Finanzas en la Época Moderna española

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APUROS FINANCIEROS Y SUS REMEDIOS JURÍDICOS EN LA ÉPOCA MODERNA ESPAÑOLA
1. INTRODUCCIÓN
Aunque la decadencia española es general a lo largo del siglo XVII, es, sobre todo, durante los reinados
de Felipe IV y Carlos II cuando ésta se acentúa de modo especial, destruyéndose todo aquello que
habían construido reyes como Felipe II y Carlos V. Esta degeneración de lugar a que España pase de
ser la primera potencia de Europa, a ser una potencia secundaria. No obstante, la decadencia española
es inseparable de la crisis general europea.
Este breve estudio lo centraremos en el reinado de Felipe IV, pues en los cuarenta y cuatro años de su
duración, tienen lugar las mayores transformaciones económicas del siglo XVII. Para su mejor entendimiento,
nos ha parecido oportuno realizar un encuadre histórico, como cuestión previa al análisis concreto de los
aspectos económicos.
La decadencia económica comienza a manifestarse en España un cuarto de siglo antes que en los
restantes países occidentales (1605−1610). La depresión se dio con especial intensidad en Castilla, que
experimentó una acusada despoblación, y su moneda estuvo sometida a ininterrumpidas alteraciones.
Con este problema se repiten las bancarrotas estatales, y sobre todo las alteraciones monetarias.
Durante la segunda mitad del siglo XVII, se da, en la economía española, y sobre todo en la castellana,
la fase más aguda de la depresión, con una coyuntura enmascarada por nuevas oleadas inflacionistas y
deflacionistas. El gran periodo de inflación 1664−1680 arruina lo poco que quedaba en pie en la
economía española y castellana.
2. CONTEXTO HISTÓRICO: LA ESPAÑA DE LOS ÚLTIMOS AUSTRIAS
En el transcurro del siglo XVII, la monarquía española de los Austrias comenzó una decadencia, que se hizo
especialmente evidente en la segunda mitad de la centuria, cuando el gran imperio, legado por Felipe II,
comenzó a desmembrarse y España perdió la hegemonía en Europa. La Paz de los Pirineos (1659) supuso la
confirmación de la decadencia española y la afirmación de la hegemonía francesa.
En España es muy clara la disociación entre los fenómenos materiales y los culturales. Cada uno de estos
fenómenos tiene su propio ritmo. Así, los fenómenos materiales indican una crisis temprana, mientras que los
culturales indican una época de esplendor en las letras y en las artes (fines s. XVI y primer tercio del s. XVII).
En España es clarísima la incidencia de los hechos políticos en los económicos y sociales, relación que se
hace aún más patente en el s. XVII. A los factores políticos hay que sumar los naturales, ante todo las grandes
epidemias, que fueron generales en toda Europa, y las malas cosechas, de tal forma que España terminó el
siglo con una población menor de la que tenía a comienzos del reinado de Felipe III; esta pérdida fue
gravísima para el país en todos los órdenes.
La repercusión de las determinaciones políticas fue muy directa en muchos aspectos económicos y sociales. El
lazo entre unos y otros fue la despiadada fiscalidad de los últimos Austrias: Felipe II sometió la economía
castellana a una gran presión, que luego Felipe III no quiso agravar. Por el contrario, Felipe IV sobrepasó
todos los límites.
FELIPE III (1598 − 1621)
El heredero de Felipe II, muy alejado de la política belicista de su padre, llevó a cabo una
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política pacifista con las restantes potencias europeas: firma la Paz de Vervins con Francia (1598), tratado de
paz con Jacobo I de Inglaterra (1604), Tregua de los Doce Años con los Países Bajos (1609−1612), y puesta
en práctica de una política de alianzas matrimoniales, destinadas a mantener la paz con Francia. Sólo en los
últimos años de su reinado tomó parte en la Guerra de los Treinta Años (1618−1648), en apoyo del emperador
de Austria.
Poco interesado en los asuntos de gobierno, Felipe III instauró la práctica de los validos, personas de
confianza en las que los monarcas delegaban prácticamente todos los asuntos políticos. Su valido, el duque de
Lerma, permitió la corrupción de la Administración en su beneficio personal. Decisión del duque de Lerma
fue la expulsión de los moriscos, decretada en 1609 para el reino de Valencia, y entre 1610 y 1614 para el
resto de los reinos peninsulares. Medida que causó graves daños económicos, sobre todo en el reino de
Valencia, que perdió un tercio de su población activa. El año 1621 murió Felipe III, cuando su hijo y sucesor
sólo contaba 16 años.
