ANALISIS SOCIOLÓGICO ACTUAL DE LA JUVENTUD ESPAÑOLA Pilar Cisneros Britto Profesora Titular de Sociología en la Facultad de CC Políticas y Sociología. Departamento de Teoría Sociológica. Universidad Complutense de Madrid. e-mail: [email protected] Resumen: La juventud es un concepto cargado de bondades pero cada vez más se configura como posición social. La construcción de este nuevo status se debe en parte, a una proyección del reconocimiento de los derechos del niño y en parte, a la creciente necesidad de formación de los ciudadanos. La complejidad de las sociedades avanzadas y la competencia entre los individuos legitimada en el conocimiento, facilitan los argumentos que justifican la tardía incorporación de los jóvenes a la ciudadanía de pleno derecho. Sin trabajo, sin emancipación, los jóvenes no terminan de revelarse, en parte creemos, porque sin proponérselo “los medios de comunicación” han hecho de este grupo de edades un motivo de “espectáculo”. La imagen tópica del joven lo convierte en actor y espectador de su propio protagonismo mediático. Palabras clave: Imagen de los jóvenes. Identidad de los jóvenes. Medios de comunicación. Estructura productiva. Función social. Integración social de los jóvenes. Manipulación. Abstract: Title: SOCIOLOGICAL ANALYSIS OF SPANISH YOUTHS NOWADAYS Youth, a concept full of good things, is gaining social position day by day. The construcction of this new status is partially due to the influence of the acceptance of children’s rights and partially due to Citizens’increasing need of ongoing training. The complexity of Developed Societies and the competition among Citizens justiies how late youths join society as full-fledged Citizens. Without a job, without economic independence, youths do not rise in revolt completely, we think that it could in a way be due to the fact that, the mass media, although unconsciously, has mada these teens a reason for shows. The cliché image of a youth makes him/her an actor and spectator of his/her own leading role in the media. Key Words: The youths’ image. Mass media. Productive structure. Social function. Social integration of young people. Manipulation. Las imágenes sociales que se construyen desde la perspectiva de grupos de edades, son sólo eso, constructos que en la mayoría de los casos sirven para ocultar la autentica realidad, la estructura de clases, el conflicto social o la escasa movilidad social. Nuestra sociedad reconoce tres grupos, los jóvenes, los adultos y los ancianos. Si buscamos qué definición social tienen estos grupos, nos encontramos que el grupo de adultos es el único que no tiene atributos, esto es, se define por lo que no es. No son jóvenes ni son ancianos. Estos dos grupos tienen en común categorías que se pueden enmarcar en significados más amplios y que son reinterpretables. El ser joven tiene atributos, por ejemplo, dinámicos, divertidos, guapos, inconscientes, etc.; al grupo de mayores o viejos le pasa lo mismo. Estos atributos están al arbitrio de los tiempos y de los cambios de valores, de manera que pueden atribuirse características positivas o negativas. Ser joven es algo más que ser considerado joven. Es el grupo al que te adscriben, es una posición social con sus expectativas conductuales. El referente biológico ha quedado desdibujado desde el momento que nuestra cultura abandona los ritos iniciáticos y deja de estar dependiente de la natalidad. El período de niñez y juventud se desdibujan y se confunden dentro de un marco jurídico que define otra categoría o grupo, el de “menor”. ¿Cuándo acaba la infancia y comienza la juventud? O ¿cuándo acaba la juventud y comienza la edad adulta? La juventud como colectivo social es una creación reciente. La sociedad tradicional sólo distinguía al adulto y al niño. La infancia podía extenderse hasta edades que hoy denominamos juveniles o de la etapa infantil-juvenil se pasaba directamente a través de la emancipación del trabajo y la creación de una familia, al colectivo de adultos. El período que va de la infancia a la madurez, ha existido siempre, pero las más de