Canonización del beato José Freinademetz

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BEATO JOSÉ FREINADEMETZ
Sacerdote profeso de la Congregación del Verbo Divino
I
VIDA Y OBRAS
“Puedo asegurar que en mis 23 años de permanencia en China nunca disminuyó mi amor
y mi admiración por los chinos. No obstante sea un pueblo de paganos, los chinos son y
serán un pueblo ideal... Yo amo la China y los chinos; en medio de ellos quiero morir y
entre ellos ser sepultado” (carta del 22 de octubre de 1901 al sobrino Peter
Freinademetz). En estos términos se expresaba en 1901 el Beato José Freinademetz quien
-citamos sus palabras- no estaba dispuesto “ni siquiera por 3000 coronas a dejar la patria
y los amigos para trasladarse para siempre a un nuevo mundo”. Más tarde, “el amor a
Jesús y a las almas inmortales” (carta del 13 de abril 1879 a Frè Alois, Badia) lo empujó
hacia Asia.
1.
Sacerdote diocesano
El Beato José Freinademetz nació el 15 de abril de 1852. Su patria eran las Dolomitas de Alto Adigio, su
pueblo natal, Oies en el Valle Badia (Bolzano). Fue bautizado el mismo día del nacimiento en la iglesia
parroquial de Badia. Fue de esta comunidad parroquial y de su familia que Freinademetz heredó una fe
humilde, tenaz, enraizada en los hechos cotidianos y una laboriosidad que no conoció límite.
Los dos primeros años de escuela primaria los hizo en el pueblo; con 10 años se trasladó a Bressanone
donde cursó los últimos años de primaria en idioma alemán y el liceo clásico. En 1872 entró en el
seminario mayor diocesano de Bressanone donde completó los estudios teológicos. Fue durante estos
años de formación que José comenzó a pensar seriamente en la posibilidad misionera. Sin embargo, el
25 de julio de 1875 fue ordenado sacerdote y destinado a la comunidad de San Martín de Badia, primer
lugar de su actividad sacerdotal. Humilde, celoso, rico en humanidad, transparente y sincero, pronto se
ganó el corazón de todos.
2.
La vocación misionera
Llevaba apenas dos años de servicio como cooperador en San Martín, cunado se dirigió al P. Arnoldo
Janssen, fundador y rector del nuevo Instituto Misionero del Verbo Divino, fundado el 8 de septiembre
de 1875. Pidió ser admitido en la casa misionera de Steyl (Holanda) como aspirante misionero. El P.
Arnoldo, regresando de Roma, se encontró en Bressanone con el capellán Freinademetz y los dos fueron
recibidos por Mons. Vincenzo Gasser, Obispo de aquella Diócesis. El Beato Freinademetz pidió se le
concediese dejar su puesto en la Diócesis para ingresar en la recién fundada Congregación misionera.
Vale la pena recordar la respuesta del Obispo Gasser: “El Obispo de Bressanone dice no, pero el Obispo
católico dice sí. Llévese a mi hijo Freinademetz y haga de él un valiente misionero”. (F. Bornemann,
Giuseppe Freinademetz, Ed. EMI ’75, pág. 38).
En agosto de 1878 Don José llegó a la modesta casa de Steyl que el P. Janssen había comprado para
acoger al primer núcleo de los misioneros del Verbo Divino. No permaneció mucho tiempo, pues pronto
obtuvo el permiso para ir a China. El 2 de marzo de 1879 recibió la cruz misional de manos del Nuncio
Apostólico en Holanda y con él la recibió el sacerdote bávaro P. Juan Bautista Anzer. Ese mismo día
salieron de Steyl y después de 5 semanas desembarcaron en Hong Kong.
3.
Misionero en la tierra de Confucio
Mons. Raimondi del PIME (Pontificio Istituto Missioni Estere di Milano) acogió en Hong Kong a los
dos primeros misioneros del Verbo Divino y el P. Freinademetz, bajo la guía del P. Piazzoli, se inició
como misionero ambulante.
Después de dos años la Congregación de Propaganda Fide encomendó a los dos misioneros del Verbo
Divino la parte meridional de la provincia Shantung que contaba con 12 millones de habitantes y sólo
158 bautizados.
El P. Freinademetz quiso aprender el chino a la perfección; pero ante todo, trató de llegar al corazón de
la gente, entrar en sus problemas, usar comparaciones y ejemplos sencillos, comer y vestir como ellos.
“... Amo la China y los chinos y desearía morir mil veces por ellos -escribía-. Ahora que no tengo tantas
dificultades con el idioma y que conozco la gente y sus costumbres, considero la China como mi patria,
como mi campo de batalla donde deseo morir”. (carta del 22 de marzo de 1886 a los padres).
Fueron años duros para él: viajes larguísimos, cayó en manos de bandoleros que lo despojaron de todo.
El P. Freinademetz fue encargado de iniciar y formar las primeras comunidades en zonas todavía
totalmente paganas. En la labor de la primera evangelización comprometía a los catecúmenos y neobautizados. Una vez que la comunidad estaba encaminada, llegaba la orden del Obispo: ‘deja todo y ve a
otro sitio a fundar nuevas comunidades’.
