Filosofía y religión

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DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA A LA MEDIEVAL
Introducción
Dentro de un englobe tal como es el de la `filosofía y religión', nos encontramos a dos hombres que dieron pie
a este paso: Agustín de Hipona y Tomás de Aquino.
El fenómeno de la religión, es especial el cristianismo que es en la que nos basamos, marca su propia marca
(valga la redundancia) hasta nuestros días en los ámbitos más variados del ser humano. La religión cristiana,
desde la concepción del todo diferente de la religión griega y, sobretodo, desde lo que puede ser una forma
racional de entendimiento de la verdad religiosa que representa la religión y así cómo ha pervivido hasta
nuestros días.
Remitiéndome a los dos autores mencionados anteriormente, San Agustín es, junto a Tomás de Aquino el más
grande pensador de la filosofía cristiana. Representa una síntesis doctrinal de la filosofía griega en una propia
versión llamada neoplatónica. Esta síntesis se centra en la doctrina de la inteligencia como portadora de ideas,
que da pie a una concepción innatista del conocimiento, (al planteamiento de que es en el alma humana donde
se encuentran los principios ideales más universales del conocimiento). Así, el conocimiento se obtendrá a
partir de la observación de la verdad inmutable que procede del dios mismo, sin cuya intervención la verdad
estaría vedada al ser humano.
La teoría de su coetáneo Tomás es bien distinta, pero sin salirse de los cánones de la religiosidad cristiana.
Tomás de Aquino es reconocido como el maestro universal de la autocomprensión teológica y filosófica de la
fe cristiana. Esta filosofía tiene como fundamento el antropocentrismo (el ser humano es el punto de vista
central y la referencia esencial para el conocimiento de lo más digno de ser sabido, que es Dios). Todo el
saber de Dios y sus criaturas se considera desde el prisma de las facultades humanas del entendimiento y de la
voluntad, y desde las capacidades humanas (pasiones). El mundo y la propia criatura humana se tornan
imágenes de su creador.
FILOSOFÍA Y RELIGIÓN: FILOSOFÍA GRIEGA Y FILOSOFÍA CRISTIANA
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Contexto histórico, filosófico y cultural.
Nos encontramos varias concepciones hechas por historiadores y pensadores. Los más destacados son los
siguientes:
• Hesiodo: Es el de los primeros tiempos de la civilización clásica griega. A finales del s. VIII y
principios del VII antes de nuestra era, se da el auge colonizador de Grecia, o mejor, de sus
ciudades−estado (por el Mediterráneo), y en especial en la Magna Grecia (sur de Italia) y Asia menor.
Sobre la base del comercio con la metrópoli, los griegos establecen una economía mercantil, la
talasocracia es deseada; y da como resultado el florecimiento cultural de la Grecia continental, insular
y mediterránea; pues se consolidan las pólis. Este movimiento surge en Jonia, que da un giro drástico
a su forma de vida. Políticamente, los regímenes monárquicos (al frente de los cuales se encontraba el
basileus) fueron paulatinamente sustituidos por democracias. Esta época esta marcada por el paso de
una sociedad tradicional, cuya base económica en la agricultura, a una sociedad de base mercantil.
La poesía épica mezcla sabiamente un sentimiento de añoranza por los viejos tiempos, con la remembranza de
la vida pastoril y sencilla de los campesinos, bellamente disfrazada e idealizada por los poetas, con una crítica
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del presente. Pero todavía los viejos ideales de la `areté' arcaica, valorizan la supremacía de la aristocracia y
superioridad del guerrero. Parecen estar vivos en la cultura de finales de siglo VIII a. C.. Esto se muestra en
especial en la antigua poesía lírica arcaica, con autores como Teócrito, y en especial en la obra posterior de
Píndaro. Esto a su vez denota en la influencia oriental en forma de mitos y leyendas.
Desde el punto de vista filosófico, apenas se puede hablar de pensamiento racional, pero sí en el estudio de la
matemática y la astronomía... que con gran rapidez los conocimientos propiamente matemáticos se difunden y
he aquí el germen de la posterior cultura filosófica clásica.
