Jornadas Científicas. ARQUITECTURA. EDUCACIÓN Y SOCIEDAD Barcelona 29-30-31 de Mayo, 2013, [email protected] A. Escenario Educativo 3. Enseñanza de Arquitectura a nivel universitario y postuniversitario ENSEÑAR Y APREHENDER LA ARQUITECTURA. ¿CÓMO Y DÓNDE? Marta Nieto Bedoya Arquitecta Profesora Asociada Universidad Politécnica de Madrid y Universidad de Alcalá Escenario es un término que abarca una parte tangible: lugar que posibilita la actuación y otra intangible: el conjunto de circunstancias que se consideran en torno de una persona o suceso. Ambas definiciones se aplican a la enseñanza de la arquitectura. Nuestra situación actual es la similar al movimiento horizontal del temblor de la tierra. Nos encontramos con nuestro caos dentro del gran CAOS, es decir, todos sabemos que está cambiando la profesión del arquitecto, la enseñanza, el mercado, el mundo. ¿Cuáles son nuestras orientaciones y criterios como enseñantes? Los cambios de los sistemas y de las generaciones docentes se asumían con regularidad en la universidad. El actual cambio de paradigma es absoluto, lo queramos o no. Recordemos las palabras de Mies Van der Rohe: “Los nuevos tiempos son un hecho; existen independientemente de que queramos o no. Pero no son ni peores ni mejores que cualquier otra época (…) Lo único decisivo será cómo nos hagamos valer nosotros mismos en estas circunstancias dadas (…) Tenemos que establecer nuevos valores y fijar los fines últimos para obtener nuevas escalas de medida. El sentido y el derecho de toda época, y, por tanto, también de los nuevos tiempos, sólo dependen de su capacidad para ofrecer al espíritu los requisitos necesarios para poder existir.” (“Los nuevos tiempos”, 1930) Pues bien hemos pasado de estar en la tarima dando clases con la palabra y la tiza-lápiz a estar disponibles para cualquier consulta y en cualquier momento a través de la tecnología. La realidad es que nosotros estamos siendo continuamente examinados y nuestros alumnos son los que han tomado la palabra. Ya nos hemos acostumbrado. Pero, por mucho que nos esforcemos por ambas partes, entre alumnos y profesores hay un desencuentro en origen. Cada uno es hijo de su tiempo. Los docentes formados en los entre los años 60-80 del siglo XX, hemos crecido y aprendido sobre la base de la reflexión, el análisis y la formación del criterio para llegar a profundizar. Esta sistematización se estrella frente al afán del movimiento y la velocidad superficial en el alumnado actual. Educados en el sistema de Internet, la información se tiene, todo se copia, nada se retiene. ¿Les vale a nuestros alumnos el esfuerzo que les pedimos o estamos creando la última aristocracia -los mejores- sin futuro en un mundo de plebeyos? Volvamos la mirada agradecida y solícita hacia nuestros gigantes del conocimiento, subámonos sobre sus hombros, ellos nos pueden ayudar de nuevo. Aristóteles con su definición de aprendizaje como progresar hacia si mismo, Descartes con su admiración por los mecanismos de la mente, Goethe viendo lo general en lo particular, Humboldt animándonos a experimentar y a conocer el mundo, el cosmos. Todos ellos reúnen cualidades innatas, amor al aprendizaje, y una gran dosis de exigencia en el 1 conocimiento de si mismos. Es todo lo que pedimos a nuestros alumnos en menor o mayor grado. Nuestra actividad tendrá éxito si logramos que nuestros estudiantes sean capaces de interesarse y conocer todos los aspectos de la arquitectura y reconocerse en ellos. Ya sea la composición, el proyecto, la historia, la estructura o la construcción entre otros. La espontaneidad, el arrojo y el descaro forman parte de la fuerza de la juventud, no las anulemos. Todos admitimos que en la docencia de la arquitectura es más lo que se recibe que lo que se da, aún así, se percibe una gran diferencia en la visión del alumno que no sabe lo que no sabe y la del profesor que es muy consciente y cada vez más, de lo que no sabe. Volviendo a la palabra escenario podemos leer en sus dos acepciones el donde y el como de este texto. El donde porque hoy en día el aula ha cambiado de escala, de dimensión, pero es en ella donde se produce la experiencia fundamental: el encuentro y el intercambio. El profesor ha de tener más capacidades pedagógicas y materiales para poder motivar y equilibrar el reparto del conocimiento. Sin embargo, el nuevo plan de Bolonia va muy dirigido a un férreo control de tiempos, contenidos y del registro de los mismos. Poco se puede insertar frente a objetivos comunes negociados, fechas, entregas, y notas. La