CASO AXEL En el año 2008, se me presentó la oportunidad de realizar mis prácticas clínicas en el hospital regional de Apizaco Tlaxcala, situación que siendo honesto, no me agradaba del todo, ya que en ese entonces mis aspiraciones no pretendían ninguna situación que tuviera que ver con un paciente o dar algún tipo de terapia, sinceramente me daba un poco de miedo el pensar que pudiera dar un mal consejo o diagnostico, o simplemente que no me tomarían en serio, debe ser un pensamiento muy frecuente cuando estas por egresar de la carrera. Entré al departamento de trabajo social y realmente nunca me dijeron específicamente lo que tenia que hacer y sinceramente no vi que se hiciera realmente mucho, tal vez tenía que ver la desidia de las personas que estaban ahí, a lo largo de un par de semanas hice amistad con un medico, comíamos juntos algunos días y en uno de esos días comenzamos a hablar sobre el trabajo y sus pacientes, durante una de las charlas me pregunto: ¿qué es lo que pretendes hacer en el hospital?, mi respuesta fue que pues como psicólogo lo que esperaba era ayudar a la gente a superar sus problemas, muy inocentemente, supongo que esa charla influyó de alguna manera en el, ya que al otro día me visito en la oficina y me dijo: - Ya sacúdete el polvo psicólogo, ven me vas a ayudar en algo-, honestamente me sonó bastante sarcástico su comentario, ¿en que le iba a poder ayudar?, iniciamos el recorrido por todo el hospital y la pregunta era, ¿ a donde me lleva, a quien quiere que según le ayude?, pasamos por casi todas las áreas, ginecología, geriatría, urgencias etc., pude visualizarme en cualquiera de esas áreas, menos a donde fuimos a parar, Pediatría, ¿niños? ¿qué voy a hacer con un niño?, muy amablemente me invitó a pasar a un cuarto aislado de los demás, entramos y lo primero que noté fue a dos enfermeras claramente molestas, chocadas, un médico con cara de pocos amigos y dos personas que al parecer iban a visitar a este niño, un par de religiosas quienes recurrían a sus oraciones para que la paz llegara pronto a su corazón según ellas, además fue curioso encontrarme con un maestro que me había dado clases unos cuatrimestres antes, el le hablaba al niño en una manera de discurso, no de platica, al entrar me volteó a ver y sentí un scanner que me recorrió de pies a cabeza, desaprobándome desde un inicio y todo este gentío giraba alrededor de un pequeño niño, delgado, extremadamente callado, con un pésimo estado anímico, tubos por varios lados, suero y otros instrumentos para medir sus signos vitales, ahí conocí a Axel. Según el diagnostico médico este niño de apenas 9 años, presentaba amputación en ambas piernas por un accidente en tren, una de las piernas se había infectado y no lograba sanar, por lo que todos los miércoles le tenían que realizar una limpieza quirúrgica en quirófano, algo que resultaba ser muy doloroso para el, a este niño lo había llevado su padre cuando ocurrió el accidente y lo dejó abandonado a su suerte, así que llevaba casi dos meses por su cuenta, definitivamente el sentimiento de soledad puede existir a pesar de estar rodeado de muchas personas, cuando este abandono implica abandonarte a ti mismo. Cuando nos presentaron yo no esperaba una sonrisa de oreja a oreja, pero por lo menos alguna reacción, un saludo o si quiera una mirada, pero nada, no me volteo a ver, no se movió, nada y como Axel obviamente era un niño, mi sentido común me dijo que tenía que tratarlo como tal, así que empezamos por leer un cuento, me presenté con mucho respeto y cortesía, haciendo una que otra broma esperando que reaccionara y tal vez le sacara una sonrisa, pero no resultó, busqué entre las cosas que estaban en la habitación y encontré un cuento, Robín Hood, comencé con el cuento y ahí empezó nuestra historia. Para mi no ocurrió nada relevante durante las primeras semanas, el niño no comía y si lo hacia era muy poco, aventaba los platos o tiraba los cubiertos siempre siendo