Autoconstrucción

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AUTOCONSTRUCCIÓN:
EL CAMINO HACIA LA GESTIÓN PARTICIPATIVA Y CONCERTADA DEL HÁBITAT
Víctor Saúl Pelli
Autoconstrucción es la palabra clave que, más que identificar, representa y simboliza una concepción global del abordaje de los
problemas habitacionales de los sectores populares de América Latina.
El concepto de autoconstrucción, que ha venido tomando forma como eje de una corriente de opinión, propuestas y acciones,
aproximadamente desde la década de los '50, ha venido también desde entonces evolucionando en sus significados y en sus
formas y criterios de implementación. Al presente es común encontrarlo en diferentes versiones, con significados superpuestos
y no coincidentes, a veces directamente contradictorios. Todas estas versiones tienen, sin embargo, un núcleo de significado en
común: en todas ellas se plantea la inclusión de los habitantes en el proceso de producción de su propia solución habitacional.
Este núcleo es sólido y marca una profunda diferencia con todas las propuestas de gestión habitacional que excluyen al
habitante del proceso de resolución (y que continúan gozando de la predilección de los sectores dominantes). Es tan fuerte este
rasgo de diferenciación con otras estrategias de gestión, que termina por contribuir a la falta de precisión en cuanto al
significado de las formas, muy distintas entre sí, de entender y propiciar la inclusión de la gente, que se expresan a través de las
distintas acepciones de autoconstrucción.
Una revisión de la evolución del concepto de autoconstrucción en la historia de las políticas habitacionales latinoamericanas,
aún dentro de las limitaciones de extensión de un trabajo como el presente, hará las veces de camino introductorio a una
clarificación conceptual de estas distintas formas de concebir la autoconstrucción:
LA PRESENCIA DE LA AUTOCONSTRUCCIÓN EN LA EVOLUCIÓN DE LAS PROPUESTAS DE POLITÍCA
HABITACIONAL EN AMÉRICA LATINA
El tiempo de afloramiento de la crisis habitacional latinoamericana con sus rasgos actuales: masividad, pobreza extrema,
urbanización, desborde de los mecanismos formales-legales de organización de la ciudad, segregación social y espacial, fué
coincidente con la posguerra europea, fuerte punto histórico de inflexión en las corrientes de influencias, presiones y
condicionantes de las que nunca dejaron de depender las estructuras sociales y económicas de los países latinoamericanos. En
un plano específico (en relación a la vivienda), los países directamente involucrados en la contienda desarrollaron y exhibieron
una intensa actividad de reconstrucción a cargo de los estados nacionales en tren de recuperar calidad de vida y capacidad
productiva. Esa actividad, y los modelos de gestión que se desarrollaron, ejercieron fuerte influencia sobre las actitudes de los
estados latinoamericanos frente al problema habitacional, al amparo de los esquemas de política económica que estaban
siendo adoptados, y dentro de los cuales estos modelos de gestión habitacional se insertaban como instrumentos coherentes de
"acción social". Fué también el tiempo de la generalización de un modelo de vida y de relación social y doméstica fuertemente
identificado con los paradigmas generales de la modernidad. Las acciones habitacionales de algunos estados latinoamericanos
de la década del 50, incluyendo aquellos sometidos a regímenes dictatoriales, registran experiencias de incorporación sin
transiciones (y también sin analisis criticos ni tentativas de adecuacion a una realidad diferente) del modelo "moderno" en sus
politicas habitacionales, ya sea en su versión refinada dentro de los cánones de lo que en arquitectura se llamó y se llama
"movimiento moderno", ya sea en versiones menos estrictas en cuanto a las formas arquitectónicas, pero igualmente
categóricas en cuanto materialización de un patrón cultural. No se trató ciertamente de una opción por estilos arquitectónicos,
sino de una opción general, más o menos consciente, por un modelo de sociedad, de cultura, y de estrategia de producción y
acumulación, coherente con las estrategias de desarrollo, fuertemente "modernizantes", adoptadas por los estados
latinoamericanos por aquellos tiempos. Opción por otra parte contradictoria con el mantenimiento de un esquema crudamente
dual de sociedad que no alcanzó nunca a desdibujarse del todo, en la mayoría de nuestros países, desde la primera irrupción e
instalación de los europeos en la región.
Alrededor de la década de los '50, también, las consecuencias y contradicciones de este trasplante ajeno a las circunstancias y
a los actores sociales involucrados comenzaron a hacerse sentir y observar a través de los embriones de planteos críticos, o
simplemente alternativos, con sus correspondientes contrapropuestas, que fueron cobrando desarrollo en las décadas
posteriores. Este desarrollo siguió dos vertientes: desde algunos sectores empresarios y profesionales de la construcción, la
preocupación por reducir costos y tiempos del proceso de producción y por mejorar la calidad material de las viviendas
mediante sistemas y procedimientos constructivos innovadores fué el punto de arranque de una corriente de impulso a los
sistemas de prefabricación y de industrialización, fuertemente alimentada desde los paises europeos, del oeste y del este. Esta
corriente adscribía en todos sus puntos al paradigma de modernidad, tendiendo sólo a perfeccionar sus modos de
materialización, precisamente como un avance y una mayor definición en esa dirección. Hubo sólo muy contadas excepciones a
esta tendencia, que desarrollaran, por ejemplo, la prefabricación y la industrialización como herramientas facilitadoras de la
participación social. Simultáneamente empezaron a producirse, en otros sectores profesionales e institucionales,
cuestionamientos a la solución del problema habitacional calcada de los modelos urbano-modernos de vida, de vivienda y de
gestión habitacional, a la vista de los aspectos propios y característicos de la realidad latinoamericana que resaltaban sus
fuertes diferencias con los de la situación europea. Más que en el producto y en el proceso de construcción, la atención fué
gradualmente centrándose en la gente, en sus reacciones frente a las soluciones habitacionales provistas por el Estado, en el
"descubrimiento" y revalorización de sus expectativas de vida y de sus prioridades, en el "descubrimiento" de las
potencialidades positivas de sus modos espontáneos de solucionar su propio problema habitacional, y en la clarificación del
fuerte efecto de cada modelo posible de proceso de solución habitacional sobre los aspectos cualitativos del proceso troncal de
incorporación de los sectores populares a la trama de la sociedad urbana. Esta fué una de las oportunidades en que empezó
a aplicarse el término y el concepto de autoconstrucción, identificando en este caso los procesos obligada e
involuntariamente autónomos a través de los cuales la propia gente encara la resolución de su problema habitacional,
con talento y tenacidad, pero sin recursos ni marco institucional suficiente para llegar a soluciones plenamente
satisfactorias.
En algunas instituciones, incluso en algunos países latinoamericanos, a través de sus esquemas de política habitacional, y en
determinados casos con la presencia y la acción inductora de países externos a América Latina (p.ej. Alianza para el Progreso:
Burgess, 1992), comenzaron a ensayarse propuestas de inclusión de los habitantes en las soluciones habitacionales. Algunas
de estas propuestas apuntaron básicamente a la reducción de costos de asistencia y, accesoriamente, a la reducción de
reclamos en la etapa de uso de la vivienda, comprometiendo a los habitantes en el aporte "sin costo" de su mano de obra en la
construcción de sus propias casas. Los esquemas de producción fueron diseñados de manera acorde con este punto de partida
conceptual: el habitante se incorporaba como mano de obra a la construcción de modelos de vivienda y de urbanización
concebidos por profesionales, en la mayoria de los casos sin consulta a los propios usuarios - constructores; en otros, con
consultas "encerradas", sin demasiado margen para la introducción de opciones por parte de los "beneficiarios". A esta
modalidad de acción también se le aplicó, y lo conserva, el nombre de autoconstrucción.
