¿Y si el fracaso escolar fuera una manera disfrazada de éxito? Roberto Butinof El fracaso escolar es una operación global de la mayor complejidad a partir de una situación que es exactamente como un rico tesoro encerrado en un cofre hermético, ubicado en el fondo de un mar muy profundo, nosotros vamos a trabajar para imaginar como esa riqueza potencial puede transformarse en una riqueza efectiva y como la complejidad que pasa inadvertida puede transformarse en una complejidad para ella misma y para los otros. El desafío en cuestión. El estudiante que fracasa cuestiona por su comportamiento, el mundo al cual él pertenece y lo interroga sin saberlo, "¿Para qué sirve todo esto?" (los estudios, la responsabilidad, los compromisos, la vida social...). Él no dice "Yo no quiero saber" o "Yo no puedo", dice sobretodo "Yo no sé porque saber o porque tengo que saber". Su cuestionamiento se dirige a sus padres, su cultura étnica, (racial?) o política, su institución escolar o a la sociedad en su conjunto. Él no dialoga con la pregunta, la cual queda abierta. La pregunta del estudiante que fracasa es una pregunta sin cuestionamiento, como si fuera un diálogo que todavía en realidad no es tal, como una respuesta antes de tiempo y del momento de la respuesta. Nosotros todos estamos frente a esta problemática del fracaso escolar enfrentando un desafío que aun no es tal. Para que el desafío se convierta verdaderamente en un desafío, imaginemos un puente que relacionaría al estudiante en cuestión con las personas para quien el problema es un problema. En esta perspectiva es aleatorio (o poco útil) imaginar normas generales, que puedan ser aplicadas a cada situación particular. No solamente no hay solución, sino que el fracaso en si mismo ya es una solución. En efecto la respuesta ha sido "construida" antes que la pregunta y la solución antes que el problema. El estudiante que fracasa querría comprender el sentido un mundo que le resulta extranjero viviendo simultáneamente en relación a si mismo una situación extraña y desconocida, frente a la cual se siente impotente (pero conserva potencialmente las claves de la potencia) y todo poderoso al mismo tiempo. El desafío parece ser tal para la persona que fracasa pero en realidad lo es sobretodo, o lo es particularmente para las personas que están involucradas (la familia, la escuela, los psicólogos, los psicoterapeutas, los jueces, las autoridades políticas). El desafío podría ser estudiado como un desafío si uno deja de lado la noción de responsabilidad y uno se interesa al lugar que ocupa y a los juegos que creamos en una sociedad posible. La noción de desafío debe ser estudiada bajo la óptica de nuestra concepción de nosotros mismos. Nosotros podemos pertenecernos o no, y esta definición consciencia, sentido o visión de nosotros mismos, en una sociedad dada, determinará el tipo de juegos posibles. El rol, la jerarquía el sentido que nos adjudicamos a nosotros mismos van a determinar la posibilidad de desafío o la especificidad propia del desafío. O sea el desafío debería ser estudiado no a partir del estudiante que fracasa sino a partir de aquellos que lo ven, que lo sienten, que lo aman, que lo "leen" y que podrían construir las condiciones necesarias para que el desafío comience a tornarse a ser un verdadero desafío. Desarrollo didáctico posible. Alguien que fracasa me hace pensar a un financista que amaso una gran fortuna, la cual perdió toda actualidad porque se devaluó y no es negociable en la bolsa. En otras palabras la persona que fracasa sería rica, de una riqueza que no es utilizable porque nadie puede reconocerla como tal y reconocerse en ella. Todo sistema debe ganar. El sistema al cual pertenece el estudiante que fracasa también parte de esta lógica es en el seno de una lógica cuya "lógica" no es siempre lógica... porque es un orden más cerca de la creencia que una construcción racional progresiva. Si la persona que fracasa cree en valores que cada vez están más devaluados, que más puede hacer que construir nuevos valores en los cuales el o ella podría creer?. Estos nuevos valores harían parte de los antiguos o bien serían la continuación lógica de aquellos, en un "entramado" complicado, pero no complejo, que apunta a hacer de la persona en estado de fracaso alguien creíble frente a sus propios ojos. La persona que fracasa, por "razones" muy diversas, decide no decidir nada. Esta decisión no es una decisión activa, pero es una manera de dejar su propio automóvil, sin frenos y sin conductor, seguir una ruta descendente con la convicción que el vehículo solo va a tomar las curvas y llegar el por su propia cuenta al destino fijado. Todos tenemos tendencia a imaginar el fracaso como una falta o carencia de fuerza o de disciplina