Algunas Normas Sobre La Formación En Los Seminarios Mayores

Anuncio
Algunas Normas sobre la formación en los Seminarios Mayores
La Congregación para la Evangelización de los Pueblos ha tenido, del 14 al
17 de Octubre de 1986, la XII Asamblea Plenaria sobre la “Formación en los
seminarios, en las misiones y para las misiones, 20 años después de la conclusión
del Concilio Vaticano II; bajo el aspecto disciplinar, espiritual y cultural”.
La Congregación manifiesta profunda gratitud a los Excelentísimos Nuncios,
a las Conferencias Episcopales y a cada uno de los Obispos de los diversos
Países, por las generosas aportaciones a la preparación de esta reunión, tan
importante para el porvenir de la Iglesia y de la Misión. Un agradecimiento
particular a los Rectores y a sus colaboradores por el valioso servicio en favor de
la formación de los futuros sacerdotes, así como también por haber dado
respuesta, casi en su totalidad (más de 120 sobre 149), al cuestionario que les fue
enviado. Las exposiciones preparadas sobre la base de estas informaciones y
sugerencias, han estimulado y nutrido la reflexión de los miembros de la Plenaria.
En las Iglesias bajo Propaganda, el número de los seminaristas v de los
seminarios ha aumentado muy rápidamente durante los últimos años. Actualmente
se cuentan más de 14.000 seminaristas mayores. Estos frutos de la Gracia y de
una cuidadosa promoción vocacional, alimentan una grande esperanza para toda
la Iglesia. Pero el número no basta; se necesita también y sobre todo, la calidad.
Como ha recordado el Sumo Pontífice en el discurso a los miembros de la
Plenaria, la Iglesia necesita de sacerdotes preparados, hombres de Dios,
consagrados incondicionalmente al servicio del Evangelio, “profetas de la
Esperanza Cristiana y constructores de la Iglesia fundada sobre Pedro” 1
La Plenaria centró su atención y presentó conclusiones en relación a algunos
aspectos que consideró más urgentes y de interés común para la calidad de la
formación en los seminarios mayores. Sobre esta base, la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, además de querer atraer la atención sobre los
diversos documentos de la Santa Sede, presenta a las Conferencias Episcopales
y a los Obispos, en espíritu de colaboración, las siguientes normas de acción, para
que, junto con los demás documentos que con tal fin ha ofrecido la Sede
Apostólica, sean llevadas a cabo, con la cooperación de los superiores de los
seminarios.
1. Especial atención de los Obispos por los seminarios
La responsabilidad de los Obispos en la formación de los futuros sacerdotes2
asume, hoy, una particular urgencia por el momento de gracia que las jóvenes
Iglesias están viviendo en relación a las vocaciones. Consiguientemente, la
1
2
Discurso de Juan Pablo II, 17 de Octubre de 1986.
Cf. CIC c. 259; Optatam Totius, 1.
Congregación pide a los Obispos una especial atención hacía los seminarios,
sobre todo tocante los siguientes aspectos más urgentes:
- garantizar formadores adecuados en calidad y número; - seguir de cerca la
obra de los formadores y el camino de crecimiento integral de los seminaristas;
- vigilar con autoridad paterna, la fidelidad a la doctrina de la fe y al
Magisterio, de los contenidos que se trasmiten.
Los medios para actuar esta responsabilidad de parte de los Obispos pueden
variar, según las diversas experiencias. Uno, sin embargo, se señala como
insustituible: las visitas periódicas a los seminarios3. Tales visitas tienen como
positivo fin, el acompañar y sostener a los formadores y a los alumnos, el proponer
mejoras, el verificar de cerca y también vigilar, la calidad y fidelidad de la
formación. Es importante que las visitas las realice el Obispo. Cuando un
seminario es interdiocesano, se hará necesaria la diligente y eficaz colaboración
de todos los Obispos competentes, en favor del mismo; se nombrará una comisión
episcopal o un Obispo que tenga la responsabilidad, en nombre de los demás, de
seguir el seminario y, en consecuencia, de llevar a cabo las visitas. Si fuera
necesario, pueden designarse como visitadores algunos sacerdotes
particularmente preparados y expertos, que actúen en nombre de los Obispos. La
Congregación para la Evangelización de los Pueblos alienta tales visitas
periódicas que manifiestan la atención premurosa y cuidadosa de los Pastores.
