APUROS FINANCIEROS Y SUS REMEDIOS JURÍDICOS EN LA ÉPOCA MODERNA ESPAÑOLA 1. INTRODUCCIÓN Aunque la decadencia española es general a lo largo del siglo XVII, es, sobre todo, durante los reinados de Felipe IV y Carlos II cuando ésta se acentúa de modo especial, destruyéndose todo aquello que habían construido reyes como Felipe II y Carlos V. Esta degeneración de lugar a que España pase de ser la primera potencia de Europa, a ser una potencia secundaria. No obstante, la decadencia española es inseparable de la crisis general europea. Este breve estudio lo centraremos en el reinado de Felipe IV, pues en los cuarenta y cuatro años de su duración, tienen lugar las mayores transformaciones económicas del siglo XVII. Para su mejor entendimiento, nos ha parecido oportuno realizar un encuadre histórico, como cuestión previa al análisis concreto de los aspectos económicos. La decadencia económica comienza a manifestarse en España un cuarto de siglo antes que en los restantes países occidentales (1605−1610). La depresión se dio con especial intensidad en Castilla, que experimentó una acusada despoblación, y su moneda estuvo sometida a ininterrumpidas alteraciones. Con este problema se repiten las bancarrotas estatales, y sobre todo las alteraciones monetarias. Durante la segunda mitad del siglo XVII, se da, en la economía española, y sobre todo en la castellana, la fase más aguda de la depresión, con una coyuntura enmascarada por nuevas oleadas inflacionistas y deflacionistas. El gran periodo de inflación 1664−1680 arruina lo poco que quedaba en pie en la economía española y castellana. 2. CONTEXTO HISTÓRICO: LA ESPAÑA DE LOS ÚLTIMOS AUSTRIAS En el transcurro del siglo XVII, la monarquía española de los Austrias comenzó una decadencia, que se hizo especialmente evidente en la segunda mitad de la centuria, cuando el gran imperio, legado por Felipe II, comenzó a desmembrarse y España perdió la hegemonía en Europa. La Paz de los Pirineos (1659) supuso la confirmación de la decadencia española y la afirmación de la hegemonía francesa. En España es muy clara la disociación entre los fenómenos materiales y los culturales. Cada uno de estos fenómenos tiene su propio ritmo. Así, los fenómenos materiales indican una crisis temprana, mientras que los culturales indican una época de esplendor en las letras y en las artes (fines s. XVI y primer tercio del s. XVII). En España es clarísima la incidencia de los hechos políticos en los económicos y sociales, relación que se hace aún más patente en el s. XVII. A los factores políticos hay que sumar los naturales, ante todo las grandes epidemias, que fueron generales en toda Europa, y las malas cosechas, de tal forma que España terminó el siglo con una población menor de la que tenía a comienzos del reinado de Felipe III; esta pérdida fue gravísima para el país en todos los órdenes. La repercusión de las determinaciones políticas fue muy directa en muchos aspectos económicos y sociales. El lazo entre unos y otros fue la despiadada fiscalidad de los últimos Austrias: Felipe II sometió la economía castellana a una gran presión, que luego Felipe III no quiso agravar. Por el contrario, Felipe IV sobrepasó todos los límites. FELIPE III (1598 − 1621) El heredero de Felipe II, muy alejado de la política belicista de su padre, llevó a cabo una 1 política pacifista con las restantes potencias europeas: firma la Paz de Vervins con Francia (1598), tratado de paz con Jacobo I de Inglaterra (1604), Tregua de los Doce Años con los Países Bajos (1609−1612), y puesta en práctica de una política de alianzas matrimoniales, destinadas a mantener la paz con Francia. Sólo en los últimos años de su reinado tomó parte en la Guerra de los Treinta Años (1618−1648), en apoyo del emperador de Austria. Poco interesado en los asuntos de gobierno, Felipe III instauró la práctica de los validos, personas de confianza en las que los monarcas delegaban prácticamente todos los asuntos políticos. Su valido, el duque de Lerma, permitió la corrupción de la Administración en su beneficio personal. Decisión del duque de Lerma fue la expulsión de los moriscos, decretada en 1609 para el reino de Valencia, y entre 1610 y 1614 para el resto de los reinos peninsulares. Medida que causó graves daños económicos, sobre todo en el reino de Valencia, que perdió un tercio de su población activa. El año 1621 murió Felipe III, cuando su hijo y sucesor sólo contaba 16 