México en el siglo XIX

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INTRODUCCION.
Muchos son los aspectos que en el siglo XIX afectaron directamente
en la arquitectura; la política, los periodos de guerra, la pobreza, la
bonanza, etc. Todo esto afecto en diferentes campos, ya sea en su
auge o en el descenso del número de obras arquitectónicas realizadas
en las correspondientes etapas.
La construcción se interrumpe drásticamente, con las luchas de
Independencia y Revolución, pero existe un período realmente pobre
en cuestión de edificaciones que se comprende entre los años de 1810
y 1839, que fue afectado también por las guerras de Independencia,
las civiles y la de Texas.
Hacia 1856 – 1863 la construcción de las Iglesias se paraliza como
resultado de las leyes de nacionalización de los bienes del Clero.
Antes del porfirismo, y debido a la pobreza del erario, los edificios
construidos para oficinas de gobierno, escuelas y hospitales, son
escasos. Con el tiempo se hicieron seudoadaptaciones de conventos,
seminarios y hasta de iglesias para escuelas, bibliotecas, hospitales,
palacios municipales, palacios de gobierno, cuarteles, etc.
Muchas construcciones se penden y se reanudan por un tiempo,
terminándose veinte o cuarenta años después de iniciadas.
Solo para algunos en esta época no les afectaba la pobreza, ya que
algunas familias no enviaban a sus hijos a la escuela, por que sus hijos
recibían instrucción en su casa o en el extranjero, ni la falta de
hospitales por obvias razones.
La tumba es el único género que prolifera ininterrumpidamente. A la
causa de mortandad se le atribuyen; las guerras, las enfermedades en
un porcentaje alarmante, etc. En el año de 1800 la mitad de las
muertes eran de niños. Hasta 1870 la principal causa era la pulmonía.
Las epidemias de cólera y viruela hicieron que se estrenaran varios
cementerios. Todo esto es causa de la ignorancia que tenían, ya que
no conocían la relación entre suciedad, microbios y enfermedades. La
inmundicia se veía sólo como algo desagradable. Miles de personas
amontonadas en casas de vecindad carecían de baños y de recursos
para frecuentar los baños públicos. En las principales ciudades del
país, los problemas de agua, drenaje y limpieza fueron creciendo más
rápidamente que los medios para resolverlos.
La prosperidad de la arquitectura en los últimos años del virreinato
en que se edificaron sobre todo muchos templos, algunas escuelas y
grandes residencias, fue paralela al auge de la minería, el comercio y
la industria de las mismas décadas.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz la estabilidad de las divisas
mexicanas alentaron a las inversiones extranjeras, posteriormente se
desarrollan los bancos, la producción industrial y el ferrocarril ayudo
al intercambio comercial. Después del D.F. los estados más
fructíferos en la arquitectura fueron : Guanajuato, Puebla, Jalisco,
Michoacán, Veracruz y México.
TRAZA Y NOMENCLATURA
La traza de las ciudades es, en si misma, un monumento y sobre
todo lo es la traza de la ciudad de México, ya que tiene orígenes
remotos, anteriores a la conquista. En los siglos XVII y XVIII, la ciudad
creció, sus calles aumentaron, se formaron nuevas plazas y plazuelas,
y posteriormente llega la Independencia y la primera mitad del siglo
XIX. Cada calle, callejón, plaza, plazuela, etc, reciebieron nombres
vinculados a su origen. Las tres principales calzadas conservaron sus
nombres: Tacuba, Tepeyac e Ixtapalapa; los pueblos de los
alrededores tienen sus nombres antiguos: Tacubaya, Azcapotzalco,
Tlalpan, Xochimilco, Coyoacan, etc.
Las calles y sus nombres se conservaron intactos como herencia de
la colonia hasta mediados del siglo XIX. Las calles que se abrieron
entre 1851 y 1871, se hicieron a costa de arruinar algunos edificios
importantes como lo son: los conventos, colegios, iglesias, etc.
