II Domingo de Pascua A los ocho días se les apareció Jesús (Jn 20,19-31) ANTÍFONA DE ENTRADA (1 Pe 2,2) Como el niño recién nacido, ansiad la leche auténtica, no adulterada, para crecer con ellas sanos. Aleluya. o bien (4 Esd 2,36-37) Alegraos en vuestra gloria, dando gracias a Dios, que os ha llamado al reino celestial. Aleluya. ORACIÓN COLECTA Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración anual de las fiestas pascuales; acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido. PRIMERA LECTURA (Hch 2,42-47) Los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando. SALMO RESPONSORIAL (Sal 117,2-4. 13-15. 22-24) R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. (o, Aleluya) Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R/. Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R/. La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/. SEGUNDA LECTURA (Pe 1,3-9) Por la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo, nuestro Señor. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Jn 20, 29) R/. Aleluya, aleluya Porque me has visto, Tomás, has creído dice el Señor. Dichosos los que creen sin haber visto R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Jn 20,19-31) A los ocho días se les apareció Jesús Lectura del Santo Evangelio según San Juan Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Recibe, Señor, las ofrendas que (junto con los recién bautizados) te presentamos, y haz que, renovados por la fe y el bautismo, consigamos la eterna bienaventuranza. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Jn 20,27) Trae tu mano y toca la señal de los clavos; y no seas incrédulo, sino creyente. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN| Concédenos, Dios Todopoderoso, que la fuerza del sacramento pascual, que hemos recibido, persevere siempre en nosotros. Lectio El papa Juan Pablo II, que será canonizado en este día junto al papa Juan XXIII, dedicó este domingo II de Pascua a la meditación sobre la Divina Misericordia. Las lecturas de hoy nos hablan del poder transformador de la fe pascual. El evangelio nos recuerda que esa fe es capaz de hacer que el grupo de los discípulos, cerrado sobre sí mismo, se transforme, por la fuerza del Espíritu, en una comunidad misionera. Oración inicial Señor Jesús, aunque no te vemos con estos ojos de carne, nuestra ardiente profesión de fe es hoy la del apóstol Tomás, primeramente incrédulo y después creyente ejemplar: ¡Creemos en ti, Señor nuestro y Dios nuestro! Vamos buscando razones, pruebas y seguridad absoluta para creer y aceptar a Dios en nuestra vida personal y social. Pero tú nos dices: ¡Dichosos lo que crean sin haber visto! Tú eres, Señor, la razón de nuestra fe, esperanza y amor. Ábrenos, Señor Jesús, a los demás, a sus penas y alegrías, porque cuando amamos y compartimos, estamos testimoniando tu resurrección en un mundo nuevo de amor y fraternidad. Amén. Preguntas para la lectura: ¿En qué situación se encontraban los discípulos al principio del relato? ¿En qué aspectos se transforma esa situación inicial? ¿Quién y cómo hace posible este cambio? ¿Qué misión confía Cristo Resucitado a los discípulos? ¿Por qué Tomás tiene dificultades para creer? ¿Qué reproche le hace Jesús? ¿Qué quiere mostrar el evangelista a través de este episodio? Otros textos bíblicos para confrontar: Mt 28,16-20; Mc 16,14-20; Sal 29,11. II. Meditatio: ¿Qué me dice? ¿Qué nos dice el Texto? Motivación: El evangelista Juan escribía pensando en muchos cristianos que, como Tomás, se tambaleaban en sus convicciones y necesitaban ser fortalecidos. Necesitamos que el Señor, como hizo con sus primeros discípulos, nos libere de nuestros miedos y nos comunique su Espíritu para poder ser sus testigos. Jesús declara felices a los que creen sin haber visto. ¿De qué manera interpelan estas palabras tu vida de fe y tu relación personal con el Señor? Tomás refleja las dificultades que tenemos para creer. ¿Cuáles son las dudas que sueles experimentar en tu proceso de fe? ¿Cómo intentas superarlas? “…así como el Padre me envió a mí, así YO los envío a ustedes…”. En este sentido, ¿qué estoy haciendo para vivir y anunciar mi fe, para transmitir y comunicar lo que creo?, ¿de qué manera estoy anunciando el Evangelio y buscando que otros conozcan y sigan al Señor? Mira mis manos y toca mis heridas… ¿Qué te sugiere este gesto en medio de un mundo como el nuestro, en el que las llagas de Jesús siguen