LENGUAJE ORAL

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Lenguaje, aprendizaje y
la capacidad para leer y escribir*
Otra forma de mirar el aprendizaje de la lengua
¿Qué le viene a la mente cuando escucha o lee la frase: “aprendizaje del lenguaje”? Si
usted se parece al típico maestro o estudiante a quien he hecho esta pregunta, el cuadro
que llega a su mente es el de un niño pequeño aprendiendo cómo usar la forma oral del
lenguaje de su cultura, es decir, aprendiendo cómo hablar. Muy raramente cuando hago
esta pregunta (y la hago a cuantos maestros me es posible hacerla) obtengo una
respuesta que sugiera que ese “aprendizaje del lenguaje” también incluye el aprendizaje
del uso de su forma escrita, es decir, el aprendizaje de la lectura y la escritura.
¿Por qué? He discutido este problema con tantos maestros que para mí la razón es obvia:
la mayoría de los maestros y estudiantes a quien he hecho esta pregunta asumen que la
forma escrita del lenguaje es significativamente diferente de su forma oral. No sólo lo
creen una forma de lenguaje más abstracta y secundaria, sino también que su proceso
cerebral es diferente y que por ello su aprendizaje se realiza de manera completamente
distinta. Aunque hay muchas consecuencias derivadas de esta forma de pensar el
lenguaje oral y escrito que se manifiestan en las prácticas de enseñanza en los salones
de clases, una en particular destaca: los maestros que sostienen esta opinión sutilmente
se resisten a aceptar que principios que apuntalan un ejemplo exitoso de aprendizaje del
idioma (es decir, aprendizaje del modo oral), pueden aplicarse también a otros ejemplos
del aprendizaje del mismo (es decir, para aprender su forma escrita).
Permítasenos considerar el fenómeno del aprender a hablar. No es difícil demostrar que
es una hazaña de aprendizaje impresionante. En efecto, aprender a hablar el lenguaje de
la cultura en la que uno ha nacido es sin duda el aprendizaje más espectacular. ¿Cómo
haría usted, un adulto que domina un idioma mínimamente, para de manera semejante
comenzar a aprender un idioma parecido al japonés, swahili, hebreo, urdu, kakikiutl o
alguna de las tres o cuatro mil lenguas vivas que se hablan en la tierra hoy en día? Usted
se encontraría con que es una tarea inmensamente difícil y compleja. Cada lenguaje
consiste en un surtido único de cientos de “convenciones” organizadas en formas
extremadamente complejas y arbitrarias, con idiosincrasias gramaticales, estructuras
fonémicas y morfémicas, dimensiones pragmáticas, etcétera.
Sin embargo, hay millones de “parvulitos” con cerebros “inmaduros”, que aprenden
exitosamente estos complejos lenguajes en estos mismos momentos, con extraordinaria
facilidad. Lo que es más, ellos habrán realmente aprendido una gran cantidad de
porciones complejas del lenguaje entre los 5 1/2 y 6 1/2 años. Si son niños “normales”
ellos tendrán una “edad /mental” que burdamente equivaldría a su edad cronológica, es
decir, 5 1/2 -6 1/2 años. ¿Dónde estaría si usted tuviera una edad mental de 5 1/2-6 1/2?
Ciertamente usted no estaría leyendo este documento. (En efecto, como adulto, usted
probablemente estaría bajo custodia.) Sin embargo, en todo el mundo niños pequeños
están aprendiendo algo tan complejo como el lenguaje de su cultura y lo han venido
haciendo por innumerables miles de años.
¿Cómo lo hacen?
Creo que las condiciones que operan cuando este aprendizaje se da tienen algo qué ver
con. Soy consciente que investigadores lingüistas han manifestado que los humanos han
sido especialmente programados (como un sistema telegráfico inalámbrico) por el Director
del Universo (quienquiera que él sea). Esto es verdad, sin embargo, algunos siendo
humanos, por una razón u otra, tienen denegadas las condiciones que operan cuando el
niño normal aprende a hablar (por ejemplo, los niños “ferales” parecidos al Niño Salvaje
de Averyon, o más recientemente, el caso de “Genie”, en Estados Unidos), fracasan del
todo al aprender algún lenguaje.
