simple adaptación de una actitud profesional a otra racionalidad es grande, sin cambiar ni las representaciones, ni las teorías, ni las identidades; y finalmente, este es probablemente el mayor defecto a todos los sesgos que acabamos de describir (C. Albaladejo, Clase 6, Curso Virtual Desarrollo Rural: Nuevos Problemas y Enfoques, FLACSO-Argentina, mayo-septiembre de 2007). Aspectos para tener en cuenta Brevemente, y siguiendo las aportaciones hechas por el INRA (Institut National de la Recherche Agronomique), Departamento SAD (Recherches Sciences pour l’Action et le Développement) – Francia, una posibilidad para iniciar ese cambio de racionalidad que propone Albaladejo, puede rastrearse en el significado de la siguiente frase: de una sociedad del conocimiento a una sociedad conociendo. Esto implica llevar adelante procesos mutuos de comprensión de los fenómenos a partir de ciertas premisas básicas como son la visión de que todos somos socios para la co-gestión (coresponsabilidad). Para ello, y de acuerdo a la importancia que se le ha dado en este artículo, un punto central, es el tema de la recomposición de las metodologías de trabajo. Para que haya una conciliación efectiva, es necesario contar con una “carta de navegación que permita identificar los accidentes que puedan hacer perder el control de la nave”: Es primordial tener en cuenta los dispositivos de acción (institucionalizados o no) de los actores y no sólo el papel de las redes. No existe, en muchos casos, un proyecto territorial que permita armar un sistema de acción local articulado. Es necesario trabajar a partir de liderazgos, institucionales o no, pues el proceso necesita ser dirigido, impulsado y estimulado. Hay rivalidades profesionales e institucionales que se suman a las relaciones de poder existentes entre los otros actores territoriales. Una manera de trascender los conflictos sectoriales es encontrar un camino que brinde beneficios a todos los actores involucrados. Es bueno avanzar en la calificación de nuevos recursos, identificar saberes y habilidades, determinar la mayor cantidad de oportunidades posibles para el territorio. Los procesos de negociación son imprescindibles y fundamentales. Las búsqueda de alianzas también. La gestión territorial nada tiene que ver con procesos exclusivamente locales, por el contrario, es constante la intervención de actores externos, que pueden aparecer como aliados o árbitros. Hay fuerzas legitimadoras (mercado-demanda) que cobran mucha importancia en el destino de un territorio y resulta vital mantenerse alerta frente a ellas. Debe facilitarse un mejor intercambio, uso y utilidad del conocimiento y de la información entre los actores. Hay que construir miradas proyectivas. Etc. A la gestión del territorio le incumbe que el desarrollo de un territorio no esté basado en paradigmas universales, sino en ventajas absolutas locales, ligadas a la subjetividad de los actores y su capacidad institucional (Participantes Taller Internacional “Territorios con Identidad Cultural”, Cusco, Perú, abril de 2006). El objetivo es lograr un territorio donde los individuos y las tramas de actores y sus relaciones, junto con la dotación de sus activos, pueda aumentar, valorizarse y constituir un medio concreto para mejorar las condiciones de vida considerando todas las dimensiones que esto involucra (R. Haudry, Taller Internacional “Territorios con Identidad Cultural”, Cusco, Perú, abril de 2006). Concluyendo Lo que subsume al territorio como entidad, es una acción social que se apropia del espacio, tanto en forma concreta como abstracta, es decir, es un proceso de apropiación material y simbólico. Incorpora la dimensión física (el patrimonio natural asociado a las transformaciones provocadas por los actores sociales), la dimensión simbólica (las relaciones sociales y culturales entre actores) y la dimensión política (relaciones de poder). La gestión territorial tiene que ver con la capacidad para abordar cada una de esas tres dimensiones y sus interrelaciones. Para ello, es imposible que se diseñe desde otro lugar que no sea la interacción con los actores del lugar. Y con esto no basta, es su competencia también, direccionar los conflictos que surgen de la