Régimen administrativo sancionador de conductas anticompetitivas. Angélica Noboa Pagán El pasado día 5 de septiembre, el diputado Pelegrin Castillo sometió a la Cámara de Diputados el Proyecto de Ley de Defensa a la Competencia, preparado por el consultor venezolano Ignacio De León, Ph. D., a requerimiento de la Secretaría de Estado de Industria y Comercio (SEIC) en su versión revisada del presente año. La SEIC remitió al Congreso Nacional tal versión, previa consulta organizada por dicho ministerio a sectores interesados. Paralelamente, la Comisión de Industria, Comercio y Zona Franca, del Senado de la República, también apoderada para conocer el proyecto de ley, inicialmente en su versión de 2004 (sin las observaciones hechas localmente al trabajo del consultor), sostuvo el pasado día 19 de septiembre, una reunión con representantes de la SEIC, para tomar conocimiento de la nueva versión, que actualmente estudia. Ambos proyectos en poder de las dos cámaras, son prácticamente idénticos a excepción de algunas variaciones relativas al nombramiento de los directivos del organismo regulador de la competencia, sugeridas por el Diputado Castillo, en la versión sometida en la cámara baja. Se espera que en las próximas semanas, ambas instancias congresuales den curso al proceso legislativo y permitan a las partes con interés formular, a través de mecanismos transparentes de participación, comentarios, observaciones y sugerencias, antes de la aprobación de una versión definitiva de ley. Convendría además la formación de una comisión bicameral que unifique los esfuerzos de consulta y estudio. Uno de los nuevos temas tratados en la versión revisada del proyecto, es la potestad sancionadora de la autoridad administrativa. Para el ejercicio de tal potestad, en primer orden, se requiere mantener las garantías constitucionales de defensa, participación en los debates y en general, la tutela judicial efectiva a los actores en el proceso, mediante el cumplimiento de los principios de doble grado jurisdicción, legalidad, tipicidad, proporcionalidad, culpabilidad y prescripción. Al crear el proyecto poderes sancionadores directos y expeditos a cargo de una instancia administrativa, es recomendable desarrollar en su contenido mismo el procedimiento a seguir. Previo a la remisión al Congreso de la versión revisada del proyecto, había sido opinión de algunos, en el contexto de la consulta dirigida por la SEIC, que tales temas podían ser delegados a la facultad reglamentaria del nuevo organismo. Diferimos entonces y ahora de esta opinión, pues arriesga dramáticamente la garantía mínima del derecho al debido proceso a favor de los administrados por esta propuesta de ley; sobretodo ante la inexistencia actual de una ley reguladora de la actividad administrativa, que complemente las reglas de los procesos sancionadores a cargo de entes reguladores autónomos, como sería la “Comisión Nacional de Defensa a la Competencia (Pro Competencia)”. Existen diferentes tutelas del derecho de defensa y participación de todos los actuantes en un proceso administrativo destinado a determinar si existe una conducta anticompetitiva sancionable administrativamente, con el pago de una multa, una orden de cese o un acto de rectificación, sin perjuicio de las acciones civiles y penales derivadas de la comisión tales conductas. Estas se manifiestan en las posibilidades de exponer en tiempos razonables y con previo conocimiento de las imputaciones alegadas, argumentos y pruebas, así como oportunidades de réplicas y recursos, en igual número y oportunidades a todas las partes. Entre los participantes en el proceso administrativo se encuentran: a) el (los) agente(s) económico(s) denunciante(s) alegadamente afectado(s) por la conducta de otro(s) agente(s) económico(s) contraria a su derecho a competir, rol que también puede jugar la Administración mediante actuaciones de oficio de Pro Competencia, en atención al interés público y social que protege a tal derecho; b) el (los) agente(s) económico(s) denunciado(s), por ejemplo, de abusar de su posición dominante o de practicar la colusión; y, c) además, los terceros con interés legítimo, es decir, otros competidores que aleguen producir o prestar servicio en el mercado relevante de la conducta examinada y por ende, igualmente afectados por la decisión definitiva que intervenga; incluso, la jurisprudencia internacional admite también como partes con interés legítimo, a los consumidores del producto o servicio en cuestión, beneficiarios ulteriores del sistema defensa a la competencia. Los terceros tienen derecho de participación en los debates y etapas del procedimiento administrativo sancionador. Cada uno de estos actores en el proceso, tiene una lista de garantías procesales mínimas que pueden invocar, en atención al régimen constitucional dominicano. En buena práctica legislativa, deben quedar consignadas las tutelas propias que una la ley general de defensa a la competencia les pueda ofrecer, en lugar de dejarles abandonados a la espera de una eventual disposición reglamentaria, que puede o no dictarse en desmedro de la adecuada protección a sus derechos fundamentales. Salvo algunos aspectos determinados, el proyecto de ley atiende eficazmente dicha garantías, en las diferentes fases del proceso, esto es, el inicio, publicación, investigación, instrucción y solución del expediente. Entre las recomendaciones atendibles al texto presentado, está la de permitir el recurso de reconsideración contra las resoluciones del consejo directivo que dirimen procesos administrativos sancionadores por violación a la ley. En la ley española de la