Esto sugiere fuertemente que en el aprender a hablar hay algo más que haber sido
meramente programado en cierta manera neurológicamente. Creo que la evidencia es
concluyente, en relación con el aprender a hablar, no sólo se tiene que ser humano,
también ciertas condiciones deben operar para permitir que este aprendizaje tenga lugar.
Estas condiciones son muchas y complejas; creo, sin embargo, que hay siete que
resaltan. También creo que estas siete condiciones son relevantes en cierto modo, por
etapas, para todos los aprendizajes del lenguaje: aprender a leer, escribir, deletrear;
aprender una segunda lengua. Aún más. Opino que estas condiciones son transferibles a
la práctica escolarizada.
Condiciones bajo las cuales los niños aprenden a hablar
En lo que sigue, voy a discutir cada una de las siete condiciones que pienso ayudan al
aprendizaje del “cómo se significa en la forma oral del lenguaje” (es decir, hablando) en
forma tan universalmente exitosa. Después de cada sección usted puede hacerse la
pregunta que sigue a ella, y considerar sus propias respuestas a la luz de lo que he
escrito.
Condición 1: inmersión. Desde el momento en que nacen, los significantes hablados del
lenguaje caen como un aluvión que envuelve a los niños. Ellos están inmersos en un
“diluvio de lenguaje” y, la mayor parte de su tiempo despierto, son usuarios hábiles del
lenguaje-cultura en la que han nacido y que los sumerge literalmente en un baño de
sonidos, significados, cadencias y ritmos del lenguaje que tienen que aprender. Es
importante darse cuenta que este lenguaje que continuamente fluye alrededor de ellos es
siempre significativo, generalmente intencionado y, lo que es más importante, total. (En el
mundo real, usualmente la gente no habla sin sentido, ni habla usando un lenguaje
fragmentario.)
Pregunta: ¿qué significado tiene para el aprendizaje el uso de los medios impresos?,
¿para aprender a leer, escribir deletrear?
Condición 2: demostración. Demostración es un término que he tomado prestado de
Frank Smith. Un sinónimo cercano es el término “modelo”. Por éste entiendo que los
niños, en el proceso del aprender a hablar, reciben miles y miles de demostraciones
(modelos o ejemplos) del lenguaje hablado siendo usadas en formas significativas y
funcionales. El niño sentado en su sillita alta durante el desayuno escucha un flujo de
sonidos emitidos por la boca de su padre y la azucarera pasa de un lado a otro. Este
género de “demostración” de las convenciones que se utilizan para expresar significados
es repetida una y otra vez, y a través de ellas el aprendiz obtiene los datos que lo habilitan
para adoptar las convenciones que necesita usar a fin de llegar a ser un
hablante/comprendedor del lenguaje cultural en que ha nacido.
Pregunta: ¿qué clase de “demostraciones” son proporcionadas generalmente a los
jóvenes aprendices que quieren entender las convenciones que hacen “comprensibles”
los medios escritos?, ¿son de esta clase?
Condición 3: expectativa. Recientemente, he estado preguntando a padres de recién
nacidos una cuestión que siempre provoca confusión como respuesta. (Ellos piensan que
estoy algo loco.) Después de felicitarlos por crear tan maravilloso ejemplo de humanidad,
deslizo esta pregunta:
• ¿Esperan que él/ella aprenda a hablar?