En este espíritu, invitada o por propia iniciativa. Propaganda continuará,
luego de tomar contacto con las Conferencias Episcopales y con los Obispos
interesados, las propias visitas apostólicas a los seminarios.
Además de este medio privilegiado y regular, se recomiendan contactos
paternos de los Obispos con los seminaristas, especialmente con aquellos de la
propia diócesis, pero evitando interferencias en la ordinaria incumbencia de los
Superiores del Seminario.
Como el Sumo Pontífice ha dicho: “No son nunca demasiados los cuidados y
las atenciones que el Pastor de una diócesis prodiga para el seminario”.
2. Importancia de la ‘Ratio Formationis’ puesta al día
En todas las naciones debe existir la ‘Ratio Formationis’, actualizada según
las normas generales de la Iglesia, las disposiciones del Magisterio y aprobada por
la Congregación para la Evangelización de los Pueblos4. Pero, como la Ratio, en
algunas naciones, está todavía en fase de elaboración, se pide a las Conferencias
Episcopales interesadas que procuren ver que este empeño se realice
adecuadamente lo más pronto posible.
3
4
Cf. CIC c. 259, § 2.
Cf. CIC c. 242, § 1.
Ciertamente ninguno ignora la importancia que, para la claridad y unidad de
la orientación formativa, tiene una sana legislación. La Ratio, en efecto, tiene como
fin el definir y concretar las orientaciones y las normas generales en las diversas
áreas culturales y para las principales dimensiones de la formación, a la luz de las
disposiciones concretas de la Congregación para la Educación Católica5.
Para mayor precisión, se recuerdan dos aspectos: que la ‘Ratio Studiorum’
es parte de la ‘Ratio Formationis’ y que el Reglamento propio de cada seminario,
debe renovarse en conformidad con la Ratio nacional, cuyas disposiciones
vinculan a todos los seminarios del País, sean diocesanos que interdiocesanos6.
3. Selección y formación de los formadores
Para mejorar la calidad de la formación en los seminarios, la atención debe
comenzar necesariamente con los formadores7. La Congregación, por lo mismo,
propone a los Obispos, para el próximo futuro, un doble compromiso prioritario:
antes que nada, que seleccionen los formadores en número adecuado entre los
sacerdotes más aptos a un ministerio tan exigente8, convencidos que el factor que
mayormente repercute en el ánimo de los alumnos, es la autenticidad sacerdotal
de sus formadores; luego, que hagan todo el esfuerzo posible para garantizarles
una buena preparación en el plano espiritual, pedagógico y cultural y,
posteriormente, para animarlos a una formación continua.
Obviamente aquí se habla de los formadores en sentido propio, como son el
Rector, el Vicerrector, el Director Espiritual, los Asistentes o Moderadores, bien
que los criterios antes señalados valen también para la selección y la formación de
todos los Educadores, como los Profesores, los Adminsitradores y otros.
Tratándose de una materia ligada a dificultades de personal, es necesario
hacer algunas anotaciones más detalladas:
Sobre la selección:
- el grupo de formadores debe ser completo en su orgánico y proporcionado
al número de los estudiantes, a fin de que las diversas funciones sean
correctamente llevadas a cabo y se asegure el poder conocer a los individuos y el
proporcionar una formación personalizada9.
Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, 19 de Marzo de 1985, 1-2.
Cf. CIC c. 242, § 2; RF 2;
7
Cf. OT 5.
8
Cf. OT 5; RF 30, 3 l.
9
Cf. CIC c. 239, § l; RF 21, 27.
5
6
- Va resguardada la unidad de espíritu y de acción de los formadores en
torno al Rector, el cual es el principal responsable, en nombre del Obispo, del
seminario y a quien corresponde tomar las decisiones finales10.