del estudiante en cuestión. Desde esta posición pedirle que incremente su esfuerzo de trabajo, su disciplina y su esfuerzo de memorización solo hay un paso. Todo fracaso culpabiliza a la familia o/y a la institución donde este ocurre y cuestiona a esos protagonistas sobre sus roles respectivos. Si cada vez que nosotros vemos un niño o un adolescente en una situación de fracaso escolar nos sentimos motivados a ayudarlo, eso se debe a la filosofía de base con la cual nosotros pensamos la vida en general. Pero la persona que fracasa también tiene una filosofía de base que no podría explicar o conceptualizar porque le es desconocida y se manifiesta de manera intuitiva o instintiva. Todo intento de ayudar corre el riesgo de tornarse una lucha entre dos modelos que a menudo no se encuentran. El fracaso es un momento bisagra indispensable para construir el devenir, el futuro. La persona que fracasa debe ser colocada en un nivel jerárquico superior, en una ecuación a crear para salir del impasse, el lugar de querer ayudar a aquel que fracasa deberíamos imaginar como pedirle ayuda, es decir, ubicarlo en una posición de aquel que sabe y que conoce profundamente las claves de su éxito, porque el fracaso es un éxito estratégico que toma por sorpresa a todos aquellos que no esperan estos resultados. La persona que fracasa es la que gana ahí donde nadie espera que ella gane. La coacción de la reflexión. Sin coacción no hay fracaso. Podemos imaginarnos que la coacción la obligación y el fracaso hacen parte de un conjunto que no pueden disociarse. La coacción es una manera de vivir la no - libertad. No se trata de vivir una libertad coactiva sino de sentirse prisionero de la no libertad. Una libertad limitada es muchas veces más confortable para vivir que una libertad ilimitada. Todo depende del contexto y de la forma en la cual uno se represente el mundo al cual pertenece. Una libertad ilimitada puede ser vivida de manera más coactiva que su opuesto. "Lo ilimitado" se transforma en la prisión. El conocimiento humano es infinito pero no ilimitado. Alguien que se mueve en un mundo ilimitado, o considerado como tal, tendrá tendencia a limitar al máximo su capacidad de maniobra o las fronteras de su acción. Un adulto que piensa su afectividad y que concibe su sexualidad de una manera próxima a aquella de sus abuelos podrá decir: "Yo haré tal y tal cosa(casamiento, niño, descubrimientos profesionales o personales diversos...) cuando me sienta preparado". Es una manera de vivir lo ilimitado fijando su capacidad de acción alrededor de su propio cuerpo, como si la distancia entre la capacidad actual y la capacitación a obtener fuera ilimitada y al mismo tiempo extremadamente limitada. En esta visión de las cosas siempre hay una parte y una contra parte. El niño que fracasa vive la parte y la contrapartida al mismo tiempo y es imposible saber en cual se encuentra. La solución consiste en construir, de una manera dialógica, una síntesis creativa entre la parte y la contrapartida, o sea pasar de una contradicción esterilizante a una síntesis fecunda. La transgresión y la no transgresión. En el fracaso habría una imposibilidad de transgresión. Para convertirse en una persona íntegra me parece fundamental aprender a transgredir, lo que es una buena manera de ser y de ir cada vez más profundamente hacia la noción de ser llevando al mismo tiempo todo aquello que determinó el origen de nuestra trayectoria histórica. El modelo del fracaso es un modelo rico, cerrado impenetrable y que conserva muchos secretos en la profundidad de sus abismos. El diálogo con el fracaso es el diálogo entre dos lenguajes, entre dos modelos, entre dos visiones. Utilizar el fracaso como una plataforma a partir de la cual construir un nivel superior de complejidad, me parece una propuesta cada vez más importante. El fracaso, como todos los grandes problemas es una cuestión relacional que se ignora, que se desconoce. Un niño o una persona que cree saber todo va a defender su "saber" con uñas y dientes. Con esta persona puede ser bello, puede ser lindo enfrentarse, pelearse, combatir para aprender juntos la estrategia de la paz. Yo no pienso que se pueda aprender o enseñar a un profesional a tratar el fracaso o a curar el fracaso. Me parece que podemos por el contrario, aprender a construir con el otro la noción de un viaje sin valijas, hacia un desafío cada vez mayor. La persona que fracasa es una persona que en general ama los desafíos, pero que se encuentra en una estación a la cual llegó y de la cual no puede irse. Trabajar el fracaso sería para mí, una forma de imaginar cómo conectar el fracaso escolar a otras situaciones y concebir vehículos más pertinentes para cada situación. Ninguna experiencia puede ser transmitida. Es