En 1856 se abrió la calle de Independencia y se derribo el convento
de San Francisco, en 1861 se abre la calle de Ocampo y se destruye el
convento de San Bernardo. En ese mismo año se hizo la Calle de
Lerdo a costa del Convento de las capuchinas, etc.
La segunda orden de calles se da en el año de 1867, con la Plaza de
la Atarazanas, la Capilla del Tercer Orden, etc. En los siguientes años
que corresponden al último tercio del siglo XIX se crean las colonias
de Santa María, San Rafael, Roma, Americana, etc.
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CALLES DE LA PLAZA MAYOR
Muchas son las calles que han sido abiertas o ensanchadas a lo largo
del tiempo, desde su edificación o delimitación por los edificios de esa
época hasta la fecha, todo esto a costa de arruinar varios
monumentos.
Grandes ejemplos de estos hechos son lo que ahora conocemos
como: 5 de Mayo, 20 de Noviembre y Pino Suárez. También calles
como: Monte de Piedad, Madero, 16 de Septiembre, 5 de Febrero,
Corregidora, etc.
5 DE MAYO
En 1554, se encontraba frente a la catedral un inmenso edificio
construido en el solar más grande de la ciudad. A fines del siglo XVI
decidieron convertir el inmueble en una alcaicería. En 1605 se hicieron
dos trazas para la nueva disposición del sitio, la primera realizada por
Andrés de la Concha en 1611, y la definitiva por Sebastián Zamorano
en 1615. Después el lote fue dividido en cuatro partes, ya que se
trazaron dos calles interiores formando una intersección
perpendicular. Para 1861 se decidió prolongar estas y para ello
demolieron el claustro de la profesa y una parte importante del
convento de Santa Clara. A mediados del siglo XVIII este edificio
presentaba un aspecto abigarrado, irregular. Después se
construyeron tiendas y casas en distintos momentos, las causas son el
incendio de 1642 o sólo por que muchas de ellas se arruinaban.
Entones en 1861 se decidió demoler los conventos de Santa Clara y
la Casa Profesa, de tal manera que se abriría esto para descubrir la
fachada del Teatro Principal o de Santa Anna, cuya primera piedra fue
colocada el Viernes 18 de Febrero de 1842, para ser estrenado el 10 de
Febrero de 1844.
En 1862 se dio a la calle el nombre de 5 de Mayo, cinco años después
mejoraron el aspecto del sitio y se levantaron muchos edificios en el
tramo que iba de San José el Real a la Vergara. En 1881 se alineo este
tramo con los callejones del arquillo y Mecateros, y en 1883 se pudo
admirar la calle ampliada desde la torre occidental de la Catedral, se
veía el teatro Principal.
Años más tarde, este edificio también fue demolido el 3 de Octubre
de 1900. En 1901 comenzaron a hecharlo abajo y en 1905 quedo
abierta la calle hasta el Teatro de Bellas Artes.
EMPEDRADILLO
(MONTE DE PIEDAD)
Era un amplio espacio formado que se encontraba al costado
occidental de la Catedral y el edificio que sobrevive a las casas del
estado.
Esta calle se llamó de la Guardia, pero no fue este su único nombre,
también se le conocía como Plaza Menor o de Marqués, en el cruce de
esta calle con la de Tacuba se encontraba la capilla de Talabarteros.
En 1643 reanudaron las gestiones para colocar una cruz como símbolo
de Piedad y agradecimiento por haber regresado al sitio de trabajo,
después del incendio de 1642.
En 1667 se coloca un chapitel para cubrir la cruz y en 1751 se reedifica
la obra al rehacer la bóveda y las puertas. Para 1824 desaperece esta
capilla debido a las gestiones de Valdés, ya que el y varios vecinos
estaban hartos de las riñas, la suciedad y los cadáveres que
amanecían alrededor de la misma.