frescas? Luego de un tiempo de meditación personal, compartimos con sencillez nuestra reflexión, lo que el texto ME dice a mi propia realidad y situación personal. III. Oratio: ¿Qué le digo al Señor motivado por su Palabra? Motivación: La incredulidad de Tomás da paso a la adoración: “Señor mío y Dios mío”. Son palabras que sólo pueden pronunciarse sinceramente cuando estamos convencidos de que Jesús resucitado nos acompaña. Transformemos en oración todo lo que hemos compartido en este encuentro. Luego de un tiempo de oración personal, podemos compartir en voz alta nuestra oración, siempre dirigiéndonos a Dios mediante la alabanza, la acción de gracias o la súplica confiada. Se puede, también, recitar el salmo responsorial (Salmo 117) que corresponde a este domingo. IV. Contemplatio: ¿Qué me lleva a hacer el texto? Motivación: El abandono de los pobres que san Vicente comprueba y su meditación del Evangelio, le llevan a centrar su fe y su vida en Jesucristo. Pero al servir a los pobres, descubre en ellos la imagen viviente de Jesucristo: Otro motivo, es que, al servir a los pobres, se sirve a Jesucristo. Hijas mías, ¡cuánta verdad es esto! Sirven a Jesucristo en la persona de los pobres. Y esto es tan verdad como que estamos aquí. Una hermana irá diez veces cada día a ver a los enfermos, y diez veces cada día encontrará en ellos a Dios… Vayan a ver a los pobres condenados a cadena perpetua, y en ellos encontrarán a Dios; sirvan a esos niños, y en ellos encontrarán a Dios. ¡Hijas mías, cuán admirable es esto! Van a unas casas muy pobres, pero allí encontrarán a Dios. (XI, 239) Compromiso personal: ¿Qué cambios particulares y comunitarios nos invita a realizar el texto de hoy para que nuestro testimonio del Resucitado sea creíble? Oración final Señor Resucitado, Tú que nos dices, que son bienaventurados los que creen sin haber visto, nosotros que creemos y confiamos en ti, que sabemos que Tú eres el Señor, porque creemos en tu Palabra y aceptamos lo que nos dice la Iglesia, te pedimos la gracia de tu Espíritu Santo, para que cada vez más, te abramos el corazón y el entendimiento, para conocerte y seguirte y así vivir lo que nos pides, imitándote y siendo como Tú. Que así sea. Apéndice CATECISMO DE LA IGLESIA Las apariciones del Resucitado 641: María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado, fueron las primeras en encontrar al Resucitado. Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios apóstoles. Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce. Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos, ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» (Lc 24, 34). 642: Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los apóstoles —y a Pedro en particular— en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos «testigos de la Resurrección de Cristo» (Ver Hech 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (Ver 1 Cor 15, 4-8). 643: Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por El de antemano. La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos y asustados. Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y «sus palabras les parecían como desatinos» (Lc 24, 11). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua, «les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado» (Mc 16, 14). 644: Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía: creen ver un espíritu. «No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados» (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda y, en la última aparición en Galilea referida por Mateo, «algunos sin embargo dudaron» (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un «producto» de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado. El estado de la humanidad resucitada de Cristo 645: Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (Ver Lc 24, 39;Jn 20, 27) y el compartir la comida (Ver Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (Ver Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (Ver Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo, al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (Ver Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15.36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (Ver Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (VerJn 20, 14-15) o «bajo otra figura» (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (Ver Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).