Universidad Católica de Santiago de Guayaquil - Facultad de Arquitectura Teoría e Historia de la Arquitectura II Miguel Lescano Cornejo III Ciclo Mayo – Agosto 1998 Trabajo investigativo: ANÁLISIS COMPARATIVO DE LA SITUACIÓN DEL ARQUITECTO EN LA EDAD MEDIA, EL RENACIMIENTO Y HOY EL ARQUITECTO EN EL MEDIEVO EL MUNDO MEDIEVAL Nos encontramos ante un mundo que acababa de ver la lenta caída del más grande imperio de todos los tiempos (hasta entonces): Roma. Ahora el poder ha quedado atomizado en pequeñas regiones o “ciudades-estado”, concentrándose alrededor de ex-poderosos del Imperio Romano. Ahora es la iglesia romana quien se nutre de cada vez más poder político, y el principal patrocinador de las construcciones y de los arquitectos. Pág. 1 ¿QUÉ PASÓ CON EL TÍTULO DE ARQUITECTO? El hecho de que los textos medievales a partir del siglo VII menciones cada vez menos el grecismo “arquitecto” es tomado por muchos como que se convirtieron en una raza en peligro de extinción y que, más tarde, las construcciones se efectuaban por simple dirección del clérigo que encargaba la obra y la artesanía de los gremios constructores, sin que existieran “arquitectos” de por medio. También se manipula el hecho de que, en la inmensa mayoría de los casos, no se menciona quién diseñó determinado edificio, sino más bien, quién fue el patrón que puso el factor billete; es así en el caso del Abad Suger: ¿Quién se acuerda o quién sabe quién trabajó para él en Saint Denise?. Y es que la Iglesia se había vuelto pedante, en muchos casos hasta el grado de creerse superior a Dios, hecho que se demuestra porque desde entonces sus “teólogos” estudian de todo menos los hechos básicos del tema vertebral de la Biblia: el Reino Celestial; pero como aquellos apóstatas le succionaron cual vampiro el poder al extinto imperio Romano, llegaron a la conclusión de que el Reino al que la Biblia hace referencia ya se encontraba en la Tierra, y que ellos eran los “príncipes” de ese sistema. Así, se cuasi-sepultó el significado original de “ecclesia” y se transformó en algo físico, terrenal: Un edificio como símbolo de poder, un “landmark” de todo lugar ‘cristiano’. En todo este esquema no podía haber mucho espacio para dar fama a un hombre (el arquitecto) que simplemente fue instrumento del clérigo. Aparte, el título arquitecto ya no era propio para los ‘arquitectos’ de la época, pues su profesión había perdido su significado Vitruviano como una combinación de artes liberales (no artesanías) con la técnica de la construcción: De esta ecuación Vitruviana para obtener un arquitecto: Architekton= Artista + Constructor, el primer término fue reemplazado por ‘Artesano’, y la pertenencia a ambos mundos (artesanos y albañiles o masones –nótese que en inglés albañil es mason-) le llevó a formar parte de gremios, especialmente los masones, cuyo significado ha cambiado desde la original asociación de albañiles hasta ser, hoy en día, casi una religión. Los masones que también tenían capacidad para planear edificios importantes, como catedrales y universidades, pertenecían a una clase superior, los francmasones, los equivalentes a los actuales arquitectos, y no pertenecían a los gremios de los masones. (Según la enciclopedia Salvat). Estos francmasones gozaban de libertad de movimientos y cuando comenzaban una catedral, por ejemplo, (trabajo para largo rato) fundaban una logia o agrupación transitoria. La palabra logia significaba “taller” de construcción. Más tarde los francmasones se convirtieron en una organización internacional, y luchaban por causas liberales, etc., etc., ... eso ya es otra historia. ARQUITECTO Y SOCIEDAD MEDIEVAL A lo largo de la Edad Media, para llegar a Arquitecto se seguía un camino contrario al que tenemos hoy: antes, casi todos empezaban en la albañilería, orfebrería, ebanistería, etc., y, al ascender de categoría y “codearse” con la gente pudiente, podían investigar incluso a Vitruvio, que nunca fue del todo olvidado, y enterarse de la importancia que Vitruvio atribuía a la geometría para un Arquitecto. Hoy en día empezamos con los conceptos de “diseño” y nos dan Pág. 2 teoría durante los primeros semestres hasta que por fin metemos mano en alguna construcción casi a punto de graduarnos. Para no descuidar el otro lado de la moneda, Bizancio: Desde los tiempos romanos empezó a desarrollarse <<la ciencia de la mecánica>>, el equivalente a nuestros actuales cursos de estabilidad, lo cual hacía que el constructor dejara el empirismo un poco a un lado (nunca del todo) y adquiriera mayor