- Para favorecer la espiritualidad propia del sacerdote diocesano, es
conveniente que los formadores sean escogidos entre el clero diocesano. Este
criterio es preferencial, pero no exclusivo. La realidad concreta de las misiones
aconsejará cómo convenga valorizar y, si es el caso, dar preferencia, en la
formación, a la contribución de sacerdotes religiosos o también de sacerdotes
extranjeros, incluyendo algunos en los equipos de formación o confiando el mismo
seminario al cuidado de un Instituto preparado.
Tocante la preparación y la formación permanente de los formadores:
- sería un grave error ocupar inmediatamente un sacerdote en la formación
de los seminaristas, sin ofrecerle una preparación apropiada. Por lo mismo, las
Conferencias Episcopales y los Obispos, al programar el empleo de los
sacerdotes, den la precedencia a la de algunos en vista de la formación en los
seminarios.
- Especialmente a nivel interdiocesano y nacional, favorézcanse las
iniciativas de formación inicial y continua en beneficio de los formadores de los
seminarios. Los Pastores de las Iglesias organícenlas en su propia sede o envíen
los sacerdotes a institutos o cursos apropiados, en patria o al extranjero.
-La Congregación para la Evangelización de los Pueblos se propone
sostener y, si fuera necesario, organizar en Roma o en otras partes, programas de
formación de breve o larga duración, para sacerdotes formadores.
4. Selección de los candidatos y discernimiento vocacional
Los promotores de vocaciones y quienes admiten a los candidatos,
comprueben, con rigurosa atención, las motivaciones vocacionales de los
candidatos, con particular referencia a la sinceridad en su propósito de seguir a
Cristo, unido a un buen equilibrio humano y a una madurez de vida cristiana y
apostólica; así como también a las posibles interferencias familiares y al deseo, no
siempre explícito, de progresar socialmente. Igual rigurosa atención deben tener
los formadores en el discernimiento vocacional durante todo el período de
formación.
Esta tarea es de particular actualidad, sobre todo debido al aumento de los
aspirantes y de los seminaristas en muchas jóvenes Iglesias, a fin de evitar que la
calidad de la formación se vea comprometida por culpa de sujetos no bien
dispuestos.
Para llevar a cabo tales orientaciones, se proponen algunos medios:
10
Cf. OT 5; CIC c. 260; RF 29.
- además de los criterios generales de aceptación que la Iglesia ha
establecido11, las ‘Ratio’ nacionales determinen normas particularizadas,
aplicándolas a la situación socio eclesial de cada País.
- Para juzgar sobre la idoneidad de un joven, no se limite a la consideración
de los resultados escolásticos, bien que ellos son también importantes.
- No se descuiden las fuentes objetivas que permiten conocer al candidato,
como son: los sacerdotes de la parroquia de proveniencia, la comunidad cristiana
en donde ha vivido, los mismos familiares.
- Se deben utilizar, como ocasiones propicias para el discernimiento
vocacional de los seminaristas, el rito de admisión entre los candidatos12 y la
preparación a los Ministerios y a las Ordenes Sagradas.
5. Significado y valor de la Propedéutica
Considerando la experiencia positiva de varias Iglesias, se recomienda
vivamente potenciar o instituir el año de Propedéutica, distinto del curso filosófico,
entendido como un período prolongado de discernimiento vocacional, de
maduración en la vida espiritual y comunitaria y también como posible etapa de
preparación cultural en vista de la filosofía y teología.
La organización práctica de la Propedéutica corresponde a las Conferencias
Episcopales o a los Obispos interesados, quienes seguirán oportunamente las
indicaciones de la Congregación para la Educación católica13.
6. Puntos prioritarios en la formación espiritual
Con la formación espiritual se preparan sacerdotes que sean verdaderos
hombres de Dios, testigos del sobrenatural, que sigan con alegría y fervor, el
llamado a Jesucristo, para estar con El (Mc 3, 13-15) y en comunión con María,
Madre de la Iglesia (Act 1, 14) al servicio de los hermanos. Para responder a este
ideal, es necesario solicitar la atención de los formadores sobre algunos puntos
sobresalientes, que Propaganda desea privilegiar: la educación a la oración, no
solamente en sus expresiones comunitarias y específicamente litúrgicas, sino
también en sus formas y dimensiones personales14; la educación clara y firme a la
castidad perfecta en el celibato, como valor evangélico15; la adquisición de la
Cf. OT 6; CIC c. 241; RF 3 9; cf. también Carta circular de la S.C. para la Educación
Católica n. 575/83, del 9 de Octubre de 1986.
