Estudio Edipo - Escuelas San José

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EDIPO REY, Sófocles.
Cuando la obra de Edipo Rey apareció en escena por primera vez en la Atenas del siglo
V, los personajes y el argumento que en ella aparecían debieron resultar casi seguro
muy familiares para los espectadores. Eso se debe a que la historia que aparece contada
en escena está tomada del fondo legendario de la Mitología Griega que a modo de
cuentos o narraciones habían venido circulando primero de forma oral, y luego por
escrito, desde tiempos inmemoriales. En muchos de sus elementos estas historias
poseían un fondo fabuloso que los griegos habían oído relatar, ya desde pequeños, de
boca de sus madres, quizá como aún hoy se puedan contar los cuentos de personajes
tradicionales. Esto explicaría que, cuando volvían a escucharlas o verlas representadas,
de inmediato el público reconociera personajes y argumentos y, si estaban bien
contadas, que volvieran a deleitarse con ellas. Sin embargo, desde nuestra posición de
lectores o espectadores modernos, aquellas historias que formaban parte del acervo
legendario de la época clásica ya no nos resultan muy comprensibles, por lo que antes
de situar la obra en todo su contexto literario, conviene investigar un poco sobre estos
temas.
Y lo primero que descubre el lector de hoy, por ejemplo cuando se acerca a un
Diccionario de Mitología Grecorromana, como el de Pierre Grimal, es que la
estructura argumental de estas historias, convertidas en piezas dramáticas, y elevadas
por el poeta a la categoría de obras de arte, parece bastante más compleja que el
argumento simple de cualquier cuento moderno.
La historia de Edipo, por ejemplo, está dentro de un conjunto de leyendas más extenso;
por eso, su dramatización no encuentra significación plena si no es en un contexto
mucho más amplio: el del triste sino trágico que, a través de varias generaciones,
persigue a la familia real de Tebas, a la dinastía de los Labdácidas. Edipo es hijo de
Layo y de Yocasta y, por tanto, nieto de Lábdaco. Su ascendencia se remonta hasta el
propio Cadmo, el héroe que, tras consultar el oráculo de Delfos y recibir la ayuda del
dios Apolo en la búsqueda de su hermana Europa, raptada por Zeus, fundó en la Fócide
la ciudad de Tebas. La historia sigue más o menos así:
Lábdaco había heredado el trono de Cadmo, pero su descendencia pronto perdería el
favor divino. A su muerte, al ser su hijo Layo demasiado joven, el reinado recayó en un
héroe descendiente también de Cadmo, quien fue asesinado por Zeto y Anfión,
apoderándose así del poder. Layo huyó entonces hasta las tierras de Pélope. Allí se
enamoró del joven Crisipo, hijo de Pélope, (para muchos comentaristas esta es la razón
del nombre de Layo, que en griego significa "el torcido o cojo", pues pasaría por ser el
introductor mitológico de la homosexualidad). Dominado por la pasión, lo raptó y se
unió a él, con lo que atrajo sobre sí y sobre las generaciones futuras la maldición de
Pélope. Cuando los usurpadores desaparecieron a su vez, Layo fue llamado por los
tebanos a ocupar el trono. Pero en adelante todos los intentos de evitar que el oráculo se
cumpla resultarán inútiles. Layo, acudió al oráculo de Delfos a consultar a la pitonisa
sobre su destino. La divinidad le aconsejó entonces que evitara tener hijos, pues si
llegaba a tener alguno, éste le mataría a él, su padre, y se casaría con su esposa, y madre
del hijo. Layo y su esposa Yocasta engendraron un niño, pero tan pronto como nació, lo
entregaron a un criado para que lo abandonase a las fieras en el monte Citerón, después
de haberle taladrado un pie con un clavo (de ahí le viene el nombre, pues en griego
"Edipo" significa "pie hinchado", por la marca que le dejó aquella antigua herida). Sin
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embargo el criado se apiadó del pequeño y se lo entregó a un pastor que andaba por allí
para que se lo llevase lejos. Éste así lo hizo y llevó al niño a tierras de Corinto, su
propio país, donde lo entregó a los reyes Pólibo y Mérope, que, como no tenían
descendencia, lo acogieron como hijo propio. Creció Edipo como un príncipe de noble
estirpe, hasta que ya adolescente, tras oír rumores, fue a consultar el oráculo de Apolo,
quien le comunicó que mataría a su padre y se casaría con su madre. El joven Edipo,
aterrorizado, decidió no regresar a Corinto. En la encrucijada de la montaña, al salir de
Delfos, se topó con un coche de caballos; al no querer ceder el paso, se produjo un
altercado en el que perdieron la vida todos menos uno. El dueño del carro resultó ser
Layo, el rey de Tebas. Precisamente a Tebas se dirigió luego Edipo. La ciudad estaba
aterrorizada por un terrible monstruo que la asolaba. La esfinge (monstruo con cabeza
de mujer, cuerpo de león y alas) que proponía enigmas y devoraba a los que eran
incapaces de resolverlos; también salió al encuentro de Edipo y le propuso el enigma
del animal que por la mañana camina a cuatro patas, con dos a mediodía y tres en la
tarde; Edipo resolvió el enigma contestando "el hombre"; la esfinge se suicidó y el
joven entró en la ciudad como un héroe salvador. Como reconocimiento a su proeza los
tebanos, que se habían quedado recientemente sin rey, lo elevaron al trono y le dieron
en matrimonio a la reina viuda Yocasta (precisamente el nombre de Yocasta significa en
griego "la que sobresale por su hijo"). Ambos tendrán descendencia a la vez que los
asuntos de la ciudad prosperan hasta que un día la ciudad se levanta en medio de una
tenaz peste que amenaza con destruir a todos sus habitantes.
Como se puede apreciar, se trata de una complicada y enrevesada historia que el público
debía conocer sobradamente. Pero Sófocles debió manejar la leyenda tradicional según
sus intenciones literarias; los estudiosos consideran que los aspectos que introdujo como
elementos nuevos en el mito fueron:
-Elige el punto culminante de este mito, cuando Edipo, ya siendo rey de Tebas, está a
punto de descubrir todo su triste pasado: el parricidio y el matrimonio con su madre.
-Hace que Edipo se castigue a sí mismo, y que Yocasta se suicide al descubrir el
incesto.
-Cuenta la historia como una investigación personal del personaje sobre su pasado.
ESTRUCTURA
Al plantearse la cuestión de la estructura del drama, después de haber analizado toda la
historia mítica en su conjunto, lo primero que llama la atención es que el autor ha
elegido narrar la historia cuando ya prácticamente se ha cumplido: los hechos a los que
se alude constantemente vienen del pasado.