competencia tal recurso no se admite. La decisión del consejo, pone fin a la vía administrativa. Sin embargo, a pesar de que el proyecto sigue en sus aspectos procesales muy de cerca el modelo legislativo español, es recomendable admitir tal recurso, antes de pasar a lo contencioso, donde aún no existen salas especializadas en asuntos de mercado, como se ha propuesto. También es atendible precisar en los casos de desestimación y sobreseimiento, que no se admitirán más recursos “administrativos”, indicando de manera expresa tal palabra; la nueva ley, no debe obviar las competencias otorgadas por la Ley No. 1491 de 1947 al Tribunal Contencioso Administrativo para conocer los recursos contenciosos contra toda decisión en última instancia administrativa. Para el ejercicio de la potestad sancionadora, se necesita establecer la separación entre la fase instructora y la sancionadora, encomendándolas a unidades administrativas distintas dentro del órgano que tiene la competencia, requisito cumplido por el proyecto, en cumplimiento de la regla del doble grado de jurisdicción. Asimismo, el proyecto de ley de defensa a la competencia, contiene medidas de carácter provisional que aseguran la eficacia de la resolución final que pudiere recaer. Sin embargo, existen dos hipótesis donde queda revertida la presunción de inocencia, al imponer la carga de la prueba a la parte denunciada por abuso de posición dominante. Tales previsiones deben ser eliminadas. El proyecto define claramente la potestad de investigación del organismo, mediante la recolección de pruebas a través de inspecciones ordenadas oficio en fase de instrucción y conocimiento del caso, para la determinación de hechos y posibles responsabilidades. Es innegable la natural asimetría de información que caracteriza, sobre todo, los casos de abuso de posición dominante, en los que es frecuente que la parte denunciante no dispone más que de indicios razonables de infracción a la ley de competencia. A pesar de ello, no es posible desconocer la presunción de inocencia que favorece a toda persona conforme el régimen constitucional. Es por ello que la fase de instrucción ha sido reforzada determinadas facultades de inspección a cargo del Director Ejecutivo, con el auxilio de la orden judicial de la autoridad competente, de conformidad con el Código de Procedimiento Penal, que permitan un completo levantamiento de pruebas y un efectivo rol activo de la autoridad reguladora en la formulación de cargos. En definitiva, la eliminación de tales supuestos, previstos en literales a) y b) del Párrafo II, del artículo 7 del proyecto, que revierten la carga de la prueba, contra el acusado de abusar de una posición dominante, no compromete la funcionalidad del régimen administrativo sancionador, pero rescata la propuesta ley de un potencial alegato de inconstitucionalidad de todo su régimen administrativo sancionador (no solo de los artículos en cuestión), luego de su promulgación. La potestad sancionadora debe respetar los principios de legalidad, tipicidad, culpabilidad, proporcionalidad y prescripción de las sanciones. El proyecto de ley de defensa a la competencia sometido en ambas cámaras, establece sanciones a través de un sistema de graduación, también prevé una prescripción de un año para las acciones y reclamaciones derivadas de su aplicación y señala ciertos criterios para acción al graduar una pena en un caso concreto, tales como la dimensión del mercado, la premeditación, el efecto restrictivo a la libre competencia, entre otros aspectos señalados en su artículo 61. Esto quiere decir, que el proyecto cumple, respectivamente con los principios de proporcionalidad, prescripción y culpabilidad de las sanciones. No obstante, aunque han sido previstas las sanciones, la variable escogida para graduar su imposición de la multa administrativa en cada caso, ha sido x números mínimos y máximos de salarios mínimos. Consideramos que el monto de las ventas declarado en los estados financieros del agente económico sancionado, es un patrón más eficaz para configurar la legalidad de sanciones suficientemente disuasivas. Sobre la determinación de culpabilidad, nos parece adecuado el uso de la regla de la razón para examinar conductas de abuso de posición dominante. Esto es, el análisis de los efectos anticompetitivos frente a posibles efectos pro-competitivos. Si bien, el proyecto de ley sometido parece seguir el criterio de lo razonable, su redacción debe ser inequívoca dado su carácter punitivo. No obstante lo anterior, en lo que respecta a los acuerdos prohibidos y prácticas concertadas y luego del importante criterio explicatorio alcanzada por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos a inicios del presente año en el caso Dagher y compartes vs. Equilon Entreprises (acuerdo de inversión conjunta formado por las empresas Shell y Texaco), en el que se explica que existen casos en que el análisis económico del asunto resulta innecesario, es recomendable utilizar la regla per se para los acuerdos horizontales de fijación de precios, así como los de reparto geográfico de mercado, limitación o control de la producción y distribución y la concertación de ofertas en licitaciones, concursos y subastas, por su evidente carácter anticompetitivo. En los acuerdos verticales, por el contrario, para la determinación de la infracción, puede seguirse la regla de la razón. Finalmente, están las excepciones admisibles, si se demuestra que las partes habían desarollado un acuerdo de inversión conjunta o comportan una misma unidad económica acordada con anterioridad a la imputación de práctica anticompetitiva, en la