CALZADA DE IXTAPALAPA
(PINO SUAREZ)
Fue llamada en el siglo XVI calle de los Flamencos y en los siglos XVII
y XVIII cambiaron varias veces de nombre, estos eran: Calle de la Rejas
de Porta Coeli, de la Plazuela del Hospital de Jesús, del Puente de
Jesús y del Rastro. Posteriormente se lleva a cabo en la primera mitad
de nuestro siglo una ampliación de esta calle, el costo de ello fue
destruir la fachada del Hospital de Jesús más una docena de casas
coloniales de gran calidad.
En el siglo XVIII tuvo su esplendor gracias al bello parque frente a la
casa de los Condes de Santiago Calimaya, lo que hoy es el Museo de la
Ciudad de México.
CONVENTOS DE FRAILES
Este período y toda la historia de la Ciudad de México se vincula con
las tres primeras ordenes religiosas establecidas en la Nueva España:
 Los Franciscanos (1523)
 Los Dominicos (1526)
 Los Agustinos (1533)
Los franciscanos residieron en el mismo lugar por más de 400 años.
Mientras que los Dominicos y los Agustinos se situaron en sitios
opuestos con respecto de la Plaza Mayor.
En la segunda mitad del siglo XVI comenzó una nueva etapa en la
vida de la ciudad. Es mandado llamar a Claudio de Arcienega, quien
fue maestro mayor de arquitectura de la Catedral de México y autor
de su traza, construyo también las iglesias de San Agustín y Santo
Domingo. Las construcciones primitivas fueron reemplazadas por
magníficos edificios con portadas platerescas. En 1572 llegan los
jesuitas y se situan en el convento de San Agustín.
Las ordenes hospitalarias se instalaron poco a poco y la ciudad fue
llenándose de conventos. A estos acudían diferentes sectores de
población para formar cofradías y hermandades. Estas ordenes tenían
sus colegios.
En resultado de todo esto, los edificios religiosos, formaron parte
importante de la vida de la capital, la dieron una fisonomía a la ciudad
y en algunos casos enriquecieron su nomenclatura.
CONVENTOS DE MONJAS
En la ciudad de México hubo 20 conventos de Monjas construidos
durante el virreinato. Estos edificios fueron concepcionistas,
franciscanos, agustinos, dominicos, carmelitas, etc.
En estos edificios se advierte una compleja planta de estos edificios,
formado por innumerables espacios pequeños cuya función es
desconocida, aunque se puede deducir.
De los 20 conventos de monjas en la ciudad de México, sólo unos
cuantos se hayan completos, en el caso de San Bernardo queda media
iglesia lo que se puede decir de esto es que corrieron con la misma
suerte que la de los conventos de frailes.
La destrucción de estos edificios llevada a cabo entre 1861 y 1940, es
uno de los hechos más lamentables en la historia de la Ciudad de
México. La riqueza de estos edificios siempre incluía magnificos
edificios, pinturas, esculturas, marfiles, alhajas, piezas de oro, plata y
bibliotecas. El convento más antiguo y más grande es el de la
Concepción. En 1861 poseía 127 fincas en la Cd de México, la
Encarnación tuvo 82 finas y la de San Jerónimo, 92 fincas.
Algunos conventos se dedicaban a ciertas tareas entre las que se
nombran las de: La Concepción que se dedicaba a las flores y a las
empanadas; Regina dedicada a los polvos para purgar y agua para los
ojos, Jesús María a los dulces, etc.
Las monjas tenían criadas y en el siglo XVII las más ricas vivían en
pequeñas casa diseminadas en el claustro y otros espacios. Hubo
monjas teólogas, pero la gran mayoría se dedicaban a hacer
bordados, relicarios y curiosidades artísticas. Las iglesias solían tener
portadas gemelas y los coros se integraban a los conventos, de tal
manera que las monjas asistían a misa detrás de una reja.
En la actualidad las carmelitas, deben conservar retratos de sus
fundadoras y varias religiosas que profesaron en Santa Teresa la
Antigua. Otras monjas conservan papeles y libros pero resulta
insignificante en relación con lo que tuvieron hasta mediados del siglo
XI X.