años. FELIPE IV (1621−1665) El reinado de Felipe IV supone probablemente uno de los más decisivos en la historia de España: graves crisis internas, que se manifestaron en los movimientos separatistas de Cataluña y Portugal, y diversos frentes de guerra en Europa (Guerra de los Treinta Años, guerras con Francia y con los Países Bajos), con resultados negativos para la corona española, marcan el momento de decadencia más profunda. Desde comienzos del reinado de Felipe IV hasta enero de 1643 fue valido don Gaspar de Guzman, Conde Duque de Olivares. La política de Olivares más firme y fiel a los intereses de la monarquía que la del Duque de Lerma, se encaminó a recuperar la perdida hegemónica con una política agresiva. El Conde Duque de Olivares hizo un programa de reformas: • En el campo administrativo: formación de las Juntas • En el plan económico: proteccionismo a la débil economía española • Unificación jurídica de los reinos peninsulares • Unión de Armas: distribuye los costos del ejército. El proyecto fue rechazado por la Corona de Aragón y conduce a la revuelta de 1640. Política exterior • Guerras con los Países Bajos. En 1621 se reanudaron las hostilidades con los Países Bajos, tras la tregua de los Doce Años. Se trataba de una guerra destinada a frenar el expansionismo marítimo y colonial de Holanda. La lucha comenzó siendo favorable a España: Spínola conquistó Breda en 1625, con la ayuda de la flota flamenca, al mismo tiempo que se obtenían algunas victorias en las costas del Brasil, ocupadas por los holandeses. Pero la situación cambió en seguida, por la intervención cada vez más abierta de Francia y Richelieu en el conflicto; en 1630, España perdió el ducado de Mantua y la Valentina, rompiéndose así las comunicaciones entre las posesiones españolas del norte de Italia y el Imperio. En 1635, los franceses declararon oficialmente la guerra a España, con lo que se iniciaba la última fase de la Guerra de los Treinta Años. • La Guerra de los Treinta Años. Con la intervención de Francia la Guerra de los Treinta Años se convierte en conflicto europeo. Sus dos grandes protagonistas, el cardenal Richelieu y el Conde Duque de Olivares, enfrentaban dos modelos diferentes de entender Europa: Richelieu defendía una Europa integrada por naciones independientes, en mutuo equilibrio, mientras que Olivares y la monarquía defendían la idea de una Europa sometida al Imperio y al Papado. Los resultados de la guerra dieron la razón a Francia y España tuvo que firmar la Paz de Westfalia por la que reconocía la independencia de las provincias unidas. 2 Francia siguió hostigando a los Países Bajos españoles y ocupó Cataluña. España contó con el apoyo de Holanda para luchar contra el expansionismo francés. Pero con la intervención de Cromwell la guerra se decidió a favor de Francia: las escuadras inglesas tomaron Jamaica (1655) y atacaron a las flotas españolas de América originando graves pérdidas económicas. En la isla de los Faisanes (río Bidasoa) se firmó la Paz de los Pirineos (1659) por la cual Felipe IV entregaba a Francia Rosellón, Cerdaña y varias plazas en los Países Bajos, al mismo tiempo que concertaba el matrimonio de su hija, la infanta María Teresa, con el futuro Luis XIV. Política interior El centralismo que Olivares impuso a su política, unido al creciente descontento ante el aumento de las presiones fiscales, originó graves crisis internas. • El levantamiento de Cataluña: Se produce por la presencia de tropas españolas e italianas, con motivo de la guerra contra Francia, en el territorio catalán. Se inicia en el día de la fiesta de Corpus de 1640, por esto se denomina la guerra del día del corpus de sangre. Se levantan los segadores catalanes, reclamando el reinado del rey y no de los validos. Las tropas no pueden hacer nada, y muere el virrey Dalmau de Queralt, levantándose todo el principado en armas. Richelieu aprovecha la situación y apoya a los catalanes, consiguiendo que éstos, nombren Conde de Barcelona a Luis XIII de Francia. Esta revuelta popular se convierte en una guerra, que ha de dirigir el rey en persona, debido a la incompetencia del nuevo virrey. La sublevación termina cuando Juan de Austria bloquea el puerto de Barcelona con barcos y conquista la ciudad en 1652. • La independencia de Portugal: El 1 de Diciembre de 1640 se produjo una sublevación en Lisboa, que nombró rey al duque de Braganza con el nombre de Juan IV. Los