FELIPE IV (1621−1665)
El reinado de Felipe IV supone probablemente uno de los más decisivos en la historia de España: graves crisis
internas, que se manifestaron en los movimientos separatistas de Cataluña y Portugal, y diversos frentes de
guerra en Europa (Guerra de los Treinta Años, guerras con Francia y con los Países Bajos), con resultados
negativos para la corona española, marcan el momento de decadencia más profunda. Desde comienzos del
reinado de Felipe IV hasta enero de 1643 fue valido don Gaspar de Guzman, Conde Duque de Olivares. La
política de Olivares más firme y fiel a los intereses de la monarquía que la del Duque de Lerma, se encaminó a
recuperar la perdida hegemónica con una política agresiva. El Conde Duque de Olivares hizo un programa de
reformas:
• En el campo administrativo: formación de las Juntas
• En el plan económico: proteccionismo a la débil economía española
• Unificación jurídica de los reinos peninsulares
• Unión de Armas: distribuye los costos del ejército. El proyecto fue rechazado por la Corona de Aragón y
conduce a la revuelta de 1640.
Política exterior
• Guerras con los Países Bajos. En 1621 se reanudaron las hostilidades con los Países Bajos, tras la
tregua de los Doce Años. Se trataba de una guerra destinada a frenar el expansionismo marítimo y
colonial de Holanda.
La lucha comenzó siendo favorable a España: Spínola conquistó Breda en 1625, con la ayuda de la flota
flamenca, al mismo tiempo que se obtenían algunas victorias en las costas del Brasil, ocupadas por los
holandeses. Pero la situación cambió en seguida, por la intervención cada vez más abierta de Francia y
Richelieu en el conflicto; en 1630, España perdió el ducado de Mantua y la Valentina, rompiéndose así las
comunicaciones entre las posesiones españolas del norte de Italia y el Imperio. En 1635, los franceses
declararon oficialmente la guerra a España, con lo que se iniciaba la última fase de la Guerra de los Treinta
Años.
• La Guerra de los Treinta Años. Con la intervención de Francia la Guerra de los Treinta Años se
convierte en conflicto europeo. Sus dos grandes protagonistas, el cardenal Richelieu y el Conde
Duque de Olivares, enfrentaban dos modelos diferentes de entender Europa: Richelieu defendía una
Europa integrada por naciones independientes, en mutuo equilibrio, mientras que Olivares y la
monarquía defendían la idea de una Europa sometida al Imperio y al Papado. Los resultados de la
guerra dieron la razón a Francia y España tuvo que firmar la Paz de Westfalia por la que reconocía la
independencia de las provincias unidas.
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Francia siguió hostigando a los Países Bajos españoles y ocupó Cataluña. España contó con el apoyo de
Holanda para luchar contra el expansionismo francés. Pero con la intervención de Cromwell la guerra se
decidió a favor de Francia: las escuadras inglesas tomaron Jamaica (1655) y atacaron a las flotas españolas de
América originando graves pérdidas económicas. En la isla de los Faisanes (río Bidasoa) se firmó la Paz de
los Pirineos (1659) por la cual Felipe IV entregaba a Francia Rosellón, Cerdaña y varias plazas en los Países
Bajos, al mismo tiempo que concertaba el matrimonio de su hija, la infanta María Teresa, con el futuro Luis
XIV.
Política interior
El centralismo que Olivares impuso a su política, unido al creciente descontento ante el aumento de las
presiones fiscales, originó graves crisis internas.
• El levantamiento de Cataluña: Se produce por la presencia de tropas españolas e italianas, con motivo
de la guerra contra Francia, en el territorio catalán. Se inicia en el día de la fiesta de Corpus de 1640,
por esto se denomina la guerra del día del corpus de sangre. Se levantan los segadores catalanes,
reclamando el reinado del rey y no de los validos. Las tropas no pueden hacer nada, y muere el virrey
Dalmau de Queralt, levantándose todo el principado en armas. Richelieu aprovecha la situación y
apoya a los catalanes, consiguiendo que éstos, nombren Conde de Barcelona a Luis XIII de Francia.
Esta revuelta popular se convierte en una guerra, que ha de dirigir el rey en persona, debido a la
incompetencia del nuevo virrey.
La sublevación termina cuando Juan de Austria bloquea el puerto de Barcelona con barcos
y conquista la ciudad en 1652.