extremadamente grosero y mucho mas con las enfermeras, con las mujeres, cuando le hablaba no me prestaba ningún tipo de atención, o por lo menos eso pensaba, la única distracción de Axel de todo el ajetreo de visitas, enfermeras, médicos y para rematar un practicante de psicología, era la televisión, así que de 8:00 de la mañana a 7:00 de la tarde vivíamos una rutina un poco desesperante, iniciábamos con el fracasado desayuno, con el mismo éxito en la comida y la cena, la gente que estaba con el a veces hablaba de el como si el niño no estuviera en el cuarto, como si fuera sordo, se lamentaban, decían pobre niño, lo abandonaron, ¿y ahora como va a vivir, como va a caminar, que será de el?, la segunda semana, veíamos una caricatura y me di cuenta que la cabeza del niño estaba en una postura muy incomoda, así que me dispuse a acomodar la almohada pero en cuanto me acerqué a el, me soltó un fuerte puñetazo que reboto en mi barbilla, en ese momento pasaron muchas cosas por mi cabeza pero ninguna que tuviera que ver con quedarme un segundo mas ahí, tomé mis cosas no sin antes decirle que lo que había hecho estaba muy mal, decidido en renunciar a mi labor, Axel empezó a hacer unos ruidos quejumbrosos, como una especie de rabieta, llamándome con la mano, como si me estuviera llevando algo de el, deje la mochila y me acerqué nuevamente preguntando, ¿qué necesitas?, sin responder nada, sus quejidos se hacían mas desesperados, pero era extraña la manera en como trataba de llamar mi atención me hacia sentir tonto, como si fuera hasta cierto punto obvio lo que necesitaba y yo no entendiera su lenguaje, en un momento ninguno de los dos sabíamos ya que hacer, Axel me jaló y puso su mano en mi mentón, debido a que Axel no comía, le colocaban suero en la mano y ese día le habían retirado todo para dejarlo descansar un rato, un día antes me había rasurado, las barbas que apenas se asomaban raspaban y al rozar con la mano de Axel le aliviaba la comezón que le causaban las agujas y el adhesivo para mantener inmóvil el catéter, estuve una hora y media satisfaciendo la comezón del niño. Al día siguiente busqué al médico que me había metido en este lío y le conté todo, como si yo fuera un niño y estuviera acusándome con el, le dije que me había golpeado y que me encontraba muy ofendido por la falta de cooperación del niño, me dijo que no pasaba nada, que de todas formas no había mucho que hacer por el niño, dadas las circunstancias, y que de ahora en adelante lo acompañaría a realizar sus recorridos y ayudaría detectando problemas entre sus otros pacientes, durante el recorrido pasamos a un lado de la habitación de Axel, la cuál tenía una ventana muy grande a modo de exhibidor, todo el que pasaba lograba ver a ese niño, el niño abandonado, el que no tenía piernas, y el morbo de echar un vistazo siempre acechaba entre la gente que se acercaba por ahí, cuando pasamos por la habitación, Axel volteó a verme y logramos chocar miradas durante unos segundos, sin detener mi camino para mi ese momento era una especie de despedida, pero algo inesperado pasó, justo cuando perdimos contacto visual, Axel gritó de una forma casi desesperada mi nombre, ¡RAUL!, pero no fue un grito autoritario, fue más bien como cuando olvidas algo muy importante y alguien llama tu atención para que te des la vuelta y regreses, el doctor solo me dijo, bueno pues ¿qué esperas?, así que con algo de miedo, entre al cuarto y me encontré con otro niño, un niño con una sonrisa a medias, como cuando un soldado está perdiendo la batalla, pero aún le quedan pocas fuerzas para pelear, una mirada cortada, con sueño y unas tremendas ojeras, no se cuantas noches habrá pasado en vela escuchando el cruel silencio del hospital y como por acto de magia, las palabras comenzaron a salir, ¡hola!, ¿hoy no ibas a venir a verme?, con un acento norteño, y una risita picara digna de todo un galancito, apenas pude saludarlo entre una risa nerviosa, y ahí las cosas