III Domingo del Tiempo Ordinario Hoy se cumple esta Escritura (Lc 1, 1-4; 4, 14-21) ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 95,1-6) Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están en su templo. ORACIÓN COLECTA Dios todopoderoso y eterno: ayúdanos a llevar una vida, según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu hijo predilecto. PRIMERA LECTURA (Ne 8, 2-4a. 5-6. 8-10) Leyeron el libro de la Ley, y todo el pueblo estaba atento Lectura del libro de Nehemías En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: - «Amén, amén.» Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: - «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis. » Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: - «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.» SALMO RESPONSORIAL (Sal 18, 8. 9. 10. 15) R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R/. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R/. Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío. R/. SEGUNDA LECTURA (1 Co 12, 12-30) Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito.» Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan. Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿0 todos son profetas? ¿0 todos maestros? ¿0 hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan? ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Lc 4,18-19) R/. Aleluya, aleluya El Señor me ha enviado a dar la buena noticia, a proclamar la liberación a los cautivos. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO Hoy se cumple esta Escritura Lectura del Santo Evangelio según San Lucas Excelentísimo Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza de] Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: - «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Señor: recibe con bondad nuestros dones y, al santificarlos para nuestro bien, haz que lleguen a ser para nosotros dones de salvación. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 33,6) Contemplad al Señor y quedaréis radiantes; vuestro rostro no se avergonzará. o bien ( Jn 8,12) Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–. El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz dela vida. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Dios todopoderoso: te pedimos que cuantos hemos alcanzado la gracia de vivir una vida nueva, nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces. Lectio Este Domingo iniciamos la lectura litúrgica anual del evangelio de Lucas. La figura de Jesús que en el pasaje se presenta leyendo públicamente un texto de la Escritura en la sinagoga de Nazaret es como un icono de lo que tendría que ser cada ciclo litúrgico: un tiempo de escucha atenta y comprometida de la palabra del evangelio anunciado por Cristo, en quien se realiza el “hoy” de un año de gracia permanente (evangelio). Una responsabilidad fundamental para cada creyente es leer, estudiar y meditar el texto íntegro del evangelio que se lee cada año y que es propuesto a través de algunos trozos en la liturgia dominical. La historia de Jesús, fundamento y modelo de toda nuestra conducta cristiana, se conoce a través de la lectura y la profundización del texto del evangelio. La Iglesia, cuerpo de Cristo (segunda lectura), es el espacio privilegiado para el anuncio y la escucha del evangelio, sobre todo a través de la liturgia de la Palabra, que alcanza su plena realización cuando llega a producir el gozo de la fe y la conversión del corazón (primera lectura). Tanto la primera lectura como el Evangelio hablan del libro de la Escritura. Esdras, en la primera lectura, lee el libro de la Ley ante todo el pueblo, "aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura". En la sinagoga de Nazaret, Jesús se levanta, un día de sábado, para hacer la lectura del volumen del profeta Isaías, que le fue entregado por el encargado de la sinagoga (Evangelio). Para dar vida a la Escritura y hacerla real, Dios puso en la Iglesia los apóstoles, los profetas, los maestros, el don de lenguas, el don de interpretación, de modo que la Palabra de Dios sea viva, vivifique y permanezca para siempre. La Escritura, libro del judaísmo. Se puede decir que el judaísmo, el cristianismo y el islamismo son en cierta manera las religiones del Libro. Los judíos tienen la Torah (Revelación de Dios en el AT), los cristianos el Evangelio (Antiguo y Nuevo Testamento), los musulmanes el Corán. Para un pío judío del tiempo de Jesús dos eran sus