consecuencias de la primera guerra mundial para america latina

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CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL PARA AMERICA
LATINA
Cambios en la correlación internacional de fuerzas:
La primera guerra mundial y el triunfo de la Revolución Bolchevique de
Octubre (que libero del imperialismo a una sexta parte de la Tierra), marcaron
el inicio de la crisis general de sistema capitalista y, junto a ello, importantes
cambios en la correlación internacional de fuerzas.
De la guerra europea salio Francia, en lo militar, como la mas fuerte potencia
continental. Su principal objetivo era mantener a la derrotada Alemania
debilitada e impotente. El segundo, ganarse a los países del este y el sudeste
de Europa para sus planes de intervención contra la recién constituida
republica de los Soviets. A estas y otras exigencias dirigidas a asegurar el
mantenimiento de la situación en lo que fue el principal teatro de operaciones
entre 1914 y 1918, deben añadirse sus aspiraciones a ocupar algunas de las
colonias alemanas en África.
Pero la situación económica de su propio país impedía a los imperialistas
franceses desempeñar el papel protagónico que se habían asignado en la
lucha por un nuevo reparto del mundo. Como advertía Lenin en una ponencia
presentada al Segundo Congreso de la Internacional Comunista (19/7/1920),
después de la guerra "hay solo dos potencias que actúan en el mundo con
autonomía: Inglaterra y Estados Unidos. En el sentido financiero, solamente
Estados Unidos es absolutamente independiente".
El imperialismo ingles también había elaborado un programa para la postguerra de acuerdo a sus ambiciones, mas las dificultades financieras por las
que atravesaba y la exitosa competencia del capitalismo yanqui en las esferas
de la producción industrial y el comercio creaban obstáculos a su plena
realización. Las pretensiones norteamericanas se apoyaban en el creciente
dominio de E.U. sobre las finanzas internacionales, después de haber
acumulado, gracias a la guerra, el 40% de las reservas de oro del mundo. Su
nueva posición de acreedor frente a Europa -alrededor de 10.000 millones de
dólares - le garantizaba una influencia decisiva en los asuntos mundiales.
Las tesis norteamericanas para la reestructuración de las relaciones
internacionales se concretaron en los famosos "14 puntos " de W. Wilson
(1918) y en toda una serie de demandas presentadas a lo largo de la década
del veinte. Su fin era consolidar los avances económicos y políticos obtenidos
por E.U..
Washington en ningún momento abandono esta estrategia, a pesar de los
fracasos de Wilson, quien no solo vio rechazados muchas de sus propuestas
por los signatarios del Tratado de Versalles, sino inclusive anulada en el
Congreso de su país la proyectada participación norteamericana en el sistema
creado para satisfacer las apetencias de las potencias vencedoras. De esa
forma, tampoco E.U. pudo llevar adelante completamente sus planes de postguerra, entre otras razones, porque su potencial militar, y sobre todo su flota,
aun no habían alcanzado el nivel que correspondió al peso de sus intereses en
la economía internacional.
Así, la correlación de fuerzas entre las potencias fue fijada dentro de un
precario equilibrio, cuyas oscilaciones reflejaban no solo el constante
fortalecimiento del capitalismo norteamericano, sino los nuevos conflictos
engendrados por el imperialismo internacional, envuelto ya en una aguda crisis
general.
Expansión Norteamericana, debilitamiento relativo del imperialismo ingles y
desplazamiento temporal de los intereses alemanes:
Aunque América Latina no participo directamente en la primera conflagración
mundial, si experimento sus repercusiones, tanto en la esfera económica como
en la política y social.
El reacomodo del sistema capitalista se tradujo aquí en la consolidación de la
expansión y penetración norteamericana hacia zonas aun no dominadas
(América del Sur), en el relato debilitamiento del imperialismo ingles, y el
temporal desplazamiento del alemán. Asimismo, los capitalistas franceses
tuvieron que liquidar algunas de sus inversiones, aun cuando el intercambio de
mercancías galo-latinoamericana, duramente golpeado por la guerra, ya en
1923 había casi recuperado el nivel de 1913.