capacidad de predecir el comportamiento de una estructura sin haber pasado por malas experiencias: el que finiquitaba estos cursos se llamaba mechanicus, lo cual implicaba un grado social más elevado, dejando el título de architectus para los puramente empíricos, que ahora venían a estar bajo las órdenes del mechanicus. ¡Es como si, en nuestros tiempos, los ingenieros fueran nuestros jefes! (A veces pasa). En Bizancio no había mucha libertad para diseñar: se imponían requisitos funcionales, estilísticas, económicas, intelectuales. Tampoco sabemos mayor cosa sobre la vida de arquitectos específicos de esta época: a algunos incluso se les cortaban las manos o se los mataba (para que no hagan nada más chévere para otro patrón), y ahí murió su carrera. Muy pocos obtuvieron una buena posición, y Bizancio compartía la opinión de Occidente en cuanto a que la construcción era “para plebeyos e hijos de pobres”. Otro elemento diferenciador es que en Islam los auspiciadores eran, más frecuentemente, civiles. Volviendo a Occidente, en los inicios de la Edad Media (Siglo VI) aún estaba fresca la visión de Vitruvio: Aún habían patrones cultos que sabían de arquitectura, y uno de ellos llegó a recomendar a su arquitecto, en una carta, que estudie a Euclides, Arquímedes y Metrobio. Vitruvio, el Neufert de la antigüedad, sirvió para conservar vivo el concepto de Proporción Geométrica, que en el Medievo se aplicó ampliamente a los diseños, aunque ya no bajo la gramática clásica, sino usando medidas que expresaban “mensajes de fe”, como 40, 12, etc. Incluso se llegó a pensar que, partiendo de la geometría de una figura Euclídica adecuada, quedaba asegurada tanto la estabilidad estructural como compositiva. Respecto a los dibujos arquitectónicos, se dice frecuentemente que o 1) no se usaban o 2) han desaparecido; el plano de Saint.Gall, conservado gracias a que el material fue “reciclado” en un libro; esto demuestra la segunda tesis. Pero no debe entenderse que había plantas a escala precisa que debían seguirse fielmente a la hora de construir; más bien, es casi como el “programa” de la construcción, porque frecuentemente el edificio adquiría su forma y dimensiones definitivos in situ, con el cordel de medir aparentemente, los únicos dibujos definitivos (y a escala 1:1) eran los de detalles como molduras, etc.; el uso de maquetas parece ser ambiguo: ¿Se hacían antes, o después?. Llegando hacia el gótico, el título de arquitecto empezó a recobrar lentamente la categoría que le correspondía: nace el arquitecto “ratero” (a ratos va a dirigir la obra y no toca una piedra) que gana un mejor salario. En el gótico establecido llega incluso a representarse al arquitecto a la altura de obispos, por supuesto, en los casos de constructores excepcionales. Como el arquitecto estaba consciente de que lo distinguía del maestro albañil era la geometría, buscaba ser representado con compases y varas de medir en mano. El aprendizaje de la Arq. como profesión se iniciaba como a los trece o catorce años, y duraba seis años, seguidos de tres de trabajo de campo y Pág. 3 entrenamiento visual, para luego tener que presentar una obra maestra, construcción o maqueta, a manera de “tesis de grado”, para ser considerado capaz. Sin embargo, aún en Europa, el arquitecto no poseía poder absoluto sobre su proyecto: estaba sujeto a los deseos (y caprichos) de su Patrón, el cual incluso podía condicionar las dimensiones y proporciones; también debía soportar “fiscalizadores”, colegas suyos, y a los miembros del Comité de Edificación. En pleno gótico apareció un nuevo “Neufert”: El cuaderno de Villard de Honnecourt, con guía sobre geometría, dibujo, construcción, etc., pero que permanecía cerrado a los de afuera y exclusivo para los involucrados en el mundo de la construcción. Volviendo al papel del Arq. en la construcción, se menciona que, entre sus habilidades, debían estar la de ahorrar madera y la de conservar el piso de la iglesia lo más despejado posible; es por esto qe los muros llegaron a usarse como andamios o base para andamios, ya que, a diferencia de Bizancio, las construcciones eran tan demoradas a veces por falta de plata que la iglesia debía empezar a usarse en cuanto tuviera una cubierta provisional de cercha. A estas alturas del partido, el trabajo del que ostentaba el título de Arquitecto había pasado a ser de dirección y no manual, pero, como procedía de la escultura, orfebrería, etc., tenía plena autoridad para dirigir, y en ocasiones llegaba a meter mano en detalles delicados, ratificando