El Banquete (Del amor) - Unidad Educativa Javier

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RESUMEN DE ALGUNAS OBRAS IMPORTANTES DE PLATÓN
La República (De la Justicia)
Platón se propuso en La República el estudio de lo justo y de lo injusto. Su objeto es
demostrar la necesidad moral, así para el Estado como para el individuo, de regir toda su
conducta según la justicia, esto es, según la virtud, es decir, según la idea del bien, principio
de buen orden para las sociedades y para las almas, origen de la felicidad pública y privada;
principio, que es el Dios de Platón. El plan de su demostración, si bien aparece muchas veces
interrumpido a causa de la libertad con que se mueve el diálogo, es muy sencillo.
Considerando desde luego el Estado como una persona moral en todo semejante, excepto en
las proporciones, a una persona humana. Platón hace ver a grandes rasgos la naturaleza propia
y los efectos inmediatos de la justicia. Para él el ideal de una sociedad perfecta y dichosa
consiste en que la política esté subordinada a la moral. En seguida emprende, con relación al
alma, especie de gobierno individual, la misma indagación que le conduce al mismo resultado,
esto es, al ideal de un alma perfectamente regida y completamente dichosa, porque es justa.
De aquí, saca como consecuencia que el Estado y el individuo, son tanto más desarreglados, a
la vez que desgraciados, cuanto son más injustos. Y así es ley de las sociedades y de las almas, que a su virtud
vaya unida la felicidad, como la desgracia a sus vicios. Esta ley tiene su sanción suprema en una vida futura,
sanción, cuya idea conduce a Platón a probar en el último libro de la República, que nuestra alma es inmortal.
El Banquete (Del amor)
El objeto de este diálogo es el Amor. La obra se articula alrededor de los
discursos que se pronuncian en casa de Agatón para festejar su triunfo como
poeta trágico. En la comida están Sócrates, Fedro, el médico Eriximaco, el
poeta cómico Aristófanes y otros. Apolodoro no asistió a la comida, pero supo
los pormenores por un tal Aristodemo, uno de los convidados, cuya veracidad
está comprobada con el testimonio de Sócrates. Estos pormenores están tanto
más presentes en su memoria, cuanto que de allí a poco tuvo ocasión de referirlos. Hasta los más sencillos tienen
su importancia. – Ya tenemos los convidados reunidos en casa de Agaton; sólo Sócrates se hace esperar. Se le ve
dirigirse pensativo a la casa de Agaton, detenerse largo rato a la puerta, inmóvil y absorto, a pesar de las
repetidas veces que se le llama mientras se da principio a la comida. Entra, por fin, en casa de Agaton al
terminarse la comida, y su llegada imprime a la reunión un carácter de sobriedad y de gravedad
desacostumbradas. Siguiendo el consejo de Eriximaco, los convidados acuerdan beber moderadamente, despedir
a la tocadora de flauta y entablar alguna conversación. ¿De qué se hablará? Del Amor. He aquí a Platón en su
elemento. ¡Con qué arte prepara al espíritu para oír la teoría que va a desenvolver naturalmente, y al propio
tiempo con rigor lógico, en el discurso que cada uno de los convidados debe pronunciar sobre el Amor! ¡Y qué
esmero para evitar la monotonía, conservando a estos sagaces contrincantes la manera de pensar y de decir
acomodada al carácter y profesión de cada uno! Fedro habla como un joven, pero joven cuyas pasiones se han
purificado con el estudio de la filosofía; Pausanias, como hombre maduro, a quien la edad y la filosofía han
enseñado lo que no sabe la juventud; Eriximaco se explica como médico; Aristófanes tiene la elocuencia del
poeta cómico, ocultando bajo una forma festiva pensamientos profundos; Agaton se expresa como poeta. En fin,
después de todos los demás y cuando la teoría se ha elevado por grados, Sócrates la completa y la expresa en un
lenguaje maravilloso, propio de un sabio, de un inspirado.