puntos fundamentales de referencia religiosa: el templo y la Torah. En ambos está presente Yavéh con su benevolencia y su amor. En ambos dialoga con el hombre como un amigo con sus amigos, como se ve en la primera lectura en que el pueblo entero hizo un gran festejo "porque había comprendido las palabras que les habían enseñado". Ambos son camino de salvación no sólo para los judíos, sino para todas las naciones. En el templo estaba permanentemente encendido el candelabro de los siete brazos para señalar la providencia de Yahvé sobre su pueblo. Cada día, cuando el judío oraba, cubría su frente y sus brazos con filacterias para tener siempre presente algunos textos fundamentales de la Torah: Ex 13, 1-10 (ley de la Pascua); Ex 13, 11-16 (consagración de los primogénitos); Deut 6, 4-9 (amor a Dios sobre todas las cosas); Deut 11, 13-21 (cumplimiento de los mandamientos). Cuando en el año 70 d.C. fue destruido el templo de Jerusalén, el pueblo judío se quedó únicamente con la Torah como punto de referencia religiosa y como centro de unificación y de identidad de los judíos dispersos. La Escritura es libro del judaísmo, porque es Palabra de Dios, y porque es el código fundamental de su identidad religiosa y cultural. Estructura del texto Hoy se nos presenta un texto que combina dos relatos bien diferenciados. De hecho, ambas partes, pertenecen a capítulos y a contextos muy diferentes: Versículos 1 al 4 del capítulo 1: Prólogo del Evangelio según San Lucas. Versículos 14 al 21 del capítulo 4: Inicio del ministerio público del Señor. 1. - En el prólogo Lucas se dirige a un tal “Teófilo”. No sabemos si es un personaje real histórico de su tiempo o si es un recurso literario para incluir a todos los lectores de todos los tiempos. Teófilo, que significa “favorecidos de Dios” o “los que aman a Dios”, seríamos cada uno de nosotros en cuanto lectores del Evangelio de Nuestro Señor. Es interesante notar el objetivo de Lucas al escribir su Evangelio: primero asume que otros ya lo han hecho con anterioridad; segundo él se decide a estudiar con cuidado lo que ha sucedido con Jesús de Nazaret, para ponerlo por escrito y darlo a conocer para que se conozca la verdad. Hay en Lucas un verdadero y destacado afán histórico. Lo que ha acontecido no es una fábula o un cuento fantasioso sino que es historia, historia real y concreta. Lucas lo va a contar todo en su Evangelio y en el Libro de los Hechos de los Apóstoles. El prólogo al evangelio de Lucas (Lc 1,1-4) es un elegante parágrafo con el que Lucas introduce y presenta su obra, escrito al estilo de los grandes historiadores griegos y en el que expone su método y su objetivo al escribir el libro. Él es el único de los cuatro evangelistas que comienza el libro con un prólogo en el que explica sus pretensiones y el modo de realizarlas. Al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, la segunda parte de la obra de Lucas, otro prólogo, más breve, nos remite al primero (Hch 1,1-2). Ante todo Lucas anuncia que va a hablar de “los acontecimientos que han tenido lugar entre nosotros” (v. 1). Con estas palabras alude fundamentalmente a los hechos de la vida de Jesús, aunque también se incluyen obviamente los acontecimientos de la historia de la Iglesia, tal como son narrados en los Hechos de los Apóstoles. No es Lucas el primero que se ocupa en narrar estos sucesos (v. 3a). Existen otros que lo han hecho antes que él (es lógico pensar en el evangelio de Marcos). Lucas, un cristiano de la tercera generación, ha elaborado “lo que transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra” (v. 2); es decir, ha recogido en parte las tradiciones presentes en los evangelios de Marcos y Mateo, reflexionando sobre lo que se decía de Jesús y de su obra en la antigua comunidad cristiana. Sobre esta base de historia (“los acontecimientos que han tenido lugar entre nosotros”) y de tradición (“lo que transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra”) Lucas ha compuesto su evangelio en una forma original y cuidadosa, con un fondo religioso innegable y una expresión literaria de gran belleza. A continuación define su método: se ha informado “con todo cuidado” y ha pretendido escribir “con orden”. Él no es testigo ocular de lo que narra, pero se ha informado cuidadosamente para contarlo todo con exactitud. La lectura de su obra nos hará comprender que se trata más bien de un orden didáctico que cronológico, de la exposición pensada y reflexionada de los