La obra se abre con el Prólogo. Edipo se dirige a una muchedumbre de ciudadanos,
encabezados por un sacerdote, que se ha congregado para pedir ante el altar de los
dioses remedio a los grandes males que aquejan a la ciudad de Tebas. Por si acaso el
propio Edipo ha mandado que se consulte al oráculo para saber cuál es el origen de la
peste que azota la ciudad y el dios contesta que se debe a que no se ha vengado
convenientemente la muerte de Layo, el rey anterior: su sangre derramada amenaza con
destruir a la ciudad hasta que se encuentre y se castigue a los asesinos. Edipo se
compromete a aclararlo todo "desde el principio". Esta simple escena sirve para plantear
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el "conflicto" que repercutirá en el desarrollo de toda la obra: sirve para poner en
marcha la acción, que consistirá fundamentalmente en las continuas averiguaciones que
haga el rey. Aquí Edipo es presentado como un rey forastero nada tiránico, sino más
bien amante de su pueblo, al que quiere librarle de la peste. Por todo ello es
correspondido con la confianza de su pueblo.
Viene luego la Párodo. Un coro de tebanos ancianos eleva una especie de plegaria a la
divinidad para que les dé fuerza para eliminar el mal. Le hablan al Oráculo, ruegan a la
triada de dioses y esperan con angustia cualquier respuesta. Esta escena representa el
inicio del drama propiamente dicho.
Se produce el Episodio 1º. Edipo espera conseguir que el ruego del coro (es decir, de la
colectividad) se haga realidad. Se deja clara la necesidad de conocer al asesino de Layo
y la voluntad con que el rey se enfrenta al problema. Delante de todos pronuncia un
bando solemne en el que conjura a todo el pueblo tebano a que colabore en el
esclarecimiento del crimen, pidiendo el destierro sin compasión del asesino y el castigo
de los dioses para quien se atreviera a ayudarlo. El coro avisa que se ha dicho que
fueron varios los asesinos, pero confía en que el adivino Tiresias lo aclare todo. Se
produce un diálogo entre Edipo y Tiresias que degenera en un enfrentamiento, en el que
ambos se intercambian insultos; ante las palabras oscuras del adivino, en el sentido de
que Edipo tiene algo que ver en el asunto Edipo interpreta que se trata de una
conspiración del anciano y de Creonte, el cuñado de Edipo. El adivino se despide con
un mal augurio para el asesino de Layo, que "se marchará tras haber visto".
Tras esto se sucede el Estásimo 1º. El coro, solo, medita y canta con brevedad y con
lirismo su desconcierto ante las palabras escuchadas: por un lado, quiere remontarse a la
causa para descubrir al culpable que todos buscan; por otro, siente angustia por las
imprecaciones, terribles, pero no probadas, del adivino y, a la vez, por su fidelidad
segura a su rey.
Así llegamos al 2º Episodio . Edipo, Yocasta y Creonte, en presencia del coro, que a
veces interviene, llevan su intervención a una complicación del drama; se revelan datos
decisivos que en lugar de aclarar enredan: se mencionan el oráculo que pesaba sobre la
familia de Layo, y, más tarde, el que pesaba sobre el mismo Edipo; también se habla del
motivo del asesinato en un cruce de camino. Esto último levanta la sospecha de Edipo
de que él mismo tenga algo que ver con los hechos: pero hay dos reseñas distintas (la
que habla de varios asaltantes frente a la singularidad de Edipo). Ante ello hay una
gradación en la reacción de cada uno de los personajes: Yocasta sostiene que los
oráculos son falibles; Edipo se muestra más respeto por ellos y, por eso, los sigue
temiendo, mientras que el coro es más religioso y consecuente: es posible que los dos
extremos sean compatibles, pero hasta que no se compruebe cuál es la versión correcta
hay esperanzas: se espera que el único testigo que queda del crimen de Layo resuelva la
duda.
Llega el Estásimo 2º. El coro medita en una lucha interior las terribles palabras de
Tiresias frente al buen concepto en que tiene al soberano. Se preocupa por el oráculo y
por el castigo de Layo: las leyes morales quizá han traído su castigo: Layo sería el
culpable, no el actual rey. Los crímenes de Layo deben ser castigados tal y como
muestran los oráculos. Esta es la razón por la que el coro pide a Zeus que se cumplan las
profecías, porque si éstas fallaran se hundiría también la creencia en los dioses.
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En el Episodio 3º se espera la solución, pero llega un mensajero inesperado que trae
nuevas noticias sobre los supuestos padres de Edipo en el reino de Corinto. Otra vez, las
noticias que parecían librar a Edipo de culpa introducen elementos muy oscuros del
pasado: la reina Yocasta ya ha comprendido todo el profundo misterio y sale huyendo
después de intentar en vano que Edipo se detenga en su investigación.
Es entonces cuando se produce el Estásimo 3º tan extraño del coro. Según J.V.Donado,
en esta intervención el coro parece ilusionarse ante el posible origen divino de su rey
Edipo, quien está a punto de descubrir su verdadero pasado. Es la calma que precede a
la tormenta, aunque el coro sigue dando ánimos a Edipo, en una especie de ensueño que
más bien parece una huida hacia delante.
Llega por fin la verdad en el Episodio 4º. El criado aparece y revela todo el pasado
oculto de ese niño que fue salvado de la muerte para cumplir el oráculo.
El Estásimo 4º es un canto de la desdicha en que se ve sumido el coro al recordar lo que
ha sido su rey y lo que es ahora: la prosperidad de los hombres se ha demostrado por los
propios hechos que es un asunto ilusorio, sólo en manos absolutas de los dioses.
El Éxodo cuenta a través de un mensajero de la casa todos los detalles cruentos del
suicidio de la reina y la posterior ceguera de sí mismo de Edipo. Sale a escena y alterna
su dolor con el del coro. Las hijas y su cuñado Creonte rematan la escena de dolor.
Los últimos versos del Corifeo son una especie de conclusión o moraleja sobre la
fragilidad del destino humano hasta el último momento.
ESTILO
Hasta aquí el análisis externo de lo que debió ser una obra clásica para el público
griego. Pero, ¿y hoy? ) La obra de Edipo puede tener algún valor real para el espectador
moderno, o su lectura es sólo una actividad arqueológica o de carácter histórico?