Aproximadamente en la misma época comenzaron también a tomar forma propuestas fuertemente influídas por hallazgos en
otros campos de trabajo y reflexión, como el de la educación popular, el de la promoción comunitaria, el de la promoción de la
salud, o el de la extensión agropecuaria, que reconocen la necesidad de replantear el criterio de acción social (en nuestro caso,
el de acción habitacional) sumando, al aporte de recursos financieros y técnicos dentro de procesos de resolución de
necesidades, la cesión (o restitución) de espacios de poder a los propios habitantes para que puedan hacerse cargo de los
procesos, e incluso de los recursos financieros aportados desde "afuera" (en rigor no es desde afuera sino desde el Estado y
desde otras instituciones de la misma sociedad a que pertenecen los "beneficiarios") para implementarlos: en la práctica estos
hallazgos condujeron a modelos de acción en los que a los "beneficiarios" de las acciones institucionales de vivienda, los
habitantes, les cabe el protagonismo en las decisiones de diagnóstico, solución y procedimientos de solución, así como en el
control y administración de los procesos. El aporte "externo", financiero, técnico, jurídico, político, se diseña e implementa de
manera de alimentar el accionar de grupos de decisión, control y gestión, integrados por los habitantes, los técnicos y la mayor
cantidad posible de actores involucrados en los procesos de resolución. Estas propuestas implican fuertes cambios, frente a la
idea convencional de acción habitacional, en la noción física y simbólica de vivienda, en la concepción de sus formas de uso y
de sus formas de produccion y, significativamente, en las relaciones de poder entre los actores, los "naturales" y los "externos",
del proceso de resolución. El término autoconstrucción también apareció asociado o aplicado a esta modalidad de
acción.
Estas tres formas de aplicación del término autoconstrucción, sobre cuyas profundas diferencias no hacen falta mayores
comentarios, suelen presentarse hoy entremezcladas en una misma propuesta, sin diferenciación y sin una clara percepción de
las confusiones a que conduce, potencialmente o efectivamente, la superposición de significados.
La confusión no sólo ha sido el origen de fuertes obstáculos para la puesta en vigencia de aquellas formas de la
autoconstrucción que desde una óptica de genuina participación pueden apreciarse como positivas dentro de estas tres
versiones, sino que también ha ofrecido puntos indebidamente vulnerables a la crítica, que encontró y encuentra en las propias
contradicciones y superposiciones del uso del concepto, motivos atendibles y argumentos para, por lo menos, poner en duda su
beneficios sociales y su eficacia.
Si bien se las percibe como la expresión de distintos puntos de vista vigentes actualmente sobre la participación popular, se
podrá identificar aún más ajustadamente estas distintas acepciones si se las entiende también como distintas etapas históricas
del proceso de esclarecimiento del significado social de acción de vivienda; es decir, el esclarecimiento del significado de la
solución habitacional en la experiencia de vida de los propios habitantes, en su dificil proceso de asimilación a la ciudad y a la
sociedad urbana moderna con su inevitable movimiento de creación de formas nuevas y propias de inserción en ellas; en su
proceso de superación (o de consolidación) de estados ancestrales de sometimiento con respecto a los sectores sociales
hegemónicos (económicos, políticos, profesionales, rituales), y en su proceso de enfrentamiento y superación de su crítica y,
para ellos, en rigor, incomprensible situación de pobreza. Este proceso de esclarecimiento, tanto teórico como empírico, ha ido
poniendo en evidencia el significado del proceso mismo de resolución habitacional como una de las experiencias troncales de
vida de las familias, con fuerte incidencia en la generación de sus modos de relación interna y externa, su inserción social, sus
pautas culturales, sus compromisos económicos y su salud. Consecuentemente, ha ido generando también una conciencia de
la necesidad de incluír, de manera ineludible, este significado entre los factores determinantes del diseño de los procesos de
solución habitacional.
En la historia del desarrollo de modelos de gestión habitacional pública, la primera interpretación de la carencia de vivienda
como mera necesidad de disponer de un conjunto de bienes ha dado origen a determinado tipo de respuestas. La interpretación
más evolucionada de carencia de vivienda como necesidad de un conjunto de bienes insertados en una trama de servicios e
interrelaciones, originó un tipo más evolucionado de respuestas habitacionales: Aquellas experiencias "primitivas" de atención al
problema habitacional construyendo cantidades de casas, según tipologías arquitectónicas de origen europeo, sin mayor
atención a su inserción en la trama funcional y social urbana, debieron dejar paso a las experiencias más evolucionadas de
construcción de conjuntos habitacionales según una noción de habitat urbano integrador de la unidad residencial (la casa) al
sistema urbano: funcional, productivo y cultural. En los hechos esto significó la incorporación, dentro del concepto de solución
habitacional, de las previsiones de infraestructura de servicios y de buen acceso a la trama urbana y, de manera un poco más
reticente, la inclusión de equipamiento básico para servicios sociales. Esta versión mas evolucionada no dió, sin embargo,
situaciones tan satisfactorias como se esperaba. En un grado aún mas afinado de percepción, el cada vez mejor conocimiento,
por parte de algunos sectores profesionales e institucionales, de los datos de situación y de identidad de los sectores populares
latinoamericanos, y también las repetidas crisis de no aceptación de conjuntos habitacionales evaluados por los técnicos como
"completos" e inobjetables, llevaron a leer la necesidad de vivienda, no sólo según aquellas dos versiones centradas en la
carencia funcional inmediata, sino además, y prioritariamente, como una expresión en superficie de la necesidad general y
profunda de los grupos populares de superar su conflictiva situación actual de no inserción en una sociedad y en una cultura: La
imposición, por la vía de la ayuda (la ayuda sería en este caso la solución de vivienda impuesta por las instituciones), de
modelos de vida doméstica (grabados en los modelos arquitectónicos), de modelos de relacion social (grabados en los modelos
urbanísticos), de modelos de organización productiva (grabados en los modelos de producción y distribución de las viviendas) y
de modelos de compromisos económicos (a través de los sistemas de crédito), que no coinciden con sus patrones de
comprensión, control, expectativas y posibilidades, y muy en particular con sus patrones de solución de problemas (Declaración
de Salvador de Bahia, 1993), puede dar lugar a las crisis de aceptación de soluciones habitacionales aparentemente
impecables. Según esta interpretación la solución habitacional, además de proveer un conjunto de comodidades funcionales,
debe producirse a través de un proceso de gestión diseñado tomando en cuenta esa situacion de extrema sensibilidad de la
gente, no sólo al cambio sino a las formas del cambio. Un proceso diseñado de esta manera asegura la coherencia del producto
con las necesidades y posibilidades de la gente, como ellos las viven. La transformación positiva implícita y buscada con la
solución del problema habitacional no se limita, según esta interpretación, a los efectos de un cambio favorable de habitat fisico,
sino a los efectos del proceso que conduce a ese cambio, como experiencia de vida de sus protagonistas. No sólo el habitat
fisico debe proveer condiciones y estímulos favorables, sino que aparece como indispensable que el proceso general de gestión
que incluye la transformación del habitat físico se constituya también en una experiencia social transformadora, y coherente con
la dirección, también transformadora, que se propone para sus resultados físicos.
Para quienes, a través de nuestras experiencias de abordar en la práctica el problema, a través del estudio y la reflexión, o a
través de la construcción de un amplio consenso en torno a un conjunto de ideas, hemos ido arribando a la convicción de que la
inclusión de la gente en la gestación y en la conducción de los procesos de resolución de sus propias necesidades
habitacionales es una condición insoslayable para que el desarrollo de los procesos alcance su plenitud como acto de
producción y como acto social, se hace necesario rescatar aquellas areas de propuesta, dentro del hasta ahora impreciso y
escurridizo concepto de autoconstrucción, que garanticen no sólo la inclusión de la gente, pues esa inclusión, mal formulada,
puede traducirse en el plano técnico en un mero entorpecimiento de un proceso de solución o, en el plano social, en una forma
más de sometimiento, sino que garanticen, también, que esa inclusión se produzca dentro de condiciones innovadoras en
cuanto a las formas de trato y de trabajo conjunto entre quienes pueden, tienen y saben más y quienes pueden, tienen y saben
menos, o dicho de una manera aún más ajustada, condiciones que permitan la asociación, la acción conjunta y la valorización
recíproca de distintas formas de poder, tener y saber: las de quienes prestan la ayuda, y las de quienes la reciben.