otra experiencia que nosotros ya estamos construyendo, la que vamos a "transmitir" a alguien partiendo de una experiencia precedente. No hay experiencia precedente. La experiencia es siempre actual. Todo lo que podemos tomar de nuestro saber ya es otro saber que se está construyendo (o en construcción). Ninguna fórmula puede estar dada. Ninguna receta es realizable sólo existe nuestra propia formación y nuestra propia especificidad como vehículos (cálidos? áridos?) de nuestras concepciones. Si yo hablo de todo esto, es para partir al descubrimiento de otra modestia o de un nuevo orden de modest ia en mí a la manera de una investigación permanente del otro que habita en mi, de un yo que pase por el exterior de mi y que podría ser aquel real e imaginario del lector de esta reflexión. El monólogo es la respuesta - el diálogo es la pregunta. Me parece imposible salir del fracaso escolar sin un aprendizaje verdadero de construcción del diálogo porque, para mí, el fracaso es el fruto de un monólogo donde el estudiante (de la misma forma que su familia, el profesor y todos los que intervienen de afuera) formula las preguntas y las respuestas. En otras palabras, las preguntas se tornan respuestas - las cosas no están en su lugar - el sentido estratégico todavía no es de la partida. Un monólogo podría ser una construcción cerrada o abierta. Si el estudiante que fracasa vive un monólogo cerrado donde las respuestas y las preguntas se chocan permanentemente, el monólogo abierto sería la posibilidad de construir, ya sea preguntas directas, ya sean afirmaciones que tengan en ellas el germen escondido de una interrogación posible. Para que lo posible se vuelva realidad, la historia, la cultura y el medio, obligatoriamente deben formar parte del juego. Mi reflexión es también un monólogo que pienso como un diálogo y que trata de pasar por el interior y el exterior del estudiante que fracasa. Todas estas reflexiones son el producto de mi experiencia de vida, de padre de cinco hijos, de médico, de psicoterapeuta, y de apasionado por el estudio de la política y de la estrategia social. Pertenezco a aquellos que no pertenecen. Encontramos a veces jóvenes que dicen: "Detesto a la escuela" o "Detesto a mi profesor". Pienso que sin saberlo, estos niños dicen: "Yo no soy de aquí", o "Yo no pertenezco", o "Yo pertenezco a aquellos que no pertenecen". La no pertenencia sería una forma de pertenencia. El mundo del fracaso escolar es un mundo de magia, de creencias, de misterios, de respuestas a las agresiones reales o imaginarias. La persona que fracasa, a cualquier edad, es una persona que está sola, pero sola de pseudo soledad, y que vive su mundo como un mundo amenazante y al mismo tiempo protector, lógico e ilógico, acreedor y deudor. El fracaso sería un pseudo éxito, que es vivido como una verdad total e inexorable. La noción de pseudo éxito nos aparece más claramente cuando avanzamos en el análisis de la problemática del fracaso. Nosotros observamos progresivamente que el éxito era un pseudo éxito y que la lógica como tal era también una pseudo lógica. El interlocutor que somos nosotros, y que podemos ser, de la persona que fracasa, no puede corregir el modelo del fracaso sin despegar la situación de todo aquello que está constituido de manera pseudo. El fracaso se torna cuando se instala, un modelo de pensamiento y de acción y no el opuesto de la noción de éxito. Este modelo no es la negación o el fracaso de otro modelo sino un modelo en si mismo. Podríamos definirlo, describirlo, como un lenguaje y una gramática que no pueden hacer nacer. Para crear la posibilidad de nacimiento es fundamental construir y descubrir la noción de alteridad de relación y de lenguaje. Por intermedio de esta construcción, familiar, cultural y social, que es el lenguaje, y en función de la apropiación que nosotros podemos hacer de el, podemos poco a poco volvernos seres fecundadores en interacción recíproca, seres en diálogo o seres del diálogo, dialoguistas. Nuestros cuerpos, nuestro pensamiento, nuestra visión del mundo, se construyen, se respiran, se dialogan, adquieren sentido, vuelo e historicidad. Imperceptiblemente nosotros nos volvemos la estructura de nuestra pertenencia. Insuficiencia de la globalidad. Un eje de trabajo importante a seguir en el estudio del fracaso escolar es el de la globalidad. La globalidad de la persona que fracasa es una globalidad finita y no infinita y que se tornaría, se transformaría a través de una elaboración, sin límites y no infinita ilimitada. La política emocional. Toda política de orden emocional nos da la impresión de ser libres y de ejercer plenamente nuestra libertad. No se puede pensar con nuestras propias emociones sólo se puede actuar con nuestras propias emociones. Pero