TEMA MÉDICO N° 145 VACUNAS Y CAMPAÑAS ANTIVACUNAS

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TEMA MÉDICO N° 145
VACUNAS Y CAMPAÑAS ANTIVACUNAS
Las vacunas han sido un milagro de la ciencia moderna y han salvado millones de
vidas, erradicado una enfermedad (la viruela), controlado muchas enfermedades
infecciosas y mejorado nuestra calidad de vida. En la actualidad, las enfermedades
prevenibles por la vacunación, se producen mucho menos en los países
desarrollados, que antes de la introducción de las vacunas. A pesar de esto, el uso
rutinario de ellas se ve amenazado por un espectro de miedos, desinformación y
propaganda antivacunación.
A pesar de que en el último siglo, el uso rutinario de las vacunas ha logrado una
notable disminución de la incidencia de enfermedades infecciosas prevenibles y de
epidemias, la sospecha generalizada, la desconfianza y el sentimiento antivacunas,
se encuentran en niveles sorprendentemente elevados, tanto en Estados Unidos
como en Europa Occidental e incluso, en países en desarrollo como África, India y
otros.
Aunque a menudo desde su aparición las vacunas suscitan temores y sentimientos
antivacunas, la disminución de la aceptación de las mismas podría tener
actualmente consecuencias más graves que en cualquier otro momento en el
pasado.
Los efectos del rechazo actual a la vacuna están exacerbados por el mayor riesgo
de exposición, debido en gran parte, a la globalización de los viajes, un hecho sin
precedentes en la historia de la humanidad; la falta de inmunidad contra las
infecciones subclínicas provocadas por virus o bacterias que causan enfermedades
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epidémicas (como el sarampión, las paperas, la rubéola y la tos ferina) y el aumento
del número de individuos con mayor susceptibilidad a estas enfermedades
(ancianos, personas inmunodeprimidas), y en situaciones de hacinamiento
(escuelas, campos deportivos, eventos musicales, aviones, centros comerciales
cerrados, refugiados, etc.).
En conjunto, estos factores se traducen en un aumento de los riesgos de epidemias
prevenibles mediante la vacunación, como lo muestran los recientes brotes de
sarampión, tos ferina, varicela y otras enfermedades, tanto en Estados Unidos como
en Europa y otros lugares.
¿Por qué, a pesar de décadas de datos que demuestran la seguridad y
eficacia de las vacunas, existe el concepto antivacunas y el miedo a la
inmunización?
Existe un sentimiento en contra de las vacunas, de aquellos que tienen valores
diferentes o conflictivos o que tienen poca o ninguna información o para quienes la
vacunación es un problema (los que no comprenden en profundidad la
probabilidad o el método estadístico), los negadores (los que simplemente se niegan
a creer en los datos), las personas con estilos de cognición de poca complejidad,
(suposiciones simplistas aceptadas sin mucha crítica, como aquellos con
pensamientos conspirativos o cuya información proviene de la aceptación sin crítica
de los informes dados por celebridades y otros a través de los medios de
comunicación) y, finalmente, de aquellos para quienes el movimiento antivacunas
representa una "causa vital”, porque a menudo ellos o algún otro saben de alguien
que ha sufrido lesiones causadas por vacunas, reales o derivadas del temor.
Historia del movimiento antivacunas
"Edward Jenner y Louis Pasteur enfrentaron una feroz oposición a sus vacunas
contra la viruela y la rabia"
Los antivacunas han existido desde que se comenzaron a usar las vacunas. Edward
Jenner y Louis Pasteur enfrentaron una feroz oposición a sus vacunas contra la
viruela y la rabia, respectivamente, como les sucedió a los defensores de la
variolización (infección controlada con el virus de la viruela) que los precedieron. En
Gran Bretaña, en la década de 1850, existía una liga antivacunas formada para
oponerse a la vacunación antivariólica obligatoria, y en las décadas siguientes
también hubo grupos organizados similares en toda Europa y Estados Unidos, y de
hecho, hay marcadas similitudes entre los antivacunas del siglo XIX y los de hoy.
Ejemplos de argumentos compartidos a través de los siglos son las ideas de que las
vacunas son por sí mismas una amenaza para la vida, tienen componentes
altamente tóxicos, y no imparten una inmunidad duradera, a diferencia de las
mismas enfermedades contra las cuales están diseñadas. Por lo tanto, se debe
entender que la oposición comenzó con las primeras vacunas y se espera que
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continúe, incluso ante la abrumadora evidencia científica de lo contrario,
acumulada hasta la fecha.