Paradójicamente, para responder a estas y otras preguntas de un supuesto lector
"contemporáneo", se puede utilizar los comentarios de Aristóteles que siguen vigentes
en la actualidad:
Lo más llamativo es que al leer por primera vez la obra y, antes de iniciar un proceso de
información sobre los detalles de su estructura, personajes, etc., la trama parecería que
posee en sí misma una gran fuerza. Ahora bien, ¿cómo podríamos definir esa "fuerza" y
qué sería lo que propiamente la produce? En su Poética, Aristóteles menciona la
capacidad de la tragedia de crear un efecto conmovedor, debido a que la tragedia es
"una imitación de hechos capaces de provocar el temor y la compasión". "El
reconocimiento y la peripecia", y también "lo patético", son los tres elementos que
"comportan compasión y temor". Aristóteles parece estar pensando precisamente en el
personaje de Edipo -como se demuestra al citarlo explícitamente en p.43-, cuando
resume con acierto la sensación que un espectador de hoy puede tener al ver o al leer
esta obra: "La compasión tiene por objeto la persona que no merece ser desdichada; el
temor, el que es igual a nosotros". Pero ¿por qué sentimos los mismos efectos si en
principio esta obra fue concebida para ser representada?: "La obra debe estar compuesta
de tal modo que, aun sin verlos, el que escucha el relato de los hechos se estremezca y
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sienta compasión por lo que ocurre, que es la sensación que experimenta el que escucha
el relato del destino de Edipo... "
Pero ¿no es sorprendente que en escena, al llegar a los episodios más terribles, la
violencia o las muertes son sustituidas por las palabras de uno que narra lo sucedido? Y
sin embargo, el efecto de impacto está plenamente conseguido: ¿Por qué? Para
responder a esta pregunta conviene que volvamos a Aristóteles: "Es posible que el
temor y la compasión resulten por efecto del espectáculo, pero también pueden resultar
del entramado mismo de los hechos, lo cual es sin duda preferible y propio de un poeta
mejor". En cuanto a la forma en que la sensación de temor y compasión se producen,
ocurren "por lo general y con preferencia, cuando los hechos acaecen contra lo que se
espera, si bien derivándose el uno del otro, pues provocan así la sorpresa mejor que si
los hechos ocurren automáticamente y por casualidad, ya que incluso los sucesos
casuales son más asombrosos cuando parecen guardar relación con los precedentes".
Conclusión: "El poeta debe procurar, a través de la imitación, el placer que suscitan el
temor y la compasión", y está claro que "este efecto debe conseguirse por medio de la
acción misma".
La "acción" de Edipo Rey efectivamente cumple todos esos requisitos. Para
comentarlo, se recurrirá a los pasajes en que se muestra la Ironía, uno de los temas que
en esta obra más contribuye a marcar el contraste del personaje: de un rey, al inicio,
amante de su pueblo y respetado por él, a un héroe con un destino miserable.
La ironía trágica en Edipo Rey es un elemento que trabaja en favor de lo que
Aristóteles, llama "peripecia": "el paso de una situación a su contraria por parte de
quienes actúan..., de acuerdo con la verosimilitud o la necesidad", contribuyendo
además a subrayar el efecto de oposición de ambas situaciones. Aristóteles menciona
uno solo de los muchos casos en que se produce la ironía, uno de los más evidentes:
"llega un personaje para alegrar a Edipo y tranquilizarlo por lo que respecta a su madre,
revelándole su identidad: mas con ello produce, precisamente el efecto contrario." Pero
en esta obra peripecias así constituyen un recurso tan frecuente y constante que
prácticamente casi todas las situaciones o personajes o palabras pueden tener, si se mira
bien, un fondo irónico: unas veces con un sentido premonitorio, otras con una clara
intención de ambigüedad... con tantos matices que sería imposible citarlos aquí todos.
Entre los más llamativos:
En el comienzo del drama: Edipo habla con afecto a los suplicantes y llega a decir
"estad seguro de que yo aceptaría a enfrentarme a todo..." Seguramente el público sí que
sabe que tendrá que cumplir sus palabras.
El sacerdote que contesta a Edipo y, en un momento dado, para demostrarle que lo
considera capacitado para enfrentarse a cualquier problema, le dice: sin llegar a
compararte con los dioses te juzgamos "el primero de los hombres en las desgracias de
la vida..." Y más adelante: "Y que no tengamos que acordarnos de tu mandato porque
nos levantamos derechos y caímos después." Estas palabras, que están dichas al
principio como una simple fórmula de afecto, al final se mostrarán como un resumen
nada exagerado de lo sucedido.
En la página siguiente Edipo vuelve a insistir en su condición de infelicidad con unas
palabras que, aunque se adaptan bien a los hechos de la escena en que el dolor de la
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enfermedad afecta a todos, para el público o para el lector suenan a una definición del
personaje: "...como yo no hay ninguno que ande igual de mal" o "maldito sería yo de no
hacer todo cuanto pudiera indicar la divinidad"
Pero la ironía no sólo puede darse en el plano de los acontecimientos; también puede ser
una ironía semántica o de situación, cuando Creonte explica lo que ha dicho el oráculo:
"...dando a entender que la sangre esta de aquí está atormentando a la ciudad" No vemos
el gesto de Creonte, pero ¿a dónde podría señalar mientras decía estas palabras?
Termina Edipo la charla con Creonte y vuelve a producirse una ironía que además de
apuntar a la contradicción futura de los hechos, es ambigua; "...yo lo aclararé todo desde
el principio... en favor de seres queridos en modo alguno lejanos, sino en favor de mí
mismo barreré esta inmundicia lejos de mí...estad seguros de que yo haré todo" Cuando
Edipo menciona el principio de todo, ¿no está refiriéndose a su origen, comienzo de
todos sus males? También, su reconocimiento de la autoría podría hacerse extensible al
asunto que ha provocado la ira del dios.
El bando que a continuación pronuncia Edipo es todo él un cuidadoso recurso irónico,
lleno de palabras que el espectador recordará mientras comprueba que se vuelven contra
el mismo que las pronunció: con ellas se llega al grado máximo de ironía, y el propio
personaje las tendrá en mente cuando lamente haberlas pronunciado: "...de todo lo cual
yo, (el colmo de la osadía!,..., me privé a mí mismo al indicar de una forma expresa que
todos sin excepción expulsaran a este impío...". De todos modos recojo algunas palabras
irónicas que en este duro comunicado hay: "...al individuo ese, quienquiera que sea,
prohíbo que en este país... lo admita o le dirija la palabra alguien...", "...pido que pase él,
(miserable!, desgraciadamente una vida desventurada...y que si llegara compartir mi
hogar en mis propias mansiones con conocimiento mío, sufra...", " y puesto que nos
habría surgido comunidad de hijos comunes si no le hubiera salido a él desventurada la
descendencia (pero la realidad es que esa desventura no abatió sobre su cabeza)...",
"...en defensa de él como si de mi propio padre se tratara..." Creo que un personaje no
puede decir más claramente una cosa mientras cree decir otra.