como actuar y pensar están siempre ligados creemos que pensamos cuando, en realidad, simplemente actuamos con nuestras emociones y nuestros condicionamientos culturales. Por definición el fracaso escolar sería una situación cerrada en si misma. El estudiante que fracasa no es alguien que no piensa, es a menudo alguien que piensa mucho pero que piensa de una manera emocional seguramente sin saberlo. Si el saber es emocional, el saber no puede transformarse en saber. La metáfora imposible: "busca lo imposible por una vía concreta y no metafórica" Para la persona que está en estado de fracaso escolar lo imposible es un imposible. Una situación de gran endeudamiento no puede más que generar nuevas deudas o más endeudamiento. Si pensamos en una pareja en dificultad, que vive al borde de la ruptura (antes de separarse o de empezar una terapia), tendrá tendencia ya sea a engendrar otro niño ya sea a realizar compras exageradas o inconsideradas más allá de sus posibilidades. El estudiante que fracasa esta en la misma situación. Busca lo imposible por una vía concreta y no metafórica. La capacidad metafórica podría ser la posibilidad de hacer una síntesis entre si y el otro que permitiría definir de una nueva y liberadora manera la relación en cuestión. La metáfora está profundamente ligada al reconocimiento recíproco y a la noción de gratuidad. Ganar se vuelve para el estudiante que fracasa una necesidad concreta de ganar y no el acto de ganar por el placer de ganar. El placer de ganar es un acto de libertad, de compromiso y de amor. Cuénteme su fracaso escolar. Sin fecundación no hay nacimiento, y para que haya fecundación no hay que poner condiciones al nacimiento. El fracaso escolar sería como una bisexualidad sin sexualidad. Una situación repetitiva, en tanto dure, anula aniquila la posibilidad de fecundación. De esta manera la "sexualidad" sólo puede venir del exterior. Para que un volcán realice su condición volcánica, otra instancia, otra persona, en nuestro caso debe poder aportar los elementos que van a hacer posible el nacimiento de la conflictiva o del conflicto. Si cada vez que trabajamos con una persona que fracasa, seguimos su fracaso escolar como si nos contaran un cuento, podríamos transformar la situación tal como es descripta en una situación tal que podría ser descripta. Del "cuénteme" pasaríamos progresivamente al "contémonos". En lugar de mostrarle el error al otro nosotros nos volveríamos protagonistas para la construcción asociada de la noción de error. La política de lo cuantitativo. Ninguna lógica progresiva - o sea en construcción - no puede hacerse en base a una lectura cualitativa. Lo cualitativo sería el fruto de nuestros sentimientos, de nuestras emociones, de nuestra concepción afectiva. Para que una concepción se vuelva generadora de conceptos, es fundamental de pasar a otra manera de leer y de concebir la realidad. Para ello necesitamos de un pensamiento estructurado alrededor de una columna vertebral de tipo lógico matemático. La salud o la salvación por medio de la política. La conflictiva es, en la mayor parte de los casos, apolítica. Para tener éxito con alguien que está en situación de fracaso escolar es fundamental transformar lo apolítico en político. La idea de trabajar el fracaso como un cuento, como un relato va en el sentido de transformar la no historicidad en historicidad. Una gran cantidad de conflictos en el mundo político actual están desprovistos de la noción de historicidad, de diálogo, de pensamiento interactivo o sea de posibilidad de negociación. El fracaso sería como una negociación que se despierta y se levanta muy temprano... Construir juntos (o en conjunto) un relato, una historia, una metáfora, es construir en conjunto la noción de compromiso, que puede llevar progresivamente al amor y a la libertad. La impotencia del estudiante que fracasa es una cuestión todopoderosa que es desconocida. Pensar las cosas desde el punto de vista político significa pensarlas en términos de diálogo, de reconocimiento recíproco, situar un evento en su contexto y actuar de tal forma que para que una persona pueda ganar todo el conjunto de personas que lo rodean, todo su ámbito relacional pueda volverse ganador. La cuestión del desafío. El desafío, no es un pregunta, el desafío de vuelve una pregunta, se convierte en una pregunta. En el fracaso escolar el estudiante que fracasa se encuentra confrontado al desafío próximo y lejano de la pregunta, como alguien que entraría en pánico ante una enorme montaña mirando la cima a la que quiere llegar. Comenzar a subir, a escalar, a dialogar con la montaña, significa la transformación progresiva del desafío, en pregunta de ese desafío, o sea convertir ese desafío en preguntas que vayan gradualmente