Inténtelo algunas veces. A menos que el niño esté real y severamente dañado, usted
encontrará que todos los padres esperan que sus niños aprendan a hablar. Las
expectativas, pienso, son formas muy sutiles de comunicación a las que responden los
aprendices. Nosotros “emitimos” expectativas de que nuestros niños aprenderán a
caminar y hablar y ellos lo harán, aun si esto es bastante penoso (caminar) y muy
complicado (hablar). Si hay una escuela de natación cerca de su casa, en las próximas
vacaciones pase un tiempo observando la clase de expectativas que los padres emiten
sobre la natación: “es difícil”, “es peligroso”, “nunca lo harás”, son los mensajes que el
lenguaje corporal, los gestos y las cosas realmente dichas, comunican a estos niños. ¿Y
cómo responden ellos? ¿Cuántos de nosotros realmente esperamos que nuestros
adolescentes no aprendan a manejar?, ¿cuántos de ellos fracasan? Si nosotros les
emitimos expectativas de que aprender a leer, escribir, deletrear, aprender otro idioma es
difícil, complejo, superior a ellos, responderán de acuerdo con ellas. En el grupo
“maternal”, los niños leerán, deletrearán, escribirán y hablarán como bebés si eso
esperamos de ellos.
Pregunta: ¿de cuántas maneras podemos ofrecer a nuestros niños la expectativa de que
el aprendizaje diestro del lenguaje básico es “difícil”, “complejo”, “superior a los niños”?
Condición 4: responsabilidad. Cuando aprenden a hablar, a los niños se les deja la
responsabilidad del aprendizaje de la lengua. Los padres nunca dicen: “Nuestro orgullo y
felicidad aún no ha aprendido la transformación pasivo/negativo. En las próximas cinco
semanas le enseñaremos eso. Hasta entonces podremos con ventaja meternos con
profundidad en las complicaciones de los relativos y los conectivos adverbiales”. Ellos
dejan que los niños decidan el juego de convenciones que dominarán.
Hasta que mi esposa me impidió seguir usando a mis hijos como cerditos de Guinea,
analicé cuidadosamente el desarrollo de su lenguaje, especialmente en el periodo
preescolar. (Mi esposa es particularmente sensible en lo que se refiere a la crianza de los
niños. Ella tuvo que enseñarme a diferenciar el rol de padre del de investigador.) Ellos
dominaron diferentes estructuras gramaticales a diferentes edades. Lo importante es que
llegaron al mismo estado de lenguaje “sepa-como” alrededor de los 5 1/2- 6 1/2. En donde
quiera, niños parecidos llegan al mismo destino por diferentes rutas. Es el aprendizaje
natural. Si tratáramos de tomar esta responsabilidad en nuestras manos, nuestros niños
no aprenderían a hablar.
Pregunta: ¿extendemos normalmente el privilegio de entender el aprendizaje como
comprender/entender al medio escrito?
Condición 5: aproximación. No se espera que los jóvenes aprendices de la forma oral de
un lenguaje (es decir, hablada) desplieguen de lleno una competencia adulta desde el
principio. Actualmente los padres recompensan a sus niños no sólo por estar en lo
correcto sino también por acercarse a ello. Ejemplo: un pequeño señala una taza en una
mesa y dice: “taza papi”
Ningún padre responde:
— Niño estúpido, dejaste fuera el auxiliar (del modo indicativo) es, y su posesivo, y
además pronunciaste equivocadamente. Ahora repite después de mí: esta es la taza de
papi. ¿Cuántos niños querrían emprender la tarea de aprender a hablar si así fuera como
los tratáramos? A pesar de ello, la experiencia que tengo tanto al hablar con los maestros
como al observar las actividades del salón de clase, es ésta: se espera que desde el
principio los niños desplieguen la competencia adulta con sólo observar el modo escrito
del lenguaje. Incontables veces he escuchado corregir a los niños que leen papi cuando la
palabra que aparece en el texto es padre. No hay muchas escuelas donde, un pequeño
que intente escribir “había una vez” como “iauaes” sería tolerado.
