_ _AMPLIACION DE INVENTARIO DE LOS BIENES

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GRUPO 1 TALLER TEI
Exp: 00-908451-0042 -PE
Res: 2005-00929. SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA.
San José, diecisiete de agosto de dos mil cinco.
1.- Que mediante sentencia del 7 agosto 2003, el Tribunal de Juicio del Primer Circuito
Judicial de San José, resolvió: “ POR TANTO: se declara a DERICK CAMPOS PORRAS Y
JORGE EDUARDO CASTRO MORALES autores responsables del delito de POSESION
DE DROGAS CON FINES DE TRAFICO, imponiéndoseles en tal carácter CINCO AÑOS
DE PRISION a cada uno y el COMISO definitivo del dinero en poder de los sentenciados.
2.- Que contra el anterior pronunciamiento el defensor interpuso recurso de casación. Alega
en su primer motivo por la forma, violación al debido proceso por inobservancia al derecho a
una imputación debida, así como al derecho a una acusación formal, con quebranto de los
artículos 39 de la Constitución Política; 142 y 303 del Código Procesal Penal. En el segundo,
aduce inobservancia del derecho a una sentencia justa como causa de la apreciación y
valoración de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica. Y en su aspecto por el fondo,
reclama violación al principio de legalidad y errónea aplicación del numeral 61 de la Ley 7786
sobre estupefacientes. Solicita se case la sentencia y se ordene el reenvío de la presente causa
al Tribunal de origen para su nueva sustanciación.Considerando:
II.- Recurso por vicios adjetivos Primer motivo : Violación al debido proceso por
inobservancia al derecho a una imputación debida, así como al derecho a una acusación
formal: El Licenciado Federico Morales Herrera, defensor particular del imputado Derick
Campos Porras, reclama el quebranto de los artículos 39 de la Constitución Política; 142 y
303 ambos del Código Procesal Penal, por cuanto la acusación del Ministerio Público
careció de una legítima descripción fáctica, lo que limitó el ejercicio de la defensa, pese a
que se alegó en debate. Sin embargo, el Tribunal resolvió que ese aspecto no podía ser
decidido en ese momento, pues había sido objeto de análisis en la etapa intermedia,
admitiendo la acusación. Indicó también la autoridad juzgadora, que en todo caso, la pieza
acusatoria tenía una detallada descripción fáctica, aunque solo se señalara que en el
decomiso se ubicaron pocas cantidades de droga, pero esa falta de especificidad no viciaba
la acusación. Sin embargo, en criterio del impugnante, la pieza acusatoria cuestionada no
permitió conocer la cantidad, tipo y calidad de la droga localizada, cuando es precisamente
el elemento material del delito atribuido a su representado. El reclamo no es de recibo:
Ciertamente el imputado, en el ejercicio de su defensa material y técnica y el respeto al
debido proceso, tiene pleno derecho a que se le imponga de una acusación que contenga
todas las formalidades previstas en el ordenamiento jurídico – artículos 76, 303 y 321 todos
del Código Procesal Penal -, garantías que recoge también la legislación internacional. Así,
la Convención Americana de Derechos Humanos establece en su artículo 8 “el derecho de
toda persona a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable , por un
juez o tribunal competente, ante la sustanciación de cualquier denuncia o hecho de
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naturaleza penal que se presente en su contra (Art. 8.1). Asimismo, se prevé el derecho, en
plena igualdad, de una “ una comunicación previa y detallada ” de lo que se le acusa (Art.