las veces como edades de vulnerabilidad. Eran edades de aprendiz o siervo, donde si no se tenía tierras propias, se era maduro para trabajar pero no para ser adulto de pleno derecho. Esta vulnerabilidad era una proyección de la vulnerabilidad de la infancia ya que ésta sólo existía bajo el amparo de la familia. La sociedad tradicional no contaba con una estructura compleja ni con atribuciones de protección social, con excepción de las instituciones de beneficencia, las más de las veces religiosas o más tardíamente las obras de los filántropos. Todas las competencias que hoy tiene la Administración, en otro tiempo venían dadas por la familia y por las comunidades locales. Sólo cuando la sociedad empieza a demandar la competitividad de los individuos e irrumpe una nueva ética del trabajo, la familia extensa deja de ser viable y con ella el amparo de los más débiles. En Inglaterra, a partir del XVII se justificaba el trabajo de los niños de los pobres, a fin de que ganaran su sustento ya que sus familias no lo podían hacer, en ello se veía una doble función social, rescatar al menor de la calle e inculcar en éstos los hábitos de la laboriosidad necesarios para el adulto trabajador del mañana. De esta manera nos encontramos con sociedades en donde la infancia se achica hasta los seis años como sucedió en Inglaterra, en donde en 1.726 se fundó en Hull una casa de beneficencia donde trabajaban los niños mayores de seis años. Niños de entre ocho y catorce años se les consideraba aptos para trabajar en hilanderías de seda y algodón. Y en 1.833 la Ley de Fábricas disminuyó el trabajo de los niños menores de trece años a ocho horas diarias 1. Todo esto, además de demostrar como la sensibilidad ante la infancia es un fenómeno civilizador reciente, nos muestra también como la prevención justificaba el abuso. Cada etapa histórica y cada modelo de sociedad ha elaborado su propio concepto de juventud, aunque existe una misma tendencia dentro de las naciones occidentales. Hay procesos comunes como ha sido el proceso de industrialización y la transformación de la familia o los cambios demográficos. Pero el reconocimientos de esta etapa de juventud, como “colectividad social a proteger” ha estado vinculado a los procesos de reconocimiento de la infancia y los derechos del niño. Hoy podemos comprobar esta tendencia en nuestro país en distintos ámbitos de la administración del Estado. Por ejemplo, en la asistencia sanitaria, la atención pediátrica que hasta la década de los 70 cubría a los menores de 7 años, ha sido ampliada hasta la edad de 14. Expertos juristas como D. Joaquín Cuello Contreras, al justificar el nuevo “Derecho penal de menores”, en lo que atañe a la responsabilidad penal del mayor de catorce y menor de dieciocho años, remite esta atribución de responsabilidad a la estimación del grado de madurez del menor, reconociendo por un lado que la madurez está muy condicionada por la evolución social y por otro que la propia Psicología Evolutiva no puede establecer para todas las personas una misma edad de maduración psíquica2 . Por lo que, al considerarse que la transición a la etapa adulta tiene unos contornos difusos, en el derecho penal de menores se aconseja una peritación y no una datación mecánica. Hoy se suele estar de acuerdo en reconocer desde la perspectiva temporal que la infancia se acaba entre los 13 o 14 años. Se diferencia una segunda etapa de transición, la Adolescencia y Pubertad que se sitúa a caballo entre la infancia y el comienza de una juventud madura, y que estaría entre los 10 y dieciséis años3. En lo que no se está tan de acuerdo es en establecer hasta donde llega la juventud, ya que en Psicología entre los autores que lo hacen esta fecha oscila entre los diecinueve y veinticinco años. Por todo esto y siempre de manera aproximada, podríamos decir que se tiende a reconocer como colectivo de jóvenes a los individuos comprendidos entre los 13 a los 24 años. Pero este reconocimiento de la juventud como colectivo parece, en nuestros días, más una penalización que una ventaja. Sobre todo en lo tocante