• La independencia de Portugal: El 1 de Diciembre de 1640 se produjo una sublevación en Lisboa, que
nombró rey al duque de Braganza con el nombre de Juan IV. Los portugueses aprovecharon la
sublevación catalana, que mantenía ocupadas a las tropas españolas, para consolidar su sublevación.
Los portugueses recibieron el apoyo de Inglaterra y de Francia y consiguieron la independencia.
Habían terminado los casi sesenta años de unión de las dos coronas.
• Revueltas en Andalucía y Aragón. El descontento por la política del conde duque se puso de
manifiesto en otras regiones españolas. En 1641, el duque de Medina Sidonia y el marqués de
Ayamonte dirigieron la sublevación de Andalucía. La sublevación fue derrotada.
Años más tarde se produjeron nuevas revueltas, éstas de carácter popular, en protesta port la subida de
impuestos, las levas frecuentes, la subida de precios y la especulación; los conflictos se multiplicaron, con
participación de los campesinos y los grupos más pobres de las ciudades; y aunque no se trató de una rebelión
contra los nobles, éstos participaron con el gobierno en la represión, probablemente por miedo a perder sus
bienes y privilegios. En 1648 se produjo una sublevación frustrada en Aragón, dirigida por el duque de Hijar,
quien aspiraba a un Aragón independiente.
En enero de 1643 el conde duque de Olivares tuvo que ser retirado de sus cargos por orden del rey, ante el
fracaso de su política y el descontento creado a su alrededor. El valido murió en Toro en 1645. Felipe IV
murió veinte años más tarde, en 1665, dejando como regente a su segunda esposa , Mariana de Austria, madre
de Carlos II.
CARLOS II (1675−1700)
El reinado de Carlos II el Hechizado supuso la última fase de la decadencia española. La propia debilidad del
poder central hizo que se practicara una política más foralista, más respetuosa hacia la diversidad política de
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los diferentes Estados de la Corona. La muerte del rey sin herederos abrió la Guerra de Sucesión a la Corona y
significó el fin de la dinastía de los Austrias y la entrada en España de los Borbones, en la persona de Felipe
V, nieto de Luis XIV de Francia y de su esposa María Teresa, hermana de Carlos II.
3. ALTERACIONES MONETARIAS EN EL SIGLO XVII
El Estado de los Austrias, queriendo encontrar nuevas fuentes de ingresos, echó mano de muchos recursos
irregulares, de los cuales dos de ellos tuvieron repercusiones muy hondas en la vida social y económica:
• Las ventas de cargos: que tuvieron un resultado lógico. Se creó una burocracia inútil, nociva,
incompetente, que aumentó la gran masa de terciarios ociosos y que gravitaba sobre aquella
economía.
• Las alteraciones monetarias: la única forma de inflación monetaria que conoció aquella centuria.
En primer lugar, la inflación monetaria es una situación económica caracterizada por un exceso de dinero
circulante, produciendo un alza en la demanda que la oferta no puede satisfacer, originando un aumento
general de precios y salarios sucesivamente.
Durante todo el siglo XVII, se trata de parar la inflación, que cada vez aumentaba más, reduciendo el dinero
circulante. Para ello se van a llevar a cabo una serie de reformas monetarias, cuyos efectos nunca fueron los
esperados. La situación empeoraba a pasos agigantados, y el rey, para mantener la calma entre sus súbditos,
va a realizar una serie de promesas que jamás se vieron cumplidas. Esto supuso que la clase gobernante
perdiera la credibilidad ante el pueblo.
La inflación monetaria es una situación económica, pero también puede ser un recurso utilizado con el que se
llega a esa situación económica. Así, es el recurso que más se utilizó para la financiación de las costosísimas
guerras, porque podía facilitar al Estado, en apuros, unas cantidades ilimitadas de dinero en el acto y sin
gastos de recaudación. Esta facilidad en su ejecución hizo que se abusara de él, a pesar de las fatales
consecuencias que traía consigo, consecuencias que se hicieron sentir durante todo el siglo XVII.
Los Reyes Católicos realizaron una obra de saneamiento monetario, de la que nace el vellón, moneda
fraccionaria de cobre ligada con plata. Ningún rey posterior se atreve a alterar sustancialmente las unidades
monetarias de plata y oro, ya que de haber sido así, las consecuencias hubieran sido aún peores, en
consecuencia, se va a manipular con el vellón. Cada vez se reducirá más la cantidad de plata contenida en el
vellón, hasta desaparecer totalmente y convertirse en una moneda de cobre.
