La Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina, a nivel nacional, nació en el año 1994 como respuesta a la continúa violencia sufrida por parte de las trabajadoras sexuales y ejercida por las autoridades policiales. En 1995 se incorporó a la Central de Trabajadores Argentinos y progresivamente se comenzó a trabajar para la transformación de la organización en un sindicato como estrategia para lograr el respeto por los derechos y la libre determinación de las trabajadoras sexuales y una mejora de sus condiciones de vida. Es decir, alcanzar una situación en que las trabajadoras pudieran elegir respecto de su situación de trabajo y gozar de los mismos derechos que otros trabajadores, entre ellos, obras sociales, jubilaciones, etc. Esta preocupación por las circunstancias que vulneran la realidad de las afiliadas llevo a la denuncia del proxenetismo, por ser este ilegal por sí mismo, un contexto de explotación y un ambiente que se vincula con otras actividades consideradas ilegales como el narcotráfico y la trata de personas. Una exponente de esta lucha de AMMAR fue Sandra Cabrera, asesinada en 2004 en Rosario, caso que en la actualidad está por prescribir. En el año 2006 se le otorgó la personería jurídica como asociación sin fines de lucro y sigue la lucha para que el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social le otorgue personería gremial.1 En el caso particular de la provincia de Córdoba, AMMAR comenzó a funcionar en el año 2000, también interesadas en poner un freno a la violencia policial, dado que se encontraban frente a situaciones en la cuales las trabajadoras eran retenidas por 60, 80 e incluso hasta 100 días en condiciones inhumanas: algunas perdieron embarazos en la cárcel o dieron de amamantar a sus bebes, hechos que están fuera de la ley. Posteriormente se realizaron campañas de prevención, entregando preservativos a las trabajadoras, informándolas acerca de las enfermedades de transmisión sexual, contactándose con hospitales para la realización de análisis. En el año 2004, a razón de que muchas de las afiliadas no han terminado el primario y algunas no saben leer ni escribir, AMMAR estableció su propio centro educativo, que también se abrió a otros sectores postergados de la comunidad. En la actualidad se ha creado una guardería para los hijos de las afiliadas y se está trabajando con el Legislador Provincial Roberto Birri para la derogación del Artículo 45 del Código de Faltas de la Provincia, que es el que precisamente permite a las autoridades policiales arrestar a las trabajadoras por prostitución escandalosa. En la conformación de AMMAR la clave para la movilización y organización es la acción, característica presente en las prácticas políticas actuales, según destacan Carrizo y Montoya: “… lo que está en el centro es la acción y las personas que se organizan con una intención política, y es esta intención lingüística explícita y no una memoria o una identidad compartida el motivo principal u originario de la movilización. Consideramos que es sobre esta base intencional que una memoria empieza a construirse y es la búsqueda de la eficacia en la acción lo que los lleva a organizarse y asumir una nueva ipseidad como colectivo”.2 Esto es, lo que llevo a las trabajadoras a unirse y constituir la asociación fue la necesidad imperiosa de enfrentarse a la represión policial, no el hecho de compartir un ámbito de trabajo común. Además, es en la práctica sostenida dentro de la organización, en la militancia, que empezaron a delinearse los objetivos, la memoria: a nivel nacional, heroínas como Cabrera, en Córdoba se fue acompañando la cotidianeidad para culminar en proyectos como el centro educativo. 1 Fuente: página Web de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina www.ammar.org.ar Carrizo, Cecilia y Montoya, Pastor: Filosofía, Teoría Política e Investigación empírica. En Estado Incivil y Ciudadanos sin Estado. Paradojas del ejercicio de derechos en cuestiones ambientales. Narvaja Editor, Córdoba, 2008. 2 La lucha de AMMAR es un esfuerzo por proteger su forma de vida, para lo cual desean alcanzar la plena ciudadanía, contar con derechos formal y efectivamente.3 Las formas de vida, dado que el ser humano no ha sido programado genéticamente para “comportarse en y con el mundo” son aquellas que permiten que exista una vida precisamente, son potencialidad, posibilidad de vivir, posibilidad de felicidad y dada la imposibilidad de la vida sin ellas se ve la obligación de defenderlas. 