comenzaron a cambiar. Las siguientes semanas estuvieron llenas de sorpresas y muchas historias, claramente Axel estaba consciente de que había perdido las piernas y esto era un motivo importante de su depresión, yo no sabía como abordar el tema de las piernas, a mi me parecía lo mas importante a discutir, pero estaba muy equivocado, las heridas que debían sanar eran otras, la envidiable inocencia del niño lo llevaba a contar su situación de una manera muy tierna, hablaba muy rápido, ansioso, de repente tartamudeaba o se trababa y retomaba toda la oración completa, me preguntó si ya había visto que no tenía piernitas y se quitó las sabanas que lo cubrían, -mira como están, pero no me toques porque me duele mucho-, ¿qué se dice en esos casos?, lo único que se me ocurrió fue decir: -pues si pero aun así eres todo un galán eh, ya me dijeron que tienes muchas novias en el hospital-, sus risas eran increíbles, cada vez que sonreía era como dar un paso mas, el me contó que le gustaba mucho bailar, nadar y jugar futbol y ahora ya nunca iba a poder hacerlo, de alguna forma Axel vivía inmerso en un mundo donde, si bien, sabía que las cosas habían cambiado para el, seguía siendo un niño y su pensamiento llegaba a ser mágico, soñador, de fantasía, y otros días era crudo, desalentador y muy maduro para su edad, podía ver las cosas tal y como eran, poseía una capacidad de razonamiento muy grande y es por ahí donde tenía que hacer un intento. Fuimos creando pactos, si Axel comía yo jugaba con el, o le llevaba un Ipod para que escuchara música, le gustaba mucho el Rap, el Hip Hop y un día le pregunté por que le gustaba esa música, siendo del norte, esperaba que le gustara otro tipo de canciones, pero me dijo que eso escuchaba con sus cuates, -los grandes escuchan eso y andan bien tumbados-, me contaba que todos los respetaban y todos eran como sus hermanos, Axel no daba muchos datos sobre su familia, mas bien evadía el tema por completo, un par de semanas antes había fallecido un hermano mío, sobra decir que el golpe fue muy fuerte y que estaba experimentando mi propio duelo, el convivir con Axel ocupaba mi mente en otras cosas, sin embargo una tarde, estaba lloviendo, lo recuerdo bien porque al niño no le gustaban los truenos, entre a su habitación y estaba sin ruido, sin televisión, sin enfermeras, pero no se le veía triste, mas bien pensativo, aun secándome las gotas de lluvia de la chamarra entre muy apurado, lo saludé como de costumbre y lo primero que Axel dijo fue: yo tenía una hermanita, pero se murió, se siente bien feo que se te muera un hermano, ¿no crees Raúl?. No me sorprendió lo que me estaba diciendo, mas bien la forma en la que me propuso la pregunta, quería saber mi opinión, que creía sobre perder a un hermano, siendo yo una persona cerrada emocionalmente, a quien no le gustaba hablar sobre temas que me pusieran en situaciones sentimentales, me senté a su lado y le conté sobre lo que me había pasado unas semanas atrás, hable por alrededor de 40 minutos, y Axel en ningún momento me quitó la mirada de encima, asentía con la cabeza de vez en cuando y reía cuando le contaba alguna anécdota graciosa junto con mi hermano, en un momento, comencé a recordar tanto que las lagrimas salieron solas, Axel como pudo se acercó a la orilla de la cama, estiró sus brazos y me dijo, ven, ya no llores yo estoy aquí contigo, en ese momento me desplomé y lloré como nunca, como un niño, y ese día los papeles se voltearon, me dijo, a mi hermanita la mataron, yo vi cuando le pegaban entre varios, pero ahorita ella esta jugando en el cielo y le voy a decir que busque a tu hermano para que jueguen juntos y no se sientan solitos, así como tu y yo, sus palabras tranquilizaron tantas cosas que había en mi y por eso estoy por siempre agradecido. Pasaban los días y Axel mejoraba cada vez mas, comía mejor, metíamos de contrabando una que otra vez una hamburguesa o unos tacos, empezó a confiar más en la gente, le mostraba