Otras ironías son tan sutiles que sólo el comentario del especialista que traduce el texto
y nos llama la atención con notas a pie de página nos hace caer en ellas (quizá consuele
pensar que al público menos instruido de la época también le pasaran inadvertidas): en
la misma página de antes Edipo termina su bando: "en cambio a vosotros los demás
cadmeos, a cuantos estas medidas os son gratas (ojalá que la Justicia y todos los dioses
os asistan..." Comenta la nota que además de irónico es ambiguo, porque el personaje
"sin querer, se excluye de la compañía de la Justicia".
También el coro puede introducir alguna ironía, pues en alguna intervención sus
palabras son premonitorias: "...(mira!, estos conducen al divino vate, en quien, solo
entre los hombres, radica la verdad!") o esta otra, que es casi un malentendido
lingüístico, en que el coro le indica a un mensajero el lugar donde puede encontrar la
mansión del rey: "La vivienda es esta de aquí, y él está dentro, extranjero. Y su mujer, la
madre... de sus hijos es ésta de aquí
Otras ironías lo son de las apariencias, como cuando Edipo le dice al ciego adivino:
"...eres ciego de oído, de razón y de vista". Sólo en apariencia Edipo "oye", "razona" o
"ve"; al final, resulta que quien carece de todos estos sentidos no es el ciego sino el que
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le achaca a Tiresias que no ve: el propio Edipo. Más adelante insiste en el mismo tono,
pero esta vez hablando de sí mismo y de su inteligencia (también comentaré el tema del
conocimiento en la trama de la obra): "En cambio, yo, Edipo, el que según tú no sé
nada..." y "...tanto tú como el que tramó esta intriga vais a expulsar al sacrílego con
lágrimas".
El personaje, en su desconocimiento profundo de los verdaderos hechos se atreve a
negar lo que ya a estas alturas de la obra sabemos casi todos menos él: "Pregunta lo que
quieras, pues con seguridad no seré convicto de asesinato" : los propios hechos
demuestran al final de la obra que él es precisamente el autor de la muerte de Layo; y
cuando responde al corifeo que ha intentado calmar los ánimos del rey encendidos en su
anterior enfrentamiento con su cuñado Creonte: "...que te conste bien, al pretender eso,
estás pretendiendo mi propia ruina o que sea desterrado de este país".
Por último, la ironía final en boca de Yocasta sobre el destino de Edipo es puesta en
evidencia con los mismos hechos que se desencadenan casi inmediatamente después:
"¿Por qué había de temer un hombre en quien mandan las circunstancias de su destino y
cuya previsión no es clara en nada?" Parece dar este personaje con el tema de todo el
drama, el cual, visto así, sería simplemente una respuesta a esta pregunta.
Junto al tema de la ironía, existe otro planteamiento que se repite abundantemente en la
obra y que forma parte de su estructura: es lo que la mayoría de los críticos llaman los
"aspectos ideológicos" o "pensamiento religioso" de Sófocles. Casi todos los autores
consultados coinciden en señalar que las preocupaciones dominantes en el teatro de este
autor del s. V a. de C. se refieren al tema de la verdad (apariencia o realidad) y del
conocimiento humanos. Pero, ¿cómo aparecen enfocados concretamente en Edipo? Eso
es lo que voy a analizar a continuación:
Una de las primeras intervenciones que aluden explícitamente a estos temas es la del
adivino Tiresias, quien, tras ser requerido por el rey para explicar las razones de tantos
males, se queja de su condición de adivino: "(Ay, ay! (El saber qué tremendo es cuando
no reporta beneficio al que sabe!" Sin duda, sus palabras se justifican por sí solas en el
contexto de quien todo lo sabe pero no puede hablar; sin embargo, al final de la tragedia
comprobamos que estas mismas palabras podrían aplicarse al desgraciado héroe: por
eso, dichas aquí suenan o ambiguas (¿las dice el adivino por él mismo o por su
soberano?) o irónicas. Es más, si mantenemos esta frase hasta el final de la obra y las
superponemos a la conclusión del coro, parece que se trata de una frase-resumen de la
condición de toda la humanidad, para la que el conocimiento de algo no la ayudaría a
hacerla mejor. Visto así, la enseñanza de esta historia parece algo pesimista.
En la siguiente página, Tiresias, en medio de un huracán de preguntas por parte de
Edipo, se defiende como puede: "No seré yo quien te haga sufrir a ti o a mí ¿Por qué me
sometes en vano a este examen? Pues de no ser un tonto, no me harías preguntas" Son
palabras ambiguas que necesitan un comentario: para empezar, Tiresias ve la pretensión
del rey de esclarecer el asesinato de Layo, y así librar a su pueblo de la peste, como un
interrogatorio dañino para todos. El mal ya está hecho pero intentar conocerlo puede
llevar a mayor sufrimiento: "si hay algo terrible, es mejor no ser consciente de ello",
parece decir el adivino. Pero si lo que se pretende es conocerlo, basta abrir un poco los
ojos, porque "a buen entendedor..." Ahora bien, ¿por qué llama "tonto" a Edipo? Edipo
cree (como todos a simple vista) que el apelativo se debe a que lo considera un poco
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torpe para las cuestiones de sabiduría, y así, más adelante, responde dolido en su
orgullo: "...En cambio, yo, Edipo, el que según tú no sé nada, nada más llegar le puse
freno (al enigma) acertando con mi inteligencia y sin aprenderlo de las aves...". Pero lo
que Tiresias quiere dar a entender es que sólo una persona inteligente sabría eludir el
conocimiento directo de los hechos: en cambio "los tontos" pretenden enterarse de todo,
cueste lo que cueste: otra vez una conclusión algo negativa.
Edipo no se contenta con intentar averiguar lo que no sabe. El personaje además está
empeñado en dar publicidad a lo que descubra:"...no callaré, (eso nunca!, nada de lo que
intuyo." Se opone una vez más la conducta de un hombre mortal, por muy rey o héroe
que parezca, a la actitud más prudente del adivino que de alguna manera está en
contacto con la voluntad de los dioses: "En cambio, yo, no hay cuidado de que declare
alguna vez mis desgracias...", "...aun cuando lo oculte yo con mi silencio...", "Ya no
aclararé más...", son expresiones de Tiresias, quien al final acabará cediendo de mala
gana a las preguntas de Edipo, y sólo con palabras bastante enigmáticas para el rey. Por
último, el contraste también se produce cuando se enfrentan dos personajes regios, pues
si Edipo está siempre dispuesto a hablar, en cambio su cuñado le dirá claramente: "Pues
en las cuestiones que no entiendo me gusta callar". Y de nuevo, lo que bien pudiera ser
una frase hecha, se carga de significado teniendo en cuenta el futuro terrible del
personaje que se afana durante toda la obra por conocer el motivo de todo: )es una pista
de lo que un hombre no debe hacer?