12
Cf. CIC c. 1034, § l.
13
S.C. para la Educación Católica, Carta circular sobre algunos
14
CIC. C. 246; RF 52, 53, 54; S.C. para la Educación católica, Instrucción sobre la
Formación Litúrgica en los Seminarios, 3 de Junio de 1979.
15
OT 10; CIC c. 247; RF 48; S.C. para la Educación católica, Orientaciones Educativas
para la formación al celibato sacerdotal, 11 de Abril de 1974.
11
espiritualidad diocesana y del espíritu universal y misionero propios del ministro
del altar; la valorización del director espiritual.
Estos objetivos ideales necesitan una orientación pedagógica concreta:
- Tocante la oración, pídase a los seminaristas que participen con regularidad
a las prácticas comunitarias, sin concederse demasiadas excepciones, y se les
acompañe para que enriquezcan su propia vida interior con momentos de oración
individual sabiamente distribuidos durante el día. Con tal fin, es necesario
favorecer un clima de silencio en el seminario y de recogimiento interior.
- Una particular atención debe reservarse a la Eucaristía, culmen y fuente de
la vida eclesial y, consiguientemente, también a la Espiritualidad del futuro
sacerdote. La Eucaristía debe ocupar su puesto central en las devociones
comunitarias, en el programa de la jornada y en las oraciones personales16 .
- Una atención especial, en este momento, debe darse al sacramento de la
Penitencia. Cada seminario tenga confesores ordinarios, seleccionados con
cuidado y en número suficiente-, y a los alumnos se les permita plena libertad para
que escojan su propio confesor dentro o fuera del seminario17. Anímese a los
seminaristas a frecuentar regularmente este sacramento, Para experimentar en la
propia vida la inagotable misericordia de Dios (EF 2, 4), de la que ellos mismos
serán, en el futuro, dispensadores entre los hermanos. En los momentos fuertes
de la vida del seminario, será también útil valorizar las celebraciones penitenciales
comunitarias.
- Por lo que toca a la educación la castidad perfecta en el celibato, como
primer paso, insístase en el valor propio y único de la propuesta evangélica por el
Reino, que exige una actitud de fe y una respuesta de amor (Mt 19, 11-12; 1 Cor
7, 7-8), y que se desarrolla en el espíritu de la caridad pastoral y del sacrificio (Mt
19, 29; 1 Cor 9, 19. 22ss). En esta dimensión superior evangélica, ayúdese a los
jóvenes a madurar aquellas expresiones culturales de la propia nación que
evidencian el matrimonio y la paternidad como valores primordiales, para
ayudarlos a ser libres y capaces de responder, con generosidad, al llamado total
del Señor.
- En relación a la espiritualidad diocesana, hágase crecer en los seminarios
el sentido de pertenencia a la diócesis, se acreciente el sentido de la unidad del
Presbiterio en torno al Obispo y, consiguientemente, de la obediencia18. Este
sentido de Iglesia local debe necesariamente completarse con aquel de Iglesia
universal, en espíritu misionero, que se debe concretar en la disponibilidad real al
16
17
18
CIC c. 246, § l.
CIC c. 240, § l.
Presbyterorum Ordinis, 7, 8; CIC c. 245, § 2; RF 49, 56.
compromiso de la evangelización de los no cristianos y en una especial adhesión y
obediencia al Sumo Pontífice, Pastor Universal19.
- Que en cada seminario exista al menos un Director espiritual nombrado, a
tiempo completo, que se ocupe de la animación de las actividades comunitarias de
vida espiritual, bajo la dependencia del Rector, y para la dirección de conciencia. Y
como la actual norma de la Iglesia permite a los seminaristas el dirigirse
libremente con otros sacerdotes encargados por el Obispo20, resulta importante
mantener la unidad de orientación de la formación espiritual. Esta unidad la
garantiza el Director espiritual designado para el seminario, con quien deberán
estar en sintonía todos los demás sacerdotes que realizan la tarea de dirigir las
conciencias de los alumnos. Es deber de los formadores el alentar a los
seminaristas a valorar este medio indispensable para la madurez espiritual,
también en vista de su necesidad para toda la vida.
