La Ascensión del Señor

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La Ascensión del Señor
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra
(Mt 28, 16-20)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Hch 1,119
Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al
cielo volverá como le habéis visto marcharse. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque
la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es
nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo.
PRIMERA LECTURA (Hch 1,1-11)
Se elevó a la vista de ellos
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el
día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y
ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba
vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la
promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días
vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora
cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los
tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al
cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos,
¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo
volverá como le habéis visto marcharse. »
SALMO RESPONSORIAL (Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9)
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.
SEGUNDA LECTURA (Ef 1,17-23)
Lo sentó a su derecha en el cielo
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría
y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la
esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la
extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el
cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre
conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia
como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 28,19-20)
R/. Aleluya, aleluya
Id y haced discípulos de todos los pueblos –dice el Señor–; yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mt 28,16-20)
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra
+ Conclusión del santo evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al
verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha
dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Se dice «Credo»
ORACIÓN SOBRE ALS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, nuestro sacrificio para celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo; que la
participación en este misterio eleve nuestro espíritu a los bienes del cielo.
Prefacio de la ascensión
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Mt 28,20)
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya
ORACIÓN DESPUÉS DE LACOMUNIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que, mientras vivimos aun en la tierra, nos d ya parte en los bienes del
cielo; haz que deseemos vivamente estar junto a Cristo, en quien nuestra naturaleza humana h sido
tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria.
Lectio
Dispongamos nuestra mente, nuestro corazón y todo nuestro ser por el encuentro con el Señor en su
Palabra. Que la disposición de ponernos a su escucha nos consiga encontrarse uno consigo mismo y
entender lo que el Señor nos pide.
Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo,
te abro la puerta,
ven en mi pequeño corazón.
¡Ven!
Jesús prometió
que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que su Palabra sea mi guía y mi aliento,
mi fuerza y mi luz. Que me ayude a encontrarme a mí mismo,
renueva mis fuerzas y me haga avanzar por el camino
que tiene trazado por mí.
¡Ven, Espíritu Santo, Ven!
AMBIENTACION
Celebramos en este domingo la solemnidad de la Ascensión del Señor, que es la culminación del
itinerario de Jesús y la inauguración del tiempo de la Iglesia.
El Evangelista Mateo termina su Evangelio narrando la Ascensión al cielo de Jesús. Describe el
encuentro de Jesús resucitado con los once discípulos en Galilea. Jesús había iniciado su vida
pública en esa región y ahí se despedía corporalmente de ellos. Hay también el detalle del monte
donde Jesús los había convocado que nos recuerda como Dios prefiere el monte para manifestarse
a su pueblo Israel (Ex 219,20-25). El mismo Jesús había proclamado las bienaventuranzas desde
el monte ( Mt 5) y en el monte fue izada la cruz de salvación. (Mt 27,33). El monte es, entonces, el
lugar de preferencia para encontrarse con Él.
Ahora, este encuentro se compone de dos partes: Jesús se presenta como resucitado y los
discípulos, reconociéndolo como “Señor” lo adoran. Luego les confía la misión de continuar su
obra de misionero en el mundo y les promete su presencia continua.
REPASANDO EL TEXTO y ANALIZANDOLO
v.16 “…los once discípulos partieron” hay un movimiento, se ponen en camino. Mateo, a
diferencia de Lucas, ubica la última aparición de Jesús en Galilea y por lo tanto peregrinan de
Jerusalén, la ciudad de los grandes hechos histórico-salvíficos hasta la remota Galilea. En el monte,
donde pueden gustar de la presencia del Señor, lejos de la bulla de la ciudad, se está gestando algo
de imprevisto, algo de inusual que los comprometerá para siempre. El largo peregrinaje era
conocido porque todos los años bajaban a Jerusalén para cumplir con la ley del Señor y últimamente
en compañía de Jesús. Pero ahora obedecen a una orden del Señor que los convoca y desde ese
momento, el andar no terminará.
v 17 “…se postraron…” La figura del Resucitado aparece y se realiza el encuentro. No hay signos
evidentes como en las demás apariciones cuando les mostraba los foros de los clavos de su pasión o
comía con ellos, no hay tampoco el saludo habitual con que Jesús se presentaba otras veces. Pero es
Él. El corazón les dice que es Él aunque en” algunos” persiste una sutil duda que no los rinde
completamente libres de expresar su fe. Pero Jesús pasa por encima de esto: el Espíritu los reforzará
al punto de ser testigos fieles. Lo reconocen y lo saludan como a su “Señor” adorándolo. El maestro
que acompañaban, que escuchaban y que murió, ya vive en otra dimensión que es real, porque lo
ven pero los trasciende.
v 18. “…acercándose…”La amistad de Jesús con los que llamó amigos se estrecha. Se había
separado de ellos para que se cumplieran en Él las profecías, y ellos lo habían abandonado a su
suerte por miedo, por malos entendidos. Después de tres días, Él retorna en su gloria para compartir
otra vez su cercanía y reforzar con ellos su amistad. Y el tono de su voz cuando les habla es cálido,
tranquilo pero seguro. Cuentan con un compañero que domina todo poder; que es Señor de los
señores y dueño de cielo y tierra.
