XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

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XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario
A todos los que encontréis convidadles a la boda
(Mt 22,1-14)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 129, 3-4)
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, Dios de
Israel.
ORACIÓN COLECTA
Oh Dios fuente de la vida temporal y eterna, haz que ninguno de nosotros te busque solo por la
salud del cuerpo: cada hermano en este día santo torne a darte gloria por el don de la fe, y la iglesia
entera sea testimonio de la salvación que tú obras continuamente en Cristo tu Hijo.
PRIMERA LECTURA (Is 25,6-10a)
El Señor preparará un festín y enjugará las lágrimas de todos los rostros
Lectura del Libro de Isaías
Aquel día, preparará el Señor de los Ejércitos para todos los pueblos, en este monte, un festín de
manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y
arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el
oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. –Lo ha dicho el Señor–. Aquel día se dirá: «Aquí
está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación.
La mano del Señor se posará sobre este monte.»
SALMO RESPONSORIAL (Sal 22)
R/.Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me gula por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por anos sin término. R/.
SEGUNDA LECTURA (Fil 4, 12-14. 19-20)
Todo lo puedo en aquel que me conforta
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
Hermanos: Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el
hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso,
hicisteis bien en compartir mi tribulación. En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades
con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Ef 1, 17-18)
R/. Aleluya, aleluya
El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos
cuál es la esperanza a la que nos llama.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mt 22, 1-14)
A todos los que encontréis, convidadlos a la boda
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.
Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar
criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses
cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a
sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta
matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron
fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la
merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala
del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno
que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El
otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo
fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y
pocos los escogidos.»
Se dice «Credo»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Con estas ofrendas, Señor, recibe las suplicas de tus hijos, para que esta eucaristía celebrada con
amor nos lleve a la gloria del cielo.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 33,11)
Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
o bien (1Jn3,29)
Cuando Cristo se manifieste seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios soberano, te pedimos humildemente que, así como nos alimentas con el Cuerpo y la Sangre de
tu Hijo, nos hagas participar de su naturaleza divina.
Lectio
He aquí dos parábolas seguidas y no se parecen! La de la invitación al banquete de bodas y la del
rechazo del que no llevaba el traje de bodas. Algunos piensan que estas dos parábolas no estaban
unidas originariamente; sería contradictorio exigir un vestido de ceremonias a alguien recogido en
el camino; pero si Mateo los junta a propósito es porque hay alguna enseñanza para sacar de esta
relación. Tomemos una después de otra.
“Un rey celebraba las bodas de su hijos”… y no interesa cuál rey ya que de entrada nos previenen
diciendo que se trata del reino de los cielos: esta expresión nos sugiere pues que se trata de la
Alianza entre Dios y la humanidad. Alianza que se cumple en Jesucristo; Él mismo en los
evangelios se presenta como el esposo. Y, además, el término “boda” se repite 7 veces en la
parábola.
Este símbolo de las bodas no es muy habitual en nuestro lenguaje cristiano hoy y, sin embargo, es
en estos términos en los que los textos tardíos de la biblia hablan del proyecto de Dios sobre la
humanidad. Desde las últimas profecías de Isaías hasta el Apocalipsis, pasando por el Cantar de los
Cantares y los libros de la Sabiduría, por no citar sino unos pocos, el amor de Dios hacia la
humanidad se describe en términos de amor conyugal. Y es por esto que San Pablo habla del
matrimonio, y dice que “es la mejor imagen de la relación de Dios con la humanidad”.
Pero en el A. T. era claro que este anuncio y cumplimiento de la salvación universal de la
humanidad pasaba por Israel; el pueblo elegido tenía una misión con la humanidad. Es en este
sentido que aprendimos a leer la frase de Dios a Abraham “en ti serán benditas todas las familias de
la tierra” (Gn.12, 3). Para retomar la comparación de las bodas, se dirá que los judíos eran los
primeros invitados a la boda; y el dueño contaba con ellos para ampliar luego la invitación y hacer
entrar finalmente a toda la humanidad.
Conocemos lo que sigue: la gran mayoría de los judíos rechazaron reconocer a Jesús como Mesías.
En la parábola, están representados por aquellos invitados que rehusaron venir a las bodas y
llegaron hasta maltratar a los servidores que los buscaban. ¿Qué pasará? En la parábola, los
servidores llenan la sala de convidados a última hora. En la carta a los Romanos, Pablo comenta
diciendo que el rechazo de Israel no solo no será un obstáculo para la boda, sino que aún favorecerá
la entrada de todos los pueblos en la sala de la fiesta. “Los servidores fueron a los caminos,
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de la boda se llenó de convidados”.
Pasemos a la segunda parábola: un hombre, invitado a última hora, entra sin tener el vestido de
bodas; y no es capaz de responder a la pregunta “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener el
vestido de bodas?”. Y entonces fue expulsado. Esto no significa ciertamente que le faltaba cumplir
una exigencia de comportamiento, que el vestido de bodas pudiera simbolizar un mérito cualquiera.
Desde que se hable de “méritos” se desnaturaliza la gracia de Dios que, por definición, es gratuita.
Con Dios, no hay condiciones qué llenar. La primera parábola dice claramente que todos pudieron
entrar, malos o buenos.