A diferencia del siglo XIX, ningún individuo o grupo actual se autodenomina
"antivacunas". En cambio, los grupos toman nombres como La Generación de
Rescate, Investigación Global, Madres Contra el Mercurio, Mentes Seguras, Padres
Informados, National Vaccine Information Center (Centro Nacional del Información
sobre Vacunas), Liberación de las Vacunas y ChildHealthSecurityh (Seguridad de la
Salud Infantil).
Utilizamos aquí el término "antivacunas" para describir específicamente a los que se
oponen a las vacunas de una manera poco científica, y que, a través de sus
actividades rechazan las vacunas y la vacunación y, por otra parte, niegan
injustamente o menosprecian la literatura científica revisada, la evidencia
disponible, el método científico e incluso, los motivos de quienes producen,
proporcionan y recomiendan las vacunas.
Afirmaciones inmunológicas comunes falsas
Un argumento fundamental de los antivacunas es que estas no son seguras, una
idea apoyada por aquellos miembros del público que sienten que ellos o sus seres
queridos fueron dañados por las vacunas. “Nos centramos en tres de sus
afirmaciones sobre las causas más comunes del daño atribuido a la vacunación:
1) La sobrecarga antigénica
2) Una tasa inaceptable de trastornos autoinmunes
3) Menor seguridad que la inmunidad natural dada por las infecciones
Sobrecarga antigénica
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Un lema recurrente entre los principales antivacunas es que los niños reciben
demasiadas vacunas y demasiado pronto y que esto provoca una sobrecarga
antigénica. Robert W."Dr. Bob" Sears escribe en su página web, "Espere hasta que su
bebé fortalezca su sistema inmune antes de sobrecargarlo mucho más." El concepto
de "sobrecarga antigénica" sostiene que los seres humanos (en particular los
lactantes y los niños pequeños) son incapaces de responder con seguridad a la
"gran cantidad " de antígenos impartidos por las vacunas.
El argumento antivacunación sugiere además que el calendario de las vacunas con
respecto a los niños es "demasiado pronto" para el “sistema inmunológico inmaduro"
de los bebés y los niños, quienes no son capaces de procesar los múltiples antígenos
de las vacunas. El concepto es simple, atractivo y popular para informar
científicamente a los padres desinformados.
Cuatro importantes líneas de evidencia contradicen el concepto de sobrecarga
antigénica.
En primer lugar, en el momento de su nacimiento, los bebés entran en contacto con
numerosos microorganismos cuyos antígenos exceden de lejos la cantidad y
variedad que contienen las vacunas.
En segundo lugar, los estudios sobre la eficacia y seguridad de las vacunas
anteriores al otorgamiento de la licencia no han hallado pruebas de la existencia de
una sobrecarga antigénica expresada en síntomas o signos de enfermedad.
Tercero, los estudios realizados luego del otorgamiento de la licencia decenas de
miles de millones de niños que recibieron la vacuna tampoco hallaron evidencia de
sobrecarga antigénica o sus consecuencias.
Cuarto, en realidad, los bebés y los niños reciben menos "exposición antigénica" hoy
en día siguiendo el calendario de vacunación infantil de rutina que en el pasado.
Por ejemplo, la vacuna contra la viruela utilizada en 1900 contenía
aproximadamente 200 proteínas y el componente celular de la vacuna triple
tétanos-difteria-pertusis usada en Estados Unidos hasta la década de 1990 contenía
alrededor de 3.000 proteínas. Por el contrario, el programa actual de Estados Unidos
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para las 15 vacunas recomendadas desde el nacimiento hasta los 5 años no
contiene más de 150 proteínas.
Vacunas y autoinmunidad
Una segunda afirmación a menudo promovida por los antivacunas es que las
vacunas pueden dar lugar a enfermedades autoinmunes como la diabetes mellitus
tipo 1, la esclerosis múltiple y el síndrome de Guillain-Barré, a pesar de que múltiples
estudios de alta calidad no han podido hallar pruebas sistemáticas de este tipo de
asociaciones. Una revisión reciente del Institute of Medicine de más de 12.000
informes de prensa y realizada por un panel de expertos no halló pruebas del
desarrollo de cualquiera de esas tres enfermedades autoinmunes como resultado de
las vacunas.
Autoridades francesas de Salud Pública consideraron que había una asociación
entre la vacunación con el virus de la hepatitis B en los adolescentes y la esclerosis
múltiple y esto dio como resultado que en 1998 se suspendiera el uso de esa vacuna
en este subgrupo. A pesar de este temor, no se halló tal asociación y la suspensión
fue levantada, lo que constituyó una vergüenza para las autoridades francesas de
Salud Pública, que habían prohibido la vacuna basadas en la presión y el temor del
público y no en datos científicos. No se ha informado científicamente ninguna
asociación entre la vacunación con el virus de la hepatitis B y una enfermedad
autoinmune como la esclerosis múltiple.