Tiresias se burla irónicamente del limitado conocimiento del Edipo, y sus palabras
podrían aplicarse otra vez a lo que los mismos hechos, si tuvieran voz, le dirían al
personaje del rey en medio de la desgracia última: ")Es que no eras tú muy sagaz para
descubrirlo?".
Frente al ansia de conocimiento de Edipo, Yocasta trata de actuar de freno, aunque,
evidentemente, fracasará en su intento, y cuando Yocasta, intuyendo el desenlace final,
intenta apartar a su hijo-marido del sufrimiento recomendándole que olvide todo lo que
ha dicho el mensajero, Edipo se revuelve con gran irritación: "Eso sí que no acontecería,
que no haya de aclarar yo mi linaje luego de haber conseguido datos de tan alto
significado". Pero esos datos a los que alude Edipo vuelven atener un significado
ambiguo: )aclararán el linaje que creía descubrir el personaje o, irónicamente, le llevará
ante otro origen inesperado? No es la primera vez que Edipo interpreta erróneamente los
pasos de su búsqueda.
La fase última de toda la "investigación" sobre su propio origen, en lo que empezó
siendo una búsqueda de solución al problema de la ciudad, muestra la recompensa que
obtiene quien es capaz de vencer todas las tentaciones de permanecer ignorante de los
hechos:
Así, Yocasta expresa el deseo de que no logre lo que busca: "(Oh, desdichado! (Ojalá
nunca llegues a enterarte quién eres!. A lo que, imperturbable, contesta Edipo: "...yo
continuaré en mi deseo de conocer mi casta por humilde que sea" .Ironía fatal, dicen los
comentaristas como Albin Lesky, porque Edipo acabará siendo hijo de reyes. Pero lo
que más llama la atención es que Edipo, una vez más, como parece sucederle a lo largo
de toda la obra en los momentos decisivos, malinterpreta las intenciones o los
acontecimientos: no es su destino humilde lo que preocupa a Yocasta. Casi parece que
el personaje que más preocupado está por enterarse de todo es el que menos se entera de
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nada (¿ironía del poeta hacia el personaje, de los dioses hacia sus criaturas, o de la vida
hacia los hombres?).
Por fin, llega el momento de la verdad. El personaje no se vuelve atrás: "(Y yo de oírla
(la cuestión terrorífica), pero sin embargo hay que oírla". Es aquí donde uno, como
lector de este antiguo drama, ve la grandeza heroica del personaje: casi suena a
voluntad épica, como la de Aquiles en la Ilíada que, ante la noticia de su madre de que
si venga a su amigo él mismo morirá, el héroe responde que prefiere morir "vengando la
muerte de su fiel compañero que permanecer vivo como carga inútil sobre la tierra".
Pero esta búsqueda activa de su verdadero origen le llevará a Edipo, paradójicamente, a
su verdadero destino: el sufrimiento total. Por eso, cuando el coro se lamenta por su rey:
"(Pobre de ti tanto por tu clarividencia como por tu desgracia!", identifica en su lamento
la "clarividencia" o conocimiento del personaje y sus efectos, la "desgracia". Pero es
más bien un destino provocado por el propio personaje, quien en la misma página,
hablando de la situación concreta de sus ojos, parece decir al lector que reconoce y
asume su responsabilidad en la torpeza de actuación en toda la obra (otra prueba más de
la constante ambigüedad de muchas de las situaciones y palabras que abunda en la
obra): "...las luces de mis ojos no las hirió con su mano nadie sino este cuitado que soy
yo": )ha quedado ciego de los ojos o también de razón? Parece que todo apunta a que la
sabiduría humana o el empeño del hombre por conocer sus límites no traen nada bueno.
El interés de esta tragedia en extraer una enseñanza negativa de la experiencia y en
representarla con todo lujo de detalles a la vista del público no puede ya dudarse cuando
canta el coro "...que el pensamiento viva alejado de las calamidades es cosa dulce". Y
estas palabras recuerdan de lejos las de Yocasta: "Lo mejor fuera vivir al azar, como se
pudiera", la misma que dice: "Edipo monta en cólera...(demasiado! con aflicciones de
todo tipo y no deduce como hombre inteligente lo nuevo por lo viejo, sino que está a
merced del que da explicaciones...": Sacado de contexto, podría predicarse la actitud de
Edipo y sus consecuencias de todo aquel que se proponga investigar más allá de la
apariencia de las cosas. Finalmente, la última mención que hay en Edipo Rey del
conocimiento la hace Creonte, frente al deseo de Edipo de quedarse con algo bueno,
como sus hijas: "No pretendas salirte siempre con la tuya, pues también aquellos hechos
en los que lo conseguiste, te siguieron pero no para bien de tu vida". Ya no puede caber
duda: Edipo ha malogrado su vida al salir triunfador de la búsqueda de la verdad, que es
precisamente la que lo ha destruido.
Los temas de Edipo Rey también giran en torno a la verdad y su ambigüedad o en torno
al tema de su conocimiento y sus límites, o, por lo menos, la influencia del
conocimiento sobre la acción. Pero aún se puede señalar otra característica de la obra: y
es que presenta al personaje en una continua lucha por adquirir ese conocimiento; así
se entiende que en ella aparezcan sucesivos enfrentamientos, que el adivino Tiresias no
duda en calificar como "examen", o verdaderos careos, como el protagonizado por el
mensajero y el criado, en los que los personajes vienen a decir su parte de verdad para
que el investigador vaya reuniendo las piezas del rompecabezas hasta encontrar la
solución. Si esta parece una técnica detectivesca, propia de películas o novelas
policíacas, el sufrimiento añadido que experimenta Edipo malinterpretando
continuamente los hechos, le acercan al género del melodrama, con sus equívocos.
Edipo no conoce toda la verdad, sólo los hechos que van apareciendo, pero se equivoca
al analizarlos. Tampoco los personajes conocen el valor de la información que
transmiten. No hay un narrador omnisciente, sino un personaje que al escuchar
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sucesivas noticias va relacionándolas con sus conocimientos previos hasta llegar a
una visión de conjunto. Ahora bien, ese conocimiento que Edipo casi obtiene con
violencia viene provocado por continuas pistas o sugerencias que dejan caer diversos
personajes a lo largo de la obra. Resumo los que considero más significativos:
Las tres primeras pistas las da el coro en 10) "búsqueda del que envió la comisión de
Febo, para que señale quién puede ser el asesino"; 20) "igual que Febo" está Tiresias,
que ve tanto como Apolo; y 30) menciona los "rumores" de que fueron varios asesinos y
no uno solo.