Cuando hablo con los padres o maestros sobre estas aproximaciones y les pregunto por
qué no corrigen a un pequeño por decir “eta taza” en lugar de “esta es una taza”
usualmente seríen. Sin embargo, se sienten insatisfechos si los niños intentan dar el
mismo trato al lenguaje escrito.
Pregunta: ¿qué teoría de aprendizaje de la lectura y el deletreo tiene la mayoría de los
padres y los maestros?
Condición 6: uso. Cuando los niños están aprendiendo a hablar se les provee de muchas
oportunidades para usar esta forma de lenguaje. No los restringimos a dos periodos de 20
minutos por semana para emplear las convenciones del lenguaje hablado ni les
impedimos practicarlo en otros momentos. No los forzamos a esperar hasta que “la hora
de hablar” llegue cada semana.
Pregunta: ¿qué hacemos cuando enseñamos a los niños a leer, escribir, deletrear?
Condición 7: retroalimentación. ¿Cómo es que nuestros aprendices inmaduros pasan del
“eta taza” al “esta es una taza”?, ¿del “papo mami” al “ese es el zapato de mami”? Pasé
tres años de mi vida “enloqueciendo” a niños pequeños con un micrófono para encontrar
la respuesta a ésta y otras preguntas. En media milla recogí lo que ellos decían y lo que
les era dicho desde el momento en que se despertaban hasta que iban a la cama. Con
binoculares apropiados para el campo pude también observar y notar el contexto en que
este lenguaje era usado cuando estaban fuera. La evidencia que tengo es bastante
concluyente y está fundada en otros estudios de otros países: los adultos (y los hermanos
mayores también) que enseñan a los niños pequeños los retroalimentan de manera
especial, por ejemplo:
Pequeño: — “Eta taza”.
Adulto: —Sí, esta es una taza.
El mensaje es recibido (“Sí”) y la convención adulta, en su forma extensiva y centrada en
el significado le es regresada sin amenazas, por ejemplo:
Pequeño: —Ayer, viní a la ciudad.
Adulto: —¿Quieres decir: ayer vine a la ciudad?
Además, ni en mis datos (ni en ningunos otros), ningún padre espera que los niños
utilicen la forma adulta convencional la próxima ocasión que hablen. Ellos saben que el
habla de “bebé” puede persistir por semanas, el “viní”, el “hacido”, el “cupió” y otros
intentos inmaduros de comunicación continúan hasta que el niño decida cambiar. No
presionan exasperados:
“Mira, yo he conjugado el auxiliar en una docena de tiempos, ahora, ¿cuándo lo harás tú
correctamente?”. Esto nunca les ha sido dicho. Quiero indicar que, infortunadamente, la
retroalimentación que damos a los niños en la escuela con respecto a la forma escrita del
lenguaje, nos es precisamente la misma.
Pregunta: ¿por qué no?, ¿qué deberían pensar los maestros sobre el aprendizaje?
¿Qué hace que el lenguaje sea muy fácil o muy difícil de aprender? (véase el cuadro).
Es fácil cuando:
Es real y natural.
Es total.
Es sensato.
Es interesante.
Es importante.
Atañe al que aprende.
Es parte de un suceso real.
Tiene utilidad social.
Tiene un fin para el aprendiz.
El aprendiz elige usarlo.
Es accesible para el aprendiz.
El aprendiz tiene el poder de usarlo.
Es difícil cuando
Es artificial.
Es fragmentado.
Es absurdo.
Es insípido y aburrido.
Es irrelevante.
Atañe a algún otro.
Está fuera de contexto.
Carece de valor social.
Carece de propósito definido.
Es impuesto por algún otro.
Es inaccesible.
El aprendiz es impotente para usarlo.
¿Qué hace que el lenguaje sea muy fácil o muy difícil de aprender?
Estas listas muestran que un programa de lenguaje total es más placentero y divertido
para ambos: alumnos y maestros. ¿También es más efectivo? Sí, lo es. Con el lenguaje
que tienen ya aprendido, los niños traen a la escuela su tendencia natural a hacer
inteligible el mundo.