Casi todos los artistas de renombre que hubo en la capital
trabajaron para las iglesias y conventos de monjas. Regina y La
Enseñanza son las únicas iglesias que se salvaron del Neoclásico y eso
que en la primera se destruyo el retablo de Nuestra Señora de las Tres
Necesidades; todas las demás por iniciativa de las religiosas perdieron
toda su herencia barroca.
HOSPITALES Y COLEGIOS
El número de instituciones asistenciales establecidas en México,
pertenece a los Hospitales y Colegios, El mayor número corresponde
al de los hospitales y hospicios. Hubo también colegios de enseñanza
elemental, internados para huérfanos, expósitos, lazaretos, etc.
Los hospitales se encontraban en la mayoría de los casos, en manos
de ordenes religiosas hospitalarias, parecidas a las de los frailes
mendicantes. Esto significaba que un hospital no se limitaba al
cuidado de los enfermos o convalecientes, sino que también se
aceptaban los indigentes o a los viajeros. Allá por los albores de la
colonia los primeros frailes evangelizadores practicaron en sus
fundaciones la hospitalidad.
Como amplio complemento se tuvo la actividad asistencial
administrativa por el clero a través de las diferentes instituciones
particulares.
En 1820 son expedidas las leyes de Reforma, cuyas secuelas
alcanzaron a las instituciones de asistencia médica como los colegios,
los orfanatorios y demás instituciones, ya que se encontraban
también bajo el cuidado de la Iglesia.
Posteriormente como en todos los diferentes tipos de edificaciones
llegan al momento de destrucción, todo esto sobre algunos
inmuebles de asistencia o educativos, lo que lleva a la desaparición de
tantas construcciones.
Arquitectura colonial es el conjunto de manifestaciones
arquitectónicas que surgieron en América Latina desde el
descubrimiento del continente en 1492 hasta la independencia del
mismo a principios del siglo XIX.
A comienzos del siglo XVI puede decirse que se termino la conquista
de América en su mayor parte. Sobre ruinas de grandes imperios
precolombinos como México, se preparan los cimientos de la nueva
civilización hispanoamericana. El arte en Latinoamérica va a ser
fundamentalmente religioso, marcado por el poder de las principales
órdenes religiosas llegadas del viejo continente. En el trazado
reticular de las ciudades, a través de los españoles que los proponen,
aparecen las plazas y los monumentos. La iglesia edificada junto a la
plaza central de las poblaciones se encuentra como punto de
referencia del espacio urbano. Pese a la uniformidad que las órdenes
religiosas van a intentar aportar, las nuevas formas artísticas van
cambiando de acuerdo a la región étnica y geográfica.
El siglo XVIII comienza con la construcción de la basílica de
Guadalupe (1695-1709), emparentada en planta con la del Pilar de
Zaragoza: cúpula central, cuatro cúpulas menores y torres en los
ángulos. En la iglesia jesuítica de la Profesa (1714-1720) se observa la
reiteración de formas poligonales lejos de los trazos curvos del
barroco europeo. La construcción más relevante es quizá la iglesia del
Sagrario, con su impresionante fachada retablo construida en 1749
por Lorenzo Rodríguez. Es una planta en cruz griega, cúpula central
con cuatro menores y novedosa en el tratamiento decorativo
exterior, con acusada ornamentación central al modo de un tapiz
tallado en piedra de Chiluca y rodeada de muros de tezontle rojo
recortados en formas mixtilíneas. Este modelo, muy imitado en
iglesias posteriores, será sustituido a finales de siglo por el de la
capilla del Pocito, realizada por Antonio Guerrero y Torres, con planta
de trazos curvos y brillante cromatismo exterior.