que las partes hayan unido venturas y riesgos; en estos casos sería posible a las empresas denunciadas, justificar su conducta, siempre que puedan demostrar que tales combinaciones hacen a tales empresas funcionar como una sola. En la redacción actual de todo el articulado sobre acuerdos prohibidos y prácticas concertadas, la intención del legislador puede llamar a confusiones sobre los casos en que se utilizará la regla per se, aquellos en que se admiten excepciones específicas o en las que es posible agotar el método o regla de lo razonable para liberar al (a los) denunciado(s) de culpabilidad. Los artículos 5, 6 y 7, son de una importancia capital en la configuración de la tutela judicial efectiva de los agentes económicos a ser procesados por esta posible nueva ley, ya que tipifican las conductas sancionadas administrativamente y establecen los métodos para la determinación del elemento culposo. Por tanto, consideramos que deben contener una redacción más diáfana, para ofrecer certeza y seguridad jurídica a los agentes económicos sobre la dimensión positiva y restrictiva del establecimiento de su derecho a libre empresa y competencia. Esto es, la potestad de predecir con el mero conocimiento de la ley, cuales son sus deberes, sus derechos de hacer y sus derechos no hacer, en las relaciones de intercambio. La incorrecta tipificación de las conductas, compromete la legalidad de régimen administrativo sancionador, columna vertebral de esta propuesta de ley. Finalmente, es recomendable examinar la potestad sancionadora prevista en el proyecto que permite a la autoridad reguladora, imponer multas administrativas y derivar responsabilidades contra las personas consideradas cómplices por su vinculación personal o profesional con la materialización de conductas anticompetitivas. Es cierto, que tales sanciones –y otras más severas, como la prisión- son previstas por el Derecho Comparado de la Competencia; no obstante, tales personas deben ser procesadas con las mismas garantías de defensa y participación de los agentes económicos (empresas) denunciados e investigados. De mantenerse tal previsión, el proyecto debe completar todo aspecto procesal que asegure un debido proceso en su favor, en especial, en lo relativo a la imputación de violación a la ley en su contra (tipificación) y al suministro de las pruebas que demuestren su culpabilidad directa o indirecta con la conducta sancionada. De no ser completado el proyecto con tales aspectos, no será posible ejercer la facultad sancionadora de la Administración contra tales personas. Proponemos otra opción. Eliminar tal potestad administrativa del Proyecto de Ley de Defensa a la Competencia, mientras en el contexto de la reforma del Código Penal, sean mantenidas intactas las tipificaciones previstas en los artículos 419 y 420 de dicho Código, junto a una actualización de sus penas. De esa manera, toda acción contra personas físicas que tengan participación directa o complicidad vinculables a la conducta anticompetitiva de un agente económico que ha sido sancionado administrativamente, permanecerán de la competencia por los tribunales penales. En la recién vetada reforma del Código Penal, tales disposiciones desaparecían del texto aprobado. Según indagamos, sus previsiones fueron confundidas con las prácticas especulativas contra los consumidores; fueron eliminadas en el entendido de que la ley de protección al consumidor o usuario, suplantaba su régimen. Esto no es correcto. Dichos artículos condenan la colusión, la competencia desleal, la negativa a negociar, las prácticas predatorias y otras conductas que limitan la libre concurrencia. Tales disposiciones, constituyen un genuino aporte del legislador dominicano del 1934, a la condenación penal de prácticas contrarias a la competencia. Tal reforma al Código Penal, fue promulgada en paralelo a la actual prohibición constitucional del monopolio en la redacción hasta la fecha vigente, proclamada en ese mismo año. Justo ahora que una primera ley general de defensa a la competencia dominicana daría impulso a la aplicabilidad de tales delitos, no deben las cámaras legislativas derogar sus disposiciones. La discusión en vistas o consultas públicas de una ley de defensa a la competencia, es un tema de interés para todos los agentes de mercado, tales como los comerciantes, industriales, consumidores y revendedores y lógicamente para sus asesores. En paralelo, es la discusión de un instrumento que debe reflejar las reglas básicas y más recientes evoluciones del antitrust, como también las del derecho público dominicano. En tal sentido, su discusión corresponde a participantes de un debate experto, integrado por profesionales capaces de reconocer y argumentar criterios sobre la base del dominio de tales ramas del Derecho; es decir, el derecho de la competencia, el constitucional, el administrativo y el penal, así como el derecho de los tratados de comercio. Esperamos que legisladores y participantes en el debate, procuren las asesorías necesarias para transferir sus legítimas inquietudes sobre el proyecto, en fórmulas con fundamento jurídico-económico. El costo social de un proceso legislativo inefectivo es muy elevado. Esperamos que las autoridades congresuales, sin desconocer a ninguna persona o grupo el derecho de participación ciudadana, agotada la ronda de consultas, produzcan un instrumento de defensa a la competencia, con valor dogmático y sistemáticamente coherente con el resto del ordenamiento. Al final de la jornada, esta es una importante reforma al derecho dominicano en el nuevo contexto de apertura económica, de su directa responsabilidad.