así su capacidad como director de los obreros. EL ARQUITECTO EN EL RENACIMIENTO CÓMO NACIÓ EL RENACIMIENTO Hasta muy avanzada la Edad Media, todo el occidente europeo estuvo regido por instituciones comunes: feudalismo, gremios e iglesia homologaron por siglos a las sociedades europeas; cuando la organización feudal entró en crisis y se incrementó el poder de los burgueses, Italia –donde nunca había arraigado por completo el feudalismo- se desarrolló rápidamente política y económicamente. Como en Italia el espíritu clásico hibernó pero nunca murió, y como el gótico nunca arraigó, el clasicismo latente en las manifestaciones culturales de la Italia medieval reapareció con toda su fuerza en el Renacimiento. La iglesia empezó a perder poder, y con ello, se abrió paso a la ciencia y a la investigación, reemplazando así poco a poco la obtusa visión del mundo predominante en el medievo por el “humanismo”, visión basada en los hombres. el origen de las especies Aún no se había definido por completo el papel del arquitecto para esta época, pero empezó a agrupársele, más que con los constructores y albañiles, con los artistas; les correspondía a los humanistas, con tinta y pluma en mano, definir cuál sería la identidad del nuevo Arquitecto. Un suceso particular, el Pág. 4 hallazgo de una excelente copia de Vitruvio, resucitó el viejo concepto de teoría + praxis, y la idea de que la Arq. era una “ciencia”, llegando a pensar, en consecuencia, que, para ser llamado Arquitecto, había que tener algo de estudioso. Brunelleschi empezó a estudiar las ruinas romanas desde ambos puntos de vista: teoría y praxis, o sea, cómo fueron diseñadas y cómo fueron construidas. Él fue el pionero de una generación de arquitectos que veían en la Roma antigua un necesario complemento a la práctica, y de estudio obligado. Sin embargo, la intención no era simplemente registrar el pasado, tampoco copiarlo; era entender la gramática de la antigüedad con el fin de elevar tal excelso lenguaje a un nuevo nivel; los dibujos con medidas tomadas in situ eran luego usados como material de trabajo para las obras propias, razón por la cual se desgastaron y desaparecieron muchos de ellos. Giuliano da Sangallo, Alberti, Filarete, etc., fueron a las ruinas con el fin de aprender y aplicar en el presente el lenguaje clásico. ¿Cómo empezaron los arquitectos Renacentistas? Se dice que aquel que tuvo una formación ideal fue Brunelleschi, hijo de buena familia, que desde muy joven recibió conocimientos de matemáticas comerciales y proporciones geométricas. Sin embargo, a causa de su inclinación a las bellas artes, su padre le permitió educarse como orfebre, el mismo pasado de numerosos arquitectos renacentistas; esto provocaba que tuvieran más vínculos con su pasado formativo que entre ellos mismos, razón por la que no hay registro de ningún gremio de arquitectos italianos, pero sí gremios de las distintas artes y artesanías, al cual se unían los arquitectos, correspondientemente con aquella en la que se hayan formado. Antonio da Sangallo había sido carpintero, Rafael, Peruzzi y Giulio Romano pintores, y así por el estilo. Otro por ahí había empezado como estudioso; en todo caso, a la hora de hacer sus primeras construcciones, no estaban en una posición mucho mejor que los estudiantes de arquitectura de hoy: tenían que pedir ayuda a los albañiles, constructores, ebanistas, es decir, en esta primera época aún no se había cumplido con la fórmula de Vitruvio de teoría +praxis; faltaba pulir la praxis. Los gremios vieron como una invasión de extraños la intervención, ¡en calidad de jefes! de ‘arquitectos’ diseñadores que no se hubieran formado, ante todo, en albañilería, y, peor aún, que no pertenecieran a su gremio. Era como si dijeran: “¿Qué se ha creído este aniñado que nunca ha metido mano en la cantera para venir a mandarnos?”. Fueron llamados, sobre todo los estudiosos, “arquitectos aficionados”, poniéndolos al mismo nivel de los Patronos cultos, como Cosme el Viejo, que en algunos casos diseñaban verbalmente o “elaboraban el programa” de las construcciones que ordenaban. A este tipo de patronos también se llamaba “arquitectos aficionados”. Un fenómeno interesante se da en el temprano renacimiento: Podríamos pensar que los arquitectos empezaron a ser reconocidos en todas partes y que sus nombres quedaban ligados para siempre a sus edificios, pero no era así: Debemos tomar en cuenta que, como Cosme de Médicis, habían patrones que, a parte de adinerados, eran muy cultivados, y usaron a los arquitectos