a la emancipación ya que ésta depende de la plena autonomía económica. La situación de inseguridad y precariedad del trabajo para los jóvenes está alargando ficticiamente la etapa de juventud. Y es que un puesto de trabajo ha sido el último y definitivo peldaño del período de juventud que justificaba todo el tiempo de preparación de este ciclo de la vida. La protección a la infancia, hoy contrasta con la desprotección del joven. Mientras el menor está protegido por el Estado, a través de las etapas de educación obligatoria, no sucede lo mismo con el joven que abandona los estudios a niveles tempranos. Ni tan siquiera con los que a mayor edad y con más formación intentan emanciparse. Según nos muestra una tipología de los trabajadores con bajos salarios, elaborada en 1.999 por Antonio López, un colectivo importante de estos trabajadores lo constituían los jóvenes. Hombres y mujeres con formación baja o muy baja que viven con sus familias y dependen del apoyo y sustento familiar. Y jóvenes (H y M) con formación media o superior (universitarios) que acceden a trabajos de baja cualificación, baja remuneración y alta rotación en los contratos. El trabajo impone sus reglas. La familia de origen no puede transmitir el status adquirido por los padres. Al tiempo asistimos, en las sociedades tecnológicas, a una demanda de formación mayor que hace necesario superar el nivel formativo de los padres para adquirir el mismo status, si no menor. Es por esto que entre las clases medias y medias-bajas se ha generalizado la creencia de que la mejor herencia que se puede dejar a los hijos es la formación. El resultado es una situación de dependencia que puede llegar hasta los 30 años (en España en 1.998 el 53% de los jóvenes de 26-29 años vivía con sus padres4). Es por tanto la familia y no las instituciones la que asume los costes que origina la etapa de transición a la edad adulta. Y esto no siempre, como se ha pretendido, con satisfacción plena de los afectados, ya que el 67,7% de los jóvenes españoles entre 20 y 24 años preferiría vivir en su propia casa5. 1. Imagen de los jóvenes La imagen de los jóvenes oscila entre dos perspectivas contradictorias. Por un lado la identificación de joven, con la virtud de ser joven. Y por otro, la prevención ante el joven, por ser incontrolable. La imagen de los jóvenes es siempre la mirada del adulto, como ya nos mostrara el estudio acerca de la infancia y la adolescencia de Josune Aguinaga y Domingo Comas. En este trabajo, los entrevistados opinaban que sus hijos no deberían trabajar hasta los 20 años y los ajenos podrían hacerlo antes de los 16 años. Y los que no tenían hijos consideraban en mayor medida que los niños de ahora son demasiado caprichosos, y sobrevaloraban la influencia de la publicidad sobre el consumo de marcas, por los más jóvenes. En definitiva, el vivir con hijos o no, condicionaba radicalmente las opiniones de los entrevistados6. Pero la imagen de ese otro “el joven”, está sujeta a múltiples estereotipos. Por ejemplo, se ha difundido en los medios de comunicación la idea de que, la mayoría de los jóvenes que no abandonan el hogar paterno es porque no quieren prescindir de las comodidades y ventajas que esta situación les otorga. Este grupo de “ventajistas” hoy se estima en sólo un 9%. Y desde 1.984 los que elegían vivir con sus padres, no ha hecho sino disminuir. Otras imágenes creadas por los medios de comunicación son las del joven “bello” o el joven “conflictivo”. Ambos tienen un denominador común, necesario para la industria mediática, dan espectáculo. En Televisión los rasgos de la imagen del joven más frecuente, son las siguientes: se prefiere a los jóvenes de género femenino. La mayoría de las mujeres tienen el cabello claro y entre los hombres predomina el cabello oscuro. Cuando aparece una ropa deportiva es más probable que la lleve un joven. En la publicidad se muestra preferentemente la desnudez de los jóvenes. Sin embargo, el uso libidinoso de las cámaras actúa preferentemente sobre la mujer azafata, cantante o invitados de la farándula. Los roles que se