8.2.b) y de una “ concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la
preparación de su defensa ” (Art. 8.2.c)...” – ver voto número 375-05 de las 10:00 horas
del 6 de mayo de 2005. Sala Tercera Penal -. Sin embargo, en la causa examinada, tal y
como lo estimó el Tribunal de Juicio, la acusación formulada por el órgano fiscal, contenía
los requisitos necesarios para que los justiciables pudieran ejercer en forma adecuada su
derecho de defensa. El recurrente reclama que los juzgadores, cuando se plantearon al inicio
del debate las pretendidas inconsistencias presentadas en la pieza acusatoria, estimaron que
esta había sido objeto de análisis por el juez del procedimiento intermedio, por lo que
resolvieron que tal aspecto no podía ser decidido en ese momento. Sin embargo, el reproche
no se ajusta estrictamente a la realidad de lo acontecido. Se advierte en el acta de debate,
que presentado el incidente de actividad procesal defectuosa, el Tribunal resolvió rechazar
la incidencia formulada, enfatizando en el corte marcadamente acusatorio del proceso penal
vigente, garantizándose su debido cumplimiento. Indicaron también los juzgadores que un
juez de la República ordenó la elevación a juicio de la causa en cuestión, siendo esta una
orden irrevocable para que el asunto sea conocido en una etapa plenaria, de allí que lo
planteado por la defensa era materia de una etapa precluida, sin que sea dable realizar el
rechazo de la acusación, correspondiendo al Tribunal en la fase de juicio la valoración de lo
expuesto en el interlocutorio. Lo resuelto por el Tribunal sentenciador no contraviene la
normativa procesal penal que sobre el particular debe ser observada. Esta Sala ha sostenido,
con respecto a la acusación presentada por el Ministerio Público en la etapa de juicio, que
solo podrá ser modificada en presencia de los supuestos contenidos en los artículos 347 y
348 ambos del Código Procesal Penal, relativos en primer término a su ampliación por
parte del fiscal o el querellante, cuando se deba incluir un hecho nuevo o una nueva
circunstancia que no haya sido mencionada en la acusación o la querella, que modifique la
calificación legal o integre un delito continuado, o bien se trate de la corrección de simples
errores o la inclusión de alguna circunstancia que no introduce una modificación esencial a
la imputación ni provoca indefensión al encausado, siempre y cuando no se devuelva el
proceso a etapas ya precluidas, conforme lo establece el numeral 179 del mismo cuerpo
legal – sobre el tema ver mismo voto anterior, citando también los números 984 de octubre
2003; 1211-04 de 22 de octubre 2004 y 965 –04 de agosto 2004. Sala Tercera Penal -. En
consecuencia, durante la etapa de juicio, si la pieza formulada por el ente acusador no reúne
los requisitos ordenados en los numerales 76 y 303 idem, no se produce corrección alguna
por los requirentes y no se está ante los supuestos normativos contemplados en los artículos
347 y 348 de la ordenanza procesal penal, estará inhibida la autoridad juzgadora a devolver
la acusación a etapas ya precluidas, debiendo avocarse a la valoración de la pieza acusatoria
presentada resolviendo lo pertinente a la luz del marco fáctico establecido y las pruebas
aportadas. Sin embargo, en la causa de comentario, tal y como lo estableció el Tribunal de
instancia, la acusación presentada por el Ministerio Público reunía los requisitos necesarios
a efecto de que el imputado pudiera ejercer su defensa material y técnica de una manera
eficiente, sin que se vieran conculcados sus derechos y garantías fundamentales. Así, desde
una perspectiva integral se advierte con facilidad el elenco de hechos atribuidos a ambos
imputados, donde destacan que desde el mes de marzo de 2000, la Policía de Control de
Drogas manejaba información confidencial denunciando que el imputado Campos Porras se
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dedicaba a la venta de cocaína y “crack” en su casa de habitación ubicada en La Aurora de
Alajuelita, en esta capital, efectuándose primero una labor de vigilancia en la zona, que le
permitió, bajo la dirección funcional del Ministerio Público, acreditar que a la vivienda del
enjuiciado se acercaban adictos, los que luego de un corto tiempo se alejaban rápidamente,
decidiendo realizar varias compras controladas mediante la utilización de un colaborador
confidencial al que acompañaría un agente encubierto, que resultó ser el testigo Mauricio