llevando hacia la cima que se quiera conquistar. Partir al (asalto?) de la montaña significa cuestionar al cuestionamiento. Eso no puede hacerse solo, es un acto de diálogo; pero un diálogo con significativo, o sea de tipo filosófico, político, ideológico, posible únicamente cuando las condiciones de un compromiso están dadas. Este compromiso puede hacerse en el seno de la familia a la cual pertenece el estudiante que fracasa o en contactos con especialistas de la educación psicólogos especialistas en relaciones humanas. En el seno mismo de la familia, es muy difícil encontrar el camino de la salida. No es imposible pero demanda un entrenamiento poco habitual en el arte de la reflexión y del análisis histórico. Es más rico, más fecundo, aportarle a la familia en cuestión elementos exteriores de estudio y de reflexión para que pueda concebirse como un conjunto "como un sistema" que tiene todo el interés en ganar construyendo la idea de pertenencia, para que el niño de ellos comience a moverse en un mundo limitado históricamente operativo donde la diferencia se vuelve posible. La reflexión sin coacción. Más la familia se vivirá como un conjunto que es tal o cuya pertenencia se da a través de un diálogo creativo con expertos exteriores a la familia, más el niño que estaba en situación de fracaso se volverá un niño que descubrirá el placer de la reflexión, el cual ya no será una coacción, sino una manera de ir hacia el otro y a través de ese otro descubrirse a si mismo. La mirada y el diálogo, a través de una reflexión sin coacción, permiten la construcción de otro lenguaje, de un lenguaje que no esta más alienado sino que trabaja para transformarse en el sentido del conocimiento. El arte de la transgresión. Un lenguaje que se pertenece es un lenguaje donde la transgresión se vuelve posible. El fracaso, adquiere significado de intento de transgresión cuando es decodificado, cuando es transformado, digerido, modelado, se transforma en un fracaso con el cual se comienza a dialogar como con la montaña que parecía inaccesible. Un fracaso con el cual se comienza a dialogar, dialogando con expertos o especialistas exteriores a la familia, es un fracaso que puede ser reivindicado por el estudiante que fracasa, por su familia, por la institución a la cual pertenece. El fracaso deja de ser una acto de tipo físico mecánico para volverse progresivamente una idea o un concepto con el cual se puede jugar, dialogar, transgredir. De esta manera se puede navegar entre lo concreto y lo metafórico. La metáfora es tan concreta, y tan real que aquello que es palpable, pero ya no será más una realidad que aplasta sino una realidad posible de la realidad. Yo me pertenezco. Un viaje que se termina es un viaje que se comienza. El vehículo que daba vueltas en redondo en una estación sin salida se transforma, gracias al reconocimiento, al diálogo y al lenguaje, en un vehículo que se pertenece a si mismo o sea que recupera identidad porque se (o se es?) parte de un conjunto que también se pertenece y que se transforma en un constructor de pertenencia. Del amor se pasa a la lógica, a la filosofía, a la política. Si solo tenemos una idea filosófica del amor, el amor permanece encerrado en los límites de las emociones posibles. La filosofía del amor y el amor de la filosofía nos permite construir un mundo en el cual el espacio, el tiempo y la historia dialogan sin cesar, continuamente. La (?) constante del tiempo, del espacio y de la historia se torna entonces posible. Al fin esto se vuelve serio. De lo imposible imposible se pasa a lo imposible posible. Sin una perspectiva filosófica, lógica y política, no se puede construir el sentido de la vida y el sentido de conocimiento. La libertad es la cual le da sentido al compromiso, y es la única posibilidad sería de construir, construyéndose con las personas, los medios o los conjuntos que nos pertenecen y a quienes nosotros pertenecemos. Finalmente esto se vuelve serio" , dice Marion à Damiel al final del film, Las Alas del Deseo de Wim Wenders. "La soledad, quiere decir: finalmente soy entera". "Nueva luna de la decisión". Ahora nosotros somos el tiempo". "Tienes el juego en tus manos. Ahora o nunca". "Ocurrió algo que continúa sucediendo", dice Damiel a continuación, y agrega: "Yo estaba en ella y ella estaba alrededor mío". "Yo estoy junto". "Esta noche, aprendí a asombrarme". "No es más que el asombro frente a nosotros dos, el asombro frente al hombre y a la mujer que hicieron de mi un ser humano". "Ahora sé lo que ningún ángel sabe". Agradecimientos: el autor agradece calurosamente a Kai Krienke y a Philip Nielsen por su colaboración en la elaboración de este trabajo. El Dr. Butinof es un terapeuta de larga trayectoria en el campo de la psicoterapia