portugueses aprovecharon la sublevación catalana, que mantenía ocupadas a las tropas españolas, para consolidar su sublevación. Los portugueses recibieron el apoyo de Inglaterra y de Francia y consiguieron la independencia. Habían terminado los casi sesenta años de unión de las dos coronas. • Revueltas en Andalucía y Aragón. El descontento por la política del conde duque se puso de manifiesto en otras regiones españolas. En 1641, el duque de Medina Sidonia y el marqués de Ayamonte dirigieron la sublevación de Andalucía. La sublevación fue derrotada. Años más tarde se produjeron nuevas revueltas, éstas de carácter popular, en protesta port la subida de impuestos, las levas frecuentes, la subida de precios y la especulación; los conflictos se multiplicaron, con participación de los campesinos y los grupos más pobres de las ciudades; y aunque no se trató de una rebelión contra los nobles, éstos participaron con el gobierno en la represión, probablemente por miedo a perder sus bienes y privilegios. En 1648 se produjo una sublevación frustrada en Aragón, dirigida por el duque de Hijar, quien aspiraba a un Aragón independiente. En enero de 1643 el conde duque de Olivares tuvo que ser retirado de sus cargos por orden del rey, ante el fracaso de su política y el descontento creado a su alrededor. El valido murió en Toro en 1645. Felipe IV murió veinte años más tarde, en 1665, dejando como regente a su segunda esposa , Mariana de Austria, madre de Carlos II. CARLOS II (1675−1700) El reinado de Carlos II el Hechizado supuso la última fase de la decadencia española. La propia debilidad del poder central hizo que se practicara una política más foralista, más respetuosa hacia la diversidad política de 3 los diferentes Estados de la Corona. La muerte del rey sin herederos abrió la Guerra de Sucesión a la Corona y significó el fin de la dinastía de los Austrias y la entrada en España de los Borbones, en la persona de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia y de su esposa María Teresa, hermana de Carlos II. 3. ALTERACIONES MONETARIAS EN EL SIGLO XVII El Estado de los Austrias, queriendo encontrar nuevas fuentes de ingresos, echó mano de muchos recursos irregulares, de los cuales dos de ellos tuvieron repercusiones muy hondas en la vida social y económica: • Las ventas de cargos: que tuvieron un resultado lógico. Se creó una burocracia inútil, nociva, incompetente, que aumentó la gran masa de terciarios ociosos y que gravitaba sobre aquella economía. • Las alteraciones monetarias: la única forma de inflación monetaria que conoció aquella centuria. En primer lugar, la inflación monetaria es una situación económica caracterizada por un exceso de dinero circulante, produciendo un alza en la demanda que la oferta no puede satisfacer, originando un aumento general de precios y salarios sucesivamente. Durante todo el siglo XVII, se trata de parar la inflación, que cada vez aumentaba más, reduciendo el dinero circulante. Para ello se van a llevar a cabo una serie de reformas monetarias, cuyos efectos nunca fueron los esperados. La situación empeoraba a pasos agigantados, y el rey, para mantener la calma entre sus súbditos, va a realizar una serie de promesas que jamás se vieron cumplidas. Esto supuso que la clase gobernante perdiera la credibilidad ante el pueblo. La inflación monetaria es una situación económica, pero también puede ser un recurso utilizado con el que se llega a esa situación económica. Así, es el recurso que más se utilizó para la financiación de las costosísimas guerras, porque podía facilitar al Estado, en apuros, unas cantidades ilimitadas de dinero en el acto y sin gastos de recaudación. Esta facilidad en su ejecución hizo que se abusara de él, a pesar de las fatales consecuencias que traía consigo, consecuencias que se hicieron sentir durante todo el siglo XVII. Los Reyes Católicos realizaron una obra de saneamiento monetario, de la que nace el vellón, moneda fraccionaria de cobre ligada con plata. Ningún rey posterior se atreve a alterar sustancialmente las unidades monetarias de plata y oro, ya que de haber sido así, las consecuencias hubieran sido aún peores, en consecuencia, se va a manipular con el vellón. Cada vez se reducirá más la cantidad de plata contenida en el vellón, hasta desaparecer totalmente y convertirse en una moneda de cobre. La política económica de los últimos Austrias en España, va a girar en torno a