Los mecanismos de tales efectos no están claros y es el tema de los estudios
actuales, que son diferentes en lo que respecta a cada vacuna, pero, si bien estos
efectos existen (en el orden de un caso por millón de exceso de dosis administradas)
son tan raros que es imposible seguir haciendo estudios profundos, debido a que el
número de personas afectadas por las asociaciones es extremadamente bajo, a
pesar de la administración de cientos de millones de vacunas.
Inmunidad natural versus inmunidad inducida por las vacunas
Un tercer reclamo común proveniente de los antivacunas es que la inmunidad
inducida por la infección "natural” es más segura que la inmunidad inducida por la
vacuna. Los datos se contraponen a tales afirmaciones. Por ejemplo, el riesgo
asociado con el desarrollo del síndrome de Guillain Barré asociado a la vacuna
contra el virus de la influenza podría muy bien ser tan elevado como un caso por
cada millón de dosis de vacuna administrada-aunque dicha asociación no ha sido
demostrada desde la vacunación contra la pandemia de 1976.
Por el contrario, el virus salvaje de la influenza mató en Estados Unidos a
aproximadamente 1 de cada 8.300 estadounidenses por año (sobre todo personas
mayores).
La vacuna contra el virus de la gripe no causa miocarditis, neumonía, bronquitis,
sinusitis, o una cantidad significativa de pérdida de empleo y horas escolares,
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mientras que es muy claro que comúnmente la influenza "natural" puede, y de
hecho, lo hace—causar estas comorbilidades prevenibles.
Aunque la infección por el virus "natural" salvaje puede por sí misma dar lugar a una
inmunidad superior, en comparación con la inmunización dada por la vacuna a
nivel individual, la población paga un precio elevado para obtener solo una
pequeña ganancia. Por ejemplo, la infección "natural" por el virus del sarampión en
un huésped por lo demás sano proporciona inmunidad de por vida, pero causa la
muerte a aproximadamente 1 de cada 3.000 casos, como así un sinnúmero de otras
complicaciones no letales y discapacitantes.
En resumen, los estudios inmunológicos apoyan la seguridad general de las vacunas
de rutina en la infancia y los adultos. No hay datos que apoyen el concepto de
sobrecarga antigénica, y “de hecho, con la vacunación de rutina exponemos a las
personas a un menor número de antígenos que en las décadas pasadas.”
A pesar de que esporádicamente han ocurrido fenómenos que sugieren secuelas
autoinmunes en asociación con la vacunación sistemática, este riesgo, aunque real,
es pequeño comparado con los beneficios de la vacunación, así como el
reconocimiento de que tales fenómenos autoinmunes se producen más después de
la infección natural que después de la vacunación. Finalmente, la naturaleza de la
inmunidad ofrecida por la vacuna contra la enfermedad natural es suficiente para
prevenir la infección y es mucho más segura que la obtenida por la inmunidad dada
por la infección natural.
Conclusiones
"Las preocupaciones en contra de las vacunas giran en torno a conceptos
inmunológicos falsos"
Los datos actuales acerca de todas las vacunas, de todos los grupos de edad y de
todas las recomendaciones formales indican que las vacunas son
extraordinariamente seguras en la gran mayoría de los pacientes para los que están
recomendadas y que son eficaces y adecuadas para cada uso en el grupo de
edad recomendado.
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“Somos conscientes,” dicen los autores, “de que ningún producto hecho por el
hombre, incluidas las vacunas, es completamente seguro o perfectamente efectivo,
tanto en el nivel individual como poblacional. Las vacunas autorizadas en Estados
Unidos y otros lugares muestran niveles extraordinariamente elevados de seguridad y
tasas extremadamente raras de efectos secundarios graves que ponen en peligro la
vida, con un gran beneficio para las personas y la población.
Las preocupaciones en contra de las vacunas giran en torno a conceptos
inmunológicos falsos. Las denuncias de daños o de sobrecarga antigénica son
engañosas y sin datos científicos que avalen tales afirmaciones. Por el contrario, los
datos científicos disponibles abonan el valor inmunológico de las vacunas al
disminuir la morbilidad y mortalidad, sobre todo debido a las enfermedades
infecciosas, y al mejorar la salud de los individuos y las poblaciones.
La desinformación y la falta de conocimiento científico deben ser contrarrestadas
por el bien público y para combatir la difusión de los falsos conceptos antivacunas.
Se espera que los médicos puedan hacerlo y aporten su experiencia sobre este
tema por el bien de la salud pública, informándose ellos primero para luego luchar
contra las falsedades inmunológicas difundidas por los grupos antivacunación.
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