• Protágoras: Su contexto es el de la sofística, pues es el primer movimiento espiritual de moda en las
`pólis' griegas del siglo V antes de nuestra era. Como consecuencia del florecimiento económico de
éstas, aparecen los llamados sofistas, que son maestros de sabiduría práctica, dispuestos a formar, a
cambio de un estipendio, a jóvenes de familias acomodadas, con el único objetivo de que estos
jóvenes tengan éxito en la vida pública. El sofista difunde un saber práctico, que tiene mucho de
oratoria y retórica, de usos mundanos, de técnica persuasiva y de reglas útiles para triunfar en la vida
pública. Aquí nace la filosofía humanista, ilustrada y pragmática, al servicio de una juventud ávida de
formación científica para destacar socialmente en las pólis.
• Lucrecio: El siglo I antes de nuestra era es una época compleja desde el punto de vista histórico,
cultural y filosófico. Históricamente nos encontramos en el tránsito de la Roma republicana a la Roma
imperial. El imperio viene a satisfacer las necesidades de una economía cada vez más necesitada de
expansión sobre otros territorios que proporcionen tierra de cultivo a los numerosos libertos y
soldados licenciados. Este creciente grupo conforma la plebe romana. Pero también pertenecen a este
periodo las grande luchas entre patricios y plebeyos, correspondiente a una cultura sincrética, de la
que su principal representante fue Cicerón. Este filósofo, célebre por su oratoria, representa la
herencia de la gran cultura grecorromana puesta al servicio de la clase dirigente. En este sentido
podemos decir que la crítica antirreligiosa de Lucrecio tiene que ver con la lucha de determinados
pensadores contra los cultos tradicionales y las nuevas creencias de origen oriental y egipcio, que
estaban convirtiendo al imperio naciente en un gigantesco mosaico de creencias y supersticiones.
Lucrecio así, entiende que las clases dominantes y conservadoras utilizan estas creencias populares
para mantener a la plebe en la ignorancia y la sumisión.
Filosofía griega y filosofía cristiana.
Los límites históricos de la filosofía los constituyen los diversos sistemas de creencias y prácticas religiosas.
Este límite ha funcionado como elemento que diferencia los distintos discursos como elemento de debate y
discusión teórica.
Frente a la explicación del surgimiento de la filosofía en Grecia a partir de la religión homérica y la mitología,
y que considera que la explicación lógico−racional se opone diametralmente a la explicación mítico−religiosa,
hoy puede sostenerse que le nacimiento de la filosofía, como explicación racional, no revelada, que no acepta
ciegamente y sin crítica ningún supuesto, no acaba con la explicación mítico−religiosa del mundo, ni tiene por
qué ser tomada como su antítesis atea. Con el nacimiento del discurso racional en la Grecia clásica, la religión
griega sufre un proceso de depuración e ilustración racional aún así, la filosofía conserva de forma
iconográfica componentes religiosos.
Los principales matices que diferencian las dos religiones es su origen. La religión grecolatina tiene una base
bella y libre obra de la imaginación creadora para elaborar figuras de dioses que viven al margen de las
preocupaciones y miserias humanas. En cambio, la religión monoteísta judeocristiana tiene como base
irreductible la revelación de Dios a los seres humanos mediante profetas y profecías. El saber racional en
ambos casos se nutre y recibe una interlocución de las creencias religiosas, produciéndose una continuidad de
preocupaciones humanas que ambas religiones tratan de resolver por caminos distintos, y que la filosofía lo ha
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intentado por la única vía de la razón humana.
En la Grecia clásica, la naturaleza o physis es el elemento que todo lo impregna, de ahí que podamos hablar de
una religión de la naturaleza.
Desde muy antiguo son los poetas los que se hacen cargo de estas bellas narraciones de cuentos, fábulas,
leyendas y mitos que hablan de los dioses, de sus luchas y rivalidades. La religión griega persuade y convence
más por la belleza formal de sus narraciones y relatos, por el sentido ritual y armónico de sus ceremonias y
sacrificios y por la permanente acomodación del capricho de los dioses.
La filosofía cristiana.