4 Siguiendo a David Held, la ciudadanía implica pertenencia a la comunidad, la cual entraña a su vez la participación en la misma, por lo cual luchar por esta significa luchar por pertenecer y participar, lograr un mayor control de la propia vida, autodeterminarse respecto de jerarquías y estratificaciones.5 Las mujeres de AMMAR, precisamente por el estigma social que pesa sobre su forma de vida, se les niega la pertenencia a la comunidad y la participación en esta: con las detenciones y la represión policial se les niega el derecho a trabajar; su labor aún no ha sido reconocida en pie de igualdad con las demás por el Ministerio de Trabajo, con lo cual se le niegan los beneficios básicos de obra social y jubilación a los que accede todo trabajador; los movimientos feministas critican su accionar porque consideran que su trabajo denigra a las mujeres. Así, ellas reivindican su forma de vida, se consideran trabajadoras porque con su labor alimentan a sus familias6 y realizan acciones para lograr un mayor control sobre su propio modo de vida, tal como la derogación de los artículos presentes en los Códigos de Faltas de la Capital Federal y la provincia de Entre Ríos que permitían apresar trabajadoras por “prostitución escandalosa” como el proyecto para la derogación de la misma clase de artículo en la provincia de Córdoba, de esta manera las trabajadoras podrán ejercer su derecho a trabajar, se respetará su libre determinación. La acción como constitutiva de la movilización, la valorización y defensa de las formas de vida propias y la lucha por la ciudadanía para una mayor autonomía son características que AMMAR comparte con muchas de las actuales prácticas políticas, pero lo que destaca a esta asociación de otras es una categorización que María Dolores París Pombo asigna a los nuevos movimientos sociales en contraste con los de años anteriores: “… no sólo existe una reivindicación de la dimensión personal de la política, sino también de la dimensión política de lo personal”.7 Al problematizar su situación, el trabajo sexual, las mujeres de AMMAR traen a la arena política un ámbito que se consideró y considera debe ser mantenido en lo privado, en el silencio: de pagar por sexo no se habla, de las personas que pagan por ello no se habla, de la condiciones en que se paga no se habla, y de las actividades realmente funestas que rodean esta actividad mucho menos. Cuando AMMAR comenzó a preocuparse por la vida de la compañeras trajo a la luz la cuestión del proxenetismo, los vínculos de este con el narcotráfico y la trata de personas, y peor aún, el vínculo de la policía, una organización del Estado supuestamente creada para defender a los ciudadanos, con ese universo. Por atraer atención a estos conflictos, las trabajadoras sexuales al mismo tiempo que conducen una lucha por la ciudadanía sufren formas de despojamiento de esta ciudadanía, formas de menosprecio que buscan privarlas, en tanto víctimas, de su reconocimiento como tales y de su derecho a la existencia pública.8 De estas formas de 3 Held, D.: Ciudadanía y Autonomía. En La política. Paidós, Bs. As., 1997. Agamben, G: “Forma- de- vida” en Medios sin fin. Notas sobre la política. Pre –textos. Valencia, 2001. 5 Held, D. Op. Cit. 6 http://www.ammar.org.ar/sindicato.htm 7 París Pombo, María Dolores; Crisis e identidades colectivas en América Latina. Ed. P&V/UAM, México, 1990 8 Carrizo, Cecilia y Berger, Mauricio: Formas de despojamiento de ciudadanía ¿Nuevas formas de genocidio? En Estado Incivil y Ciudadanos sin Estado. Paradojas del ejercicio de derechos en cuestiones ambientales. Narvaja Editor, Córdoba, 2008. 4 despojamiento se observa la autoculpabilización y el autodesprecio, las trabajadoras sienten que su labor en realidad es un delito, por lo cual frente a la represión policial no se sienten como víctimas, hay corresponsabilidades y no tienen el valor de hacer las denuncias pertinentes; además se ven a sí mismas como “prostitutas”, como en una condición que les restaría humanidad, frente a esto se vuelve capital el trabajo de la asociación para ubicarse como trabajadoras y para luchar contra la policía. Sin embargo, las peores formas de despojamiento de la ciudadanía son las amenazas y la violencia, una violencia que puede ser ejercida indiscriminadamente dado el poder de los grupos que la instrumentalizan: la policía, organismo del Estado, y las redes de proxenetismo y trata de personas. El caso paradigmático es el asesinato de Sandra Cabrera, muerta de un balazo en la nuca por denunciar las coimas policiales y la complicidad de esta institución con la trata y la explotación sexual infantil. Frente a este panorama de radicalización de la violencia, la práctica de AMMAR puede verse como utópica. No obstante, ante esta visión podemos considerar a Arendt: “La violencia aparece donde el poder está en peligro pero, confiada a su propio impulso acaba por hacer desaparecer al poder (…) La violencia puede destruir al poder; es absolutamente incapaz de crearlo”9 . Se trata entonces de una visión superficial en tanto y en cuanto la utopía deja de ser tal ante la posibilidad de transformar la realidad de un sector que viene marginado hace miles de años. 9 Arendt, H.: Sobre la violencia. En Crisis de la república. Taurus.