problemas muy similares y las soluciones se van a tratar de encontrar por caminos también muy parecidos. Carlos V y Felipe II no envilecieron la acuñación, a pesar de la bancarrota crónica de la Hacienda. A finales del reinado de Felipe II, la decadencia de la agricultura, la industria y el comercio hicieron menguar gravemente los ingresos públicos, lo que le llevó a multiplicar las cargas financieras. Cuando Felipe III subió al trono, se encontró con todo este panorama al que debía buscar remedios. Comenzó, así, labrando moneda de vellón (1599) y duplicando el precio de la que ya existía (1603). Medidas que no produjeron una gran perturbación porque había escasez de moneda fraccionaria, pero que tendieron a eliminar el oro y la plata de la circulación. Cuando Felipe IV sube al trono, se encuentra, en Castilla, con una situación económica muy desfavorable y llena de deudas. Seguramente, gracias a los malos consejos de la gente de su alrededor, que estaba más 4 interesada en su riqueza personal que en otra cosa, se va a acudir a la inflación monetaria como solución más rápida y fácil para poder pagarlas. En consecuencia, comienzan las acuñaciones y resellamientos que producían un desequilibrio cada vez mayor entre los valores nominales y los reales del vellón y la plata, que se manifestaba en el incremento del premio y en el alza de los precios. El cobre escaseaba y había que importarlo, lo que produjo su escasez y su encarecimiento. Estas medidas desencadenan, a su vez, toda una serie de fenómenos: sube el premio sobre la plata, lo que provoca graves daños en la Real Hacienda, los precios de las mercaderías se disparan, aumenta el contrabando de la moneda, desaparece la moneda de plata de la circulación, etc., etc. El bimetalismo es un sistema monetario, que, ya de por sí, acarrea multitud de problemas, pues tiene, en teoría, que haber una relación fija, impuesta por ley, entre los valores del oro y de la plata, pero las fluctuaciones de los precios de los metales impedían mantener una relación fija y se cumplía la Ley de Gresham: la moneda mala expulsa a la buena. En Castilla, los males del bimetalismo estaban muy agravados porque la moneda de plata tenía un valor intrínseco superior al legal, y la moneda de vellón un valor intrínseco muy inferior al legal. Esto originaba un creciente contrabando para extraer la moneda de plata e introducir la de vellón, con lo que la moneda de plata iba siendo desplazada por la de vellón (Ley de Gresham). En las transacciones económicas se prefería pagar con la moneda de vellón y quedarse con la de plata, pero el vendedor quería lo contrario: que se le pagara con la moneda de plata. Como esto era casi imposible, se subía el premio, a pesar de las prohibiciones legales. El contrabando de la moneda era una realidad de la que las Cortes eran conscientes. Contrabando que hacía un gran daño a la Hacienda Pública y al que las Cortes trataron de buscar soluciones; como ejemplo de estos intentos, tenemos la pragmática de 1624 por la que se prohibía introducir moneda de vellón en el reino. Parecía no haber remedio al daño creciente a la Hacienda Real. El desorden monetario ya estaba implantado durante todo el reinado. Era necesaria una reforma monetaria, pues la situación era alarmante: el premio sobre la plata llegó al 50 por 100 en 1626, malas cosechas, escasez de productos por las restricciones a la importación de la mercadería extranjera, etc. Todo esto llevó, lógicamente, al alza del coste de la vida. El Consejo veía la solución en una tasa general de salarios y precios, pero el Rey no opinó lo mismo, pensó que lo mejor sería reducir la cantidad de vellón circulante siendo, además, ésta la única vía para bajar el premio sobre la plata. Dos años más tarde, en 1628, el premio no era ya de un 50 por 100, sino de un 60 por 100, y el comercio estaba paralizado. Posiblemente repercutió, en gran medida, la captura, por los holandeses, de la flota de Nueva España, con un rico tesoro y todos los gastos bélicos a los que había que hacer frente. Dado el imparable crecimiento que estaba experimentando el premio, se optó por una nueva medida para bajarlo, que sería la medida deflacionaria más drástica: la reducción del valor nominal de vellón a la mitad.No se consiguió eliminar el premio, pero sí reducirlo considerablemente, lo que produjo un alivio momentáneo a la Hacienda. Se sucedieron las siguientes pragmáticas de 