Entre 1914 y 1915 las hostilidades en Europa trajeron consigo una súbita
desarticulación del comercio exterior latinoamericano. En los primeros
momentos se produjo una contracción de las exportaciones, las cuales no
lograron retomar su ritmo expansivo sino a partir de 1915-1916. La coyuntura
favoreció también un rápido incremento de los precios y, paralelamente, ciertas
dificultades con los abastecimientos debido a la orientación bélica de la
economía europea y los efectos de la guerra submarina decretada por
Alemania. Este conjunto de factores determino una reorientación del comercio
exterior de América Latina, tanto por el auge de la demanda norteamericana de
materias primas, que en muchos países acelero el desplazamiento de los
intereses británicos, como por la interrupción del trafico con Alemania y la febril
actividad intermediaria de los armadores de E.U., quienes se valían de su
condición de neutrales - hasta 1917 - para comercializar los excedentes
latinoamericanos.
Como un subproducto de la transitoria desvinculación entre los clientes
suramericanos y sus proveedores tradicionales, el incipiente proceso de
industrialización recibió un apreciable impulso en algunos países. Esto no
condujo, por cierto, al desarrollo de un sistema industrial por el capital nacional,
sino más bien a la proliferación de pequeños talleres y manufacturas, y a la
ampliación de fábricas muchas veces propiedad de empresarios extranjeros, o
sea, a la expansión horizontal del llamado Sector II, fundamentalmente a la
industria alimenticia, de confecciones y la construcción. Más importancia tuvo el
avance del comercio y las inversiones norteamericanas, que se apresuraron a
llenar el vacío dejado por sus rivales, directamente involucrados en el conflicto
europeo.
El termino de las hostilidades en 1918 no marco un abrupto colapso en la
prosperidad latinoamericana, sino las primeras señales - quiebre de industria
sustitutivas por el restablecimiento de las importaciones industriales, caída de
los precios y la demanda de algunos renglones de exportación - de que ella
tocaba a su fin. Los atisbos de esta tendencia se convirtieron en dramático
cataclismo con la crisis de superproducción de 1920, que liquido de un golpe
las extendidas ilusiones sobre un progreso ininterrumpido; sin revelar todavía,
en toda su extensión, la caducidad de las viejas estructuras. Evidente saldo de
la Primera Guerra Mundial fueron las mayores deformaciones estructurales, el
reforzamiento de la dependencia de los países latinoamericanos, y como
demostraron los acontecimientos de 1920, una acrecentada vulnerabilidad de
sus economías.
La incontenible expansión de los capitales norteamericanos reafirmo en el
transcurso de la década del veinte su hegemonía disputada en la América
Central y el antiguo Caribe español, e incorporo definitivamente a su zona de
influencia a los países colindantes de la América del Sur, Venezuela y
Colombia, así como el resto de las republicas andinas aledañas al Pacífico,
además de ampliar la brecha ya abierta en la región del Plata y el Brasil.
El Caribe, América Central, Colombia, Venezuela y México:
En el Caribe y América Central, E.U. aprovecho la subordinación casi-colonial
de las llamadas republicas bananeras, sometidas a un virtual protectorado,
para organizar sistemáticamente la explotación de sus recursos naturales y
mercados. Santo Domingo, ocupado militarmente entre 1914 y 1924, sufría un
gobierno interventor norteamericano, y un administrador de aduanas al servicio
del NATIONAL CITY BANK controlaba totalmente la vida económica. En Haití
sucedía algo parecido. Honduras, con cinco intervenciones entre 1927 y 1928,
servia de escenario a la expansión de las empresas bananeras. Costa Rica,
coartada su independencia desde 1919, caía en las garras de las finanzas
yanquis. La suerte de Cuba, sellada por la Enmienda Platt (1901) y el tratado
de reciprocidad de 1903 es conocida: la isla se transformo en un feudo de los
refinadores y las empresas azucareras con sede en Boston, ya sin las
cortapisas de la anterior mediación española. Panamá, separado de Colombia
en el momento y la forma que convino a los E.U., quedo dividido por un enclave
colonial, la Zona Del Canal, eje articulador de la dominación norteamericana en
esta parte del mundo. Nicaragua, incorporada por el tratado Bryan-Chamorro y
la constante presencia de los marines a la tutela de los Estados Unidos, tuvo
también su gobierno titere, un administrador de aduanas extranjero y la
supervigilancia activa de una "Comisión Suprema" nombrada por los tenedores
de la deuda externa - impuesta por el imperialismo - y el Departamento de
Estado. El Salvador, cuyas exportaciones cafetaleras aun dependían del
mercado europeo, ya en 1925 estaba atado financieramente a E.U., quien no
tardo en enviar a un colector de aduanas, representante de los acreedores y
designado con la aprobación de Washington.