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Fedon (Del alma)
El Fedon no es, como los precedentes diálogos, una mera serie de preguntas y respuestas
sin otro objeto que poner en evidencia el error de una teoría o la verdad de un principio;
sino que es una composición de distinto género, en la que, en medio de los incidentes de
un argumento principal, se proponen, discuten y resuelven problemas complejos, que
interesan a la vez a la psicología, a la moral y a la metafísica; obra sabia en la que están
refundidos, con profunda intención, tres objetos muy diferentes: el relato histórico, la
discusión y el mito. El relato histórico consiste en la pintura sensible y viva del último día
y de la muerte de Sócrates, que a Equecrates de Flionte hace Fedón, testigo conmovido
aún por la muerte serena y noble, que fielmente refiere con un lenguaje en el que
campean la sencillez y la grandeza antiguas; cuadro de eterna belleza, en el que nadie
puede fijar sus miradas sin verse insensiblemente poseído de la admiración y entusiasmo
que respiran las palabras de su autor. En el momento en que Fedón nos abre las puertas de la prisión, aparece
Sócrates, sentado al borde de su cama, en medio de sus discípulos, que muy de mañana concurrieron para
recoger las últimas palabras de su venerado maestro. Aparece con un aire tranquilo y risueño, sin advertirse en él
sombra alguna de tristeza ni de decaimiento, que altere su semblante; sino sereno y tranquilo como el
pensamiento que le anima. Fuera de la emoción, mal contenida, de sus amigos, y las lágrimas, que a pesar de
estos salen de sus ojos, y las lamentaciones de Jantipa, su mujer; nada absolutamente se advertía en la persona
de Sócrates, que indicara la proximidad de su muerte; él mantiene sin esfuerzo su modo de ser y su lenguaje
ordinarios. Fedón nos enternece con sus recuerdos personales; se complace en traer a la memoria que su
maestro, a cuyos pies tenía costumbre de sentarse en un pequeño cojín, jugaba aquel mismo día con su
cabellera, durante la conversación; y se chanceaba recordándole que al día siguiente, con motivo del duelo, se
vería precisado a cortarla. Resuelto a dar a sus amigos el ejemplo de una vida consagrada hasta el último
momento a la filosofía, Sócrates hizo retirar a su mujer y a sus hijos; puso trabas al dolor de sus amigos, y no
tardó en provocar a Simmias y a Cebes a una discusión, que debía prolongarse hasta la puesta del sol, o sea hasta
el instante marcado por la ley para beber la cicuta. Será, como lo dice él mismo, el canto del cisne; no un canto
de tristeza, sino más bien de sublime esperanza en la vida bienaventurada e inmortal.
Timeo (De la naturaleza)
Este diálogo tiene poco de tal. Sócrates, Critias, Hermócrates, sólo hacen uso de la
palabra para presentar una especie de cuadro dramático, y la ceden bien pronto a
Timeo, que no la deja hasta la conclusión. La víspera, Sócrates había entretenido a sus
amigos con una larga conversación sobre el Estado, que es la misma que constituye La
República; y sus amigos estaban en el compromiso de corresponderle a su vez con otra
conversación semejante. A este fin se reunieron. Critias refiere una antigua tradición,
según la cual, Atenas tuvo en otro tiempo un gobierno perfecto, tal como del que se
acaba de hablar antes de la catástrofe y del temblor de tierra, de cuyas resultas
desapareció la Atlántida, sumiéndose en las aguas. Otro día, es decir, en otro diálogo (el
Critias), expondrá este gobierno perfecto, este ideal realizado; pero antes es preciso hacer conocer el origen de
la especie humana y de la naturaleza, y del mundo en general. Este es el verdadero objeto del discurso de
Timeo, que en resumen y en sustancia se reduce a lo siguiente. Por lo pronto, es preciso distinguir entre lo que
es y existe siempre sin devenir jamás, y lo que deviene o pasa siempre, sin subsistir lo mismo. Es preciso decir
que lo que es y subsiste lo mismo, es comprendido por el puro pensamiento, y puede ser conocido con certeza;
que lo que deviene siempre, objeto mudable de los sentidos y de la opinión, no puede ser conocido sino de una
manera conjetural. De aquí se sigue que no hay ciencia posible de la naturaleza y en general del mundo; y no
será poca fortuna, si se llega a dar una explicación probable de la formación del universo inmenso.