1629 y 1636 (se triplica el valor de la calderilla). Estas medidas produjeron la subida de los trueques de forma cada vez más rápida, lo que obligó a tomar la medida de 1638 (consumir el vellón grueso de puro cobre), para contrarrestar la de 1636. En 1640 estallaron las revoluciones en Cataluña y Portugal, cuando la inflación y el desorden monetario estaban ya en un punto máximo. Se autorizó una nueva subida del vellón (1640), como única vía para hacerles frente. En 1641 hubo otros dos resellamientos, en los que se entregó un 10 por 100 del vellón circulante, lo que se consideraba todo un éxito; la fortísima inflación de 1641 fue la principal responsable de la impresionante 5 depreciación del vellón en 1641−1642. De nuevo subieron los premios sobre la plata y los precios expresados en vellón; estas medidas supusieron grandes pérdidas e imponían la baja, así la brutal deflación del 15 de septiembre de 1642. Después de 1642, el premio de la plata aumentó y posiblemente fue por la fuerte reducción de las importaciones de caudales americanos. Para tratar de imponer la baja del premio, se recurre a un nuevo resellamiento, el de 1643, que exigiría la baja en 1647. Estas continuas oscilaciones fueron producto del cuidado que tuvo Felipe IV de hacer seguir a cada orden de alza, otra de baja, en parte por razones de interés general, en parte para poder repetir la operación en beneficio del Fisco. La situación económica se iba haciendo cada vez más angustiosa, y no se experimentaba ninguna mejora, llegando a un punto en el que cualquier medida, que se tomase, resultaba mala. A pesar de los planes que siempre se hicieron para la reorganización de la Hacienda, simplificación de los innumerables tributos (sustituir los millones, impuestos sobre las ventas, por un solo impuesto sobre la sal), racionalización de la recaudación y economía en los gastos. Lo cierto es que no se llegaron a hacer nunca las reformas necesarias, quizás por falta de una voluntad firme, de decisión o de calma; el caso es que la Hacienda cada vez estaba más arruinada y atrasada. En el año 1650, los premios sobre la plata sufrieron una gran elevación. En 1651 se realiza otro resellamiento, medida aparejada con la ya inevitable deflación que tendría lugar un año más tarde. Felipe IV anunció la extinción del vellón grueso, pero este plan no se pudo llevar a cabo y ordenó que se entregase la calderilla. Esperaba el monarca que ésta fuera una medida de total saneamiento monetario, e impuso graves penas dirigidas a acabar con los premios sobre la plata y a igualar el vellón y la plata, pero evidentemente este proyecto se vio frustrado porque, en primer lugar, los que poseían calderilla no iban a entregarla, pues tenía un mayor valor que el vellón por su mezcla de plata, y, en segundo lugar, porque mediante prohibiciones, por muy severas que las penas fueran, no se podían solventar los problemas monetarios, dada la grave situación. Inevitablemente la guerra exigía dinero, y el problema era que ya no se sabía de dónde se iba a sacar. Todos los medios estaban agotados. Felipe IV pretendía la reconquista de Portugal, lo que significaba necesitar más dinero. Así se sucedieron las pragmáticas de 1654, 1659, 1660, 1664, etc. Todas ellas con las mismas intenciones: conseguir dinero, pero la moneda de vellón estaba cada vez más depreciada y resellada, y conseguir la estabilidad monetaria en Castilla era algo ya imposible. La alteración de la moneda la terminó la drástica deflación de 1680, una de las fechas claves de nuestra historia económica. En el reinado de Carlos II, hubo una tímida política de reactivación económica, basándose en potenciar la industria. Así, se inicia el cambio de mentalidad y una nueva actitud de los comerciantes catalanes. En esto se basó la recuperación económica, que va a ser realidad en el siglo XVIII. 