Cuando la escuela fragmenta el lenguaje en pedacitos, el sentido se convierte en sin
sentido, y siempre es difícil para los niños proporcionarle sentido a lo que carece de él.
Cada unidad abstracta, cada pieza que es aprendida pronto es olvidada tan luego como a
los niños se les incrementa la fragmentación. Al final, ellos comienzan a pensar la escuela
como un lugar donde nada parece tener sentido.
Es decir, porque el aprendizaje del lenguaje en el mundo real es fácil, en la escuela
debería serlo, pero frecuentemente no lo es.
Lenguaje, ¿qué y por qué?
¿Qué podríamos hacer sin lenguaje? Seguiríamos siendo inteligentes, pero terriblemente
frustrados.
El lenguaje nos permite compartir nuestras experiencias, aprender de cada uno, proyectar
juntos y acrecentar enormemente nuestro intelecto al vincular nuestro pensamiento con
los de nuestros semejantes.
Mucha gente piensa que si los animales pudieran hablar –como en el libro del doctor
Doolittle – podrían decir cosas inteligentes. No es así por dos razones: sólo los humanos
son capaces de pensar simbólicamente, es decir, permitimos que sistemas de símbolos
sin sentido representen nuestras experiencias, sentimientos, emociones y necesidades;
esto es lo que hace posible el lenguaje humano. También tenemos una íntima necesidad
de interacción social. Esto es lo que hace necesario el lenguaje a los humanos.
Algunos animales –cotorros y papagayos, por ejemplo – tienen la capacidad de producir
una extensa y variada gama de sonidos como los que los humanos usan en las palabras,
pero sus sonidos carecen de la cualidad simbólica del lenguaje, no representan
pensamientos. Si pudiéramos hablar con ellos descubriríamos que no tienen nada qué
decir, que carecen de lo que nosotros tenemos: capacidad intelectual y necesidad del
lenguaje.
¿Qué es el lenguaje?
Compartir y desarrollarse
El lenguaje comienza como un medio de comunicación entre miembros del grupo. A
través de él, sin embargo, cada niño que se desarrolla adquiere un panorama de la vida,
la perspectiva cultural, las formas particulares de significar de su propia cultura. Como los
niños son expertos en un lenguaje específico, también pueden llegar a compartir una
cultura y sus valores. El lenguaje lo hace posible al vincular las mentes en una forma
increíblemente ingeniosa y compleja. Usamos el lenguaje para reflexionar sobre nuestra
propia experiencia y para expresar simbólicamente esta reflexión a nosotros mismos. Y a
través del lenguaje compartimos lo que aprendemos con otras personas. De esta forma la
humanidad aprende que ninguna persona en forma individual podría nunca dominarlo. La
sociedad edifica el aprendizaje sobre el aprendizaje a través del lenguaje.
Compartimos también nuestras respuestas emocionales y estéticas. La narrativa y la
poesía pueden representar tan completamente las experiencias del escritor, que los
lectores o escuchas sienten las mismas emociones, tal como si fueran propias de
actualidad. En la ficción, el lenguaje puede crear experiencias actuales.
El lenguaje escrito expande enormemente la memoria humana haciendo posible
almacenar más conocimientos remotos que los que ningún cerebro es capaz de guardar.
Aún más, el lenguaje escrito nos vincula con las personas en lugares lejanos y tiempos
distintos, con autores muertos, etcétera. El lenguaje escrito puede ser reproducido a bajo
costo y repartido ampliamente; la información llega a ser una fuente de poder. Las
limitaciones en la alfabetización o en su uso, llegan a ser limitaciones de poder en el
orden personal y social.
