XIII Domingo del Tiempo Ordinario Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré donde vayas. (Lc 9, 51-62) ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 47,10-11) Oh Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: con tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia. ORACIÓN COLECTA Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída; concede a tus fieles la verdadera alegría, para que, quienes hemos sido librados de la esclavitud del pecado, alcancemos también la felicidad eterna. PRIMERA LECTURA (Re 19, 16b. 19-21) Eliseo se levantó y marchó tras Elías Lectura del libro primero de los Reyes En aquellos días, el Señor dijo a Elías: Unge como profeta sucesor a Eliseo, hijo de Safat, natural de Abel–Mejolá.» Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando, con doce yuntas en fila y él llevaba la última. Elías pasó a su lado y le echó encima su manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió: «Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.» Elías contestó: «Ve y vuelve, ¿quién te lo impide? » Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los mató, hizo fuego con los aperos, asó' la carne y ofreció de comer a su gente. Luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a sus órdenes. SALMO RESPONSORIAL (Sal 15) R/. Tú eres Señor el lote de mi heredad Protégeme, Dios mio, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. R/. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente, al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/. SEGUNDA LECTURA (Gal 4, 31b - 5, 1. 13-18) Vuestra vocación es la libertad Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas Hermanos: Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: «amarás al prójimo como a ti mismo». Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Yo os lo digo: andad según el Espíritu y realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal, que no hacéis lo que quisierais. Pero si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (1 Sam 3,9; Jn 5,6.69b) R/. Aleluya, aleluya Habla, Señor, que tu siervo escucha; tú tienes palabras de vida eterna. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Lc 9, 51-62) Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré donde vayas. Lectura del santo Evangelio según San Lucas Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?» El se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.» Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza, para que, purificados por su poder, te agrademos con la ofrenda de nuestro amor. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 102,1) Bendice, alma mía al Señor y todo mi ser a su santo nombre. o bien (Jn 17,20,21) Padre, por ellos ruego; para que todos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado, dice el Señor. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN La víctima eucarística que hemos ofrecido y recibido en comunión nos vivifique, Señor, para que, unidos a ti, en caridad perpetua, demos frutos que siempre permanezcan. Lectio El camino del seguimiento, como el de Jesús hacia Jerusalén, está lleno de dificultades y constantemente amenazado por nuestras “miradas hacia atrás”. El Señor nos pide una mirada atenta a la realidad para vivir radicalmente comprometidos con ella, desde la novedad que el Evangelio nos ofrece. El Evangelio de hoy es un ejemplo de lo que debe ser nuestra vida cristiana, un seguir a Jesús, un caminar con Él hacia la Pascua. Lucas ilustra la salvación de Dios, centrada en el evento de la Pascua (viaje a la ciudad santa) y destinada a expandirse desde Jerusalén hasta los confines del mundo, por obra del Espíritu en la Iglesia (Hech.) en un estilo de vida evangélico. El Evangelio aparece como una teología pascual en el que la pasca de Jesús es el hecho decisivo, y la Iglesia es la expansión vital, universal. Todo para el cumplimiento de la gran Historia de Israel, centrada en Jerusalén. Es un diseño inmenso que Dios llevará a plenitud poco a poco. La primera condición del discípulo es la paciencia ante las frustraciones. Por eso Jesús llama la atención a Santiago y Juan y los invita a dar el tiempo necesario para la conversión y el progreso del reino, la impaciencia de ellos es también la nuestra. Pero a la paciencia Jesús también exige a quien lo quiere seguir como discípulo, la comunión con Él ( una vida de sacrificio, de renuncia, de pobreza, de a contentarse de la hospitalidad ofrecida … ) un empeño misionero al que todo tendrá que ser subordinado: renuncia a los vínculos humanos para formar una nueva familia con Él. Estas exigencias van enmarcadas en el cuadro del servicio al reino y cada cristiano debe tender al ideal de llevar una vida austera que es propia del discípulo. El evangelio resalta la ascesis de la comunidad cristiana peregrina junto al maestro en la misión propia del siervo de Yahvé a su propia pascua. LECTIO El tema de fondo es la condición de “ ir de viaje “. Él se afirmó en su voluntad de “ ir a Jerusalén “ Luc.9,51 de estar en camino es decir de seguir como discípulo al maestro que camina a Jerusalén donde se cumplirá su éxodo en cuanto Mesías. Se sbrayan los verbos de movimiento: ir, venir, subir. Jesús está de viaje a Jerusalén y su discípulo es quien “ lo sigue por el camino “. CUÁLES SON LAS NOTAS DEFINITIVAS DEL CAMINO DE JESÚS? Vocación, formación y misión notas que se entrecruzan para dar respuesta a la pregunta. El intento de alojar a Jesús en un pueblo de Samaría fracasa 9,52, al no recibir a sus mensajeros porque se dirigen a Jerusalén. Los apóstoles responden con ira y amargura 9,54: “ quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma? A partir de la propuesta violenta de Santiago y Juan por la oposición de los samaritanos que le piden a Jesús actuar como una vez lo hizo Elías ( 2 Re, 1,10-14 ) Si soy hombre de Dios que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta. Lucas insistirá en la progresiva falta de comprensión por parte de los Apóstoles. EXIGENCIAS DE LA VOCACIÓN. Uno de la multitud: Te seguiré. La iniciativa no es de Jesús. Exige ruptura con lo seguro y estable. ( Luc 9,57-58 ). Jesús a uno de la multitud: Sígueme. La iniciativa es de Jesús. Ruptura con mi padre..( Luc. 9, 59-60 ). Uno de la multitud: Te seguiré. La iniciativa no es de Jesús. Ruptura con mi casa. ( Luc. 9, 61-62 ) Se trata de tres pequeñas escenas de seguimiento que se encuentran en la primera etapa del viaje de Jesús a Jerusalen. Se caracterizan por la radicalidad que Jesús exige en la respuesta, en su seguimiento no puede haber dilaciones ni componendas por lo que exige un maduro discernimiento. Las condiciones entonces son tres: a. Optar por poner a Jesús como única fuente de verdad y vida. b. Optar por no subordinar el encargo misionero a intereses filiales ( déjame primero enterrar a mi padre ) y c. optar por no responder a intereses familiares en la tarea evangelizadora ( déjame pues despedirme de los de mi casa ). Finalmente desentrañemos el sentido de cada escena para comprender mejor las condiciones del discipulado. En la primera escena (Luc 9, 57-59 ) Jesús responde a quien desea seguirlo que antes considere que “el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza “. El sentido literal de reclinar describe la vida itinerante de Jesús y por lo mismo indica su desarraigo familiar y su pobreza. La itinerancia de vida no se refiere a rechazar la familia y los amigos, ( Él tenía una casa donde llegar y unos amigos que lo recibían ) sino a la precariedad, provisoriedad de Jesús y sus discípulos, seguir a Jesús es hacerse nómade por el reino. El sentido metafórico de reclinar. Uno estudiar la ley mosaica y las tradiciones y dos recurrir a la ley en tiempos de oscuridad y de aflicción. Mientras el idólatra inclina el corazón, el rostro el oído… en los dioses, el Israelita fiel lo inclina en Yahvé y su ley. Que el Hijo del hombre no tenga donde reclinar la cabeza, significa que no busca verdad, vida y luz en la ley mosaica porque Él es la verdad, la vida y la luz. En la segunda escena es Jesús quien elige a uno de la multitud y este le pide primero ir a enterrar a su padre. Si tenemos en cuenta que la relación padre-hijo en el siglo I es la sumisión al progenitor honrando así su nombre, lo que Jesús pone en entredicho con su desconcertante exigencia: “ Deja que los muertos … “ no es el cuarto mandamiento de la ley de Dios, sino a quien su discípulo debe sumisión y honor. El discípulo de Jesús se debe por entero al honor del Padre celestial y a sus asuntos es decir a la proclamación del reino. En la tercera escena Luc. 9, 61-62, uno de entre la muchedumbre le pide a Jesús seguirlo, pero debe primero despedirse de su familia. La familia en el mundo Judío del siglo I es el ámbito indispensable de vida y status social ( honor ), de afectos y seguridad. La familia genera la identidad de cada individuo y la nutre. Romper con la familia es desdecir lo que uno es, poniendo en peligro la sobrevivencia y el propio honor ante la comunidad. Por esto en el siglo I abandonar la familia es una ruptura vital. Jesús sin embargo no pide nada que Él primero no haya hecho. Recordemos el “ por qué me buscaban? “, les dice a sus padres.” No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” Luc. 2, 48-49. Hacerse discípulo es cambiar la fuente de subsistencia y de honor de ahí que Él mismo luego concluya: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios” Jesús se puso en camino, va delante de nosotros. Pongámonos en camino nosotros también con decisión, con valentía, con generosidad, con mucho amor. “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha… por eso se me alegra el corazón y se gozan mis entrañas…” Sintamos ese gozo en el Señor. Apéndice De Homilias de S. S Juan Pablo II Enviados por Dios Las lecturas de la Misa nos ayudan a meditar las exigencias que la propia vocación lleva consigo en el servicio a Dios y a los hombres. La Primera lectura muestra cómo Elías es enviado por Dios desde el Horeb, para que consagrara como profeta de Yavé a Eliseo. Bajó Elías del monte y encontró a Eliseo arando: pasó a su lado y le echó encima el manto, indicando con este gesto que Dios lo tomaba a su exclusivo servicio. Eliseo respondió con prontitud y con plenitud, sin dejar atrás nada que le retuviera: Cogió la yunta de bueyes y los mató, hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente. Luego