7. Aspectos determinantes en la formación intelectual
La tarea profética del sacerdote, en cuanto anunciador de la Palabra de Dios
por mandato y en nombre de Cristo (Mt. 28, 19-20; Mc 16, 15) exige también una
apropiada formación intelectual. En el amplio campo de esta formación, hay
algunos aspectos que se consideran determinantes, que es necesario potenciar y
que se confían a la cuidadosa atención de los Obispos: el adecuado cuerpo de
enseñantes, el orden en el método de enseñanza y de estudio, la unidad de los
contenidos Intelectuales y su fidelidad al Magisterio de la Iglesia.
Para actuar estas directivas tan amplias, es conveniente precisar más
concretamente algunas líneas de acción:
- Que el número de profesores sea proporcionado a aquel de los estudiantes,
evitando así el que haya clases numerosas y despersonalizantes; y que dichos
profesores sean preparados, preferencialmente en centros universitarios
eclesiásticos. Aún cuando vivan, por necesidad, fuera del seminario, todos los
profesores formen un cuerpo homogéneo y unido, bajo la responsabilidad del
Rector y del Prefecto de estudios. Como los formadores en sentido estricto,
también los profesores de ciencias sagradas sean sacerdotes21. Este criterio, en
las misiones, puede tener alguna excepción cuando laicos de confianza,
especialmente si son de vida consagrada, ofrecen mayores posibilidades en la
calidad de la enseñanza, o cuando no se cuenta con sacerdotes preparados para
cierta disciplina.
- Es necesario distinguir entre el método de enseñanza y de estudio de la
filosofía y el método de la teología. La filosofía debe preparar a los estudios
teológicos con un método racional, a veces diferente (pluralismo del método),
Lumen Gentium, 22-23 CIC c. 245; § 2; c. 273.
OT 5, 8; CIC c. 239, § 2.
21
CIC c. 253; RF 30, 33.
19
20
según las culturas. La teología sistemática, en cambio, se funda en los contenidos
de la revelación recibida, no como hipótesis de trabajo, sino como certeza de fe,
que el teólogo debe profundizar, explicar y transmitir de manera apropiada22.
- Bien que hay que dar su debido respeto a cada cultura, es necesario tener
en cuenta que no toda filosofía, ni toda metafísica es compatible con la revelación
y con la teología. Todo legítimo pluralismo supone y exige la aceptación de un
núcleo fundamental de verdades conexionadas con la revelación; elaboradas en
un patrimonio perennemente válido23 que debe estar en la base de la enseñanza
de la filosofía.
- Es necesario también, dar unidad orgánica a la exposición de los
contenidos de la teología, evitando la fragmentación y la dispersión que hoy se
notan en ciertos programas de enseñanza. La tarea del Prefecto de estudios es
particularmente importante al momento de organizar las materias en torno a los
temas centrales, en modo tal, que el estudio se concentre en las materias
principales24.
- Se requiere, además, formar a los seminaristas en el conocimiento y el
amor a la verdad revelada, tal y como ha sido interpretada en la tradición y hoy la
enseña la Iglesia. Como antes se dijo, es obligación propia del Obispo asegurarse
de la fidelidad de la enseñanza de las ciencias sagradas al Magisterio de la
Iglesia, e intervenir si fueran propuestas hipótesis o ideologías no conformes a él.
En este contexto serán de grande ayuda los documentos de la Santa Sede, que
deberán ser objeto de estudio, tanto de parte de los profesores, como de los
alumnos.
- Sobre todo para la actividad doctrinal, el camino de la inculturación tiene
necesidad de tiempo, de discernimiento Prudente, de trabajo metódico llevado a
cabo con creatividad y, al mismo tiempo, en fidelidad a la doctrina revelada. Se
trata de vivir el misterio de la encarnación de la fe en las diversas culturas,
integrando todos los valores positivos y promoviendo un intercambio entre la
Iglesia y las culturas, manteniendo la compatibilidad con los datos revelados y la
comunión con la Iglesia universal25.
