IV Domingo de Cuaresma Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él. (Jn 3,14-21) ANTÍFONA DE ENTRADA (Is 66,10-11) Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos. No se dice «Gloria» ORACIÓN COLECTA Señor, que reconcilias a los hombres contigo por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo cristiano se apresure con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas pascuales. PRIMERA LECTURA (2 Cro 36,14-16.19-23) La ira y la misericordia del Señor se manifestaron por el exilio y la liberación del pueblo Lectura del Segundo Libro de las Crónicas En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la Casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus Padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto, que ya no hubo remedio. Incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del Profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.» En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la Palabra del Señor, por boca de Jeremías movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios de los Cielos me ha dado todos los reinos de la tierra. EI me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!." SALMO RESPONSORIAL 136 R/ Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión.» Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. SEGUNDA LECTURA (Ef 2, 4-10) Muertos por los pecados, por pura gracia estáis salvados Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo - por pura gracia estáis salvados -nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras que él determinó practicásemos. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Jn 3,16) Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Todos los que creen en él tienen vida eterna EVANGELIO (Jn 3,14-21) Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él Lectura del Santo Evangelio según San Juan «En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.» Se dice «Credo» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Al ofrecerte, Señor, en la celebración gozosa del domingo, los dones que nos traen la salvación, te rogamos nos ayudes a celebrar estos santos misterios con fe verdadera y a saber ofrecértelos por la salvación del mundo. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Jn 9,11) El Señor me puso barro en los ojos, me lavé y veo, y he empezad a creer en Dios. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Señor Dios, luz que alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón. Lectio El IV Domingo de Cuaresma, que es un Domingo excepcional, pues difiere en algunas de las características propias de cada tiempo. Este Domingo de Cuaresma, se llama “Laetare", debido a la antífona gregoriana del Introito de la Misa, tomada del libro del Profeta Isaías (Is. LXVI, 10): Lætare, Jerusalem: et conventum facite omnes qui diligitis eam: gaudete cum lætitia, qui in tristitia fuistis: ut exultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestræ. Ps. CXXI, 1. Lætatus sum in his, quæ dicta sunt mihi: in domum Domini ibimus. Regocíjate, Jerusalén, vosotros, los que la amáis, sea ella vuestra gloria. Llenaos con ella de alegría, los que con ella hicisteis duelo, para mamar sus consolaciones; para mamar en delicia a los pechos de su gloria. Sal. 121, 1. ¡Qué alegría tan grande la que tuve cuando oí que dijeron: ¡Andando ya, a la casa del Señor! La liturgia de este Domingo se ve marcada por la alegría, ya que se acerca el tiempo de vivir nuevamente los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, durante la Semana Santa, se rompe el esquema litúrgico de la Cuaresma, con algunas particularidades: 1.- Predomina el carácter alegre (litúrgicamente hablando) 2.- Se usa color rosáceo en los ornamentos (siempre que esto sea posible). 3.- Los ornamentos pueden ser más bellamente adornados. 4.- Los diáconos pueden utilizar dalmática. 5.- Se puede utilizar el Órgano. El Domingo Lætare nos invita a mirar más allá de la triste realidad del pecado, mirando a Dios, quien es fuente de infinita Misericordia. Es una nueva invitación a convertirnos de corazón hacia Dios, para Amarlo y cumplir sus preceptos, que nos hacen libres. Así mismo, no se debe olvidar que permanecemos en Cuaresma, por lo cual el Domingo Laetare no es un alto de la penitencia, sino que es para recordarnos que siempre, detrás de toda penitencia está el deber de aborrecer el pecado, el propósito de no pecar más y de confesar los pecados, para así vivir en Gracia, que nos es otorgada por Dios en su infinita misericordia. Oración Inicial Escucha, ¡oh Padre! nuestra súplica: te pedimos que envíes tu Espíritu con abundancia, para que sepamos escuchar tu voz que proclama la gloria de tu Hijo que se ofrece para nuestra salvación. Haz que de esta escucha atenta y