Hijos del Divorcio. Introducción. El divorcio genera mucha tensión en la vida de cualquier ser humano que pase por esa situación y trae como consecuencia grandes cambios que conducen a desórdenes físicos y mentales. Según el doctor Robert Felner, este evento incrementa la posibilidad de que los niños padezcan desórdenes emocionales. Cuando un individuo atraviesa por problemas relevantes en su vida no se deben evitar ni negar, según Keplen. La crisis produce desequilibrio dentro del organismo cuando se esfuerza por lidiar con un problema y todos sus intentos son en vano, lo que hace que el individuo sea susceptible a influencias externas. La Transición y Adaptación. Durante la transición la persona pasa por múltiples estados de adaptación, retos y cambios dramáticos, y se requiere de varios años para llegar a la estabilidad y equilibrio. La preocupación de De Longis radica en los cambios que sufre el niño en su medio ambiente después del divorcio. Según Felne y Terre, el sexo del niño será determinante en sus patrones de ajuste. Para Kuder, la edad mental y social del niño y sus habilidades cognoscitivas jugarán un papel muy importante en la habilidad para afrontar el problema y su percepción del divorcio. Los hijos de parejas divorciadas muestran conductas inconsistentes, agresivas y disruptivas, según lo observado por Wallerstein. Estas conductas se observan más cuando ocurre un divorcio que cuando muere el padre. Las investigaciones efectuadas por el doctor Felner revelan que los hijos de divorciados tienen niveles más bajos de tolerancia a la frustración y dificultad para seguir órdenes, que aquellos niños que están ante la muerte de uno de sus padres. Otros estudios han demostrado que la disolución familiar o la ausencia del padre no es lo que propiamente actúa como factor detonante sino las condiciones que acompañan el cambio de la organización familiar. Hetherington señala que dos años después del divorcio, los hijos de parejas divorciadas presentan conflictos y problemas de ajuste. El nivel de calor materno y permisividad indican mejores resultados en éstos niños, según el doctor Hodges. Tipos de Ajuste. Asociado al ajuste positivo se encuentran la cantidad de tiempo y contacto que el niño posea con el padre no custodio. Si alguno de los padres tiene alguna patología o conflicto serio, el contacto puede resultarle contraproducente al niño. Según la forma en que sea tomado el divorcio por parte de los padres, dependerá el grado de ajuste y la eficiencia en que puedan tratarse psicológicamente los hijos. En los casos en que el padre abandona el hogar e inicia los trámites de divorcio, los hijos muestran mejores relaciones interpersonales que en los casos donde la madre es la que rompe la unión. Según el doctor Hetherington las relaciones positivas entre madres e hijos está relacionada con la confianza y autoestima; si se produce lo contrario dará como resultado ansiedad, depresión, conducta nociva y agresividad. El Aspecto Económico y La Inseguridad Familiar. Existe una estrecha relación entre el divorcio y el desmejoramiento del nivel de vida, sobre todo en las familias encabezadas por las madres. Los niños se ven afectados negativamente debido a las dificultades financieras que se producen en éstos hogares. El disminuir los recursos materiales la relación entre madre e hijo desmejora considerablemente. Al alterarse las rutinas diarias y la ubicación del domicilio familiar empeora la vida familiar y se añade estrés al padre que tiene la custodia. Problemas de trabajo y demandas de divorcio que experimenta el padre custodio, suelen relejarse en la dificultad de manejar tareas rutinarias, al igual que el planificar eventos de la vida familiar. La Calidad de la Relación Familiar. Los hijos de parejas divorciadas son menos estimulados educativamente, tienen menos atención de sus padres, baja ejecutoria académica y motivacional, mayores problemas económicos, según lo observado por el doctor Felner. La calidad del tiempo que los niños pasen con sus padres determinará la manera en que se enfrenten los problemas económicos y residenciales que ocurren después del divorcio. Incidencia. Las estadísticas de Paul Glick revelan que el 40% de los hijos nacidos en los años ochenta experimentó el divorcio de sus padres antes de los dieciocho años, y el 25% de éstos fue miembro de una nueva familia antes de cumplir veintiún años. Un gran número de divorciados vuelven a casarse aproximadamente a los tres años de haber ocurrido este hecho. Otras estadísticas presentadas por Furstenberg y Spanier indican que el 55% de los padres que se vuelven a casar se divorcian luego de diez años de compromiso. Una buena relación con los abuelos maternos afecta positivamente a los niños de éstas familias. Cherllin y MacCarthy