Buenas Nuevas Filosofía pagana y cristianismo

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Historia de la Iglesia
Filosofía pagana y cristianismo
Por Clara Freitag
En Diálogo de abril mencionamos a los apologistas... y aquí continuamos con la temática… Hacia el
siglo II, la filosofía había dejado de lado los problemas metafísicos para centrar su atención en
cuestiones relacionadas con lo moral y la «perfección interior del hombre».
Bajo los reinados de Nerón y Domicia-no, encontramos diversas escuelas filosóficas, como los
gnósticos, los platónicos, los cínicos, los estoicos; estos últimos intentan ejercer su acción benéfica
y sanar las «enfermedades del alma» (se-gún expresión estoica: ¡la historia se re-pite!) mediante una
terapia adecuada.
La estima general por los «filósofos» crecerá cuando suba al trono imperial un filósofo... ya no se
contentarán con proponer su doctrina en los centros académicos y círculos pequeños, sino que
saldrán a caminar por las plazas, donde el filósofo «profesional», con barba larga y capa, era
venerado por la gente; pero algunos literatos los observaban con es-cepticismo, como por ejemplo
Luciano de Samosata; porque también entre los filósofos se habían infiltrado los charlatanes, según
De Labriol.
Las disputas públicas
entre cristianos y filósofos.
Las Homilías Clementinas, si bien son del siglo IV, dejan entrever esas escenas que se dieron con
frecuencia. Así, se cuenta como un ciudadano romano de nombre Clemente, que, después de ha-ber
escuchado la predicación del Evan-gelio en Roma, emprendió el viaje de regreso a Judea. Pero los
vientos desviaron la nave hacia Alejandría, donde Ber-nabé, quien había sido discípulo de Pa-blo,
predicaba el cristianismo con palabras sencillas. Mientras el pueblo lo es-cuchaba con atención,
interrumpieron algunos filósofos intentando refutarlo con silogismos. Pero Bernabé no se dejó
confundir por éstos y siguió su exposición llena de verdad cristiana. Clemente quedó convencido de
las palabras de Bernabé y, a su vez, quiso confundir a los filósofos. El hecho, evidentemente creó un
poco de confusión entre los oyentes, de modo que algunos adhirieron a Bernabé, otros, en cambio, a
los filósofos (Homilía I, 8 ss). Este tipo de escenas deben haberse dado con frecuencia, ya sea por
iniciativas de parte de los cristianos como de los paganos. El hecho está confirmado por Justino, en
su Apología II, donde se habla de choques y polémicas con el filósofo Crescente quien, sin conocer
el cristianismo y na-da de las verdades cristianas, decía que éstos eran ateos e impíos. Pero Justino
lo confundió al demostrarle que entendía bien poco, ya sea del cristianismo como de la filosofía
verdadera; que por eso, más que filósofo, era un «filopsophos» (= un charlatán, un estrepitoso).
Que estas disputas o confrontaciones eran públicas e inclusive, tomadas ta-quigráficamente, también
parece ser verdad, puesto que Justino escribe que, si el emperador quisiera, podría enterarse de los
efectos de las confrontaciones, y agrega: que estaría dispuesto a repetirlas delante del mismo
emperador (A-pología II, 28). Es muy probable que fue Crescente quien denunció a Justino y lo
mandó al martirio juntamente con otros cristianos puesto que, por otras fuentes, sabemos que, quien
hacía profesión de filósofo cínico, gustaba mucho del dinero y que además, era de costumbres reprobables (cfr. Taciano, Discurso a los griegos c. 19).
¿Sobre qué cosas se discutía?
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Esto lo podemos recabar también en Justino: Según su Apología II, casi siempre se discutía de la
resurrección de los muertos y del premio para los buenos y para los malos el castigo. Justino de hecho, escribe que los pretendidos filósofos se la toman con la doctrina del castigo del fuego eterno, y
reprochan a los cristianos el buscar de atraer a los hombres a vivir bien, más por el temor de la pena
futura que no por el amor a la belleza y la honestidad (id. 9).
Entre los científicos se discutió si los dos pasajes en Apuleyo, el de la Metamor-fosis (9,14) y el
que se menciona en la Apología (56, 35) no deben interpretarse como alusiones al cristianismo y a
los cristianos, tomados como caricaturas...
En la primera, presenta a una mujer de-dicada a los vicios y torpezas, enemiga de toda buena fe y
pudor, que desprecia a los dioses, pero que es devota de un dios que ella llama «único»; en la segunda, describe la impiedad de cierto Emiliano, verdadero modelo de ateo que jamás se acuerda de
honrar a los dioses...
Otro caso, sobre el que tampoco se ponen de acuerdo los científicos, es la inventiva de Elio Arístide
en su Discurso 46: «…es gente que no vale nada, que se atreve a vituperar a un Demóstenes,
mientras que en cada una de sus palabras por lo menos se encuentra un solecismo (=error
gramatical). Siendo ellos despreciables, desprecian a los demás; hacen alarde de la virtud que no
tienen, predican la abstinencia, y están llenos de avaricia. Al robar lo llaman comunidad de bienes; a
la envidia, filosofía, a la avaricia, desprecio de las riquezas. En su avidez, se hunden en bajezas. A
la insolencia la califican de libertad, a la maledicencia, franqueza; el recibir regalos, humanidad.
Como los ebrios de Pales-tina, ellos unen la desvergüenza al servilismo. Son incapaces de colaborar
con algún fin útil ... ni una palabra, ni un pensamiento, ninguna acción suya dio buen fruto ... No
participan en las fiestas, no honran a los dioses ... se mantienen apartados en los rincones y hablan
como estúpidos. Y con eso, tratan de compararse con los mejores de entre los griegos y se llaman
filósofos...».
Algunos creen que estas inventivas son contra los judíos, otros, que contra los cristianos, y quien,
contra ambos, o contra los filósofos en general, o contra los cínicos en especial...
De todos modos, aquí tendríamos uno de los primeros testimonios paganos que, aun sin
confundirlos, relacionaban entre sí, cinismo y cristianismo.
Recibiremos con gusto tus comentarios y sugerencias, escríbenos a
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