La cuarta sugerencia viene a cargo de Tiresias, quien pregunta a Edipo, señalando
irónicamente su radical ignorancia: "..¿Sabes acaso de quién eres?"
Una quinta pista la dará Yocasta al pretender aclarar la cuestión de la falibilidad de los
oráculos: "...y te voy a mostrar una prueba...a saber, llegó una vez un oráculo a Layo..."
Y la sexta pista, la anterior a la definitiva del criado, la da el mensajero al referirse al
temor infundado, según él, de Edipo por llegar a unirse a su madre: "¿sabes que temes
una cosa... sin razón?"
Como se puede ver, el análisis detallado de este drama podría hacerse desde muchos
puntos de vista. Sólo se ha hecho referencia a algunos. En cuanto a otros tan
importantes o más que éstos, como el de la Ideología o Temática en la obra de
Sófocles, puede resumirse lo que dicen algunos autores.
Lesky, en su Historia de la Literatura Griega citada en la Bibliografía, destaca que el
problema de la culpa hereditaria que persigue al personaje de Edipo durante toda la
obra no es un ejemplo moral, porque el error de Edipo no atañe a la moral. Lesky
mantiene que Edipo no se nos presenta culpable por lo sucedido en la encrucijada
(puesto que él ignoraba realmente a quién se estaba enfrentando); ni tampoco es
culpable por su pensamiento que yerra continuamente al examinar las noticias que le
van dando. Concluye que Edipo Rey no puede ser interpretado como "el drama del
destino", y, lo que es más importante, tampoco se puede analizar así la Tragedia Griega.
La razón es que, en contra de los estereotipos, el héroe es causante directo de su
destino, "él va a su encuentro".
Ahora bien, el personaje de Edipo es una de las figuras más grande de "lo trágico",
debido a tres motivos: a que va "altivamente, activamente" en busca de su destino, que
no es otro que la Verdad; a que la búsqueda que realiza es una búsqueda "ansiosa" y a
que posee una "capacidad vehemente de sufrimiento": la frase ya citada en este trabajo
de "a mí también me horroriza el escucharlo; sin embargo, es preciso que lo oiga"
muestra su destino y su temple magnánimo.
En cuanto a si Edipo es o no lo que hoy llamamos un auténtico "personaje", desgajado
del tema primitivo del Mito, o si es un trasunto mitológico y psicológico, la crítica
moderna observa limitaciones graves como la del aislamiento del único personaje, el
cual sólo ofrecería una "forma estática del pathos, no permitiendo el juego escénico, y,
por lo tanto, el desarrollo de la hondura psicológica". Lesky niega que se trate tan sólo
de caracteres, en el sentido de la psicología moderna; los de Sófocles no son del todo
personajes al modo de hoy, pero sí fue un mérito de Sófocles dotarles de grandes
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"rasgos esenciales en torno a un núcleo sólido" y hacerles "libres de lo fortuito y
meramente individuales". En Edipo el autor da relieve a un hombre noble, de voluntad
inflexible y le opone en la acción personajes que adaptándose a la vida están dispuestos
a evitar el riesgo y a pactar: Yocasta dice en otra cita ya comentada: "lo mejor es ir
viviendo al azar" ",
Pero además de expresar con la máxima pureza lo trágico en la historia de la Literatura,
el personaje de Edipo, según el propio Lesky, expresa muy bien el fenómeno del placer
trágico y cita para ello el epigrama de Hölderlin que dedicó a Sófocles, en el que
recoge esta idea: "Más de uno intentó en vano decir lo más alegre con alegría. / Aquí lo
encuentro expresado por fin con el dolor". ¿De dónde provienen estos sentimientos de
sosiego o casi de alegría después de leer la representación de Edipo? Lesky lo achaca a
que la obra expresa un gran orden perdurable más allá del cambio de las cosas y de los
sufrimientos. Esta enseñanza ideológica está recogida en el canto del coro del v.684
sobre las leyes divinas y eternas: los poderes divinos ejercen su gobierno de manera
terrible y de forma inaccesible al pensamiento humano, pero siempre de manera
legítima y digna de veneración: al final no hay nada que no sea de Zeus. Lesky atribuye
esta ideología de Sófocles a su interés por expresar la repulsa que siente hacia la
Sofística en sus ataques a todo lo que santificaba la tradición.
La concepción de Sófocles sobre el mundo es una concepción profundamente
religiosa; en su teatro el hombre está en constante coloquio con la divinidad, por medio
de los oráculos y de los adivinos: hay un contraste inconciliable entre los designios
humanos y el gobierno divino: Da el testimonio de un gran orden del mundo
impenetrable para el hombre, que se manifiesta en la destrucción del individuo; pero
esto no nos transmite del todo tristeza por lo que ya ha sido mencionado. En este mundo
no hay aún una secularización de la tragedia vinculada al culto, como más tarde ocurrirá
con Eurípides: los dioses están en un primer plano como gobernantes de los hombres.
Para Lucas de Dios, en su introducción de Alianza, Sófocles se encuentra a medio
camino entre la concepción heroica tradicional, cuyo ideal está lejos de una visión del
todo humana, y la postura racionalista de la Sofística. Sófocles propugna un nuevo tipo
de ideal humano: el héroe es una mezcla de sufrimiento y error, un tipo de héroe más
humanizado, y aunque abandona el esquema tradicional y aristocrático del hombre,
conserva de él algo: la división esencial entre los hombres, pero, eso sí, no ya una
división según la clase, sino según el carácter. Tampoco pretende Sófocles ningún fin
moralizador en el sentido de determinar la posible culpabilidad o inocencia de Edipo:
"lo que debate (y esto a niveles de grandiosidad trágica) es el enfrentamiento entre las
leyes divinas y la naturaleza heroica de Edipo: de un lado la voluntad divina ha puesto
proa contra Edipo, y éste a pesar de sus esfuerzos o grandezas por rehuirla, tiene que
caer."
En cuanto a su pensamiento político, lo esencial de Sófocles no es el individuo frente al
Estado, sino lo individual, lo religioso y lo familiar. De un lado, comulga con una serie
de ideas de la nueva democracia (el esquema democrático propuesto por Pericles, como
la tendencia igualitaria, el mantenimiento de unos principios morales y respeto a los
demás), y, por otro lado, posee un matiz antidemocrático: la ciudad debe someterse a la
ley divina, a lo que está establecido por los dioses: un rechazo a la democracia radical.