Puerto Rico no recibió siquiera la oportunidad de disfrutar de una
independencia formal, y fue anexado abiertamente, sin ningún margen de
autonomía, para recibir después el impacto de una campaña dirigida a
norteamericanizar la isla y a suplantar de la noche a la mañana los cultivos
tradicionales por la gran plantación azucarera, generadora del monocultivo y de
desastrosas concomitancias sociales: desequilibrio demográfico y éxodo de
gran parte de la población urbana hacia la nueva metrópoli.
Guatemala, regida por una sanguinaria dictadura pro-imperialista entre 1898 y
1920, cedió primero los ferrocarriles nacionales - construidos en la ‚poca de
Justo Rufino Barrios - al capital norteamericano y legalizo mas tarde, el 7 de
Noviembre de 1924, el emporio bananero organizado por la United Fruit
Company (UFCO) en la costa Atlántica, cuyo entrelazamiento formal con la
International Railways Of Central América (IRCA) sello, al lado de las onerosas
concesiones otorgadas a la Electric Bond And Share, el predominio del enclave
imperialista en los asuntos del país. Dicho de otra forma, ello mino las
prerrogativas de la fraccionada oligarquía cafetalera sobre la economía y el
Estado nacionales: en la década del veinte el banano alcanzo el 70% del valor
de todo lo exportado y el 75% de lo importado procedía de los E.U.
Tras la perdida del istmo panameño, Colombia no solo tuvo que aceptar los
consejos norteamericanos sobre como emplear los 25.000.000 pagados entre
1925 y 1929 por la concesión canalera, sino un plan para la reorganización del
sistema fiscal y toda una serie de desembozadas presiones encaminadas a
asegurar el establecimiento de las empresas petroleras norteamericanas en el
país. Simultáneamente, la UFCO fomentaba plantaciones de banano en la
zona de Santa Marta, donde la jurisdicción de la compañía suplantaba de
hecho la del Estado Colombiano. Allí tuvo lugar precisamente la famosa huelga
de los trabajadores agrícolas de 1928, que desato, a causa de la sangrienta
represión ejecutada por el ejército, un vendaval de protesta antiimperialista en
toda la nación. Venezuela, victima ya en 1895 y 1903 de las amenazas
norteamericanas, paso a ser un país petrolero después de la Primera Guerra
Mundial (se puede decir que en 1926), cuando la dictadura de Juan Vicente
Gómez (1909-1936) enajeno las riquezas del subsuelo en favor de los
monopolios anglo-holandeses y norteamericanos. Siguió una sorda lucha entre
ambos, hasta que los yanquis, llegados un poco tarde al reparto de las
concesiones, se las arreglaron para elaborar la legislación petrolera de 1922 y
lograr mas tarde, en 1928, gracias a un renombrado acuerdo de alcance
internacional, firmado entre W.A. Deterding, representante de la Royal Dutch
Shell, y Walter C. Teagle, de la Standard Oil Of New Jersey, una posición
ventajosa en el control de las reservas venezolanas. Este compromiso, y otros
posteriores, ataron a Venezuela (y a otros países de América Latina) al Cartel
de los magnates petroleros, en tanto facilitaban el r pido avance de las
empresas norteamericanas, concentradas en el Oriente del país; mientras, los
anglo-holandeses dominaban los yacimientos occidentales.
Las siguientes cifras revelan elocuentemente el afianzamiento de los capitales
de E.U. a partir de 1928: si sus inversiones se reducían a 3 millones de dólares
en 1912, en 1938 ascendían a 247 millones; las anglo-holandesas sumaban en
el primero de los años 42 millones y 125 en el segundo. De 1.000.000 de
barriles en 1920, Venezuela paso a producir 35.000.000 en 1935.