comprometida, sepamos hacer germinar en nosotros una nueva esperanza para seguir a nuestro Maestro y Redentor con total disponibilidad, aún en los momentos difíciles y obscuros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 1. La serpiente del desierto Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Esta reflexión que hace San Juan, tiene como base la escena de la serpiente de bronce en el desierto, relato del Libro Números 21.5-9. Sucedió que a los reclamos de los hijos de Israel en el desierto, Dios envía contra ellos serpientes venenosas, cuyas mordeduras eran punzantes y febriles y causantes de muerte. Y así luego reconociendo el pueblo su pecado, pide perdón. Luego Dios ordena a Moisés hacer una serpiente de bronce y ponerla bien a la vista, sobre un asta. Y todos cuantos, habiendo sido mordidos, la mirasen, sanarían. Pero ya el autor del libro de la Sabiduría comentaba: “El que se volvía a mirarla no era curado por lo que veía, sino por ti, Salvador (Yahvé) de todos” (Sab 16:7). Por eso, el mismo autor llama a aquella serpiente de bronce “símbolo de salvación” (Sab 16:6). Aquella imagen era una ordenación “característica” hecha por Dios, en el Antiguo Testamento, de la plena realidad de Cristo en la cruz. 2. Es necesario que el hijo del hombre sea levantado en alto Si el recuerdo “característico” de la escena de Moisés en el desierto se hace ahora, lo es para recordar el fragmento y diferenciar la superioridad de la obra de Cristo, verdadero Liberador y Redentor, sobre el primer liberador, Moisés; “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.” (Juan (SBJ) 1;17) En el Libro de Génesis, (Gen 3:1), se nos ha relatado que el pecado fue introducido por la seducción de la gran serpiente, tal como lo expone san Juan (Jn 8:44), esta serpiente es el diablo. Aquí en el relato mosaico, los hombres se encuentran “mordidos” por la serpiente, y están condenados a la muerte. Pero Dios dispone el plan salvador de ellos. Análogamente a la serpiente de bronce, levantada en alto, así “es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto”. Se comprende que san Juan utiliza esta expresión “levantar”, para decir “elevación” a la cruz, sea para expresar la “glorificación” de Cristo (Jn 8:28). Pero, en el evangelista, la muerte de Cristo, su “elevación” a la cruz, es un paso a su “glorificación”: glorificación en la manifestación de su divinidad en su resurrección, en su ascensión. Ver a Cristo “elevado,” que es “verle” como Hijo de Dios. El Mismo Jesús dijo: “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo”. (Juan (SBJ) 8, 28) 3. Para que todos los que creen en Él tengan vida eterna En esta parte, San Juan, nos da la razón de esto, y es; “para que para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”. Es, por tanto, a Cristo, así “levantado” o “elevado” en la cruz, como es necesario “verle” y “creer” en El para tener la “vida eterna.” Por eso, a la “visión” de la serpiente de bronce corresponde aquí otro modo de visión, que es la “fe” en El. Sólo esta fe en ver a Cristo levantado en la cruz y muerto como Mesías e Hijo de Dios da la “vida eterna.” Es éste un misterio fundamental. El Antiguo Testamento ofrecía una vida larga a los que cumplían sus preceptos, mas el Evangelio ofrece vida eterna. Escribe San Agustín. “Debe observarse que explica lo mismo respecto del Hijo de Dios que lo anunciado respecto del Hijo del hombre exaltado en la cruz, diciendo: "Para que todo aquél que crea en El". Porque el mismo Redentor y Creador nuestro, el Hijo de Dios existente antes de todos los siglos, ha sido hecho Hijo del hombre por los siglos de los siglos, a fin de que quien por el poder de su divinidad nos había creado para gozar de la felicidad de la vida eterna, El mismo nos redimiese por medio de la fragilidad humana para que alcanzáramos la vida que habíamos perdido”. Y en realidad el mundo conseguirá la vida eterna por el Hijo de Dios, porque para esto precisamente vino al mundo. 4. Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna, es decir el Fin de la Obra de Cristo es la Salvación de los Hombres. Ante la “elevación” de Cristo en la cruz, como realidad ahora en el Nuevo Testamento de la serpiente de bronce del desierto, san Juan nos muestra la obra destacada del amor del Padre por el “mundo.”. Sin embargo aquí, pues, el contraste está entre el “amor” profundo que el Padre demostró al “mundo” malo con la prueba suprema que le dio. Pues “entregó a su Hijo único”. Este no sólo se “encarnó,” no sólo fue “enviado,” sino que lo dio, que en el contexto es: lo entregó a la muerte. Pero la muerte de este “su Hijo único”, tiene una finalidad salvadora para ese “mundo” malo. Y es que todo el que “crea en El,” valorarlo como el Hijo de Dios, pero entregándosele como a tal, “tenga la vida eterna.” 5. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él San Juan, destaca que el Padre no envió a su Hijo para “juzgar” al mundo, sino para que éste sea salve por El. Se podría pensar que esto es una gran alegría para todos los que vivimos sumergidos en toda clase de faltas y pecados, desidia, abandono de nuestra fe, abusando de la infinita misericordia que nos tiene el Señor. Y es así, como a muchos les queda más cómodo pensar que el infierno no existe, que no tenemos un Dios castigador y por tanto Él nos perdona todos los pecados. No obstante lo anterior, no debemos olvidar sobre las dos venidas de Cristo, la que ya hizo y la que habrá de venir, como reza nuestra profesión de fe, el credo, “Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos”. Ciertamente, en la primera venida, Cristo no vino para juzgar lo que los hombres habían hecho, sino para perdonarlo. Mas la segunda será no para perdonar sino para juzgar. Escribe san Juan Crisóstomo: “Respecto de la primera dice: "No he venido para juzgar al mundo", porque es compasivo, no juzga, sino que antes perdona los pecados por medio del bautismo y después por la penitencia. Porque si no lo hubiera hecho así todos estarían perdidos, pues que todos pecaron y necesitan de la gracia de Dios (Rm 34,23) Y para que alguno no creyese que podía pecar impunemente, habla de los castigos reservados a los que no creen: "Ya está juzgado" dijo antes. Más el que cree en El no es juzgado. El que cree, dijo, no el que investiga. ¿Qué será, pues, si lleva una vida corrompida? Y con mayor razón, diciendo San Pablo que estos no son fieles. Dice, además: "Confiesan que conocen a Dios, y lo niegan con las obras" (Tt 1,16); pero esto significa que el que cree no será juzgado, pero que sufrirá el castigo de sus obras; sin embargo no padecerá por causa de infidelidad.” (Catena aurea ES 12316). El que cree en El y se identifica con El, el juicio será distinto. 6. La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. San Juan, inconscientemente nos esta estableciendo en los “hombres” un juicio condenatorio por su actitud ante Cristo. El juicio consiste en que “la Luz vino al mundo.” Es la encarnación de Cristo. Con su venida al mundo se establece un juicio, consistente en su actitud ante El. Este juicio, o mejor dicho de otra manera, esta “condenación,” consiste en “no creer en el nombre del Hijo único de Dios. Este es un juicio personal que se realiza en lo íntimo del alma de cada uno. Mas adelante, san Juan lo vuelve a aclarar, “Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. (Juan (SBJ) 20,31) El que “no cree” en la filiación divina de Cristo, Hijo único de Dios ya “está condenado”, no obstante tiene la posibilidad de que no sea así si hay un cambio de idea y se pasa a creer. Por tanto está en nosotros separarnos de Cristo-Luz y quedar en las tinieblas o reconocer a Cristo-Luz, el mismo Jesús nos lo ha dicho; “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan (SBJ) 8,12) Es bueno tener en conciencia el porque los hombres que obran mal, detestan la luz, y es porque ellos están con disposición a pecar y esto es porque a quien le agrada el pecado, le estorba la luz que lo descubre, es decir, moralmente hablando, prefieren mejor las tinieblas que la luz aquellos que por envidia o simplemente porque no son buenos, persiguen, calumnian y hacen mal a los que les enseñan la verdad. Sin embargo, el que obra la verdad, viene a la luz. Meditación ¿Qué me dice el texto a mí? 1. Meditación en silencio (música) 2. Compartir en voz alta El tiempo con Jesús, vivido minuto a minuto, adquiere un significado nuevo La Palabra nos invita ante todo a reflexionar sobre la vida humana como viaje de regreso a la casa del Padre, viaje no individual, sino como pueblo, como humanidad: no podemos quedarnos indiferentes con la suerte de nuestros hermanos. La Iglesia –cada cristiano– siente que debe vivir cada vez más en Cristo para poder dar vida a quien yace "en las tinieblas y sombra de muerte". Teniendo la mirada fija en él, la comunidad cristiana puede alimentar la lámpara de la esperanza. Pues Cristo, sacerdote y víctima, es el documento con el que el Padre celestial nos declara su amor infinito, nos revela su designio de salvación y nos invita a acoger su don. Deseamos la vida, pero estamos rodeados por la realidad de muerte. Para que crezca la vida, es preciso insertarnos en la fuente de la vida que es Cristo, es necesario hacer de la vida presente un don. El tiempo con Jesús, vivido minuto a minuto, adquiere un significado nuevo. El se presenta como elevado en la cruz, pero también como glorificado en el sufrimiento. En él se nos brinda la visión concreta y desconcertante del amor de Dios. Si tenemos los ojos fijos en el Crucificado, poco a poco, como fuente viva, brotará en nosotros el testimonio del Espíritu: Cristo "me amó y se entregó por mí" (Gál 2,20). Y esta fuente no dejará nunca de borbollar su canto de amor en el que confluyen lágrimas de arrepentimiento y lágrimas de alegría. Por pura gracia estamos salvados mediante la fe, por gracia, por gracia Oración ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? 