Rojas González, con el fin de constatar la información recibida y el resultado de la labor de
vigilancia. En fechas 7, 20, 22 y 30 todas de marzo de 2000, el referido oficial y el
colaborador que lo acompañaba, adquirieron de los dos acusados diversas cantidades de
droga: en la primera fecha anotada hicieron contacto con el imputado Jorge Eduardo Castro
Morales, quien laboraba con Campos Porras en la misma actividad delictiva de venta de
drogas, vendiéndoles una dosis de “crack” – 0.38 gramos de clorhidrato de cocaína base en mil colones y 3 envoltorios de papel con 1.13 gramos de marihuana en la suma de ciento
cincuenta colones cada uno, droga que el imputado Castro Morales extrajo de un envase
negro localizado dentro de una maceta cubierta con un pañuelo azul, en una alameda. El 20
de marzo, fue el propio imputado Campos Porras quien les vendió un envoltorio de papel
periódico blanco con 0.44 gramos de picadura de marihuana en la suma de trescientos
colones y un envoltorio de papel aluminio con 0.10 gramos de clorhidrato de cocaína base
“crack” en la suma de mil colones, droga que guardaba envuelta en un paño blanco dentro
de la pared de la casa. Por su parte, el 22 de marzo siguiente, de nuevo el justiciable Castro
Morales les provee de droga, consistente en 2 envoltorios de papel con 0.66 gramos de
picadura de marihuana y un envoltorio con 0.23 gramos de clorhidrato de cocaína base
“crack” en mil colones, la que sacó de un recipiente que mantenía en sus manos. Por
último, el 30 de marzo, le corresponde al imputado Campos Porras negociar con el
colaborador confidencial y el agente encubierto, vendiendo un envoltorio con 0.17 gramos
de clorhidrato de cocaína base “crack” en mil colones, droga que sacó de la bolsa derecha
del pantalón. Toda la droga adquirida, los agentes policiales la remitieron al Ministerio
Público con los informes pertinentes, quien envió la evidencia al Laboratorio de Ciencias
Forenses donde se acreditó que efectivamente correspondían a los dos diferentes tipos de
droga mencionados – marihuana y cocaína base “crack” -. Con el resultado de la
investigación llevada a cabo, los oficiales de policía solicitaron a la autoridad jurisdiccional
la orden de allanamiento respectiva para la vivienda del imputado Campos Porras, así como
la identificación previa de cuatro billetes de quinientos colones cada uno, realizándose el
operativo final el 5 de abril de 2000, cuando el agente encubierto y el colaborador de la
policía se apersonaron a la casa de Campos Porras, donde también se encontraba el
coimputado Castro Morales, a quienes solicitaron la venta de droga, petición a la que
accede Campos Porras, ordenándole al otro acusado que entregara dos dosis de “crack” –
0.41 gramos de cocaína base – las que fueron canceladas con los billetes previamente
identificados, los que luego, al ejecutarse el operativo bajo control de la autoridad juzgadora
y el Ministerio Público, fueron decomisados al propio convicto Castro Morales, así como la
suma de cincuenta y un mil doscientos colones en dinero efectivo de diferentes
denominaciones, localizándose en la vivienda de Campos Porras algunos implementos para
empacar y procesar droga, tales como papel aluminio en recortes y rollo, bicarbonato, una
caja de fósforos conteniendo algunas piedras de “crack”, que luego, al realizarse el
correspondiente análisis químico se determinó en 0.41 gramos de clorhidrato de cocaína
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base “crack”, y treinta y nueve mil cien colones en dinero de diferentes denominaciones.
Como bien se colige de la plataforma fáctica acusada por el ente fiscal, de pleno
conocimiento del imputado y su defensor durante todas las etapas del proceso, se derivan
los elementos necesarios y suficientes para un adecuado ejercicio de la defensa, a efecto de
que pudiera, con la debida antelación, preparar su estrategia correspondiente para garantizar
la protección de sus intereses. El recurrente, extrae del marco fáctico acusado uno solo de
los aspectos allí referidos, pretendiendo convencer en esta sede sobre una falta de
circunstanciación de los hechos atribuidos a su representado, lo que no deviene aceptable,
en el tanto, desde una perspectiva integral de la pieza acusatoria se evidencia con claridad la
conducta delictiva atribuida a los justiciables, así como las características de la droga
comerciada. En consecuencia, sin lugar el motivo invocado.
