AGRESION DURANTE UN PARTIDO DE RUGBY

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AGRESION DURANTE UN PARTIDO DE RUGBY
En un Juzgado de Instrucción de San Sebastián, se está
instruyendo un causa penal por una agresión a un jugador durante
un partido de rugby.
Estos hechos causaron una cierta conmoción en el deporte local
en su momento y ahora vuelven a comentarse cuando se habla de
una petición fiscal de cuatro años de prisión para el acusado de la
agresión.
ES MENTIRA QUE LO QUE SUCEDE EN EL CAMPO DE JUEGO NO
DEBE SALIR DEL CAMPO DE JUEGO
Me es difícil opinar sobre este suceso relacionado con el
deporte del rugby y desde un principio tengo que decir que estos
hechos no se producen en una suerte de impunidad, al margen de la
Ley y el derecho; sin respetar las normas que todos nos hemos dado
y que todos acatamos, como pilar principal de una pacífica
convivencia
Constitución.
en
el
estado
de
derecho
que
consagró
nuestra
La actuación que se imputa es un delito, tal actuación -causar a
otro de forma consciente y voluntaria una lesión que menoscabe su
integridad corporal o su salud física o mental- constituye en nuestro
país un delito de lesiones castigado con penas de prisión de entre
seis meses a tres años y si como consecuencia de dicha actuación se
causa la pérdida de un órgano o miembro no principal la pena
aumenta de tres a seis años. No tengo consciencia de que el suceso
superase una fractura de nariz por lo que quizá el rumor sobre la
pena sea exagerado.
La agresión en lo que trascendió en su día fue descrita por los
espectadores como acaecida en el transcurso de un partido de rugby
“caliente”, acción producida durante o inmediatamente posterior a un
lance o a una infracción del reglamento cometida por compañeros de
los sujetos activo y pasivo de esta otra infracción del reglamento del
juego.
No puede existir impunidad cuando estamos ante una agresión;
esto es, cuando la actuación del jugador “agresor” no se produce en
el transcurso o desenvolvimiento de un juego, amparado por las
normas del mismo o no es como consecuencia de un lance de la
citada actividad deportiva en la que todos los participantes aceptan
el riesgo de sufrir una lesión.
El derecho penal no ampara, no justifica las actuaciones
peligrosas para bienes jurídicos protegidos -como es la integridad
física- cuando estas se desarrollan fuera de la 'lex artis'. Esto es que
tales actuaciones no se encuentran justificadas por el apartado 7.º
del artículo 20 del Código Penal. Dicho en otras palabras, al derecho
penal le da igual que la agresión se produzca en una cancha de
rugby o en la calle.
EL RUGBY NO ES UN JUEGO SIN CONTACTO PRECISAMENTE
Pero en el rugby el concepto análogo a la “lex artis” es
bastante distinto del que pueda existir en el tenis. Esto es, los
propios lances del juego, como en el boxeo o en el kárate o en la
lucha, implican un empleo reglamentado de la violencia física.
Reglamento interpretado inapelablemente por el árbitro que lo puede
sancionar inmediatamente con la expulsión y elevando mediante el
acta la infracción al órgano disciplinario para que, en su caso,
imponga un castigo superior al infractor, lo que ha pasado con el
jugador ahora acusado. Esto dentro del derecho penal deportivo el
hecho ha sido juzgado y castigado severamente pero ninguna
autoridad federativa ha formulado denuncia alguna en vía penal, ni
los espectadores, otros intervinientes, fuerzas de seguridad en su
caso... presentes en el partido denunciaron los hechos.
¿Por qué? Porque este tipo de incidentes se acepta como un
riesgo derivado del juego y que ya tiene su castigo dentro del juego.
Puede que los hechos se debieran a un arrebato colérico del
acusado provocado dentro del partido con ocasión y por causa del
propio desarrollo del juego en ese momento y lugar que no se puede
aislar de la cadena previa de hechos, de su forma de aparición, del
momento, del lugar y de su causa inmediata, dando origen a sentar
en el banquillo de los acusados a un deportista al parecer arrepentido
de su comportamiento ocasionalmente antideportivo pero no doloso.
EL DOBLE RASERO JUDICIAL ENTRE LAS FIGURAS Y LOS
AFICIONADOS
Es muy limitada la jurisprudencia penal existente acerca de
reclamaciones de aquellos deportistas, que han sido victimas de una
agresión dentro de su espacio deportivo. Y observamos que la
jurisprudencia es inexistente dentro del mundo del rugby, deporte de
cierto riesgo para la propia integridad física de quien lo practica por
existir confrontación y contacto corporal entre los jugadores de
carácter directo –hasta 172 contactos de media por partido un
tercera línea-, muchos contactos inevitablemente ajenos a las
propias reglas del juego.