En el cristianismo, que surge a finales del mundo antiguo, hay una filosofía y una concepción del mundo y del
ser humano. Históricamente, la religión cristiana se divide en dos grandes momentos, 1. Y la más importante,
la religión judía y 2. La cultura del Imperio Romano entre los siglos I y III de nuestra era.
La religión judía
Es la más importante por sus orígenes derivados en el cristianismo. Toma por base la Biblia. Ésta comprende
libros de carácter legal, histórico, poético−sapienciales y otros de tipo profético; en los que recoge la vida y
los dichos de profetas, de personas elegidas que predican la palabra de Dios y anuncian la futura llegada de su
hijo.
El universo del Antiguo Testamento ejemplifica la radical falta de conciliación y armonía entre el cielo y la
tierra, entre Dios y los seres humanos, y pospone el acontecimiento de la prometida reconciliación entre lo
humano y lo divino, la venida a la tierra del Mesías. Por el contrario a la fe actual cristiana, no ven a Jesús
como el Mesías esperado, y aún siguen esperándolo.
El contenido racional de la religión cristiana.
Uno de los prejuicios esenciales de la religión cristiana consiste en la afirmación de que la verdad existe para
todo y cualquier ser humano, sin distinción de origen social o étnico, formación, capacidad, sexo o destino. Se
da una superposición entre RAZÓN y FE, pues ésta es una verdad revelada. Así, el mundo real no es, sino que
tiende a ser, con lo cual es platonismo visto desde la cristiandad.
El lenguaje religioso cristiano es el lenguaje de los sentimientos, y en concreto el más elevado de ellos: el
amor de Dios, y en especial de Cristo, a la humanidad.
Desde el punto de vista del mensaje cristiano a los humanos, la sencilla verdad del cristianismo es la de la
reconciliación entre el ser humano y Dios. Esa reconciliación significa que Dios mismo se hace humano,
adopta la forma mortal para dignificar la naturaleza humana y proyectarla a un destino trascendente. La
encarnación de Dios en Cristo, expresa la culminación de un largo proceso de revelación de la voluntad
divina. El contenido racional de la filosofía cristiana es la redención de la criatura humana del pecado, es
decir, del estado de separación respecto a Dios. Esta redención es el proceso por el que el ser humano
adquiere conciencia de la definitiva unidad de la naturaleza toda, la divina y la humana, por expreso deseo de
la divinidad.
El cristianismo como filosofía se presenta como una filosofía monista, es decir, de la afirmación de una única
naturaleza que reúne en sí lo divino y lo humano. No obstante, la teología oficia de la Iglesia Romana ha
venido insistiendo en el dualismo extensible, no sólo a la radical separación de Dios y del ser humano, sino
también en el seno de la naturaleza humana entre el espíritu y el alma. El destino del cristianismo se consuma
en la oposición al orden pervertido del mundo y en la esperanza futura en otro mundo.
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El cristianismo, o mejor dicho su filosofía se inicia y se subdivide en varias doctrinas que adoptan distintos
puntos de vista del Mesías e incluso de su propia fe. Las doctrinas derivadas de la filosofía cristiana más
importantes son: el arrianismo, el socianismo, el pelagianismo, el marcionismo, el montanismo y por último y
no por eso menos importante, el maniqueísmo, en el cual posteriormente se rige San Agustín de Hipona.
AGUSTÍN DE HIPONA
INNATISMO Y TEORÍA D E LA ILUMINACIÓN
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Contexto histórico, filosófico y cultural.
El contexto histórico está marcado por la decadencia y posterior hundimiento del Imperio Romano y por las
continuas luchas sociales y políticas que enfrentan al poderoso ejército romano con los diferentes pueblos
mediterráneos. Al fin se consolida la división del Imperio en dos áreas, occidental y oriental, políticamente
independientes. En los comienzos del siglo V de nuestra era se asiste a la progresiva conquista de los
territorios occidentales por los pueblos del norte y este de Europa.
El hecho cultural más importante del período lo constituye el creciente ascenso de los valores de la cultura
cristiana que se expande. Sus divisiones son poderosas, tan poderosas como el posterior dominio oriental
bizantino.
