Domingo Cuarto - Parroquia Santa Catalina

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Parroquia de Santa Catalina ______________________________________________________________________
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO CICLO B
Autor: Antonio Campillo
Sagrada Escritura:
1ª lectura: 2 S 7,1-5.8b-11.16
Salmo: 88
2ª lectura: Rm 16, 25-27
Evangelio: Lc 1, 26-38
MENSAJE DOCTRINAL: SALVE, MARÍA, MADRE DE DIOS, POR
QUIEN VINO AL MUNDO EL AUTOR DE LA CREACIÓN Y
RESTAURADOR DE LAS CRIATURAS”
1. El Verbo de Dios se hizo carne
Hoy, 4º domingo de adviento, como preparación inmediata para la Navidad, hemos
leído el evangelio, según San Lucas, de la Encarnación del Verbo de Dios en las purísimas
entrañas de la Santísima Virgen, después del saludo del Ángel. María pronunció su “fiat”,
su “hágase,” y concibió al Hijo de Dios bajo la sombra del Espíritu.
“El misterio de la Encarnación del Verbo” anunciado por el Ángel a María
Santísima es el punto de unión de nuestras lecturas. El segundo libro de Samuel nos
presenta al rey David con la intención de construir un templo para Yahveh. El profeta
Natán aprueba el proyecto, pero indica a David que la voluntad de Dios es diversa: no
será él, el rey David, quien construirá el templo, sino que será Yahveh quien dará a David,
una “casa”, una descendencia, de la cual nacerá el Mesías y un reino que durarán por
siempre. El pleno cumplimiento de esta profecía se tiene en la encarnación de Cristo,
piedra angular empleada en la construcción del nuevo templo (1 P 2, 4-10 ).Por medio de
las palabras del ángel dirigidas a María, nosotros conocemos la encarnación del Hijo de
Dios; entramos en contacto con el misterio del Emmanuel, del Dios con nosotros. El
misterio escondido por siglos se ha manifestado en Cristo. Porque tanto ha amado Dios a
los hombres que les ha dado a su Hijo único.
Los misterios de la infancia del Señor, según indica S. Ignacio en sus ejercicios
espirituales, son para contemplarlos, y contemplamos el misterio, cuando nos ponemos
allí donde sucedieron los hechos…y percibir todo el mensaje que tienen para nosotros
Los que hemos tenido la suerte de visitar Nazaret, en nuestras peregrinaciones a Tierra
Santa, hemos podido ver lo que era la casa de la Santísima Virgen, donde sitúa el
evangelista San Lucas este relato de la Anunciación.
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San Ignacio hace notar cómo Cristo es "nacido en suma pobreza"… y en suma
pobreza fue concebido en el seno virginal de la Virgen…Y lo fue porque una sencilla
muchacha (de 14 o 15 años), aceptó la petición de Dios: "He aquí la esclava del Señor,
hágase en mi según tu palabra".
Hoy aquella sencilla gruta está englobada, como os decía, en una gran Basílica - la
más grande y hermosa del próximo Oriente-. Destaca en todo su blanco y armonioso
conjunto la Cúpula central de singular belleza, sobre todo en su interior: quiere reproducir
el cáliz de una azucena o lirio invertido...La parte inferior o cripta, donde está situada esa
pobrísima gruta invita al recogimiento y a la oración callada...es una penumbra calculada:
todo está dispuesto para sentir el misterio..., el misterio sensibilizado en un rayo de luz,
que baja desde la linterna de la cúpula, - el Verbo es esa luz-, que bajó, -se hizo carne-,
iluminando las naves de la Iglesia, hasta abajo, hasta la oscuridad de la pequeña grutahabitación de lo que era la casa de María. Así el espíritu sensible percibe el misterio de la
Encarnación en ese rayo de luz, que desciende desde lo alto. Y el Verbo de Dios que es Luz
“se hizo hombre”, bajó a las tinieblas de la tierra...y quedaron llenas de luz.
Mirad: Dios no es un ser tan misterioso, tan misterioso que no podamos saber nada
de Él. Precisamente Dios se hizo hombre para que a través de nuestros sentidos, y por
medio de la santísima Humanidad de Cristo, pudiéramos conocerlo y conociéndolo lo
amásemos....
Y el Verbo, expresión perfecta del Padre, toma forma asequible a nuestro
entendimiento, que necesita de los sentidos para conocer.