III.- Segundo motivo : Inobservancia del derecho a una sentencia justa como causa de la
apreciación y valoración de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica: El
recurrente reclama el quebranto de los artículos 142 y 184 ambos del Código Procesal
Penal; 39 de la Constitución Política, referente al análisis del testimonio de Mauricio Rojas
González, a quien el Tribunal le otorgó plena credibilidad, sin embargo, los jueces arriban a
esa consideración estimando que sus manifestaciones no se mostraron contradictorias con
los informes policiales, lo que a su juicio vulnera la sana crítica, al no considerar que el
testigo pudo leer, previo al debate, los referidos informes, pues no pudo dar detalles sobre el
operativo que no estuvieran relatados en dichos documentos, tales como: el lugar donde se
obtuvo la droga vendida durante una de las compras controladas; el sitio donde se ubicó
durante la compra realizada el 22 de marzo de 2000, lo que conduce a considerar que pudo
no estar en el operativo, siendo esta declaración el único elemento probatorio vinculado con
los hechos. El reproche no es atendible: La declaración del oficial de policía Mauricio
Rojas González, se muestra adecuadamente valorada por el Tribunal de instancia, sin que
los argumentos del quejoso desvirtúen su contundencia probatoria, en el tanto su relato se
vio fortalecido por los restantes elementos de juicio aportados al proceso, sin que, pese a
algunas omisiones de escasa trascendencia, pueda afirmarse duda alguna sobre su
participación en el operativo policial ejecutado y el decomiso de evidencias
comprometedoras para ambos imputados. En primer término el testigo Arnoldo Guillén
Ramírez, Jefe de Operaciones de la Policía de Control de Drogas, si bien es cierto no estuvo
dentro de la operación policial desplegada, fue impuesto por sus subalternos del
conocimiento de lo acontecido, siendo él la persona que les entregaba el dinero con el que
se realizaban las compras controladas, destacando la participación del oficial Rojas
González, quien en conjunto con otro agente de nombre Ramón Prado Gamboa, eran los
encargados de la investigación, aunque en principio se planificó que fuera solamente el
testigo Rojas González – ver folios 295 a 297 -. Por otra parte, los informes de
comprobación de venta de droga dirigidos al Ministerio Público; los informes de vigilancia
en la casa del imputado Campos Porras, las actas de requisa al imputado Castro Morales a
quien se le encontraron los billetes previamente identificados con los que se realizó la
compra final bajo control del Juez de Garantías de Hatillo, así como las actas levantadas al
coimputado Derick Campos Porras y el acta de inspección donde se hace constar el hallazgo
en la casa de este último encausado de una caja de fósforos conteniendo trozos de “crack”,
aunado a las actas de allanamiento, registro y secuestro confeccionadas por la autoridad
jurisdiccional que dirigió las diligencias, no solo evidencian la activa participación del
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testigo cuestionado sino que también brindan solidez a su relato vertido en la audiencia oral
y pública. Por último, los juzgadores valoraron como parte del elenco probatorio a la luz de
la declaración del oficial Rojas González, los dictámenes criminalísticos que acreditaron la
naturaleza de la droga decomisada tanto durante las compras controladas como la adquirida
en el desarrollo del operativo final y la que fuera localizada en la vivienda del justiciable
Campos Porras, determinándose la cantidad, tipo y peso de la evidencia decomisada, así
como las fotografías, el croquis de la vivienda allanada y los videos realizadas durante el
allanamiento, permitiéndole arribar a la conclusión certera sobre las conductas delictivas
desplegadas por ambos justiciables, sin que advierta esta Sala errores de valoración
probatoria que pudieran viciar de nulidad el fallo dictado. En consecuencia, se declara sin
lugar el reclamo formulado.