asignan en este medio preferentemente a los jóvenes son los sexuales y de género, amistosos, y relativos al ocio personal7. El joven conflictivo parece ser una creación de los medios, sobre todo la prensa, debida a la información recabada de la administración y de los sucesos. Esto es, puesto que mayoritariamente se habla de los casos de orden público que implican a menores, la imagen de la juventud como colectivo termina estando representada por estos acontecimientos desafortunados. Auque estos hechos lo cometan una minoría. La Prensa privilegia las fuentes de datos institucionales (51%) y documentales (21%) que tienen como autores a las mismas instituciones; y la mayoría de las instituciones están relacionadas con el control policial y judicial del comportamiento juvenil. Como norma, la Prensa consulta una sola fuente de datos (63%)8. 2. Identidad de los jóvenes Se suele considerar a la adolescencia como una etapa difícil en el desarrollo humano. Aunque la inadaptación del adolescente suele ser un fenómeno parcial y esporádico. Las más de las veces el cambio en el adolescente es de orden valorativo, se vuelve crítico con los convencionalismos del adulto y sobrevalora la amistad. Busca el “ideal” que puede ser una empresa, una persona, un modo de vida. Y con respecto a la amistad, esta relación es de confianza mutua, intercambio de ideas y sentimientos, el amigo del alma. La amistad en la adolescencia es un sustitutivo de las relaciones paterno-filiales. Esta etapa contradictoria, suele ser superada y la persona surge enriquecida. Todas las posturas de rebeldía y oposición a lo establecido, suelen ir encaminado a una afirmación de sí. En esta etapa, la identidad se construye con los materiales que están a nuestro alcance. Es decir, necesitamos saber quienes somos. Si en la vida del adulto la profesión te define socialmente, al joven adolescente le definirá su estilo de vida. Una etapa juvenil hiper-desarrollada, genera individuos cuyas identidades necesitan constituirse al margen de los canales tradicionales: el trabajo y la emancipación. Es aquí donde nuevos agentes de socialización, como son los medios de comunicación, van a aportar estos materiales de la diferenciación con el mundo adulto, construyendo no sólo la personalidad individual sino el creciente muro que separa cada vez más la etapa adulta de la etapa joven. De esta manera el capricho de los niños deviene en la juventud en consumo desaforado y hedonismo. Parte importante de esta construcción de la identidad del joven es el cuerpo. Ya hemos visto como los “medios” hacen del cuerpo joven, saludable, y su exhibición a través de ropas ceñidas, un ideal que identifica físicamente al joven. El cuerpo se convierte en una expresión de la identidad. La apariencia física otorga cualidades y estima social. Según Giddens “el cuerpo está muy influido por nuestras experiencias sociales y por las normas y valores de los grupos a los que pertenecemos”9. Otro factor de identidad juvenil es la música. Los mayores consumidores son varones entre 15 y 24 años. Las discotecas también son las que más interés despiertan entre los adolescentes10. La participación de la música y sus distintos géneros en la identificación juvenil ha tenido estudios pioneros en nuestro país como el realizado por Jesús Levices, y publicado por la Comunidad de Madrid en 1.986. Este trabajo demuestra las funciones sociales que ejerce la música como fenómeno de masas en la población juvenil. Por un lado, la ubicación según gustos musicales, refuerza los vínculos en los seguidores y consumidores de las distintas opciones, generando una diferenciación no sólo con respecto al grupo de mayores sino entre grupos de jóvenes. Por otro lado, el fenómeno musical joven es funcional al sistema social, puesto que mantiene a los jóvenes desocupados ocupados en la música y no como consumidores pasivos. Más recientemente se ha retomado esta línea de investigación, insistiendo esta vez en los efectos que la música de los jóvenes tiene en la inclusión o exclusión de los individuos según gustos. El papel de la música a la hora de condicionar la creación de amistades. “Los que muestran su gusto por los estilos minoritarios, encuentran en el hecho diferencial que les otorga la condición de minoritarios, uno de los elementos que refuerzan los procesos de identificación“11. Estos jóvenes vanguardistas rechazan insistentemente los estereotipos juveniles socialmente creados, aunque tienden a reproducir y consolidar esos mismos estereotipos. 