La convivencia en el mundo global ha planteado para la región

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DISCURSO DEL SECRETARIO GENERAL
ANTE LA ASAMBLEA GENERAL DEL BID
Innovación Para el Desarrollo
En la actualidad existe un amplio consenso con relación a la importancia que para el
desarrollo económico tiene el progreso científico y su asociación con la innovación tecnológica
aplicada directamente al sector productivo.
Aunque es igualmente importante, es menos obvia la contribución del progreso
científico y de la actividad innovadora a la consolidación democrática y a la gobernabilidad de
nuestra región. En la actualidad, la innovación tecnológica está favoreciendo de manera
significativa a la modernización del aparato público, a la transparencia en la información del
gobierno y en el proceso de compras estatales, lo cual permite mejorar los procesos electorales
en sus diferentes fases, facilita la universalización de la identidad civil y favorece la
participación ciudadana.
Sin embargo, somos igualmente conscientes de nuestro importante atraso relativo en
esos ámbitos.
Sabemos que la convivencia en el mundo global plantea a la región latinoamericana y
del Caribe desafíos vinculados con su futuro económico que sólo van a encontrar solución si
somos capaces de producir nuestros propios conocimientos y de innovar por nosotros mismos
nuestros procesos productivos. Sin ir más lejos: ya es una realidad irredarguible que América
Latina y el Caribe no pueden competir en costos con China o con la India y que, por lo tanto,
imitar no es una opción. En lugar de ello, necesitamos innovar para generar una actividad
económica sostenible.
Actualmente, nuestra región contribuye sólo con un 2,9% al gasto global en
investigación y desarrollo. Se trata de una situación estacionaria pues nuestro aporte casi no ha
variado si lo comparamos con 1990, cuando aportábamos el 2,8% de ese gasto global. Se trata
de una realidad que contrasta dramáticamente con la de los países asiáticos, que han aumentado
su participación desde el 23 al 30,5% durante los últimos diez años. Esta contribución asiática a
la investigación y desarrollo en escala global ya supera la de la Comunidad Europea, que en
2004 aportaba alrededor del 27%.
Es ese esfuerzo el que se encuentra detrás de la realidad de economías verdaderamente
“emergentes”, como las de Taiwán, Singapur, Corea, India o China.
Las naciones industrializadas del mundo dedican hoy, en promedio, un 2,1% de su
producto interno bruto al financiamiento de la investigación y desarrollo; en contraste, la
inversión en investigación y desarrollo permanece estancada en alrededor del 0,4% del PIB en
América Latina. Es más, según un estudio reciente del BID, la inversión en investigación y
desarrollo de toda América Latina, en un año, equivale a la inversión durante el mismo periodo
de tiempo de un solo país asiático: Corea del Sur.
Y la inversión en investigación y desarrollo no sólo permanece estancada, sino también
desigualmente distribuida pues la fortaleza científico-tecnológica y de innovación en términos
humanos e institucionales es muy heterogénea entre nuestros países. En cifras de 2006, cerca del
90% de las publicaciones científicas producidas en la región corresponden a científicos
residentes en sólo cuatro países: Brasil, México, Argentina y Chile. Y esta comunidad de
científicos constituye, a su vez, un grupo bastante pequeño. En toda la región hay menos de 1
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científico por 1000 personas que integran la fuerza laboral, lo que se compara muy
desfavorablemente con los cerca de 10 científicos por cada 1000 personas en Europa, 9 en EE
UU y 8 en Japón y Corea.
Adicionalmente, debe considerarse que la investigación y desarrollo que se realiza en la
región tiene una vocación marcadamente académica pues la vinculación del esfuerzo científico
con los procesos productivos es aún escasa, como lo demuestra el bajo número de patentes
registradas por científicos y tecnólogos regionales.
Desde luego, se trata de un tema que preocupa a nuestros gobiernos y, estimulado
directamente por los Estados, está surgiendo en la actualidad un interés renovado por crear las
condiciones, tanto institucionales como de mercado, para que el conocimiento constituya un
aporte a la competitividad.
Ejemplos de este interés hay muchos, aunque posiblemente el área de la biotecnología,
muy vinculada a las principales actividades productivas de nuestra región, sea una de las más
destacadas. Del mismo modo, se pueden citar las energías alternativas (en las que Brasil está
alcanzando un verdadero liderazgo mundial), la telefonía móvil para acceder a servicios
públicos y la producción de software en idioma español. En la actualidad, diversas empresas que
cristalizan los intereses comunes del Estado y del mundo privado se basan en el uso intensivo de
nueva tecnología, lo que nos alienta a pensar que ese camino se está comenzando a recorrer en
forma auspiciosa.