videos de cómo gente en su misma condición podía hacer absolutamente de todo, bailar, nadar, jugar, correr, conoció las prótesis y se enamoró de ellas, comenzó a realizar sus ejercicios de rehabilitación a usar la silla de ruedas, y a jugar por el hospital, haciendo bromas y conquistando enfermeras, el tema de su familia seguía siendo un misterio, no contaba nada al respecto y solo sabía lo que le había pasado a su hermana, debido a la herida que tenía aún abierta en una de sus piernas, cuando los camilleros lo levantaban para cambiarle las sábanas, le provocaban un fuerte dolor, que siempre terminaba en llantos y maldiciones para los camilleros así que decidimos practicar una forma en la que yo pudiera cargarlo sin lastimarlo y después de varios intentos lo logramos, cada día a las 2 de la tarde, lo levantaba para que pudieran cambiarle la cama, uno de esos días mientras lo tenía en brazos, comencé a arrullarlo como si fuera un bebé, algo que hizo que se atacara de risa hasta quedarse sin aliento, cuando paró de reír me vio fijamente y preguntó, ¿no te gustaría ser mi papá? Mi papa ya no va a venir por mi y tu serías un muy buen padre, ¿cómo ves?, había un par de enfermeras, los camilleros y tal vez otra persona y parecía que todos estaban esperando mi respuesta, como si contuvieran la respiración, ¿como se responde algo así?, lo único que se me ocurrió fue decirle que yo era su amigo y que íbamos a ser amigos toda la vida, que tuviera paciencia y así muchas cosas se irían resolviendo solas, definitivamente no era sencillo contestar las preguntas de Axel y si había días en los que era desesperante para mi la situación, trato de imaginarme como pudo haber sido para el. En otra ocasión, llegué un poco tarde al hospital y al llegar a la habitación me encontré con que Axel no estaba, pregunté por el y me dijeron que estaba presentando mucha fiebre y se lo habían llevado para otra habitación, era inquietante el no saber lo que le pasaba o si lo estaban atendiendo bien, ¿que tal si lo cargaban como no debieran y lo lastimaban o de repente enmudecía y no cooperaba con los médicos?, cuando llegue estaba sudando demasiado en una cama con un enfermero que estaba revisando el suero y otros signos vitales, una de las enfermeras me dijo, hay que ponerle compresas frías pero el niño no se deja, ya golpeó a las enfermeras y se las quita, ¿nos podrías ayudar?, ¡claro que si¡, obviamente conmigo si se dejaría, me acerque para saludar a Axel y nuevamente no me contestó, no me dirigió la palabra, le dije que tenía que cooperar y debía ponerle las compresas en su cabeza y en el estomago, cuando quise colocárselas, Axel se transformó como nunca lo había visto, empezó a pegarme, a gritarme que me largara, que me odiaba y que no quería volver a verme nunca, ¡¿por qué dejaste que me trajeran para acá?¡ ¡¿por qué me dejaste solo?¡ ¡vete¡ ¡lárgate¡ ¡TE ODIO¡… Fue inevitable tomarme demasiado personal sus palabras, me sentía deshecho, como si nada de lo que hubiéramos hecho importara, no sabía que hacer, me alejé y deje al niño con las enfermeras, cuando iba saliendo, llegaron unas religiosas, quienes iban a orar por Axel y a hablarle del poder de Dios, les dije que ese día no iban a poder ver al niño ya que había tenido complicaciones pero que otro día lo podrían visitar, se miraron entre ellas y me dijeron: -no se preocupe Dios está a su lado y el lo protege de todo mal, con permiso-, justo antes de que se fueran, supongo que motivado por el propio coraje que sentía en ese momento, les pregunté: ¿por qué le pasa esto a él?, las mujeres me respondieron, -Dios nos pone muchas pruebas para que podamos conocer que tan valientes somos- ¿qué tiene que probar el niño, es solo un niño, no le ha hecho daño a nadie?, y con una sonrisa que apenas se asomaba una de ellas dio la vuelta y dijo, tal vez la prueba no es para el niño. Después del episodio de la fiebre, fui a ver a Axel quien me recibió como si nada hubiera