3. Manipulación de la juventud La sociedad desarrollada, triunfadora de la enfermedad, alarga la vida y también desdibuja los límites del paso a la vejez. La creciente longevidad de nuestras poblaciones y las bajas tasas de natalidad van ubicando cada año a un mayor número de personas en el furgón de cola. Pero lejos de reivindicar socialmente la condición de mayores, se proyecta la imagen de la eterna adultez. Los mayores, ancianos o viejos, han desaparecido porque se han transformado en pensionistas válidos, independientes o incapacitados. Los primeros proyectan una imagen de afortunados, se supone que tienen pensiones suficientes, y puesto que no se deben al mercado de trabajo son libres para disponer de lo que se supone una ventaja, de todo el tiempo del mundo para divertirse, para el ocio o lo que algunos llaman disfrutar de la vida. Los jóvenes no acaban de ser redefinidos. La imagen de joven contestatario, rebelde de los años 60, habita en el imaginario colectivo pero dista mucho de ser viable en el espacio social que hoy se dispone para ellos. El joven de la protesta es hoy adulto y eso es equivalente a integración, por tanto, tiene intereses sobre todo en mantenerse en un modelo social que selecciona a los individuos que define o califica de interesantes, valiosos o competitivos. La selección social es excluyente porque aunque todos son los llamados pocos serán los escogidos. Desde este principio y por más que se construya la excelencia, no todos los seres humanos dan la talla de excelentes, aunque se reconozca que todos tienen derecho a tener un lugar en el mundo. Los jóvenes y los mayores tienen cada vez más en común el ser desocupados, por tanto, desde los valores utilitaristas de la sociedad productiva se les busca otro lugar de utilidad, se les fabrica funciones sociales y en un intento por encontrarles, si no el lugar en la estructura productiva, sí la función social que justifique el no estar. Es por esto que sobre los excluidos se crean imágenes, características y categorías comprensivas; cuando a los integrados sólo les define el “estar integrado”, soy lo que hago, la profesión, la ocupación, lo que trabajo. La disponibilidad de tiempo libre es lo que tienen en común los que están fuera del mercado de trabajo y por tanto son susceptibles de consumir cultura de masas. En este universo mediático, los protagonistas son los propios consumidores. Los desconocidos para el sistema productivo, adquieren ahora más que nunca el protagonismo y la capacidad para hacer del defecto virtud. La abundancia temática relativa a estos dos grupos jóvenes y ancianos en la televisión no es fortuita. Los mensajes preferidos son como mantenerse joven, comer adecuadamente y sexo en la tercera edad. Para el grupo de jóvenes, como llenar el tiempo. Los contenidos simbólicos de estos dos grupos de edades tienen su correlato en el ámbito del consumo. Se crearán por tanto valores compensatorios a estos grupos no generadores de riqueza. El lugar que ocupan es funcional al sistema productivo, siempre y cuando entren como consumidores en la demanda de mercancías y en la distribución de riqueza. La prevención que tradicionalmente se tenía a los jóvenes no integrados, es sustituida por la creencia en que son un grupo que tiene valores comunes, ideas, formas de hacer especiales que hay que comprender. Se les otorga primero una unidad, basándose en supuestos problemas compartidos, para pasar después a atribuirles cualidades misteriosas, como se ha hecho con todos los grupos a los que se define como diferentes. Esto es, tratar de acrecentar la diferencia, hasta hacerlos extraños e irreconocibles. Por esto