EL MARCO CONCEPTUAL PROPICIO
A los fines de este trabajo sería erróneo, o simplista, pretender que la dinámica de autoconstrucción es buena para cualquier
planteo de gestión o de política habitacional. Una política habitacional puede asumir diversas estructuras y fisonomías según el
marco conceptual, explícito o tácito, en que se apoya, expresando filiaciones ideológicas más o menos claras; intereses
sectoriales más o menos protagónicos, más o menos evidentes, más o menos lícitos; pautas culturales más o menos definidas,
permeables o asimilables; y capacidades intelectuales (en quienes formulan las políticas) más o menos desarrolladas. No todas
las concepciones posibles de política habitacional tienen un lugar para la autoconstruccion. Realmente, carece de
sentido el esfuerzo de promover la adopción de la autoconstrucción, entendida, como se intentará poner en claro más adelante,
como autogestión integralmente asistida y equitativamente concertada, o como cogestión equitativa, si no se asegura su
coherencia con la estructura de gestión habitacional en la que se la pretende insertar, estructura que, básicamente, debe estar
centrada en el protagonismo de la gente en las decisiones de solución de sus propios problemas, así como en sus necesidades
de inserción no destructiva (para ambas partes) y en igualdad de derechos, en el sistema socio-urbano vigente.
Aparece como necesario referirse a un modelo de gestión habitacional con esas características, a través del análisis de lo que
podrían ser algunos de sus rasgos más definitorios. Esa presentación se hará aquí analizando las respuestas del modelo a un
conjunto de cuestiones básicas:
PERFIL DE UN MODELO DE GESTIÓN HABITACIONAL PARTICIPATIVO, ADECUADO A LAS NECESIDADES DE LOS
SECTORES POPULARES URBANOS LATINOAMERICANOS Y COMPATIBLE CON LAS CONDICIONES DE CONTEXTO
Pautas
La condición participativa en un modelo de gestión habitacional, junto con la de adecuación a las necesidades integrales de los
sectores sociales a los que se dedica, señalan que las claves del modelo deben encontrarse no sólo en los rasgos de las
soluciones que debe producir, adecuadas a los requerimientos y prioridades funcionales y biológicos y a los hábitos cotidianos
de quienes van a hacer uso de esas soluciones, sino también en los de los modos de gestión y de operación y en las
estructuras organizativas, institucionales impresas en el modelo, que deben ser compatibles con los códigos de
comprensión, de comportamiento y de acción de la gente, los "beneficiarios" (Declaración de Salvador de Bahia, 1993). que, por
definición, deben ubicarse entre sus operadores más significativos; y compatibles, también, y muy especialmente, con la
imperiosa necesidad de la gente de experimentar la gestión misma de la solución habitacional como un cambio de reglas de
juego, como un proceso de transición formativa y restauradora hacia una condición de integración favorable, no sólo física, sino
también, obviamente, social, dentro de la estructura de la ciudad moderna.
Las condiciones de contexto plantean exigencias al modelo: son muchas y rigurosas, y por ello su análisis daría otro carácter y
extensión a este trabajo, pero tres de entre ellas son suficientemente indicativas: la insuficiencia de recursos financieros en
relación a la escala social del problema; el paradigma urbano-moderno de vida, en la casa y en la ciudad, como marco cultural
predominante y muchas veces único para la inserción en la ciudad; y el carácter de la ciudad como sistema múltiple (de
funciones, de organización espacial, de interrelaciones, y de distribución de poder) que plantea exigencias complejas al nuevo
elemento que se integra a él, y que al mismo tiempo experimenta modificaciones, estructurales y de significado, como
consecuencia de la integración del nuevo elemento. La integración nunca es automática, sino que, por su complejidad y por sus
implicancias, pone en juego fuertes tensiones y requiere, si se quiere que sea realmente modificadora y restauradora, un
afinado trabajo de negociación, no siempre fácil, fluído o libre de obstáculos, limpios o sucios.
El modelo de gestión participativa caracterizado a través de sus respuestas a un conjunto de cuestiones clave.
1. La definición de vivienda, de criterio de prioridades frente a una situación masiva de necesidades básicas de
vivienda insatisfechas, y de criterio de resolución de necesidades básicas de vivienda.
En esta concepción, condicionada por la insuficiencia de recursos financieros, por la magnitud social del problema, por las
expectativas de integración favorable al sistema urbano, y por la necesidad de encontrar fórmulas adecuadas, en cada caso, al
proceso de transición, la vivienda se entiende como un conjunto variable y desagregable en el tiempo, ya sea en un sólo
proceso de producción o a lo largo de diferentes etapas, de situaciones, bienes y servicios cuya función es posibilitar a las
familias o núcleos de convivencia desarrollar su vida doméstica según modos que integren y compatibilicen sus propias pautas
con las de los sistemas, vigentes en su medio de inserción, de satisfacción de necesidades y de interrelación y agrupamiento
social. De acuerdo a esta definición, la vivienda puede "ir construyéndose, concretándose, habilitándose y/o usándose a lo largo
de etapas y circunstancias diferentes y, con frecuencia, intercambiables" (Pelli, V.S., 1992), como resolución-síntesis de las
tensiones entre necesidades propias, demandas y ofertas del medio, y disponibilidad de recursos.
Las necesidades básicas de vivienda son, desde este modelo, las que pueden ser satisfechas con aquellos componentes del
concepto global de vivienda que el conjunto de actores involucrados y, prioritariamente, los habitantes, consideran
imprescindibles para generar, como mínimo, situaciones y condiciones estables de supervivencia y de base sólida para la
evolución, física y social, dentro del sistema urbano vigente. Aún cuando no alcancen a conformar lo que dentro de las
convenciones de ese sistema se considera una casa.
El concepto de necesidades habitacionales básicas se considera una herramienta indispensable para garantizar una
distribución equitativa de los recursos disponibles, particularmente cuando uno de los datos predominantes del problema es su
marcada insuficiencia (ILO, 1977).
La resolución de las necesidades básicas de vivienda se materializa, en esta concepción, a través de los satisfactores que
en cada tipo de caso el conjunto integrado de actores determina como imprescindibles y básicos en la secuencia, en los tiempos
y en las combinaciones más adecuados para cada caso. En relación a las concepciones de política habitacional consideradas
convencionales, se propone desplazar el centro de la definición de la habitual noción de solución habitacional como obra física
hacia su concepción como producción secuencial de transformaciones tangibles o intangibles (físicas, jurídicas o
sociales) que se traduzcan en satisfacción de necesidades habitacionales prioritarias en la forma en que son sentidas y
expresadas por grupos humanos específicos en situaciones específicas, y en acuerdo favorable con el sistema
sociourbano en el que se insertan
La vivienda es siempre parte de un sistema, pero en la ciudad actual esto se hace insoslayablemente evidente: La vivienda no
es, entonces, aún en las condiciones dramáticas en que se dan el problema y en muchos casos la solución en la ciudad
latinoamericana "moderna", sólamente un asunto de quienes la habitarán (a la vivienda): lo es también del conjunto sociourbano. La solución del problema es un punto de concurrencia de intereses y de concepciones de la ciudad y de la sociedad y,
consecuentemente, el mejor planteo de solución será aquel que ponga en evidencia esta concurrencia (que, inevitablemente,
estará de todos modos presente), que promueva la participación explícita de los actores interesados (no sólo la de los
habitantes) con sus diferentes concepciones del esquema problema-solución, y que provea las condiciones para una
negociación equitativa, a partir del objetivo de integración socialmente favorable, propio del presente modelo de solución
(Robirosa, C. y otros, 1990.)
2. El significado social del problema habitacional de los sectores populares urbanos latinoamericanos.
El problema se ubica dentro de la tendencia global de los sectores populares urbanos, sentida y vivida como necesidad (o como
condición insoslayable), de integrarse a la sociedad urbana vigente en condiciones no degradantes. Sin embargo es importante
subrayar que la insatisfacción de las necesidades habitacionales básicas se expresa, no exactamente en los códigos de la
sociedad hegemónica a la que la gente aspira (y al mismo tiempo se ve compelida) a integrarse, ni tampoco en los términos de
su cultura habitacional previa (), sino en los términos de sus procesos y necesidades de comprensión gradual de estos códigos,
y de evolución gradual dentro de esta sociedad, generando, inevitablemente, su propia versión de vida urbana. Se trata de una
necesidad de transición o de tránsito, a dos niveles, de una situación de insostenible desamparo dentro de la estructura social, a
una situación de base para la ejercitación de derechos esenciales, y de un sistema de hábitat (y de vida social) a otro. Los
satisfactores habitacionales básicos indispensables para concretar la transición se definen en esta versión no sólo en términos
de mejor o peor respuesta directa a las necesidades sino también en términos de sus posibilidades de ser asimilados,
entendidos y operados por parte de sus destinatarios concretos.