Las contradicciones anglo-norteamericanas en México, agudizadas sobre todo
en el periodo de la dictadura de Victoriano Huerto, tuvieron que ceder ante el
empuje de la revolución, y la inminencia de un conflicto mundial dar paso a un
singular compromiso fraguado entre Noviembre de 1913 y Junio de 1914, por
medio del cual Estados Unidos garantizaba a Inglaterra, aun contra cualquier
acción de los gobiernos mexicanos, la intangibilidad de sus concesiones
petroleras y mineras, al tiempo que renunciaba a establecer tarifas
discriminatorias en el Canal de Panamá. Sin que desaparecieran los mutuos
recelos, quedo así establecido un "Modus Vivendi" entre los dos imperialismos
- dispuestos a defender sus intereses comunes -, solo desconocido por la
diplomacia alemana, interesada en provocar un conflicto armado entre México
y E.U. que entorpeciera la colaboración de este con la Entente.
La promulgación de la Constitución Mexicana en 1912, con sus preceptos
nacionalistas, añadió nuevos motivos para que tanto ingleses como
norteamericanos cerraran filas frente al peligro de una eventual expropiación de
sus valiosas posesiones. Estados Unidos, por ejemplo, se negó
sistemáticamente a establecer relaciones diplomáticas normales con México,
hasta que el presidente Plutarco Elías Calles renuncio explícitamente en 1927 en 1923 Obregón hizo algo similar en los acuerdos de Bucarelli - a aplicar los
principios constitucionales reivindicadores de las riquezas del subsuelo. El
llamado "Viraje" de Calles, que abrió una etapa tenebrosa para el país,
prolongo algunos años mas la vida de estos intereses, los cuales fueron
definitivamente liquidados (los petroleros) en 1938 gracias a la enérgica acción
de Lázaro Cárdenas. Ampliamente respaldado por las masas populares, el
presidente mexicano llevo a cabo la mas radical medida antiimperialista de la
historia latinoamericana hasta ese momento: la nacionalización de los pulpos
petroleros extranjeros.
Las siguientes cifras permitirán seguir el avance de las inversiones
norteamericanas en América Central y la cuenca del Caribe entre la Primera
Guerra Mundial y la crisis de 1929. Esta era, sin duda, su irrestricta zona de
influencia desde principios de siglo, pero no fue hasta la década del veinte
cuando se materializo la incorporación definitiva de estos países, como
apéndices semi-coloniales, a la economía de Estados Unidos. En aquel lapsus
se consolidaron los enclaves agrícolas (UFCO) y mineros, ceso la resistencia
de los sectores nacional-liberales de las antiguas clases dominantes ante el
imperialismo yanqui, se afianzo el control financiero norteamericano y los
marines cumplieron exitosamente, con algunas excepciones, su labor de
"Pacificación".
INVERSIONES DE ESTADOS UNIDOS (En millones de dolares):
1918 1928
Haiti 435
Republica Dominicana 424
Honduras 310,7
Nicaragua 324
Costa Rica 735
Panama 10,442(En el canal = 388)
Colombia 2235
Venezuela 3161
A lo anterior debe añadirse que en 1925 Estados Unidos poseía 17.000.000 de
la deuda salvadoreña e inversiones por 50.000.000 en Guatemala. Por su lado,
Cuba y México acaparaban el grueso de los capitales norteamericanos - mas
de mil millones la primera y cerca de esa cifra el segundo -.
Segun Rippy, el total para el área en 1929 (incluyendo Venezuela y Colombia),
era de 3715 millones Estados Unidos y 1534 Inglaterra. En esta ultima fecha
los norteamericanos controlaban dos tercios del comercio existente de la
región.
Con un lenguaje mesurado, pero cargado de ironía, el profesor Parker Thomas
Moon comparo la situación de los territorios sometidos a protectorado por
ingleses y franceses en distintas partes del mundo con el tipo de control
implantado por Estados Unidos en Cuba, Haití, Republica Dominicana, Panamá
y Nicaragua. Según el: " ... tomando ... esta ampliamente conservadora lista de
cuasi-independientes ... y añadiéndoles la lista de territorios y posesiones,
obtenemos un gran total que coloca al imperio colonial norteamericano en el
sexto lugar por rea de población, y en el segundo lugar de acuerdo al valor
comercial.
Para una nación no agresiva (sic), Estados Unidos lo ha hecho notablemente
bien, en comparación con los candidos intentos rivales de expansión imperial.
Solo Gran Bretaña lo ha hecho mejor".
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