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Fedro (De la Belleza)
Sócrates se encuentra con Fedro que va a dar un paseo. Fedro le dice a Sócrates que
le acompañe y le contará lo que ha estado hablando con Lisias sobre un libro que ha
escrito referente al tema del amor. En este libro, Lisias defiende que el amado debe
elegir al no enamorado en lugar de al enamorado. Lisias argumenta a su favor que
los enamorados se arrepienten de los beneficios que hacen cuando dejan de estar
enamorados, y los no enamorados no. Los enamorados no están en su sano juicio y
no pueden dominarse. Además evitan el trato de sus amados con los demás.
Sócrates dice que el discurso de Lisias le ha convencido, pero que no está bien
articulado y no es claro. Fedro le pide a Sócrates que dé un discurso mejor
articulado que el de Lisias, y éste accede. Sócrates dice que el amor es una especie
de deseo, y los enamorados desean a los bellos. Dice que en cada uno de nosotros
hay dos principios conductores: el apetito innato de placeres, y un modo de pensar adquirido que aspira a lo
mejor. Dice que el apetito que, prevaleciendo irracionalmente sobre ese modo de pensar que impulsa a la
rectitud, tiende al disfrute de la belleza, y triunfa en su impulso a la hermosura corporal, es el que, recibiendo
su denominación de su misma fuerza, ha sido llamado amor. Quién es súbdito de deseo y esclavo del goce pone al
enamorado en situación de darle el máximo placer. El amante no soporta que el amado sea superior a él. Será
celoso, y mantendrá a su amado lejos de la filosofía. Por tanto, el hombre enamorado no es buen tutor. Desearía
que su amado permaneciese soltero y sin hijos. Y cuando deja de estar enamorado se convierte en desleal y no
cumple sus promesas. Pero en cuanto Sócrates acaba este discurso, se retracta y dice que estaba influido por
Fedro, se ve obligado a dar otro discurso en el que no ofenda a los dioses, ya que el Amor es hijo de Afrodita.
Dice Sócrates que el favor se debe conceder al enamorado pues éste está loco. Pero la locura que tiene no es un
mal porque es otorgada por divina donación.
Toda alma es inmortal porque tiene en sí
misma el principio de su movimiento.
Ahora para explicar cómo es el alma usa el
símbolo del auriga con los dos caballos, uno
bueno y uno malo. El alma que pierde sus
alas y cae a la tierra, se sirve de un
cuerpo, esta unión es el ser humano. Las
almas consiguen ver algunas “ideas” del
lugar que hay por encima del cielo (el
mundo de las ideas), pero luego vuelven al
cielo. Las almas se reencarnan, y al que
haya llevado una vida justa le irá mejor en
la próxima reencarnación. Las alas tardan
en volver a crecer al menos diez mil años,
menos las de los filósofos y las de los que
hayan amado con filosofía. Éstas, si eligen
ese tipo de vida tres veces en un milenio, se retiran para siempre. La mente del filósofo sigue apegada a las
ideas que consiguió ver. El amante cuando contempla al amado y su belleza, se acuerda de la belleza verdadera,
y adquiere alas. Los que pertenecían al cortejo de Zeus se enamoran de los amantes de la sabiduría y de los
dotados para el mando, y les ayudan a ser tal como exige su naturaleza. El alma del amante sigue a su amado
con respeto y temor. Al amado también le crecen las alas porque ve su belleza reflejada en los ojos del amante.
Luego Sócrates y Fedro discuten sobre los discursos, sobre cómo quedan bien o no. Sócrates sostiene que sólo el
que conoce las cosas como son realmente y conoce la oratoria también, puede dar un buen discurso. Por último
hablan sobre la conveniencia o no conveniencia de la escritura. Sócrates cuenta un mito sobre Egipto con el que
da a entender que la escritura es mala porque solo da apariencia de sabiduría, ya que el discurso escrito no
puede defenderse a sí mismo, y puede ser malinterpretado.
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