Desde este ángulo la acción de solución habitacional urbana se define como la generación de condiciones (físicas, jurídicas
y sociales) adecuadas para la transición hacia la integración a la sociedad urbana-moderna, con modos de producción
igualmente adecuados, financiera, técnica y socialmente.
Es importante, por otra parte, prever que la asimilación a un sistema, como la organización social vigente, por parte de sectores
tan significativos, requiere la aceptación, por parte del mismo sistema, de su propia modificación, a través de la introducción de
pautas y condiciones nuevas aportadas por los actores incorporados. Esto significa que es erróneo prever la solución de
problemas como el habitacional de los sectores populares, como simple réplica del modelo de solución que los sectores ya
integrados y consolidados en el sistema social-urbano aplican a sus propias necesidades, como si se tratara de una ampliación,
en "versión económica", de las áreas residenciales desarrolladas para y por esos sectores. Los grupos incorporados no sólo
necesitan generar su propia versión de habitat urbano moderno (dentro de sus propias maneras de entender la economía), sino
que, por pasar a pertenecer a un conjunto, necesitan que se reconozca y acepte que el conjunto en su totalidad será
inevitablemente modificado, cualitativamente, por la incorporación del nuevo elemento.
3. El papel del Estado y de las instituciones frente al problema habitacional de los sectores populares. El carácter de la
acción del Estado y de las instituciones.
Así como es obvio que este modelo de esquema problema-solución carece de sentido desde una concepción de la organización
social que suponga que al Estado (o a otras instituciones sintetizadoras del conjunto social) no le cabe ningún papel en la
solución del problema habitacional de los sectores populares, el esquema tampoco es coherente con el criterio de resolución
total del problema por parte de las instituciones (entre ellas el Estado). El supuesto de trabajo de este modelo da, en cambio,
como imprescindible, la voluntad y decisión de la sociedad de participación y aporte a la solución de los déficits de una de sus
partes a través del Estado u otra de sus instituciones coordinadoras, reguladoras y compensadoras().
El aporte institucional se concibe en este modelo como el conjunto de todas las categorías de recursos y de todas las forma de
poder acumuladas en el conjunto social que, mediante su transferencia, pueden concurrir a las soluciones apropiadas:
capacidad de financiación como expresión de la acumulación de poder económico; capacidad de generación, manipulación y
transferencia de tecnología como expresión de la acumulación de poder intelectual; capacidad de gestión y capacidad de
generación de marcos y espacios jurídico-institucionales apropiados como expresión de la acumulación de poder político. Es
importante subrayar este criterio, más abarcador e integral que el más difundido, de una asistencia limitada a los aportes
financieros y técnicos, y una gestión limitada a la buena canalización de esos aportes.
En esta concepción se supone que las instituciones a través de las cuales la sociedad interviene en la solución del problema: a.:
estimulan e inducen a los actores involucrados en el problema habitacional y en su solución, principalmente los propíos
habitantes, a hacerse cargo del proceso de resolución; b.: se integran a los procesos de resolución como uno de los actores
involucrados; c.: ponen sus aportes a disposición del conjunto integrado de actores involucrados; y d.: se inhiben de imponer la
modalidad de aplicación de esos aportes.
4. El papel de los procesos de resolución del problema habitacional en el desarrollo de las familias y de las
comunidades.
Esta concepción reconoce al proceso de resolución habitacional como una de las experiencias troncales de vida de la mayoría
de la gente, y en particular en los sectores pobres. La evolución implícita en la solución del problema habitacional no se limita,
según esta interpretación, a los efectos de la transformación física del habitat, es decir a los cambios que la gente experimenta
cuando pasa a disponer de en una vivienda mejor, sino también a los efectos del proceso que conduce a esa transformación, es
decir a los cambios que se van produciendo en la gente a través del esfuerzo de procurarse y ver materializar la vivienda mejor.
No sólo el habitat físico debe proveer condiciones y estímulos favorables, sino que aparece como indispensable que el
proceso general de gestión que tiene por meta la transformación de la situación habitacional se constituya también en
una experiencia transformadora, coherente con el sentido social de su resultado. Según este criterio el proceso de
resolución se diseña y se implementa no sólo en función de la satisfacción de necesidades específicamente habitacionales, sino
también en función de la decisión de desarrollar este proceso como una experiencia de vida favorable a la necesidad de los
habitantes de adquirir actitudes y aptitudes para un desempeño más adecuado a las exigencias funcionales de la vida urbanamoderna, a las reglas de juego de una estructura social formalmente planteada como democrática y al desafío de ganar
(recuperar) en la situación real los espacios que les corresponden por derecho dentro de la estructura de una sociedad que por
identificarse como democrática se pone a sí misma en la obligación de llegar a ser equitativa.
5. El control de los procesos de resolución habitacional.
La resolución satisfactoria de las necesidades habitacionales, aún cuando se limite a aquellas que se consideran básicas, es un
proceso movilizador de recursos económicos de magnitud apreciable. Esta movilización no sólo se manifiesta en los efectos
"finales" de resolución habitacional, con beneficios económicos directos e indirectos para los habitantes-sujetos de la solución
habitacional, sino que produce acumulación en los otros sectores que se involucran en las distintas etapas del proceso de
resolución. Esta posibilidad de acumulación en beneficio de actores laterales y secundarios (si los identificamos así en relación
a los objetivos genuinos de las acciones) ha sido, en la mayoría de las veces, el principal factor de decisión en las políticas y en
las operaciones de resolución habitacional dentro de la versión de estructura capitalista en que se desenvuelve la mayoría de
los países latinoamericanos. Esto actores "secundarios", en virtud del poder adquirido con esa misma acumulación, son los que
con frecuencia, en los hechos, cuentan con mayor espacio en las decisiones de política habitacional. En el modelo que se
analiza aquí se tiene en cuenta que dentro de la actual estructura económico-social de la mayoría de los países
latinoamericanos estos actores del proceso de producción aparecen como parte necesaria, pero se reafirma su condición de
secundarios y dependientes, y se privilegia a los habitantes específicos de cada caso de resolución , en cuanto actores
centrales y motivadores de las acciones, y principales interesados, en la función de control y determinación del flujo de
recursos que concurren a la resolución de sus necesidades habitacionales.
El modelo de gestión habitacional invocado en este esquema conceptual se centra en la premisa que privilegia el pleno
protagonismo de los habitantes en la gestión de sus soluciones habitacionales cuando éstas son implementadas con
intervención de las instituciones. Desde este esquema el concepto de autoconstrucción aparece como la forma operativa
apta para la implementación de modelos de gestión adecuados. Y es aquí donde se hace necesario clarificar y precisar el
significado de ese concepto, como un camino para la discusión de los niveles y de las formas en que el protagonismo de la
gente debe ejercerse.
LA APTITUD DE LAS DISTINTAS ACEPCIONES Y CATEGORIAS DE AUTOCONSTRUCCIÓN PARA EL DESARROLLO DE
POLÍTICAS DE VIVIENDA ORIENTADAS HACIA EL PERFECCIONAMIENTO DE LA GESTIÓN POPULAR DEL HÁBITAT
Al comienzo de este trabajo se identifican varias líneas de desarrollo conceptual y empírico que fueron produciendo distintas
formas de ver y de entender (y también de motivar y en muchos casos manipular) la participación de la gente en la resolución
de su problema de vivienda; formas de ver y entender la participación a las que se les fué dando, con intención pero sin
precisión, el nombre de autoconstrucción. Los párrafos que siguen están orientados a facilitar la diferenciación de esas líneas y
la clarificación de sus distintos significados. Estos significados se insinúan en los subtítulos que, entre paréntesis, siguen al título
con que se denomina cada acepción. Se optó por conservar dentro de los títulos principales el término original,
autoconstrucción, por su arraigo y por la carga simbólica que, pese a la confusión de significados, ha ido acumulando en la
historia de las acciones habitacionales.