IV.- Recurso por vicios sustantivos Único : Violación al principio de legalidad: El
recurrente reclama la errónea aplicación del artículo 61 de la Ley 7786 sobre
estupefacientes, drogas de uso no autorizado y actividades conexas, en tanto los hechos
demostrados no se adecuan a la figura penal aplicada, pues no se comprobó que la droga
que el imputado mantenía bajo su poder, tuviera como destino la comercialización, sin que
se estableciera la acción delictiva desplegada por su defendido. El reproche no es
atendible: El marco fáctico tenido por demostrado, con acopio en las pruebas aportadas,
encuadra dentro de los presupuestos de tipicidad objetiva y subjetiva contenidos en la
norma 61 de la Ley número 7786 sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de
uso no autorizado y actividades conexas. Dada la participación en este caso de un agente
encubierto y un colaborador confidencial, a propósito del reproche del impugnante sobre la
inexistencia de lesión al bien jurídico protegido, conviene recordar las diferencias en las
figuras del agente provocador y el encubierto, con el fin de determinar el impacto de
sus actuaciones dentro de los ilícitos de similar naturaleza al que aquí nos ocupa. Así,
la Sala Constitucional ha establecido con relación a este tema que “... l a doctrina
distingue claramente dos figuras, que continuamente son relacionadas con lo que se
conoce como delito experimental: el agente provocador y el agente encubierto, pero lo
cierto es que no siempre que participa un agente encubierto, existe provocación, es decir,
no siempre el agente encubierto determina al sujeto investigado a cometer un delito -que
es lo que hace el agente provocador-, sino que generalmente interviene cuando el delito
ha sido consumado varias veces o se está cometiendo ya.
En cuanto al delito experimental, debe señalarse que es una creación doctrinal
aplicable -en principio- a cualquier figura delictiva común, cuya particularidad radica
en que se inicia por provocación o instigación de un oficial de policía, de un tercero
colaborador de ésta, o de un sujeto particular, de manera tal que el iter criminis se inicia
en apariencia, pero de antemano el provocador, llámese Estado por medio de la policía o
su colaborador, o el sujeto particular, tienen controlado todo el desarrollo de la conducta
y, aun cuando en apariencia el autor o los autores del hecho estén llevando a cabo el
delito, según su plan, lo cierto es que no existe peligro para el bien jurídico ni posibilidad
de consumación del hecho, porque su desarrollo está siendo controlado, para evitar
precisamente que eso suceda.
Es pues, un "experimento", en el que nunca se producirá la consumación, ni habrá
peligro o lesión para el bien jurídico tutelado. Por estas razones, además de otras que la
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doctrina penal discute, como el hecho de que en esos supuestos -se señala- existe, desde el
punto de vista del sujeto activo, un delito imposible, por darse un "error de tipo", por no
existir dolo en el instigador, etc., lo cierto es que esta acción no es delictiva y por lo tanto
no es merecedora de pena, pues no es más que un experimento sin trascendencia para los
bienes tutelados por el ordenamiento jurídico y que pretende proteger la norma penal [...]
“Otra situación es la del agente encubierto, donde: "[...] sí puede ser elemento
probatorio para acreditar otro hecho, puntualizando que en todo caso nunca podría ser
única prueba. Esta última afirmación merece ser clarificada. Los operativos que realiza la
policía, no son en sí mismos delictivos, pues serían delito experimental en la mayoría de
los casos, o bien, situaciones en que los oficiales o sus colaboradores actúan como
"agentes encubiertos", haciéndose pasar por terceros que concurren a corroborar que una
persona ya se dedica a una determinada actividad delictiva, que en todo caso ya se
producía o se había consumado con anterioridad a esta participación del agente policial.