Entonces, ¿qué puede significar esta segunda parábola? Miremos la multitud que entra en la sala de
la fiesta de bodas. Buenos o malos, todos fueron invitados, todos aceptaron y se pusieron el vestido
de bodas: en el vocabulario del N. T. lo sabemos, este vestido nupcial es el de los bautizados;
sabemos perfectamente que lo que hoy llamamos un “vestido de bautismo” es en realidad “un
vestido de matrimonio”.
La segunda parábola se refiere entonces a los bautizados; son ellos los que entraron a la sala de la
fiesta. ¡Pero el hábito no hace al monje! Lo que Jesús recuerda aquí son las exigencias que se
derivan de nuestro bautismo. Como lo dice Él mismo: “No basta decir ¡Señor, Señor! Para entrar en
el reino de los cielos; es necesario cumplir la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7,
22).
Complementación
Los primeros invitados que declinaron la invitación son diferentes a los que entraron;
históricamente, fue lo que pasó: en los Hechos de los Apóstoles, vemos que se repite varias veces
esta misma escena; cada vez que llega a una nueva ciudad, Pablo se dirige ante todo a la sinagoga y
comienza por anunciar a los judíos que Jesús es el mesías esperado; algunos le creen y se hacen
cristianos; pero cuando el éxito de Pablo comienza a salir de los límites de la sinagoga y los
paganos se hacen cristianos, los judíos que no se dejaron convencer sienten temor y expulsan a
Pablo. Así pasó en Antioquía de Pisidia: “Es primeramente a ustedes a quienes debía dirigirse la
palabra de Dios! Ya que la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, entonces nos dirigimos
a los paganos” (Hech.13, 46).
En Iconio, en Tesalónica, pasó lo mismo (Hech.14, 1) y fue precisamente porque los Apóstoles
fueron expulsados de ciudad en ciudad que el evangelio se expandió de ciudad en ciudad. Una de
las lecciones de la primera parábola es, que el rechazo de Israel no fue un obstáculo para el proyecto
de Dios. De la misma manera que las prostitutas y los publicanos tomaron el puesto de las
autoridades religiosas del tiempo de Jesús, igualmente algunos años más tarde, en el momento en
que Mateo escribía su evangelio, los paganos entraron en masa en la Iglesia, gracias al rechazo de
los judíos. De un mal, Dios siempre hace salir un bien.
¡Dios me invita a su fiesta! ¿Cómo respondo yo? Dios llama e invita continuamente, toca y toca a la
puerta del corazón. ¿Le abro? ¿Salgo a su encuentro? ¿Lo busco? ¿O le digo: “ahora no”, “más
tarde”, “ahora no tengo tiempo”, “no molestes, déjame en paz”, “tengo otras cosas más importantes
que hacer, otros asuntos más importantes que atender”, “tengo pereza”, “no te quiero en mi vida”,
“tu fiesta me aburre”? ¿O respondo como María, con prontitud, y con presteza abro mi corazón a
Aquel que llama?
Quien deja entrar a Cristo en su vida, participa ya verdaderamente de la fiesta de la salvación, que
llena su corazón de un gozo y alegría rebosantes: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en
vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Jn 15,11).
Apéndice
DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El Señor Jesús invita a todos al banquete del Reino
545: Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: «No he venido a llamar a justos sino a
pecadores» (Mc 2, 17). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero
les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos y la inmensa
«alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta» (Lc 15, 7). La prueba suprema de este
amor será el sacrificio de su propia vida «para remisión de los pecados» (Mt 26, 28).
546: Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (ver Mc
4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (ver Mt 22, 1-14), pero exige también una
elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (ver Mt 13, 44-45); las palabras no
bastan, hacen falta obras (ver Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre:
¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (ver Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los
talentos recibidos (ver Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están
secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse
discípulo de Cristo para «conocer los Misterios del Reino de los cielos» (Mt 13, 11). Para los que
están «fuera» (ver Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (ver Mt 13, 10-15).
Todo bautizado ha sido “revestido de Cristo”: con una vida santa debe conservar su
“vestidura” limpia
1243: La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha «revestido de Cristo» (Gal 3, 27): ha
resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que Cristo ha iluminado
al neófito. En Cristo, los bautizados son «la luz del mundo» (Mt 5, 14).
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de los hijos de
Dios: el Padre Nuestro.
1244: La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial, el
neófito es admitido «al festín de las bodas del Cordero» y recibe el alimento de la vida nueva, el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una conciencia viva de la unidad de
la iniciación cristiana, por lo que dan la sagrada comunión a todos los nuevos bautizados y
confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando las palabras del Señor: «Dejad que los niños
vengan a mí, no se lo impidáis» (Mc 10, 14). La Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada
Comunión a los que han alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la
Eucaristía acercando al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.
¿Nos presentaremos debidamente vestidos?
1682: El día de la muerte inaugura para el cristiano, al término de su vida sacramental, la plenitud
de su nuevo nacimiento comenzado en el Bautismo, la «semejanza» definitiva a «imagen del Hijo»,
conferida por la Unción del Espíritu Santo y la participación en el Banquete del Reino anticipado en
la Eucaristía, aunque pueda todavía necesitar últimas purificaciones para revestirse de la túnica
nupcial.
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