La política económica de los últimos Austrias en España, va a girar en torno a problemas muy similares y las
soluciones se van a tratar de encontrar por caminos también muy parecidos.
Carlos V y Felipe II no envilecieron la acuñación, a pesar de la bancarrota crónica de la Hacienda.
A finales del reinado de Felipe II, la decadencia de la agricultura, la industria y el comercio hicieron menguar
gravemente los ingresos públicos, lo que le llevó a multiplicar las cargas financieras.
Cuando Felipe III subió al trono, se encontró con todo este panorama al que debía buscar remedios. Comenzó,
así, labrando moneda de vellón (1599) y duplicando el precio de la que ya existía (1603). Medidas que no
produjeron una gran perturbación porque había escasez de moneda fraccionaria, pero que tendieron a eliminar
el oro y la plata de la circulación.
Cuando Felipe IV sube al trono, se encuentra, en Castilla, con una situación económica muy desfavorable y
llena de deudas. Seguramente, gracias a los malos consejos de la gente de su alrededor, que estaba más
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interesada en su riqueza personal que en otra cosa, se va a acudir a la inflación monetaria como solución más
rápida y fácil para poder pagarlas. En consecuencia, comienzan las acuñaciones y resellamientos que
producían un desequilibrio cada vez mayor entre los valores nominales y los reales del vellón y la plata, que
se manifestaba en el incremento del premio y en el alza de los precios. El cobre escaseaba y había que
importarlo, lo que produjo su escasez y su encarecimiento. Estas medidas desencadenan, a su vez, toda una
serie de fenómenos: sube el premio sobre la plata, lo que provoca graves daños en la Real Hacienda, los
precios de las mercaderías se disparan, aumenta el contrabando de la moneda, desaparece la moneda de plata
de la circulación, etc., etc.
El bimetalismo es un sistema monetario, que, ya de por sí, acarrea multitud de problemas, pues tiene, en
teoría, que haber una relación fija, impuesta por ley, entre los valores del oro y de la plata, pero las
fluctuaciones de los precios de los metales impedían mantener una relación fija y se cumplía la Ley de
Gresham: la moneda mala expulsa a la buena. En Castilla, los males del bimetalismo estaban muy agravados
porque la moneda de plata tenía un valor intrínseco superior al legal, y la moneda de vellón un valor intrínseco
muy inferior al legal.
Esto originaba un creciente contrabando para extraer la moneda de plata e introducir la de vellón, con lo que
la moneda de plata iba siendo desplazada por la de vellón (Ley de Gresham). En las transacciones económicas
se prefería pagar con la moneda de vellón y quedarse con la de plata, pero el vendedor quería lo contrario: que
se le pagara con la moneda de plata. Como esto era casi imposible, se subía el premio, a pesar de las
prohibiciones legales.
El contrabando de la moneda era una realidad de la que las Cortes eran conscientes. Contrabando que hacía un
gran daño a la Hacienda Pública y al que las Cortes trataron de buscar soluciones; como ejemplo de estos
intentos, tenemos la pragmática de 1624 por la que se prohibía introducir moneda de vellón en el reino.
Parecía no haber remedio al daño creciente a la Hacienda Real. El desorden monetario ya estaba implantado
durante todo el reinado. Era necesaria una reforma monetaria, pues la situación era alarmante: el premio sobre
la plata llegó al 50 por 100 en 1626, malas cosechas, escasez de productos por las restricciones a la
importación de la mercadería extranjera, etc. Todo esto llevó, lógicamente, al alza del coste de la vida.
El Consejo veía la solución en una tasa general de salarios y precios, pero el Rey no opinó lo mismo, pensó
que lo mejor sería reducir la cantidad de vellón circulante siendo, además, ésta la única vía para bajar el
premio sobre la plata.
Dos años más tarde, en 1628, el premio no era ya de un 50 por 100, sino de un 60 por 100, y el comercio
estaba paralizado. Posiblemente repercutió, en gran medida, la captura, por los holandeses, de la flota de
Nueva España, con un rico tesoro y todos los gastos bélicos a los que había que hacer frente. Dado el
imparable crecimiento que estaba experimentando el premio, se optó por una nueva medida para bajarlo, que
sería la medida deflacionaria más drástica: la reducción del valor nominal de vellón a la mitad.No se
consiguió eliminar el premio, pero sí reducirlo considerablemente, lo que produjo un alivio momentáneo a la
Hacienda.