Las relaciones entre filosofía y religión
San Agustín es uno de los autores que identifica religión y filosofía; pero esta identificación no se realiza
porque él confunda fe y razón, puesto que ambas son dos acciones totalmente distintas en el ser humano. Para
San Agustín, la actitud filosófica radica en el deseo de conocer la verdad. El problema para el filósofo es
encontrar el camino para hallar la verdad de una forma similar a como ocurre con la religión, que nos
proporciona la verdad. En este sentido, religión y filosofía desempeñan el mismo papel en la vida del ser
humano, pues tienen la misma finalidad y eso es lo que las unifica.
Sin embargo, San Agustín cree que el inicio del camino no debe ser la razón, sino la fe, que es la que prepara
el camino para el efectivo razonar: primero creer y después comprender [crede ut intelligas]. Además de
admitir la primacía de la fe sobre la razón, ésta debe tener una actitud de receptividad frente a aquélla,
verdadera autoridad, ya que es la famosa y ya comentada en este trabajo: la verdad revelada.
La primacía de la fe sobre la razón está justificada por la autoridad que le confiere a sus verdades el provenir
directamente de la palabra de Dios. Para San Agustín, la autoridad es la capacidad que tiene un ser para influir
sobre otros y obtener obediencia, para asegurar bienes o ventajas verdaderas a estos últimos. Se caracteriza
por influir sobre otros, por la capacidad de asegurar bienes y por el reconocimiento de dicha capacidad.
Reconocimiento que implica fe, confianza en que aquél que posee la capacidad cumplirá sus objetivos. San
Agustín entiende como verdadera autoridad sólo la verdad revelada por las sagradas escrituras. Todo lo demás
puede ser autoridad, pero no puede ser la verdadera autoridad.
La autoridad verdadera proporciona los contenidos de nuestro saber racional. Sin embargo, San Agustín no se
conforma sólo con creer: quiere llegar a la inteligencia de lo que cree, por eso no hay un rechazo de la razón
ni de la filosofía.
La teoría de la interioridad en San Agustín
El innatismo
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El planteamiento agustiniano tiene base platónica. San Agustín conoció bien los escritos de Plotino, que le
sirvieron para superar diversas dificultades teóricas, gracias al descubrimiento de un mundo inteligible con el
que resolver los problemas del materialismo maniqueo [lucha entre el bien, Dios; y el mal]. Para Plotino, toda
realidad se deriva de lo Uno, que es la realidad primera y perfecta. La inteligencia contempla lo Uno y, a
partir de esa contemplación, genera ideas cuya realidad es derivada y, por lo tanto, menos perfecta.
Para San Agustín, la primera forma de conocimiento es la de los sentidos externos, que nos ponen en contacto
con el mundo sensible, pero su forma y materia muestra su limitación. Por eso dice que el sentido intimo o
fuerza interior es un grado superior de conocimiento, y al que corresponde apreciar las impresiones que nos
llegan empíricas.
El conocimiento de uno mismo se constituye en el eje central del pensamiento agustiniano, pero con un
sentido muy diferente a sentido de pensadores antiguos: buscar el rastro de Dios. En la interioridad
agustiniana no sólo se intuyen unas primeras verdades [innatismo], sino que encontramos un gran
enriquecimiento con los valores morales de que es portador todo ser humano. Con la interioridad, San Agustín
ha encontrado un mundo de valores y la necesidad de alcanzarlos. Esa necesidad es un impulso hacia la
salvación. Con el desarrollo de la interioridad tomamos conciencia de que la naturaleza humana está abierta a
un fin que no es ella misma, constatamos que en el ser humano hay algo que lo trasciende: la verdad que
habita en el ser humano interior.
Existen dos vínculos que nos ata a lo trascendente: el resultado de nuestro autoconocimiento es reconocer
nuestra propia limitación, y eso nos hace pensar en aquello que puede ayudarnos a superar nuestro estado de
necesidad. Dios. También encontramos la conciencia de la propia dignidad en tanto que estamos hechos a
imagen y semejanza de Dios. De ahí que se entienda que la interioridad no tiene carácter subjetivo, sino una
vocación de transcendencia.