pasado, es más creo que ni siquiera el lo recordaba, seguimos adelante con las terapias físicas, siempre dándole ánimos, hablando sobre como se sentía, sus expectativas, siempre pensando a futuro, logramos que una asociación para ayudar a niños con cáncer le donara las primeras prótesis, aparecimos en televisión, y absolutamente toda la situación de Axel comenzó a cambiar, era viernes por la tarde y jugábamos videojuegos, uno de carreras ya que era su favorito porque siempre me ganaba y durante el juego el niño comenzó a hablar, -Sabes, yo digo unas mentiras bien grandototas-, todos dicen mentiras unas chiquitas otras mas grandes Axel, -si pero las mías son así bien grandotas-, ¿como que mentiras has dicho?, -Yo no me llamo Axel, me llamo Beto-, en ese momento un escalofrío recorrió mi piel, el nombre del niño era algo tan importante, ya que el departamento de trabajo social en repetidas ocasiones, había tratado de localizar a la familia del niño, su escuela o su registro en diferentes bases de datos sin tener ningún éxito, Axel, ahora Beto, llegó abrazando una fotocopia de una credencial de elector que no soltaba para nada, de la persona que supuestamente era su padre, lo intrigante era que el nombre de esta persona era exactamente igual al del niño, nombre y apellidos, y el niño con ese nombre no existía, ¡Así que después de esa revelación, absolutamente todo el panorama iba que cambiar¡ ¡Tenía que cambiar¡, -Yo no me llamo Axel, me llamo Beto Espinoza Zarate y soy de Mexicali-, nuevamente como era de costumbre el niño me dejaba sin palabras, pensé que si mi reacción en ese momento era muy eufórica Beto se cohibiría y tal vez no hablaría mas, así que, de la manera mas tranquila le dije que entonces ¿como debía llamarlo ahora?, a lo que el respondió mi mamá me dice Güero, así como tu, acompañado de unas risas, le puse pausa al juego y me disculpe con el, tengo que salir un momento-, con mil ideas en la cabeza fui a trabajo social y les conté lo que había pasado, el nombre real del niño, que la madre estaba en algún lugar de Mexicali y que teníamos que contactarla. Al segundo día todo el rompecabezas se armó, a Axel se lo había robado un hombre quien fue pareja sentimental de su madre, al parecer por algún tipo de venganza, y mientras viajaban en el tren, al pasar por Apizaco, en un descuido, el niño quiso escapar saltando del tren pero al querer detener al niño, este hombre alcanza a jalarlo de la playera mientras va cayendo y lo único que logra es empujarlo hacia las vías del tren donde, lamentablemente el niño pierde ambas piernas, tal vez por el miedo o por un pequeño momento de lucidez, el sujeto recoge al niño y lo lleva al hospital, le da una copia de su credencial y le dice, que a pesar de todo, de todo lo que pase, Beto jamás diga su verdadero nombre porque algo muy malo le pasaría a su mamá, y después de la amenaza le repite que el dirá que se llama Axel, justo como aparece en la copia de la credencial, trabajo social logró contactar a la madre y después de protocolos burocráticos, de hablar con la policía, de interrogar a la madre, a los médicos, a mi, a quien se les ocurriera, lograron traer a la mamá de Beto al hospital, la madre se reunió con su hijo, y le explicamos todo lo que había pasado el niño en el hospital, pero también de los avances gigantes que había tenido, la madre decidió que se hiciera el traslado del niño a Mexicali, y después de 3 increíbles meses, nos separamos, el caso me dejó muchas cosas buenas, muchas enseñanzas que pude aplicar tiempo después en mi carrera profesional, pero definitivamente la experiencia dejó muchos mas aprendizajes personales, los cuales intento aplicar en mi vida diariamente, ¿Cuántas pruebas nos pone la vida y que tan valientes somos para superarlas?, cuando estas preguntas aparecen, recuerdo a ese niño para quien nunca hubo imposibles y como por arte de magia, los problemas que eran enormes, comienzan a verse mucho mas insignificantes.