apenas como dibujantes que plasmaban sus ideas aplicando lo que sabían de proporciones y las construían. Estos patronos no debían ser opacados por sus arquitectos, contrario a lo que es ahora: ¿Quién ha visto una foto de Edgar Kauffman? Pero todos hemos visto una de FallingWater y de Wright. En el Pág. 5 Renacimiento temprano, algunos historiadores llegaron incluso a ocultar el nombre del arquitecto, y exagerar la capacidad diseñadora de algunos patronos, por considerar que el edificio era más de ellos que del arquitecto. Escarbando en la historia también hallamos otra “raza” de Arquitecto: El arquitecto como administrador de una obra; ejemplo de este caso es Luciano Laurana: sele llama en una carta de su patrono capomaestro, evolución del título medieval cadup magister; sin embargo, el uso de este título no significa que supiera lo necesario para diseñar el edificio; parece que alguien ya se había encargado de ese trabajo. Simplemente se le nombra lo que hoy sería el equivalente a el contratista. Esta pista nos lleva hasta el descubrimiento de una subdivisión del trabajo en el siglo XV: La aparición formal del constructor como una persona separada y ayudante del arquitecto. Claro, a ellos (los constructores) les resultó más fácil adaptarse a los nuevos diseños, que a los nuevos arquitectos adaptarse a la física de la construcción. El gran Bramante, por ejemplo, no comprendía al 100% los problemas estructurales de San Pedro: le tocó a Rafael, su sucesor, corregir lo ya hecho. Catherine Wilkinson describe a las estructuras sociales renacentistas como “abigarradas y muy cambiantes”. ¿Qué significa esto? Abigarrado significa salpicado de varios colores, en consecuencia, podríamos imaginarnos a la sociedad Renacentista como semejante al video “Lucy In The Sky With Diamonds” de los Beatles: Hay de todo, hasta lo que no nos imaginamos. Philibert pasa entonces a tratar de poner orden y definir en qué límites del espectro cromático social deben encontrarse tanto el Arquitecto como su Patrono, al cual, siguiendo los consejos de Philibert, llamaríamos ahora, más bien, “cliente”. Comienza estableciendo una amplia brecha social definitiva entre los obreros, grupo que incluía a maestros obreros, y los arquitectos, los cuales se ubican al lado de su patrón. Era el tiempo en que el arquitecto luchaba por presentarse al mundo como practicante de un Arte Liberal, renaciendo así la imagen vitruviana de la profesión. A parte de intentar conseguir ser considerado artista, ya en calidad de artista luchaba por conseguir un nivel social superior, status que fue ganándose a lo largo del Renacimiento. El escalar alto tenía sus problemas: Un patrono caprichoso podía lanzarlo a uno de regreso al piso, quitándole el trabajo sin previo aviso, pues no había un gremio que dé protección legal. Con experiencia de construcciones inconcclusas, Philibert recomendó a los arquitectos y sus patrones tener una visión realista de sus finanzas; esto ahora se nos enseña en materias como Presupuesto, Administración. Fue en este tiempo que los encargos pequeños se convirtieron cada vez más en el grueso de la labor de los arquitectos, ya que cada vez más gente se convencía de que debía contratar a un arquitecto. Esto hizo que Palladio tuviera un mayor número de encargos que sus predecesores; el tener, a veces, más de un encargo a la vez, hizo que el patrón, al que mejor cabría llamar ahora cliente, no tuviera derecho a tener al arquitecto supervisando la obra a tiempo completo; como ya se había vuelto abismo la brecha social entre artesanos y arquitectos: el “arquitecto artesano” acusaba al “aficionado” de incompetencia, y este último reafirmaba su superioridad. Philibert fue más allá: llamó a los constructores, Pág. 6 todos ellos, “un instrumento para el arquitecto”, afirmación que no sorprende hoy pero que era revolucionaria en su tiempo. En España, por otro lado, fueron los arquitectos “constructores” mismos los que evolucionaron hasta convertirse en arquitectos en el sentido pleno, pues empezaron a delegar trabajos constructivos y ascender en escala social, llegando poco a poco al nivel teórico de Italia, en donde se consideraba al disegno, fundamento de las artes, como el fundamento de la arquitectura misma. Muchas carreras arquitectónicas se desarrollaron desde las artes por la creencia de que, si alguien podía diseñar una escultura, también podría aplicar sus conocimientos a la arquitectura. La especialización en diseño no se debe entender como ignorancia crasa de la física constructiva; de