- En este contexto, la Congregación se empeñará en resolver dos problemas
prácticos, con la precisa intención de ayudar a los profesores y seminaristas y
elevar el nivel del estudio: la preparación y difusión de libros de texto (text books),
contando con la colaboración de los institutos superiores eclesiásticos y de
RF 60.
OT 15; S.C. para la Educación católica, La enseñanza de la filosofía en los seminarios,
20 de Enero de 1972, III, 2.
24
OT 14, 15; CIC c. 254, § l; RF 63, 77, 87, 90; S.C. para la Educación católica, Formación
teológico de los futuros sacerdotes, 22 de Febrero de 1976, 44-47; 63-71.
25
Ad Gentes 11, 16, 22; Gaudium et Spes 44; Evangelii Nuntiandi 62ss.; Familiaris
Consortio 10; Slavorum Apostoli 22.
22
23
especialistas; y el desarrollo del programa de afiliación de los seminarios
filosóficos y teológicos, a la Pontificia Universidad Urbaniana.
8. Formación a una disciplina responsable y coherente
Los formadores usen los medios pedagógicos más idóneos para ayudar a los
seminaristas a adquirir un hábito de disciplina responsable y coherente26. No se
desanimen de frente a eventuales contrastes o incongruencias y conserven toda
su confianza en el valor de la disciplina, entendida como dominio de sí mismo,
orden en la vida, armonía y unidad entre los deberes y las acciones, ascética
cristiana y sacerdotal. La disciplina, en efecto, es indispensable para el buen
funcionamiento de la vida del seminario y, sobre todo, para lograr aquella madurez
humana y espiritual que es propia del sacerdote.
He aquí algunas orientaciones pedagógicas que hay que subrayar como
favorables a la formación disciplinar en vista del sacerdocio:
- El seminario, en el conjunto de sus estructuras y orientaciones, debe crear
un ambiente ordenado que facilite a cada persona el tener un comportamiento
ordenado.
- Los formadores no se contenten con la regularidad exterior de la comunidad
y de las personas, sino que deben procurar la madurez interior. A tal propósito,
muy útil será el estar cerca de cada joven, realizando con él un camino de
interiorización y motivando los diversos compromisos.
- Los formadores sepan usar, con cordura y firmeza, aquellos instrumentos
que la experiencia demuestra válidos para la educación en la disciplina y en la
obediencia como son: la presentación positiva de las reglas del seminario, de
modo que los alumnos descubran su verdadero significado; la observancia puntual
y constante del horario, no solamente como expresión de vida de grupo, sino
también como consecuencia de las convicciones interiores; la petición de los
permisos, que ayuda a fomentar la comunión con los responsables y a corregir el
Innato deseo de independencia,- el confiarles encargos, examinando su
realización junto con los interesados; la programación y revisión comunitaria de
aquellas tareas confiadas a los grupos, con las cuales se aprende a confrontarse y
a colaborar en la verdad y caridad.
9. Relaciones maduras con la familia
De particular ayuda necesitan los seminaristas para poder madurar en sus
relaciones con la familia, pues se constatan situaciones de diversa índole en
relación a la capacidad de los familiares para entender el sentido de los
compromisos de la vida sacerdotal. Los formadores y sobre todo el Rector, sepan
26
OT 11; CIC cc. 255, 256, 258; RF 58, 94, 97, 99.
encontrar la manera de establecer contactos con las familias de los seminaristas,
para responsabilizarlas, en el límite de lo posible, en la vocación de los hijos.
Desde el punto de vista educativo ello se debe hoy mantener a un doble
nivel: antes que nada, poner de manifiesto la ayuda que la familia puede ofrecer al
seminarista y posteriormente también al sacerdote, en cuanto ella es natural punto
de referencia para todo hijo; además, educar a los alumnos para que adquieran
una justa autonomía de sus propios familiares, tanto para hacer efectiva aquella
separación que la vocación comporta (Mt 19, 27ss), como para evitar, en el
seminario y posteriormente, de ser sometidos a peticiones no en conformidad con
los deberes pastorales. Los períodos de vacación sean valorados también como
etapas para educar las relaciones con la propia familia y para comprobar
concretamente la madurez de cada persona.