El desafío que enfrentamos, sin embargo, sigue siendo complejo y aún estamos lejos de
acercarnos a su superación. Se trata de reforzar, a nivel regional, las capacidades de la gran
mayoría de los países que constituyen el Sistema Interamericano para enfrentar el desafío de
incorporar conocimiento a sus economías.
Creo que para avanzar en ese terreno se deben tener en consideración por lo menos tres
principios fundamentales. En primer lugar, que para que este esfuerzo tenga éxito es necesario
que los países dispongan de una base científica amplia, robusta y sustentable. Segundo, que los
Estados deben generar una institucionalidad permanente que oriente y regule la utilización de
los recursos en investigación y desarrollo. Y tercero, que el centro neurálgico del fenómeno de
transferencia de conocimiento es la empresa, lo que supone que el mundo empresarial debe
asumir riesgos y roles hasta ahora no ejercidos.
En esta área, la OEA impulsa el programa Young Entrepreneurs Talent and Innovation
Competition of the Americas, un sistema de apoyo a jóvenes emprendedores que busca
ayudarlos en la implementación de sus planes de negocios pero también proporcionando
entrenamiento y guía para desenvolverse en los mercados reales. Los recursos aportados por
este programa incluyen financiamiento directo, incubación de empresas y conexión con redes
que les permitan ampliar sus oportunidades. Durante el presente año, la atención de este
programa está focalizada en el medio ambiente, comercio, tecnología, agronegocios y turismo.
Otro esfuerzo de contribución de nuestra Organización se canaliza por intermedio del
Trust of the Americas. El Trust es un afiliado sin fines de lucro de nuestra Organización y está
en condiciones de diseñar y ejecutar programas de desarrollo que pueden responder con rapidez
a necesidades emergentes de los Estados Miembros. Uno de los proyectos más destacados
actualmente en operación por intermedio del Trust es el llamado “Partnership in Opportunities
for Employment through Technology in the Americas”, más conocido por su acrónimo en
inglés: POETA. Como lo escucharon ayer, se trata de un programa de carácter hemisférico,
implementado en colaboración con Microsoft, para operar centros tecnológicos y de
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entrenamiento para personas con discapacidades y otros grupos vulnerables. Estos centros
proveen igualmente asistencia en la búsqueda de empleo y capacitación para micro empresas.
Todavía, desde luego, podemos y debemos avanzar mucho más.
Para ello, es imprescindible intensificar la cooperación entre nuestros países. En
particular, me parece imprescindible que los países que se sitúan actualmente a la vanguardia en
el terreno científico-tecnológico y de innovación en la región, esto es México, Brasil, Argentina
y Chile, jueguen un papel de liderazgo en ese proceso.
No se debe descartar la posibilidad, incluso, de un programa regional de cooperación
conducido por estos cuatro países. Ellos tienen programas de post-grado en niveles de doctorado
y magíster en la mayoría de las disciplinas científicas, así como también disponen de grupos de
investigadores competitivos en muy variadas áreas del conocimiento. En todos ellos, además, se
desarrollan en la actualidad importantes esfuerzos por aplicar el conocimiento fundamental al
mundo productivo. De hecho, no es difícil identificar áreas de complementariedad en las
especialidades de estos cuatro países, atendiendo a sus actuales fortalezas científicas.
También es importante fortalecer al sector público y adoptar políticas públicas
adecuadas. Nuestras actividades en la OEA están encaminadas a tratar de ayudar a las
instituciones gubernamentales a alcanzar mayores niveles de eficiencia y transparencia a través
de la tecnología. Contamos con una red de líderes en gobierno electrónico en las Américas, los
cuales pueden tratar unos con otros, compartir experiencias y llevar a cabo actividades de
cooperación. Microsoft nos ha apoyado en esta iniciativa.
Para concluir, permítanme indicar que si queremos incorporarnos a la economía
globalizada sin perder el rumbo, debemos aprovechar las oportunidades que nos ofrece la
tecnología, la cual nos permite generar nuestros propios conocimientos y desarrollar todas las
capacidades que sean necesarias para transformar tales conocimientos en nuevas capacidades
productivas y, en última instancia, para lograr mayores niveles de desarrollo.
CEPCD01519S04
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