acontecimientos y de la enseñanza de Jesús. Lucas dedica su libro a Teófilo (cf. Hch 1,2), según la costumbre de los escritos helenísticos. Naturalmente que Lucas tiene en mente un público más amplio y lo que pretende es confirmar las enseñanzas que han recibido sus destinatarios, representados en Teófilo (v. 4). Por tanto, en el prólogo encontramos, los diversos elementos que componen el evangelio de Lucas y que tienen que ser tenidos en cuenta al momento de leerlo e interpretarlo. Como punto de partida están los hechos de la historia de Jesús, a través de los cuales Dios nos ha ofrecido su rostro y su palabra. Como interpretación de estos hechos aceptamos la experiencia de la iglesia primitiva que los ha reflexionado y los ha trasmitido. El punto final es el trabajo literario de Lucas que ha dado orden a todo el relato. La Dei Verbum en el n. 19 menciona estos tres momentos en la historia de la formación de los evangelios: 1) hechos y dichos de Jesús, 2) nueva inteligencia de la iglesia apostólica que medita, celebra y anuncia el misterio de Cristo y (3) la obra de síntesis, selección y redacción de los evangelistas al momento de escribir. En la primera parte del capítulo 4 se nos narran la tentación de Jesús en el desierto. Luego de este acontecimiento se sitúa la segunda parte del texto de hoy: Jesús inicia su tarea, su ministerio público entre los hombres… ¿Cómo lo hace? Regresa a Galilea y comienza a enseñar en todas las sinagogas. 2.- La escena inaugural del ministerio de Jesús nos sitúa en Galilea, adonde ha llegado Jesús desde el Jordán “lleno de la fuerza del Espíritu” (Lc 4,14-21). Jesús va a Nazaret, la ciudad adonde había crecido de joven, y entra el sábado en la sinagoga según su costumbre. Lucas ambienta significativamente la “revelación” de la misión de Jesús en el contexto de la liturgia sinagogal del sábado por la mañana, cuando toda la gente se reunía para el culto. Después de la lectura de la Toráh y de la proclamación de las dieciocho bendiciones, Jesús toma la iniciativa de levantarse para hacer la segunda lectura (v. 16). En el rollo de Isaías que le entregan encuentra el texto que le permite mostrar el carácter de promesa de la Escritura y su cumplimiento presente. El texto citado por Lucas combina dos pasajes de Isaías (Is 61,1 e Is 58,6), que juntos interpretan el hecho del bautismo de Jesús (Lc 3,21-22). El descenso del Espíritu sobre Jesús en el Jordán era realmente una “unción mesiánica”. En el Antiguo Testamento el “espíritu” es la fuerza de Dios que conduce hacia un futuro de libertad y de justicia. Ahora Jesús, el Mesías, puede decir, con razón: “el Espíritu del Señor está sobre mí” (Lc 4,18). Jesús, en efecto, ha sido consagrado por el Espíritu para llevar una buena noticia a los pobres de este mundo. Su obra mesiánica es dirigida explícitamente a los pobres, a los prisioneros, a los oprimidos y ciegos. Estos términos resumen el cuadro de la miseria del hombre en el mundo: los que sufren por un defecto físico (los ciegos), los que sufren a causa de la maldad de los otros (los oprimidos y prisioneros), y los que son víctimas de un orden social y económico injusto (los pobres). Jesús entrega el libro y se sienta. Y Lucas anota que “los ojos de todos” en la sinagoga estaban fijos en él (v. 20). Entonces Jesús añade: “Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (v. 21). O traduciendo más literalmente el griego: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos” (griego: sēmeron peplērotai ē graphē autē en tois ōsin ymōn). El cumplimiento se realiza “hoy” (sēmeron). Es el “hoy” de la salvación que en Jesús se abre ante los oprimidos y los pecadores, el “hoy” que resuena en el canto de los ángeles de Belén: “les ha nacido hoy un Salvador…” (Lc 2,11), y en las palabras que Jesús dirige al malhechor crucificado a su lado: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43). La Escritura se realiza “en vuestros oídos” (en tois ōsin ymōn). Es interesante el paso que se da de los ojos a los oídos. Todos los presentes quieren ver (v. 20: “los ojos de todos”), sin embargo Jesús los invita al acto fundamental de “la escucha” de la Palabra. Es el oído –no la vista– el sentido capacitado para percibir el cumplimiento de la Escritura. El cumplimiento se descubre, en efecto, a través de la fuerza reveladora de la Palabra. Dos anotaciones importantes. Hoy y aquí. Tiempo y lugar. La Escritura se cumple no simplemente en la sinagoga, sino en el lugar de