En los párrafos siguientes se intentará identificar las formas más adecuadas y precisas de entender, propiciar y articular esa
participación de la gente en la solución de sus problemas habitacionales, confrontando las distintas acepciones de
autoconstrucción con el siguiente conjunto de requerimientos básicos implícitos en el modelo de gestión habitacional propuesto:
aptitud como herramienta de "provisión" de viviendas,
aptitud como herramienta de desarrollo urbano,
aptitud como herramienta para dar respuesta a las expectativas de los propios habitantes de lograr una integración favorable al
sistema urbano vigente,
y
aptitud para promover la evolución de las familias.
La autoconstrucción espontánea y autónoma
(la autogestión espontánea y autónoma del hábitat popular)
En esta acepción, autoconstrucción es el nombre que se da a las acciones de solución habitacional llevadas a cabo por los
propios habitantes, individualmente o en grupos, con sus propios recursos, según su propio criterio, sin aportes específicos
(financieros, técnicos, legales, políticos) de las instituciones (incluyendo el Estado) o de otros sectores sociales, y con
posibilidades límitadas (o sin posibilidades) de inclusión en los sistemas que la ciudad tiene desarrollados para que sus
integrantes cuenten formalmente (legalmente) con acceso a sus satisfactores habitacionales y a otros satisfactores esenciales.
La autoconstrucción espontánea y -obligadamente- autónoma, en las condiciones en que se da en la actualidad en los sectores
populares urbanos de América Latina (insuficiencia de recursos financieros; dificultad o imposibilidad de acceso directo al
conocimiento profesionalizado de base racional y científica; semi-ilegalidad; disponibilidad, entre los habitantes, de capacidades
para la mano de obra de construcción; capacidad, en los habitantes, de tolerancia al habitat precario e insuficiente) ciertamente
provee soluciones habitacionales, pero en estas condiciones es la expresión de dificultades estructurales, parcial o
totalmente insalvables, para proveer o proveerse soluciones habitacionales satisfactorias. Estos son sus límites. Si bien
en estas condiciones son máximas las garantias de de que la solución es la respuesta a lo que los habitantes quieren, la
desconexión con los sectores profesionales y la insuficiencia económico-financiera restan seguridades en cuanto a la posibilidad
de un reconocimiento exhaustivo de sus propias necesidades (es decir en cuanto a lograr coincidencia entre lo que quieren y lo
que necesitan) y en cuanto a la calidad de la solución, en cuanto respuesta precisa a las necesidades.
Con respecto al desarrollo de la ciudad, la autoconstrucción popular espontánea y autónoma es una realidad de la ciudad
latinoamericana actual y es, de hecho, parte del desarrollo urbano real. Sin duda seguirá siéndolo, por tanto tiempo como se
mantengan o fortalezcan las actuales reglas de juego económicas, políticas y culturales de las sociedades latinoamericanas y
de sus ciudades.
Desde este encuadre, la autoconstrucción espontánea y autónoma, como dato para la elaboración de políticas de desarrollo
urbano, da lugar a cuatro enfoques básicos, coherentes, cada uno de ellos, con muy diferentes intencionalidades frente a la
problemática social:
el primero es el que, por decisión política, condicionamiento cultural, o imposibilidad de percepción, niega su existencia;
el segundo es el que la admite, pero como una aberración, no aceptable como forma de desarrollo de la ciudad y con cabida en
las normas y reglamentos sólo en su caracter de fenómeno o conjunto de hechos a ser desalentados o impedidos;
un tercer enfoque, que también la considera una aberración, pero que la reconoce como un hecho masivo y característico, en
permanente evolución, e imposible de frenar desde la formulación aislada de políticas de desarrollo urbano. Desde este enfoque
se generan dos tipos de actitudes de política urbana: un desentendimiento total, o un cierto grado de permisividad, a veces,
incluso, introduciendo algún apoyo, para evitar los desbordes violentos o para extraer provecho desde el punto de vista de la
especulación proselitista.
el cuarto enfoque es el que considera a la autoconstrucción espontánea y autónoma como un dato de la realidad histórica de
la dinámica urbana, con sus propias características de ocupación y uso del suelo, tecnología, fisonomía y estilos de vida y, lo
que es de mayor importancia, la considera la manifestación de un problema o de una suma de problemas a resolver, pero
también una toma de posición a través de la cual uno de los sectores de la sociedad urbana (el mayor en número pero el más
desprovisto de poder), expresa y aporta su concepción de la ciudad, de su vida en la ciudad y del crecimiento de ésta. Dentro
de este enfoque, la respuesta en las políticas de desarrollo urbano es la de dar por valedero e incorporar ese aporte, con sus
componentes positivos, y elaborar normas urbanas compatibles con las reglas de juego propias de la autoconstrucción
espontánea y autónoma, que favorezcan la evolución de la ciudad, no sólo en los términos en que la entienden sus sectores
dominantes sino como la resultante equitativa de la visión y decisión de la totalidad de grupos sociales que la habitan
y la conforman.
Los lineamientos conceptuales de este trabajo indican su afinidad con este cuarto enfoque. Pero se consideró importante poner
en evidencia los tres restantes pues no siempre aparecen en los análisis y en las decisiones tan claramente diferenciados: Aún
quienes adoptan criterios como los de este cuarto enfoque, por elaboración racional o por convicción ética o ideológica, pueden
encontrarse apremiados, intima e inconscientemente, por grabaciones culturales y psicológicas muy profundas que los impulsan
a teñir sus decisiones y acciones con pautas que corresponden a algunos de los otros tres. El reconocimiento consciente de las
diferentes opciones, les permitirá revisar, clarificar y ajustar sus propias actitudes (.).
La acción de autoconstrucción autónoma, en el medio urbano, con sus particulares características, puede responder en parte a
reflejos culturales espontáneos, particularmente en el caso de los inmigrantes rurales, pero básicamente es el resultado de
haber tomado conciencia de que uno no puede entrar en el sistema que la ciudad tiene desarrollado formalmente para
procurarse vivienda y otras soluciones esenciales. Significa saber que hay que arreglárselas por uno mismo, es decir
físicamente dentro del tejido urbano pero funcionalmente fuera de sus sistemas de gestión, y asumir las actitudes básicas para
darse, individualmente o en grupos con afinidad de situación, una solución por lo menos ambigua (al mismo tiempo dentro y
fuera del sistema; al mismo tiempo legal e ilegal) a sus necesidades.
La autoconstrucción popular espontánea y autónoma es un indicador directo de la ausencia o débil presencia de un tejido
solidario y equitativo en la organización social. Su sóla presencia indica una "sociedad no justa". Por su propia definición no
tiene posibilidades de ser considerada una herramienta para lograr una integración favorable, pero cabe reconocer su función
de indicador e ilustrador de las posibilidades de los sectores más desfavorecidos para alcanzar esa integración, si son provistos
de los recursos y, más aún que esto, si son admitidos y provistos de los espacios institucionales y jurídicos adecuados para
intentarlo. Pero esto ya sería, en la categorización propuesta en este trabajo, autoconstrucción asistida.
La autoconstrucción espontánea y autónoma es una forma de reivindicación y una manifestación pacífica de fuerza: Vista desde
este ángulo es también una particular forma de integración al sistema urbano, pero sometida a las condiciones y reglas de juego
de la ciudad formal, que no dejan otros caminos a los sectores pobres que aceptar y someterse a durísimas condiciones de vida
o buscar condiciones más tolerables en la zona fronteriza entre lo legal y lo ilegal. Es una forma de ejercitar y "construír" una
actitud ciudadana de defensa de condiciones mínimas de vida en un medio urbano adverso, y de lucha por condiciones más
propicias, pero no están dadas las condiciones para que pueda ser considerada una forma válida de integración favorable. Sería
riesgoso y desorientador considerar las acciones de autoconstrucción espontánea y autónoma, en estas condiciones, como
originadoras o indicadoras de una evolución favorable en la integración de la gente a la sociedad urbana: es más acertado
pensar que sólo son factor y testimonio de su precaria supervivencia social y económica, e indicadoras de su condición de
marginación.