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Por su parte, Benavente Barreda destaca en la obra de Sófocles lo que él llama un
"pesimismo de la experiencia": el griego ha superado la visión pesimista de la vida
gracias a la fuerza interior del espíritu; así, al resaltar el horror humano no es pesimista
sino realista. Sófocles enfrenta la esfera de lo divino y lo humano, y en Edipo el
personaje no es más que un hombre que sufre sin saber por qué. Todo procede de la
mano de Zeus, sí, pero el sentido de este proceder no está claro para el hombre: ahí
reside sobre todo la intuición y madurez de Sófocles. Por último, el héroe sofocleo es de
una gran nobleza, una excelencia que le lleva a oponerse a las cosas: esta es la causa de
su dolor y angustia; el héroe es inflexible en su obrar y no retrocede; pero esto no quiere
decir que la acción humana esté en Sófocles determinada por la voluntad divina, que no
exista libertad en los mortales. Lo que ocurre es que la esfera de los hombres está
subordinada a la de los inmortales: los que no acatan las leyes escritas de los dioses
reciben su castigo.
Para finalizar, fijémonos brevemente en una expresión de la psicología moderna que es
ya de dominio común: el llamado "complejo de Edipo".
Fue Sigmund Freud quien acuñó esta expresión, utilizando para sus fines el nombre
del personaje central de la obra que acabamos de comentar. Desde entonces son muchos
los autores que se han preguntado si esta expresión freudiana es o no apropiada al
núcleo de la historia que la Literatura Griega nos ha transmitido bajo el nombre de
Edipo.
En la obra citada en la Bibliografía, Freud atribuye el nombre de "complejo de Edipo" a
toda una construcción psíquica cuya característica principal es el aspecto sexual del
niño en determinada fase de su crecimiento, al proyectar el sujeto infantil sus deseos
sexuales sobre las personas más próximamente afines a él. Freud cita explícitamente el
Mito griego y en concreto la obra de Edipo Rey para ilustrar sus tesis de que los deseos
incestuosos son una primitiva herencia humana y de que el mito griego debió tener esta
misma significación.
Recuerda José Vara que en la interpretación sexual de este mito por parte de Freud
influyeron especialmente las palabras que le dirige Yocasta a Edipo sobre el asunto de
acostarse en sueños con la madre. Pero este tema se describe antes que en Sófocles, en
las Historias de Herodoto, y después en Platón y en Pausanias. En todos estos pasajes
se habla de los deseos que se despiertan cuando la parte racional duerme en los sueños.
También con este tema de fondo, Lucas de Dios comenta que el "complejo de Edipo"
de Freíd explicaría la emoción y el sobrecogimiento que sentimos en esta obra: se
trataría de una reacción psíquica que se produce porque uno se ve reflejado en el
personaje mítico con esta tendencia general infantil de tener como primer objeto de
nuestro impulso sexual a la madre, y del odio a nuestro padre. Sin embargo, casi todos
los críticos coinciden en señalar que el núcleo de la historia que describe la mitología no
se adapta al significado que le da Freud en su expresión. El principal motivo que citan
es que en la leyenda clásica no hay ninguna alusión consciente o inconsciente al deseo
del héroe hacia su madre. Como en los otros casos, Edipo desconoce la verdadera
naturaleza de las cosas: su responsabilidad es sólo de hecho.

Películas: - Edipo, hijo de la fortuna, Passolini.
- Blade Runner, Ridley Scout.
- Desafío Total, Paul Verhoeven.
12
SÓFOCLES
a. La vida de Sófocles. Relaciones de Sófocles con el público ateniense. Participación
activa de Sófocles en la administración y política del estado ateniense. Premios.
Según el Mármol de Paros, podemos situar el nacimiento de Sófocles hacia el año
497/6, unos 25 años más joven que Esquilo. Pertenecía a una de las familias más
distinguidas de Atenas ( la Vita de Eurípides habla de la educación gimnástica y
musical del joven). Su vida está inmersa en la de su ciudad, participando en las
actividades políticas, siendo por lo menos una vez estratego en la guerra de Samos, y
otra administrador de los fondos públicos, pero su actitud política está carente de
partidismos, según se puede deducir. A diferencia de otros hombres de letras de su
época, residió siempre en Atenas y solo abandonó la ciudad cuando tenia que prestarle
un servicio público. Vivió la época de máximo esplendor ático, pero también el
comienzo de los peligros que desde dentro y fuera amenazaban la estabilidad y
supremacía ateniense: la política imperialista ateniense creó el descontento entre los
miembros de la Confederación Ática, y además la rivalidad espartana por la hegemonía
les llevaría al enfrentamiento en la guerra del Peloponeso.
Sobre la fecha de su muerte, haciendo caso a la Vita de Eurípides, cuando en 405 a.C.
Aristófanes representó Las Ranas, Sófocles ya había muerto.
En cuanto a sus relaciones con el público ateniense, Sófocles ganó rápidamente y logró
mantener siempre su favor. En su juventud recitó personalmente y de sus
participaciones en la escena quedaron en el recuerdo de los atenienses su habilidad para
tocar la cítara en el papel de Támiris y su danza de la pelota en Nausícaa. Pronto
abandonó la actuación, seguramente por las exigencias del arte de actor.
Sobre su participación en la política ateniense como estratego, Sófocles no fue nunca un
hombre de armas, no mostró perspicacia ni energía en los asuntos del Estado, sino que
más bien actuó como cualquier honrado ateniense del montón. Más importante fue su
actividad en la comisión de finanzas del Estado, al ser nombrado como helenotamia
(magistrado financiero) y contribuir en las reformas tributarias acontecidas en la Liga
marítima del Ática, en el año 443/2a.C.
La lista epigráfica de los triunfadores en las Dionisias registra 18 triunfos de Sófocles.
El hecho de que la Suda (Léxico de la Antigüedad que data del siglo X ) mencione 24 y
la Vita cite 20 se debe a que la primera incluye los triunfos en las Leneas (Fiestas del
Lagar en honor de Dioniso -enero- ). Nunca ocupó el tercer puesto en el Agón.
b. La obra de Sófocles. Estudio de las obras más famosas: Antígona, Edipo rey.
Los eruditos alejandrinos atribuían a Sófocles un total de 123 o 130 obras pero en
realidad solo son seguros 114 títulos de los cuales solo se conservan 7 dramas, al igual
que en Esquilo, más un drama satírico. Poco sabemos de su Triptólemo, una de las obras
premiadas por el arconte Cimón en 468a. C. Como innovaciones en la técnica de la
tragedia se le atribuyen el aumento del número de miembros del coro, que pasa de 12 a
15, así como la introducción del tercer actor, con lo que aumenta la acción y pierden
protagonismo los coros. También se le atribuye la introducción de la escenografía,
aunque no sea una información segura; lo que sí es cierto es que abandona la estructura
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de la trilogía y escribe piezas de contenido independiente, en las cuales los
protagonistas individuales se convierten en el tema central.