10. Pobreza y uso de los bienes
Enviado para llevar a los pobres el fausto anuncio, el sacerdote proclame con
la vida la bienaventuranza de la pobreza (Lc 6, 20), imitando a Jesucristo quien,
siendo rico, se hizo pobre en favor de los hombres (2Cor 8,9; Fil 2, 6-8). La
pobreza, de espíritu y real, forma parte de la identidad del sacerdote.
Para lograr ello, los formadores sepan presentar la pobreza como un ideal de
vida en el que hay que creer con todo el corazón y que debe realizarse en las
situaciones concretas. Que los seminaristas aprendan a limitar sus exigencias, a
contentarse con lo necesario, y sepan distribuir lo que tienen, compartiendo la
situación de los pobres a los cuales son enviados.
Igualmente importante es educar a los seminaristas a usar los bienes que
tienen a su disposición con discreción, en espíritu de fraternidad y con respeto al
fin de cada uno de tales bienes. Los formadores estén atentos también a este
aspecto de la personalidad de sus educandos y no ahorren esfuerzos por
ayudarles a crecer en el espíritu de la rectitud y del desprendimíento27. Será
conveniente también ayudarles a comprender que el uso de los bienes de la
Iglesia debe ser honesto y desinteresado, en cuanto que un día, ellos mismos
deberán custodiarlos y administrarlos responsablemente delante de Dios, no como
propietarios.
11. Formación pastoral programada
La formación pastoral, parte integrante de la preparación al sacerdocio,
comporta en los formadores, una específica responsabilidad que debe actuarse en
comunión con los Obispos y los agentes de pastoral de las diversas Iglesias. Se
27
OT 9; RF 50.
pide, por lo mismo, que la dimensión pastoral en los seminarios se manifieste,
como desea la Iglesia, sea a nivel de espíritu, como de iniciativa práctica28.
Teniendo presente tal objetivo, se subrayan tres puntos de carácter
operativo:
- Corresponde a los formadores el programar, seguir y evaluar las
actividades pastorales de los seminaristas, acompañándolos en el proceso de
penetración de los significados de la salvación sobrenatural y de la caridad
eclesial. Esto permite comprobar también las actitudes y las disposiciones para
una vocación de pastor. La formación pastoral no puede dejarse totalmente en
manos de personas de fuera del seminario.
- Un tiempo particularmente favorable a la formación pastoral, como ejercicio,
lo constituyen las vocaciones. Los formadores pónganse de acuerdo con los
Obispos y sobre todo con los párrocos, para favorecer y organizar las experiencias
pastorales de los seminaristas, solicitándoles, luego, una relación informativa.
- El año de pastoral, en donde existe, se recomienda en cuanto medio de
grande importancia para una maduración de los futuros pastores.
- Las experiencias pastorales de los alumnos deben ser armónicamente
coordinadas con la vida espiritual y con los estudios, para que no causen algún
daño, sino más bien contribuyan al crecimiento en la formación espiritual e
intelectual.
Conclusión
Las presentes normas de acción se confían a la atención de las Conferencias
Episcopales y de cada Obispo. Como primeros responsables de la calidad de la
formación de los futuros sacerdotes, a ellos toca garantizar que se lleven a cabo,
con la generosa colaboración de los formadores de los seminarios.
Bajo la guía del Sumo Pontífice y en relación con la Congregación para la
Educación Católica, Propaganda Fide quiere sostener, con todos los medios
posibles, esta incomparable obra, en conformidad con su propia misión. Así, con
empeño, esperanza y alegría, Propaganda y los Obispos cuidarán juntos, con
afecto, la formación de los sacerdotes que la Iglesia necesita para el servicio de
las comunidades locales y para la evangelización del mundo entero.
Roma, desde el Palacio de Propaganda Fide, el 25 de Abril de 1987, Fiesta de
San Marcos Evangelista
28
OT 19-21; CIC cc. 255, 256, 258; RF 58, 94, 97, 99.
Descargar