Padre Octavio Ortiz Luna Nació en Cacaopera, Morazán, el 22 de

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Padre Octavio Ortiz Luna
Nació en Cacaopera, Morazán, el 22 de marzo de 1946, como segundo (de los 10) hijo de Alejandro Ortiz y
Exaltación Luna de Ortiz. En febrero de 1962 ingresó al Seminario Mayor San José de la Montaña. A partir de
1972 inició una vivencia y aprendizaje pastoral en las comunidades eclesiales de base de Zacamil y en San
Francisco Mejicanos. El 9 de marzo de 1974 fue ordenado sacerdote por Monseñor Romero en la Iglesia de San
Francisco Mejicanos. Padre Octavio asumió la responsabilidad pastoral tanto en San Francisco Mejicanos,
como en San Antonio Abad. Además ha sido vicario, miembro del senado presbiteral y guía espiritual del
Seminario Menor. Acompañaba desde la fe a los miembros de las comunidades que participaron en las
organizaciones populares en protesta contra el sistema de explotación y opresión. Ha sido miembro del equipo
pastoral interparroquial con los sacerdotes y las religiosas en Zacamil. En todo su trabajo pastoral Octavio ha
dado mucha importancia y atención al acompañamiento de jóvenes. En enero 1979 – en pleno tiempo de
represión contra el movimiento popular - estaban en un encuentro de iniciación cristiana con jóvenes en la
casa de formación de las comunidades, El Despertar, San Antonio Abad. La noche del 20 de enero, el ejército
rompió el portón de entrada, entraron con tanquetas, asesinaron brutalmente a Octavio y a 4 Jóvenes (Angel
Morales, David Caballero, Jorge Gomez y Roberto Orellana). Todos fueron aterrorizados…. Padre Octavio ha
sido enterrado en la Iglesia de San Francisco Mejicanos, en medio de la gente pobre y sencilla con quien ha
caminado, iluminándose desde la fe.
Conocí al Padre Octavio desde enero hasta el inicio de septiembre de 1978. Hemos estado juntos en reuniones
de intercambio de trabajo pastoral, de planificación conjunto, de reflexión y oración, en algunas convivencias y
paseos. Recuerdo que en Zacamil se contaba que Octavio, aún siendo seminarista, se arriesgó a visitar las
familias en champitas en zonas marginales de la ciudad. No era hombre de muchas palabras, más bien
calladito. Se acercó mucho a los niños/as, se hizo amigo de las familias, y sobre todo, sabía escuchar,
expresando su sentir solidario con esas familias viviendo en miseria. Es en esas zonas marginales que Octavio
ha podido “forjar” su vocación sacerdotal.
Por las circunstancias de la vida y de la historia una foto
común y sencilla puede convertirse en un símbolo con
profundo significado.
Esta foto a la par es un ejemplo. Tomé la foto durante un
día de paseo con el equipo. Padre Octavio visualiza el
horizonte y con su brazo extendido quiere ayudarnos a
verlo también. Hermana Silvia, de pie, mira en la misma
dirección.
¿Quién sabía en ese momento que primero Octavio (1979) y
luego Silvia (1981) sellarían con la sangre de su vida ese
compromiso con el horizonte?
Hoy leemos esta foto desde el Horizonte, ahora con mayúscula, el Horizonte del Reino de Dios, que nos atrae, que nos
seduce, que nos motiva, que nos hace arriesgar todo… “para que los pobres tengan vida en abundancia”.
Recuerdo que en ese período hemos tenido un día de reflexión, facilitado por el Padre Octavio, sobre el tema
de “ fe y política”. Era un tiempo en que en nuestras comunidades se reflexionaba, se dialogaba, se buscaba
respuestas de fe frente a una situación política totalmente nueva: los espacios “democráticos” estaban
cerrándose cada vez más. La cruel represión era la única respuesta gubernamental (alimentada por la empresa
privada) a las protestas justas del pueblo. ¿Qué teníamos que hacer como cristianos y cristianas? Octavio nos
ayudó en la reflexión a partir de las experiencias de fe expresadas en los libros de Samuel (1 Sam 8) en el
Antiguo Testamento. Era al final de los tiempos de los Jueces. Había creyentes que – desde su fé –
consideraban que era necesario elegir a un rey. Las amenazas de pueblos vecinos eran graves. Creyeron que
un rey podría ir al frente en sus combates para defender al pueblo, escogido y liberado por Yavé. Otros sin
embargo – desde su fe – dijeron que solamente Yavé podría ser su Rey, que otro rey sería el inicio de la
explotación y opresión. Se rompería la fraternidad. La discusión debe haber sido difícil y dolorosa, porque los
dos grupos querían ser fiel a Yavé. Llegaron a la conclusión, en consenso, que sí se iba a elegir un rey, pero que
tendría que ser un rey totalmente diferente de los reyes de los otros pueblos: un administrador de justicia,
constructor de paz, promotor de fraternidad, atención especial con “huérfanos y viudas”, es decir, un rey a
“imagen de Yavé”. La fe nos exige una política radicalmente diferente. Las y los cristianos somos llamados a
ser “sal, luz, fermento” para transformar la política, la administración publica, la lucha popular, la defensa del
medio ambiente, …. OTRA POLÍTICA DEBE SER POSIBLE DESDE LA FE.
El 5 de agosto de 1978 estuvimos juntos con Monseñor
Romero, Padre Rogelio y Padre Octavio en la celebración de
un aniversario de la comunidad “El Paraíso”.
Con Octavio compartíamos experiencias de fe.
Los
aniversarios de la Comunidad de El Paraíso, son momentos
de profundo agradecimiento por la vida y por la fe
misionera que surgió desde ahí. Son a la vez renovación de
nuestro compromiso de servir “para que los pobres tengan
vida en abundancia”.
En enero 1979 yo estaba en Bélgica elaborando mi tesis en teología sobre los aportes de las comunidades
eclesiales de base para la conferencia episcopal de Puebla. Por radio escuché la noticia de la nueva masacre en
San Antonio Abad y el asesinato de Octavio y los 4 jóvenes. En la soledad de mi cuarto de estudio he llorado
profundamente, pero a la vez sentía la seguridad de mi opción consciente de regresar a El Salvador. El
martirio de Octavio ha sido para mi la Luz (con mayúscula) que me permitió tomar la decisión de volver a la
arquidiócesis de San Salvador, para seguir el camino con las comunidades (especialmente en San Ramón).
Un año después, el 20 de enero del 80, en el primer aniversario de su martirio, caminamos de San Antonio
Abad hacia San Francisco Mejicanos. Llegando a Zacamil, encabezamos la procesión. Yo llevaba una cruz. Al
llegar al semáforo el ejército estaba apuntando hacia nosotros. Temblando pensaba en Octavio y los 4 jóvenes
y seguimos caminando. No dispararon. Creo que Octavio y los jóvenes nos han dado la fuerza para seguir,
no solo en la procesión, sino en el compromiso concreto con el Reino de Dios, “para que los pobres tengan
vida en abundancia”.
Luis Van de Velde.
20 de enero de 2012.
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