La autoconstrucción urbana espontánea y autónoma, en la forma en que se da actualmente entre los sectores populares de las
ciudades latinoamericanas (particularmente en lo que hace a la ausencia de apoyo e interacción integradora con el conjunto
social y con las instituciones), si bien debe ser incluída como una realidad en los planes y decisiones de desarrollo urbano, no
puede ser considerada como parte de una política habitacional, es decir, como parte de una política que de por cierto que, en
las condiciones estructurales de la sociedad latinoamericana actual, la gente más desfavorecida (y más numerosa) se basta por
sí misma para resolver sus problemas habitacionales. Pero puede ser la base para ello, en soluciones concertadas, dentro del
criterio de autoconstrucción asistida, concertada con el resto de los sectores sociales y dentro de una política de redistribución e
integración equitativa de riqueza y poder.
La autoconstruccion dirigida
(gestión institucional del habitat popular con participación de los habitantes en la construcción)
En esta acepción, autoconstrucción es el nombre que se da específicamente al aporte de mano de obra de los habitantes en
aquellas acciones en las que las instituciones (generalmente pero no exclusivamente el Estado) se hacen cargo de la solución
habitacional, organizándola con el criterio de inclusión de los propios habitantes como mano de obra en la ejecución de las
obras físicas y reservando para la institución y sus funcionarios y técnicos la definición del problema, la definición de los
satisfactores (listado de requerimientos funcionales, emplazamiento urbano, diseño urbano, diseño arquitectónico), la
organización y dirección de los procesos de gestión y resolución, la administración de los fondos destinados a la financiación de
los procesos.
Será necesario detenerse en la clarificación de la expresión autoconstrucción dirigida que, dentro de las versiones del concepto
de autoconstrucción, es la que presenta una definición más difusa: Por un lado es frecuente encontrar la expresión
autoconstrucción asistida aplicada a procesos en los que la "asistencia" se ejerce realmente como una dirección, sin
intervención de los habitantes en las decisiones; es decir que se están refiriendo a los procesos que, según la definición del
párrafo precedente, son realmente procesos de autoconstrucción dirigida. Por otra parte, también es frecuente que la expresión
autoconstrucción dirigida sea aplicada a procedimientos que incluyen acciones en las que los habitantes tienen algún espacio
para hacerse cargo por sí mismos de la conducción de algunas partes del proceso: estas serían versiones embrionarias de
autoconstrucción asistida. Se ha optado aquí por reservar la denominación autoconstrucción dirigida sólo para aquellas
acciones que responden estrictamente a la idea de dirección, pues este criterio permite identificar algunos de los equívocos
mayores y más perjudiciales para el desarrollo amplio de la noción de autoconstrucción.
También se excluye de esta categoría, en este trabajo, a la actividad en la que la dirección de determinados procesos con
especificidad técnica o profesional es ejercida por profesionales y técnicos escogidos y convocados por los propios habitantes.
Si bien en este caso hay una conducción, la estructura general organizativa sigue siendo autogestionaria. Es más apropiado
ubicar este tipo de acciones en la categoría de autoconstrucción asistida.
En situaciones de máxima pobreza es al menos entendible que la familia sin vivienda acepte que se le imponga, como condición
para recibir alguna solución o mejora a su situación habitacional altamente insatisfactoria, el compromiso de hacer una
contraprestación en trabajo y de aceptar las decisiones y la conducción de quienes aportan los recursos, o de otros sectores
sociales ajenos al mismo habitante.
Hipotéticamente, esta combinación permite reducir costos, y puede ser origen de un cierto grado de apego afectivo del habitante
a la vivienda que ha construído o ayudado a construír para sí mismo, aunque sin poder introducir sus criterios en el momento de
pensarla (su forma, sus prestaciones, su lote, su ubicación urbana), ni sus intereses en el momento de administrar su
producción. La certeza sobre estos beneficios es tema de discusión, pero aún siendo ciertos, el esquema no garantiza por sí
mismo la calidad de la vivienda, en el sentido más profundo de calidad habitacional, que se refiere a la satisfacción ajustada de
los requerimientos y prioridades de las familias habitantes, como ellos los viven y los sienten, dentro de los estrechos límites
impuestos por los recursos disponibles.
Si "solución del problema de la vivienda" es sólo hacer casas, o asentamientos, poniendo el énfasis en los aspectos
cuantitativos y de calidad constructiva y, sólo en el mejor de los casos, de calidad habitacional, pero entendida como nivel de
logro, dentro de los márgenes de un presupuesto insuficiente, de una réplica mínima del modelo vigente de habitat urbanomoderno,la autoconstrucción dirigida es una vía de solución, pero no corresponde a un esquema genuinamente
participativo de resolución habitacional.
Si la vivienda resultante de acciones de autoconstrucción dirigida es discutible en cuanto a su aspectos cualitativos, también son
discutibles las acciones mismas en cuanto al papel que les cabe a los habitantes en ellas: En algunos casos, su actuación se
encuadra en esquemas organizativos similares a los de la producción encarada con criterio empresarial lucrativo: la mano de
obra del habitante simplemente reemplaza a la mano de obra contratada. En otros casos, los habitantes se organizan dentro de
esquemas de trabajo grupal pautados, controlados y reglamentados por las instituciones externas. Estos esquemas, que casi
sin excepción reciben el nombre de "ayuda mutua", tienen poca o ninguna cabida para la compatibilización del proceso de
solución habitacional con la organización de vida de los habitantes, que generalmente integran de manera compleja y turbulenta
en un sólo "plan" las operaciones de solución de todas sus necesidades, de las que las habitacionales no siempre son las
prioritarias. Menor cabida aún tienen para permitir que los habitantes ejerciten roles y actitudes sociales, en el curso de la
construcción de su vivienda, que difieran y superen el rol que les es habitual, de sometimiento o por lo menos subordinación a
los actores con mayor poder (económico, político, intelectual, social, ritual). Ciertamente los esquemas de autoconstrucción
dirigida son muy poco aptos, si lo son, para lograr la amplia inclusión de la gente misma, de modo que no experimenten en esta
intensa relación con instituciones y personas con mayores recursos y poder las mismas vivencias que forman parte de su
experiencia cotidiana, profundamente degradante, cuando les toca actuar dentro del conjunto de la sociedad urbana.
Con respecto al desarrollo de la ciudad, la modalidad de autoconstrucción dirigida, con sus múltiples puntos de contacto y
afinidad con las modalidades convencionales de solución habitacional (obra "terminada"/llave en mano), puede constituír, igual
que éstas, un factor y un instrumento de un determinado tipo de desarrollo urbano, en cuanto constituyen herramientas para la
conformación de la ciudad con amplio control de sus resultados físicos y sociales por parte de profesionales e instituciones. En
este punto de analisis, como en otros, las limitaciones de la autoconstrucción dirigida radican en su propia definición: se tratará
de un desarrollo urbano encarado y concebido desde el punto de vista de las instituciones, y de sus técnicos y funcionarios
decisores. La autoconstrucción dirigida, por definición, no deja gran espacio a la inclusión en las decisiones de desarrollo
urbano de los criterios, intereses y motivaciones de los sectores populares, como ellos los viven, sienten y expresan: no hay
lugar para decidir el tamaño y forma de los lotes, ni de las vías de circulación, ni de los espacios comunes. Mucho menos para
la ubicación de su futura vivienda en la ciudad. Esta inclusión, aún en los casos de mejor voluntad y solidaridad de técnicos e
instituciones, sólo será la de la interpretación que éstos hayan logrado hacer, con menor o mayor fortuna, de aquellos criterios,
intereses y motivaciones.
En lo que hace a la promoción de la evolución de las familias, la autoconstrucción dirigida comparte con la modalidad
convencional (vivienda "terminada"/llave en mano) sus posibilidades sólo parciales de promover el desarrollo social y económico
de las familias a través del mejoramiento y estabilización de condiciones de confort doméstico y a través del incremento del
patrimonio familiar. También desde cierta concepción de la educación y de la promoción social, las acciones dirigidas por
expertos externos al propio grupo de pobladores (educadores, profesionales de la construcción, promotores sociales), que
incluyen adiestramiento y capacitación, pueden significar un paso de evolución en las capacidades laborales y organizativas de
las familias y, por agregación, de las comunidades que éstas integran. Pero el límite de la autoconstrucción dirigida se
encuentra en su propia definición, que no deja espacios para los procesos espontáneos y/o basados en la concepción propia de
los pobladores () y, sobre todo, centrados en sus modos y tiempos de evolución. En este trabajo se cuestiona la aptitud de las
acciones dirigidas para estimular las capacidades de desenvolvimiento social de los sectores populares. Más bien, se plantean
dudas sobre si la actividad dirigida, que mantiene y refuerza el esquema de prioridad de los criterios (aunque sólo fueran
criterios técnicos) de los sectores "externos" con mayor poder, no conduce a un refuerzo de los hábitos (adquiridos
forzadamente) de ocupación de roles y espacios sociales de dependencia, subordinación y, en los casos peor manejados,
sometimiento.