Es lo que os invito a hacer hoy, siguiendo el método de San Ignacio, aplicando
nuestros sentidos, como si viésemos y palpásemos lo que nos cuenta San Lucas en su
relato evangélico: Conocer a Dios...inmenso, eterno, omnipotente, de entendimiento y
voluntad infinito...por medio de nuestros sentidos:
a) Nuestros ojos ven esa gruta donde vivía aquella Virgen soltera, de 14 o 15 años, pero
ya “comprometida” con un hombre, que “se llamaba José”, y esta joven “se llamaba
María”.
b) Palpamos piedras que pusieron los primeros cristianos, que eran parientes del Señor,
y después otras de los cristianos posteriores en la construcción y reconstrucción de
iglesias sobre la gruta de la Virgen, todas fruto del amor de la Cristiandad.
c) Y oímos en ese ambiente de oración y sosiego, las palabras de la Virgen María, en
respuesta a la proposición del Ángel de hacerla Madre de Dios, que expresan la
vivencia misteriosa de María: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu
palabra”.
d) Y sentir el misterio de un Dios que se hace niño...sentir el misterio del Verbo en esa
luz que viene de arriba, del cielo...y que cristalizó en el vientre de la Virgen...y desde
allí, hecho hombre, y quitando las tinieblas del mundo, ilumina, con esplendor, al
cumplirse las promesas del Antiguo Testamento, a toda la Iglesia con la luz del Nuevo
Testamento, iluminando a toda la Humanidad.
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2. Dios hecho hombre...un salto de vértigo
Si nos pudiéramos asomar a los primeros sentimientos del corazón humano de ese
Dios eterno encarnado en el seno de María..?: “No quieres oblaciones ni sacrificios...más
heme aquí para hacer tu voluntad”.
“Y Él era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”, nos dice san Juan.
“Yo...el Verbo de Dios...el Hijo del Padre.”
“Y todo fue creado por Él, y todo por Él existe, por Él todo ha sido creado, y todo subsiste
por Él”, nos sigue diciendo San Juan.
“Yo...creador de todo cuanto existe”.
Y como el Padre eterno, incluso impasible. “No tengo principio, no puedo sufrir...”,
y como el Padre inmortal... “Yo no puedo morir”...
“Y el Verbo se hizo carne y habitó...acampó entre nosotros”.Así termina San Juan el
prólogo de su Evangelio. El Verbo, como un beduino, empezó a andar su vida pasible y
mortal, morando bajo la tienda de campaña de su santísima Humanidad.
Notad, por tanto, el salto de vértigo: “Yo, inmortal, eterno e impasible. Yo mismo,
Yo, el eterno, inmortal e impasible, empiezo a vivir, empiezo a sufrir...y Yo, inmortal,
puedo...he empezado mi camino para morir...
Realmente es hermoso el Misterio del Verbo encarnado.
Lo dice San Agustín: “Verbum caro factum est, magna pulchritudo est”.
Que el Verbo se hiciese hombre es una gran hermosura. Más hermoso que un amanecer o
la fragancia de una flor, o el amor de los que se aman, o la sonrisa de un niño, es la
hermosura de un Dios que se hizo hombre voluntario por nosotros.
Hombre voluntario: el único que ha elegido ser hombre...Nosotros no lo elegimos,
fuimos puestos en la vida, sin decisión de nuestra parte.
El único, pues, que decidió serlo fue Él, el Verbo de Dios, el único que eligió ser
hombre sin dejar de ser Dios. Él, el único hombre que voluntariamente quiso serlo por
mí.
“Propter nos, homines, et propter nostram salutem, descendit de coelis”.
« Por nosotros, y por nuestra salvación se hizo hombre”, rezamos en el credo.
Dios se hace hombre por y para mí. Lícitamente de nadie podemos decirlo,
incluidas las personas más íntimas, como son los padres con relación a los hijos, ni los
hijos para con los padres...No nos hemos elegido anteriormente...nos hemos encontrado en
la vida...felizmente encontrados, pero sin anterior elección...El único que lo hizo por mí,
con premeditación y amor, fue el Verbo de Dios.
“Me amó, se encarnó, nació y se entregó a la muerte por mí”, dirá San Pablo.
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Es lo que cada uno de nosotros puede sentir y meditar en su corazón, como
preparación inmediata a la Navidad, en un silencio alegre, llenos de fe, esperanza, amor y
agradecimiento en la contemplación del Verbo que por mí tomó carne en el seno purísimo
de María, quién le dijo sí en la aceptación y fiel cumplimiento del designio de Dios para
Ella, para mí y para todos los hombres. La contemplación del Misterio de la Encarnación
nos prepara para recibir al Señor en el Misterio de su Nacimiento en la Noche de
Navidad...mientras repetimos una y mil veces con el salmista de este domingo: cantaré
eternamente las misericordias del Señor.
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