La iluminación
En San Agustín existe una desvalorización de conocimiento sensible, aunque admite que hay una certeza
innegable de las sensaciones, pues nadie puede negar que son verdaderas, pero las sensaciones no pueden
producir ciencia por sí mismas. Por ello hay que superarlas. La sensación es el punto de partida del
conocimiento natural, pero no nos conduce en sí a causa de su limitación. Para aclarar el sentido de la razón,
san Agustín precisa decir que la define como `movimiento de la mente capaz de discernir y enlazar aquello
que conoce'. San Agustín distingue entre alma y la mente. La mente es la parte superior del alma humana. Piar
otra parte, la inteligencia es la parte más importante de la mente, puesto que esl a facultad de la mente que es
iluminada directamente por Dios. Iluminar quiere decir ser capaz de distinguir las ideas supremas o verdades
primeras en nosotros mismos, pero con la intervención de Dios.
Por tanto, san Agustín distingue entre razón e inteligencia. La razón es la facultad de ordenar los datos
sensibles y producir la ciencia. La inteligencia es la facultad de conocer el mundo inteligible y conocer la
sabiduría, siempre por iluminación divina. La razón inferior, al construir la ciencia, proporciona el
conocimiento de las realidades sensibles y mutables de nuestro entorno físico. La razón superior tiene por
objeto la sabiduría, el conocimiento de las ideas, lo inteligible, con el fin de hacer posible el acercamiento
hasta Dios. Es esta razón superior se produce la iluminación de Dios.
Según esta teoría, el alma conoce las ideas inmutables y eternas que están en la mente divina ya que Dios
aclara ideas en la mente del ser humano. La parte superior del alma está en contacto con Dios, la iluminación
es posible y natural.
Esta cuestión guarda relación con la teoría platónica de la reminiscencia. San Agustín defiende las ideas como
formas estables de las cosas. Las ideas no han sido creadas, y son eternas. Entre las ideas y el ser humano se
establece, según Agustín de Hipona, una relación de participación, ya que entre ellas y el mundo existe un
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vínculo ontológico y una diferencia esencial. El vínculo es la participación [el mundo es como es porque
participa del modo de ser de las ideas] y la diferencia es la separación que existe entre el modo de ser de Dios.
El iluminismo es entendido también como creación. La idea de la creación desde la nada pone de manifiesto
una distancia absoluta entre dios y la obra creada, pero Dios introduce libremente en la obra creada una
similitud entre él y el mundo [a su misma imagen y semejanza].
El ser humano
El ser humano es una pequeña parte de la creación que ocupa un lugar privilegiado dentro de ella gracias a su
racionalidad. El ser humano es la unión de la animalidad y la racionalidad; si bien, cómo debe ser definido, en
tanto que cuerpo o en tanto que alma, es una cuestión que fue planteada por A. de Hipona. Pero para él no
hubo duda: el ser humano es un alma racional que sirve de un cuerpo mortal y terrestre; la esencia del ser
humano es su alma.
El alma es principio vital. Tenemos, pues, una parte del alma que es común con los animales y pertenece, por
tanto, al ser humano exterior. No sólo es el cuerpo lo que pertenece al ser humano exterior: también lo
corresponde el principio vital que infunde vigor a ese cuerpo y a sus sentidos. Todo esto es lo que
compartimos con los animales.
Sin embargo, en sentido estricto, el alma es la parte racional del ser humano, característica y exclusiva suya.
Es la parte que nos hace conscientes de nuestra dependencia con respecto a Dios y que, separándose del ser
humano exterior, nos interioriza y nos encamina hacia lo más alto, trascendiéndose a sí misma [ascenso a Dios
a través del autoconocimiento].
En cuanto al origen del alma, san Agustín tiene y se plantea dudas aún por resolver. Comprendió la dificultad
de elegir entre el creacionismo y el generacionismo. Rechazó la preexistencia del alma y la teoría de la
transmigración platónicas a favor a la idea de la creación, pues estaba seguro de que el alma la crea Dios.
También combatió la teoría de la emanación neoplatónica. San Agustín estaba seguro de la creación del alma
en el primer ser humano, pero no sabe bien cómo pasa el alma a sus descendientes [de Adán]. Finalmente,
parece inclinarse por el traducianismo, doctrina según la cual el alma procede por generación de padres a
hijos. Y de esta manera, el obispo de Hipona explica mejor las transmisión del pecado original. Pero, aún así,
san Agustín mantuvo cierta duda en este punto.