Muy pronto captó la importancia del papel que podían desempeñar en la tares de la primera
evangelización los laicos comprometidos, sobre todo los catequistas. Los quería firmes en la fe y de
costumbres irreprensibles, verdaderos ejemplos en medio del pueblo. Para ellos preparó un manual
catequético en chino.
El P. José y el Obispo Anzer daban gran importancia a que cada comunidad tuviese sólidas bases y,
desde el principio, trataron de formar y cuidar un clero chino. Se comenzó en la estación central de Puoli
de donde más tarde saldría Tomás Tien, del Verbo Divino, primer cardenal chino.
El P. Freinademetz consideró siempre la atención espiritual a los misioneros de capital importancia,
“cuidar el alma del cuidador de almas” (Relación del Capítulo Provincial, 22 de agosto de 1892, pág.
97), como él la llamaba. En esta tarea le fueron de ayuda también los cargos que ocupó: fue
administrador de la misión, rector del seminario, director espiritual de primer grupo de sacerdotes
chinos, superior provincial.
Si se interesó por la atención espiritual de los misioneros, no menos importancia dio a su formación y a
su puesta al día en teología y pastoral. “El progreso de los misioneros -decía- significa progreso de la
misión” (Relación del Capítulo Provincial, 22 de agosto de 1892, pág. 97).
4.
Dificultades y penalidades
Desempeñó varios cargos como superior, sin embargo, lo que le importaba, era ser un hermano mayor
que habla con su ejemplo y con su vida más que con la ley. De él escribió el Cardenal Tien, alumno
suyo en el seminario: “... para nosotros que podíamos observarlo, era siempre una experiencia
extraordinaria verlo rezar. La imagen de este sacerdote arrodillado quedó imborrable en mi memoria”.
(Giacomo Reuter, Giuseppe Freinademetz, pág. 52 - entrevista al Cardenal Tien con ocasión del 50º
aniversario de la muerte del B. Freinademetz).
Desde el principio el P. Freinademetz trató de inculturarse en la difícil cultura china. Lo consiguió sólo
al final de su vida.
Como misionero nunca se amilanó ante los muchos compromisos. El trabajo incesante, sin embargo, y
las privaciones, con los años, hicieron mella en su físico esbelto y robusto. En 1898 apareció la
enfermedad de la laringe y también en los pulmones se detectó un principio de tisis. Cediendo a las
insistencias del Obispo y de los cohermanos se trasladó por breve tiempo al Japón, cerca de Nagasaki,
en busca de salud. Regresó algo restablecido, pero, ciertamente, no sano. La región donde residió y
recibió atención médica es la misma zona donde vive actualmente la familia del joven Jun Yamada que
en 1987 fue curado completamente de “leucemia aguda del tipo M2", por la intercesión del Beato José
Freinademetz.
En 1900, después de 20 años de ininterrumpida labor en China, el P. Janssen, con motivo del veinticinco
aniversario de la fundación de la Congregación, lo invitó a Steyl para participar en las celebraciones
conmemorativas. Freinademetz, sin embargo, rechazó, cortés pero firmemente, regresar a Europa. Era el
tiempo de la lucha de los “Boxer” contra los europeos. Prefirió permanecer junto a sus cristianos y sufrir
con ellos. En el culmen del peligro, cuando los otros misioneros, siguiendo la orden de las autoridades
eclesiásticas, se refugiaron en el puerto de Tsingtau bajo protección alemana, el P. Freinademetz,
después de un día de viaje, ordenó dar vuelta al carro y, con un Hermano, regresó a Puoli para estar
entre sus cristianos, consciente del peligro al que se exponía. Más tarde escribió: “Vuestro hermano
José, lo creíais muerto, pero vive todavía... El año pasado, ciertamente, me faltó poco para ir a reunirme
con nuestros buenos padres, fallecidos hace ya muchos años. Tantas veces corrí el peligro de morir y ser
asesinado; una vez tuve que huir a media noche por caminos desconocidos, pues venían ya para
asesinarme; otra vez los soldados estaban listos para matarme; el mandarín suplicó tanto que al final me
dejaron con vida”. (carta del 6 de julio de 1901 a los hermanos y hermanas). A pesar de todo, nunca
abandonó a sus cristianos.
5.
Muerte y fama de santidad
Cuando el Obispo Anzer viajó a Europa, el P. José asumió la administración de la Diócesis. Durante ese
período estalló el tifus y Freinademetz, como buen pastor, no escatimó esfuerzo y a todos ofreció su
incansable asistencia, despreocupado del peligro.
Contrajo la enfermedad y su organismo, ya débil, sucumbió. Inmediatamente regresó a Taikia, sede del
Obispo, donde, el 28 de enero de 1908 concluyó su vida.
Nacido al pie del monte de la Santa Cruz, fue sepultado en Taikia bajo la duodécima estación del Via
Crucis. Su tumba pronto se convirtió en faro para los cristianos.