Puebla es uno de los grandes centros de exaltación de la policromía,
con empleo de azulejos de colores, cerámicas vidriadas y destacados
trabajos de yeserías. Son ejemplos punteros la iglesia de San
Francisco de Acatepec, o el interior de la capilla del Rosario de la
iglesia de Santo Domingo. La grandiosa fachada del santuario de
Ocotlán, construido en Tlaxcala a comienzos del siglo XVIII, es un
impresionante retablo monumental enmarcado entre sendas torres
con un cuerpo superior de inconfundible silueta barroca. Otra de las
fachadas más destacadas del barroco mexicano la encontramos en la
catedral de Oaxaca, donde también es interesante la iglesia de la
Soledad, en la que la ornamentación cubre incluso los contrafuertes
que jalonan la portada. De mediados de siglo son ejemplos
interesantes la iglesia de la Compañía de Jesús, en Guanajuato, o la
iglesia de San Sebastián y Santa Prisca, en Taxco, una de las joyas del
barroco hispanoamericano. El punto culminante de la exuberancia
decorativa lo encontramos en la fachada de la catedral de Zacatecas,
un imponente tapiz ornamental, muestra del arte barroco de
influencia indígena.
En el siglo XIX y principios del XX surgen nuevos materiales y
procedimientos de construcción aunque se prolongan también las
técnicas coloniales . Encontramos conocimientos con base científica
en lo que se refieren a estabilidad y calculo como no habían existido
anteriormente en México, pero también una ingenua fe en la
experiencia de los maestros de obras, una mal entendida economía
de ahorrar honorarios de profesionales y una ignorancia
desesperante en los arquitectos, en lo referente a cimentaciones y
temblores que trajo serias consecuencias.
A fines del siglo XIX se empieza a tener consecuencias de los dos
grandes problemas del subsuelo de la capital: el hundimiento de todo
el valle y su escasa resistencia. A pesar de que las mediciones de nivel
que se habían hecho en 1860 y 1876 no coincidían, durante un tiempo
se creyo que esto se debía a errores de quienes lo habían revisado.
Aunque este fenómeno existio durante la época colonial, a partir de
1900 se acelera y empieza a tener hundimientos diferenciales entre
edificios viejos, que hasta entonces habían permanecido en buen
estado.
Con la independecia se da la desaparición formal de un régimen
social y jurídico establecido por diferencias étnicas. La lucha de los
liberales en contra de la iglesia tuvo consecuencias directas y notables
para la ciudad. La iglesia, hasta la desamortización de sus bienes a
mediados del siglo XIX, fue propietaria de cerca de la mitad del suelo
urbano; de este modo, monopolizaba virtualmente el mercado de
tierras. Con el triunfo liberal las vastas propiedades urbanas de la
iglesia pasaron a manos privadas y públicas.
Entonces la vida urbana sufrió cambios significativos que se
manifestaron tanto en su expansión como en su estructura interna: se
destruyeron conventos, se vendieron terrenos eclesiásticos, se
abrieron calles y avenidas, el uso de edificios con fines religiosos se
cambió por bibliotecas y colegios y se empezaron a construir
cementerios fuera de la jurisdicción territorial de la iglesia, tal fue el
caso del panteón de los Hombres Ilustres en San Fernando, y de los
panteones inglés, francés y americano.
Con la separación entre el poder religioso y el civil se sometió a la
sociedad a un proceso de laicización. Así, desaparecieron del paisaje
urbano muchas de las referencias cotidianas de sus habitantes como
las imágenes religiosas en los nichos de las casonas. En cambio, el uso
de signos nacionales abundaron en la ciudad, especialmente el
escudo nacional. Paralelamente, emergieron nuevos hábitos
citadinos, promovidos por la élite en su afán de diferenciación
respecto al pasado y a su interés por imitar modas especialmente
europeas. El teatro se consolidó como el lugar de reunión por
excelencia de la aristocracia, construyéndose los teatros Iturbide y
Nacional. Se abrieron varios cafés: El Cazador, el de las Escalerillas,
Las Rejas de Balvanera y el de la Escuela de Minería, y se fomentaron
los paseos, entre ellos, el de la Alameda, Bucareli, La Viga y de las
Cadenas frente a Catedral. Sin embargo, en contraste con estas
nuevas costumbres subsistieron viejas tradiciones que compitieron
con ellas: las peleas de gallos y las corridas de toros continuaron
siendo muy populares, para llevar a cabo estas últimas se
construyeron importantes plazas.