1. Oración espontánea en voz alta (alabanza, intercesión, petición, acción de gracias…) 2. Rezo de algún salmo, cántico, preces, oración escrita… Jesús, sacerdote eterno, que sabes compadecerte de nuestras enfermedades, que has sido probado en todo, tenemos los ojos puestos en ti: somos tuyos, acógenos. Déjanos oír hoy tu voz, tu Palabra, para que no se endurezcan nuestros corazones. Haz que también nosotros nos dejemos herir por el amor y el dolor para adherirnos con fe a la santísima voluntad del Padre. Tú has sido fiel hasta la cruz para abrirnos el camino del santuario del cielo, donde habrá plena paz. Haznos sentir hoy, cada vez con más intensidad, la urgencia de llegar a ser santos, totalmente dados a los demás para ayudarles, confortarles, ser para ellos fieles compañeros de camino. No es mérito nuestro el haberte encontrado y conocido: es don de tu gracia, que siempre nos renueva y nos sorprende; que todos los hombres puedan leer en nuestro rostro el gozo de pertenecerte, el anhelo de anunciarte, el deseo de vivir para siempre en la Jerusalén celestial, en el seno de la Santísima Trinidad. Contemplación ¿Qué te ha hecho descubrir Dios? 1. ¿Con qué te ha sorprendido Dios? Disfrútalo, saboréalo. 2. ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida te pide el Señor? 3. Resonancia o eco: repite la frase que más te haya llegado. ¡Inefables entrañas de la misericordia divina! ¡Piedad inmensa, digna de la más profunda admiración! Para librar al esclavo has entregado al Hijo. Él nos ilumina y benévolamente nos enseña el camino de la humildad, del amor y de toda virtud... Lo prendieron para librarnos a nosotros del yugo de la esclavitud. Lo hicieron prisionero para liberarnos a nosotros, prisioneros de la mano del enemigo. Lo vendieron por dinero para comprarnos con su sangre. Lo despojaron para revestirnos de inmortalidad. Se burlaron de él para arrebatarnos de las burlas de los demonios. Fue coronado de espinas para desarraigar de nosotros las espinas y cardos de la antigua maldición. Fue humillado para ensalzarnos. Por todas estas cosas, te doy gracias y alabo tu nombre, oh Padre santo Oración final Padre bueno, tú que eres la fuente del amor, te agradezco el don que me has hecho: Jesús, palabra viva y alimento de mi vida espiritual. Haz que lleve a la práctica la Palabra que he leído y acogido en mi interior, de suerte que sepa contrastarla con mi vida. Concédeme transformarla en lo cotidiano para que pueda hallar mi felicidad en practicarla y ser, entre los que vivo, un signo vivo y testimonio auténtico de tu Evangelio de salvación. Te lo pido por Cristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén. Apéndice Del Catecismo de la Iglesia Católica Dios es amor, y ama a su criatura humana 214: Dios, “El que es”, se reveló a Israel como el que es “rico en amor y fidelidad” (Ex 34,6). Estos dos términos expresan de forma condensada las riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad. “Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad” (Sal 138,2). Él es la Verdad, porque “Dios es Luz, en Él no hay tiniebla alguna” (1Jn 1, 5); Él es “Amor”, como lo enseña el apóstol Juan (1Jn 4, 8). 218: A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito. E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo y de perdonarle su infidelidad y sus pecados. 219: El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (ver Os 11, 1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (ver Is 49, 14-15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (ver Is 62, 4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (ver Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3, 16). 221: Pero S. Juan irá todavía más lejos al afirmar: «Dios es Amor» (1Jn 4, 8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo. Él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él. Dios por amor envía a su Hijo para nuestra reconciliación 457: El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: «Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1Jn 4, 10).» El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo» (1Jn 4, 14). «Él se manifestó para quitar los pecados» (1Jn 3, 5): Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (S. Gregorio de Nisa) 458: El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1Jn 4, 9). «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).