La teoría moral
La ética de San Agustín es la búsqueda de la felicidad como único fin de la conducta humana. Pero esa
felicidad se encuentra en Dios. El ser humano ha sido hecho de tal manera que no puede encontrar en sí
mismo el bien que le da la felicidad; solamente encuentra la felicidad en la posesión de algo que es más que él
mismo, en la posesión de un objeto inmutable, es decir, Dios. Pero no se refería a la posesión meramente
teorética y filosófica, sino a la unión y posesión amorosa de Dios. Por tanto está defendiendo una ética de
amor. Es la voluntad la que lleva al ser humano hacia Dios.
La voluntad es libre, y una voluntad libre es sujeto de obligación moral. Los filósofos griegos apenas habían
reflexionado sobre la libertad moral por tanto, no tenían una clara noción de la obligación moral. La voluntad
humana es pues, libre; puede volverse hacia Dios o apartarse de él, pero al mismo tiempo debe conocer la
verdad: el alma busca la felicidad que sólo puede encontrar en Dios, y esa dirección del ser humano hacia
Dios es querida e implantada en nuestra alma por el Dios creador. Al apartarse de Dios, la voluntad se mueve
contrariando la voluntad divina. Todos los seres humanos son conscientes, en cierta medida, de normas y
leyes morales, ya que recibe también verdades prácticas o principios que deben regir la voluntad libre.
De todos modos, San Agustín nunca renunció a la libertad humana. Si el bien moral consiste en poner todas
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nuestras fuerzas, guiadas por la voluntad libre, el mal consistirá en alejar nuestra voluntad de Dios.
La teoría de las dos ciudades
Puesto que el principio de la moralidad es el amor a Dios y el principio del mal es el alejamiento de Dios, la
especie humana puede ser dividida en dos grandes grupos: los que aman a Dios y lo ponen por encima de sí
mismos por encima de Dios. El amor que predomine es el que señala definitivamente a los seres humanos.
Para S. A., cada grupo forma una ciudad diferente: los que quieren vivir según la carne, el ser humano
exterior; constituyen la ciudad terrena. Y los que quieren vivir según el espíritu, el ser humano interior; que
forman la ciudad de Dios. La ciudad de Dios es el modelo de toda sociedad, porque sólo en ella puede reinar
la justicia, el orden y la paz. Se requiere por tanto, una armonía de los seres humanos con respecto a los demás
seres humanos. Rechaza, por consiguiente, el dominio del ser humano por el ser humano, pues no encuentra
justificación natural.
Aunque pensaba que había una primacía de la Iglesia sobre el Estado, no hay que confundir las dos ciudades
de su teoría con el Estado y la Iglesia, sino que tanto en uno como en otra hay personas que pertenecen bien a
la ciudad terrena, bien a la espiritual. En este momento, se formula de forma explícita por primera vez un
concepto ideal de Humanidad.
TOMÁS DE AQUINO
RAZÓN Y FE; FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA
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Contexto histórico, filosófico y cultural.
La segunda mitad del medievo se fragua en una ambiente cultural y social fruto de la convivencia de tres
culturas: judía, árabe y cristiana. Esta proximidad de culturas permite el intercambio de saberes, tanto teóricos
como técnicos, que favorecen un cambio de mentalidad, fundamentalmente en las universidades, y que será el
germen de los cambios sociales, políticos y culturales que darán lugar al Renacimiento.
La filosofía o teología construida sobre los cimientos del platonismo, y el neoplatonismo, tiene un gran influjo
en todo el pensamiento europeo hasta bien entrado el siglo XII.
Europa había perdido contacto con Oriente tras la caída de Roma, pero la expansión del pueblo árabe, que se
abrió camino hacia Oriente, hizo posible el contacto de sus mejores pensadores con las obras clásicas griegas.