Si bien es muy posible reconocer que la autoconstrucción dirigida, en la forma en que se define en este trabajo, puede jugar un
papel en la solución del problema de producir soluciones en condiciones que escapan al alcance, o al interés, de los sectores de
la actividad privada lucrativa, y también un papel como vehículo para una cierta forma de acercamiento a la gente, es importante
no confundirla con un encuadre auténticamente participativo como el que sustenta el modelo de gestión al que se orienta este
trabajo: el análisis de los párrafos precedentes indica que esta modalidad carece de las posibilidades básicas de generar los
efectos modificadores que la participación bien ejercida puede producir en la ciudad, en la sociedad urbana y en la actitud y en
la vida de las familias.
La autoconstruccion asistida
(autogestión espontánea del habitat popular, con asistencia no integral)
(autogestión del habitat popular, espontánea o inducida, integralmente asistida)
(autogestión del habitat popular, espontánea o inducida, integralmente asistida, socialmente integrada y equitativamente
concertada)
(cogestión del habitat)
Esta acepción se refiere a las acciones en que el aporte institucional, la "acción habitacional" de las instituciones externas a los
propios pobladores, se organiza con carácter de aporte y refuerzo del trabajo de autoconstrucción espontánea y autónoma.
La estructura de las acciones de autoconstrucción asistida varía en función de tres factores:
1. El carácter del aporte de origen externo a los propios pobladores (financiación, tecnología, gestión, cesión de espacio
organizativo para asumir responsabilidades y decisiones, conformación de espacio jurídico-institucional adecuado a sus
acciones, etc.)
2. Su grado o nivel de cobertura, organización y sistematización de las acciones habitacionales: desde los aportes ocasionales y
esporádicos, hasta los aportes estructurados y sistematizados en la escala de una totalidad de acciones y en función de
objetivos finales explícitos.
3. La mayor o menor equidad en los esquemas, introducidos en las acciones habitacionales junto con los aportes y
condicionados por estos, de distribución y articulación de roles y de poder de decisión sobre procesos y productos,
particularmente entre habitantes y actores externos, pero también entre los distintos actores externos (Estado -nacional,
provincial, municipal-, ONGs, empresas de servicios públicos, organizaciones empresarias, etc).
Para este trabajo interesa identificar algunas categorías fuertemente representativas de autoconstrucción asistida, diferenciadas
por la incidencia de estos factores.
Una de estas categorías es aquella en la que la asistencia externa no alcanza a modificar la estructura propia de los
procedimientos autogestionarios espontáneos, aunque sí puede reforzarlos y colaborar a arribar a mejores resultados que los
que se pueden lograr sin aportes externos. A esta categoría le cabe su identificación como autogestion espontánea del habitat
popular, con asistencia no integral.
Otra categoría es aquella en la que la asistencia externa es lo suficientemente intensa e integral como para dar origen a
estructuras de acción diferentes de las propias de la actividad netamente autogestionaria-autónoma. A esta categoría le cabe su
identificación como autogestión del habitat popular, inducida, integralmente asistida, socialmente integrada y equitativamente
concertada.
Una tercera categoría es aquella en la que por la magnitud, complejidad y variedad de los aportes, y por la forma equitativa de
distribución de los roles y del poder de decisión entre los actores, se desdibuja el esquema autogestión con asistencia externa, y
se organiza como gestión concertada entre la totalidad de los actores, o al menos la totalidad de los principales actores
involucrados en un problema habitacional (Robirosa, Cardarelli y Lapalma, 1990). Esta forma evolucionada y genuinamente
solidaria (y, cabe reconocerlo, con algunos rasgos de utopía) de gestión, supera la aislación social que representa la
autogestión, cuando la expresión se refiere a la gestión de un grupo o sector dentro de un conjunto mayor al que pertenecen, y
merece una denominación más específica, para la que se propone la expresión cogestión del habitat.
No es el propósito de este trabajo profundizar en un desarrollo tipológico de corte académico: el análisis de las formas posibles
de autoconstrucción asistida podría llevar a una tipología más extensa y meticulosa, basada en un juego de variables más
ajustado. Sin embargo lo que interesa aquí es identificar aquellas categorías predominantes y repetidamente detectadas en la
prácitca, con rasgos y diferencias fácilmente visualizables, que ayuden a una depuración con fines prácticos de las definiciones
de autoconstrucción.
En lo que respecta a su aptitud como herramienta para arribar a formas de solución que respondan ajustadamente a las
necesidades que las motivan, la modalidad de gestión a la que se aplica el nombre de autoconstrucción asistida, en sus
diferentes grados posibles de intensidad y diversidad de aportes externos y de complementación equitativa entre los habitantes
y otros actores, cuenta, por definición, con posibilidades de logro de niveles cualitativos aceptables, ya que por su planteo de
base: el protagonismo pleno de los habitantes, asegura respuestas ajustadas a sus necesidades, como ellos las viven,
compatibilizadas con la disponibilidad de recursos, el carácter de la asistencia y las condiciones estructurales de la ciudad. Esta
certeza es más difícil de lograr si se refiere a la calidad constructiva y a la eficiencia cuantitativa (masividad, bajos costos y, sólo
donde ésto sea realmente necesario, tiempos reducidos): la modalidad de autoconstrucción asistida hace indispensable la
adopción de mecanismos organizativos y técnicos coherentes con estas condiciones de trabajo, aunque novedosos y extraños
frente a las formas "tradicionales" de acción habitacional, a fin de asegurar el logro de estos niveles de calidad y eficiencia ().
La modalidad de organización que en este trabajo se denomina autoconstrucción asistida es una herramienta óptima de gestión
habitacional, a condición de que no se la incorpore como una pieza adicional dentro de las estructuras convencionales (mal
entendidas como "tradicionales") de gestión, que de inmediato la rechazarían o desfigurarían (Turin, D., 1980), sino que se
encaren dentro de procesos integrales de estructuración de mecanismos e instituciones guiados por principios de protagonismo
de los pobladores en estructuras de gestión concertada y equitativa.
Con respecto al desarrollo urbano, es válido admitir que una decisión de las instituciones, particularmente del Estado, de dar
apoyo a la autoconstrucción entendida como autogestión popular del habitat, y de brindar ese apoyo con carácter de asistencia
o, en formas más perfeccionadas, con carácter de cogestión, es de por sí una decisión de desarrollo urbano, en la medida en
que reconoce a los sectores populares un espacio en las decisiones globales de la ciudad y el derecho a incluír su propia
concepción de la vida urbana, así como su propia concepción de la ciudad y de su forma de desarrollarse ().
En las etapas iniciales de la discusión de bases comunes para la elaboración de este trabajo el grupo de tareas propuso el
concepto de "aptitud para la construcción de una ciudad más justa" como parámetro con el cual verificar la eficacia de las
modalidades de autoconstrucción. En el curso de la elaboración se prefirió sustituír este parámetro, de fuerte carga simbólica
pero difuso como herramienta analítica, por otros que parecen asegurar mayor precisión. Al menos para una confrontación
comparativa de las tres acepciones de autoconstrucción. Sin embargo pareció de interés incluír las reflexiones que arroja la
confrontación en particular del concepto de autoconstrucción asistida con la imagen de "construcción de una ciudad más justa":
La autoconstrucción asistida aparece como un camino para llegar a una situación de "ciudad más justa" desde la práctica de la
solución de las necesidades habitacionales, pues indica la presencia de estructuras, o al menos de corrientes, de solidaridad y
distribución equitativa de poder y recursos. Aquí corresponde detenerse en la precisión de la expresión "ciudad más justa", que
sugiere una "ciudad más justa que la actual", pero no se llega a hablar de una "ciudad justa": se supondría que en este estado
social, ciertamente utópico, no se estarían dando situaciones que requieran que sectores con mayor poder "asistan" a otros con
menos poder. En la lejana, quizá inalcanzable, "ciudad justa", los problemas habitacionales se estarían resolviendo por
cogestión entre sectores diferenciados por roles, por habilidades o por rasgos, pero no por monto de poder.