La obra de Freinademetz y de sus cohermanos dio sus frutos: el reducido número de cristianos del
comienzo, 158, llegó, a la muerte del P. Freinademetz, a la bonita suma de 45 mil. Otro tanto era el
número de los catecúmenos. Se erigieron iglesias en 1.100 comunidades y centros de oración. Más de 70
sacerdotes y hermanos coadjutores, alrededor de 40 Hermanas y cerca de 1000 catequistas estaban
comprometidos en la actividad misionera.
El Cardenal Tien así se expresó en una entrevista en 1958 con ocasión del 50º aniversario del
fallecimiento del P. Freinademetz:
“Entre los cristianos -dijo el Cardenal- el P. Freinademetz gozaba, todavía en vida, de fama de santo. Es
como Kungdse (Confucio) decían de él los chinos, en él todo es bueno, todo es perfecto: siempre
cordial, modesto, humilde. Hablaba bien el chino. En todos que le conocieron causó una profunda
impresión y su cercanía siempre, en algún modo, los consolaba. En Yangku había un anciano catequista
que siempre, por principio, juzgaba negativamente a los otros y que a duras penas encontraba algo de
bueno en los misioneros extranjeros. Pues bien, sólo en el siguiente juicio concordaba con los otros: -Fu
Shenfu (este era el nombre chino del P. Freinademetz) es un santo, es distinto de todos los otros-.
Durante los años de seminario en Yenchowfu, frecuentemente me encontré con el P. Freinademetz, pues
era norma que cada domingo, después del Oficio solemne, se fuese a él para hablar. Se arrodillaba en el
coro de la iglesia y para nosotros que podíamos observarlo, era una experiencia extraordinaria verlo
rezar. La imagen de este sacerdote arrodillado quedó imborrable en mi memoria. Se tenía la impresión
que nada pudiese distraerlo. Era hombre de profunda oración. Siempre estaba a disposición de los otros
con total abnegación y desinterés. Su piedad era abierta y fascinante. A veces nos dábamos cuenta que
Mons. Anzer sobrecargaba el buen P. Freinademetz con esta o aquella tarea, él soportaba todo,
conservando siempre una actitud cordial. Era realmente un hombre perfecto, homo perfectus”.
La Iglesia confirmó el juicio del finado Cardenal Tien. En efecto, el 16 de marzo de 1970 fue publicado
el decreto sobre el grado heroico de las virtudes practicadas por el P. José Freinademetz. En tal decreto,
después de describir su actividad misionera, se dice que se puede admirar en él “la fidelidad que Cristo
pidió a sus ministros y que también el decreto conciliar “Ad Gentes” propone a la imitación de los
mensajeros del Evangelio: -El enviado entra en la vida y en la misión de Aquel que lo llamó,
renunciando a todo lo que tuvo hasta entonces y hacerse todo para todos (cfr. 1Cor 9,22 - Ad Gentes nº
24). - El Beato José Freinademetz supo realizar plenamente dicho programa de vida”.
II
“ITER” DE LA CAUSA
1.
En vistas de la beatificación
La causa de beatificación se inició en el Vicariato Apostólico de Tsinanfu, luego Archidiócesis con el
nombre de Tsinan (China).
El Proceso Informativo sobre la fama de santidad se comenzó el 10 de enero de 1939, el Rogatorial,
celebrado en la Diócesis de Bolzano, el 1 de julio de 1939.
El Decreto sobre la introducción de la Causa lleva la fecha del 22 de junio de 1951.
El Proceso instruido en la Curia de Bolzano sobre dos presuntos milagros se abrió el 22 de julio de 1952
y el Proceso Apostóloco sobre las virtudes y milagros “in specie” el 1 de julio de 1953.
El Decreto sobre la heroicidad de las virtudes fue promulgado el 16 de marzo de
1970.
El 15 de julio de 1974 fue concedida la dispensa del segundo milagro.
El Decreto de aprobación del milagro, necesario para la beatificación, fue promulgado el 4 de octubre de
1974.
El Sumo Pontífice Pablo VI lo proclamó Beato el 19 de octubre de 1975.
2.
En vistas de la cononización
El caso de curación presentado para la cononización se refiere al joven Jun Yamada. La Investigación
Diocesana se realizó en la Diócesis de Nagoya (Japón) en 1999.
La Consulta Médica del Dicasterio, en la reunión del 10 de diciembre de 2001, examinó el caso y
constató que la enfermedad de Jun Yamada fue “leucemia aguda híbrida, constatada fenotípicamente
con graves complicaciones pulmonares, hipoxia por insuficiencia respiratoria y paro cardíaco, con
infección micótica y tuberculosa por depresión inmunitaria” y que la curación no obstante una terapia
extremamente limitada e inadecuada, fue rápida, completa y duradera; científicamente inexplicable.
El 18 de octubre del 2002 se celebró el Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos con éxito
positivo y, el 3 de diciembre siguiente se desarrolló la sesión Ordinaria de los Cardenales y Obispos.
El Decreto “super miraculo” fue promulgado el 20 de diciembre del 2002 en presencia del Santo Padre
Juan Pablo II.
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