Personal y social
El lenguaje no es un regalo dado sólo a unas cuantas personas. Cada uno posee el
regalo del desarrollo del lenguaje y muchos aprendemos más que otros de acuerdo a
nuestras necesidades de vida. Pero esta universalidad no debe enmascarar la hazaña
única de cada individuo en el aprendizaje del lenguaje. Como bebés, comenzamos con
una necesidad y capacidad de lenguaje para comunicarnos con otros y creamos
lenguajes para nosotros mismos. Haciendo esto, cada uno se mueve hacia el lenguaje del
hogar y de la comunidad, pero aun así, el lenguaje de cada uno tiene características
personales. Cada voz es diferentemente reconocible, cada persona tiene un distinto estilo
de lenguaje, tal como la huella digital es distinta de una persona a otra.
A menudo se piensa el aprendizaje del lenguaje como producto de la imitación, pero las
personas son algo más que loros que producen sonidos sensibles sin sentido. El lenguaje
humano representa lo que el usuario del mismo está pensando y no simplemente lo que
otros han dicho. ¿De qué otro modo podríamos expresar ideas nuevas en respuesta a las
nuevas experiencias? El lenguaje humano hace posible que al expresar las nuevas ideas
éstas sean comprendidas por las otras personas, aun cuando éstas nunca antes las
hayan escuchado.
Además, si el lenguaje fuera sólo individual, no serviría a nuestras necesidades de
comunicación con otros; tendríamos que llegar a compartir un lenguaje con nuestros
padres, nuestras familias, nuestros vecinos, nuestra gente. El poder personal de crear
lenguaje está marcadamente determinado por las necesidades sociales de comprender a
los otros y de hacerse entender por ellos y, además, el lenguaje de cada individuo entra
pronto en las normas de lenguaje de la comunidad.
Simbólico y sistemático
Los símbolos no significan nada por sí mismos. “Cuando uso una palabra” –dice Humpty
Dumpty en un tono bastante desdeñoso – “significa justamente lo que quiero que
signifique, ni más ni menos”.
Podemos combinar los símbolos –los sonidos en el lenguaje oral o las letras en el
lenguaje escrito – en palabras y permitir que representen cosas, sentimientos, ideas. Pero
lo que ellos significan, es lo que nosotros, individual y socialmente hemos decidido que
signifiquen. Los símbolos deben ser aceptados por los otros si es que vamos a utilizar el
lenguaje, pero si necesitamos hacerlo, podemos flexibilizarlo o modificarlo para significar
nuevas cosas. Las sociedades y los individuos están constantemente añadiendo,
sustituyendo o modificando símbolos al encontrar nuevas necesidades o al necesitar
expresar nuevas ideas. Pero necesitamos algo más que símbolos. Necesitamos sistemas
de organización de símbolos para que no sólo representen cosas, sentimientos, ideas,
sino también vínculos dinámicos: tal como los eventos que suceden, por qué suceden,
cómo nos afectan y así sucesivamente.
El lenguaje debe tener tanto un sistema como símbolos, normas y reglas para producirlo;
así las mismas reglas pueden usarse para comprenderlo.
Por supuesto que podemos pensar el lenguaje como compuesto de sonidos, letras,
palabras y oraciones. Pero el lenguaje no puede ser usado para comunicar a menos que
sea una totalidad sistémica en el contexto de su uso. El lenguaje debe tener símbolos,
sistema y un contexto de uso.
La gramática es el sistema del lenguaje. Incluye un número limitado de reglas necesarias
para producir casi un número infinito de expresiones, que habrán de ser entendidas por
los hablantes de un lenguaje específico. La gramática proporciona palabras, normas de
inflexiones (afijos, prefijos y sufijos para indicar persona, número y tiempo). Es la cosa
más importante que un niño aprende antes de ir a la escuela. Pero las reglas no pueden
ser aprendidas imitativamente puesto que nunca son visibles en el lenguaje, más bien los
niños las infieren desde su propia experiencia. Al haber aprendido a hablar y a entender
palabras, los niños demuestran su extraordinaria habilidad para hacer esas inferencias.
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