En lo que hace a sus posibilidades de promover la evolución de las familias, si bien en el extremo "de mínima" de la escala de
categorías de autoconstrucción asistida que se propone en este trabajo se encuentran acciones de aporte externo o asistencia
tan reducidas que sólo constituyen un refuerzo operativo al esfuerzo de autoconstrucción espontánea y autónoma, con efectos
mejoradores o aliviadores pero no sustancialmente promotores de evolución, todo el conjunto de acciones de autoconstrucción
asistida, y muy particularmente todas aquellas en las que la asistencia se expresa como actividad de facilitación,
acompañamiento, complementación y aporte al desarrollo de procesos autogestionados, se centra en el propósito de fortalecer
la capacidad de desenvolvimiento social de los pobladores, a partir de premisas de igualdad de derechos de ocupación de
espacios en la sociedad urbana. Esto conduce a un esquema de tareas quizá más laborioso para las instituciones que las
modalidades más convencionales de solución habitacional (incluída la autoconstrucción dirigida), pero más conducente a una
modificación favorable de los roles y espacios sociales desfavorables e insalubres que les tiene asignados a sus sectores más
pobres la sociedad latinoamericana actual.
Todas las variantes de autoconstrucción asistida apuntan a sustituir los mecanismos de gestión espontánea y autónoma de los
propios pobladores, pero no sustrayéndoles, como ocurre con los mecanismos convencionales de provisión de vivienda, lo
mejor de esta forma de gestión, que es el amplio control de procesos y resultados por parte de los pobladores, sino por el
contrario reforzando este aspecto, e incorporando recursos, cuotas de poder, elementos organizativos y reglas de juego que
superen la condición de aislamiento estructural (aislamiento en relación a la estructura formal de la sociedad urbana) y
desamparo en que se produce en los hechos la autogestión popular del habitat.
La autoconstruccion "apropiada"
De todas las versiones de autoconstrucción en vigencia, la de autoconstrucción asistida, en su modalidad de autogestión del
habitat popular integralmente asistida, socialmente integrada y equitativamente concertada, aparece como el conjunto de formas
operativas y organizativas más compatible con un modelo de gestión participativa del habitat como el que se perfiló en este
trabajo. Su incorporación al modelo implica la implementación de una serie de proposiciones; la primera: los pobladores (los de
cada caso concreto) deben ser los principales protagonistas de las decisiones y de los procesos de su solución habitacional; la
segunda: los pobladores no pueden ser los únicos protagonistas de las decisiones y de las responsabilidades, quedando los
sectores "externos" en pura función de aporte de recursos, pues esto sería una nueva versión, más "lujosa", de aislamiento
social: la gestión habitacional debe estar en manos de una "mesa de negociación o articulación" de los actores sociales
inevitablemente involucrados, pero esta "mesa" requiere ser planteada con una distribución de poder más equitativa y favorable
a los habitantes que la vigente en la situación urbana de la que todos (incluso ellos), o casi todos, o algunos, pretenden que
salgan; la tercera: La gestión de vivienda no debe ser planteada con una finalidad puramente funcional, de solución de un
conjunto de necesidades prácticas de confort, sin incluír, en el diagnóstico y en la solución, la situación conflictiva de inserción
social y la necesidad de ineludibles modificaciones en esa situación como condición para que la solución habitacional sea
apropiada y aceptada, y experimentada por los habitantes y por la ciudad como un paso de evolución. La esencia de esas
modificaciones no está, ciertamente, en la solución habitacional, pero en ésta se encuentran muchos más elementos con
potencialidad para producir o inducir esos cambios que los que generalmente se contabilizan.
Las acepciones restantes de autoconstrucción corresponden a modalidades que permiten, ciertamente, arribar a soluciones
habitacionales, pero que, al no tener prevista e incluída en su programación la producción de modificaciones de esa índole, no
sólo no garantizan la evolución social y la integración urbana que aquí se entienden como indispensables, sino que no llegan a
garantizar, como lo prueban innumerables ejemplos, la aceptación de las soluciones habitacionales por sus destinatarios
originales. La autoconstrucción, en su versión más difundida (y desde cierto punto de vista, más deformante), de puro aporte de
mano de obra de los habitantes; la autoconstrucción en la versión que la caracteriza como un fenómeno social y productivo de
supervivencia, de gestión autónoma de los sectores populares, y de "mercado y tecnología informal", y la autoconstrucción
asistida, cuando es entendida como acciones de aporte esporádico y asistemático a los autoconstructores espontáneos, son
nociones que enriquecen la comprensión del problema y el repertorio de posibilidades de solución, pero requieren una clara
diferenciación y comprensión de sus límites y riesgos, que es lo que se intentó plantear aquí, y la limitación de su aplicación sólo
a situaciones determinadas, específicas, y coherentes con una política general participativa que no las puede tener como su eje
conceptual ni operativo.
UNA REFLEXION SOBRE LA COGESTIÓN DEL HABITAT
En este trabajo se ha introducido en varios puntos la noción de cogestión, sugiriéndola como una forma más evolucionada de
autoconstrucción asistida. Esto merece su aclaración: Esta expresión suele aplicarse con frecuencia, y con derecho, con un
significado diferente del que está recibiendo en este trabajo. Ese significado corresponde a lo que aquí se ha preferido
denominar autogestión del habitat popular integralmente asistida, socialmente integrada y equitativamente concertada. Es muy
frecuente (y válido), en las reflexiones de los grupos de acción, pensar la cogestión como un escalón previo a la autogestión: en
esa acepción de cogestión, y en su mejor forma de concreción, los agentes "externos" trabajan, en un caso en particular, con
los habitantes, en paridad de poder de decisión, diferenciándose sólo por los roles, a los que se ha despojado de connotaciones
de poder. Desde este enfoque, la autogestión aparece como una situación aún más evolucionada, en la que los habitantes han
pasado a tener total control de los aportes de origen "externo" y de los procesos desarrollados con la suma de estos aportes y
de los propios; en este enfoque los técnicos, o son integrantes de la propia comunidad, surgidos de ella, o son "externos", pero
a su servicio. Sin embargo es posible pensar que tanto el criterio de autogestión como el de cogestión, referidos a un sólo sector
dentro de un conjunto social, por perfecta que sea su realización, está indicando todavía una compartimentación de la sociedad,
en la que cada sector resuelve sus cosas dentro de su compartimiento, aún cuando reciba aportes de otros con mayores
recursos(). Una visión de la sociedad como sistema único e integrado exigiría una estructura más orgánica y una cooperación
más fluída y permanente entre sectores. Un objetivo no tan utópico sería el de la solución de los problemas de un sector
como problemas de la totalidad del sistema, no como un problema de "otros", por noble que aparezca el propósito de
"ayudarlos". Se prefirió, de esta manera, reservar y proponer el nombre de cogestión para la referencia, ciertamente utópica, a
una gestión social integral y permanente de solución de necesidades humanas, dentro de una sociedad con poder y
recursos equitativamente distribuidos, y con sectores sociales diferenciados sólo por características cualitativas y por
diferentes capacidades de aporte (que no se traduzcan en cuotas correlativas de poder), colaborando concertadamente
en los procesos de solución de las necesidades de cualquiera de ellos. Esta no es la situación actual y no hay indicios de
que podrá llegar a serlo en algún futuro medianamente próximo y previsible. En las condiciones actuales las medidas de
optimización sólo pueden pretender orientarse dentro del esquema de autogestión del habitat popular, inducida o espontánea,
integralmente asistida, socialmente integrada y equitativamente concertada como uno de los mejores esquemas de acción
posibles de concretar, pero cabe también la clarificación de la idea de cogestión como imagen de gestión social integral y
permanente dentro de una sociedad sin acumulaciones hegemónicas de poder de cualquier índole en sólo algunos de sus
grupos, a modo de referencia utópica, orientadora de las acciones posibles.
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