la escucha personal: “en vuestros oídos”. En cada lector del evangelio de Lucas se realiza el hoy de la salvación. En cada comunidad que escucha y cree se cumple el hoy del año de gracia y de liberación inaugurado por Jesús aquella mañana en Nazaret. Jesús vino por tanto a traernos la buena nueva, la libertad, la vista, la reconciliación con Dios. Toda la vida del cristiano estará siempre marcada por estos elementos. Escuchar, ver, ser libre, sentirnos reconciliados tanto con Dios como personalmente y con los demás, siempre tienen que estar presentes en la vida de todo creyente en Jesús. El mensaje es claro y bueno; ahora me toca a mí ser capaz de encontrarlo y de vivirlo. Meditación del Papa Francisco Quizás alguno de ustedes se preguntará: ¿Qué es este Año jubilar que se celebra en la Iglesia? El texto bíblico del Levítico 25 nos ayuda a comprender lo que significa un “jubileo” para el pueblo de Israel: Cada cincuenta años los hebreos oían el son de la trompeta (jobel) que les convocaba (jobil) para celebrar un año santo, como tiempo de reconciliación (jobal) para todos. En este tiempo se debía recuperar una buena relación con Dios, con el prójimo y con lo creado, basada en la gratuidad. Por ello se promovía, entre otras cosas, la condonación de las deudas, una ayuda particular para quien se empobreció, la mejora de las relaciones entre las personas y la liberación de los esclavos. Jesucristo vino para anunciar y llevar a cabo el tiempo perenne de la gracia del Señor, llevando a los pobres la buena noticia, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos. En Él, especialmente en su Misterio Pascual, se cumple plenamente el sentido más profundo del jubileo. Cuando la Iglesia convoca un jubileo en el nombre de Cristo, estamos todos invitados a vivir un extraordinario tiempo de gracia. La Iglesia misma está llamada a ofrecer abundantemente signos de la presencia y cercanía de Dios, a despertar en los corazones la capacidad de fijarse en lo esencial. En particular, este Año Santo de la Misericordia “es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre” (S.S. Francisco, Mensaje del Santo Padre para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, septiembre de 2015). Propósito No ser indiferente a la inspiración del Espíritu Santo que me impulsa a encontrarme con los demás. Diálogo con Cristo Señor, te pido me des la gracia para guiarme en todo por el Espíritu Santo, que Él me inspire lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo hacer, cómo debo obrar para procurar el bien de los hombres y el cumplimiento de mi misión. No puedo hacer nada sin la inspiración del Espíritu Santo, pongo en manos de María mi esfuerzo consciente y firme por trabajar y cooperar con Él sin límite ni reserva alguna. Apéndice DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA Cristo, palabra única de la Sagrada Escritura 101 En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: «La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (DV 13). 102 A través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se da a conocer en plenitud (cf. Hb 1,1-3): «Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (San Agustín, Enarratio in Psalmum, 103,4,1). 103 Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21). 104 En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21). Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura 105 Dios es el autor de la Sagrada Escritura. «Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo». «La santa madre Iglesia, según la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia« (DV 11). 106 Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. «En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería» (DV 11). 107 Los libros inspirados enseñan la verdad. «Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra» (DV 11). 108 Sin embargo, la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval, Homilia super missus est, 4,11: PL 183, 86B). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24, 45). El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura 109 En la sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien la Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso manifestarnos mediante sus palabras (cf. DV 12,1). 110 Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los «géneros literarios» usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. «Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios» (DV 12,2).