lo contrario, nunca se habría producido la ascención del arquitecto artista; era obvio que tenía que conocer lo básico de la estática y saber lo que era factible, cuidándose de no proyectar formas fantásticas imposibles de construir. Lo mismo se aplica a los arquitectos de hoy, aunque algunos sí son ignorantes en lo que a física se refiere. LA SUPERVIVENCIA DEL MÁS APTO Antonio da Sangallo es considerado el primer Arquitecto profesional, pues toda su vida se encaminó a la obtención de esta categoría, y para ello subió peldaño a peldaño en en estudio de Bramante, rodeado de aire cargado de espíritu práctico y estático desde el principio. Era un profesional en un ambiente artístico que, en principio, le era hostil, pero que más tarde habría de reconocerlo como un verdadero arquitecto vitruviano. A partir de entonces, la Arquitectura empezó a convertirse en un campo dominado por especialistas; el propio Miguel Ángel llegó a afirmar de sí mismo que no era un verdadero arquitecto, pues, según él, le faltaba experiencia en construcción. Esto no era cierto; él, a conciencia y con gran responsabilidad, se ocupaba de casi todos los aspectos de la edificación. Hemos de recordar que la profesión aún no había adquirido su forma actual, que nació en el siglo XIX, con el hormigón armado, prefabricados y demás elementos constructivos producidos por compañías e industrias independientes del arquitecto, lo cual dificulta su ubicuidad en el proceso de edificación. Respecto a la tradición de los dibujos y las maquetas, aquí comenzaron a nacer los dibujos de anteproyecto (visión global) preciosistamente acabados y destinados al cliente, y, por otro lado, los dibujos para el constructor, generalmente detalles. ¿Y dónde están los equivalentes a los planos para el constructor? Igual que se dice sobre la Edad Media, o se gastaron o nunca fueron conservados con cuidado o nunca existieron. Es en esta época que la proyección en perpectiva empieza a robar lugar a las maquetas como un medio más rápido de tener una idea sobre determinada volumetría, y que se marca el nacimiento de los cortes y alzados que tanto nos hacen sufrir a los estudiantes de hoy; todos estos se convirtieron en el lenguaje que tendía el puente entre el arquitecto y los obreros, separados socialmente para siempre. QUÉ ENTENDEMOS HOY POR ARQUITECTURA Nuestra época ya no es la misma, siquiera, que la del siglo XIX; a mitad de siglo las computadoras se tomaron por asalto el mundo y hoy se habla de Pág. 7 “computación ubicua”; esto, sumado a las nuevas matemáticas y estadísticas, ha cambiado lo que se piensa sobre los métodos de diseño, sin embargo, la herencia de la Bauhaus aún se siente. Continuando con este despegue desde una profesión pragmática (Medievo), pasando por un arte liberal (Renacimeinto) ahora hay quienes pretenden convertir a la arquitectura en una ciencia, como Christopher Alexander; este camino, al rozar ya con la filosofía en el siguiente nivel, nos lleva a ser propensos a equivocarnos con mayor facilidad en nuestras ideas sobre las necesidades humanas y cómo deberíamos diseñar. En los casos en que ni siquiera se produce reflexión alguna, sino, se procede al formalismo, o sea, a valorar sólo cómo se ve el edificio por fuera, el método de enseñanza no hará más que inhibir nuestra capacidad creativa práctico-estética en lo que a diseño se refiere. Respecto a la actual relación del arquitecto con la sociedad, la línea evolutiva ha seguido la marcada por lo que ocurría en el Renacimiento: delegación de responsabilidades, independencia con respecto al cliente, alto nivel social en el caso de los arquitectos destacados, etc. Debemos ahora, retomando el tema del diseño y la construcción, tomar en cuenta que diseñamos para un mundo más abigarrado y cambiante que el renacentista, en que las tendencias cambian cada día; el principio aparentemente simple que propone un diseñador de “satisfacer las tendencias” no siempre es aplicable. Nuestra sociedad actual presenta tendencias indeseables y hasta autodestructivas, y, el arquitecto, como “el último humanista”, debería hacer algo al respecto, por ejemplo, por la ecología. Para concluir, las siguientes palabras de Fritz Schumacher: ”el joven estudiante se pierde a menudo en consideraciones histórico-arquitectónicas, en investigaciones retrospectivas y, dejándose seducir por el título de doctorado, emprende caminos secundarios de erudición, lo que se realiza a costa de las fuerzas necesarias para las múltiples exigencias de la creación arquitectónica”. Pág. 8