Se sucedieron las siguientes pragmáticas de 1629 y 1636 (se triplica el valor de la calderilla). Estas medidas
produjeron la subida de los trueques de forma cada vez más rápida, lo que obligó a tomar la medida de 1638
(consumir el vellón grueso de puro cobre), para contrarrestar la de 1636.
En 1640 estallaron las revoluciones en Cataluña y Portugal, cuando la inflación y el desorden monetario
estaban ya en un punto máximo. Se autorizó una nueva subida del vellón (1640), como única vía para hacerles
frente.
En 1641 hubo otros dos resellamientos, en los que se entregó un 10 por 100 del vellón circulante, lo que se
consideraba todo un éxito; la fortísima inflación de 1641 fue la principal responsable de la impresionante
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depreciación del vellón en 1641−1642. De nuevo subieron los premios sobre la plata y los precios expresados
en vellón; estas medidas supusieron grandes pérdidas e imponían la baja, así la brutal deflación del 15 de
septiembre de 1642. Después de 1642, el premio de la plata aumentó y posiblemente fue por la fuerte
reducción de las importaciones de caudales americanos. Para tratar de imponer la baja del premio, se recurre a
un nuevo resellamiento, el de 1643, que exigiría la baja en 1647.
Estas continuas oscilaciones fueron producto del cuidado que tuvo Felipe IV de hacer seguir a cada orden de
alza, otra de baja, en parte por razones de interés general, en parte para poder repetir la operación en beneficio
del Fisco.
La situación económica se iba haciendo cada vez más angustiosa, y no se experimentaba ninguna mejora,
llegando a un punto en el que cualquier medida, que se tomase, resultaba mala. A pesar de los planes que
siempre se hicieron para la reorganización de la Hacienda, simplificación de los innumerables tributos
(sustituir los millones, impuestos sobre las ventas, por un solo impuesto sobre la sal), racionalización de la
recaudación y economía en los gastos. Lo cierto es que no se llegaron a hacer nunca las reformas necesarias,
quizás por falta de una voluntad firme, de decisión o de calma; el caso es que la Hacienda cada vez estaba más
arruinada y atrasada.
En el año 1650, los premios sobre la plata sufrieron una gran elevación. En 1651 se realiza otro resellamiento,
medida aparejada con la ya inevitable deflación que tendría lugar un año más tarde.
Felipe IV anunció la extinción del vellón grueso, pero este plan no se pudo llevar a cabo y ordenó que se
entregase la calderilla. Esperaba el monarca que ésta fuera una medida de total saneamiento monetario, e
impuso graves penas dirigidas a acabar con los premios sobre la plata y a igualar el vellón y la plata, pero
evidentemente este proyecto se vio frustrado porque, en primer lugar, los que poseían calderilla no iban a
entregarla, pues tenía un mayor valor que el vellón por su mezcla de plata, y, en segundo lugar, porque
mediante prohibiciones, por muy severas que las penas fueran, no se podían solventar los problemas
monetarios, dada la grave situación.
Inevitablemente la guerra exigía dinero, y el problema era que ya no se sabía de dónde se iba a sacar. Todos
los medios estaban agotados. Felipe IV pretendía la reconquista de Portugal, lo que significaba necesitar más
dinero. Así se sucedieron las pragmáticas de 1654, 1659, 1660, 1664, etc. Todas ellas con las mismas
intenciones: conseguir dinero, pero la moneda de vellón estaba cada vez más depreciada y resellada, y
conseguir la estabilidad monetaria en Castilla era algo ya imposible. La alteración de la moneda la terminó la
drástica deflación de 1680, una de las fechas claves de nuestra historia económica.
En el reinado de Carlos II, hubo una tímida política de reactivación económica, basándose en potenciar la
industria. Así, se inicia el cambio de mentalidad y una nueva actitud de los comerciantes catalanes. En esto se
basó la recuperación económica, que va a ser realidad en el siglo XVIII.
4. COMENTARIO PERSONAL
El siglo XVII fue un siglo de crisis. Grandes epidemias, malas cosechas, crisis económica, etc. En este
sentido, no se podría decir que primero aparece un problema, y cuando termina éste surge otro, y así
sucesivamente. La inmensa mayoría de los problemas y de las causas que originan la crisis y decadencia de la
época que estudiamos, aparecen y se desarrollan simultáneamente o con muy cortos distanciamientos
temporales, es decir, que están tan concatenados, que resulta difícil establecer algún tipo de jerarquización
cronológica.