De ese operativo puede tenerse como resultado, suficientes indicios que permitan acreditar
que la persona ya ha cometido un hecho delictivo, el que sólo se ve reforzado -desde el
punto de vista probatorio- con el experimento. Por ejemplo, el policía que compra droga,
esa venta en sí misma no es delito, porque no hay posibilidad alguna para que se lesione el
bien jurídico protegido por la norma. Pero esa compra, puede tener fuerza probatoria para
acreditar -dependiendo de las circunstancias que rodeen el caso concreto- que el vendedor
se dedica habitualmente a esa actividad, porque ya la venta, aunque de cantidades
mínimas, indica que se poseía esa droga con fines de comercialización o suministro, acción
que también resulta penada por la ley. En esas condiciones, especialmente por el principio
de libertad probatoria que rige en nuestro medio, dependerá del caso concreto, y de la
valoración de la prueba a la luz de las reglas de la sana crítica, determinar si es suficiente
la prueba para arribar a la necesaria demostración de culpabilidad en el hecho, exigida
constitucionalmente en el artículo 39, en el entendido de que ese hecho, no es el
experimento o la actuación realizada con participación del agente encubierto en sí, sino
otro hecho que eventualmente con la prueba obtenida del operativo se ve acreditado[...]
Por ello, el juzgador debe ser exigente en cuanto a la valoración de este tipo de
operativos. La intervención en ellos del juez de la fase de investigación, como garante de la
legalidad de la prueba es lo recomendable, pero de antemano no podría negarse valor a un
operativo encubierto si esta participación del juez no se da. Lo cierto es que, reiterando lo
que esta Sala y su jurisprudencia han manifestado, la intervención del juez es
indispensable cuando se pretenda incursionar o lesionar derechos fundamentales, por
ejemplo, si se pretende realizar un allanamiento; si es necesario realizar una intervención
telefónica, en fin, si el operativo incluye la afectación de algún derecho fundamental. En
los demás casos, el juez al valorar la prueba obtenida de las investigaciones policiales,
debe ser particularmente exigente respecto de la existencia de indicios que legitimen el
operativo encubierto, de modo que no sirva como pretexto para que las autoridades
tienten a los sospechosos y los induzcan a ser autores de hechos delictivos que a lo mejor
no tenían planeado realizar, actuando como típicos agentes provocadores, porque ese
proceder de la policía es inconstitucional. Su misión no es provocar delitos, sino
investigar los hechos delictivos que se cometan y aprehender a sus presuntos autores, sin
detrimento de la función preventiva por excelencia que le corresponde a la policía
administrativa, que puede actuar como policía de investigación, en colaboración o en
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defecto de la intervención de la policía judicial." “En conclusión, de todo lo anterior se
dijo: "En resumen, sería violatoria del debido proceso la condena impuesta a una persona
por un delito experimental o un operativo de simulación, no obstante, es válido que el
operativo policial realizado con participación de agentes encubiertos, sirva como elemento
de prueba para acreditar el hecho delictivo que se pretendía investigar por su medio... ” –
ver voto 5256-2003 de las 14:34 horas del 18 de junio de 2003. Sala Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia -.
Aplicadas las anteriores consideraciones al caso examinado, se establece que, si bien
es cierto las compras controladas por la policía no constituyen en sí mismas pruebas
suficientes para demostrar la responsabilidad de los justiciables, sí demuestran que estos
últimos se dedicaban a la actividad delictiva de la venta de drogas, pues al desplegarse el
operativo bajo control jurisdiccional, se aportaron elementos probatorios de carácter
autónomo que fortalecieron esas pruebas accesorias, como fueron el decomiso al imputado
Castro Morales de los billetes previamente identificados por el juzgador con los que se
efectuó la última compra de droga, así como la observación directa de la negociación
efectuada por parte de dicha autoridad, y el hallazgo en la casa del coimputado Campos
Porras de implementos propios para el empaque y proceso de la droga y pequeñas
cantidades de esta, lo que permitió al Tribunal concluir que la posesión descrita en el
párrafo segundo del artículo 61 mantenía relación con los fines descritos en el tipo penal
aplicado, y no estaba destinada al consumo personal del enjuiciado Campos Porras como lo
pretende hacer ver el impugnante, pues a su comercialización se dedicaban ambos convictos
como forma remunerada de vida, lesionando el bien jurídico tutelado.
Por Tanto: Se declara sin lugar en todos sus extremos el recurso de casación formulado por
el defensor particular del imputado Derick Campos Porras.
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