Las siete obras que se conservan son: Ayax, Antígona, Traquinias, Edipo Rey, Electra,
Filoctetes y Edipo en Colona.(citadas cronológicamente).
Antígona es la segunda en antigüedad de las conservadas y su representación pudo tener
lugar hacia el 442 a.C. Su tema es muy conocido, se remonta al ciclo tebano y narra
cómo una vez muertos los hijos de Edipo, Eteocles y Polinices, en lucha fratricida, su
tío y nuevo señor de la ciudad, Creonte, prohibe enterrar el cadáver de Polinices, que
había venido contra la patria, y que sea presa de perros y aves. Pero Antígona, una de
sus hermanas, se enfrenta al tirano, ya que su hermana Ismene no se atreve, y cuando
intenta cubrir el cadáver es apresada por la guardia de Creonte, quien intenta
convencerla para que cese en su empeño sin conseguirlo, pues sus posturas son
irreconciliables ( aquella defiende las leyes no escritas agrafoi nomoi de los dioses,
mientras éste las leyes escritas grafoi nomoi de los hombres ). Creonte condena a
Antígona a ser enterrada viva en una tumba de piedra. El hijo de Creonte, Hemón,
prometido con Antígona intenta persuadir a su padre pero éste hace prevalecer la ley del
Estado haciendo cumplir la sentencia. Cuando Creonte se arrepiente y decide liberar a
Antígona es tarde, y ambos amantes han muerto en la tumba, ella ahorcada y él
matándose con su espada. La esposa del rey, Eurídice, también se da muerte al enterarse
de los acontecimientos. Creonte queda solo y la obra termina con su lamento y la
reflexión final del coro recomendando la moderación y el no oponerse a las leyes
divinas.
Edipo Rey debió ser representada hacia el 425a.C. y es el núcleo de la creación trágica
de Sófocles, siendo irreprochable su estructura dramática. El tema está tomado también
del ciclo tebano y se centra en el descubrimiento de la causa de la peste que asola a
Tebas y que Edipo, rey de la ciudad, se compromete a descubrir y poner remedio. Toda
la obra es el desarrollo del proceso que conduce al descubrimiento de ese enigma que,
trágicamente, desvela a Edipo su propio enigma: él es el causante de la peste, pues lleva
consigo la terrible mancha del parricidio y el incesto. Al descubrir la verdad, Edipo se
precipita dentro de palacio, encuentra a Yocasta, madre y esposa, ahorcada, y se saca los
ojos al no poder soportar la visión de lo que ha hecho. Ciego ya, se despide de sus hijas
partiendo al destierro y liberando así a Tebas de otros posibles males bajo su mandato.
La obra concluye con palabras del coro mostrando el ejemplo de Edipo, que había
conseguido la cumbre en el poder y caído en desgracia, para que nadie se considere feliz
hasta el último día de su vida.
Se nos muestra aquí la antítesis entre el obrar humano y la voluntad inescrutable de los
poderes superiores. Pero en esa oposición es donde el ser humano puede alcanzar su
mayor grandeza al oponerse a ese destino ciego ante el que no se rinde. Esta lucha
puede llevar al hombre al sufrimiento y a la muerte, pero aquí es donde encuentra
precisamente su valor moral. Ante la existencia caben dos actitudes: la del conformista,
que se rinde ante las dificultades, y la del héroe, que se rebela y sigue su camino hasta el
final.
c. La ideología de Sófocles. Sófocles y la democracia ateniense. El humanismo heroico
de Sófocles.
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La afirmación más típica de la ideología sofóclea es: “la felicidad humana consiste en
pasar la vida sin haber experimentado el dolor de la desgracia”; así, hay que dar un
sentido positivo a los valores sostenidos por los personajes que en la escena no sufren
desgracias (Creonte, Tiresias...), y un sentido negativo a los héroes que son objeto de la
desgracia trágica (Edipo, Yocasta...). No obstante esta idea va cambiando según los
personajes a que se la apliquemos, pues el hombre puede afrontar el poder divino de tres
formas : poniéndose en contra (Creonte), defendiéndolo a ultranza (Tiresias) o de
negación velada (Edipo).
El héroe de Sófocles es un ser pasional; monolítico, intransigente, inflexible ante la
existencia, obediente a un deber superior que se ha creado él mismo para superarse. El
amor humano le es extraño. Presenta un teatro grandilocuente, cuyos protagonistas
suscitan admiración, pero nos hacen difícil la identificación con ellos yendo siempre al
límite de sí mismos. En Sófocles sorprende su pesimismo existencial, pues destaca la
debilidad de la condición humana, al tiempo que subraya la belleza de la lucha del
hombre que se resiste a su destino.
Por otro lado la tragedia sofoclea nos muestra que el poder, y su concepción, debe ser lo
suficientemente coherente - es el espíritu de la democracia ateniense - como para que
sus decisiones no choquen ni con las leyes no escritas ( las que se tienen por
costumbre), ni con el consenso de los ciudadanos, ni con el código oficial de las leyes
divinas.
Rasgos del humanismo heroico son: enfrentamiento con el destino, desfallecimiento
momentáneo ante la muerte, participación activa en los acontecimientos por trágicos
que sean, soledad ante la familia, actuación conforme a la naturaleza.
d. El estilo de Sófocles.
Como se ha citado ya, Sófocles introdujo el tercer actor en la tragedia y dio mayor
naturalidad a su narrativa. Amplió el número de coreutas de 12 a 15 y redujo el papel
del coro a unas intervenciones fijas más uniformes. Pero su mayor innovación se refiere
a la concepción de la tragedia como un todo y no como parte de una trilogía.
La estilística de Sófocles muestra algunos rasgos muy utilizados por el poeta, tales
como anáforas y aliteraciones (entre ellas destaca el verso: tufloV ta t wta ton te noun
ta t ommat ei) Edipo Rey 371.
Con todo, es en el terreno de las imágenes donde más atractiva aparece la dicción de
Sófocles. Así, por ejemplo, la ciudad es como un náufrago que sufre el embate de las
olas, la ciudad es como una vieja decrépita que se consume, el Hades es ese hombre
ávido de lucro que se enriquece con llantos y gemidos, etc.
Por último decir que el propio Sófocles dice que su estilo sufrió tres etapas en su
desarrollo: una primera donde vence el estilo recargado de Esquilo, una segunda en la
que se enfrenta a la aspereza y artificiosidad de su propia naturaleza, y la tercera en que
consigue la mayor perfección formal ( Edipo).
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