necesitamos una ventana abierta a la intimidad, para ver cómo reaccionan los jóvenes, qué hacen los jóvenes, qué piensan los jóvenes. Programas como el Gran Hermano dan tanto satisfacción al protagonismo juvenil, como a la curiosidad del adulto. Hoy la industria del ocio y, en concreto, la industria musical se ha visto gratamente complacida por el incremento de ventas que ha supuesto “Operación Triunfo”. Se reconoce que ha salvado la industria del disco español en el 2.002. La música y los jóvenes están asociados desde hace treinta años. Sólo que hoy la música como alternativa al estancamiento del mercado laboral es potenciada por las instituciones. La manipulación consiste fundamentalmente en aprovechar la frustrada emancipación de los jóvenes y la sustitución que éstos hacen de su falta de protagonismo social a través de modas, conductas, valores y gustos, para hacer ver que esta forma de vida es natural, deseable o envidiable. La imagen del joven es recreada, encauzada y, por último empaquetada. Todos los deseos por hacerse significar, van a ser retomados por el marketing y escenificados en los medios de comunicación para mayor gloria de la economía. Mientras la jaula de oro, en la que se supone viven los jóvenes (familias de origen, sin responsabilidad de esposa e hijos, con libertad sexual y viajes) parece ser cada vez más jaula. La imposibilidad de vislumbrar un futuro como adulto lleva a numerosos jóvenes a continuar con conductas propias de adolescentes lo que no auspicia un orden social. El horizonte de la integración social de los jóvenes se nos antoja conflictivo, la proletarización de los hijos en casa ya está generando conflictos convivenciales en el ámbito familiar, pero en el ámbito público quizá sólo se necesita un motivo que dentro del imaginario del colectivo de jóvenes sea lo suficientemente poderoso. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS: BERENGUER CONTRI, G. Los adolescentes como consumidores: la familia como agente de socialización. Estudios sobre consumo. 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Y Pedrosa, Y.C.: La Psicología Evolutiva. Marova, Madrid, 2000, p. 70. 4. López Blasco, A. y René Bendit: Indicadores sociales europeos básicos sobre juventud. Plan de Estudios 2001. MTAS: INJUVE, p. 142. 5. Ibid., p. 145. 6. Aguinaga Roustan, J. y Domingo Comas Arnau: Infancia y adolescencia: La mirada de los adultos. MAS, Madrid, 1991, pp. 39-40, 207. 7. Baca Lagos, V.: Imagen de los jóvenes en los medios de comunicación de masas. MTAS. INJUVE, 1998, p. 153. 8. Ibid., p. 49. 9. Giddens, Anthony: Sociología. Alianza, Madrid, 1998, p. 164. 10. Álvarez Rosario, M.; José Azofra y M. Cuesta: Economía y juventud. MTAS: INJUVE, 1999, pp. 85-89. 11. Megías Quirós, I. Y Elena Rodríguez San Julián: La identidad juvenil desde las afinidades musicales. MTAS. INJUVE, 2001, p. 87. 1 Cunningham, Hugh. “Trabajo y explotación infantil”Situación en la Inglaterra de los siglos XVII al XX. Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Madrid 1.994. pp. 43-47 2 Cuello Contreras Joaquín. “El nuevo Derecho penal de menores”. Ed. Cívitas. Madrid 2000. pp. 53-54 3 Hernández Aristu, Jesús. “Jóvenes entre la familia, la formación y el empleo”. Estudios de Juventud. Nº 56/2.002. p.121. Y C. Pedrosa. “La Psicología evolutiva”. Ed. Marova. p.70. 4 López Blasco, A. Y Rene Bendit. “Indicadores sociales europeos básicos sobre juventud”. Plan de Estudios 2.001. MTAS. INJUVE. p.142 5 Ibíd., p.145 6 Aguinaga Roustan, J. Y Domingo Comas Arnau. “Infancia y adolescencia: la mirada de los adultos. MAS. Madrid, 1.991. pp. 39-40-207 7 Baca Lagos, V. “Imagen de los jóvenes en los medios de comunicación de masas”. MTAS. INJUVE. 1.998. p.153 8 Ibíd., p.49 9 Giddens, Anthony con la colaboración de Karen Birdsall. “Sociología”. Cuarta edición. Ed. Alianza. Madrid, 2.002 p.198 10 Alvarez, Rosario, M. José Azofra y M. Cuesta. “Economía y juventud”. MTAS. INJUVE. 1.999. pp. 85-89 11 Megías Quirós, I. y Elena Rodríguez San Julián. “La identidad juvenil desde las afinidades musicales”. MTAS. INJUVE, 2.001. p.87