Así desde el siglo X los pensadores árabes conocen y utilizan las obras aristotélicas en su filosofía, aunque
haciendo interpretaciones muy platónicas. En el siglo XII, Averroes, introduce en Europa una aristotelismo
más puro, liberado de connotaciones platonizantes. Surge la necesidad de conocer y traducir las obras de
Aristóteles y sus comentaristas. El siglo XIII se caracterizará por la adoptación del aristotelismo y todo lo que
ello implica en cualquier tipo de saber.
Tomás, conocedor de las teorías averroístas (mortalidad del alma, eternidad del mundo y teoría sobre la doble
verdad), no las acepta por considerarlas contrarias a las verdades cristianas: sin embargo piensa que el sistema
filosófico aristotélico puede hacerse compatible con la verdad cristiana.
Hoy en día la teología cristiana sigue teniendo como un referente indispensable sus reflexiones y los tratados
contenidos en su extensa obra, designada con el nombre de tradición aquinate. Tomás tuvo una vocación
filosófica, amante de la verdad y preocupado por los problemas de su tiempo. Tiene además una gran visión
del ser humano y de la fe; con él se produce el distanciamiento de una época aún más oscura que la suya.
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Las relaciones entre fe y razón
La absoluta dependencia que las verdades de la razón deben a la verdad revelada o de fe, es la constante del
pensamiento patrístico, pero la nueva visión que ofrece la filosofía averroístas respecto a la teoría de las dos
verdades va a suponer una nueva visión epistemológica de enorme repercusión. La definitiva separación entre
fe y razón no ocurrirá hasta el siglo XIV. A Tomás de Aquino podríamos considerarlo el puente entre la
escisión definitiva y el agustinismo, como prototipo de la dependencia de la razón respecto a la fe. La escuela
que formo este puente llamado Tomás de Aquino fue la escolástica.
Dos son los principios que hay que tener en cuenta en al filosofía tomista. Uno es de carácter material, que
rige la antropología de nuestro autor y que se refiera a la corporabilidad intrínseca al ser humano y a la
salvación que se desarrolla y actualiza dentro de él. También es el principio formal que debe su origen al
pensamiento griego. Tomás toma la opción del aristotelismo, cuyo modelo de pensamiento le proporciona la
consideración del ser humano como el ser que ocupa una posición más elevada y destacada en la jerarquía de
todos los seres.
El antropocentrismo formal es compatible en nuestro autor con un teocentrismo pues Dios es el ser supremo
jerárquicamente considerado. El antropocentrismo quiere decir que todo ser, incluido Dios, se entiende según
el modelo del ser humano. No hay en filosofía más punto de vista que el humano, y desde este punto de vista,
Dios en la realidad suprema y absoluta.
En Tomás de Aquino, el ser humano es ser en la medida en que es capaz de volverse sobre sí mismo de
manera refleja. Sólo mediante esta autorreflexión, el ser humano está en sí mismo y se pertenece a sí mismo.
El ser humano que se determina libremente a sí mismo acaba pensando la realidad suprema de Dios. De este
modo, la razón y la fe terminan coincidiendo en hacer de Dios lo más digno de pensando por el ser humano y
en hacer a éste la criatura que ocupa el centro, no sólo de la creación, sino del pensamiento y el saber
filosófico.
Las facultades del entendimiento: la razón y la fe
El entendimiento es la faculta superior del ser humano del que forman parte tanto la fe como la razón. Cada
una de ellas tiene unos ámbitos de conocimiento peculiares y restringidos, y así una no puede pretender entras
a conocer las verdades q la otra puede alcanzar.
La razón es la facultad que el ser humano tiene para llegar a establecer el conocimiento científico o filosófico;
este será un conocimiento empírico. La fe, por el contrario, eleva al ser humano al saber más preciado, es la
que conduce al conocimiento de lo no sensible, de no evidente. Acerca el conocimiento de Dios.
La razón también puede, por analogía a la fe, llegar al conocimiento y demostración de la existencia de Dios,
la inmortalidad del alma y que el mundo es creado.
El conocimiento intelectual
El conocimiento intelectual (científico o filosófico) se deriva de los sentidos, como ya he citado
anteriormente, pero el paso a la razón de lo sensible se deriva a conceptos, ya que los conceptos se
caracterizan por ser universales y las percepciones sensibles por ser particulares, será la abstracción la que
posibilite el paso de los datos sensibles a los conceptos. El proceso por el cual el entendimiento capta el
concepto es el siguiente:
• Los sentidos recogen información del mundo sensible.