En
un
deporte
mucho
más
popular
y
enormemente
profesionalizado y siempre en el foco de atención de los medios de
comunicación, a pesar de la frecuencia de las situaciones lesivas que
se producen en el ámbito del fútbol son pocos los casos que han
tenido acceso los tribunales y en los mismos la regla general es la
impunidad y la excepción la punibilidad. Para la aplicación de tal
regla general suele acudirse por parte de la doctrina jurisprudencial a
la ya conocida y nombrada teoría del riesgo mutuamente aceptado o
consentido, es decir, el consentimiento
otorgado o asumido por
parte de los deportistas en el propio riesgo de que se puedan
producir lesiones en el ámbito deportivo.
Tanto en las “tanganas” futbolísticas como en las rugbysticas
no existe un dolo directo en el jugador agresor, entendido en que el
autor o agente ha previsto como seguro y ha querido directamente
el resultado de su acción, o incluso como dolo eventual o indirecto,
es decir que el jugador se represente como posible un resultado
dañoso y no obstante tal representación no renuncia a la ejecución
del hecho.
Habitualmente el golpe se produce en un momento caliente del
partido y, sobre todo en rugby, como un modo desafortunado de
restablecer el equilibrio tomándose la justicia por la propia mano,
esto es, la finalidad no es dolosa.
Aquí hay como dos varas de medir pues no obstante y a pesar
de
la
escasa
jurisprudencia
existente
en
la
materia, existen
pronunciamientos tanto condenatorios como absolutorios, pero sobre
todo
siempre relativos a supuestos ocasionados en categorías
inferiores del fútbol y no respecto a aquellos deportistas de elite que
originan
mayor repercusión mediática ¿Por que son impunes las
grandes figuras y los chavales aficionados son severamente juzgados
por la justicia extradeportiva?
ALGUNOS ANTECEDENTES JUDICIALES
Con relación a la jurisprudencia absolutoria en tal sentido,
considerando hechos similares como un lance más del juego acaecido
en el estricto marco de la propia confrontación deportiva, destaca la
Sentencia de AP Navarra de 2 mayo de 2002 en el caso juzgado de
un futbolista que con antebrazo o puño y sin estar la disputa del
balón y aún admitiendo, por dicho tribunal el ánimo lesivo del
agresor, justificó dicha acción por el ejercicio legitimo de un derecho
u oficio, señalando a tal efecto que “trasladada a las circunstancias
propias de la práctica deportiva en competición, en una actividad
deportiva cuyos rasgos que aquí interesan son los de “riesgoespectáculo”, cual es la disputa de un partido de fútbol, en unas
circunstancias de competición, precisas, determinadas y complejas”
El Fiscal puede que haya creído que el hecho se salió de los
límites normales y aceptados en un partido de rugby como la
Sentencia del Tribunal Supremo de fecha 22 de octubre de 1992 al
señalar que “ en materia de juegos o deportes de este tipo la idea
del riesgo que cada uno de ellos pueda implicar, roturas de
ligamentos, fracturas óseas, etc. va insita en los mismos y,
consiguientemente, quienes a su ejercicio se dedican lo asumen,
siempre, claro es, que las conductas de los partícipes no se salgan de
los límites normales, ya que de ser así podrían incluso entrar en el
ámbito de las conductas delictivas dolosas o culposas”
Los tribunales han condenado siempre que medie un lapso de
tiempo suficiente entre el juego y la agresión pero cuando no hay
solución de continuidad entre los distintos lances reglamentarios y
antirreglamentarios del juego la salida habitual es devolver el caso a
la justicia deportiva.
Efectivamente la conducta del agresor mereció su castigo
deportivo por ser una infracción de un juego en el que el contacto
violento entre adversarios es esencial pero en el que el respeto al
adversario es esencial también.
COSTUMBRES DEL RUGBY EN REVISION
Es verdad que hay una costumbre admitida en el rugby de que
los ajustes de cuentas entre rivales durante el partido no suponen un
comportamiento contra el juego –el árbitro no suele intervenir
siempre que no superen un relativo límite-, sino que restablecen el
equilibrio normalmente y que se reconducen en el tercer tiempo.
Ahora al juzgar por segunda vez estos hechos en el ámbito
criminal y por personas que quizá nunca han jugado o siquiera
apreciado nuestro deporte, en el rugby nos debemos plantear si
hemos sido correctos en el tratamiento de estos casos o demasiado
tolerantes para que no tengamos que lamentar en el futuro que
nuestro deporte se asome a los titulares por las páginas de sucesos.
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