encontraron que en cuatro de cada diez matrimonios, por lo menos uno de los cónyuges había estado casado. La novena parte de los niños norteamericanos viven con parejas que han tenido matrimonios previos y se han vuelto a casar. Cuando una persona vuelve a casarse pasa por un período de transición. Estudios señalan que entre la etapa de separación y el divorcio, los afectados pasan por una etapa crítica de desequilibrio donde intentan adaptarse a los cambios múltiples que ocurren en sus vidas. Estas personas al comienzo encontraran desorganización familiar, incluso hasta crisis, en el tiempo en que las familias clarifican los papeles que se establecerán en las nuevas relaciones y la reorganización del sistema. Oportunidades para el cambio las brindan los períodos de transición marital y reorganización familiar. En los matrimonios predecesores los conflictos se presentan generalmente por el rechazo de los hijos propios o los del cónyuge. Pese a todo esto algunas personas sus nuevos compromisos las ayudan a criar y tratar mejor a sus hijos. Cuando la madre tenga una nueva pareja estable, se sentirá menos deprimida y proyectará más confianza lo que incidirá directamente sobre al estabilidad y la integración familiar. Las Visitas y la Manipulación de los Hijos. La frecuencia del contacto con los hijos mejorará la relación con el padre no custodio. Cuando el padre está deprimido o siente que es el culpable de la ruptura posiblemente las visitas resultarán incómodas y él tratará de evitarlas. Si existe un contacto frecuente habrá un mayor ingreso económico y una mejor educación, acompañado esto de una mejor relación con el cónyuge anterior. Una encuesta reciente realizada por Furstenberg y Spanier revela que dos tercios de los padres que no viven con sus hijos, los visitan varias veces al mes si ambos cónyuges no se han vuelto ha casar. Si ambos padres vuelven a casarse, sólo un tercio continuará visitando a sus hijos con la misma frecuencia. Trastornos Conductuales y Problemas Disciplinarios. La custodia de los niños suele otorgársele al padre si la madre siente que no puede manejar a sus hijos debido a algún tipo de problema emocional, de trabajo o porque el padre ofrezca una mayor estabilidad al niño. Se ha comprobado que el niño que vive con uno de los padres mantiene fuertes lazos emocionales con el padre ausente y tiene sentimientos de pesar y enojo debidos a la pérdida de uno de los padres que se reactivan al volverse a casar el padre con quien vive. La habilidad del niño para superar estos sentimientos y de los adultos involucrados de comprenderlos y asistirlos en este proceso, tendrá mucho que ver con el éxito de la adaptación del niño. Estudios realizados por Hetherington nos muestran que en un hogar de una madre sola, la relación con su hijo se tornará autoritaria, lo que es contraproducente para la condición del niño. La madre se volverá muy estricta lo que ocasionará el decaimiento del calor materno y creará sentimientos de frustración en su hijo. En ocasiones, cuando los padres quedan solos otorgan mayores responsabilidades sobre sus hijos y los utilizan como compañeros y consejeros, está relación resulta muy intensa para los niños que no deberían desempeñar éstos roles. Esta situación lleva a los niños a la inseguridad y sufrimiento, al tener que dejar de vivir la edad de las ilusiones y juegos, para enfrentarse con el mundo de los adultos prematuramente. Los niños ven a la nueva pareja de su padre como una enemiga o rival y sufren por haber perdido los privilegios de los que antes gozaban. El niño puede mostrarse enfadado, busca atraer la atención, está deprimido, manipula por medio de conductas disruptivas y se aísla. Relaciones con el Padrastro. El padrastro debe desarrollar una relación calurosa y apropiada con el niño y debe establecer el papel de autoridad paternal disciplinaria. El padre no custodio influye en la criatura debido a su continua relación familiar y al papel que juega en la participación de las decisiones de carácter económico. La comparación con el padre ausente es algo a lo que siempre estará sometido el padrastro. Frecuentemente los niños menores idealizan al padre ausente lo que transfiere sentimientos negativos hacia el padrastro. También muestran una negación a desarrollar lazos afectivos con el padrastro por miedo a parecer desleal a su padre ausente. Esta última situación es más común en los pre-adolescentes y adolescentes. Algunos padrastros manifiestan su deseo inmediato de querer al niño como si fuera propio a pesar de luchar contra ciertos sentimientos antagonistas. Además, el padrastro se sentirá culpable de sentir estos sentimientos contradictorios y tratará de compensarlo. Los adolescentes que viven en familias por afinidad tienen alto riesgo de