• Esta información se registras en la memoria.
• El entendimiento en su función abstractiva universaliza el contenido de esa imagen. El entendimiento
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agente ha despojado de los elementos individuales a las imágenes recibidas.
• El entendimiento en su función cognitiva formula el concepto. El entendimiento posible universaliza
mediante la formulación de los conceptos
El conocimiento por la fe
El conocimiento otorgado por la fe, sólo cabe la certeza del asentimiento de lo que Dios revela, siendo la
gracia divina la que nos permite llegar al conocimiento de estas verdades. Resulta del mayor interés cómo se
considera la individualidad o la libertad desde el punto de vista de la fe. Para Tomás de Aquino, el ser humano
es lo perfecto en su naturaleza. La fe no es imposición de Dios, ni forzamiento de la libertad humana, sino
que, como acción hecha por la gracia, es producto de la libre e individual voluntad humana.
Filosofía y teología
La razón puede conocer y demostrar la existencia de Dios
Al conocimiento de Dios desde la razón se llega por analogía. La razón abstrae los datos que los sentidos
recogen de lo sensible y se podrán obtener una serie de consecuencias que permitan elevar la razón al
conocimiento y certeza de la existencia de Dios. Éste se concibe a partir del ser humano, pues nuestro
entendimiento se haya abierto a lo infinito, tiene la capacidad racional de conocer a Dios, y está requerido por
la trascendencia. El conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo incluye a Dios, tiende a Dios. El reino
de Dios no es un más allá absoluto, un paraíso no se sabe muy bien donde, sino una perfección del reino
humano, una vida humana más humanizada.
Por otra parte, a Tomás de Aquino se le atribuye un pensamiento que pretende probar rigurosa y
racionalmente la existencia de Dios a partir de las facultades naturales del ser humano es posible, es un
razonamiento lógico, llegar a conocimiento racional de Dios. Contemplando la naturaleza se llega a:
• Que todo lo que existe lo hace por alguna causa.
• Que todo lo que se mueve es movido por algo.
• Que en la naturaleza hay una jerarquía de los seres en cuanto a su perfección.
• Que todo lo que existe podría no existir.
• Todos los seres de la naturaleza por insignificantes que sean, actúan por un fin.
Las vías argumentativas que aprueban la existencia de Dios
De acuerdo con los cinco principios que he expuesto en el epígrafe anterior, se puede avanzar en las llamadas
cinco vías o cinco argumentos probatorios de la existencia de Dios.
− Por razón de la causalidad tiene que existir una causa primera, no causada, por la causa todo existe, y que
sea la causa de todo lo demás.
− Por razón del movimiento, si todo lo que se mueve es movido por otro, se habrá de pensar en un primer
motor, que no depende de ningún otro ser ni por naturaleza ni por naturaleza ni accidentalmente. Este ser ha
de ser acto puro, que, como en Aristóteles mueve sin ser movido.
− Por razón de la perfección de las criaturas, si hay una gradación en la perfección que anima a los seres
naturales, se llega a ser infinitamente perfecto, que es el origen y principio de toda perfección.
− Por razón de la contingencia, el universo existe de una determinada manera, pero podría no existir. Esto
supone un ser necesario, por lo cual todo es y en el que lo contingente individual se transforma en lo necesario
general.
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− Por razón del orden del mundo, todas las criaturas actúan por un fin, incluso las irracionales, pero ninguna
parece darse a sí misma su propio fin, por lo que llegamos a la existencia de una inteligencia ordenadora que
ha impuesto el orden y el fin de la totalidad de los seres naturales.
Todos estos quehaceres mantienen una influencia implícita con los pensamientos y teorías de Aristóteles.
También la inteligencia humana puede llegar al conocimiento de Dios por un doble proceso reflexivo:
− Por la vía de la negación. Por la negación de las imperfecciones que existen en el mundo se sigue la idea de
pura perfección.
− Por la vía de la eminencia. Por la que se pone de manifiesto, resaltando, todo lo que es bondad, belleza y
posibilidad hay en el mundo
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