v 19 “… vayan y hagan…” Es un imperativo, un comando, una orden que incluye movimiento y
acción. La misión empezada por Jesús y con Jesús ahora está encomendada a ellos. No conocerán
descanso porque las naciones son muchas y la gente bastante contraria. Jesús debe ser conocido en
todos los pueblos como el que salva, el que sana, el que ama. El Kerigma debe ser ofrecido a todos
sin distinción “ y debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora” (EG n 164) Y los que
entraran en este circuito de fe serán bautizados en nombre del único Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, las tres personas que les hizo conocer Jesús. Los bautizados entraran en comunión con la
Santísima Trinidad al ingresar a una Iglesia que es sobre todo comunión. Hoy, a través de su
representante Francisco nos dice que” la Iglesia debe salir a anunciar el Evangelio a todos, en todos
los lugares, en toda las ocasiones, sin demora, sin asco y sin miedo…La alegría del Evangelio es
para todo el pueblo… (EG 23)
v 20. “….estoy con ustedes…”La Iglesia de los apóstoles tiene la misión de enseñar lo que Jesús
enseñó y que su Palabra nos revela. En realidad el mismo Jesús redujo su enseñanza al
mandamiento del amor que induce al ser humano a revisar sus relaciones con Dios, con el hermano
y consigo mismo. Y asegura a los apóstoles y a sus sucesores para que no se vean sobrecargados de
tanto trabajo y tanta responsabilidad que el estará siempre acompañándolos en el camino, con su
Palabra y con su Presencia real en la Eucaristía; su Espíritu los iluminará para descubrirlo en el
rostro del hermano y guiará hasta el final de los tiempos
MEDITA
Señor Jesús, tu invitaste al monte a tus discípulos pero no cesa de invitarnos a nosotros también
para estar contigo, para entrar en tu intimidad, para dialogar e sentir tus preocupaciones para no ver
tu Reino extenderse como nos pides. Es que si no me recargo de ti ¿cómo podría llevarte a otros?
¡Cuánto te necesito! Francisco nos apremia cuando dice que cada bautizado es llamado por su
naturaleza al compromiso de evangelizar: porque no pongo atención estando al contacto con otros a
que mi comportamiento sea evangélico, mi amor sea un servicio aunque fuera solo una sonrisa?
Pero tú nos das confianza y con ella el gozo de cooperar contigo para encontrarnos con los
hermanos poniéndonos en camino como la Iglesia y junto con ella.
ORA
Señor Jesús, la misión que el Padre te confió, la entregaste a tus elegidos, los discípulos y en ellos a
sus continuadores. Con el don del Bautismo nos has inmergido en tu gracia y nos has abierto el
camino para la misión. ¡Cuánta confianza les diste y nos sigues dando pese a nuestra remarcada
limitación! Mantén vigilante nuestro espíritu en tu Palabra que envía y abrasa el corazón para “salir
hacia los demás y llegar a las periferias humanas que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20),
escuchar y mirar a los ojos para saberse compadecer con quien fatiga en el camino. Señor, que
seamos esos trabajadores entusiastas que con nuestra vida y nuestras actitudes, después de habernos
encontrado contigo, podamos transmitirte vivo en nuestro medio.
CONTEMPLA
Aquel Jesús, que cumplida su misión de presentar el Reino de Dios a una humanidad en busca de
sentido, entregada su vida por puro amor al Padre para nuestra salvación, ahora se despide
físicamente de sus apóstoles para entrar en su gloria.
Escuchamos como dirigido a cada uno el mandato de evangelizar para que el hombre tenga vida y
la tenga en abundancia.
Y pensamos “que hoy y siempre los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la
evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer” (EV n 48)
ACTÚA
Oremos el Salmo 46:
R/. El Señor asciende entre aclamaciones
Aplaudan todos los pueblos,
Aclamen al Señor con gritos de alegría;
Porque el Señor, el Altísimo es temible,
es el soberano de toda la tierra.
El Señor asciende entre aclamaciones,
Asciende al sonido de trompetas.
Canten, canten a nuestro Dios,
Canten, canten a nuestro Rey.
El Señor es el Rey de toda la tierra,
Cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones,
El Señor se sienta en su trono sagrado.
Apéndice
CATECISMO DE LA IGLESIA
«Jesucristo subió a los Cielos, y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso»
659: «Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de
Dios» (Mc 16, 19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo
prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para
siempre. Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos
y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad
ordinaria. La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la
gloria divina simbolizada por la nube y por el Cielo donde él se sienta para siempre a la derecha de
Dios. Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo «como un abortivo»
(1 Cor 15, 8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol.
660: El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus
palabras misteriosas a María Magdalena: «Todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos
y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios» (Jn 20, 17). Esto indica una
diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha
del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y trascendente de la Ascensión marca la transición
de una a otra.
661: Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, es decir, a la bajada desde el
Cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que «salió del Padre» puede «volver al Padre»: Cristo.
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del Cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3, 13). Dejada a sus
fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la «Casa del Padre» (Jn 14, 2), a la vida y a la
felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, «ha querido precedernos como
cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de
seguirlo en su Reino».
662: «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). La elevación en la
Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al Cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único
Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no «penetró en un Santuario hecho por mano de hombre…,
sino en el mismo Cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro» (Hb 9,
24). En el Cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. «De ahí que pueda salvar
perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su
favor» (Hb 7, 25). Como «Sumo Sacerdote de los bienes futuros» (Hb 9, 11), es el centro y el
oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los Cielos.
663: Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: «Por derecha del Padre
entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de
todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que
se encarnó y de que su carne fue glorificada».
664: Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la
visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: «A él se le dio imperio, honor y reino, y
todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca
pasará, y su reino no será destruido jamás» (Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se
convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin».
668: «Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos» (Rom 14, 9). La
Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la
autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está
«por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre «bajo sus pies
sometió todas las cosas» (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él, la
historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación, su cumplimiento
trascendente.
669: Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo. Elevado al Cielo y
glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es
la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia. «La Iglesia,
o el reino de Cristo presente ya en misterio», «constituye el germen y el comienzo de este Reino en
la tierra».
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