En la última mitad del siglo XIX y principios del XX la ciudad
experimenta su primer gran crecimiento. De un salto duplicó su
población y alcanzó cerca del medio millón de habitantes. Esto se
debió al mejoramiento de las condiciones de salubridad, la
disminución de las defunciones por epidemias y al aumento de los
flujos migratorios por la expulsión de población rural.
Se dio así una creciente demanda de vivienda, lo que provocó que la
ciudad desbordara su antigua traza. El área urbana que a mediados
del siglo XIX ocupaba 8.5 km2 se quintuplicó y cubrió en 1910 una
superficie de 40.5 km2. La ciudad, con la creación de nuevas colonias,
se extendió y absorbió parte de los municipios aledaños como
Azcapotzalco, Tacuba y Tacubaya.
El imperio de Maximiliano dejó su impronta en la traza urbana: la
calzada de Reforma. A finales del siglo XIX y principios del XX se
ubicaron sobre este eje los nuevos y lujosos fraccionamientos de la
élite porfiriana, rompiendo por primera vez la regularidad de la traza
antigua de la ciudad. Sin embargo, ésta conservó su centro como
núcleo político, símbolo del poder centralizado. Se erigieron en las
calles próximas a él nuevos y suntuosos edificios gubernamentales
que expresaban la consolidación de la adminstración pública, como el
de Correos y Comunicaciones.
Ésta fue una época de gran expansión de la ciudad y se desenvolvió
con diferentes ritmos y direcciones, creciendo hacia el norte, sur y
poniente, con excepción del oriente. Por primera vez se estableció
una diferenciación social del uso del suelo habitacional: hacia el norte
y el poniente, se crean nuevos fraccionamientos o colonias que
carecen de servicios, absorben mayor población y son habitados por
los de más bajos ingresos, la más significativa de ellas fue la Guerrero.
Al surponiente, en cambio, se asientan los grupos de altos ingresos,
en colonias como la Juárez y la Roma. La arquitectura cambió
sustancialmente, el diseño se guió por el eclecticismo, una mezcla de
estilos que da lugar al neogótico, neorrenacimiento y otros; además
la técnica de la construcción se renovó incorporando la utilización de
materiales como el hierro y el concreto.
Paralelamente a la expansión urbana se establecieron nuevos
métodos de transporte. El recorrer a pie la ciudad fue gradualmente
desplazado, primero por el tranvía arrastrado por tracción animal,
posteriormente, por trenes urbanos movidos por electricidad y
finalmente por el automóvil. Con estas innovaciones en el transporte,
los recorridos en la ciudad como a las localidades aledañas alcanzaron
mayores distancias.
La especialización del uso del suelo en el centro de la ciudad se
consolidó, desplazando a los habitantes, y de manera más definitiva a
las actividades productivas. El comercio en gran escala se arraigó en
el centro y se construyeron edificios de varios pisos para albergar a
grandes almacenes que introducen nuevos sistemas de ventas: el
Puerto de Liverpool, el Puerto de Veracruz, el Centro Mercantil, el
Palacio de Hierro. Asimismo se fundaron agencias de negocios,
relacionadas estrechamente con la venta de productos extranjeros,
que sumadas al establecimiento de bancos y despachos, definieron al
centro como un área orientada claramente hacia los servicios de
intermediación.
Se construyeron jardines públicos para pasear y comer en sus
exclusivos restaurantes: los Tívolis del Eliseo y el Petit Versailles;
surgió el Jockey Club y se hicieron famosos los bailes de Palacio.
Nacieron nuevos paseos como el de Reforma, y abundaron los cafés
de moda: el Colón, la Concordia, el Globo. Chapultepec se convirtió en
uno de los paseos preferidos por los capitalinos, entonces rediseñado
a la manera del bosque de Bolonia y dotado de un lago artificial. La
afición por el teatro se conservó y acrecentó, comenzándose a
construir el actual Palacio de Bellas Artes de acuerdo con el diseño del
arquitecto italiano Adamo Boari.
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