reproducción de las exclusiones sociales que acontecen en el mismo proceso colectivo de construcción de un territorio. Hay que plantar nuevos diálogos sociales e invitar a participar a actores territoriales que tradicionalmente no se involucraban (por ejemplo, empresas privadas, la gestión no es para los pobres aún cuando deba beneficiarlos y equilibrar sus oportunidades en la estructura social). Es decir, gestionar un territorio es más que superar “aspectos operativos” que lo ayuden a volverse competitivo: capacidades de interacción estratégica entre actores políticos, recursos humanos, infraestructura, innovación organizacional, etc. Tiene que ver, con concebir el territorio desde una visión política y no geográfica, comprender las expresiones valorativas de un espacio dotado de significado. Siguiendo la definición de C. Raffestin, el territorio, es la apropiación de un espacio por parte de diferentes actores en un particular juego de poder (Raffestin, 1993). Sumando a lo anterior, y ya como epílogo, el camino que queda por recorrer es enorme, la gestión territorial tiene que apostar al debate de temas que le son inherentes. Por ejemplo, resultan interesantes planteos como los de A. Schejtman (2007), quien sostiene, que el enfoque territorial no es todavía un nuevo paradigma o una nueva teoría para la acción en el espacio… No parece haberse traducido, en la literatura y en la práctica, en una clara coincidencia sobre lo qué es o no un territorio… La determinación y delimitación del territorio y el lugar de su referente institucional son dos ambigüedades o indefiniciones que pernean tanto la literatura normativa como los propios estudios y proyectos calificados o autocalificados de territoriales (Schejtman, 2007). La gestión territorial, como práctica de acción, requiere ahondar respecto a cómo se está gestionando en los contextos actuales. Urge observar las incidencias reales de la manera de trabajar. Y finalmente, atender aquellas paradojas y vacíos de contenido que no pueden seguir pasándose por alto, pues, suponen problemas operativos importantes: ¿Gestión de qué territorio? ¿Qué límites? ¿Qué referentes institucionales? ¿O acaso, la gestión del territorio supone que lo territorial es sólo el recorte del programa/proyecto, el grupo de actores participantes, el “objeto de estudio”…? Síntesis bibliográfica Apuntes de Clase y Material Bibliográfico (2007). Curso Virtual Desarrollo Rural: Nuevos Problemas y Enfoques, FLACSO-Argentina, Buenos Aires, mayo-septiembre. Costamagna, Pablo (2007). “Políticas e instituciones para el desarrollo económico territorial. El caso de Argentina”. Serie 001 Desarrollo Territorial, Área de Gestión del Desarrollo Local y Regional, Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), Santiago de Chile, octubre. Echegaray, Eduardo Ballón (2007). “Prácticas y Métodos para el Diálogo Público y la Incidencia Política en América Latina”. Documento de Trabajo RIMISP-FIDAMERICA, Lima, agosto. Echeverri, Rafael (2007). “Gestión Territorial. Nuevos Desafíos”. Presentación II Fórum Internacional de Desenvolvimiento Territorial Articulação de Políticas Públicas e Atores Sociais é Pauta do Encontro, Salvador de Bahía, agosto. Raffestin, Claude. (1993). “Por uma geografía do poder”. Ática, Sao Pablo. Schejtman, Alexander (2007). “Problematizando el Desarrollo Territorial Rural con Identidad Cultural a partir de los Estudios de Caso”. Documento de Trabajo RIMISP (Versión Preliminar del 1ero. de Junio), Cartagena de Las Indias, junio. XIV JORNADAS NACIONALES DE EXTENSIÓN RURAL Y VI DEL MERCOSUR PLANIFICANDO EL DESARROLLO Y LA EXTENSIÓN RURAL. POLÍTICAS Y ESTRATEGIAS PARA IGUALAR OPORTUNIDADES Y CUIDAR EL TERRITORIO San Miguel de Tucumán, 8 al 10 de Octubre de 2008 Eje Temático: Experiencias de intervención y aportes metodológicos para el trabajo de extensión. Tipo de Trabajo: Ensayo. PRÁCTICAS PARTICIPATIVAS Y GESTIÓN DE LOS TERRITORIOS RURALES. METODOLOGÍAS DE ABORDAJE E INTERVENCIÓN Andrea Benedetto Unidad de Estudios Regionales Interdisciplinarios INCIHUSA-CCT Mendoza-CONICET Argentina Notificar el resultado de la selección de trabajos a: Andrea Benedetto [email protected] / [email protected] 54-261-4393517 / 54-261-154707639