El problema monetario del siglo XVII está originado por muchas causas. No me atrevería a jerarquizarlas en
orden a su importancia, pues creo que todas ellas tienen gran trascendencia. No obstante, pienso que la
ineficacia de las políticas puestas en práctica por los gobernantes contribuyó a la creación de los diferentes
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problemas monetarios tanto o más que las restantes causas.
No hubo un Estado fuerte y quizás ese fue el gran problema del siglo XVII. Las luchas incesantes contra
media Europa a las que tenía que hacer frente la Hacienda Pública de Castilla, exigieron transformaciones
improvisadas, soluciones de urgencia, parcheos económicos y monetarios, cuyas consecuencias fueron muy
negativas. Así, según Dominguez Ortiz, lo que arruinó a Castilla fue el esfuerzo militar que requirió la defensa
del Imperio.
Las inflaciones del s. XVII fueron unas inflaciones muy distintas de las que hoy conocemos; se limitaban al
vellón, quedando siempre intacto el valor y el prestigio mundial de la moneda de plata castellana.
Evidentemente, al acentuarse la inflación del vellón, la plata casi desapareció de la circulación. Para la mayor
parte de la transacciones internas, el valor de la plata era sólo un punto de referencia.
Apareció un premio de la plata, que las leyes tuvieron que reconocer y se esforzaron en reducir, aunque
siempre desbordadas por el mercado libre. En ciertos momentos, casi triplicó al valor de la moneda de cobre,
y al final del siglo se estabilizó en el doble: un real de plata igual a dos reales de vellón.
El presupuesto del Estado, que en teoría tendría que servir a los intereses generales, como ocurre hoy, servía
en sus cuatro quintas partes para cubrir los intereses de la Deuda y las necesidades de la Corte y de la política
internacional. El problema que yo observo es que los ingresos que tenía la Hacienda castellana no se utilizaron
debidamente, porque, aunque fueran pocos, deberían de haber estado dirigidos a gastos reproductivos, en vez
de destinarse a pagar los gastos de recaudación, que eran muy elevados, o a mantener burocracias ampulosas e
inútiules.
Dado el estado de guerras casi permanentes, lo que más preocupaba al Estado era el prestigio que pudiera
tener en Europa y en el resto del mundo, cuando lo lógico y realmente efectivo hubiera sido estar más
preocupado por atender a la educación, a la sanidad, a las obras públicas, etc. Además, esto hubiera sido
mucho más productivo y beneficioso.
Una política económica basada en sacar dinero del dinero, mediante la reducción de sus aleaciones, y no
basarla en su inversión en producir bienes de consumo y desarrollo industrial y tecnológico, fue el error
fundamental, aparte de torpe, de las políticas económicas y monetarias de los Austrias.
La situación que se vivía por el pueblo era dramática, las pestes, el hambre, la miseriatodo estaba muy
relacionado, a esto se sumaba la inflación del vellón que fue en algunos aspectos la consecuencia de la
decadencia económica, pero también fue uno de los factores más importantes en el declive económico de
Castilla.
Cada vez que se anunciaba un nuevo resello, es decir, una subida del valor nominal del vellón, los productos
desaparecían del mercado. Cuando se recuperaba su valor normal los particulares se encontraban con que el
dinero que poseían valía la mitad, más o menos, y que los artículos de consumo no habían bajado en la misma
proporción. Así, las familias más pobres guardaban alguna bandeja o candelero de plata como último recurso,
porque la plata y los metales preciosos habían desaparecido, casi completamente, de la circulación, quedando
como una especie de término de comparación de los valores, con el que se medían y comparaban todos los
precios. Se había llegado a una situación inimaginable años atrás, ya que Castilla había sido la señoría de las
Indias, envidiada universalmente por su monopolio de minas de oro y plata. Ahora estaba empobrecida,
humillada y sin horizontes.
BIBLIOGRAFÍA
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• El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501−1650. Earl J.Hamilton. Ed.
Ariel, Barcelona, 1983.
• Historia del Derecho Español (vol. II). J.M.Pérez−Prendes Muñoz−Arraco. Servicio de Publicaciones
Facultad de Derecho. UCM. Madrid, 1999.
• Gran Enciclopedia Larousse. Planeta
• Historia de España. (vol. 5). Manuel Tuñón de Lara. Ed. Labor. Barcelona, 1986.
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