se levantó y se marchó tras Elías. San Lucas nos presenta en el Evangelio de la Misa a tres personas que pretenden seguir al Señor. El primero se acerca a Jesús mientras iban de camino en ese largo viaje, el último, hacia Jerusalén y hacia el Calvario. Las disposiciones de este nuevo discípulo parecen excelentes: te seguiré a dondequiera que vayas, le dice al Maestro. Y ante esta muestra de Generosidad, el Señor quiere dejarle claro el género de vida que le espera si de verdad le sigue, para que luego no se llame a engaño. La misión de Cristo es un ir y venir constante, predicando el Evangelio y dando la salvación a todos, y no tiene dónde reclinar la cabeza. Así ha de ser la vida de los que le sigan: han de estar desprendidos de las cosas y su disponibilidad ha de ser completa. Al segundo, es el mismo Señor quien le llama: Sígueme, le dice. Este posible discípulo que es invitado a seguir de cerca al Maestro quiere oír la llamada, pero no inmediatamente; piensa en un tiempo más oportuno, porque le retiene un asunto familiar. No se da cuenta de que cuando Dios llama, ése es precisamente el momento más oportuno, aunque en apariencia, miradas con ojos humanos las circunstancias que rodean una vocación, puedan encontrar razones que aconsejen dilatar la entrega para más adelante. Dios tiene planes más altos para el discípulo y para quienes, aparentemente, saldrían perjudicados por su marcha. --- No mirar atrás El tercero de los discípulos quiere volver atrás para despedirse de los suyos. Quizá desea estar un tiempo, el último, con los de su familia. Éste parece que ya ha puesto la mano en el arado, que está decidido a seguir al Maestro. Pero la llamada del Señor siempre urge porque la mies es mucha y los operarios pocos. Y hay mieses que se estropean porque no hay quien las recoja. Entretenerse, mirar atrás, poner “peros” a la entrega, todo es lo mismo. Jesús le dice: Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios. La nueva labor del que es llamado es como la del arado palestino, que es difícil de guiar y más aún en la tierra dura de la orilla del lago de Genesaret. No se puede mirar atrás después de haber puesto la mano en el arado; no se puede volver la cara atrás después de la llamada del Señor. Para ser fieles, y felices, es preciso tener siempre los ojos fijos en Jesús. A veces la tentación de mirar atrás puede llegar a causa de las propias limitaciones; de la conducta de personas que tendrían que ser ejemplares y no lo son; en otras ocasiones puede llegar esa tentación a causa de la falta de esperanza, al ver la santidad como lejana a pesar de los esfuerzos, de luchar una y otra vez. “Después del entusiasmo inicial, han comenzado las vacilaciones, los titubeos, los temores. ‑Te preocupan los estudios, la familia, la cuestión económica y, sobre todo, el pensamiento de que no puedes, de que quizá no sirves, de que te falta experiencia de la vida. Te daré un medio seguro para superar esos temores ‑¡tentaciones del diablo o de tu falta de generosidad!‑ : "desprécialos", quita de tu memoria esos recuerdos. Ya lo predicó de modo tajante el Maestro hace veinte siglos: "¡no vuelvas la cara atrás!"“ (Surco 133). Por el contrario, en esas situaciones que pueden cargarse de añoranzas, hemos de mirar a Cristo que nos dice: Sé fiel, sigue adelante. Mirar atrás es la tibieza que se introduce en el corazón de quien no tiene los ojos puestos en el Señor; es no haber llenado el corazón de Dios y de las cosas nobles de la propia vocación. Mirar atrás con tristeza puede significar romper la reja del arado contra una piedra o por lo menos que el surco salga torcido... Y en la tarea sobrenatural lo que está en juego son las almas. - Exigencias de la propia vocación Nosotros sólo queremos tener ojos para mirar a Cristo y todas las cosas nobles en Él. Por eso podemos decir con el Salmo: “El Señor es el lote de mi heredad. Me enseñará el sendero de mi vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha” (Sal 15,11). “El hombre se realiza o se pierde, según que cumpla en su vida el designio concreto que sobre él tiene Dios” (Illanes, Mundo y santidad, Rialp, Madrid 1984, p.108). La fidelidad a la propia vocación lleva consigo responder a las llamadas que Dios hace a lo largo de la vida. Habitualmente se trata de una fidelidad en lo pequeño de cada jornada, de amar a Dios en el trabajo, en las alegrías y penas que conlleva toda existencia, de rechazar con firmeza aquello que de alguna manera signifique mirar donde no podemos encontrar a Cristo. La fidelidad se apoya en una serie de virtudes esenciales sin las cuales se haría difícil o imposible seguir al Maestro: La humildad para reconocer que tenemos los pies de barro; la prudencia y la sinceridad que son consecuencia de la humildad; la caridad y la fraternidad, que impiden encerrarnos en nosotros mismos; el espíritu de mortificación, que lleva a la templanza, a la sobriedad, a la lucha contra la comodidad y el aburguesamiento, a no buscar compensaciones, que acabarían resultando amargas, pues alejan del Señor; el espíritu de oración, que nos lleva a tratar a Dios como a un Amigo, como al Amigo de toda la vida.