4. COMENTARIO PERSONAL El siglo XVII fue un siglo de crisis. Grandes epidemias, malas cosechas, crisis económica, etc. En este sentido, no se podría decir que primero aparece un problema, y cuando termina éste surge otro, y así sucesivamente. La inmensa mayoría de los problemas y de las causas que originan la crisis y decadencia de la época que estudiamos, aparecen y se desarrollan simultáneamente o con muy cortos distanciamientos temporales, es decir, que están tan concatenados, que resulta difícil establecer algún tipo de jerarquización cronológica. El problema monetario del siglo XVII está originado por muchas causas. No me atrevería a jerarquizarlas en orden a su importancia, pues creo que todas ellas tienen gran trascendencia. No obstante, pienso que la ineficacia de las políticas puestas en práctica por los gobernantes contribuyó a la creación de los diferentes 6 problemas monetarios tanto o más que las restantes causas. No hubo un Estado fuerte y quizás ese fue el gran problema del siglo XVII. Las luchas incesantes contra media Europa a las que tenía que hacer frente la Hacienda Pública de Castilla, exigieron transformaciones improvisadas, soluciones de urgencia, parcheos económicos y monetarios, cuyas consecuencias fueron muy negativas. Así, según Dominguez Ortiz, lo que arruinó a Castilla fue el esfuerzo militar que requirió la defensa del Imperio. Las inflaciones del s. XVII fueron unas inflaciones muy distintas de las que hoy conocemos; se limitaban al vellón, quedando siempre intacto el valor y el prestigio mundial de la moneda de plata castellana. Evidentemente, al acentuarse la inflación del vellón, la plata casi desapareció de la circulación. Para la mayor parte de la transacciones internas, el valor de la plata era sólo un punto de referencia. Apareció un premio de la plata, que las leyes tuvieron que reconocer y se esforzaron en reducir, aunque siempre desbordadas por el mercado libre. En ciertos momentos, casi triplicó al valor de la moneda de cobre, y al final del siglo se estabilizó en el doble: un real de plata igual a dos reales de vellón. El presupuesto del Estado, que en teoría tendría que servir a los intereses generales, como ocurre hoy, servía en sus cuatro quintas partes para cubrir los intereses de la Deuda y las necesidades de la Corte y de la política internacional. El problema que yo observo es que los ingresos que tenía la Hacienda castellana no se utilizaron debidamente, porque, aunque fueran pocos, deberían de haber estado dirigidos a gastos reproductivos, en vez de destinarse a pagar los gastos de recaudación, que eran muy elevados, o a mantener burocracias ampulosas e inútiules. Dado el estado de guerras casi permanentes, lo que más preocupaba al Estado era el prestigio que pudiera tener en Europa y en el resto del mundo, cuando lo lógico y realmente efectivo hubiera sido estar más preocupado por atender a la educación, a la sanidad, a las obras públicas, etc. Además, esto hubiera sido mucho más productivo y beneficioso. Una política económica basada en sacar dinero del dinero, mediante la reducción de sus aleaciones, y no basarla en su inversión en producir bienes de consumo y desarrollo industrial y tecnológico, fue el error fundamental, aparte de torpe, de las políticas económicas y monetarias de los Austrias. La situación que se vivía por el pueblo era dramática, las pestes, el hambre, la miseriatodo estaba muy relacionado, a esto se sumaba la inflación del vellón que fue en algunos aspectos la consecuencia de la decadencia económica, pero también fue uno de los factores más importantes en el declive económico de Castilla. Cada vez que se anunciaba un nuevo resello, es decir, una subida del valor nominal del vellón, los productos desaparecían del mercado. Cuando se recuperaba su valor normal los particulares se encontraban con que el dinero que poseían valía la mitad, más o menos, y que los artículos de consumo no habían bajado en la misma proporción. Así, las familias más pobres guardaban alguna bandeja o candelero de plata como último recurso, porque la plata y los metales preciosos habían desaparecido, casi completamente, de la circulación, quedando como una especie de término de comparación de los valores, con el que se medían y comparaban todos los precios. Se había llegado a una situación inimaginable años atrás, ya que Castilla había sido la señoría de las Indias, envidiada universalmente por su monopolio de minas de oro y plata. Ahora estaba empobrecida, humillada y sin horizontes. BIBLIOGRAFÍA • Política y Hacienda de Felipe IV. Dominguez Ortiz. Ed. Derecho Financiero, Madrid, 1960. 7 • El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501−1650. Earl J.Hamilton. Ed. Ariel, Barcelona, 1983. • Historia del Derecho Español (vol. II). J.M.Pérez−Prendes Muñoz−Arraco. Servicio de Publicaciones Facultad de Derecho. UCM. Madrid, 1999. • Gran Enciclopedia Larousse. Planeta • Historia de España. (vol. 5). Manuel Tuñón de Lara. Ed. Labor. Barcelona, 1986. 1 9 8