gestión del sistema docente puede llegar a asfixiarnos a todos. Para que el alumno sea libre y responsable -finalidad de la enseñanza según la UNESCO- ha de aprender a través del enseñante y por ende de las materias de la arquitectura a conocerse. A ser capaz de organizar su quehacer, adquirir un método, saber regular su tiempo, seleccionar y jerarquizar. He aquí un gran problema, la gestión del trabajo supera con creces el tiempo dedicado al trabajo pues todas las partes reclaman su tiempo, pero nadie hace una visión global del trabajo real. Desde este punto de vista, es interesante unificar materias en base a un tema común y orientar desde todos las asignaturas un mismo trabajo académico. Claro, que esto exige una actitud generosa y una buen dosis de trabajo colectivo, ¿estamos preparados y dispuestos a ello? En cuanto a la circunstancia, tanto la del profesor como la del alumno, es tan expansiva y abierta que responderá a nuestra actitud, pedagogía y respuesta del alumno. La inercia humana nos anima por ambas partes a una postura de comodidad. Se repite lo que se ha hecho porque funciona relativamente bien con ligeros toques de variedad. La realidad es que podemos caer en el aburrimiento, los alumnos son eternamente jóvenes y nosotros no, cambiar y renovarnos, con la máxima libertad que nos permita el sistema y los planes, siempre nos favorecerá. Los profesores no pueden sentirse esclavos de una sistematización, han de sentirse ayudados por ella para no caer en la melancolía. ¡Vive l’esprit¡ Valores. Volviendo a la cita de Mies, ¿que puede significar para los nuevos tiempos las palabras: valores, fines y escalas? Quizás, la comunicación es el nuevo valor de hoy en día. Todo lo que pensamos, hacemos o producimos se puede compartir, de hecho no existe si no es accesible. De ahí surge parte del conocimiento. 1 En paralelo, la competitividad es el valor actual que tiene la cualidad de llevarnos al límite, y por lo que se percibe en el mercado de valores caracteriza positivamente a las personas fuertes y ambiciosas. Pero, ¿cómo se puede neutralizar la aspereza y la traición de ambas? Han de estar complementadas con la generosidad y la valentía. Y las aulas siempre han sido lugares de participación y solidaridad. Mal asunto si se retrocede en estos aspectos en las edades de formación. El universitario es un cultivo espontáneo y abierto de experiencias y por ello refleja los miedos de nuestra sociedad. Fines. Una vez reconocidos los valores, señalemos los fines. El aprendizaje como búsqueda ¿necesita de un intercambio? O bien, somos los últimos Homeros que narramos las historias de los dioses y héroes griegos a unos jóvenes desinteresados mientras adoran las pantallas de sus múltiples mecanismos multimedia. Escalas. Quizás la escala sea reiniciar el camino, volver al punto de partida y recuperar la experiencia empírica. Enfrentarnos a las necesidades de pensar y decidir. Todo está tan atado y bien atado que no cabe improvisar. En la docencia interrumpir una clase magistral, alterar un tema o un calendario de entregas de trabajos se convierte en una tortura para el profesor e incómodo para el alumno. Entonces se nos plantea la cuestión de si queremos o no la participación del alumnado, y ésta es libre e improvisada. Pues bien, necesitamos que nuestros estudiantes recuperen su tiempo para vivir y reflexionar, así podrán hacer analogías y asociaciones con lo que se experimenta en clase. De este modo se identifican con la cadena humana del conocimiento, estarán orgullosos y agradecidos y se sentirán responsables de la continuidad del saber. Partiendo de esta reflexión sobre la escala o comparativa proporción, no hay ni mal ni buen alumno, por lo que la calificación numérica puede quedar insuficiente o arcaica. Se podría plantear orientar y objetivar las expectativas que puedan tener. El conocimiento se manifiesta como una actividad poliédrica y expansiva y la disciplina del aprendizaje tiene un motor que genera un movimiento centrífugo hacia el exterior y centrípeto hacia uno mismo. Es evidente que el estudiante tiene un sentido práctico sobre el estudio y los resultados, y a veces cuesta hacer ver la necesidad de la reflexión teórica previa. Se podría cambiar el orden en el procedimiento. Las ideas se pueden plasmar o esquematizar perdiendo el miedo a no ser capaz o al papel en blanco. Y permitir la equivocación como parte del estudio en soledad o en compañía y así conocernos más y mejor. “La escuela está viva, ¡viva la escuela¡” Paul Klee. Madrid, octubre 2013 1