desarrollar tendencias destructivas en relación con sus padres así como otro tipo de problemas de conducta. A los padrastros les resulta más fácil el ser más afectuosos verbalmente con sus hijastros y concederle privilegios especiales, en vez de manifestar su afecto físicamente. El padrastro se enfrenta al problema de tratar de imponer disciplina, sobre todo si su punto de vista a cerca de los castigos y demás es diferente al que acostumbran los miembros de esa familia. Algunas encuestas muestran que cuando se les pregunta a los padrastros por su familia no mencionan a sus hijastros sino únicamente a sus hijos biológicos. Relaciones con las Madrastras. Siempre se ha mostrado a la madrastra como un ser perverso, sobre todo si recordamos algunos cuentos infantiles, pero, tal parece que esta manera de ver las cosas tiene algo de base. Quizá, debido a las difíciles tareas que les toca desempeñar y a todas las expectativas que se tejen en torno a ella, hay más factores que señalan que a la madrastra se le hace más difícil la aceptación e integración a una nueva familia, que al padrastro. En general, las madrastras reportan tener una relación de menor calidad con sus hijastros que los padrastros. También, menos madrastras señalan tener sentimientos maternales hacia sus hijastros que los padrastros. El cincuenta por ciento de los jóvenes muestran poco afecto hacia sus madrastras y manifiestan sus deseos de vivir en una familia diferente. Algunas investigaciones demuestran que la edad del niño es determinante en el tipo de relación y el acercamiento o rechazo que mostrará hacia su madrastra. Mientras menor sea más fácil les será desarrollar afecto por esta nueva persona que formará parte de su vida. Muchos padrastros y madrastras manifiestan tener una mejor relación con sus hijastros que con sus hijastras. Las jóvenes rechazan más a su madrastra y suelen acusarla de la ruptura de sus padres. Mientras más joven sea la madrastra más difícil le resultará lidiar con el rechazo de la adolescente. Todos los estudios revelen que es más difícil para las niñas aceptar la nueva pareja de su madre y de su padre. Investigaciones muestran que las niñas que viven con sus padrastros tendrán más dificultades escolares y trastornos del aprendizaje, que aquellas que crecen en otro tipo de familias, incluyendo las familias con madrastras. Lo contrario ocurre en los varones. Las adolescentes que viven con familias afines presentan altos índices de problemas psicológicos serios, abuso de sustancias como alcohol y drogas, trastornos en la conducta sexual y son referidas con mayor frecuencia a la consejería psicológica. A los niños más pequeños se les hace más fácil el aceptar a un padre autoritario que a los preadolescentes o a los adolescentes. La disciplina consistente acompañada de cariño es la más adecuada para los niños menores de ocho años. Las Relaciones entre los Hermanos. Investigaciones demuestran que en las familias con un solo padre, generalmente son encabezadas por mujeres y se tiene por costumbre que los hijos mayores asuman la responsabilidad del cuidado y supervisión de los menores. En aquellas familias donde falta el padre, el papel del hijo mayor tiene una gran influencia en el ajuste social de sus hermanos menores. Los hermanastros están menos involucrados y están menos interesados o preocupados por sus hermanos afines. Además, existen relaciones menos positivas entre los hermanastros que conviven en la misma casa. El nacimiento de un nuevo hijo trae mayor estabilidad al matrimonio, ya que los hermanos de padre o de madre se acercan más a él. Las niñas que viven con su padrastro presentan una menor autoestima, responsabilidad social y ego que aquellas que crecen al lado de su padre natural. Para las adolescentes un hecho estresante es que su madre o su padre se vuelvan a casar. Los hijos producto de padres divorciados que se vuelven a casar presentan mayores problemas de conducta hasta el punto de ser expulsados de sus colegios, traer amonestaciones, abandonarlos estudios e incluso presentan tendencias delictivas. Generalmente las niñas mayores de doce años son más susceptibles a desarrollar conducta agresiva hacia el nuevo padre, acompañada de otros trastornos del comportamiento, aunque los niños también pueden desarrollar este tipo de conductas. Las niñas se deprimen frecuentemente y tiene mayores problemas afectivos. Los efectos negativos del divorcio son más observables en los niños que en las niñas. Es de suma importancia que antes de que una pareja tome la delicada decisión de divorciarse analicen todas las consecuencias que este evento acarrea, sobre todo en los hijos producto de este matrimonio, que serán los más afectados sobre todo emocionalmente, creándoles un ambiente completamente inestable.