Perfil Humano de DON BOSCO Quien conoció a Don Bosco lo describe como pequeño, delgado, de aspecto humilde, con su cabello castaño, crespo descuidado y con las orejas más bien grandes. Medía un metro 63 centímetros, y caminaba meneándose un poco, como los campesinos de su tierra. Estaba dotado de una extraordinaria fuerza física. Su rostro no tenía nada del típico asceta, tenía un semblante abierto, cordial, bonachón, paterno aunque fuerte y valiente, que traslucía bondad. El perfil psicológico nos muestra un hombre normal, fuerte, con un gran sentido del deber y la responsabilidad. De personalidad activa y perseverante, tenaz, extravertido. Era un sacerdote en "mangas de camisa", trabajador y alegre que prefería persuadir más con los hechos que con las palabras. Tenía la paciencia, la tenacidad y el ser concreto como buen campesino que era. Uno de los rasgos que más llaman la atención es su aprecio a lo moderno, aunque sin perder un fuerte apego, fidelidad a los valores familiares como el trabajo, la honradez, sacrificio, religiosidad... Es una fusión que se da en forma natural, sin esfuerzo. Don Bosco es tradicional, pero al mismo tiempo tan realista que le permite estar abierto a los que los tiempos modernos iban ofreciendo. Era tradicionalista sin ser conservador o reaccionario; era moderno sin ser liberal. Era muy aterrizado, tan realista que no tenía dificultad en enfrentar los desafíos, sin caer en escrúpulos que le impidiesen dar respuestas válidas. Buscaba siempre lo mejor, lo óptimo, pero no tenía dificultad en renunciar a este mejor, si las condiciones permitían sólo lo considerado mediocre. Era franco y directo, pero sabía escoger el momento y las palabras oportunas para enfrentar las dificultades, buscando por sobre todo la reconciliación. Sabía entonces fusionar la verdad con la diplomacia, para bien de los demás. Tenía ideas grandes, gustaba de soñar despierto, imaginando todo lo que se podría hacer, pero al mismo tiempo era muy realista para programar y buscar recursos para hacer realidad sus sueños. Don Bosco era de caracter muy fuerte y no pocas veces tenía que hacerse violencia para controlarse, sobre todo cuando las cosas no le iban bien, carácter que le ayudaría a enfrentar sus dificultades y llevar adelante su obra. Siendo muchacho se mostraba más bien serio, observador, algo desconfiado, impulsivo e incluso violento, de buena memoria y fuerza física que le permitían rápidamente imponerse por sobre sus compañeros. En el proceso de canonización, alguno dijo también que era extravagante y testarudo, muy inclinado a perder la paciencia; tal vez la marquesa Barolo tendría razón al definirlo como obstinado y soberbio... Tuvo en realidad que hacer un fuerte trabajo para controlarse y mostrarse como el hombre manso, paciente y mesurado en medio de sus muchachos. Era un hombre muy humano y comprensivo, muy sensible al sufrimiento de los demás, siendo solidario aún en la situación de pobreza que se vivía en el Oratorio, en una oportunidad, por ejemplo, cuando un seminarista tenía a su madre muy enferma, Don Bosco lo envió a la casa para asistirla en la enfermedad, y le dio el dinero suficiente como para cuidarla, comprarle las medicinas, e incluso sepultarla. Don Bosco era también muy pillo, aunque buscaba demostrar lo contrario, de modo que no aparecía como un peligro. Son no pocas las anécdotas de sus pillerías para conseguir ayuda y ganarse amigos, siempre en beneficio de sus muchachos. Por citar algunas: atribuye a la condesa madre la edad de la hija; se gana el favor de la empleada de un párroco amigo con alabanzas; echar un poco de polvo sobre una botella de vino para dar la apariencia que era muy antiguo, cuando tenía que hacer un regalo a un personaje importante; las cantidades de alumnos eran aumentadas para ganar ayuda... Don Bosco hizo vida el Evangelio que dice que hay que ser mansos como palomas y astutos como serpientes. Don Bosco era muy afectivo, y ciertamente que en el amor encontramos la clave de acción de Don Bosco y su forma de relacionarse con sus muchachos, su forma de educar. "La motivación profunda y definitiva de la acción de Don Bosco es la caridad: el amor religioso a Dios y al prójimo que brota inmediata y coherentemente de su fe católica y de su vocación sacerdotal". Pensemos que los muchachos de Don Bosco eran fétidos: el baño era una diversión de verano y sólo a mediados de siglo hubo jabón y recién algunos adinerados comenzaban a introducir la tina de baño; acostumbrados a dormir en el suelo, incluso en el Oratorio no había camas para todos. Muchachos sin sentido de urbanidad, que llegaban a Turín para trabajar durante parte del año, cuando no eran necesarios en el campo; jóvenes residentes en Turín que pertenecían a barrios populares, muchachos veraderamente abandonados, en peligro y peligrosos según definición del mismo Don Bosco; algunos recién salidos de la cárcel. Había muchachos huérfanos pobremente vestidos y los que venían de buenas familias. Vivían en la pobreza, y a menudo tenían que enfrentar el frío de 20 grados bajo cero, sin calefacción. Muchachos que no querían saber nada de religión ni de disciplina, amigos de la blasfemia, de la grosería, que sacaban de sus casillas a Don Bosco y en no pocas ocasiones le hacían sentir que no había logrado nada con ellos. Y sin embargo Don Bosco se quiso quedar con ellos, les ayudaba en todo, incluso hacía de cocinero, de modo que cuando los muchachos volvían de la escuela o del trabajo, se encargaba de servirles la comida. El resto del tiempo Don Bosco además de escribir y visitar a los muchachos, se dedicaba a pedir ayuda, y sus jóvenes bien lo sabían, que su padre andaba girando por la ciudad en busca de la alimentación que ellos necesitaban. Don Bosco decidió vivir con sus jóvenes y dedicarles toda su vida. Fue en todo momento un padre a tiempo completo, pensaba en sus hijos día y noche, incluso soñaba con ellos y sus problemas. Sufría el estar lejano de ellos como un padre sufre al estar separado de sus hijos, procurando no sólo amar al muchacho, sino que éste también se percatara que era amado por él. Era común que los muchachos le acompañasen mientras comía... Era el primero en los juegos, alma de la recreación, tomando parte en todas las diversiones, corría con sus muchachos, y cuando se sentía cansado se sentaba en el suelo para jugar con los más pequeños. La educación es cosa del corazón decía don Bosco; hay que amar lo que los jóvenes aman...; todo esto le permitía ganar la confianza necesaria para entrar en el corazón del muchacho y conocerle en profundidad. Don Bosco descendía al nivel del joven, para levantar al muchacho a su nivel. Realmente se sentía padre de su ejército de jóvenes, y los quería como a hijos, eran su vida y su pasión. Don Bosco se sentía y era padre, pero no era un padre permisivo, llegando a ser firme e incluso intransigente ante algunas faltas. En 1859 por ejemplo, disolvió la banda porque no había obedecido una orden suya.